El desierto sirio, el nuevo bastión consolidado del Estado Islámico que aprovechando el terreno, la falta de efectivos del ejército sirio y su dispersión, golpea con cada vez más frecuencia las líneas de comunicación gubernamentales, los campos de gas y petróleo y amenaza las minas de fosfatos. El apoyo ruso e iraní, por ahora, no está siendo suficiente para eliminar esta amenaza. Con un control del terreno cada vez más firme, los yihadistas pueden volver a soñar con extenderse a otras zonas de Siria.
Curiosamente, la degradación de la situación de seguridad en el desierto sirio, puede favorecer ( y de hecho ya ha sucedido) que fuerzas del ejército sirio sean trasladadas al desierto, dejando oportunidades de contraataques u ofensivas limitadas a Hayat Tahrir al Sham, Turquía y sus delegados sirios.
