Grandes batallas de la Historia de España

La Historia Militar española desde la antiguedad hasta hoy. Los Tercios, la Conquista, la Armada Invencible, las guerras coloniales y de Africa.
Geromin
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Mensaje por Geromin »

Por cierto, y coincidiendo con el tema, acaba de publicarse un libro del autor de Tercios de España, el señor Martinez Lainez, que se llama Vientos de Gloria, y trata de algunas de las grandes victorias de la historia de España, como las Navas de Tolosa, Ceriñola, Garellano, Bicoca, Otumba, las Terceiras, Nordlingen y un largo etc...


Gracias por el aporte Dra, tomo nota. :wink:

Tengo un libro sobre el tema que tambien recomiendo.

http://www.juaneslavagalan.com/ficha.php?id=26

Saludos


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El Templario
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Georgia

Mensaje por El Templario »

MIGUEL GUARDIOLA escribió:Yo también creo que Rocroi representó el fin del Imperio. Si bien los territorios se pudieron manetener, en su mayor parte, hasta principios del siglo XIX, lo cierto es que el Imperio, para mí, estaba prácticamente muerto desde 1643. Por cierto, la representación de la Batalla de Rocroi que aparece en la película "Alatriste" me parece espectacular. ¿Qué pensáis vosotros?


Como muy bien dice nuestro especialista Tercioidiaquez, se trata de una derrota más, y de hecho no causó, aunque sea paradojico, gran impresión en España.

Lo que sucede es que una vez más, las consecuencias de una batalla pasan del dato histórico a convertise, por múltiples y diversos motivos, en un hecho casi legendario. Difícilmente se puede considerar la batalla de Rocroi como un hito que marca el declive definitivo de los tercios españoles o el principio del fin del Imperio, puesto que, en una Europa convulsionada por la Guerra de los 30 años, con vaivenes a favor de uno y otro bando, está demostrado que una única batalla no llegó tener una importancia trascendental. De hecho un año antes de la batalla, el 26 de mayo de 1642, prácticamente las mismas tropas que mandó el Capitán General Francisco de Melo en Rocroi, habían derrotado al ejército francés en la Batalla de Honnecourt.

Con un todavía niño Luis XIV y un Mazarino recién llegado al poder, los franceses ensalzaron su victoria en Rocroi por una imperante necesidad de reafirmación y por la urgencia en elevar a un líder militar que guiase los esfuerzos franceses en la guerra: El Duque de Enghien.
La suya fue una victoria bastante pírrica, pero era la victoria que la Regencia necesitaba y acabó lográndo. La gran victoria de la moral.

Parte de esa matificación de la batalla se debe a la eficaz labor de propagandistas del régimen como Renaudot, Siri o La Moussaie, que lograron elevar la moral de Francia en un momento en que esta pugnaba por lograr la supremacía continental.

Quizá tras Rocroi los Tercios no volverían a conseguir el esplendor pasado que les hizo merecedores de una aureola de invencibilidad en los campos de batalla europeos, sin embargo, aún mantuvieron un alto grado de eficacia y operatividad, consiguendo nuevas victorias significativas, como la de Tuttlingen, donde como dato curioso, gran parte del mérito de la victoria que obtuvieron los Imperiales se debió al oportuno refuerzo que Melo envió con el general de la caballeria, Juan de Vivero.

Por ello, para algunos historiadores fue la batalla de las Dunas de 1658 y no Rocroi la que marcaría el inicio del fin de la supremacía española.

En cuanto a la recreación de la batalla en la película "Alatriste"... mejor ni hablar, que me censuran el comentario. El tono épico no está mal, pero vamos, que ni aquello parece el campo de batalla real ni da la sensación que allí hubiesen combatido miles de hombres.

