Una vez fortificado el campamento, Caio Sulpicio Galo, tribuno militar de la segunda legión, que había sido pretor el año precedente, con el permiso del cónsul convoca a los soldados a una asamblea y anuncia, para que nadie lo interpretase como un prodigio, que durante la noche siguiente se eclipsaría la luna desde la hora segunda hasta la cuarta.
"Cuando, en la noche que siguió a la víspera de las nonas de septiembre •, la luna se eclipsó a la hora señalada, a los soldados les pareció casi divina la ciencia de Galo. En los macedonios tuvo el efecto de un prodigio funesto que presagiaba el ocaso de su reino, y tampoco dieron otra interpretación sus adivinos. En el campamento macedonio hubo gritos y lamentos hasta que la luna apareció de nuevo con su propio brillo"
Tito Livio XLIV, 37, 5-9
• La noche del 3 al 4 de septiembre según el calendario romano pre-juliano (noche del 21 de junio)
"Cuando se hizo de noche y, después de la cena, se fueron a descansar y dormir, de repente la luna, que era llena y alta, se oscureció y, mientras la abandonaba la luz, adoptó toda clase de colores y desapareció. Los romanos, según la costumbre, invocaban su luz con ruido de objetos de bronce y elevaban al cielo muchas llamas, con tizones y antorchas. En cambio, los macedonios no hacían nada parecido, sino que el terror y el asombro se adueñaron del campamento y entre la tropa poco a poco fue tomando cuerpo la opinión de que el prodigio indicaba el eclipse del rey"
Plutarco, Paulo Emilio 17, 7-8
"Por cierto que el primer hombre de estirpe romana que expuso en público la causa precisa de ambos eclipses fue Sulpicio Galo, que fue cónsul con Marco Marcelo y, a la sazón, tribuno militar. Éste liberó de angustia al ejército la víspera de que el rey Perseo fuera vencido por Paulo, cuando fue llevado a la asamblea por su general para predecir el eclipse; y posteriomente lo dejó escrito en un libro"
Plinio, Naturalis historia, II, 53
Nota: El eclipse se sitúa el 21/22 de junio. Aunque Livio dice: "en la noche que siguió a la víspera de las nonas de septiembre", en la marcha del día anterior indica: "Era la época del año en que acababa de pasar el solsticio". Livio se basa en el calendario republicano pre-juliano de sus fuentes para dar la fecha; evidentemente lo que no varía es el solsticio de verano.
Este eclipse es importante para la cronología de la primera mitad del siglo II a. C.
Vae Victis
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Vae Victis
Al día siguiente Lucio Emilio da orden a los comandantes de que coloquen el ejército en formación de combate; Perseo hace otro tanto.
Inciso:
En este punto ahí varias versiones. Plutarco dice que Lucio Emilio espera a que decline el sol para que la luz no le diera de frente en la cara a los romanos durante el combate.
Tito Livio relata que ninguno de los dos ejércitos tenía intención de combatir aquel día.
Del inicio de la batalla, Plutarco da dos versiones:
"Por la tarde, unos dicen que, ingeniándoselas el propio Emilio para que el primer ataque viniera de los enemigos, los romanos espolearon y lanzaron contra ellos un caballo sin brida; éste, al ser perseguido, provocó el comienzo de la batalla; otros, en cambio, que unos tracios a las órdenes de Alejandro atacaron carros romanos que traían forraje y contra éstos se produjo un ataque rápido de setecientos ligios; entonces acudieron más en ayuda de unos y otros y de este modo se inició el combate por ambas partes"
Tito Livio insiste en el carácter fortuito del incidente:
"Aunque ninguno de los dos generales lo quería, el azar, que puede más que las decisiones humanas, desencadenó el combate. Había un pequeño río •, más cerca del campamento enemigo, en el que tanto los macedonios como los romanos se aprovisionaban de agua después de disponer puestos de guardia en una y otra orilla para poder hacerlo con seguridad. Por el lado romano había dos cohortes, una marrucina y otra peligna, y dos escuadrones de jinenetes samnitas, a las órdenes del legado Marco Sergio Silo. Además había delante del campamento otro destacamento fijo mandado por el legado Gayo Cluvio: tres cohortes de firmianos, vestinos y cremonenses, y dos escuadrones de jinetes placentinos y eserninos. Cuando reinaba la calma junto al río ai no producirse provocaciones por ninguno de los dos lados, a eso de la hora novena se escapó una acémila de las manos de sus cuidadores y huyó hacia la orilla opuesta. Tres soldados fueron tras ella por el agua, que llegaba a la altura de la rodilla más o menos, y entonces dos tracios cogieron al animal en el centro del cauce, tirando de él hacia su orilla; los tres soldados los persiguieron, y, después de dar muerte a uno de ellos y recuperar el jumento, se retiraban hacia su puesto de avanzada. En la orilla enemiga había un destacamento de ochocientos tracios. Al principio, alguno de ellos, encolerizados porque se hubiera dado muerte a un compatriota suyo ante sus propios ojos, cruzaron el río para perseguir a los autores de su muerte; después los siguieron más, y por último todos, y con el destacamento" . . . (Aquí hay una laguna de dos hojas del manuscrito)
• Algunos autores creen que es el actual Mavroneri y sitúan la batalla en la confluencia de este río con el actual Pelikas (J. Kromayer y G.Veith (eds.), Antique Schlachtfelder in Grieclienland, Berlín 1903-31).
