LA CAÍDA DE ITALIA IIITras el reciente ataque alemán en Brescia Italia se estaba tambaleando. Con la vía férrea de Brescia cortada todo el comercio dependía por entero de las capacidades de la línea férrea costera y del tráfico de cabotaje. Dos líneas expuestas a ataques de submarinos como evidenciaban los numerosos ataques registrados en ese mar durante la guerra y la voladura de un convoy ferroviario meses atrás. Pero lo más importante era que se trataba de tan solo dos líneas comerciales para abastecer a todo un país y a un ejército que luchaba con la ayuda de una veintena de divisiones aliadas en una dura batalla de desgaste.
Durante los días siguientes a la paralización de la ofensiva alemana los italianos se verían obligados a contraatacar en el sector norte de Brescia hasta en tres ocasiones, tratando de obligar a los alemanes a retirarse al norte y así liberar la presión que ejercían sobre la línea férrea. Sus tres intentos sin embargo fracasaron, aunque lograron recuperar unas pocas posiciones que significaron un tímido avance hacia el norte. Tenían eso sí, fundadas esperanzas de lograr una victoria en los próximos días, pues ahora los alemanes estaban en el extremo de una débil línea logística mientras los suministros italianos llegaban casi hasta el mismo frente por ferrocarril.

Para el general Arn von Straubenburg era evidente que había llegado el momento de la verdad. La primera fase del ataque había estado protagonizada por los alemanes en el sector Giudicare, lo que había mantenido la integridad del grueso de su ejército. Ahora sin embargo era el momento de lanzar el golpe definitivo. Las fotografías aéreas evidenciaban que las reservas italianas habían sido absorbidas por la ofensiva alemana, lo que dejaba en malas condiciones las posiciones del frente en el Piave por donde atacarían las divisiones al mando del general Boroevic. A este ataque se sumarían además las fuerzas alemanas y austrohúngaras llegadas del frente oriental bajo el mando del general Conrad, que incluía 10 divisiones alemanas al mando del general Oskar von Hutier, que harían otro tanto en la meseta de Asiago.
http://clima.dicym.uson.mx/archivo/kino ... ITALIA.JPGEl plan de batalla era muy simple. Una embestida frontal con todas las fuerzas para destrozar las defensas italianas a lo largo del Piave, al mismo tiempo que el general Conrad atacaba en la meseta de Asiago para atrapar a los ejércitos italianos y adentrarse en las fértiles llanuras del norte del país. Sí funcionaba la punta de lanza del general Boroevic y la del general Conrad se encontrarían entre Vicenza y Treviso, dejando acorralado al 4º Ejército italiano, desmoronando con ello todas las defensas en el Piave. Contaba para ello con 67 divisiones incluyendo 23 divisiones alemanas, calculándose las fuerzas enemigas en alrededor de 50 divisiones, de las que 12 eran francesas, británicas y norteamericanas e incluso incluían algunas fuerzas serbias.
El ataque empezaría el 2 de julio con un duro asalto efectuado por tropas que empleaban las tácticas de infiltración desarrolladas por los alemanes en el este, y con la decisiva cobertura de la artillería imperial. La artillería italiana trato entonces de responder al ataque disparando sobre las posiciones de partida austrohúngaras, lo que causaría cientos de bajas entre los atacantes. Sin embargo el ataque había superado el río y roto las defensas italianas, y la falta de reservas permitió que en los días siguientes la cabeza de puente lograda por los austrohúngaros se extendiese a lo largo de más de 30 kilómetros, habiendo logrado avanzar hasta 10 kilómetros en algunos lugares.
También en la meseta de Asiago se repetiría el éxito austrohúngaro, en esta ocasión con la participación de las fuerzas alemanas que abrieron el camino a los soldados del emperador. El primer ejército italiano sufriría fuertes bajas ante este ataque, amenazando con desbordar a los hombres del general Brusati y alcanzar Vicenza. Si eso ocurría la amenaza de cerco de los ejércitos 3º y 4º del Duque de Aosta y Guardino sería una realidad, y la destrucción de esos ejércitos los alemanes pondría en peligro toda Italia, pues el país no podría recuperarse de la pérdida de un nuevo ejército que bien podía ser el último que les quedase.
Una semana después pese a que las nuevas tácticas ideadas por el general Díaz habían supuesto una mejora que les permitió infligir serias bajas a sus atacantes, las fuerzas de los defensores empezaron a fallar. Los suministros escaseaban a causa de la precariedad de las rutas que unían Italia con Francia. Los propios aliados franco-británicos acopiaban los mejores suministros, y la escasez de alimentos y manufacturas asolaba al país cuya población pasaba serios apuros. Treviso caería el 14 de julio, obligando al general Díaz a retirar al 4º ejército para que no quedase rodeado si el enemigo lograba conectar sus dos ataques.
