SOCORRO DE CUBAEl 28 de enero la flota alemana se hizo a la mar desde Ferrol, hecho que fue advertido por un submarino británico que sin embargo no tuvo oportunidad de atacar ante la vigilancia de dirigibles, destructores y otras unidades antisubmarinas. Pudo sin embargo telegrafiar esa misma noche, alertando al Almirantazgo que se vio obligado a enviar a la Grand Fleet en busca de un convoy que había partido el día anterior desde Canadá, pues se habían divisado no menos de 8 buques capitales y una veintena de destructores
(1). Poco podían imaginar que la misión de la Hochseeflotte no era atacar las rutas de convoyes sino, tras reunirse con un convoy propio procedente de Cádiz, poner rumbo a Cuba.
La marcha del convoy alemán fue lenta, pues debían avanzar al ritmo de los transportes, además los destructores españoles y austrohúngaros que los escoltaban se vieron obligados a repostar aprovechando la calma de los días 31 de enero y 1 de febrero. Por fin el día 6 de febrero arribaban a Puerto Rico, en cuyo puerto entraron los destructores para carbonear una vez más antes de emprender las operaciones militares, mientras en la cubierta de los transportes los soldados alemanes miraban por primera vez las islas del caribe. En la ciudadela de San Juan el general Hermosilla respiro aliviado, sabiendo que la llegada de esa flota imposibilitaba de forma definitiva el desembarco enemigo en la isla.
El día siguiente la flota siguió su camino acercándose a Cuba, llegando a la costa de Santiago de Cuba el día 10 al anochecer. A bordo del SMS Baden el almirante Hipper sopeso sus opciones. Desde tierra comunicaron que la entrada al puerto estaba libre de minas, pese a ello destaco los seis dragaminas que lo habían acompañado para comprobarlo. Por fin y una vez comprobada la entrada del puerto, los transportes de tropas entraron en la estrecha bahía, desembarcando las dos divisiones que habían transportado.
Fue un espectáculo grandioso. Las tropas alemanas fueron recibidas con gritos de alegría por la población que vivía bajo asedio desde meses atrás. Una vez desembarcadas, las compañías formaban en el muelle y emprendían la marcha hacia sus alojamientos en campamentos de campaña situados en las afueras de la ciudad. Los oficiales superiores en cambio se entrevistaron con el general Castaños, gobernador militar de la plaza, para a continuación dirigirse a los hoteles de la ciudad. Cuando los buques hubiesen finalizado la descarga de las armas pesadas y las municiones, las fuerzas aliadas contraatacarían.
Esa misma noche el general Pershing que había establecido su cuartel general cerca de La Habana, supo de la llegada de refuerzos a Santiago de Cuba. Sabía que la presencia de semejante flota enemiga en el caribe obligaría a su propia flota a retirarse, dejando aislado a las fuerzas desembarcadas en Cuba. No queriendo repetir el desastre del 98, esa misma noche ordeno la evacuación de todas las fuerzas presentes en la isla, empezando por las tropas que en esos momentos asediaban la base enemiga de Guantánamo. Una vez esas fuerzas se hubiesen retirado las seguirían las de Santiago de Cuba, y por fin las de La Habana, para converger todas en el puerto de Matanzas desde el que tratarían de evacuar a los cuatrocientos mil hombres del 4º Ejército... El segundo intento de conquista de Cuba había fracasado.
El día 13 el capitán de navío Barriocanal, comandante del apostadero de Guantánamo, vio como el martilleo al que la artillería enemiga había venido sometiendo a su posición cesaba abruptamente. Sin duda se debía a la reciente llegada de refuerzos que le había sido comunicada por TSH, por lo que no tardo en enviar patrullas a reconocer las líneas enemigas adoptando todas las precauciones posibles. Esa misma noche pudo comprobar que el enemigo se retiraba en dirección este, comunicándolo al general Castaños.
Las tropas americanas que habían abandonado su equipo pesado, avanzaron con rapidez por la manigua acompañadas por varios cientos de mambises. Pese a ello sufrirían pequeños ataques por parte de los guerrilleros que les ocasionaron varias bajas enlenteciéndolos. Con todo el ritmo de marcha fue elevado, y pronto las primeras unidades fueron reembarcadas en los puertos del norte de la isla.
En Santiago de Cuba, como esperaba Pershing, los alemanes no tardaron en atacar a las fuerzas que las asediaban, logrando algunos avances al ser apoyados los ataques por el fuego de la artillería naval. Por suerte sus tropas aguantaron lo suficiente como para permitir el repliegue de las fuerzas de Guantánamo, evitando el cerco de un cuerpo de ejército completo. En los días siguientes la lucha siguió en la isla conforme sus fuerzas se retiraban en compañía de los mambises, cediendo el terreno conquistado hasta ese momento ante las fuerzas hispano-alemanas.
Por fortuna la actividad naval enemiga decayó muy rápidamente tras el desembarco, y aunque sus submarinos no lograron alcanzar ningún buque alemán, estos se retiraron al cabo de pocos días. El peligro sin embargo continuaba, y era evidente que era cuestión de tiempo que la flota regresase, posiblemente trayendo consigo nuevas divisiones para culminar la reconquista de la isla. El reembarque de la fuerza expedicionaria se hizo con rapidez y siguiendo los planes que había preparado tiempo atrás, y tan solo perdió once mil hombres, casi todos ellos pertenecientes al destacamento de retaguardia que fueron capturados por el Tte gral Roda, siendo las perdidas navales principalmente transportes y buques de apoyo.
