¡Hola José Angel, soy Pablo de Sterrebeek (literalmente "Arroyo de las Estrellas") a unos 20 kilómetros de Waterloo, si, "el" Waterloo.
Muy interesante, su afición de hacer recreaciones históricos.
Si no me equivoco, había "la batalla de Las Arapiles" en 1812, muy cerca de Salamanca ¿no?. Y también, Ciudad Rodrigo.
(Conozco "mas o menos" Salamanca, mi querida ciudad donde estudié unas pocas semanas el idioma de Cervantes.
Unos saludos muy amicales desde Flandes, provincia de Brabante (muy cerca de Bruselas).
"Pido a Vuestra Merced que reciba este pequeña carta que no he sabido ni podido escribir mejor"
Interesantisimo, yo residi en Zamora muchos años, casi todos los dias visitaba el "pasillo de la traicion" de ahi que decidi ser recreador historico.
Hoy resido en Puerto Rico y recreo la historia de los ejercitos espanoles en Puerto Rico.
Aprovechando esta tira, este es mi segundo post en este foro y pertenezco a la asociación Fidelis Regi, una asociación de recreación histórica, que de momento está circunscrita al Aragón medieval de los siglos XII y XIII, os adjunto un texto de presentación de la misma.
Fidelis regi es un grupo de recreación histórica medieval que nació en la ciudad de Teruel, pero cuya sede se encuentra en Zaragoza, capital del antiguo reino de Aragón.
Su inspiración se encuentra en unos valerosos caballeros aragoneses, ricoshombres de natura y de mesnada, que vivieron en las postrimerías del siglo XII y los albores del XIII en las tierras del reino.
El 12 de septiembre de 1213, Pedro II de Aragón, en defensa de sus vasallos cátaros, pone sitio a la plaza de Muret, refugio de cruzados dirigidos por el barón Simón IV de Monfort, bajo cuya custodia se encuentra su hijo de 5 años Jaime I. En el transcurso de la batalla, el rey muere a manos de los caballeros normandos. Poco después el rey niño pasa a la tutela de la Orden del Temple, siendo recluido por los caballeros templarios en el castillo de Monzón, donde comenzará su formación como futuro monarca.
Mientras tanto los nobles del reino aprovechan la minoría de edad del rey para aumentar sus poderes y exigencias, llegando incluso a tener retenido al joven rey durante dos años en el torreón de la Zuda en Zaragoza.
A partir de este momento se inicia la lucha de Don Jaime por mantener su poder frente a los nobles y el enemigo árabe. Comienza así un periodo de luchas y conquistas que llevarán a extender el reino de Aragón más allá de tierras Valencianas.
Durante todo el reinado las discrepancias de los nobles serán continuas, hasta llegar a su máximo punto, cuando una parte de la nobleza apoya al hijo bastardo del rey, Fernando Sánchez de Castro, contra su propio padre, aunque finalmente será derrotado.
A pesar de estos inconvenientes, el Rey Don Jaime conseguirá extender los dominios de Aragón como ya nunca se volverá a hacer en la península. Su fama y gloria se coronarán con el reconocimiento de sus contemporáneos al asignarle el nombre de JAIME I EL CONQUISTADOR.
Todos estos logros no hubieran sido posibles sin el apoyo constante de una parte de la nobleza y sus hombres, cuyo juramento de fidelidad al rey estaba por encima de todo interés personal, y cuya única meta era defender al reino y al hombre que los llevaría a la gloria.
Son hombres como Beltrán de Lanaja, Pedro Cornell, Ruy Ximénez de Urrea, Pedro Pomar, Ruy Jiménez de Luesia, Pelegrin de Atrocillo, Rodrigo de Lizana, Aznar Pardo, Juan Martínez de Eslava, Pedro Fernández de Azagra, Artal de Alagón; nobles gentes de Aragón, de Cataluña, de cercanas tierras castellanas y de agrestes montañas norteñas, estos son los leales al rey, auténticos Fideles Regi.
Guerreros que no solo acompañaron al monarca en los buenos momentos de victorias como en Burriana, Peñíscola, Morella, Mallorca y tantos otros sitios de la geografía de la península, sino también en los amargos momentos de la derrota, como en la fracasada aventura a Tierra Santa, y en las largas noches donde se bebía, cantaba y lloraba por los compañeros perdidos en la lucha.
Este es nuestro espíritu, nuestro fin, la unión de todos por un bien común, un grupo de soldados y sus familias que brindan juntos en la victoria y no se lamentan solos en la derrota.