Flandes
Pese a las cada vez mayores presiones de Hindenburg y Luddendorf para concentrar al ejército alemán en un frente oriental que se había demostrado sumamente vulnerable, el Káiser permanecía indeciso, tentado por la idea de Falkenhayn de lograr una victoria decisiva frente a los franceses. Para ello el general afirmaba que precisaba desatar una batalla decisiva en la que asestar un golpe mortal al enemigo, logrando desgastar al ejército francés al causar muchas más bajas de las que sufriría el ejército alemán. No tardo en seleccionar el que parecía el objetivo perfecto, la ciudad de Verdun.
Esta ciudad se encontraba en un saliente rodeado por tres lados por las fuerzas alemanas, y pese a sus poderosas fortificaciones defensivas, estas se consideraban obsoletas y estaban en pleno proceso de desarme tras la caída de las fortalezas belgas de Lieja y Namur. Así en las antaño poderosas fortalezas francesas, ahora despojadas de artillería a excepción de las poderosas torres retractiles, ni tan siquiera contaban con alambradas que las protegiesen. Además sus suministros dependían en gran medida de una débil y aislada línea ferroviaria, mientras los alemanes contaban con una densa red de ferrocarriles para dar apoyo a sus operaciones. Por estas razones Falkenhayn creía posible lograr esa matanza que obligase al gobierno francés a sentarse a negociar.

Situación de Verdun a mediados de febrero
Para dar el golpe de gracia al ejército francés Flakenhayn puso bajo el mando del Kronprinz Whilhem un total de 72 batallones de infantería y 1.400 piezas de artillería, muchas de ellas pesadas e incluso superpesadas. De esta forma el asalto sería precedido de una tormenta de fuego nunca vista en la historia de la humanidad que incluiría gases venenosos. Tras la artillería llegarían los soldados de asalto que por primera vez utilizarían una nueva y mortífera arma, el lanzallamas que debía servir para limpiar las trincheras francesas.

Lanzallamas alemanes en acción
En esas trincheras los franceses que habían recibido varios informes de actividad enemiga, habían reforzado el sector con dos nuevas divisiones, alcanzado los 34 batallones y 300 cañones. Una fuerza que palidecía al compararla con la que los alemanes pensaban lanzar contra ellos.
Por fin el día 21 de febrero, con diez días de retraso a causa de las condiciones meteorológicas, la artillería alemana entro en acción disparando más de 1.000.000 de proyectiles contra los franceses a lo largo de diez largas horas. Fue tal el estruendo que el retumbar de los cañones se oyó en decenas de kilómetros de distancia. Pronto los soldados alemanes lograron los primeros avances, logrando salvarse la segunda línea defensiva francesa por la llegada de dos nuevas divisiones enviadas de urgencia a la zona. Desgraciadamente para el mando francés nadie conto con uno de los mayores imprevistos de la guerra, pues el día 24 el sargento Kunze al mando de un pequeño destacamento alemán, logro infiltrarse y capturar la fortaleza más poderosa que los franceses tenían en la zona sin efectuar un solo disparo. Fuerte Douaumont estaba ahora en manos alemanas.
Por supuesto esto no significo el fin de la ofensiva alemana que siguió presionando en dirección al pueblo de Douaumont, pero para entonces el general Phillipe Petain había asumido el mando del sector y el II Ejército francés se había concentrado para rechazar el ataque alemán. Sin embargo este empezaba a dar signos de fatiga, el barrizal en el que se había convertido el frente a causa de la artillería y las lluvias dificultaban el avance de una infantería que pronto quedo fuera de la cobertura de su propia artillería al avanzar demasiado.

Fort Douaumont
En esas adversas condiciones y diezmada por la artillería francesa al mando del general Petain que exprimía al máximo a sus Schneider de 75mm, los alemanes se vieron obligados a finalizar la ofensiva, los informes de inteligencia advertían sobre preocupantes movimientos rusos en oriente. Por fin el Káiser escucho a Hindenburg y Luddendorf y concedió prioridad a las operaciones en oriente. A la postre este cese de las operaciones de ataque en Verdun daría alas a la ofensiva francesa en el Garona, al constatar el alto mando francés que el momento de peligro había pasado, sin embargo quedaba pendiente la recuperación del terreno perdido los últimos días, especialmente del importante fuerte Douaumont.