Relato: 2008. La Llamarada del Fénix

Las guerras y conflictos en la región latinoamericana, desde la Conquista hasta las Malvinas y el Cénepa. Personajes y sucesos históricos militares.
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flanker33
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Mensaje por flanker33 »

Hola a todos,

el Presidente Raphael Correa enviara su mensaje a la nación, con el informe semanal de lo acontecido y dijera: "Compañeritos, en estos últimos días hemos vencido al Imperio, las fuerzas armadas ecuatorianas han vencido a las fuerzas colombianas invasoras


Hola Comando, coincido contigo en que seguramente al final del conflicto, todos los dirigentes clamarían victoria para su país, a no ser que el resultado fuera escandalosamente negativo para sus armas, como es lo que viene sucediendo desde hace ya tiempo en todo el mundo…si hasta los árabes clamaron victoria en el 73 :asombro3:

Respecto al interesante debate sobre las reservas en Colombia, he de decir que no he encontrado nada especifico en cuanto a movilización, etc…he supuesto que no se estaría al nivel de Israel, pero que si se podrían convocar al menos a algunos reservistas en primera instancia para puestos técnicos, logísticos y para comenzar a suplir en el conflicto interno a parte de las fuerzas que se han ido a combatir a la frontera, comenzando en un plazo de 5 a 7 días. Para que fueran una cantidad significativa para tomar parte en la lucha, supongo que pasaría algo más de tiempo, no sé decir cuánto, y desde luego una movilización general de reservistas, supongo que llevaría bastante, como también se ha dicho aquí. Pero repito que todo son suposiciones mías. De todas formas, está el factor político, y he orientado el relato entendiendo que a ninguno de los beligerantes le interesaría escalar el conflicto hasta una guerra total, aunque también podría estar equivocado. El tema de los efectivos, como comenté anteriormente, lo saque del informe del Military Balance IISS del año 2010, y aunque tiene inexactitudes en otros campos, a falta de otros datos, lo he dado por bueno, ya que de haber leído en algunas webs, dan 210.000 efectivos en 2008 para el Ejército colombiano, pero como no se cuan fiable es, lo dejo en cuarentena, pero me parece que la relación sería aproximadamente esa, de 2 a 1 contra Venezuela y Ecuador juntos.

Saludos.


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Comando Gato'e Techo
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Mensaje por Comando Gato'e Techo »

flanker33 escribió:Hola a todos,

el Presidente Raphael Correa enviara su mensaje a la nación, con el informe semanal de lo acontecido y dijera: "Compañeritos, en estos últimos días hemos vencido al Imperio, las fuerzas armadas ecuatorianas han vencido a las fuerzas colombianas invasoras


Hola Comando, coincido contigo en que seguramente al final del conflicto, todos los dirigentes clamarían victoria para su país, a no ser que el resultado fuera escandalosamente negativo para sus armas, ....


Gracias Flanker 33.
Continuando en la ucronía -es decir sin apartarme de los supuestos- a la fecha de la anotada sabatina (comunicación televisiva que el Presidente Correa hace todos los sábados desde el inicio de su gobierno) las fuerzas armadas ecuatorianas si estaban cumpliendo efectivamente con su misión de defender el territorio nacional.
Al 15 de marzo de 2008 habían derrotado a la Armada colombiana y estaban a punto de desalojar a las fuerzas invasoras de Tulcán. :thumbs:

Respecto al interesante debate sobre las reservas en Colombia, …he supuesto que no se estaría al nivel de Israel, pero que si se podrían convocar al menos a algunos reservistas en primera instancia para puestos técnicos, logísticos y para comenzar a suplir en el conflicto interno a parte de las fuerzas que se han ido a combatir a la frontera, ...


Entiendo que el llamado a reservistas no es un alarido de: "EA....vamos todos a la frontera a pelear....". Eso ya es cosa del pasado. Ahora las cosas no son así.
En primer lugar yo creo que no existen tantas armas para dotar a estas fuerzas de reservistas. Yo supongo, en vista de lo que pasó en el año 1995 -Conflicto del Cenepa- que a los reservistas ecuatorianos se les dotaría de los viejos FAL almacenados.
Habría que ver si tenemos la munición necesaria para darles.
Esto significaría que Ecuador puede poner en pie de guerra a unos 50.000 soldados más.
Al resto, por más que quieran ir un pocotón, que les vamos a entregar....los Mauser.... :confuso1:

:militar13:


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KL Albrecht Achilles
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Mensaje por KL Albrecht Achilles »

Andrés Eduardo González escribió:No sé cómo funciona la lógica por allá, pero es claro que si yo tengo que enfrentar dos frentes de guerra con fuertes contrincantes, no me voy a quedar sólo con los 300.000 que tengo activos. En lo personal, yo enfrento ésta guerra con un pie de fuerza de 700.000 a 1 millón de efectivos...


Dentro del contexto del relato a mi no me parece logico que llamen a un millon de reservistas, creo que hasta ahora les ha ido muy bien: En el frente Sur llevaron al EdE a pelear a la defensiva en su propio territorio y en el frente Norte el EdV apenas llego a Rio Hacha y se esta retirando luego de cumplir sus objetivos... no veo la logica para llamar a los reservistas. :sm:

Saludos :cool2:


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Mensaje por Loneagle »

KL Albrecht Achilles escribió:
Andrés Eduardo González escribió:No sé cómo funciona la lógica por allá, pero es claro que si yo tengo que enfrentar dos frentes de guerra con fuertes contrincantes, no me voy a quedar sólo con los 300.000 que tengo activos. En lo personal, yo enfrento ésta guerra con un pie de fuerza de 700.000 a 1 millón de efectivos...


Dentro del contexto del relato a mi no me parece logico que llamen a un millon de reservistas, creo que hasta ahora les ha ido muy bien: En el frente Sur llevaron al EdE a pelear a la defensiva en su propio territorio y en el frente Norte el EdV apenas llego a Rio Hacha y se esta retirando luego de cumplir sus objetivos... no veo la logica para llamar a los reservistas. :sm:

Saludos :cool2:


En eso estoy de acuerdo, por eso me parece exagerado montarse en el sostenimiento de 700.000 a 1.000.000 de hombres porque ya estamos hablando de un Grupo de Ejército y no creo que tengamos ni el material, ni la capacidad logística para sostener semejante pie de fuerza, ademas de que es innecesaria esa cantidad de tropa para el tipo de conflicto que atañe.
Última edición por Loneagle el 16 Sep 2014, 01:43, editado 1 vez en total.


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KL Albrecht Achilles
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Mensaje por KL Albrecht Achilles »

Loneagle escribió: con el fin de soportar una escalada del conflicto lo cual lógicamente aumentaría sus tiempos de alistamiento y movilización

Ahora si se comprendió? porque de ahí se puede desprender lo siguiente:


Por lo que he leido no habra tal escalada, no se de donde sacas tal cosa. :sm:

Loneagle escribió:
KL Albrecht Achilles escribió:Si lees la ucronia desde un principio te daras cuenta que no esta planteado en ningun momento quedarse con la Guajira. Los objetivos de la Operacion Huya fueron definidos claramente antes de comenzar las operaciones terrestres.


En esos estamos claros, pero también tenemos que estar claros en que la historia puede cambiar y que los objetivos estratégicos de dicha operación pueden transformarse e incluso pasar a convertirse en una nueva operación por decisiones políticas que pueden transformar también el conflicto, ademas de que nosotros tampoco leemos la mente del autor como para aventurarnos a decir que no pueden cambiar los hechos y por eso vuelvo y me cito:

Loneagle escribió:aunque hay que esperar si para el final de la historia optan por retener parte del territorio ganado en la Guajira lo que nos sigue exponiendo a una eventual guerra de desgaste...


Claro que la historia puede cambiar, y de hecho cambio con el ataque sobre Rio Hacha, pero en ninguna parte se ha insinuado que se trata de una conquista de territorio, ademas de que aqui se ha dicho hasta el cansancio que hoy en dia anexarse territorio del vecino por la fuerza no es posible ante la comunidad de naciones.
Ya puedes ver todos los malabares que esta haciendo Vladimiro en Ucrania y el rechazo que ha causado en la comunidad internacional.

