Vae Victis

Los conflictos armados en la historia de la Humanidad. Los éjércitos del Mundo, sus jefes, estrategias y armamentos, desde la Antiguedad hasta 1939.
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de guiner
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Intrigas de Perseo y Eumenes

Polibio, en su libro XXIX, algo dice al respecto:

Y aquí yo mismo he dudado acerca de lo que procedía hacer, pues escribir con detalle y examinar cuidadosamente lo que ambos reyes negociaron entre sí secretamente me parecía muy criticable y extremadamente peligroso, pero, por otro lado, silenciar totalmente lo que da la impresión de que en esta guerra ha sido más operativo, y, además, hace ver las causas de muchas cosas que luego resultaron difíciles de explicar, esto me parecería muestra de poco interés y de suma indolencia. De modo que me decidí a redactar compendiadamente mis pareceres y a indicar las conjeturas e insinuaciones que me hicieron llegar a ellos, pues se trata de hechos que he vivido, y que me han asombrado más que los otros. XXIX, 5

Para continuar dejo esta traducción:

CAPÍTULO XII
Problemas historiográficos.- Miscelánea de hechos históricos mal conocidos.

http://www.imperivm.org/cont/textos/txt ... _xxix.html

El texto está inacabado. Algunos autores indican que lo que seguía a continuación resultó carente de interés para el autor del epítome de esta parte del libro XXIX de Polibio.

-Aquí los fragmentos del XXIX en inglés:

http://penelope.uchicago.edu/Thayer/E/R ... s/29*.html

Y el resto de la obra:

http://penelope.uchicago.edu/Thayer/E/R ... /Polybius/

En otras traducciones que he visto (al igual que en la inglesa) es XXIX, 5-9. Creo que en la del enlace (CAPÍTULO XII) se entiende el asunto, más o menos.


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Embajadas del rey Prusias y de Rodas

En Roma se presentan embajadas del Rey Prusias y de Rodas para tratar el establecimiento de la paz con el rey Perseo. Los embajadores de Prusias hicieron un ruego más que una petición, dejando sentado que siempre habían estado de parte de los romanos y así pensaban seguir mientras hubiera guerra. En cambio, los rodios recordaron sus merecimientos por los servicios prestados y, después de reclamar para sí mismos la mayor parte del mérito de la victoria sobre el rey Antíoco, informan que habían enviado una embajada a Macedonia para pedirle al rey Perseo que llegase a un acuerdo de paz con los romanos, y ellos habían sido enviados a Roma con el mismo propósito.
Los embajadores finalizan diciendo que los rodios considerarían qué procedía hacer con respecto a quienes fuesen los responsables de que no se pusiese fin a la guerra.

-Es de imaginar el estado de ánimo de los senadores al escuchar estas últimas palabras.

"Claudio Cuadrigario sostiene que no se dio respuesta alguna, que simplemente se dio lectura al senadoconsulto mediante el cual el pueblo romano ordenaba que fuesen libres los carios y los licios y que se enviase inmediatamente una carta a uno y otro pueblo; que al oír esto el jefe de la embajada, cuya grandilocuencia de hacía unos instantes apenas había tenido cabida en la curia, se desplomó sin sentido. Según otros, se les respondió que el pueblo romano al principio de aquella guerra habían sabido de buena fuente que los rodios habían hecho planes secretos con el rey Perseo en contra de la república, y que si anteriormente quedaba alguna duda sobre el particular, las palabras que acababan de pronunciar los embajadores la habían convertido en certeza, que la mayoría de las veces la mentira acaba por descubrirse por sí sola aunque al principio se muestre más cauta. Ahora los rodios hacían el papel de árbitros de la paz y de la guerra en el mundo; los romanos tendrían que tomar o deponer las armas a un simple gesto de los rodios. Ya no tomarían a los dioses sino a los rodios como testigos de los tratados. ¿No era así, en definitiva? ¿Si no eran obedecidos retirando los ejércitos de Macedonia verían qué procedía hacer? Lo que los rodios iban a ver, ellos mismos lo sabían. Ciertamente, después de vencer a Perseo, cosa que esperaban que ocurriría en breve, el pueblo romano vería el modo de agradecer a las distintas ciudades como se merecían los servicios prestados por cada una en aquella guerra"


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Elecciones en Roma

El año tocaba a su fin y había preocupación en Roma por el curso de los acontecimientos en Macedonia. Había que poner fin de una vez a aquella guerra.
Se promulga un senadoconsulto disponiendo que el cónsul Cneo Servilio se presentara cuanto antes para la celebración de los comicios; Servilio remite una carta indicando el día de reunión, añadiendo que él llegaría a Roma antes de esa fecha. El cónsul se dio prisa y los comicios estuvieron finalizados para la fecha prevista. Fueron elegidos cónsules Lucio Emilio Paulo por segunda vez, catorce años después de su primer consulado (en 182), y Caio Licinio Craso.
La preocupación por la guerra de Macedonia hizo que todo se llevara con la mayor celeridad; por ello, se decide que los cónsules electos sortearan inmediatamente sus provincias para que, en cuanto se supiera a qué cónsul le había tocado Macedonia y a qué pretor la flota, éstos pudieran ya ir pensando y preparando desde ese momento lo que se pudiera necesitar para la guerra y consultar al senado en caso de ser necesaria la consulta sobre alguna cuestión.
A Lucio Emilio le toca en suerte Macedonia y a Licino Italia.