La población más cercana sería la actual Katerini. Kromayer sitúa el campamento de Perseo a 8 millas al sur de Pidna, entre los dos ríos.
Inciso:
En este punto ahí varias versiones. Plutarco dice que Lucio Emilio espera a que decline el sol para que la luz no le diera de frente en la cara a los romanos durante el combate.
Tito Livio relata que ninguno de los dos ejércitos tenía intención de combatir aquel día.
Del inicio de la batalla, Plutarco da dos versiones:
"Por la tarde, unos dicen que, ingeniándoselas el propio Emilio para que el primer ataque viniera de los enemigos, los romanos espolearon y lanzaron contra ellos un caballo sin brida; éste, al ser perseguido, provocó el comienzo de la batalla; otros, en cambio, que unos tracios a las órdenes de Alejandro atacaron carros romanos que traían forraje y contra éstos se produjo un ataque rápido de setecientos ligios; entonces acudieron más en ayuda de unos y otros y de este modo se inició el combate por ambas partes"
Tito Livio insiste en el carácter fortuito del incidente:
"Aunque ninguno de los dos generales lo quería, el azar, que puede más que las decisiones humanas, desencadenó el combate. Había un pequeño río •, más cerca del campamento enemigo, en el que tanto los macedonios como los romanos se aprovisionaban de agua después de disponer puestos de guardia en una y otra orilla para poder hacerlo con seguridad. Por el lado romano había dos cohortes, una marrucina y otra peligna, y dos escuadrones de jinenetes samnitas, a las órdenes del legado Marco Sergio Silo. Además había delante del campamento otro destacamento fijo mandado por el legado Gayo Cluvio: tres cohortes de firmianos, vestinos y cremonenses, y dos escuadrones de jinetes placentinos y eserninos. Cuando reinaba la calma junto al río ai no producirse provocaciones por ninguno de los dos lados, a eso de la hora novena se escapó una acémila de las manos de sus cuidadores y huyó hacia la orilla opuesta. Tres soldados fueron tras ella por el agua, que llegaba a la altura de la rodilla más o menos, y entonces dos tracios cogieron al animal en el centro del cauce, tirando de él hacia su orilla; los tres soldados los persiguieron, y, después de dar muerte a uno de ellos y recuperar el jumento, se retiraban hacia su puesto de avanzada. En la orilla enemiga había un destacamento de ochocientos tracios. Al principio, alguno de ellos, encolerizados porque se hubiera dado muerte a un compatriota suyo ante sus propios ojos, cruzaron el río para perseguir a los autores de su muerte; después los siguieron más, y por último todos, y con el destacamento" . . . (Aquí hay una laguna de dos hojas del manuscrito)
• Algunos autores creen que es el actual Mavroneri y sitúan la batalla en la confluencia de este río con el actual Pelikas (J. Kromayer y G.Veith (eds.), Antique Schlachtfelder in Grieclienland, Berlín 1903-31).
La población más cercana sería la actual Katerini. Kromayer sitúa el campamento de Perseo a 8 millas al sur de Pidna, entre los dos ríos.
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"En cuanto a Nasica, dirigiéndose a caballo hacia el lugar de la escaramuza, vio que casi todos los enemigos estaban ya combatiendo. En primer lugar marchaban los tracios de los que dice que era terrible su aspecto, hombres de alta estatura, que, bajo la blanca y reluciente armadura de escudos y grebas, vestían negras túnicas y agitaban rectas por el hombro derecho sus pesadas espadas de hierro; junto a los tracios formaban los mercenarios, cuyo equipamiento era de todo tipo y con ellos estaban mezclados los péones. Tras éstos, como tercer cuerpo de élite, las tropas escogidas, lo más puro por su valor y juventud de los propios macedonios, relucientes con sus armas doradas y sus flamantes mantos de púrpura. A continuación de éstos, conforme se iban poniendo en orden, salieron del campamento las falanges de los de calcáspides y llenaron la planicie con el brillo de su acero y del reluciente bronce, y de griterío y alboroto la parte de las montañas, animándose entre ellos. Con tanto ímpetu y rapidez atacaban que los primeros muertos cayeron a dos estadios del campamento de los romanos"
El excónsul Lucio Albino recibe la orden de enfrentarse con la segunda legión a la falange «leucáspide», que constituía el centro de la formación enemiga. Frente al ala derecha, en donde se había desencadenado el combate cerca del río, Lucio Emilio dispone a los elefantes y las alas de los aliados.
Se produce el choque de ambos ejércitos. Los romanos hacen frente a la falange pero no logran doblegarla. Salvio, comandante de los pelignos coge el estandarte de los que estaban a sus órdenes y lo lanza entre las filas macedonias.
