Entre 1912 Juan de la Cierva contaba con tan solo dieciséis años, aun así en compañía de dos amigos llamados José María Barcala y Pablo Díaz con los que ya había construido algunos planeadores, fundo la sociedad BCD y se lanzó al diseño y construcción de aeronaves. Su primer aeroplano construido en 1912 fue un biplano sesquiplano de hélice propulsora movida por un motor Gnome de 50 Cv, que voló ese mismo año pilotado por el francés Mauvais llevando un pasajero. Todo un éxito para unos adolescentes que aún no habían iniciado sus estudios superiores.
Tras este éxito construirían un segundo aeroplano en 1913. Esta vez se trataría de un monoplano de hélice impulsora. Este aeroplano también lograría alzar el vuelo de forma regular, aunque su elevada carga alar lo hacía incómodo y no volaba con la seguridad del primer modelo. La sociedad BCD se disolvió tras la construcción de este aeroplano al entrar De la Cierva y José María Barcala en la universidad, donde ambos estudiaron la ingeniería de puertos y caminos pues aun no existía la aeronáutica. Estos estudios sirvieron sin embargo a de la Cierva para ahondar en sus conocimientos matemáticos y estructurales, por lo que pronto se lanzó de nuevo a la que era su gran pasión, la aeronáutica.
Como proyecto de fin de carrera, de la Cierva diseño un bombardero trimotor (uno de los primeros trimotores del mundo sino el primero), su configuración alar era de biplano y pesaba al despegue cerca de cinco toneladas, por lo que contaba con tres motores de 220Cv. Este avión sería presentado en 1919 al concurso de la Aeronautica Militar para dotarse con un bombardero, estrellándose en su segundo vuelo a causa de una maniobra de baja velocidad a baja altura que lo hzo entrar en perdida. Su piloto el Capitán Julio Ríos Agüeso salió ileso del percance, sin embargo este accidente despertó en interés de de la Cierva por la seguridad aérea.
En los años sucesivos de la Cierva se centró en la investigación de aviones de ala rotatoria, en los que la sustentación viene de la mano de la rotación de sus alas frente a las de ala fija en las que viene de la traslación. Para entonces la idea del helicóptero tenía ya siglos de antigüedad, pues Leonardo da Vinci ya había adelantado el concepto. Incluso en los primeros años del siglo XX se habían desarrollado varios prototipos en Francia, que sin embargo fueron incapaces de volar con estabilidad.
De la cierva elegiría para su avión un sistema de autogiro, en el que la sustentación venía dada por las alas rotativas que tenía sobre él, que sin embargo no estaban asociadas al motor impulsor y giraban libremente por la acción del aire que pasaba entre ellas. Para ello el autogiro aportaba algunas destacadas soluciones que años más tarde harían viable el helicóptero de Sikorsky, principalmente el rotor articulado. Pronto empezó a cosechar los primeros éxitos, convirtiéndose el autogiro en una sensación allá donde llegaba durante la segunda mitad de los años 20 y principios de los años 30 del pasado siglo, siendo construido bajo licencia en multitud de países, Gran Bretaña, EEUU, y Alemania entre ellos.
Estallada la guerra civil española, de la Cierva hallaría la muerte al estrellarse durante el despegue el avión Doglas DC-2 en el que pretendía viajar desde Croydon (Londres) hasta Amsterdam. Poco después estallaría la segunda guerra mundial, y con ella llegaría el declive de los autogiros que poco después serían sustituidos por los helicópteros.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.