-Plutarco da otra versión en la que a Emilio Paulo le corresponde Macedonia en base a una asignación extra ordinem:


"Decidieron entonces los romanos, informados de estos sucesos , prescindir de los halagos y consignas de quienes aspiraban al cargo de general y llamar para el mando a un varón sensato y experto en dirigir asuntos importantes. Éste era Paulo Emilio, ya de edad avanzada y que rondaba los sesenta; pero por su vigor físico se encontraba en plenitud de fuerzas y estuvo considerando la propuesta con sus yernos, hijos jóvenes y gran cantidad de amigos y parientes muy influyentes, que, todos, trataban de convencerlo para que aceptara la invitación que le hacía el pueblo al consulado. Éste se hacía rogar ante la plebe y declinaba su empeño e interés con la excusa de que no aspiraba al mando; pero ellos acudían diariamente a su puerta y lo animaban a ir al foro y lo ovacionaban, hasta que se dejó convencer. En cuanto apareció entre los candidatos al consulado, dio la impresión de que no bajaba al llano (al Campo de Marte) para recibir el mando, sino que ya venía con la victoria y entregaba a los ciudadanos el fin de la guerra. Con tanta esperanza y entusiasmo lo acogieron todos y lo nombraron cónsul por segunda vez, sin dejar que se celebrara un sorteo, como era costumbre para la adjudicación de las provincias, sino que directamente le encomendaron con sus votos el mando de la guerra macedonia"


Plutarco se refiere a que Perseo había sublevado a los galos que habitaban a orillas del Istro (los basternas), y que había atraído a su bando a Gencio de Iliria. Esto se tratará posteriormente.

Sobre los basternas o bastarnos:

http://es.wikipedia.org/wiki/Bastarnos


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Lucio Emilio, como primera medida, solicita al senado que se envíen delegados a Macedonia para inspeccionar los ejércitos y la flota y volver con la información de lo que hubieran averiguado acerca de las necesidades de las fuerzas terrestres y navales; además, deberían recoger información acerca de las tropas de Perseo, cuáles eran las zonas controladas por los macedonios y cuáles por los romanos, quiénes eran aliados seguros y quiénes indecisos con la lealtad condicionada a tenor de las circunstancias, cuántas provisiones estaban preparadas y desde dónde serían transportadas, por vía terrestre o por mar.
El senado encarga al cónsul Cneo Servilio enviar como delegados a Macedonia a tres hombres que gozaran de la confianza de Lucio Emilio, Dos días más tarde parten Cneo Domicio Ahenobarbo, Aulo Licinio Nerva y Lucio Bebio.


Emilio Paulo y Licinio Craso aun no habían entrado en funciones


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168

Entran en funciones los cónsules Lucio Emilio Paulo y Caio Licinio Craso

FC:

L. Aemilius L.f. L.n. Paullus II , C. Licinius C.f. P.n. Crassus

A la espera de la vuelta de los delegados enviados a Macedonia, Lucio Emilio se presenta ante el senado y manifiesta que no tenía nada de que informar. Tan pronto como tuviese conocimiento de los datos que más urgía conocer presentaría su informe, y ello ocurriría en el transcurso de muy pocos días pues los delegados estaban a punto de arribar a Brundisium. Y para que nada retrasara su marcha había fijado la fecha de las Ferias Latinas para la víspera de los idus de abril. Después de celebrar en debida forma el sacrificio, tanto él como Cneo Octavio (pretor al que se le había asignado el mando de la flota) estarían en disposición de partir tan pronto como el senado lo decidiese. En su ausencia, su colega Licinio Craso se ocuparía de la preparación y el envío de todo lo necesario.

Mientras tanto, el senado da audiencia a los embajadores de Egipto. Informan que Antíoco, rey de Siria, con el pretexto de reponer en el trono al mayor de los Ptolomeos hacía la guerra al hermano menor de este último, que entonces ocupaba el poder en Alejandría; Antíoco había resultado vencedor en un combate naval en Pelusio, y, después de construir un puente improvisado y cruzar el Nilo , estaba asediando la propia Alejandría.
El senado envía como embajadores a Caio Popilio Lenate, Caio Decimio y Caio Hostilio para poner fin a la guerra entre los reyes. Sus instrucciones eran las de dirigirse primero a Antíoco y después a Ptolomeo y anunciarles que no se consideraría amigo ni aliado a aquel que fuese responsable de la continuación de la guerra.