Saludos :cool2:


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Mensaje por Loneagle »

KL Albrecht Achilles escribió:
Loneagle escribió: con el fin de soportar una escalada del conflicto lo cual lógicamente aumentaría sus tiempos de alistamiento y movilización

Ahora si se comprendió? porque de ahí se puede desprender lo siguiente:


Por lo que he leido no habra tal escalada, no se de donde sacas tal cosa. :sm:

Loneagle escribió:
En esos estamos claros, pero también tenemos que estar claros en que la historia puede cambiar y que los objetivos estratégicos de dicha operación pueden transformarse e incluso pasar a convertirse en una nueva operación por decisiones políticas que pueden transformar también el conflicto, ademas de que nosotros tampoco leemos la mente del autor como para aventurarnos a decir que no pueden cambiar los hechos y por eso vuelvo y me cito:



Claro que la historia puede cambiar, y de hecho cambio con el ataque sobre Rio Hacha, pero en ninguna parte se ha insinuado que se trata de una conquista de territorio, ademas de que aqui se ha dicho hasta el cansancio que hoy en dia anexarse territorio del vecino por la fuerza no es posible ante la comunidad de naciones.
Ya puedes ver todos los malabares que esta haciendo Vladimiro en Ucrania y el rechazo que ha causado en la comunidad internacional.

Saludos :cool2:



Por eso le digo, yo no adivino las intencionalidades del autor y por eso puede ser posible que la narrativa de un giro inesperado sin que ello sea necesariamente predecible en base a lo que ya se ha leído o a lo que se haya insinuado en un principio y por eso soy abierto a que la historia mantenga su curso o que cambie, así que no se de donde sacas tales cosas :sm:


cesar cardenas
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Mensaje por cesar cardenas »

Lo mas que podemos hacer nosotros, el resto de los foristas es aportar información a nuestro estimado compañero para que de vuelta tengamos un relato mas interesante. Así que llegado el caso y conociendo la opinión del entonces presidente Uribe, mas el embargo de armas es posible que recién iniciado el dialogo para terminar las hostilidades se de la orden de convocar a una parte de las reservas para tener mas argumentos durante las negociaciones aunque esas reservas solo puedan ser equipadas como infantería y material rodante improvisado la sola llamada de los reservistas se volvería un argumento de peso para la posición diplomática Colombiana.

Saludos.


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Mensaje por flanker33 »

Hola a todos.
Mientras siguo avanzando en la próxima entrega de "La llamarada del Fénix", os informo que acabo de subir en el subforo del Ejército del Aire español, una serie de 5 relatos cortos sobre la historia del mismo que escribí hace algún tiempo, por si alguno está interesado y le apetece leer algo.

Un saludo.


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SAETA2003
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Mensaje por SAETA2003 »

excelente por la ultima entrega, mil gracias al autor. :thumbs:


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Mensaje por flanker33 »

Hola a todos.

Por estas fechas se cumplen casi dos años desde que subí el primer fragmento del relato, y hoy voy a subir el último, dandolo por finalizado. Se que en los últimos meses no he subido fragmentos al ritmo que me hubiese gustado y no he narrado todo lo que quería y como quería, pero por cuestiones personales así tenía que ser, y para no eternizarlo, decidí escribir de forma más resumida. Espero que lo entendais, y que os haya gustado el relato en su conjunto. Se también que hay opiniones para todos los gustos sobre lo que he expuesto, y hemos tenido algunos debates muy interesantes al respecto, pero he de volver a decir, que esta ha sido una visión personal mía de como podría haber sido el conflicto, y que he podido errar en multiples cuestiones, pero he tratado de documentarme en la medida de lo posible y ser lo más objetivo que he podido. Por último, agradecer a todos los que habeis leido y seguido el hilo, vuestra paciencia y comprensión, y por supuesto, también agradecer la inestimable ayuda de los foristas que me han ayudado en el camino: KL Albrecht Achilles, Sergiopl, Juan David, Anderson, MauricioA, Condor Andino y Reytuerto. A todos ellos mi gratitud por su ayuda y tiempo dedicado a este relato.
Adelantaros que ya estoy trabajando en el próximo relato, que no será una ucronía, sino más bien algo sobre la historia de España, y que colgaré cuando lo tenga en el subforo correspondiente.
Sin más, un saludo a todos, y ahí va el último fragmento.
Flanker33.


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Mensaje por flanker33 »

12 de Marzo. La Guajira. Colombia.

La misión encomendada por el Ejercito venezolano al General Molero no era fácil. Debía regresar a la frontera con el grueso de sus fuerzas, dejar un importante contingente en los alrededores de Maicao para asegurar su defensa, y hacerlo en el menor tiempo posible. Eso era lo que se le pedía desde el Cuartel General del CEO. Maicao sería la pieza de canje hasta que los colombianos se retiraran del suelo venezolano que ocupaban, y se entablaran negociaciones para finalizar el conflicto.
Al General se le planteaban dos alternativas aquella mañana. El camino de regreso bien podía hacerlo por la carretera 90, la vía más rápida pero ocupada en buena parte, sobre todo en la zona de “Cuatro Vías”, por un importante contingente enemigo, o dar un rodeo hacia el norte para evitar esa concentración de tropas colombianas. Sabía que algunos mandos en Caracas habían insistido en que sus fuerzas se abriesen paso por la carretera, aplastando a las fuerzas enemigas, mientras que otros, quizás más cautos o mejor informados, habían planteado regresar utilizando la vía norte para evitar otro combate más, que poco podía aportar ya a la modificada operación “HUYA”.
Finalmente, y para alivio del General, le fue concedida libertad de acción en cuanto a su regreso en pos de Maicao y la frontera . Molero lo tenía claro. Regresar por la carretera no solo no sería más rápido sino que llevaría mucho más tiempo, pero sobre todo, sería muy costoso en hombres y material, al tener que atacar a una fuerza numéricamente mayor y bien atrincherada. Habría que maniobrar para atacarla desde diferentes puntos, desplegar la artillería y ablandar las posiciones enemigas, para finalmente asaltar sus posiciones… demasiado tiempo, esfuerzo y perdidas previsibles para obtener un trozo de terreno que debería abandonar inmediatamente en su camino hacia Venezuela. Ni siquiera la posibilidad de “aplastar” al enemigo le motivaba a seguir aquel curso de acción, ya que sabía que, si aún en los primeros momentos de la campaña, cuando contaba con superioridad y algo de sorpresa, no había conseguido vencer decisivamente al enemigo... ahora sería una tarea mucho más improbable. Así pues, había decidido desviar sus fuerzas hacia el norte, a la vez que las tropas que asediaban Manaure y ocupaban Uribia y Puerto Bolívar, regresaban y se unían a la columna.
Tras lograr desengancharse del combate alrededor de Riohacha durante la madrugada, las tropas de Molero comenzaron su retirada hacia la Patria. Regresando por la carretera 90 hacia el este, y también recogiendo por el camino a las tropas que defendían aquel sector de la ruta, varios kilómetros antes de llegar al inicio de las defensas enemigas de “Cuatro Vías”. Estas estaban perfectamente localizadas gracias al reconocimiento aéreo, y las fuerzas venezolanas viraron hacia el noreste por vías secundarias, lo cual provocó que la gran masa mecanizada levantara una enorme columna de polvo a su paso. Por supuesto, Molero había dispuesto fuerzas para proteger sus flancos y retaguardia, ya que, tal y como había previsto, los colombianos no iban a dejar pasar la oportunidad de hostigarles de cuantas maneras les fuera posible, con artillería, con ataques de comandos, incursiones aéreas puntuales o ataques “hit and run” de fuerzas de caballería colombiana, especialmente del Grupo de Reacción Torres, que iba pisando los talones a la retaguardia venezolana.