Esto último supuso un fracaso para las fuerzas hispano-germanas, que habían confiado en sus submarinos para cazar alguno de los acorazados enemigos que apoyaron el reembarque. Durante días los submarinos de la coalición se infiltraron en aquellas aguas para atacar a los buques americanos. Para su desgracia, aunque lograron torpedear y hundir seis transportes, tres destructores y al crucero Birmingham que quedo hundido en aguas cercanas a Matanzas, fracasarían en sus ataques a los buques capitales. Con todo el 1 de marzo no quedaba ni un solo soldado enemigo en la isla, y el Tte gral Roda pudo respirar aliviado y recibir al Príncipe Rupprech en La Habana. Tres días después llegaban dos nuevas divisiones alemanas que desembarcaron en una isla ya liberada.
La población agotada por el largo bloqueo pudo por fin celebrar la liberación en más de un sentido, pues los mambises y sus partidarios habían partido hacia el continente para evitar represalias. Mientras esto ocurría en Santiago de Cuba los mecánicos del cuerpo de aerostación militar habían montado los dirigibles e hidroaviones que habían sido transportados hasta la isla con la expedición de Socorro, y pronto pudieron iniciarse las tareas de vigilancia naval en cooperación con los destructores Huszar y Tatra austro-húngaros. Lentamente y conforme la vigilancia aumentaba, los medios dragaminas empezaron a limpiar las costas cercanas a la isla para asegurar la navegación en aguas caribeñas. La isla empezaba a volver a la normalidad.
Esto facilito la tarea de las fuerzas españolas que se agruparon en la zona comprendida entre La Habana y Cardenas, a excepción de las tropas de orden público y las guerrillas. Pronto el ejército al mando del Tte Gral Roda que ante la falta de artillería había sido organizado en medias brigadas, empezó a recibir la artillería llegada desde España, pasando a organizarse en brigadas y divisiones convencionales. Cuando llego la primavera siete divisiones de a tres brigadas españolas, y seis divisiones alemanas esperaban en Cuba la orden de atacar.
Sus enemigos continuaban sin embargo sin rendirse, y los contactos iniciales aún no habían propiciado ningún acuerdo. Mejor parecían ir las cosas en relación a UK pues tras la salida de la Great Fleet en febrero, el U-157, un submarino de largo alcance, logro localizar la flota colándose entre los escoltas con la ayuda de la niebla y atacar al HMS Monarch, que encajo tres torpedos. Seguramente en otras circunstancias el poderoso acorazado hubiese sobrevivido sin problemas, pero la costa más cercana estaba a más de mil millas, y el mal tiempo de febrero se encargó del resto. Tras casi un día de lucha con el temporal que azoto el Atlántico norte en esas fechas, y con el buque gravemente dañado y la tripulación agotada, el almirante Beatty no tuvo más remedio que ordenar su evacuación y hundimiento.
Esta noticia junto a la reciente apertura del canal de Suez
(2) a mediados de enero, que propicio la llegada de refuerzos alemanes a von Bellow, así como el desembarco español en Socotora del 8 de febrero. En este además se supo que habían participado varios acorazados alemanes
(3). Esto supuso el golpe definitivo. A partir de ese instante los alemanes y españoles podían utilizar el canal de Suez para enviar tropas a conquistar el Imperio Británico, sabiendo que estos no podrían reaccionar por tener su flota hipotecada en la defensa de la propia GB.
Los informes de inteligencia indicaban en esos momentos que España había movilizado una importante flota y que estaba enviando diversas expediciones al Índico, como se comprobó el 26 de febrero cuando desembarcaron en las Maldivas, o el 5 de marzo cuando lo hicieron en Mombassa y Diego García, en ambos casos protegidos por importantes fuerzas navales. De seguir así era cuestión de tiempo que la campaña anfibia española que se estaba extendiendo hacia Oriente bloquease la India y el resto de puertos del Imperio. Debían afrontar la desaparición del imperio o buscar una forma de llegar a la paz en las mejores condiciones posibles…
Tal vez si negociaban con acierto podrían salvar parte del Imperio, al fin y al cabo el Duque de Alba había dejado caer que UK podía despedirse de África, pero que España estaba dispuesta a apoyar al Rey Jorge en cuanto a conservar la India y el resto de colonias asiáticas con algunas excepciones menores, y tal vez incluso Sudáfrica y las colonias del Caribe y otras islas oceánicas… La oferta tenía sin embargo fecha de caducidad, y conforme las tropas hispano alemanas fuesen conquistando colonias, los británicos podían ir despidiéndose de ellas de forma definitiva.
- Principalmente austrohúngaros.
- Cálculos favorables cifraron el número de víctimas entre los trabajadores forzosos egipcios durante los trabajos de limpieza del canal, en 23.000 muertos y más de 50.000 enfermos.
- En realidad se trataba de los acorazados “vendidos” a España.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.