Informe de la comisión sobre Macedonia

El último día de las Quinquatres (festividad en honor de Minerva que se celebraba del 19 al 23 de marzo) llegan los miembros de la comisión. Informan de que el ejército había penetrado en Macedonia por desfiladeros intransitables, con mayores riesgos que ventajas. La Pieria, hasta donde había llegado su avance, estaba en poder del rey; los campamentos estaban tan cerca uno del otro que sólo los separaba el curso del río Elpeo. Ni Perseo ofrecía la posibilidad de combatir, ni los romanos tenían fuerza para obligarle. Se mantenía a los soldados en la inactividad, y no había trigo más que para seis días. Se comentaba que los macedonios tenían 30.000 hombres armados.
En lo tocante a las tropas acampadas en las cercanías de Licnido, si Apio Claudio hubiese tenido un ejército con suficiente fuerza, habría podido arrastrar al rey a dos frentes bélicos; pero ahora Apio y las fuerzas que tenía consigo corrían el mayor peligro si no se enviaba allí, a toda prisa, un ejército en toda regla o se retiraban de allí aquellas tropas.
Del campamento, los delegados se habían trasladado a la flota, y habían oído que a una parte de los marinos habían muerto por enfermedad, mientras que otra parte, los que eran de Sicilia sobre todo, había marchado a casa, y había falta de hombres en las naves; los que quedaban no habían recibido la paga militar ni tenían vestimenta apropiada.
Eumenes y su flota se habían presentado sin razón y sin razón se habían ido; había dado la impresión de que la actitud de este rey no era del todo clara. Si en lo que se refiere a Eumenes todo eran dudas, la lealtad de su hermano Átalo, según ellos manifestaban, era claramente inalterable.


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Disposiciones del senado

El senado decreta que los cónsules y el pueblo eligieran para las ocho legiones un número igual de tribunos; pero decidió que aquel año no se eligiera a nadie que no hubiera desempeñado una magistratura; Lucio Emilio escogería de entre ellos a los que quisiera para las dos legiones destinadas en Macedonia.

A Lucio Emilio y al pretor a cargo de la flota, Cneo Octavio, se les suma Lucio Anicio (praetor peregrinus); se decidió que sustituyera a Apio Claudio en su destino del Ilírico, en la región de Licnido.

Sobre el cónsul Licinio Craso recae la responsabilidad del reclutamiento. Recibe orden de alistar 7.000 ciudadanos romanos y 200 jinetes y exigir a los aliados latinos 7.000 soldados de infantería y 400 de caballería; también debía comunicar por carta a Cneo Servilio, que tenía el mando en la provincia de la Galia, que alistara 600 jinetes. Se le dio orden de enviar cuanto antes este ejército a su colega a Macedonia.

Las dos legiones que había en Macedonia debían completar sus efectivos de modo que tuvieran 6.000 infantes y 300 jinetes cada una; los restantes soldados de a pie y de a caballo serían distribuidos en guarniciones.

De los soldados que estaban en Macedonia, los que no fuesen aptos para el servicio militar serían licenciados.

A los aliados se les exigirían 10.000 infantes y 800 jinetes. Este refuerzo se le asignaría a Lucio Anicio, además de las dos legiones que tenía que llevar al Ilírico y que contaban cada una con 5.200 infantes y 300 jinetes.

Para la flota se alistarían 5.000 marinos.

Después de la celebración ritual en el monte Albano del sacrificio de las Ferias Latinas, que tuvieron lugar la víspera de las calendas de abril (31 de marzo), tanto el cónsul como el pretor Gneo Octavio parten hacia Macedonia.


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Perseo busca alianzas

De forma muy resumida:

El pretor Lucio Anicio había sido encargado de llevar la guerra contra Gencio, rey de Iliria, ya que al final éste había pactado con Perseo.


Alianza de Perseo con el rey Gencio

Perseo no se decidía a atraer a una alianza a Gencio debido a que éste pedía únicamente dinero. Pero cuando los romanos ya habían penetrado en Macedonia y se avecinaba el momento decisivo, pensó que la alianza no podía demorarse. Después de pactar a través de su enviado Hipias el pago de 300 talentos de plata condicionado a un canje de rehenes, envía a Pantauco, uno de sus más fieles amigos, a ultimar los detalles.
Pantauco solicita a Gencio que elija a unos delegados para acompañar a los embajadores macedonios que debían partir para Rodas, con el propósito de que el nombre de los dos reyes impulsara a los rodios a la guerra contra los romanos.

Perseo, cuando hizo efectivos en Pella los 300 talentos a los enviados de Gencio, permitió que éstos pusieran su marca en el dinero; después envió 10 talentos a Pantauco con orden de entregárselos al rey inmediatamente; en cuanto al resto del dinero, en el que habían puesto su marca los ilirios, ordenó que sus portadores lo llevasen en etapas cortas y que luego, cuando llegasen a la frontera de Macedonia, se parasen y esperasen allí a sus mensajeros.

