Relato: 2008. La Llamarada del Fénix

Las guerras y conflictos en la región latinoamericana, desde la Conquista hasta las Malvinas y el Cénepa. Personajes y sucesos históricos militares.
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flanker33
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix

Mensaje por flanker33 »

10 de marzo. San Gabriel. Ecuador.

A aquellas horas de la noche, solo el café, la tensión y las ansias de conocer las noticias llegadas del frente, le hacían mantener sus neuronas activas, aunque estas pidiesen a gritos un descanso. El General Celso Freire miraba fijamente como en el mapa que presidía la sala del Cuartel General avanzado que el Ejército Ecuatoriano había establecido en la localidad de San Gabriel, a algo más de 20 km de las posiciones enemigas alrededor de Tulcán, había aparecido por fin el símbolo de la bandera ecuatoriana sobre el pueblo de Tufiño tras varias horas de combates. Durante todo el día anterior se había estado luchando por la zona al oeste de Tulcán, reduciendo el territorio que mantenían ocupado los colombianos. Primero todo había ido bien, logrando con cierta facilidad separar Tulcán de Tufiño, llegando sus tropas hasta la frontera, pero poco a poco, al intentar reducir la cabeza de puente que se había creado alrededor de Tufiño, la resistencia se había endurecido mucho más. Se habían producido fuertes bombardeos artilleros por parte de ambos bandos, y el avance se estancó hasta el anochecer, cuando tras reagruparse, las fuerzas ecuatorianas volvieron a lanzar un renovado ataque, tratando de expulsar definitivamente a los colombianos del suelo patrio. En el confuso y violento combate nocturno que siguió, se produjeron cuantiosas bajas en sus filas, pero tras un par de horas, por fin los colombianos se habían replegado al otro lado de la frontera, y aquella banderita en el mapa era la confirmación de ello.
Aunque había algo que no le terminaba de cuadrar a Freire, ya que según algunos informes preliminares de sus mandos sobre el terreno, había indicios que el enemigo había procedido con una retirada ordenada, y que los combates más duros se habían dado para dar tiempo a que aquellas tropas cruzasen de vuelta a su país, retirándose después con relativa prontitud ante el ataque nocturno ecuatoriano. Quizás el enemigo estaba pensando ya en retirarse de esa zona, o quizás no, pero él había cumplido con sus objetivos con éxito, al menos en aquel sector. Desgraciadamente, el plan de batalla exigía que durante el día 9, se aislase Tulcán por el este y oeste, pero el ataque contra la parte este de Tulcan, principalmente desde el aeropuerto y hasta la frontera, se había saldado con un éxito – o fracaso, según se mirase – relativo. El aeropuerto seguía sin poder ser ocupado, pero a su vez le era negado al enemigo, y el intento de reducir el terreno que habían ganado los colombianos hasta la frontera al oeste de la ciudad, tan solo había visto pequeños avances, insuficientes para poder considerarlos un éxito. De todas maneras, debía sobreponerse a aquel hecho. Dentro de pocas horas sus fuerzas lanzarían el asalto contra Tulcán, y aquello no era negociable según le habían dejado bien claro las máximas autoridades del país. Su ofensiva, en unión con la que sus aliados venezolanos iban a lanzar al norte, debían finalmente decidir la guerra a su favor en pocos días, derrotando decisivamente a los colombianos, y aunque Freire creía en el poderoso efecto de lanzar dos importantes ofensivas coordinadas contra el enemigo, desearía haber tenido algún día más para terminar de preparar a sus hombres y a las maquinas que iban a participar en el ataque, y también terminar de aislar a las fuerzas enemigas que defendían Tulcán por el sur, este y oeste, y facilitar la toma de la ciudad. Se debía conformar con los avances conseguidos y con el “ablandamiento” de las posiciones defensivas enemigas tras toda la jornada sufriendo estas un duro bombardeo artillero por parte de su artillería.
Al menos en los demás sectores de la frontera la situación era de relativa calma. Las acciones aéreas de importancia aquel día habían sido escasas por no decir nulas, a la espera de poder apoyar la ofensiva terrestre por Tulcán. Las mejores noticias llegaban desde el mar, donde la Armada seguía bloqueando la costa colombiana sin más sobresalto como en los pasados días, aunque las noticias que llegaban de un Grupo naval de la US Navy dirigiéndose ligeramente al sur de la costa del Pacífico de Panamá, eran inquietantes. Esperaba que los políticos de Quito al menos pudiesen mantener la situación internacional como hasta ahora, por que si no la cosa se iba a complicar hasta extremos insospechados.



10 de marzo. Santa Marta. Colombia.

Tras su periplo hacia la zona de conflicto y el frustrado intento de llegar a primera línea unos días atrás, Sandrine y su cámara Jean-Rene, se encontraban ya de vuelta en Santa Marta, donde habían sido conducidos por las autoridades colombianas que habían descubierto la presencia de los periodistas franceses en un control de carreteras. Allí se habían ganado una reprimenda de las autoridades civiles y militares del país, pero tampoco nada demasiado serio, no era cuestión de tener mala prensa y enemistarse con una potencia como Francia. Más dura había sido la bronca de los superiores de su canal de televisión, los mismos que la hubiesen colmado de halagos y parabienes si le hubiera salido bien la jugada, pero así eran los directivos de los medios de comunicación. Ella sabía cómo era ese juego y sabía jugarlo, así que no les prestó demasiada atención. Era una buena periodista y tenía cierto prestigio en su país, aumentado ahora con la popularidad que le daba estar en el punto más candente de las noticias en el planeta. Le preocupaban mucho más otras cosas, como por ejemplo, la situación en que quedaba Edianys y su Yaneth tras la pérdida de su hogar y de su marido, ellas si tenían motivos para estar preocupadas, y aunque Sandrine trato de hacer todo lo que estaba en su mano para ayudarlas dadas las circunstancias, seguro que les esperaba una vida muy difícil a partir de entonces. Pero también estaba preocupada por la suerte que habría corrido su irritante y fanfarrón colega australiano Alan Howard, del cual no había vuelto a tener noticias desde que se despidieran días atrás y él se empeñara en llegar a primera línea de combate. Nadie sabía nada de él, no había enviado ningún reportaje, imagen o crónica ni siquiera para la CNN donde supuestamente le había dicho que trabajaba ahora el freelance.
Ella por su parte, tras recuperarse un poco del viaje y soportar estoicamente las correspondientes reprimendas, había tenido que ponerse al día y volver al trabajo, así que allí estaba, cuando eran poco más de la una de la madrugada, dispuesta otra vez a grabar una crónica para el informativo matinal en Francia.

