Corría el año 1969… y una Fuerza Anfibia Operativa salió a la mar con destino al Africa Occidental española. Se temía que la “Retrocesión de Ifni“ no resultase pacífica, en los momentos finales de la evacuación, cuando quedasen en la zona pocos efectivos del ejército de tierra para realizar una defensa eficaz.
El Transporte de Ataque TA-21 “Castilla” permaneció fondeado frente al funicular de Sidi-Ifni, que no tenía muelle, desde el 25 hasta el 30 de Junio de 1969 con la Fuerza de Desembarco (FD) “ROMEO” embarcada. Estaba en marcha la operación “TABAIBA” ( Retrocesión de Ifni) .
El día 29 ó 30 se celebró un acto, de arriado de la bandera española y despedida del Gobernador de las fuerzas nativas de guarnición. Al acto fue invitada una comisión de oficiales de la Fuerza Anfibia (FAO) que quedó constituida por el almirante-comandante de la FAO, el comandante de la FD y tres oficiales - un teniente de navío y dos capitanes de infantería de marina -.
Todos transbordaron por el portalón, de uniforme blanco completo e inmaculado, a una embarcación de desembarco tipo LCM y, después, a través del funicular - y unos coches que los esperaban - acudieron al acto, en el gobierno militar, que resultó muy emotivo. La despedida de las fuerzas indígenas - que se quedaban allí y no las tenían “todas consigo” - fue particularmente conmovedora a juicio de todos los comisionados.
Finalizado el acto el personal comisionado inició el regreso. El día luminoso de la mañana se había tornado en un día nublado tristón. Sin embargo lo peor era el estado de la mar; ya no estaba bien por la mañana pero, por la tarde, se había levantado una mar de fondo impresionante. Los oficiales pasaron el funicular y, al socaire del mismo, embarcaron en la LCM que puso proa al fondeadero. El estado de la mar era para verlo, no para contarlo.
A duras penas el patrón fue capaz de abarloar la lancha de desembarco al costado del buque. Los golpes de la lancha contra el costado del buque y los vaivenes en altura eran para impresionar a cualquiera. La ”disposición” en la lancha era la siguiente: En el puentecillo de la lancha (el patrón y los comandantes FAO y FD muy dignos y serios) y en el foso ( dos marineros, el teniente de navío y los dos capitanes de infantería de marina). El foso, como es lógico, estaba grasiento y resbaladizo y los “pantocazos” que la lancha daba, contra el costado del barco, eran suficientes para hacer perder el equilibrio (y los uniformes blancos se mostraban cada minuto menos inmaculados). Hagamos un pequeño esfuerzo de imaginación para “ver” la escena. Una vez imaginada prosigamos.
Una vez vista la imposibilidad de embarcar por el portalón, desde la cubierta se coloca en la borda del buque una red de transbordo. Pero era peligrosísimo subir ya que no era posible mantenerla más o menos tensa, porque los vaivenes de la lancha eran de varios metros – en algunos casi alcanzaba la altura de la borda del buque - y muy rápidos. Se decide cambiar de método – embarcar por medio de una “japonesa” - pero con el mismo resultado. Los del foso ya estaban vestidos de negro. Y entonces se decide embarcarlos izando la lancha y, claro, con ellos dentro.
La maniobra era sencilla, consistía en: 1).- Desde el buque (arriar el enorme gancho, que tenía el barco a popa y que debía de pesar más de 1 tonelada y que visto desde abajo era descomunal). 2).- Los hombres, ya vestidos de negro, desde el foso tenían que coger dos cables, uno fijado a babor y estribor de la proa de la lancha y otro semejante de la popa, juntar los cables, ahora de forma triangular, en el centro del foso, y enganchar el enorme garfio y 3).- Desde el barco (izar la lancha).
El método estaba claro, lo difícil era llevarlo a cabo con las condiciones de mar que había. El inmenso gancho se desplazaba arriba y abajo – en sentido contrario a los vaivenes de la lancha - y, al mismo tiempo, de proa a popa y de babor a estribor cual si fuese una cuchilla (la lancha tiene unas tuberías, que corren de proa a popa, y que aquél garfio endemoniado se las llevaba, grrrr, grrr, grrr como rosquillas). Después de varios peligrosos intentos, y con no poca suerte - es de justicia destacar la labor del teniente de navío que, como era una maniobra naval, dirigía a los vestidos de negro - se logró que el gancho se metiese en los cables e iniciar el ascenso.
Y dando unos “pantocazos” impresionantes, contra el costado del barco, el órgano de mando de la FAO regresó al Puesto de Mando a flote.
Se puede y se debe afirmar que todo el personal de la lancha, a pesar de no haberse adiestrado para ese cometido, superó tan extraordinario acontecimiento con éxito, ante la mirada de la dotación, y de las unidades de infantería de marina, que desde la borda seguían atónitas – y con un cierto “cachondeo” - tan inesperado espectáculo.