Recibida una pequeña parte del dinero, Gencio, que continuamente era incitado por Pantauco para que provocase a los romanos con una acción hostil, metió en prisión a los embajadores Marco Perpena y Lucio Petilio, que casualmente acababan de presentarse a él. Enterado de ello, Perseo pensó que se había puesto en el brete de tener que hacer la guerra a los romanos en cualquier caso y envió un mensajero para hacer que diera la vuelta el encargado del transporte del dinero.

Embajada a Rodas

Dinón y Poliarato, que eran partidarios de Perseo, aparte de dar una respuesta amistosa a los embajadores macedonios e ilirios, hicieron una declaración pública manifestando que los rodios, con su autoridad, iban a poner fin a la guerra; que, por consiguiente, también los propios reyes se dispusiesen a aceptar tranquilamente la paz.

Conversaciones con Eumenes

Eumenes, tras largo tiempo de negociaciones con Perseo, que habían levantado las sospechas de los romanos, se decide a poner precio a su colaboración: 1.000 talentos por abandonar la guerra, 1.500 por forzar a los romanos a pactar la paz. Perseo, rehacio a pagar, llega al acuerdo de que Eumenes recibiría el dinero una vez que se firmara la paz con los romanos; mientras tanto lo depositaría en el templo de Samotracia. Como esta isla estaba bajo el dominio de Perseo, Éumenes veía que no había ninguna diferencia entre que el dinero estuviera allí o en Pella. Después de intentar en vano engañarse mutuamente, no se llegó a ningún acuerdo.

Alianza fallida con los basternas

Los galos, que se habían extendido por el Ilírico, estaban en camino con 10.000 jinetes y 10.000 infantes. Perseo había pactado con ellos la cantidad de 10 monedas de oro al contado para cada jinete, 5 para cada infante y 1.000 para su jefe, el régulo Clondico.
Perseo sale de su campamento del Elpeo con la mitad de sus tropas para ir al encuentro de los galos. Llega hasta la ciudad de Almana y acampa a orillas del río Axio . El ejército de los galos había acampado en las cercanías de Desudaba, en la Médica, a la espera del dinero convenido.

Resumiendo, Clondico pide el dinero en el acto, Perseo le dice que sólo necesita 5.000 jinetes. Clondico exige el pago inmediato de los jinetes; ante las respuestas evasivas de Perseo, los galos emprenden la vuelta en dirección al Histro.


Arkangelnllamas
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Mensaje por Arkangelnllamas »

yo al perseo este no le entiendo o era mas pobre de lo que decia ser a sus posibles aliados o era un inconsciente que no se daba cuenta que se lo jugaba todo en aquella guerra y que no habia que mirar en gastos...


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Pobre, lo que se dice pobre pues parece que no era. Adjetivos como "avaricioso" y similares me los estoy ahorrando. Sobre que pudiera haber hecho esto o lo otro también lo estoy omitiendo. Si quieres leer más al respecto, tienes el libro XLIV (el XLIII también) de Livio:

http://tlivio.260mb.com/Livio44.html

Por ejemplo, de esto último que he comentado puedes leer cosas como:

[44.26] No fue esta la única oportunidad que Perseo dejó escapar por su avaricia. De haber pagado, es posible que hubiera logrado la paz por mediación de Eumenes, lo que hubiese merecido la pena aún a costa de parte de su reino

... el rey, mejor custodio de su dinero que de su reino

También tienes los fragmentos del Libro XXIX de Polibio (en este mismo enlace se accede a los otros) :

http://www.imperivm.org/cont/textos/txt ... _xxix.html

Y también encontrarás muchas otras cosas incomprensibles de este hombre.

Creo que llevo dados todos los enlaces que he encontrado. Por si acaso, toma el índice de los de Livio:

http://tlivio.260mb.com/index3.html

Las traducciones que yo uso son en papel, pero valgan éstas que he puesto. Mejor eso que alguna del siglo XVI.

De Apiano, pero en inglés:

http://www.livius.org/ap-ark/appian/app ... html#%A732


Si tienes algún problema con las traducciones esas, que hay partes que se las traen, ya sabes.


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Campaña en Iliria contra el rey Gencio


Era ya el comienzo de la primavera y los nuevos comandantes parten hacia sus destinos, el cónsul Lucio Emilio a Macedonia, el pretor Cneo Octavio a Oreo y el pretor Lucio Anicio al Ilírico.

El rey Gencio concentra en Liso a todas sus tropas, cerca de 15.000 hombres. Desde allí manda a su hermano Caravancio con 1.000 infantes y 50 jinetes a someter al pueblo de los cavios mientras que él marcha hacia la ciudad de Basania, situada a 5 millas de Liso. La ciudad, que permanecía al lado de los romanos, es tanteada por mensajeros pero prefiere sufrir asedio.