"Los pelignos (pues no les es lícito ni piadoso a los itálicos abandonar su estandarte) corrieron hacia aquel lugar y, en consecuencia, se produjeron acciones y sufrimientos terribles por parte de ambos al chocar entre ellos. En efecto, unos trataban de golpear con sus espadas las sarisas macedonias y presionarlos con sus escudos y apartarlos, agarrándolos con sus propias manos; y los otros rechazaban el ataque con las dos suyas y atravesaban con sus armas a los atacantes, sin que resistiera escudo ni coraza el ímpetu de la lanza; de modo que echaban hacia arriba con la cabeza por delante los cuerpos de los pelignos y de los marrucinos que, sin ninguna reflexión, sino con salvaje furia se lanzaban a los golpes enemigos y a una muerte segura"
Lucio Emilio, viendo la suerte sufrida por los pelignos, ordena que se replieguen las filas hacia el monte Olocro. La falange avanza hacia los romanos sin ofrecer ningún punto débil. Pero en cierto momento, debido a que por la desigualdad del terreno y por su longitud la formación no conservaba ajustada la unión de los escudos, Lucio Emilio se da cuenta de que en las filas macedonias se empiezan a producir fracturas y brechas, de forma que por unas partes se apretaba y por otras se curvaba hacia adelante; entonces, recorriendo sus filas, divide a las cohortes y les ordena que se lancen hacia las separaciones y los huecos de la fila de los enemigos y lucharan provocando no un solo combate contra todos, sino muchos combinados y parciales.
En el ala derecha cargan los elefantes y los aliados latinos provocando la huída del flanco izquierdo macedonio. En el centro, la segunda legión lanza ataques en los lugares en los que se había roto la fila de la falange. Los macedonios se ven obligados a hacer frente, con su formación rota en numerosos puntos, a los romanos que atacan en pequeños grupos y se infiltran entre sus filas por dondequiera que quedaban espacios libres. Las sarisas, poco maniobrables, se entrelazan en una masa confusa.
"Tan pronto como, gracias a estas instrucciones de Emilio a sus comandantes y de los comandantes a los soldados, se infiltraron y abrieron camino por dentro de la infantería, atacando a unos de costado por la parte desguarnecida y aislando a los otros con sus maniobras de envolvimiento, inmediatamente se perdió la fuerza y la acción conjunta, al romperse la falange; en los combates, individuales y en grupos pequeños, los macedonios golpeaban con pequeñas dagas sólidos escudos que cubrían hasta los pies y se enfrentaban con escudos ligeros a las espadas de aquéllos, que, por su propio peso y por el golpe, atravesaban toda la armadura hasta el cuerpo"
Los soldados macedonios arrojan las armas y emprenden la huída comenzando a producirse una gran matanza. La caballería logra escapar casi intacta de la batalla.
"Finalmente los tres mil soldados de elite que se mantenían en formación y seguían combatiendo, todos fueron derribados. De los demás, que huyeron, fue mucha la matanza, de tal modo que la llanura y la falda de la montaña se llenaron de cadáveres y, en cuanto a la corriente del río Leuco, los romanos todavía la atravesaron manchada de sangre al día siguiente de la batalla. En efecto, dicen que murieron más de veinticinco mil. De los romanos cayeron, según dice Posidonio, cien y, según Nasica, ochenta"
Plutarco, Emilio Paulo, 21, 6-7
"Pero mientras que los infantes caían muertos por todas partes, con excepción de los que arrojaron las armas y huyeron, en cambio la caballería escapó casi intacta de la batalla. El primero en la huida era el propio rey. Desde Pidna se dirigía ahora a Pela con los escuadrones sagrados de la caballería. Al poco los seguían Cotis y los jinetes odrisas. Igualmente los demás escuadrones macedonios se retiraban con sus filas intactas, ya que la formación de infantería ocupaba el centro y los vencedores, ocupados en destrozarla, se habían olvidado de perseguir a la caballería. La falange fue machacada durante largo tiempo por el frente, por los lados y por la espalda. Finalmente, los que habían logrado escapar de las manos del enemigo huyeron, desarmados, hacia el mar; algunos incluso se metían en el agua, tendían las manos hacia los que estaban en las naves, y suplicaban, implorantes, por su vida; y cuando vieron que por todas partes llegaban botes desde las naves, creyendo que venían a cogerlos para hacerlos prisioneros y no para matarlos, se metieron muchos más en el agua, algunos incluso nadando. Pero como desde los botes se les daba muerte con saña, los que podían daban la vuelta, dirigiéndose a nado de nuevo a tierra, y se topaban con otro azote aún más horrible, pues los elefantes, conducidos hasta la orilla por sus guías, los pisoteaban y los aplastaban al salir del agua. No es difícil estar de acuerdo en que jamás los romanos dieron muerte a tantos macedonios en una sola batalla. Los muertos fueron, en efecto, aproximadamente veinte mil; cerca de seis mil, que habían huido a Pidna desde el campo de batalla, cayeron vivos en poder de los romanos, y cinco mil fueron hechos prisioneros cuando andaban dispersos después de la huida. En el bando vencedor no cayeron más de un centenar, y en su mayoría pelignos. El número de heridos fue bastante más elevado"
Tito Livio XLIV, 42, 1-8
"Esta contienda tan importante tuvo un desenlace muy rápido; pues si empezaron la batalla a la hora novena, antes de la décima alcanzaron la victoria" (entre las tres y las cuatro de la tarde)
El excónsul Lucio Albino recibe la orden de enfrentarse con la segunda legión a la falange «leucáspide», que constituía el centro de la formación enemiga. Frente al ala derecha, en donde se había desencadenado el combate cerca del río, Lucio Emilio dispone a los elefantes y las alas de los aliados.