Saludos


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Loïc
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Mensaje por Loïc »

todo lo que vemos es una escena sin gran interés con un grupo de pobrecitos españoles andrajosos a pie frente a una carga de nobles jinetes franceses refugiados detras de rutilantes corazas, naturalmente todo esto para acentuar teatralmente el efecto tragico y la diferencia entre los dos grupos de combatientes
otro efecto, comico, es el curioso paisaje que no corresponde a las verdes Ardenas y fortalezas del norte de Francia, se parece mas a las playas de la costa Atlantica o algo asi :cool:
http://www.otrocroi.com/index.php
mas bien pertinente para une escena de la batalla de las "Dunas" que para Rocroy en las Ardenas


"A Moi Auvergne"
Ohé Partisanos Obreros y Campesinos es la alarma - Esta noche el enemigo conocerà el precio de la sangre y de las lagrimas
Geromin
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Mensaje por Geromin »

Por ello, para algunos historiadores fue la batalla de las Dunas de 1658 y no Rocroi la que marcaría el inicio del fin de la supremacía española.


Como dato curioso. ¿Quienes estaban al mando de las tropas españolas en Las Dunas?. Pues Juan Jose de Austria y Luis II de Borbón, príncipe de Condé, el mismo que comandaba a los franceses en Rocroi.

Saludos


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tercioidiaquez
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Mensaje por tercioidiaquez »

Y al empezar la batalla, y al ver el despliegue ordenado por Juan José, Enghien le preguntó a un compañero: ¿Habeis visto una batalla perdida alguna vez antes de empezar?, Pues hoy vas a ver una...


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Jornada de Historia Militar "Las batallas de Peñaflor&q

Mensaje por arama »

Estimados amigos,

Al no disponer de permisos suficientes para abrir unan nuevo tema nos permitimos incluir aquí la información, quedando a disposición del moderador para que, si lo considera oportuno, lo traslade a otro apartado más adecuado.

Desde la Asociación para la Recuperación de la Arquitectura Militar Asturiana queremos invitaros a la JORNADA DE HISTORIA MILITAR "LAS BATALLAS DE PEÑAFLOR" que tendrá lugar el 5 de noviembre en la localidad de San Román de Candamo (Asturias).

Esta jornada esta dedicada a la importancia estratégica del puente de Peñaflor, sobre el río nalón, protagonista de sendos episodios bélicos durante la Guerra de Independencia y la Guerra Civil.


Imagen

Más información en: http://www.1937.es


Mr Quiros
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Mensaje por Mr Quiros »

Creo y a mi sabio entender falta una Batalla gloriosa española.
Esta es La Batalla por Cádiz en el 23 de agosto de 1702. Cádiz, La Numancia Naval como la denomina el Sr. Fernando Díaz Villanueva, paró en seco a una imponente flota anglo-holandesa, formada por casi 80 buques que transportaban a más de 25.000 hombres. La flota la componían 50 navíos de línea, 9 fragatas, 8 bombardas y 12 brulotes, comandados por el almirante británico Sir George Rooke y por vicealmirante holandés Van der Goes.
Y todo ello sin haber declarado España guerra ninguna, ni a Holanda y menos a Gran Bretaña.

Lo único que había y que estaba disponible era una pequeña flota de galeras comandada por el conde Fernán Núñez que se encontraba fondeada en la bahía al abrigo de los baluartes.

El conde se apresuró a colocar sus galeras en una línea diagonal que iba de los muelles de Cádiz a Puerto Real. Esto imposibilitaba la comunicación entre las tropas de Butler y los buques de Rooke. La potencia de fuego de las defensas costeras y las andanadas desde las galeras mantendrían la flota enemiga a suficiente distancia y disuadirían a Rooke de intentar cualquier maniobra anfibia. En Cádiz, el pequeño ejército de Villadarias se concentraría en resistir hasta el último hombre mediante ataques puntuales y muy rápidos a la vanguardia inglesa.

Era un plan de defensa sencillo y endiabladamente efectivo. Durante más de un mes, el combinado anglo-holandés trató infructuosamente de acercarse a la ciudad. Rooke, que se las había prometido muy felices y se veía ya convertido en el señor de Cádiz, no atinaba a encontrar el modo de sortear la cortina de fuego que le había tendido el astuto Fernán Núñez. De nada le servían los 50 navíos de línea y las ocho bombardas que había traído desde Inglaterra. Si se acercaba para que sus cañones pudiesen alcanzar las murallas gaditanas, corría el riesgo de perder las naves por el fuego graneado que salía de las galeras.