Por su parte, el colombiano General Suárez, además de ordenar el hostigamiento al enemigo, quería mantener una estrecha vigilancia del mismo con sus fuerzas de reconocimiento. A medio día se había hecho patente que su rival no iba a intentar tomar “Cuatro Vías”, o al menos no de una manera directa, de oeste a este siguiendo el eje de la carretera, pero aún debía mantenerse vigilante por si era una simple finta y decidía atacarlo desde el norte. Si llegaba el caso, Suárez confiaba en sus fuerzas y en cómo se habían preparado para recibir al enemigo. No dudaba que sería una batalla de las grandes, pero confiaba en su victoria, si Molero lo intentaba finalmente. Si no era así, tal y como parecía en aquel momento, el General colombiano no tenía la intención de buscar la confrontación directa con su enemigo en campo abierto, donde pese a su superioridad numérica, el enemigo contaba con mayor potencia de fuego, y la lucha podía ser mucho más equilibrada o incluso negativa para sus intereses. El dicho “a enemigo que huye, puente de plata”, le parecía adecuado para aquella situación… siempre que el puente estuviera cubierto “con espinas”.
El sentido común y los informes de inteligencia, le indicaban que Molero seguramente mantendría a sus fuerzas en la zona de Maicao hasta que se consiguiera un alto el fuego propicio para los intereses venezolanos, y por lo tanto, Suárez tendría que tratar de evitarlo en la medida de lo posible. En Bogotá, los altos mandos militares y políticos también se habían dado cuenta, y habían ordenado al General que tomara las medidas oportunas para que aquello no sucediese.
Para cumplir con su nueva misión aprovechó el importante número de helicópteros y vehículos puestos a su disposición, y aunque la superioridad aérea enemiga seguía siendo un problema importante y causó algunas bajas en sus camiones con ataques de interdicción y derribando un par de helicópteros, finalmente logró mover las unidades que ya no tenían que vigilar la zona sur de la carretera 90 entre aquel cruce de carreteras y Riohacha, y les añadió algunas fuerzas de infantería que había retirado de “Cuatro Vías” para llevarlas a la zona de Maicao. Allí, el Ejército colombiano se preparaba para atacar de nuevo la ciudad, antes de que Molero llegara con toda su fuerza a la zona.
Le habría gustado ordenar un asalto total, pero la relación de fuerzas no era tan favorable como lo había sido en “Cuatro Vías” dos días atrás, y aunque en principio la operación había sido ordenada y aprobada por Bogotá, habida cuenta que comenzaban a oírse los primeras, aunque todavía no muy numerosas quejas de la sociedad por los fallecidos en el conflicto, le habían recomendado que tratara de limitar al máximo el número de bajas entre sus hombres y sobre todo entre los civiles que todavía quedaban en Maicao. Suárez se encontraba pues en una difícil situación, ya que debía recuperar la ciudad, pero sin exponerse a sufrir demasiadas bajas entre sus hombres ni producirlas entre los civiles. Sus fuerzas eran superiores numéricamente, pero el enemigo tenía buenas posiciones defensivas, sobre todo tras los combates del primer día del contraataque colombiano. Además habían recibido refuerzos y sus líneas de abastecimiento eran muy cortas. También sus fuerzas desplegadas al norte de la ciudad, corrían el riesgo de ser cogidas entre dos fuegos con la llegada de la columna de Molero, por lo que decidió retirarlas de sus posiciones, y unirlas a un ataque desde el oeste, a lo largo de la carretera 90. Así que con el tiempo justo, y con las restricciones que tenía, Suárez ordenó finalmente el ataque a media tarde. En primer lugar, una fuerza de un batallón de infantería, con una importante preparación artillera, realizó un ataque de distracción en dirección a Paraguachón, con el objeto de atraer a las reservas enemigas y hacerles creer que era el ataque principal, que amenazaba su inmediata retaguardia, línea de suministros e incluso el suelo patrio. El enemigo, en primera instancia cayó en la trampa, sobre todo al comenzar el ataque sobre Maicao desde el sur y el oeste, sin apoyo de artillería y con pequeñas patrullas para fijar al enemigo y conocer sus posiciones adelantadas. Poco después, comenzó el ataque principal sobre Maicao con fuerzas y decisión. Los venezolanos no tardaron en darse cuenta de su error, y debieron reorganizar sus reservas para hacerle frente.
A Molero, más preocupado con el contingente enemigo en “Cuatro Vías”, le había cogido desprevenido la renovada ofensiva colombiana sobre Maicao, porque aunque no habían dejado los colombianos de presionar sobre la ciudad y sus alrededores, ahora parecía que volvían a lanzar un ataque en toda regla para retomarla. Recelando todavía de que no fuera una trampa, para ser cogido por sorpresa por una salida en masa de las tropas enemigas desde “Cuatro Vías”, y dados los confusos informes iniciales sobre un ataque en Paraguachón, Molero tardó algo en responder. Conforme avanzaba la tarde, y cuando todavía el grueso de sus fuerzas tenían el flanco expuesto a un posible contraataque colombiano desde el cruce de carreteras, ordenó que un destacamento de blindados (algunos AMX-30 y Scorpions) apoyados por una compañía de infantería se adelantara a toda velocidad al resto de la columna, a la vez que reclamaba como ayuda en Maicao a los comandos que combatían en la península de la Guajira a sus contrapartidas colombianos, a medida que las fuerzas propias se iban retirando de la misma. Con esas fuerzas, destacamento blindado más comandos, a los que se añadió un batallón reducido de paracaidistas que habían sido helitransportados desde la columna mecanizada al interior de la ciudad, y con el grueso del apoyo aéreo venezolano, pudo el General venezolano reforzar la defensa de la ciudad cuando ya la oscuridad había comenzado a caer sobre aquella parte de la Guajira.
Por su parte, el General Suárez no se había quedado quieto y aprovechando las horas del ocaso y las primeras de oscuridad, había ordenado que más fuerzas de la 13ª Brigada comenzaran a salir de sus posiciones defensivas en “Cuatro Vías” y hostigaran al enemigo en retirada, a la vez que otras eran llevadas de urgencia a Maicao por caminos al sur de la carretera 90.
Antes de la llegada de los refuerzos venezolanos, las fuerzas de Suárez ocupaban ya algunas zonas del oeste y el sur de la ciudad, y con la llegada de la noche, la lucha no hizo sino recrudecerse a medida que tanto en Maicao, como en una amplia zona alrededor de ella, desde la frontera a varios kilómetros al noroeste de la ciudad, las tropas venezolanas y colombianas seguían chocando por doquier en una confusa refriega, que tanto eran esporádicos golpes de mano o acciones de hostigamiento, como furiosos combates urbanos o intensos combates entre blindados.
Con el incremento de los combates, también la aviación de ambos bandos participó en la medida de sus posibilidades. Durante todo el día la FAC seguía operando con cautela, pero con rapidez, golpeando donde podía y alejándose lo antes posible. En una de las pocas refriegas aéreas de aquel día, un F-16 venezolano, en una persecución a gran velocidad, que acabó bien al interior de territorio colombiano, dio cuenta de un Mirage 5COAM que había sido desplegado al norte para apoyar el contraataque de su Ejército. Mientras, la AMB atacaba con todo lo que era capaz de poner en el aire, pero ahora con más cautela dada la sorpresiva aparición el día anterior de Manpads en manos enemigas. Los aviones de ataque y los helicópteros venezolanos habían comenzado a operar a mayor altura para poder divisar antes a los misiles y tener tiempo de reacción, a la vez que soltaban bengalas cada vez que comenzaban y terminaban su “carrera de ataque” o pasaban por zonas sospechosas donde pudieran haber dichos misiles. Tras el excelente rendimiento del día anterior, en aquella jornada tan solo lograron dañar a un Tucano, que tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en territorio venezolano, y abatiendo a un Bronco. Otro de los Stinger que iba a ser utilizado, falló al ser disparado y no salir de su caja-contenedor. Tampoco un par de Stingers lanzados contra un F-16 tuvieron mejor suerte, al lograr este zafarse con bengalas y maniobras evasivas. Pese a todo, la aparición de aquellos misiles en el conflicto, conllevó que las acciones aéreas venezolanas no fueran tan eficaces y precisas como lo habían sido en los últimos días. En la dimensión política de la aparición de los Manpads, y tras desmentir inicialmente la pérdida de un Sukhoi el día anterior las autoridades venezolanas, finalmente tuvieron que admitirla, y no dejaron escapar la oportunidad para culpar y acusar a los Estados Unidos y a su Presidente, de contravenir el reciente embargo de armas a los combatientes así como de intervencionismo descarado a favor de una de las partes del conflicto.
Así que a aquellas horas de la noche del 12 al 13 de marzo, la Guajira se presentaba como el escenario de lo que podía ser uno de los combates más reñidos y difíciles de todo el conflicto entre Colombia y Venezuela. La oscuridad de la noche, la dispersión de las fuerzas en contacto, el rápido movimiento de las mismas, la fluidez de las operaciones y algunas horas donde los respectivos mandos de ambos Ejércitos sobre el terreno tuvieron dificultades para coordinar los esfuerzos de sus unidades, contribuyeron a una caótica y furiosa lucha. El General Molero había viajado en los primeros momentos de oscuridad para resituar su puesto de mando avanzado unos kilómetros al este de Paraguachon, y hasta que pudo volver a comunicar y controlar efectivamente a sus fuerzas en la lucha pasó algún tiempo. Pero igualmente y casi al mismo tiempo, Suárez, que había situado su Cuartel General en Riohacha, también al caer el sol quiso girar una visita al frente de batalla, teniendo dificultades para coordinar la lucha durante bastante rato desde su puesto de mando móvil.
En Maicao, la lucha casa por casa, calle por calle, era encarnizada, con los colombianos presionando cuanto podían, y los venezolanos defendiéndose con todo lo que tenían, y a pesar de que ambos ejércitos limitaron en cierta medida el uso de armas pesadas en la ciudad, esta estaba quedando muy mal parada. Al este, los colombianos habían hecho un intento para atacar la ciudad por la retaguardia, pero con sus fuerzas dispersas en varios esfuerzos, no pudo vencer la resistencia enemiga en la ciudad, aunque al menos cortó la carretera con la frontera venezolana en ese punto. En esta, cerca de Paraguachon, el ataque de diversión ordenado al inicio de la operación, había progresado relativamente bien al llevar Molero de nuevo sus reservas hacia Maicao, por lo que la inmediata retaguardia se encontraba con pocas tropas para defenderse de un ataque, que si bien en principio no era importante, al ver de nuevo la posibilidad de obtener alguna ventaja, Suárez ordenó reforzarlo con otro batallón y artillería. Solo el empeño de todos los Mi-35 disponibles volando misiones nocturnas, con todo su poder de fuego, la utilización de algunos soldados de servicios de retaguardia como infantería de línea, y el fuego concentrado de dos grupos de artillería del 105, lograron mantener el ataque colombiano a raya. Los combates en la carretera que unía Maicao con Paraguachon, también comenzaron a escalar con infiltraciones colombianas y contraataques venezolanos en una serie de inconclusas refriegas.
Pero no era sino, al noroeste y norte de Maicao donde se producía lo más importante y cruento de la lucha aquella noche. La fuerza mecanizada venezolana combatía en una difícil posición, tanto defensiva como ofensiva, ya que mientras una parte de la misma se defendía de las unidades colombianas que ya con cierto descaro, la perseguían y trataban de golpearlas por diferentes puntos amparadas en la oscuridad y en lo confuso de la situación, su vanguardia se veía inmersa en los combates en torno a Maicao, ayudando en la defensa de la ciudad atacando y tratando de expulsar a los colombianos de sus posiciones en la misma y sus alrededores. Cuando tanto Molero como Suárez lograron retomar el control de las operaciones, la infantería colombiana todavía mantenía bajo su control partes importantes del sur y el oeste de Maicao, y los combates entre esta y la frontera seguían indecisos.
Con la mayoría de las tropas enzarzadas en combate no quedaba mucho espacio para innovaciones, pero Suárez, dada la superioridad numérica de que disponía, pudo desplegar algunas tropas adicionales. Sabedor que la toma de Maicao sin un cordón que la uniese con Venezuela, le servía de bien poco al enemigo, envió otra vez sus reservas a la frontera, para tratar de tomar no solo Paraguachon, sino también toda la carretera que lo comunicaba con Maicao, así como la mayor parte posible al norte del puesto fronterizo, para dificultar el acceso de suministros a una hipotética sitiada Maicao en manos venezolanas, y amenazar la retaguardia y el territorio enemigo. Cuando Molero tuvo constancia del uso de esas fuerzas enemigas y del nuevo empuje de los combates fronterizos, que ahora él mismo podía escuchar no muy lejos de su puesto de mando avanzado, e incluso de la penetración en algunos puntos al sur del puesto fronterizo del enemigo en territorio venezolano, ordenó el repliegue de parte de sus blindados de la ciudad y su envío a aquel sector para frenar la amenaza, a la vez que ordenaba a los AMX F3, bombardear a los atacantes.
Si bien en Maicao y alrededores, los Caribes y otras unidades llegadas no hacía mucho todavía mantenían una buena capacidad de lucha, las fuerzas mecanizadas venezolanas, tras más de una semana continua de ofensiva, y tras un agotador día de marcha y combate, en su conjunto, no pasaban por el mejor de sus momentos. Pese a que algunas de sus fuerzas blindadas habían sido introducidas al combate algunos días después del inicio de las operaciones, a las numerosas bajas habidas en los blindados, tanto destruidos como dañados y ahora en reparación, se unía el desgaste de la mecánica que había dejado un pequeño reguero de vehículos en la retirada desde Riohacha, y que en algunas ocasiones había sido necesario abandonar e inutilizar en el camino, pero sobre todo estaba la fatiga de las tripulaciones de los mismos, y la amplia utilización que aquel día se estaba haciendo de ellos en múltiples misiones. A aquellas horas de la noche, los AMX-30, Scorpions, y un puñado de Dragones y AMX-13, llevaban el peso de las operaciones, apoyados sobre todo por la 2ª Brigada de Infantería de Marina y los blindados del cuerpo, más algunos de los batallones de la 11ª Brigada que estaban menos desgastados y la artillería autopropulsada. Aún así, y casi como un último esfuerzo, los blindados destacados hacia Paraguachón, lograron contactar con las fuerzas colombianas en aquel sector y de inmediato se vieron envueltas en otro frenético combate.
Durante toda la madrugada las bengalas iluminaron la noche, las balas trazadoras volaban en una u otra dirección, las explosiones se oían por doquier y los fuegos creaban pequeños oasis de iluminación a su alrededor. Si se hubiera podido oír sobre el fragor de la batalla, el lamento y el quejido de los heridos y de los hombres que se convertían en antorchas humanas para perecer poco después, habría puesto los pelos de punta al más duro de los presentes.
Tanto Suárez como Molero estaban algo confusos y preocupados. No comprendían muy bien como se había llegado a aquella situación. Ambos pretendían cumplir sus ordenes, sin correr riesgos excesivos ni perder demasiados soldados bajo su mando, pero por algún motivo, seguramente por la propia dinámica del conflicto, y por factores que no siempre se podían controlar, ambos mandos se encontraron con un combate de gran envergadura en las que se suponían debían ser las últimas horas de la lucha entre ambos contendientes.
Faltaba poco para que llegara el alba, cuando a ambos puestos de mando, comenzaron a llegar noticias sobre el agotamiento de los combates. Como si se tratara de una llama que da su luz más brillante justo antes de extinguirse, como el canto del cisne, la lucha en el este de la península de la Guajira comenzaba a decrecer y a apagarse. Llegaban informes de que los soldados en varios lugares, simplemente habían dejado de combatir, en uno u otro bando. Exhaustos, con pocas municiones y gran número de heridos muchas veces, pese a las ordenes, simplemente les era imposible continuar. Eso no quiere decir que las refriegas y las escaramuzas no continuaran en este o aquel lugar, pero el grueso de los combates habían cesado con las primeras luces del día 13 de marzo. Suárez y Molero respiraron en parte aliviados, al ver detenerse por sí misma la orgía de destrucción y sangre en que se había convertido la contienda durante la noche. Ahora tenían la oportunidad de reconducir la situación, tratando de cumplir sus órdenes, pero teniendo en cuenta la realidad de las operaciones en aquel momento y lugar.
Tras recabar toda la información que pudieron de la situación de sus tropas y el despliegue enemigo, ambos Generales se pusieron en contacto con sus superiores para decidir el curso de las acciones a tomar, mientras que ordenaban pequeños ajustes y movimientos a sus tropas, pero sobre todo, trataban de recuperarlas y volverlas a poner en estado de combate lo antes posible. Los dos Generales no hubiesen querido perder tantos hombres, e incluso tenían instrucciones de minimizar sus bajas en lo posible, por lo que ahora debían de dar explicaciones ante sus mandos por lo ocurrido, cuando ni ellos mismo sabían muy bien lo que había sucedido.