Caravancio llega al pueblo de los cavios y la ciudad de Durnio le abre sus puertas; otra ciudad, Caravandis, se le resiste por lo que se dedica a devastar sus campos.

Mientras tanto, Apio Claudio, tras incorporar al ejército con que contaba las tropas auxiliares de bulinos, apoloniatas y dirraquinos, abandona los cuarteles de invierno y acampa en las cercanías del río Genuso.

Lucio Anicio, que había llegado a Apollonia, se entera de la situación en el Ilírico y manda un correo a Claudio para que le espere junto al río Genuso. Llega al campamento en tres días y después de añadir a sus tropas auxiliares 2.000 infantes partinos y 200 jinetes se dispone a levantar el asedio de Basania. La repentina noticia de que 80 lembos devastaban la costa frena su marcha.

Tras neutralizar la amenaza naval se dirige a Basania y obliga a los ilirios a levantar el asedio. De allí parte para Escodra, considerada como punto central de la guerra, no sólo porque Gencio la había convertido en una especie de ciudadela de todo su reino, sino porque era la plaza mejor fortificada de la nación de los labeates. Anicio, pensando que sería un golpe inesperado, sin detenerse avanza hacia las murallas con su ejército en orden de batalla. Los habitantes de la ciudad, en lugar de defender los muros, efectúan una salida y traban combate con los romanos. Rechazados y apelotonados en su huída provocan tal pánico que Gencio envía inmediatamente parlamentarios a Anicio para solicitar una tregua y evaluar su situación; su plan se basaba en ganar tiempo a la espera de la llegada de su hermano Caravancio con refuerzos. Trascurridos los tres días de la tregua, Geruncio solicita audiencia con el pretor; se le concede y se arroja a los pies de Anicio bañado en lágrimas, poniéndose enteramente en sus manos.


"Él, un rey, había recibido de otro rey diez talentos, escasamente la paga de un gladiador, para verse reducido a aquella situación"


La campaña había durado 30 días.


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Preparativos de Perseo

Ante la noticia de la llegada del cónsul Lucio Emilio y el pretor Cneo Octavio, Perseo se da cuenta del peligro que corría la costa. En Tesalonica había una pequeña guarnición de 2.000 hombres bajo el mando de Eumenes y Atenágoras. Allí envía a Androcles con orden de acampar justo al lado de los astilleros. A Enea se destacan 1.000 jinetes al mando de Creonte de Antigonea para proteger la zona costera, con la misión de partir inmediatamente a cualquier punto donde pudiera desembarcar la flota romana.

Por lo que respecta a la zona montañosa por donde podía ser flanqueado envía a 5.000 macedonios, al mando de Histeo, Teógenes y Midonte, a la guarnición situada entre Pitoo y el paso de Petra.

Tras la partida de las tropas se dedica a fortificar la orilla del río Elpeo ya que en esos momentos el cauce se hallaba seco. Con el objeto de tener a todos sus soldados disponibles retuvo para esta tarea a las mujeres de las ciudades vecinas que solían acarrear los suministros al campamento.

Imagen
Localizaciones aproximadas

Heracleo, que en un mapa anterior la coloqué con un interrogante, la he situado en la actual Platamon (Les villes de Macédoine à l’époque romaine, Suppléments au Bulletin de Correspondance Hellénique, 16, 1988, Papazoglou, Fanoula)

http://cefael.efa.gr/detail.php?site_id ... 8gj&sp=132




- Sobre las fuerzas de Perseo, según Plutarco:



"Cuando Emilio llegó ante tal contrincante, mostró desprecio por él, pero estaba asombrado del equipamiento y el ejército a sus órdenes; pues la caballería era de cuatro mil y a la infantería no le faltaban muchos para una falange de cuarenta mil. Además, instalado delante del mar, al pie del Olimpo en lugares que de ningún modo tenían acceso y fortificados por todas partes con parapetos y empalizadas de madera, mostraba una gran seguridad y tenía la idea de que cansaría a Emilio con el tiempo y el gasto de sus recursos"


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Disposiciones de Lucio Emilio Paulo

Al llegar al campamento romano Lucio Emilio se da cuenta de la dejadez que se había adueñado del mismo.

"Viendo que el ejército, por sus anteriores libertades, andaba con críticas y trazando con sus opiniones la estrategia en relación con muchas de las cosas que no se hacían, los llamó al orden y les anunció que no se metieran en nada que no fuera de su incumbencia y que cada cual se preocupara sólo de su persona y de su armamento para que uno a uno se mostraran enérgicos y blandieran la espada al modo romano, cuando el general les diera la oportunidad"

Al hacérsele conocer que la principal queja de las tropas era la escasez de agua potable, conjeturando por el verdor del bosque de las estribaciones del Olimpo que allí nacían manantiales que corrían por debajo a profundidad, ordena excavar respiraderos y muchos pozos en la ladera baja de la montaña. Éstos se llenaron inmediatamente de limpias corrientes al empujar con fuerza y rapidez el agua a presión hacia la parte vacía (Livio cuenta que los agujeros se realizaron en la playa).