Pero Rooke no cometió el error que le terminaría costando la batalla en el mar, sino tierra adentro. Visto que Cádiz era inquebrantable por mar, se concentró en someter la indefensa bahía y sus aledaños. Las tropas anglo-holandesas se internaron en pueblos y aldeas para hacerse con provisiones y sembrar el terror con la idea de que esa brutalidad atemorizaría a los rústicos y ablandaría a Villadarias, que permanecía encastillado en Cádiz. Nada más lejos de la realidad. Las violaciones y saqueos de la soldadesca inglesa motivaron que, a sus espaldas, se fueran organizando milicias de jinetes expertos que tendían letales emboscadas a la caballería de Ormond.

El 28 de septiembre, cuando se cumplían ya 35 angustiosos días de sitio, Rooke ordenó recoger a las tropas expedicionarias y desplegar velas hacia mar abierto. Ni con todo a su favor ni con un alarde de fuerza semejante había conseguido rendir a la Numancia del mar.

La flota había quedado en tan mal estado, que tuvo que buscar refugio en la costa portuguesa para reabastecerse y reparar las naves. Luego se dirigiría hacia Lisboa, donde cogería fuerzas para el siguiente asalto, que tendría lugar en Vigo, puerto al que se había dirigido la flota de Indias para desembarcar la plata americana. Ese sería el segundo capítulo de una guerra, la de Sucesión, que imprimió un dramático vuelco a la historia de España, una guerra que empezó en Cádiz con una victoria a cara de perro, como nos gusta a nosotros, y terminó en Utrecht con una derrota a cabeza gacha, como les gusta a los franceses. Podría haber sido al revés, pero entonces Cádiz tendría que haberse rendido, y eso, ni ha sucedido... ni sucederá jamás.

Enlace completo en:
http://historia.libertaddigital.com/cad ... 39586.html


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Mensaje por Roy »

Un relato ameno, casi pérez-revertiano. Sin duda, la fortificación que comenzó a experimentar Cádiz desde 1598 (como consecuencia del terrible saqueo a que fue sometida en 1596) y que se desarrolló durante todo el s. XVII la dotó de una defensa casi inexpugnable si se contaba con una flota que cerrase la bahía. Así siguió pasando a lo largo y ancho del s. XVIII, tanto que ni Nelson podía entrar (aunque la labor de Mazarredo fue digna de elogio) ni tampoco la escuadra napoleónica pudo doblegar la defensa anglo-gaditana.

Pese a todo, es sorprendente que la escuadra de galeras se alinease entre Cádiz y Puerto Real, y me parece inverosímil. Una táctica que era imposible de ejecutar en el s. XVI contra galeones, era igualmente imposible en el XVIII contra navíos de línea, por mucho temor que las naves altas albergasen sobre las galeras. Algo no me cuadra...


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Mensaje por Mr Quiros »

Roy escribió:Un relato ameno, casi pérez-revertiano. Sin duda, la fortificación que comenzó a experimentar Cádiz desde 1598 (como consecuencia del terrible saqueo a que fue sometida en 1596) y que se desarrolló durante todo el s. XVII la dotó de una defensa casi inexpugnable si se contaba con una flota que cerrase la bahía. Así siguió pasando a lo largo y ancho del s. XVIII, tanto que ni Nelson podía entrar (aunque la labor de Mazarredo fue digna de elogio) ni tampoco la escuadra napoleónica pudo doblegar la defensa anglo-gaditana.

Pese a todo, es sorprendente que la escuadra de galeras se alinease entre Cádiz y Puerto Real, y me parece inverosímil. Una táctica que era imposible de ejecutar en el s. XVI contra galeones, era igualmente imposible en el XVIII contra navíos de línea, por mucho temor que las naves altas albergasen sobre las galeras. Algo no me cuadra...

Pues no lo se Roy, la verdad es que el relato no es mío y al ser un hecho muy puntual de una batalla, pues eso, que la Historia tiene sus matices.

Saludos.


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Mensaje por Mr Quiros »

Otra grandeza española.

Otumba, la victoria imposible
Por mi muy estimado, Fernando Díaz Villanueva

La gesta de armas más asombrosa que un español haya culminado con éxito en toda la historia la llevó a cabo Hernán Cortés a principios de julio de 1520 en la llanura de Otumba, entonces todavía parte del Imperio Azteca. Fue algo tan desigual que todavía hoy sorprende comprobar que nuestros abuelos se alzasen con la victoria, siendo tan pocos y frente a tantos enemigos.