Tanto en Caracas como en Bogotá no tenían muy claro el curso de acciones a tomar al despertar el nuevo día. En principio las órdenes del día 12 seguían en vigor, pero la situación sobre el terreno era diferente a lo esperado. El Ejército colombiano no había podido liberar totalmente Maicao ni expulsar a los venezolanos para que no tuvieran ninguna baza negociadora. Por su parte, el Ejército venezolano, si bien mantenía parte de la ciudad, esta era ahora más pequeña y la retaguardia y su línea de suministros más directa estaba muy amenazada, por lo que mantener la ciudad durante más tiempo, se presentaba como una tarea tremendamente complicada, que requeriría de nuevos efectivos y armamento para llevarla a cabo, porque aunque el grueso de la columna mecanizada de Molero estaba ya en las inmediaciones, también lo estaba la mayoría de fuerzas colombianas en la Guajira, excepto algunas habían sido destacadas para retomar Puerto Bolivar o Uribia, o guarnecer Punta Espada, Riohacha o “Cuatro Vías”.
La lógica dictaba un alto en los combates para que ambos contendientes se recuperasen, y en cierta forma, era lo que también recomendaban los mandos sobre el terreno. Aún así hubo acaloradas discusiones en los Gobiernos y Estados Mayores de ambos países sobre los pasos a seguir para dar por concluido un conflicto que ya ambos bandos deseaban terminar, pero siempre sin perder la cara ante sus opiniones públicas ni sus aliados internacionales.
En Bogotá se partía de la premisa que no cejarían en el esfuerzo de expulsar a los venezolanos de su territorio como condición sine qua non para entablar negociaciones de paz, pero dependían hasta cierto punto de la actitud del enemigo para decidir sus próximos movimientos. Algunos mandos hablaron de hacer un llamamiento masivo de reservistas, tanto para tratar de asegurar la victoria si el conflicto continuaba, como para presionar a Caracas en la futura meza de negociaciones. Finalmente y tras intensas discusiones, el Presidente Uribe y su gobierno, preocupado por el creciente número de bajas, tanto actuales como futuras, y el daño a la economía del país que se estaba produciendo, tomó una decisión de compromiso, seguir manteniendo la presión en la Guajira, mientras se esperaba a ver lo que sucedía en las próximas horas o días sobre el terreno, para tomar una decisión más contundente militarmente hablando, o tratar de buscar la finalización rápida del conflicto, dejando así una puerta abierta a la negociación.
A la misma hora, en Caracas se trataban temas muy similares. Se dedujo con buen criterio que mientras se insistiese en la ocupación de Maicao y el territorio que lo unía con la frontera venezolana, el conflicto iba a seguir siendo de gran intensidad y las bajas seguirían aumentando. Además debían de tener en cuenta la situación que se había dado entre Colombia y Ecuador, al alcanzar una tregua por separado entre ellos. La primera de las opciones que se planteó, era mantener la lucha a ese nivel o incluso que se produjese una escalada, lo que conllevaría un mayor número de fuerzas en el Teatro, fuerzas que ya comenzaban a escasear al estar ocupado prácticamente todo el Ejército en la campaña, tanto en la Guajira como en el resto de la frontera con Colombia. Por lo tanto se debería convocar un gran número de reservista para las unidades de combate y mantener así el esfuerzo bélico, con todos los riesgos que ello planteaba, incluso el de la opinión pública interna a la que se le había dicho que ya se había ganado la guerra con la toma de Riohacha, y que comenzaba a mostrar más signos de descontento por las bajas que seguían llegando del frente. La otra opción discutida, era la de retirar las tropas al otro lado de la frontera, abandonando definitivamente suelo colombiano, lo que les dejaría sin una postura de fuerza en las negociaciones de paz, pero por otra parte, intensificar los esfuerzos para recuperar el territorio todavía en manos enemigas en la sierra del Perijá e Isla Ratón, y negarle a su vez esa ventaja a Bogotá. En definitiva, se trataba de mantener el conflicto al mismo nivel que hasta el momento o incluso escalarlo, o bien recuperar los pequeños territorios ocupados por el enemigo y tratar de apagar el fuego en la Guajira, dando por concluido el conflicto armado, tal y como parecían estar llevando a cabo Quito y Bogotá por su parte.
Cuando a mediodía llegaron las nuevas órdenes al Cuartel General de Molero, la decisión estaba tomada. Finalmente el Presidente Chávez y su gobierno, conscientes de los riesgos de que escalase la contienda, y que la relación costos/beneficios de mantener el conflicto no compensaba a su país, se habían decidido por la segunda opción. El General venezolano, una vez que había vuelto a tomar firmemente las riendas de las operaciones y de sus hombres, y tras algunas escaramuzas a lo largo de la mañana, ordenó la retirada a posiciones defensivas dentro del suelo patrio a todas las unidades que operaban todavía en la Guajira. A algunas unidades les costó más desengancharse del combate, pero en general, durante la tarde, la mayoría habían cruzado al otro lado de la frontera, ante la falta, esta vez, de interés colombiano en perseguirlas y castigarlas. Con las primeras horas de la noche ya no quedaban en suelo colombiano ningún soldado venezolano, dando así por terminada, tras 9 días de furiosos combates en la península de la Guajira, la incursión que había comenzado el día 5 de marzo.
Suárez observó con detenimiento a lo largo del día el desplazamiento de tropas enemigas, a la vez que mantenía informados a sus superiores que exigían informes detallados para conocer la intención del enemigo lo antes posible, y poder actuar en consecuencia. De momento, sobre el terreno, el General colombiano había ordenado mantener una estricta vigilancia sobre las fuerzas enemigas, pero no acosarlas o impedir sus desplazamientos, siempre y cuando fueran en dirección a la frontera venezolana. Esta vez, cuando todo parecía indicar que el final de la lucha estaba próximo, no quería que se repitiese lo sucedido la tarde-noche anterior, y que se fuera al carajo la posibilidad de un alto el fuego negociado. Cuando le comunicaron que no había presencia venezolana en territorio colombiano, respiro aliviado por primera vez en muchos días.
Pero no todo había ido así de bien ni de fácil para las tropas colombianas en todas partes. Durante la tarde, las fuerzas que ocupaban la mitad sur de Isla Ratón, fueron atacadas por dos veces, con sendas escuadrillas de 3 aparatos, una de F-16 y otra de Mirage 50, a la vez que un par de Mi-35 llegados desde los Llanos, acosaban tanto a los soldados sobre el terreno como a las fuerzas fluviales que los asistían. Con la llegada de la noche, las fuerzas colombianas recibieron órdenes de abandonar la isla y regresar a su lado del río Orinoco, dando por concluida la incursión en aquella parte de la frontera.
En la sierra del Perijá, los soldados venezolanos asaltaron las dos cotas que las fuerzas colombianas mantenían todavía en su poder. Con un mayor apoyo aéreo, y tras toda la tarde de tiroteos, explosiones e incluso combates cuerpo a cuerpo, una de las cimas fue recuperada por la infantería venezolana, pero otra, aunque asilada y castigada, se mantenía firmemente en manos colombianas. El comandante venezolano del sector, tras consultarlo con su superiores, se puso en contacto vía radio con el oficial al mando de los defensores, y les hizo saber, que durante tres horas habría un pasillo abierto desde la cota que defendían hasta la frontera colombiana, y que en ese pasillo, se observaría un estricto alto el fuego. El Capitán colombiano comunicó rápidamente con sus superiores, que tras deliberar unos minutos, finalmente le dieron permiso para retornar a la Patria con sus hombres. En los estertores del conflicto, no había razón de ser para sacrificar a más valiosos hombres, cuando tan ínfima porción de territorio, sería insignificante en las futuras negociaciones de alto el fuego.
Al concluir el día 13 y en las primeras horas del día 14, no quedaban ya fuerzas de ninguno de los dos Ejércitos en territorio del enemigo, y aunque todavía se produjeron algunos intercambios de disparos y alguna descarga de artillería aislada en puntos concretos de la frontera, en general se impuso un alto el fuego “de facto” entre los contendientes con las primeras luces del día 14.
Horas después, el mismo día 14, los gobiernos de Brasil, Costa Rica y Chile, presentaban en la OEA una propuesta conjunta de alto el fuego inmediato entre todos los implicados en el conflicto, así como la apertura urgente de negociaciones para finalizar la guerra de forma definitiva en base a varios puntos, entre ellos, el intercambio de prisioneros, el respeto por la integridad territorial de los países o la implementación de medidas de confianza entre las partes, así como el despliegue de observadores internacionales de la OEA para su cumplimiento, entre otras. Quito y Caracas mantuvieron consultas durante todo el día y hasta casi medianoche, antes de aceptar con reservas la propuesta de la OEA. La principal reserva, era que Colombia se disculpara por su acción del 1 de marzo en el interior del territorio ecuatoriano, y se comprometiera solemnemente a no volver a llevar a cabo nunca más algo semejante. Por su parte, Bogotá mostraba sus recelos, y quería que se declarase agresor al Gobierno de Caracas por su ataque en la Guajira, así como que sus vecinos se comprometiesen a no permitir santuarios de terroristas en sus países. Finalmente, y tras una maratoniana sesión a puerta cerrada en la sede de la OEA, y la presión de las principales potencias mundiales y regionales, los tres países llegaron a un acuerdo de alto el fuego general temporal con efecto inmediato, y el compromiso de comenzar las negociaciones en base a la propuesta de la OEA, aquel mismo día.