Acontinuación ordena a las tropas que preparen las armas y se adelanta con los tribunos y los primeros centuriones para examinar los sitios de paso por donde pudieran descender fácilmente los hombres armados y la subida a la otra orilla del Elpeo fuera menos pendiente. Tras estudiar con detenimiento la situación adopta otras medidas; en primer lugar se ocupa de que en el ejército en marcha se ejecutase todo con disciplina la menor señal del general:

"... cuando se transmitían de viva voz instrucciones para todos al mismo tiempo y no todos alcanzaban a oír con claridad, como no estaban seguros de las órdenes recibidas, unos hacían más de lo que se había ordenado, haciendo añadidos por su cuenta, y otros menos; en seguida surgían gritos discordantes por todas partes, y los enemigos sabían antes que ellos mismos qué era lo que se pretendía. Se decidió, en consecuencia, que el tribuno militar transmitiera la orden por separado al primipilo de la legión, y que éste comunicara lo que había que hacer al más próximo, y luega cada centurión al siguiente en la formación, tanto si la orden tenía que transmitirse de la vanguardia a la retaguardia de la columna como desde los últimos a los de cabeza"

Emilio prohibe que los centinelas llevasen escudo y armas en las guardias nocturnas. Hasta el momento muchos se quedaban durmiendo apoyados sobre el pilum, reposando la cabeza en el borde del escudo. Con la prohibición Emilio pretendía que los centinelas desprotegidos estuvieran más alertas y por otro lado quería evitar que el brillo de sus armas delatase su posición.

En los puestos avanzados los jinetes permanecían en armas, con los caballos embridados, durante todo el día:

"Cuando esto ocurría en los días de estío en que el sol abrasa de modo permanente, ellos y los caballos acababan extenuados por tantas horas de calor y lasitud, y a menudo los atacaban los enemigos frescos y les hacían pasarlo mal aunque fuesen inferiores en número"

El cónsul ordena que las guardias de la mañana se retiraran al mediodía y que otros tomaran el relevo por la tarde.

Después convoca la asamblea de soldados y anuncia su decisión de que se cumplan sus disposiciones:

"En un ejército, el único que debe prever y determinar qué procede hacer es el general, bien por sí mismo o bien con aquellos a los que convoca al consejo; quienes no son convocados no deben andar aireando sus consejos ni en público ni en privado. El soldado debe preocuparse de estas tres cosas: mantener su cuerpo con la mayor fortaleza y agilidad; tener las armas a punto, y tener alimentos preparados para una orden repentina. En lo demás debe saber que los dioses inmortales y su general velan por él. En un ejército en el que los soldados deliberan y el general anda a merced de los rumores de la tropa no hay ninguna posibilidad de salvación. Él se encargaría, porque ése es el deber de un general, de proporcionarles la oportunidad de combatir con éxito; ellos no tenían que preguntar en absoluto qué iba a ocurrir en adelante, sino cumplir celosamente sus deberes de soldados cuando se diera la señal. Inmediatamente después de dar estas instrucciones disolvió la asamblea, y todos sin distinción, incluidos los veteranos, reconocían que habían aprendido por primera vez aquel día, como si fueran reclutas, qué es lo que hay que hacer en la vida militar"

Al poco tiempo no se veía ni un solo soldado inactivo en todo el campamento.


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Movimientos previos a la Batalla de Pidna

El cónsul reúne al consejo para barajar las posibilidades que se le ofrecían. Los más jóvenes eran partidarios de un golpe de fuerza a través de la orilla del Elpeo y sus fortificaciones: si se lanzaba un ataque en formación cerrada con una sola columna, no podrían resistirles los macedonios. Otros eran partidarios de que el pretor Cneo Octavio se dirigiese a Tesalónica con la flota y, arrasando la costa, atrajese a las tropas del rey, con el objeto de que se viese obligado a desguarnecer algún lugar de paso del Elpeo al tener que dar un rodeo para defender el interior de su reino cuando apareciese otro frente a su espalda.
Emilio consideraba infranqueable la orilla del río en razón del terreno y de las fortificaciones; además de que había máquinas de artillería dispuestas por todos lados. Los pensamientos del cónsul apuntaban en otra dirección. Después de levantar la reunión del consejo manda llamar a los mercaderes perrebos Ceno y Menófilo, personas cuya lealtad y competencia conocía ya, y les pregunta en privado cómo eran los pasos que conducían a Perrebia. Cuando le dicen que no eran parajes difíciles de atravesar, pero que estaban ocupados por destacamentos del rey, concibe esperanzas sobre la posibilidad de desalojar de allí las guarniciones si atacaba de improviso con un fuerte destacamento. Ceno y Menófilo precisan que el paso que iba a través de Perrebia por Pitoo (o Pithion) y Petra era el menos vigilado por la dificultad y aspereza del terreno.