Se produce el choque de ambos ejércitos. Los romanos hacen frente a la falange pero no logran doblegarla. Salvio, comandante de los pelignos coge el estandarte de los que estaban a sus órdenes y lo lanza entre las filas macedonias.
"Los pelignos (pues no les es lícito ni piadoso a los itálicos abandonar su estandarte) corrieron hacia aquel lugar y, en consecuencia, se produjeron acciones y sufrimientos terribles por parte de ambos al chocar entre ellos. En efecto, unos trataban de golpear con sus espadas las sarisas macedonias y presionarlos con sus escudos y apartarlos, agarrándolos con sus propias manos; y los otros rechazaban el ataque con las dos suyas y atravesaban con sus armas a los atacantes, sin que resistiera escudo ni coraza el ímpetu de la lanza; de modo que echaban hacia arriba con la cabeza por delante los cuerpos de los pelignos y de los marrucinos que, sin ninguna reflexión, sino con salvaje furia se lanzaban a los golpes enemigos y a una muerte segura"
Lucio Emilio, viendo la suerte sufrida por los pelignos, ordena que se replieguen las filas hacia el monte Olocro. La falange avanza hacia los romanos sin ofrecer ningún punto débil. Pero en cierto momento, debido a que por la desigualdad del terreno y por su longitud la formación no conservaba ajustada la unión de los escudos, Lucio Emilio se da cuenta de que en las filas macedonias se empiezan a producir fracturas y brechas, de forma que por unas partes se apretaba y por otras se curvaba hacia adelante; entonces, recorriendo sus filas, divide a las cohortes y les ordena que se lancen hacia las separaciones y los huecos de la fila de los enemigos y lucharan provocando no un solo combate contra todos, sino muchos combinados y parciales.
En el ala derecha cargan los elefantes y los aliados latinos provocando la huída del flanco izquierdo macedonio. En el centro, la segunda legión lanza ataques en los lugares en los que se había roto la fila de la falange. Los macedonios se ven obligados a hacer frente, con su formación rota en numerosos puntos, a los romanos que atacan en pequeños grupos y se infiltran entre sus filas por dondequiera que quedaban espacios libres. Las sarisas, poco maniobrables, se entrelazan en una masa confusa.
"Tan pronto como, gracias a estas instrucciones de Emilio a sus comandantes y de los comandantes a los soldados, se infiltraron y abrieron camino por dentro de la infantería, atacando a unos de costado por la parte desguarnecida y aislando a los otros con sus maniobras de envolvimiento, inmediatamente se perdió la fuerza y la acción conjunta, al romperse la falange; en los combates, individuales y en grupos pequeños, los macedonios golpeaban con pequeñas dagas sólidos escudos que cubrían hasta los pies y se enfrentaban con escudos ligeros a las espadas de aquéllos, que, por su propio peso y por el golpe, atravesaban toda la armadura hasta el cuerpo"
Los soldados macedonios arrojan las armas y emprenden la huída comenzando a producirse una gran matanza. La caballería logra escapar casi intacta de la batalla.
"Finalmente los tres mil soldados de elite que se mantenían en formación y seguían combatiendo, todos fueron derribados. De los demás, que huyeron, fue mucha la matanza, de tal modo que la llanura y la falda de la montaña se llenaron de cadáveres y, en cuanto a la corriente del río Leuco, los romanos todavía la atravesaron manchada de sangre al día siguiente de la batalla. En efecto, dicen que murieron más de veinticinco mil. De los romanos cayeron, según dice Posidonio, cien y, según Nasica, ochenta"
Plutarco, Emilio Paulo, 21, 6-7
"Pero mientras que los infantes caían muertos por todas partes, con excepción de los que arrojaron las armas y huyeron, en cambio la caballería escapó casi intacta de la batalla. El primero en la huida era el propio rey. Desde Pidna se dirigía ahora a Pela con los escuadrones sagrados de la caballería. Al poco los seguían Cotis y los jinetes odrisas. Igualmente los demás escuadrones macedonios se retiraban con sus filas intactas, ya que la formación de infantería ocupaba el centro y los vencedores, ocupados en destrozarla, se habían olvidado de perseguir a la caballería. La falange fue machacada durante largo tiempo por el frente, por los lados y por la espalda. Finalmente, los que habían logrado escapar de las manos del enemigo huyeron, desarmados, hacia el mar; algunos incluso se metían en el agua, tendían las manos hacia los que estaban en las naves, y suplicaban, implorantes, por su vida; y cuando vieron que por todas partes llegaban botes desde las naves, creyendo que venían a cogerlos para hacerlos prisioneros y no para matarlos, se metieron muchos más en el agua, algunos incluso nadando. Pero como desde los botes se les daba muerte con saña, los que podían daban la vuelta, dirigiéndose a nado de nuevo a tierra, y se topaban con otro azote aún más horrible, pues los elefantes, conducidos hasta la orilla por sus guías, los pisoteaban y los aplastaban al salir del agua. No es difícil estar de acuerdo en que jamás los romanos dieron muerte a tantos macedonios en una sola batalla. Los muertos fueron, en efecto, aproximadamente veinte mil; cerca de seis mil, que habían huido a Pidna desde el campo de batalla, cayeron vivos en poder de los romanos, y cinco mil fueron hechos prisioneros cuando andaban dispersos después de la huida. En el bando vencedor no cayeron más de un centenar, y en su mayoría pelignos. El número de heridos fue bastante más elevado"
Tito Livio XLIV, 42, 1-8
"Esta contienda tan importante tuvo un desenlace muy rápido; pues si empezaron la batalla a la hora novena, antes de la décima alcanzaron la victoria" (entre las tres y las cuatro de la tarde)
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Vae Victis
Después de la batalla
Perseo huye a la selva de Pieria con una nutrida columna de jinetes y con la comitiva real y se desvía de la ruta principal con un reducido grupo de los más fieles. El resto de jinetes se dispersan hacia sus ciudades por caminos diferentes.