Más al sur, en la frontera entre Ecuador y Colombia, el día 12 había comenzado con la tregua entre los contendientes en vigor. El Coronel Ariza había pasado la noche dormitando un par de horas tras comprobar que se mantenía, en mayor o menor medida, el alto el fuego, y luego, antes del amanecer, llevo a cabo una ronda de inspección por las posiciones avanzadas de las tropas bajo su mando. Conforme avanzaba la mañana, la situación en todo Tulcán, parecía estabilizarse y la calma reinaba en casi toda la zona. Algunos disparos esporádicos se oían en uno u otro punto, pero nada que pareciera indicar la reanudación de los combates a gran escala. Ambos bandos se vigilaban estrechamente, por si aprovechaban la tregua para reforzarse y mejorar sus posiciones. Algo de eso hubo, obviamente, pero en general las fuerzas de ambos países parecían dispuestas a dar una oportunidad sincera al alto el fuego. Poco antes del mediodía, Ariza recibió la comunicación de la prórroga del alto el fuego durante otras doce horas, y las órdenes pertinentes para preparar una retirada al otro lado de la frontera. La mitad de sus fuerzas deberían estar en Colombia para la media noche, y el resto, antes del mediodía del día 13 de marzo, cuando volvería a recibir información sobre si la tregua se mantenía vigente. Ariza debía coordinarse con el resto de fuerzas en suelo ecuatoriano, y dejar una fuerza de retaguardia que mantuviera el contacto con el enemigo y mantuviera sus posiciones hasta el último momento. Le habían concedido el honor de que uno de sus batallones, junto a los blindados del 3ª Grupo de Caballería, fueran los últimos efectivos en abandonar Ecuador.
El resto de día transcurrió de forma relativamente tranquila. Las primeras unidades colombianas comenzaron la retirada, primero a un ritmo más bien lento e intermitente, luego de forma más constante, y siempre bajo la estrecha vigilancia de los soldados ecuatorianos. Las unidades de Ariza iban con algo de retraso en su repliegue, y para media noche tan solo habían cruzado un tercio de sus hombres, y en general ese era el ritmo de la retirada colombiana, pero no por un intento deliberado de obstaculizar el paso a territorio colombiano, si no por las inherentes dificultades de una operación de ese tipo. Pese a todo, y con la correspondiente información sobre el mantenimiento durante otras 24 horas de la tregua, la retirada continuó a lo largo de toda la noche.
Ya con las primeras luces de la mañana, comenzaron a llegar a los Cuarteles Generales de las fuerzas colombianas en el TO Sur, reportes de los violentos combates que se habían producido en la Guajira durante la noche y madrugada, y aunque en principio eran combates que no debían afectar a la tregua con Ecuador, se ordenó detener la retirada durante una hora, hasta clarificar si aquellos combates significaban una escalada en la guerra y de que manera influían en el TO Sur. Tras realizar las comprobaciones oportunas y recabar las instrucciones pertinentes desde Bogotá, se ordenó reanudar el repliegue de las fueras colombianas.