De un lado estaban los españoles –no más de 400–, apoyados por un grupo de aliados tlaxcaltecas –unos 200–; del otro, los aztecas en pleno con su caudillo al frente, aproximadamente unos 40.000 hombres. Resumiendo, tocaban a cerca de 70 mexicas por cada español. Ni el mismísimo Hércules.

La pregunta que, inevitablemente, asalta a cualquier curioso es cómo se pudo ganar aquella batalla. Y más aún sabiendo que el magro ejército de Cortés estaba en las últimas. Apenas le quedaban caballos ni pólvora, que fueron las dos armas-milagro que facilitaron la conquista de América. Habían salido huyendo con lo puesto de Tenochtitlán, estaban agotados, malcomidos y desmoralizados, es decir, en la peor de las condiciones para resistir el embate rabioso de todo un imperio.

Aislados del mundo, a miles de kilómetros del español más cercano, cabía la posibilidad de rendirse, pero en México no sucedía como en Europa, donde si uno se rendía perdía el honor pero salvaba el pellejo. Allí las cosas funcionaban de otra manera. Los soldados del tlatoani (emperador) de los mexicas seguían una lógica la mar de sencilla: enemigo apresado, enemigo sacrificado, probablemente por lento degollamiento en lo alto de una pirámide para solaz del vulgo y aplacamiento de las iras divinas. Rendirse era sinónimo de degollina infamante, así que a Cortés y los suyos no les quedaba otra que resistir hasta el último suspiro, plantar batalla a cara de perro y morir como hombres. Es decir, ser españoles; aunque eso, claro, los aztecas no lo sabían, no tenían ni idea de los extremos de terquedad a que podían llegar los hijos de la remota España.

Ganar no iban a ganar, pero tampoco iban a perder del todo, porque el guerrero que resiste hasta la muerte al menos conserva el honor. Sabiendo que no tenía oportunidad de llegar hasta la ciudad amiga de Tlaxcala, y que el segundo del tlatoani, el llamado Cihuacóatl, les había cortado el paso, el extremeño decidió pararse y combatir. La muerte era segura, así que Cortés se puso tremendo y arengó a sus soldados para que muriesen dejando el pabellón bien alto. A voz en cuello, y cuando ya se escuchaba el tumulto del enemigo, se dirigió a ellos y les dijo:

Amigos, llegó el momento de vencer o morir. Castellanos, fuera toda debilidad, fijad vuestra confianza en Dios Todopoderoso y avanzad hacia el enemigo como valientes.

Los aztecas no sabían demasiado de estrategia bélica ni de sofisticados planteamientos tácticos. Cuando vieron que los españoles eran tan pocos, les rodearon. Aunque muchos y bravos combatientes, la intención de los aztecas no era matar a los españoles, sino capturarlos para llevárselos presos y luego sacrificarlos. Les traía sin cuidado cuántos de los suyos cayesen, lo importante era satisfacer a los dioses. En una igual no se iban a encontrar, de modo que se pusieron a ello, tratando de herir pero no matar a los españoles y de buscar la salida para los cautivos entre la marabunta emplumada y saltarina que asediaba el fortín de Cortés.

Pero aquella extravagancia, aunque no lo pareciese, constituía una ventaja. Los hombres de Cortés pronto se percataron de que el enemigo tenía fines distintos a los suyos y supieron ponerlo a su favor. De entrada, la tropa española se cerró en banda, colocando a los piqueros en la parte exterior del círculo para ir repeliendo los ataques. Los infantes se pusieron morados a matar aztecas, que se cuidaban muy mucho de no matarlos. Disponían, además, de una ventaja tecnológica: las armaduras. El armamento azteca era muy poco efectivo contra los cascos y corazas de los barbudos castellanos, que estaban especialmente motivados para jugársela porque sabían la suerte que les aguardaba si caían prisioneros.

Entre tanto, los pocos caballeros que tenían montura se reservaron para una misión muy especial que Cortés acababa de idear. Al otro lado de la colérica masa humana que les sitiaba, elevado sobre un pequeño cerro, se encontraba el campamento azteca. Desde el llano se podía ver a un personaje sentado sobre un palanquín, ataviado con una armadura de algodón, plumas sobre la cabeza y un vistoso estandarte en la mano. Ese, y no otro, era el famoso Cihuacóatl, el comandante en jefe de los aztecas.