Perseo llega a Pela y no encuentra, a pesar de haberlos convocado repetidas veces, a ninguno de los amigos que por una u otra circunstancia habían sobrevivido a la batalla. Sólo tres, que lo habían acompañado en la huida, estaban a su lado: el cretense Evandro, el beocio Neón y el etolio Arquidamo. Temiendo la reacción de los que se negaban presentarse ante él, huye con estos tres y con 500 cretenses. Su intención era llegar a A n fípolis.
Lucio Emilio, se retira al campamento preocupado por el destino de su hijo Publio Escipion •, que había salido en persecución del enemigo y había tomado una dirección equivocada. Finalmente regresa al campamento con mucho retraso.
Perseo llega a Anfípolis el tercer día después de haberse librado la batalla. Desde allí envía parlamentarios a Lucio Emilio. Entretanto, Hipias, Midonte y Pantauco, los principales amigos del rey, salen de Berea, adonde
habían ido a refugiarse desde el campo de batalla, y por su cuenta van al encuentro del cónsul y se entregan a los romanos.
Lucio Emilio envía a Roma a su hijo su hijo Quinto Fabio, a Lucio Léntulo y a Quinto Metelo con una carta con el anuncio de la victoria. A los soldados de infantería les concedió los despojos del ejército enemigo abatido, y a los de caballería el botín de los campos circundantes, con la condición de que no se ausentasen del campamento
más de dos noches. Él traslada el campamento a las proximidades de Pidna. En el término de dos días se rindieron primero Berea, después Tesalónica y Pela, y a continuación casi toda Macedonia. Pidna aún no había enviado delegados; el confuso conglomerado de gentes de muchos pueblos, y la masa que había confluido en el mismo punto huyendo del campo de batalla, impedían cualquier deliberación o acuerdo de la ciudadanía. Midonte y Pantauco son enviados a entrevistarse al pie de las murallas con Solón, comandante de la guarnición, por cuya mediación se efectua la salida de la tropa de soldados. La ciudad se rinde y es entregada al saqueo de las tropas.
Perseo es instado a abandonar Anfípolis para que la ciudad no sufriera represalias. El rey hace trasladar todo el dinero que llevaba consigo a unos lembos fondeados en el río Estrimon. Los únicos que le siguen son los cretenses ante la expectativa del dinero. Se depositan en la orilla cincuenta talentos para quien los cogiera. Como, después de arramblar con ellos, los cretenses embarcan en tropel, provocan el hundimiento de uno de los lembos, en la desembocadura del río, debido a la sobrecarga de gente. Aquel día llegan a Galepso (puerto situado al sureste de Anfípolis) y el siguiente a Samotracia, su punto de destino. Allí se refugia como suplicante en el templo de los Cabiros.
"Hasta allí se transportaron, según dicen, cerca de dos mil talentos"
• Publio Cornelio Escipión Emiliano Africano, destructor de Cartago y Numancia. El otro hijo de Lucio Emilio, ya mencionado (el que efectúa el rodeo del Olimpo con Nasica), era Quinto Fabio Máximo Emiliano. Escipion y Fabio eran hijos de Papiria, la primera mujer de Lucio Emilio, el cual, al casarse por segunda vez los introdujo por adopción en las casas más importantes.
En el momento de la batalla, Escipion contaba con 17 años. Algunos autores piensan que conocería al historiador Polibio al año siguiente.
Perseo huye a la selva de Pieria con una nutrida columna de jinetes y con la comitiva real y se desvía de la ruta principal con un reducido grupo de los más fieles. El resto de jinetes se dispersan hacia sus ciudades por caminos diferentes.
Perseo llega a Pela y no encuentra, a pesar de haberlos convocado repetidas veces, a ninguno de los amigos que por una u otra circunstancia habían sobrevivido a la batalla. Sólo tres, que lo habían acompañado en la huida, estaban a su lado: el cretense Evandro, el beocio Neón y el etolio Arquidamo. Temiendo la reacción de los que se negaban presentarse ante él, huye con estos tres y con 500 cretenses. Su intención era llegar a A n fípolis.
Lucio Emilio, se retira al campamento preocupado por el destino de su hijo Publio Escipion •, que había salido en persecución del enemigo y había tomado una dirección equivocada. Finalmente regresa al campamento con mucho retraso.