Lo lograría por los pelos, aunque a costa de perder miles de soldados que quedaron prisioneros y pasaron a engordar las listas de bajas de esos días. Aun así el peligro no había pasado. Era cierto que el 4º ejército se había salvado a costa de perder grandes cantidades de armas, materiales y suministros, incluyendo 5 cañones de 381mm sobre afuste ferroviario, al precio de dejar un peligroso entrante enemigo al norte de Venecia y Padua durante la retirada. Si el enemigo atacaba ahora en dirección al mar podría rodear al 3er Ejército del Duque de Aosta que aun combatía con dureza ocasionando fuertes bajas a los austrohúngaros. El peligro por lo tanto continuaba, y Díaz apenas tendría unos pocos días de tiempo para decidir si se retiraba de nuevo abandonando Venecia o trataba de resistir a ultranza en la nueva línea del frente que discurría entre el lago de Garda, Vicenza, Treviso y el Piave.
El golpe definitivo llegaría el 25 de julio cuando las fuerzas enemigas lanzaron simultáneamente varias operaciones navales que destrozaron el equilibrio de poder en el Mediterráneo. Semanas atrás la flota británica se había retirado de Malta a causa de la escasez de suministros, dirigiéndose a Suez. Eso permitió al almirante Chacón reunir su flota en el Egeo para dirigirse al Mediterráneo central.
Una vez al norte de la Cirenaica su flota se dividió en tres agrupaciones navales. La principal agrupación naval al mando del propio vicealmirante Chacón estaba formada por los cinco acorazados españoles y el Goeben, adentrándose en el Adriático donde se reunió con la flota austrohúngara para a continuación mostrar la bandera por la costa italiana. Esto supuso un duro golpe para la moral italiana que vio como los buques enemigos recorrían sus costas, bombardeando en varias ocasiones algunos objetivos como estaciones de ferrocarril o factorías. Al mismo tiempo dos agrupaciones navales formadas por dos cruceros acorazados y varios transportes de tropas se internaron en el golfo de Sirte y desembarcaron por en Bengasi y Trípoli, capturando ambos puertos y hundiendo dos destructores. Esto supuso un duro golpe, pues eran dos de las escasas rutas que aun traían algunos suministros desde el norte de África.
La respuesta era ahora sumamente complicada, pues los italianos no podían contar con los cruceros de batalla británicos ni con os propios acorazados norteamericanos se habían dirigido a Génova para proteger así las vitales rutas de cabotaje que llevaban los suministros a Italia. Dependían por lo tanto de sus propios acorazados que continuaban en Tarento, pero era más que evidente que estos no estaban en condiciones de presentar batalla a una flota que les triplicaba en número, viéndose obligados a adoptar una posición defensiva en la que tal vez hubiesen sido más necesarios los medios sutiles que habían sido desplegados para proteger Sicilia y Cerdeña.

En tierra las fuerzas austrohúngaras y alemanas por fin lograron acceder a las fértiles llanuras del norte de Italia, capturando a miles de hombres y casi 300 cañones en el proceso. Los contraataques blindados supusieron un severo revés y pusieron en peligro el avance, pero los blindados llegados a este frente eran muy escasos a causa de los consabidos problemas de abastecimiento que ahora pendían como un hacha sobre el cuello italiano. Para entonces las perdidas italianas superaban ya las 100.000, incluyendo decenas de miles de prisioneros, siendo las bajas enemigas similares. Sin embargo alemanes y austrohúngaros tenían reservas procedentes del frente oriental, mientras los italianos carecían de ellas tras los recientes combates en torno a Brescia y eso sin contar las decenas de miles de hombres desplegados en la defensa de sus costas.
El general Díaz, conocía las dificultades a las que se enfrentaba. Los refuerzos de sus aliados no podían compensar sus pérdidas ya que fluían con desesperante lentitud hacia el frente y ello a costa de disminuir el monto de los suministros. Una flota y un ejército de invasión españoles que continuaban a la espera en Valencia, sin duda dispuestos a abatirse sobre Cerdeña para conquistarla y abrir de esa forma el mar Tirreno a su flota de superficie. Por ultimo en el Piave seguía en curso una batalla que ahora amenazaba con cerrar el cerco sobre tres ejércitos que aun luchaban en el norte, y aun de lograr escapar de ese cerco era casi segura la perdida de las ciudades de Venecia y Padua que parecían estar a punto de caer en manos austrohúngaras. Por todo ello y ante la magnitud de los problemas acudió a hablar personalmente con el Rey Víctor Manuel III de Italia y su gobierno.
El 2 de agosto el Rey Victor Manuel III a instancias de su gobierno solicitaba formalmente la paz. El 3 de agosto Italia, completamente agotada, salía de la guerra.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.