El cónsul vuelve a convocar al consejo y expone sus planes. El primero de los presentes en intervenir es Escipión Nasica, yerno de Escipión el Africano. Se ofrece para dirigir la acción de rodeo. En segundo lugar se presenta voluntario Fabio Maximo, el hijo mayor del cónsul. Lucio Emilio les asigna 3.000 soldados que irían al frente y cerca de 5.000 que avanzarían por su izquierda. A éstos añade Nasica 120 jinetes y 200 tracios y cretenses a las órdenes de Harpalo. En privado se les indica a Escipión y al hijo de Emilio que habría alimentos preparados en la flota para que nada les hiciese demorarse. Luego, los guías recibien instrucciones de distribuir la marcha en etapas de modo que se pudiera atacar Pitoo durante el cuarto relevo de la guardia del tercer día.

Como el movimiento de tal número de tropas no iba a pasar desapercibido para Perseo, Lucio Emilio manda llamar al pretor Cneo Octavio, le explica lo que pretende, y le ordena dirigirse a Heracleo con la flota llevando alimentos cocidos. Por otro lado envía a Escipión Nasica y a su hijo a Heracleo, con las tropas, aparentemente con el propósito de embarcarlos para devastar la costa de la Macedonia central.



Nota: Tito Livio da una cifra de 5.000 hombres. Tampoco habla del ofrecimiento de Escipión Nasica para comandar la acción de rodeo.
Publio Cornelio Escipión Nasica Corculum, que sería cónsul en 162 y 155, escribió un relato de la tercera Guerra Macedonia, utilizado como fuente por Plutarco. Son de este autor las cifras que he dado:

"Complacido entonces Emilio les dio no el número de hombres que dice Polibio, sino los que el propio Nasica dice que recibió, en la carta que sobre estos hechos escribió a uno de los reyes. Los de la formación exterior eran itálicos en número de tres mil, y el ala izquierda casi cinco mil"


de guiner
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Para desviar la atención de Perseo, Lucio Emilio, al amanecer del día siguiente se enzarza en un combate contra los puestos de avanzada enemigos en medio del cauce del río. Se combate con armas ligeras por ambas partes debido a lo accidentado del cauce. Hasta el lecho del río había una bajada de unos 300 pasos por cada orilla; el espacio ocupado en el centro por la corriente, más o menos profunda según las zonas, tenía un ancho de algo más de una milla. El combate se desarrolla allí en medio, mientras desde las empalizadas de ambos campamentos observaban el resto de las tropas.
A distancia se baten mejor las tropas auxiliares del rey, los romanos guardan mejor el equilibrio en el cuerpo a cuerpo. Al mediodía el cónsul ordena dar el toque de retirada; ambos bandos habían sufrido bastantes bajas.

Al día siguiente, con los ánimos más encendidos, el combate es más enconado. Los romanos eran heridos en mayor medida por toda clase de proyectiles arrojados desde las fortificaciones macedonias. Cuando se acercaban a la orilla enemiga, los proyectiles lanzados por las máquinas alcanzaban incluso a los más alejados. Aquel día el cónsul retira a sus hombres un poco más tarde, después de sufrir pérdidas mucho más cuantiosas.

Al tercer día se abstiene de combatir y desciende a la parte más baja del campamento como si fuera a intentar el paso a través del brazo de la fortificación que se extendía en pendiente hacia el mar.

Mientras sucedían estos hechos, Escipión Nasica había partido hacia Heracleo siguiendo las instrucciones del cónsul. Cuando recuperaran fuerzas sus soldados y oscurece revela al resto de comandantes el propósito de su misión y conduce a las tropas por el camino opuesto alejándose del mar; se detiene bajo el Pition (templo de Apolo) para que descanse el ejército. Allí alcanzaba la cima del Olimpo más de 10 estadios (un estadio griego equivalía a 177,6 m) según se indicaba en un epigrama del Pition.

Un desertor cretense que había logrado huir de la marcha logra llegar al campamento de Perseo y le revela la maniobra de envolvimiento de los romanos. El rey hace llamar a Milon y pone a su cargo 10.000 mercenarios y 2.000 macedonios con órdenes de partir lo más rápido posible y adueñarse de las cimas.

"Sobre éstos dice Polibio que cayeron los romanos mientras todavía dormían; pero, según Nasica, se suscitó un violento y arriesgado combate en las alturas y él mismo le atravesó con su espada el pecho a un mercenario tracio que entabló combate con él y lo mató; añade que, rechazados los enemigos y puesto en fuga Milón vergonzosamente, sin las armas y con sólo su túnica, los persiguió con seguridad mientras llevaba el ejército a la zona de abajo"

Imagen
Ruta aproximada


Ante este descalabro, Perseo levanta el campamento y retrocede frustrado en sus esperanzas de mantener la posición en el Elpeo.