Perseo llega a Anfípolis el tercer día después de haberse librado la batalla. Desde allí envía parlamentarios a Lucio Emilio. Entretanto, Hipias, Midonte y Pantauco, los principales amigos del rey, salen de Berea, adonde
habían ido a refugiarse desde el campo de batalla, y por su cuenta van al encuentro del cónsul y se entregan a los romanos.
Lucio Emilio envía a Roma a su hijo su hijo Quinto Fabio, a Lucio Léntulo y a Quinto Metelo con una carta con el anuncio de la victoria. A los soldados de infantería les concedió los despojos del ejército enemigo abatido, y a los de caballería el botín de los campos circundantes, con la condición de que no se ausentasen del campamento
más de dos noches. Él traslada el campamento a las proximidades de Pidna. En el término de dos días se rindieron primero Berea, después Tesalónica y Pela, y a continuación casi toda Macedonia. Pidna aún no había enviado delegados; el confuso conglomerado de gentes de muchos pueblos, y la masa que había confluido en el mismo punto huyendo del campo de batalla, impedían cualquier deliberación o acuerdo de la ciudadanía. Midonte y Pantauco son enviados a entrevistarse al pie de las murallas con Solón, comandante de la guarnición, por cuya mediación se efectua la salida de la tropa de soldados. La ciudad se rinde y es entregada al saqueo de las tropas.
Perseo es instado a abandonar Anfípolis para que la ciudad no sufriera represalias. El rey hace trasladar todo el dinero que llevaba consigo a unos lembos fondeados en el río Estrimon. Los únicos que le siguen son los cretenses ante la expectativa del dinero. Se depositan en la orilla cincuenta talentos para quien los cogiera. Como, después de arramblar con ellos, los cretenses embarcan en tropel, provocan el hundimiento de uno de los lembos, en la desembocadura del río, debido a la sobrecarga de gente. Aquel día llegan a Galepso (puerto situado al sureste de Anfípolis) y el siguiente a Samotracia, su punto de destino. Allí se refugia como suplicante en el templo de los Cabiros.
"Hasta allí se transportaron, según dicen, cerca de dos mil talentos"
• Publio Cornelio Escipión Emiliano Africano, destructor de Cartago y Numancia. El otro hijo de Lucio Emilio, ya mencionado (el que efectúa el rodeo del Olimpo con Nasica), era Quinto Fabio Máximo Emiliano. Escipion y Fabio eran hijos de Papiria, la primera mujer de Lucio Emilio, el cual, al casarse por segunda vez los introdujo por adopción en las casas más importantes.
En el momento de la batalla, Escipion contaba con 17 años. Algunos autores piensan que conocería al historiador Polibio al año siguiente.
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Vae Victis
Lucio Emilio envía hombres a tomar el control de todas las ciudades rendidas. Retiene a los parlamentarios reales y, desconociendo la huida del rey, envía a Anfípolis a Escipion Nasica con un pequeño destacamento de soldados de infantería y caballería para devastar Síntice y al mismo tiempo impedir cualquier intento por parte del rey. Mientras tanto, Melibea era tomada y saqueada por la flota de Cneo Octavio.
El cónsul sale de Pidna con todo el ejército y llega a Pella, la residencia real, al día siguiente. En la ciudad únicamente se encuentran los 300 talentos que se debían haber entregado al rey Gencio (que después quedaron retenidos). Al recibir la noticia de que Perseo había cruzado a Samotracia, el cónsul sale de Pella y llega a Anfípolis.
La flota de Cneo Octavio arriba a Samotracia; los romanos no podían capturar a Perseo debido a que el suelo de la isla era sagrado e inviolable. Un tal Lucio Atilio, delante del pueblo de Samotracia reunido en asamblea, acusa a Perseo:
«¿Es o no cierto, samotracios que nos dais hospitalidad, lo que hemos oído acerca de que esta isla es sagrada y su suelo es todo él venerable e inviolable?». Al mostrarse todos de acuerdo en que era sagrada como suponía, continuó: «¿Por qué entonces la mancilló un asesino y la profanó con la sangre del rey Éumenes, y, siendo así que en la fórmula con que se abren todas las ceremonias se aparta de los sagrados ritos a los que no tienen limpias las manos, vosotros vais a permitir que vuestros santuarios se contaminen con el cuerpo manchado de sangre de un bandido?»
Bien conocido que Evandro había intentado asesinar al rey Eumenes en Delfos, la asamblea envía a Teonda, su magistrado supremo, para comunicar a Perseo que el cretense Evandro estaba acusado de asesinato. El rey, ante la sospecha de que pudiera darse a la fuga, ordena matar a Evandro; imprudentemente había cometido el delito que se le imputaba al cretense y había profanado con sangre el santuario en donde se había refugiado. La acusación por este crimen la desvía sobornando a Teonda para que anunciase al pueblo que Evandro se había suicidado. Aun así, los pocos partidarios que le quedaban se entregan a los romanos. Al quedarse prácticamente solo llama al cretense Oroandes para que lo embarcase en un lembo y lo llevase ante Cotis, rey de los odrisas.