Desde el lado ecuatoriano, el General Freire observaba con detenimiento todos los informes del cumplimiento de la tregua y realizó varias visitas al frente, para observar personalmente el desarrollo de los acontecimientos. A su vez, él informaba puntualmente a las autoridades en Quito, que como él, estaban en tensión sobre el cumplimiento de los colombianos de sus compromisos. Aunque Freire había observado que la retirada enemiga avanzaba a menor ritmo del esperado, e incluso se había detenido a primera hora de la mañana del día 13 durante una hora más o menos, seguía manteniendo la recomendación a sus superiores de mantener el alto el fuego, al no apreciar mala intención en aquellos retrasos. Era de esperar que no todo fuese como la seda en una operación así, y era lógico que los colombianos mantuvieran ciertas precauciones, él hubiera hecho lo mismo de estar en su lugar. Pese a todo, el General ecuatoriano mantenía abiertas todas las opciones, y estaba preparado para reanudar las operaciones militares de ser preciso, tal y como la cautela dictaba y sus mandos habían ordenado.
Faltaba poco para el mediodía, y Freire todavía no tenía la seguridad de que la totalidad de las fuerzas enemigas fueran a regresar a suelo colombiano a tiempo para cumplir con lo pactado. Entonces llegó una comunicación por radio desde el Cuartel General Colombiano en el TO Sur. Freire y su contraparte colombiano mantuvieron una charla de unos quince minutos, tras la cual, Freire, aceptó las explicaciones del General enemigo, y acordó ampliar el plazo para la retirada total de las fuerzas colombianas otras seis horas, siempre que sus superiores en Quito, lo autorizaran a su vez, lo cual fue otorgado por estos minutos después, tras recibir la información de Freire.
Cuando comenzaba a oscurecer, el Mando colombiano confirmó al General ecuatoriano que ya no quedaban tropas de su país en Ecuador, y solicitaban la confirmación formal de que aquella situación era reciproca. Freire contestó afirmativamente, e informó que hacia media mañana, no quedaba ya ningún soldado ecuatoriano en territorio colombiano, tras haber regresado al suelo patrio los soldados infiltrados en Colombia. Así mismo, la flota que bloqueaba las aguas del Pacífico colombiano, también habían regresado a aguas territoriales ecuatorianas a mediodía, tras haber comenzado a retirarse a poca velocidad desde el día anterior.
Del conflicto entre Venezuela y Colombia llegaban informaciones confusas. Primero duros combate durante la noche habían tenido lugar, y luego, y conforme avanzaba el día y sobre todo durante la tarde, todo parecía indicar que las fuerzas venezolanas estaban regresando a su país, mientras trataban de recuperar los puntos en manos colombianas en otras zonas del país.
Tanto para el coronel Ariza como para el General Freire, y todos los demás oficiales y soldados en el Teatro de Operaciones Sur, parecía estar claro que la guerra tocaba a su fin, y que ahora la pelota estaba en el tejado de los políticos, para resolver definitivamente aquel conflicto. Al menos aquella noche podrían descansar y dormir algo más tranquilos.


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flanker33
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15 de marzo. Tulcan. Ecuador.

Avanzando entre los escombros, el General Freire no dejaba de mirar las ruinas en que se había convertido aquel céntrico barrio de Tulcán. Cascotes por doquier, edificios medio derruidos, rescoldos de incendios todavía a medio apagar o vehículos carbonizados, dibujaban el panorama de la plaza por la que deambulaba. Se detuvo un momento. Si, era lo que le había parecido. Entre las ruinas al pie de la fachada de un edificio, una pierna asomaba entre los escombros. Una bota y los jirones de un uniforme ensangrentado era todo lo que se veía. No pudo averiguar si sería un soldado colombiano o ecuatoriano. Apartó la mirada. Al menos y aunque no fuera consuelo, no era un civil, pero sabía que por desgracia se habían producido bajas entre los mismos. A aquel lugar todavía, todavía no habían llegado los equipos de desescombro y recuperación de cadáveres, y los amargos recordatorios del conflicto se mostraban por doquier. Freire pensaba que aquel castigado lugar era seguramente una excepción, al haberse producido allí fuertes combates por la resistencia enemiga y al menos, le quedaba el consuelo que toda la ciudad no había sufrido por igual el furor del combate, y las órdenes de limitar el uso de la artillería dejaron una buena parte de la ciudad bastante menos dañada que aquella plaza.
En lo personal, comenzaba a recuperarse algo física y mentalmente, y aunque su tarea todavía le quitaba buena parte del sueño, al menos podía descansar algo más. También había podido comunicar por fin con la familia y contarles que se encontraba bien, calmándoles un poco. Escuchar la voz de sus seres queridos nunca le había reconfortado más. Pero aún había mucho por hacer, aunque parecía que lo peor había pasado y que el conflicto con sus vecinos del norte no iba a reproducirse, o al menos eso le decían desde Quito, aunque él mantenía una estricta vigilancia sobre la frontera común, y desplegó a sus unidades como si aquella posibilidad todavía pudiera producirse. No quería bajar la guardia. No se volvería a perder una ciudad en suelo ecuatoriano mientras él estuviera al cargo. Sus superiores le habían informado de las negociaciones que se estaban manteniendo entre todos los gobiernos implicados en la contienda, bajo los auspicios de la OEA y de las potencias mundiales. Él, como sus mandos, no se hacía ilusiones. Seguramente las conversaciones de paz serían largas y complejas ya que nadie querría dar su brazo a torcer, pero todo indicaba que la vuelta a las armas parecía más distante cada día que pasaba. Para su país, aquel conflicto había supuesto muchos sacrificios, desde la pérdida de Tulcán, luego recuperada, pasando por la vida de muchos jóvenes soldados y civiles o el bombardeo de algunas zonas de territorio ecuatoriano, habían sido duras pruebas para la nación. Por otra parte, todos los ciudadanos se habían unido en torno al Gobierno y a su Ejército en la lucha contra Colombia, y esa unidad mostrada por los ecuatorianos (tan solo discutida en parte por la llegada de los primeros cadáveres a sus familias), junto con la victoria naval en el Pacífico y la expulsión final de los agresores, eran motivo de orgullo y regocijo para los uniformados y civiles por todo el país.
Le habían llegado rumores sobre las desavenencias ocurridas entre Quito y Caracas a la hora del alto el fuego del día 11 entre Ecuador y Colombia, que seguramente fueron ciertas, pero había que entender, que ambos países no formaban una alianza militar ni política, más allá de unos principios ideológicos parecidos. Así que si ya era de por si complicado para países que formaban alianzas mucho más solidas y duraderas, llevar a cabo políticas y formas de gestionar crisis de manera común, no era de extrañar que Ecuador y Venezuela, aún con objetivos parecidos, tuvieran modos diferentes de alcanzarlos, y que la coordinación entre ambos gobiernos fuera difícil. Al final, no creía Freire que llegara la sangre al rio. Ambos gobiernos eran afines, y el daño no había sido para tanto, máxime cuando Caracas ya había advertido a Quito que esperaba terminar el conflicto un día después a lo sumo del alto el fuego ecuato-colombiano. La verdad es que sin la ayuda de Venezuela, Ecuador lo hubiese tenido mucho más difícil en un conflicto con Colombia, pero el General pensaba también que de no haberse producido el incidente aéreo de Cucuta, la crisis entre Quito y Bogotá, seguramente hubiera terminado por la vía diplomática, o a lo sumo con algunos intercambios de disparos en la frontera. Pero tampoco podía olvidar, lo que para él fue un error, y es que sin la incursión de los comandos ecuatorianos en Ipiales para capturar al General colombiano responsable del bombardeo de Angostura, lo más normal es que no se hubiesen producido las consecuentes operaciones enemigas en territorio patrio. En definitiva, todos los bandos habían perdido el control de la situación en un momento u otro, y las inercias del momento, las opiniones públicas, el prestigio internacional, etc… habían llevado a que se produjera aquel conflicto armado que por fin parecía haber llegado a su fin.
Mientras el General Freire daba por finalizada su inspección de aquella zona de la ciudad, y regresaba al vehículo que lo llevaría de nuevo a su puesto de mando, no dejaba de dar gracias a Dios por qué no hubieran muerto más jóvenes bajo su mando, y porque no admitirlo, que el mismo se mantuviera sin un rasguño.