"Sin embargo, estaba obligado a resistir delante de Pidna y probar batalla, o, con el ejército partido en dos por las ciudades, afrontar la guerra, que, al haberse introducido de golpe en el país, no podía ser alejada sin gran matanza y muchos cadáveres"


Nota: Recordemos que los guías de Escipión Nasica había recibido instrucciones de dividir la marcha en etapas para lanzar el ataque durante el cuarto relevo de la guardia del tercer día de la partida, momento en el que Lucio Emilio detiene los ataques de distracción.
Añadir únicamente que el ataque nocturno anulaba cualquier ventaja que tuvieran las tropas auxiliares del rey con las armas arrojadizas


de guiner
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Batalla de Pidna

Perseo se retira hacia la ciudad de Pidna y establece su campamento en un lugar favorable para aprovechar su mayor número de tropas. Inspecciona los lugares y distribuye los mandos con la intención de hacer frente a los romanos desde el momento mismo del asalto.

"El lugar y la llanura eran apropiados para la falange, que requiere una superficie llana y lugares uniformes, y había colinas en sucesión, una tras otra, con posibilidades de retirada y de rodeo para las tropas ligeras y libres de equipo. Por medio corrían los ríos Esón y Leuco, no muy profundos entonces que aparentemente presentaban cierta dificultad también a los romanos"

Lucio Emilio, tan pronto como se une con Escipión Nasica, marcha rápidamente en orden de batalla contra Perseo.

Era la época del año en que acababa de pasar el solsticio; estaba próxima la hora mediodía ; se había realizado la marcha en medio de una espesa polvareda y bajo un sol cada vez más ardiente. El cansancio y la sed ya se hacían sentir, y como era obvio que en breve, con el mediodía, el calor iría a más, el cónsul decide no enfrentar a sus hombres, en aquellas condiciones, con un enemigo fresco e intacto.

"pero era tal la fiebre por combatir como quiera que fuese, que el cónsul necesitaba el mismo tacto para manejar a sus hombres que para engañar al enemigo. Cuando la formación estaba aún incompleta, apremiaba a los tribunos militares para que se diesen prisa en formar; recorría personalmente las filas; con sus exhortaciones avivaba el espíritu combativo de los soldados. Entonces, al principio reclamaban con viveza la señal; luego, a medida que el calor iba en aumento, la expresión de los rostros era menos viva y las voces más apagadas, y algunos se mantenían en pie doblándose sobre el escudo y apoyándose sobre el pilo"

Algunos tribunos se adelantan y piden que se ataque sin más retraso.

En ese momento, sin rodeos, el cónsul da orden a los primeros centuriones de trazar la línea frontal de un campamento y depositar los bagajes. Cuando los soldados se dan cuenta de lo que se estaba haciendo, se alegran ostensiblemente de que el cónsul no los obligue a combatir, agotados por las fatigas de la marcha, cuando más apretaba el calor; los legados y los jefes aliados, incluido Atalo, que rodeaban al general se muestran todos de acuerdo mientras estaban convencidos de que el cónsul pensaba combatir; ahora, ante el súbito cambio de postura, mientras los demás guardaban silencio, Escipión Nasica, envalentonado por su éxito en el Olimpo, apremia al cónsul. Le advierte que no deje escapar de las manos a un enemigo que se había burlado de los anteriores generales rehuyendo el combate; era de temer que se alejara durante la noche y fuera preciso ir tras él, con enormes trabajos y peligros, hasta el interior de Macedonia, y que él se pasara el verano, como en el caso de los generales precedentes, vagando por los senderos y las gargantas de los montes macedonios. Le aconseja encarecidamente que ataque mientras tenga al enemigo en campo abierto y no deje escapar la ocasión que se le presentaba de vencer. El cónsul, nada molesto por la llamada de atención de Nasica, dice:

«También yo, Nasica, tuve la misma convicción que tú tienes ahora, y tú tendrás la misma que ahora tengo yo. En las muchas peripecias de la guerra he aprendido cuándo se debe combatir y cuándo hay que abstenerse de hacerlo. No es ahora, cuando estamos en el campo de batalla, el momento de explicar las razones por las que es preferible no entrar hoy en acción. Ya pedirás otras explicaciones en otro momento, ahora has de contentarte con la razón de la autoridad de un viejo general»

Escipión Nasica guarda silencio. Sin duda, el cónsul veía en la batalla algunos inconvenientes que a él se le escapaban.

Cuando Emilio advierte que estaba acabado el trazado del campamento y depositados los bagajes, retira de la última línea primero a los triarii, después a los princeps, mientras que se mantienen en primera línea los hastati. Por último, éstos son retirados gradualmente comenzando por los manípulos de la derecha.
La infantería ligera y la caballería mantienen su posición frente al enemigo hasta que se finaliza la línea frontal de la empalizada y el foso.

Perseo, a pesar de su previa y decidida disposición a combatir aquel día, se da por contento con que se supiera que el aplazamiento se debía al enemigo y retira a su vez sus tropas al campamento.


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