Cortés sabía por sus aliados de Tlaxcala que, según las costumbres de aquella gente, cuando caía el capitán, las tropas, ayunas de mando y sin importar cuán numerosas fuesen, huían en desbandada. El problema era burlar el cerco. Cortés convocó a sus cinco capitanes para hacerles partícipes de su idea. Si conseguían cabalgar hasta el Cihuacóatl y matarle de una lanzada, la batalla estaría ganada. Como no había mucho donde escoger, serían los cinco capitanes los encargados de realizar la carga. Sólo habría una oportunidad. Su fracaso marcaría la derrota final y el fin de la aventura que hoy conocemos como la Conquista de México.

Los capitanes eran Gonzalo de Sandoval, Pedro de Alvarado, Cristóbal de Olid, Alonso Dávila y Juan de Salamanca. Se colocaron en fila, se miraron entre sí y, espada en mano, gritaron al unísono "¡Santiago!" para, acto seguido, lanzarse como fieras sobre los aztecas que les cercaban. Esa fue la primera carga de caballería de la historia de América. Ciertamente, algo modesta en dimensiones pero no en intenciones.

Tras superar el corto trecho que les separaba del campamento azteca, sin perder un solo segundo los cinco se dirigieron hasta el lugar desde el que el Cihuacóatl observaba la batalla.

A los aztecas los caballos les daban pánico, más si cabe cuando llevaban encima un tipo con casco, armadura y cara de, como les había pedido Cortés, vencer o morir. La escolta del Cihuacóatl huyó despavorida, dejando a su jefe desvalido y a merced de los jinetes. El azteca trató de huir junto a sus más fieles, pero Cortés, que se las sabía todas, ya lo había previsto y salió en su búsqueda. Le alanceó desde lejos, provocando que se cayese de la litera. Al incorporarse para continuar la huida a la carrera se dio de bruces con Juan de Salamanca, listo para darle la estocada definitiva y arrebatarle el estandarte.

Fue todo uno. Según cayó el Cihuacóatl y el estandarte pasó a las manos de Cortés, la desbandada de los aztecas fue inmediata. Imponente. Los pocos españoles que quedaban combatiendo en el llano se apresuraron a acelerar la matanza, con idea de escarmentar al enemigo en estampida. Persiguieron a los fugitivos en todas direcciones, dándoles muerte sin compasión. Al caer la tarde el llano de Otumba era un gigantesco cementerio, donde yacían los cuerpos sin vida de 10.000 aztecas y de sólo unas decenas de españoles. La victoria imposible se había consumado.

Cortés, sin llegar a creérselo del todo, se dirigió a Tlaxcala, desde donde planificaría el asalto final a Tenochtitlán. Pero eso aún era una incógnita. Sus hombres, sin llegar a ser conscientes de la proeza que acababan de realizar, se limitaron a agradecer al Altísimo la victoria. Bernal Díaz del Castillo lo consignó así en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España:

Todos dimos muchas gracias a Dios que escapamos de tan gran multitud de gente, porque no se había visto ni hallado en todas las Indias, en batalla que se haya dado tan gran número de guerreros juntos, porque allí estaba la flor de México y de Tezcuco y todos los pueblos que están alrededor de la laguna, y otros muchos sus comarcanos, y los de Otumba, Tepetezcuco y Saltocán, ya con pensamiento de que aquella vez no quedara roso ni velloso de nosotros.

Y es que la heroicidad nunca ha estado reñida con la modestia.


Coloco enlace ya que no he matizado o corregido nada.

http://historia.libertaddigital.com/otu ... 39684.html
Y es que los españoles hemos sido y somos así.


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Mensaje por tercioidiaquez »

Un par de matizaciones:

Los aztecas no sabían demasiado de estrategia bélica ni de sofisticados planteamientos tácticos.

No es que no supieran de estrategia, es que comparadas con las de los españoles, parecían primitivas, pero sabían envolver, hacer un "torna-huye" con emboscada posterior, sabían reemplazas a sus unidades desgastadas por otras en retaguardia etc...
No eran "rivales" en ese sentido para los europeos, pero tampoco unos "trogloditas" como tradicionalmente se ha explicado.