16 de marzo. A las afueras de Maicao. Colombia.

El Teniente Coronel Torres miraba al este, hacia el horizonte donde se encontraba la frontera entre su país y Venezuela. Desde allí habían salido hacía doce días las tropas invasoras que habían iniciado la contienda a gran escala tras una serie de escaramuzas los días previos. Ahora, cuando todavía se mantenía el alto el fuego y se negociaba una salida negociada al conflicto, Torres recordaba sus primeros días de lucha en aquel conflicto, desde el primer contacto con el enemigo en Uribia, pasando por los combates en “Cuatro Vías” o en Riohacha, hasta llegar a Maicao, y tan solo podía recordar la destrucción provocada en las ciudades, los vehículos ardiendo, el humo que lo cubría todo, los cadáveres de soldados jóvenes de uno y otro bando, y la terrible sensación de que cada momento podía ser el último.
Una buena parte de su ser había cambiado desde el inicio del conflicto, desde aquel fatídico 5 de marzo. Antes de ese día, él era un agresivo líder militar que ambicionaba el mando de unidades potentes con las que vencer al enemigo y, aunque ahora le costase reconocerlo, alcanzar la gloria y los laureles de la batalla, el reconocimiento de sus superiores, de su pueblo, promociones y medallas. Desde luego que siempre había sido consciente del sacrificio en vidas que representaba una guerra, más cuando él mismo tenía experiencia de combate en el interminable conflicto interno colombiano, pero todo lo que imaginaba sobre un combate convencional de esa envergadura, definitivamente se había quedaba pequeño ante lo que había vivido en aquellos primeros días de marzo. En el transcurso de los días de lucha, al final tan solo aspiraba a mantener a sus hombres con vida y cumplir su misión de la mejor manera posible, pero ahora, los metales colgados de la guerrera y la gloria de la victoria le parecían asuntos mucho más banales que antes.
Enfrascado en aquellos pensamientos, Torres se sentó en lo alto de su blindado, un Cascabel que mostraba los signos de los duros combates en los que se había visto envuelto. En aquellos momentos, aún le era muy difícil decidir si el Ejército colombiano había ganado o no. Es más, ni si quiera estaba seguro de que fuera lo más importante. Ahora el enemigo estaba fuera de su país, y él y muchos otros, esperaban no tener que continuar la guerra, aunque de habérselo ordenado sus superiores, habrían ido de nuevo al frente sin ninguna duda. Pero con la muerte y destrucción que tras de sí dejaba la incursión venezolana en la Guajira, pocos querían volver a arriesgar sus vidas, cuando ya el enemigo había sido repelido.
En Bogotá, el gobierno del Presidente Uribe se debatía todavía entre diversas opciones, aunque la predominante, y así se estaba actuando en aquel momento, era dar una oportunidad a las negociaciones de paz, porque la opción de proseguir la lucha, que algunos mandos militares y políticos de alto nivel favorecían, era muy arriesgada y de final incierto, dadas las circunstancias actuales. Como se había reconocido también en Caracas, las continuación de la guerra implicaba, si o si, una escalada importante que pondría al país en un estado de guerra total, que dañaría todavía más la economía y llevaría mucho sufrimiento a su población civil y más bajas entre sus uniformados. La solución ideal pasaba por encontrar una paz justa y duradera entre todos los beligerantes…el dilema era que cada uno de ellos tenía una definición distinta de “una paz justa y duradera”, y era por eso que las conversaciones estaban siendo duras, y aunque algunos logros se habían conseguido ya, avanzaban muy despacio.
Por si acaso, el General Suárez había ordenado a sus hombres prepararse por si era necesario continuar la lucha, y así, las unidades del ejército colombiano en la frontera de la Guajira, se habían desplegado en posiciones defensivas a lo largo de la misma, con potentes reservas de infantería aeromóvil y los restos de su fuerza mecanizada a retaguardia. Al otro lado, en Venezuela, Torres sabía que el enemigo estaba adoptando una actitud similar, lo cual entraba dentro de la lógica, al menos hasta que no se alcanzara algo más sólido que un alto el fuego temporal. Así que él poco más podía hacer, que mantener a sus hombres y vehículos listos y con la moral alta, por si llegaban ordenes de Suárez para continuar la contienda, aunque tanto él como la mayoría de sus soldados, esperaban que el alto el fuego fuera definitivo y no tuvieran que volver a cruzar disparos con los venezolanos.
Cuando un par de oficiales vinieron a solicitarle permiso para que los hombres que no estaban de servicio pudieran jugar un partido de fútbol, Torres sonrió. Al menos nos quedaba el fútbol.


17 de Marzo. A pocos km al este de Paraguachón. Venezuela

Mientras permanecía sentada a la sombra de su tanque, recostada sobre una de las ruedas de la cadena, a pocos kilómetros de la frontera colombiana, su rostro reflejaban ese enorme cansancio y tensión de los días en los que su vida había pendido de un hilo en el interior de un cascarón blindado, en medio de las llanuras y los arbustos de la Guajira. Habían sido jornadas muy duras, viendo a amigos morir o ser horriblemente mutilados por las armas colombianas. A la vez, también era consciente que ella misma había quitado la vida a otros seres humanos, por muy enemigos que le dijeran que eran. Y era ahora, con el paso de los días y cuando los cañones habían callado, que comenzaba a darse cuenta de lo terrible de lo sucedido. A pesar del cansancio acumulado, apenas había logrado conciliar el sueño las noches anteriores, cuando demasiados recuerdos se agolpaban en su cabeza, y las pesadillas la perseguían y la despertaban noche tras noche. Los remordimientos, la sensación de culpa, la frustración, el miedo o la rabia contenida, pugnaban por salir al exterior en tromba, y hundirla, no solo ya en lo físico, si no en lo psicológico. Pero Patricia era fuerte, tenía que serlo para haber sobrevivido a aquel conflicto, y en aquel mundo de hombres que era todavía la institución militar. Se tragaba sus sentimientos, y tan solo cuando estaba a solas, como si se permitiese un momento de relajación, afloraban algunas lágrimas en sus rostro y un nudo en su garganta.
Por allí también estaba Tomás, su comandante de carro, que era el único junto a ella que había sobrevivido a la guerra, de la tripulación original del “Gato Salvaje”. El primer conductor, había fallecido en la retaguardia a causa de las heridas, y el cargador, fue alcanzado una noche por el disparo de un francotirador enemigo, que le perforó un pulmón, mientras preparaba la cena para la tripulación a las afueras de Riohacha. Los dos nuevos miembros del carro de combate habían sobrevivido, y trataban en aquellos momentos, como todos, de descansar y reponerse del combate, a la espera de nuevas órdenes.
Sin una misión más concreta, los hombres y mujeres de las fuerzas venezolanas se mantenían alerta a la vez que trataban de descansar y reponerse, pero no era una tarea fácil. Nadie quería volver a combatir de nuevo, ya que tenían una sensación de alivio al haber escapado con vida de aquella guerra, y aunque su sentido del deber y su patriotismo estaban a la altura, el instinto de supervivencia les decía que lo mejor sería que no volviesen a cruzar disparos con los colombianos, aunque todos volverían a la lucha de ser necesario.
Los miembros de las fuerzas blindadas venezolanas habían pasado todo el tiempo desde que cruzaran la frontera de regreso, tratando de reorganizarse, aprovisionarse, y en varios casos de reparar o poner a punto los vehículos para estar operativos cuanto antes. Habían sufrido muchas bajas durante el conflicto, y ahora eran una sombra de lo que habían sido tan solo unos días antes, con pérdidas que rondaban el 50%; en algunos casos más (los AMX-13), en otros menos (Scorpions), aunque les quedaba el consuelo que los blindados colombianos, seguramente no estaban mucho mejor, y todo parecía indicar que sus bajas eran también de aproximadamente la mitad de blindados que habían enviado al combate.
En general, en conjunto del ejército venezolano estaba al límite de sus capacidades para proseguir con la lucha, y esto había sido reconocido tanto por los mandos en campaña, como por los altos mandos en Caracas. De querer seguir o verse obligados por el enemigo a continuar la lucha, era inevitable una pausa en los combates para reorganizarse y reaprovisionarse, pero también una movilización de todos los recursos de la nación, tanto el llamamiento a filas de miles y miles de reservistas, como de la militarización de la economía e industria, o la adquisición de nuevos materiales y equipos bélicos en el extranjero (esto último muy complicado por el reciente embargo de la ONU). En definitiva, una escalada a una guerra total que de alargarse en el tiempo, tenía un final incierto, en el mejor de los casos, para sus intereses.
Por lo tanto, el gobierno del Presidente Chávez trataba de reconducir la situación bélica hacia una pronta resolución negociada del conflicto, pero sin dejar de lanzar soflamas patrióticas y amenazantes, como estrategia para mantener alta la moral del país y hacer ver que el país estaba preparado para todo. Por suerte, y pese a pequeñas violaciones, el alto el fuego vigente desde el día 14, se respetaba en todas las zonas del conflicto y por las tres partes, lo que llevaba a que las negociaciones entre los gobiernos, prosiguieran lenta, pero constantemente, bajo los auspicios de la OEA.
Patricia apenas había escuchado nada de todo lo que estaba ocurriendo a nivel político y del Alto Mando, pero esperaba de todo corazón que se hubieran terminado los combates para siempre…y como ella, la inmensa mayoría de los soldados y oficiales que habían combatido en aquellos 10 días de guerra.