"A media noche, el rey, acompañado por tres cómplices de la huida, salió de la casa por una puerta trasera a un jardín que estaba próximo a su habitación y, después de saltar la tapia no sin dificultad, llegó hasta el mar. Oroandes había esperado sólo el tiempo necesario hasta que llevaron el dinero, y al caer la noche había soltado amarras y navegaba hacia Creta por alta mar. No encontraron la nave en el puerto, Perseo anduvo dando vueltas por la orilla del mar durante algún tiempo, y, finalmente, temiendo la luz del día que ya estaba próxima, no se atrevió a volver a donde se hospedaba y se escondió en un rincón oscuro junto a una pared de un templo"
Por orden de Cneo Octavio se emite un edicto anunciando que si cualquier macedonio que se encontrase en Samotracia se pasaba a los romanos, conservaría la vida y la libertad y todos sus bienes, tanto los que tenía consigo como los que había dejado en Macedonia. Perseo acaba por entregarse a Cneo Octavio. Se le hace subir a la nave pretoria, donde también se embarca todo el dinero que le quedaba, e inmediatamente la flota zarpa rumbo a Anfípolis. Desde allí envía Octavio al rey al campamento del cónsul.
Final de la Tercera Guerra Macedónica
El cónsul sale de Pidna con todo el ejército y llega a Pella, la residencia real, al día siguiente. En la ciudad únicamente se encuentran los 300 talentos que se debían haber entregado al rey Gencio (que después quedaron retenidos). Al recibir la noticia de que Perseo había cruzado a Samotracia, el cónsul sale de Pella y llega a Anfípolis.
La flota de Cneo Octavio arriba a Samotracia; los romanos no podían capturar a Perseo debido a que el suelo de la isla era sagrado e inviolable. Un tal Lucio Atilio, delante del pueblo de Samotracia reunido en asamblea, acusa a Perseo:
«¿Es o no cierto, samotracios que nos dais hospitalidad, lo que hemos oído acerca de que esta isla es sagrada y su suelo es todo él venerable e inviolable?». Al mostrarse todos de acuerdo en que era sagrada como suponía, continuó: «¿Por qué entonces la mancilló un asesino y la profanó con la sangre del rey Éumenes, y, siendo así que en la fórmula con que se abren todas las ceremonias se aparta de los sagrados ritos a los que no tienen limpias las manos, vosotros vais a permitir que vuestros santuarios se contaminen con el cuerpo manchado de sangre de un bandido?»
Bien conocido que Evandro había intentado asesinar al rey Eumenes en Delfos, la asamblea envía a Teonda, su magistrado supremo, para comunicar a Perseo que el cretense Evandro estaba acusado de asesinato. El rey, ante la sospecha de que pudiera darse a la fuga, ordena matar a Evandro; imprudentemente había cometido el delito que se le imputaba al cretense y había profanado con sangre el santuario en donde se había refugiado. La acusación por este crimen la desvía sobornando a Teonda para que anunciase al pueblo que Evandro se había suicidado. Aun así, los pocos partidarios que le quedaban se entregan a los romanos. Al quedarse prácticamente solo llama al cretense Oroandes para que lo embarcase en un lembo y lo llevase ante Cotis, rey de los odrisas.
"A media noche, el rey, acompañado por tres cómplices de la huida, salió de la casa por una puerta trasera a un jardín que estaba próximo a su habitación y, después de saltar la tapia no sin dificultad, llegó hasta el mar. Oroandes había esperado sólo el tiempo necesario hasta que llevaron el dinero, y al caer la noche había soltado amarras y navegaba hacia Creta por alta mar. No encontraron la nave en el puerto, Perseo anduvo dando vueltas por la orilla del mar durante algún tiempo, y, finalmente, temiendo la luz del día que ya estaba próxima, no se atrevió a volver a donde se hospedaba y se escondió en un rincón oscuro junto a una pared de un templo"
Por orden de Cneo Octavio se emite un edicto anunciando que si cualquier macedonio que se encontrase en Samotracia se pasaba a los romanos, conservaría la vida y la libertad y todos sus bienes, tanto los que tenía consigo como los que había dejado en Macedonia. Perseo acaba por entregarse a Cneo Octavio. Se le hace subir a la nave pretoria, donde también se embarca todo el dinero que le quedaba, e inmediatamente la flota zarpa rumbo a Anfípolis. Desde allí envía Octavio al rey al campamento del cónsul.
Final de la Tercera Guerra Macedónica
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Vae Victis
Cuando llega la noticia de la victoria a Roma, se reúne el senado, se decreta una acción de gracias pública y se aprueba un senadoconsulto disponiendo que el cónsul Caio Licinio Craso licenciase a los hombres que, aparte de los soldados regulares y los marinos, estaban sirviendo a sus órdenes por medio de un juramento en masa (coniurati, enrolados en situaciones de emergencia por un juramento colectivo).
