El origen de los perros.
El origen remoto.
El origen de los perros San Bernardo es bastante difícil de precisar, en gran parte gracias a los muchos eruditos que han intentado encontrarlo con más buena voluntad que acierto.
En efecto; es habitual, siguiendo a Keller, trazar una línea que hace descender a los San Bernardos de los grandes perros empleados por los señores feudales suizos en la Edad Media. Estos, a su vez, descenderían de los "molosos", los grandes perros que las legiones romanas empleaban para todo tipo de cometidos (incluyendo el combate). Los molosos, por su parte, tendrían sus antecesores en los grandes perros de combate asirios, los cuales descenderían del mastín tibetano.

Mastin Tibetano
Este "árbol genealógico" es indudablemente atractivo, pero poco consistente. Empezando por su tronco más antiguo, resulta difícil imaginar cómo se las arreglarían los mastines tibetanos para llegar hasta Asiria sin dejar rastro alguno en las zonas geográficas intermedias. Y es que no eran perros que pasasen fácilmente desapercibidos: cuando Marco Polo decía que eran "grandes como un asno", quizás exagerase, pero no demasiado. Por otro lado, recientes estudios genéticos permiten comprobar que el parentesco entre los mastines tibetanos y los San Bernardos, si existe, es tan remoto que prácticamente habría que descartar por completo la posibilidad de que estos desciendan de aquellos.
Más consistente parece la idea de que los San Bernardos procedan, más o menos directamente, de los grandes perros asirios. Los asirios empleaban estos colosos para la caza y el combate, y algunos de los que han dejado retratados en sus bajorrelieves presentan un parecido con los actuales San Bernardos ciertamente sorprendente.

Bajorrelieve asirio representando a un perro de caza y combate sorprendentemente parecido a un San Bernardo. Procede de Nínive, y está fechado hacia el año 600 antes de Cristo.
Sin embargo, la tesis también tiene un eslabón débil: la introducción en Europa. Según la versión más extendida, estos perros llegaron a nuestro continente a través de los molosos romanos, pero resulta que los molosos representados en pinturas y bajorrelieves griegos y romanos, y descritos por los autores clásicos, son mucho más pequeños, y de aspecto atlético y estilizado. En realidad, se parecen a los perros asirios (o a los San Bernardos) como un huevo a una castaña. Ante este dato, algunos autores han hablado, más o menos confusamente, de una presunta raza de perros asirios, más pequeños que los retratados en los bajorrelieves, de la cual procederían estos molosos; los San Bernardos, a su vez, provendrían de los molosos que, aislados en las montañas suizas, recuperarían el gran tamaño de sus lejanos antecesores tibetanos. Sin embargo, no hay el menor indicio que apoye esta tesis, y más bien parece un intento, muy traído de los pelos, de salvar la idea original sobre la procedencia asiria de los San Bernardos.
Una alternativa es la de atribuir la introducción en Europa de los grandes perros asirios a los fenicios o, mejor aún, a los cartagineses. En lo que se refiere concretamente a los San Bernardos, la versión más atractiva (desde un punto de vista estrictamente estético, claro) es la que incluye a Aníbal. En efecto; hay quien asegura que el Estratega cartaginés alineaba en su ejército a una unidad dotada de grandes perros de combate, y que es muy posible que se escapasen algunos de ellos durante su famoso paso por los Alpes, que habría tenido lugar, según la tradición, precisamente por el Puerto del Gran San Bernardo. Naturalmente, estos perros serían los antepasados directos de la raza. Lamentablemente, la historia también cojea por varios puntos. Para empezar, a pesar de que la composición del ejército de Aníbal está bastante bien documentada, resulta que no hay la menor constancia de que emplease perros. Y para continuar, se sabe con toda seguridad que Aníbal no cruzó los Alpes por el Gran San Bernardo. La propaganda de Napoleón quiso vincular su propio paso por el Gran San Bernardo con los de Aníbal y Julio César, pero los vestigios arqueológicos demuestran que los dos grandes militares de la antigüedad emplearon otros puertos; el de **, en el caso de Aníbal, y el hoy llamado Julierpass, en el de Julio César. En definitiva, que la historia es preciosa, pero no hay por donde cogerla. Una pena, ¿verdad?
En realidad, la respuesta al enigma del origen de los San Bernardos no tiene por qué pasar por el Tibet, ni por Asiria, ni por las legiones romanas o el ejército cartaginés. Basándose en el estudio comparativo de los cráneos de perros contemporáneos y de cráneos prehistóricos, especialmente del llamado "período Hallstatt" (1200-800 a.C.), el profesor Theodor Studer ha llegado a la conclusión de que tanto los San Bernardos como las restantes grandes razas europeas provienen de antepasados comunes también europeos; en concreto, de una raza que ha bautizado como "Canis Familiaris Palustris Rytimezer". El aislamiento de grupos de estos perros primigenios en diversas zonas montañosas, y el diferente uso que los humanos hicieron de ellos en cada lugar, propiciaron que evolucionasen hacia razas separadas que, sin embargo, aún conservan rasgos tan parecidos que mucha gente las confunde entre sí. Una tesis alternativa (aunque no necesariamente excluyente) sería la del "Ovtcharka de Asia Central", llamado así por una estatuilla encontrada en las proximidades de esta ciudad del actual Turkmenistán y datada hacia el 2000 a.C. Los grandes molosos de Europa y Asia (incluyendo el célebre Mastín Tibetano) provendrían en conjunto de esta raza, extendida en tiempos prehistóricos desde un posible origen centroasiático. En cualquier caso, ambas tesis concordarían con los datos sobre variabilidad genética, que sitúan la divergencia entre los San Bernardos y otras razas supuestamente descendientes de los grandes perros asirios varias decenas de miles de años antes de la existencia de las civilizaciones del "Creciente Fértil".