21 de marzo. Santo Domingo. República Dominicana.

-Les habla Sandrine Chereau desde Santo Domingo, en la República Dominicana, donde acaba de clausurarse la XX Reunión Cumbre del Grupo de Rio. Una Cumbre que se vio retrasada en su momento por el conflicto que ha enfrentado a Colombia con Ecuador y Venezuela, y que por fin ha podido celebrarse en el día de hoy.

El cámara fue cerrando el plano hasta desaparecer el lugar donde se habían reunido los mandatarios latinoamericanos, y se centró en el bello rostro de Sandrine, que un poco más ojerosa de lo habitual, tomaba aquella crónica como el punto y final a su trabajo en la crisis y posterior conflicto bélico entre Bogotá, Quito y Caracas.

-Tal y como se esperaba, la reunión ha sido tensa e incluso en algunos momentos bronca. Todo el trabajo y negociaciones previas de los tres gobiernos implicados en la guerra, con la mediación de la OEA, e incluso se habla de la discreta intervención de países terceros como Estados Unidos, España o Rusia, debían concluir hoy con una resolución donde se firmase un alto el fuego definitivo por las tres partes. Ya que ninguno de ellos ha llegado a declarar la guerra formalmente a otro de los contendientes, se estima que un alto el fuego permanente es por ahora suficiente, sin perjuicio que se prosigan las negociaciones para volver a retomar un clima de confianza y seguridad en la región, al menos, como el que había previo al conflicto, y que pueda llevar a algún acuerdo posterior más ambicioso política y diplomáticamente. Así pues, hoy se han oído expresiones en la sala de reuniones como “condena”, “repudia”, “terrorismo”, “integridad territorial”, “legítima defensa”, “preventiva”, “justificable”, “castigo” o “agresión”. El intercambio de palabras entre el Presidente Uribe por un lado, y los Presidentes Correa y Chavez por el otro, ha sido duro, pero al final del día, y ante lo pactado ya de antemano en las negociaciones auspiciadas por la OEA, y la necesidad de llegar a una resolución y el ánimo de todas las partes de superar el conflicto, ha llevado a que se produjera una declaración que ha sido ratificada por unanimidad, y que de entre sus puntos principales se puede extraer lo siguiente:

La periodista bajo la vista hacia unos papeles que tenía entre sus manos y leyó:

-Se proclama un alto el fuego permanente entre todos los contendientes con efecto inmediato.
-Se autoriza el despliegue de una comisión verificadora internacional del alto el fuego de las Naciones Unidas, compuesta por observadores de Argentina, Brasil, Francia, España e India, por un periodo de cuatro meses.
-Los beligerantes se comprometen a agilizar el intercambio de los prisioneros que no hayan sido liberados todavía.
-Colombia reconoce haber violado la integridad territorial de Ecuador en su incursión del día 1 de marzo y pide disculpas al pueblo hermano de Ecuador, asegurando que no se volvería a repetir.
-Así mismo, todos los países rechazaron la incursión militar venezolana en la Guajira, la colombiana en Tulcán y todas las demás violaciones territoriales menores que se produjeron en los días del conflicto. En este punto, la palabra escogida, fue “repudio”, más que “condena”.
-Todos los países rechazaron, como principio general, la violación a la integridad territorial de otro estado miembro, y ratificaron el precepto de no ocupación militar directa o indirecta de territorio de otro país, cualquiera que fuera el motivo, aun de manera temporal.
-Todos los países se comprometen a combatir a los grupos criminales, en especial a los vinculados con el narcotráfico.
-Las partes en litigio, se comprometen a seguir negociando para fomentar medidas de recuperación de la confianza perdida y mecanismos para mejorar la seguridad en las zonas fronterizas.
-Los gobiernos de Colombia, Ecuador y Venezuela, se comprometen a retirar las demandas presentadas ante la Corte Penal Internacional, contra mandatarios y dirigentes de los otros países beligerantes.

Tras levantar la vista y tragar saliva, continuo con su alocución.

-En todo el mundo se ha recibido con satisfacción este resultado, en lo que ya se conocen como “Los Acuerdos de Santo Domingo”. Los Estados Unidos han apoyado el documento, aunque no algunos puntos en concreto del mismo. La Unión Europea se ha mostrado esperanzada “en que este acuerdo sirva para pasar página en este lamentable y violento conflicto, y la paz y la estabilidad vuelva a la región”. Por su parte, Rusia y China han dado por buenas las negociaciones, aunque también con matices, y en un comunicado de última hora, el Secretario General de las Naciones Unidas, muestra su satisfacción y el de la organización que representa, por la conclusión definitiva del conflicto mediante este acuerdo.

El cámara volvió cerró todavía más el plano sobre el rostro de Sandrine.

-Y ahora, permítanme una reflexión más personal. – Dijo mirando fijamente a la cámara - Atrás quedan ya los difíciles días de un conflicto que ha manchado de sangre el continente suramericano como hacía años que no sucedía. La región ha sufrido una convulsión que tardará en olvidar, y más todavía en cicatrizar las heridas de todos los bandos, pero en aras de un futuro prospero y en paz, es imperativo que los gobiernos de Ecuador, Colombia y Venezuela, sepan encauzar los sentimientos, esperanzas y necesidades de sus ciudadanos, para que algo semejante no vuelva a suceder. Es con esta esperanza, que como periodista y ciudadana que ha vivido muchos años en la zona y ha cubierto de cerca la guerra, con la que quiero hoy terminar mi intervención. Sin más, devuelvo la conexión a los estudios centrales en París. Buenas noches.


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Andrés Eduardo González
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Mensaje por Andrés Eduardo González »

:cool: :cool: Pues nada, Flanker, sólo queda felicitarle por su tiempo y esfuerzo en la narración de ésta "guerra".


"En momentos de crisis, el pueblo clama a Dios y pide ayuda al soldado. En tiempos de paz, Dios es olvidado y el soldado despreciado».
camiluri
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Mensaje por camiluri »

Flanker: felicitaciones y gracias por este interesante relato que nos deja el sabor de que las guerras no son juegos de niños y que normalmente no hay vencedores y vencidos sino muertos y heridos por doquier. Seguiremos esperando nuevos relatos. :militar7:


Loneagle
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix

Mensaje por Loneagle »

Mis mas sinceras felicitaciones yes que a pesar de nque llegue hace poco al foro apenas lo vi me debore la ucronia en cuestion de 2 dias y como no hacerlo si cada entrega por asi decirlo te enganchaba mas y mas, asi tal cual como me sucedio con algunos libros de Tom Clancy.

Flanker un saludo y agradecimiento por semejante historia. :thumbs:


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