• Era evidente que esta vez Roma sí había puesto en marcha su maquinaria bélica para acabar de una vez la guerra:
"Las naves que estaban fondeadas en el Tiber, listas y equipadas para ser enviadas a Macedonia si las circunstancias lo requerían, serían sacadas a tierra y guardadas en los astilleros; los marinos recibirían la paga de un año y serían licenciados, y con ellos todos los que habían prestado juramento de obediencia al cónsul; y en cuanto a los soldados que había en Corcira, en Brundisio, en las costas del mar Adriático y en el territorio de Larino — en todos estos sitios se habían dispuesto contingentes de tropas para que Caio Licinio mandase ayuda a su colega si la situación así lo requería— , se decidió licenciarlos a todos"
• Era evidente que esta vez Roma sí había puesto en marcha su maquinaria bélica para acabar de una vez la guerra:
"Las naves que estaban fondeadas en el Tiber, listas y equipadas para ser enviadas a Macedonia si las circunstancias lo requerían, serían sacadas a tierra y guardadas en los astilleros; los marinos recibirían la paga de un año y serían licenciados, y con ellos todos los que habían prestado juramento de obediencia al cónsul; y en cuanto a los soldados que había en Corcira, en Brundisio, en las costas del mar Adriático y en el territorio de Larino — en todos estos sitios se habían dispuesto contingentes de tropas para que Caio Licinio mandase ayuda a su colega si la situación así lo requería— , se decidió licenciarlos a todos"
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Vae Victis
Final del Tema
Ahora sí que acaba este hilo. Dejo la batalla de Pidna como el epílogo de una fase de la historia de Roma en la que hemos visto desde la anexión de la península Itálica hasta esta Tercera Guerra Macedónica (dejando muchas lagunas, claro).
Los métodos usados en las relaciones con Oriente habían fracasado. Macedonia, a la que erróneamente Roma había intentado usar como clave para mantener un equilibrio en la zona, había probado que un estado de recursos medianos podía causar problemas al patronato romano en Oriente. Por consiguiente, era necesario suprimir estos estados.
Pidna representa un punto importante en la política exterior romana; se va a cambiar la concepción defensiva en Oriente a través de un patronato por una intervención directa. Algunos autores ven en este momento el arranque imperialista de Roma.
Por otro lado, no se puede continuar obviando lo acaecido en Hispania, Galia Cisalpina y muchos otros aspectos que merecen un hilo aparte.
De seguir con los romanoides ya lo haría en nuevos temas.
-PD: Por supuesto, el hilo está abierto para el que quiera añadir cualquier cosa. Que esto no era un monólogo, aunque llegara a parecerlo.
Un saludo y gracias a los que han seguido el tema.
Ahora sí que acaba este hilo. Dejo la batalla de Pidna como el epílogo de una fase de la historia de Roma en la que hemos visto desde la anexión de la península Itálica hasta esta Tercera Guerra Macedónica (dejando muchas lagunas, claro).
Los métodos usados en las relaciones con Oriente habían fracasado. Macedonia, a la que erróneamente Roma había intentado usar como clave para mantener un equilibrio en la zona, había probado que un estado de recursos medianos podía causar problemas al patronato romano en Oriente. Por consiguiente, era necesario suprimir estos estados.
Pidna representa un punto importante en la política exterior romana; se va a cambiar la concepción defensiva en Oriente a través de un patronato por una intervención directa. Algunos autores ven en este momento el arranque imperialista de Roma.
Por otro lado, no se puede continuar obviando lo acaecido en Hispania, Galia Cisalpina y muchos otros aspectos que merecen un hilo aparte.
De seguir con los romanoides ya lo haría en nuevos temas.
-PD: Por supuesto, el hilo está abierto para el que quiera añadir cualquier cosa. Que esto no era un monólogo, aunque llegara a parecerlo.
Un saludo y gracias a los que han seguido el tema.
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Vae Victis
Los agradecidos somos nosotros.
Salut.
Salut.
El vientre de mi enemigo, sera la unica vaina para mi espada. Salut.
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- Recluta
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Vae Victis
Llevo mucho tiempo leyendo y disfrutando de este hilo, una verdadera maravilla.
Ahora que ha llegado a su final me he registrado simplemente para agradecerle su aportación. Pues eso, muchas gracias.
Ahora que ha llegado a su final me he registrado simplemente para agradecerle su aportación. Pues eso, muchas gracias.
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Vae Victis
Espero mas hilos y "UN LIBRO"
De noche todos los gatos son pardos. Menos los negros, que no se ven
VAE VICTIS
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Vae Victis
Frate, será porque no estoy abierto, con perdón, a propuestas. Anda que no hay temas sueltos, no tan generalizados como éste, para pedir:
-La IIIª Guerra Punica
-La Guerra Social
-La primera revuelta en Judea
-Los inicios de la conquista de Britania
-Las expediciones más allá del Rin hasta el desastre de Teutoburgo
-Y como no, la conquista de Hispania.
-Etc, etc, etc
El que quiera, ya lo tengo dicho, si está en mi mano...
-La IIIª Guerra Punica
-La Guerra Social
-La primera revuelta en Judea
-Los inicios de la conquista de Britania
-Las expediciones más allá del Rin hasta el desastre de Teutoburgo
-Y como no, la conquista de Hispania.
-Etc, etc, etc
El que quiera, ya lo tengo dicho, si está en mi mano...
- brenan
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Vae Victis
Convoco al Senado para que decida
Ave Valerio, los que te van a leer te saludan
Senadores hagan su elección
Y ahora, el rebelde de la Montañas del norte de Hispania se va a empiltrar que ya va siendo hora de dedicarle unas horas a Morfeo
Ave Valerio, los que te van a leer te saludan
Senadores hagan su elección
Y ahora, el rebelde de la Montañas del norte de Hispania se va a empiltrar que ya va siendo hora de dedicarle unas horas a Morfeo
De noche todos los gatos son pardos. Menos los negros, que no se ven
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