
Yo puedo defender unas ideas democráticamente, pero no ser seguidor o colaborador de una banda armada.
cordiales saludos
ElCiD escribió:Y otra cosa: ser proetarra es ser un hijo de puta, pero no necesariamente un criminal. Si no se puede demostrar que tal tío/a es miembro o colaborador, no se le puede ni debe privar de su derecho a participar en unas elecciones. Porque entonces ETA no tendría necesidad de seguir intentando acabar con la democracia. Lo habríamos hecho nosotros solitos.
Para democráticamente estar financiados y tener dinero para poner las bombas. Que bueno que mientras sea en democrácia, esté justificado los asesinatos de los otros, porque asesinados,pero oye...democráticamente.
Y otra cosa: ser proetarra es ser un hijo de puta, pero no necesariamente un criminal. Si no se puede demostrar que tal tío/a es miembro o colaborador, no se le puede ni debe privar de su derecho a participar en unas elecciones. Porque entonces ETA no tendría necesidad de seguir intentando acabar con la democracia. Lo habríamos hecho nosotros solitos.
Malcomn escribió:Y otra cosa: ser proetarra es ser un hijo de puta, pero no necesariamente un criminal. Si no se puede demostrar que tal tío/a es miembro o colaborador, no se le puede ni debe privar de su derecho a participar en unas elecciones. Porque entonces ETA no tendría necesidad de seguir intentando acabar con la democracia. Lo habríamos hecho nosotros solitos.¿Y si dice que esta bien que pongan bombas y que nos lo merecemos?
¿Y si anima a que pongan aún más bombas?
Ya hemos dicho que esto lo reconocen en el fondo (e incluso de
forma expresa) los propios recurrentes, por lo que no incidiremos más en
la cuestión. Ahora bien, los mismos recurrentes afirman que la inexistencia de vinculaciones subjetivas, lejos de determinar una suerte desestimatoria de su acción, es en realidad un indicio más de la razón que les asiste, pues, afirman, el entramado ETA/Batasuna, lógicamente conocedor de los criterios jurisprudenciales que han justificado el fracaso de los intentos previos por articular candidaturas fraudulentas que le permitan continuar su actividad en las instituciones, se ha esforzado en este caso por elaborar candidaturas “limpias” (sigamos el argot empleado a este respecto con ánimo puramente descriptivo) que sorteen los reproches que antes se les han formulado.
El argumento tiene indudable fuerza lógica. Ciertamente, si un
partido ilegalizado trata una y otra vez de sortear su ilegalización acudiendo a fórmulas fiduciarias de articulación de candidaturas fraudulentas, y esos intentos fracasan sucesivamente por constatarse que los componentes de las listas electorales presentan evidentes vinculaciones con el partido ilegalizado, resulta, decimos, lógico que el partido ilegalizado aprenda de sus propios errores de estrategia y busque candidatos sin mancha de sospecha de vinculación con él.
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