Aunque muchos y bravos combatientes, la intención de los aztecas no era matar a los españoles, sino capturarlos para llevárselos presos y luego sacrificarlos. Les traía sin cuidado cuántos de los suyos cayesen, lo importante era satisfacer a los dioses. En una igual no se iban a encontrar, de modo que se pusieron a ello, tratando de herir pero no matar a los españoles y de buscar la salida para los cautivos entre la marabunta emplumada y saltarina que asediaba el fortín de Cortés.


Esto tradicionalmente se ha explicado así, pero no se sostiene.
La captura de los prisioneros en las "guerras floridas" se realizaba cuando un ejército huía y se retiraba en desbandada, que se aprovecha por los guerreros novatos y jóvenes para que intentaran capturar prisoneros. Estos jóvenes no habían participado en el combate, por lo que estaban frescos para correr tras los fugitivos.
Si no fuera así, no entiendo como alguien puede intentar coger prisionero a un enemigo, combatiendo en formación cerrada. Si aflojo la "macana" para agarrar por el brazo a alguien, lo mas probable, es que él que esté al lado, me atraviese con su espada. Personalmente no lo veo.
Aparte, las mazas de obsidiana de los méxicas, aunque no comparables con un acero español de la época, podían llegar a cortar la cabeza de un caballo, así que no solo buscaban herir.

Esa fue la primera carga de caballería de la historia de América. Ciertamente, algo modesta en dimensiones pero no en intenciones.

La primera carga de caballería en América, se considera dada por Alonso de Ojeda en la Española hacia 1.496.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Mensaje por Mr Quiros »

Muy interesantes tus aportaciones Tercio. Creo que tendré que hablar o mejor comentar tus datos con el autor, pues todo lo que escribes tiene consistencia.

Saludos respetuosos de un admirador tuyo.


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Mensaje por agualongo »

Tercio es una fuente de primera calidad en todo lo relacionado a la historia militar de España, sobre todo de los siglos de oro.

Añadiría que tan formidable como Otumba fue el asedio de Technotitlan.. una plaza enorme, en un lago...

Saludos


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Mensaje por Mr Quiros »

Después de meditar un rato y con ánimo de responder a Tercio, no sabía si enviarle la respuesta de D. Fernando Díaz (con el cual compartimos correo de muchos matices de la Historia) por privado o hacerlo público. He elegido esta opción pues nada hay que ocultar y todo se hace desde la buena fe.

Respuesta de D.Fernando:

Hola José, gracias por escribirme. La primera carga de caballería propiamente dicha, es decir, en una batalla fue la de los cinco de Otumba. Fue una carga en miniatura pero que decidió la batalla. En el Caribe los conquistadores no se encontraron con nada parecido al Imperio Azteca, que era una civilización en toda regla, inferior tecnologicamente a la europea, pero lo suficientemente avanzada como para tener muy organizada la guerra.

Un saludo cordial


Algo que yo modestamente comparto. También me alegro que Agualongo se sume al debate, sano y constructivo.
Respecto al resto, que sabiamente escribe Tercio, lo contrastaré y si puedo lo escribiré, pues este humilde servidor a estudiado Historia pero no Militar y que dado mi interes por todo tipo de la susodicha me lleva a escribir los conocimientos adquiridos, mas otros que por curiosidad, he leído.

Saludos a todos.


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Mensaje por tercioidiaquez »

No es con ánimo de polemizar, pero si hablamos de "carga de caballería", entiendo como tal, una acción ofensiva a caballo, buscando el choque con el enemigo.
Y eso es independiente del enemigo, creo que es indiferente si el enemigo era un "escuadrón" de los caballeros del jaguar o un grupo con menos organización formado por indígenas en la Española.
¿Qué los últimos estaban menos organizados militarmente? No cabe duda, pero ¿y eso que tiene que ver para que sea una carga o no?
Por la misma regla de tres, ¿el asedio y asalto del fuerte de la Natividad, no es la primera resistencia en un asentamiento contra los indígenas en América? Porque entonces efectivamente también lo sería la defensa del enclave en Tenochtitlán.


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