“…y estos son los principales acontecimientos de lo sucedido ayer día 9 en la zona de operaciones de la Guajira, la más importante de este conflicto. En otras zonas de la frontera común entre Venezuela y Colombia, y pese a que las operaciones no sean tan intensas, tampoco se deja de luchar. Nos llegan informaciones de intercambio de disparos, incluidos morteros y fuego de artillería en algunos puntos, desde la zona selvática al sur, pasando por la región de los Llanos en el centro y hasta la zona más montañosa algo más al norte.
Desde Caracas, el portavoz de las Fuerzas Armadas venezolanas anuncio que en el día de ayer, la aviación militar de su país había vuelto a atacar importantes objetivos estratégicos. Enseño fotos de una base aérea colombiana sobre la que se alzaban columnas de humo y que identifico como la de Palanquero, así como de una fábrica de municiones y explosivo para la artillería y aviación en llamas, identificada como fabrica “Santa Barbara”, en Sogamoso. También anunció el intento de un submarino colombiano de penetrar en aguas venezolanas y atacar un convoy naval, intento que fue repelido por los buques y aviación naval de su país, habiendo evidencias de que dicho submarino fue alcanzado y hundido, pero que no podía confirmarlo en ese momento. Finalmente dicho convoy pudo llegar a su destino en algún lugar del Golfo de Venezuela sin mayor novedad.”
Lo que no dijo Sandrine ni el portavoz era que dicho convoy había salido de puerto Cabello el día anterior cargado de suministros bélicos para el frente y con el armamento pesado de la 2ª Brigada de Infantería de Marina, unidad que a su vez se había desplazado “ligera” por carretera hacia la Guajira. El Capitán de Navío Cadenas podía respirar tranquilo, ya que pese al intento colombiano de atacar al convoy con el submarino “Pijao”, este había podido llegar con su vital carga y descargarlo en Maracaibo y playas de la Guajira, a la vez que seguro había inquietado y confundido al mando colombiano ante la posibilidad que se produjera un intento de asalto anfibio a la espalda de sus fuerzas. El submarino según todos los indicios se había evadido de sus fragatas y helicópteros ASW, pero nunca estaba de más tratar de confundir y minar un poco la moral de la población colombiana con la noticia que posiblemente hubiese sido hundido.
“La Armada Colombiana” proseguía Sandrine, “ha dicho que no ha perdido ninguno de sus submarinos, pero que no descarta ni desmiente la operación ya que no comenta sus operaciones militares más sensibles a la prensa. Y por último, en el escenario del conflicto entre Ecuador y Colombia, las autoridades de Quito dicen haber recuperado ayer parte del terreno perdido en torno al pequeño pueblo fronterizo de Tufiño tras duros combates, pero reconocen que no han podido retomar el control del aeropuerto de Tulcan ni el terreno que lo une hacia el este con la frontera colombiana, y que había sido objeto de ataque por sus fuerzas. Estas operaciones parecen encuadrarse en el marco de una esperada contraofensiva ecuatoriana que podría materializarse en cualquier momento según expertos consultados por esta periodista.”
Tras unas cuantas explicaciones más sobre la seguridad de los nacionales franceses y las recomendaciones de las embajadas francesas a sus ciudadanos en la zona y países limítrofes, Sandrine dio por concluida la grabación. Ahora tocaba editarlo y enviarlo a París, luego descansaría unas horas.


10 de marzo. Sierra del Perijá. Frontera entre Colombia y Venezuela.

Entre la oscuridad y la bruma se entreveía la cima de la montaña. A aquella altitud, el frio, intensificado por el viento que soplaba, y la humedad provocada por la vegetación y la ligera llovizna que caía, calaban y congelaban hasta los huesos. A duras penas la ropa térmica, el uniforme, los guantes y el gorro de lana que vestían aquellos hombres servían para mitigar las bajas temperaturas de las horas previas al amanecer.
Apenas doscientos metros, doscientos cincuenta a lo sumo. Aquella era toda la distancia que los separaba de su objetivo, la cota 2743. Y es que por fin habían conseguido llegar, tras un penoso avance por aquellas montañas, que había comenzado al oscurecerse totalmente la noche y que había durado muchas horas, quizás demasiadas. Aliados con la oscuridad y la tupida vegetación de los bosques selváticos de las montañas, los 40 hombres del pelotón del Teniente Juan Fernando Quiroga, del Batallón de Alta Montaña nº 7 “My. Raúl Guillermo Mahecha Martínez”, habían realizado primero una marcha de varios kilómetros para dar luego un rodeo y alejarse de la vista de posibles puestos de observación enemigos. Mas tarde habían realizado un rappel para salvar un precipicio que se interponía en su camino. Al llegar al fondo, y ocultos por altas paredes verticales, otra lenta marcha de casi una hora de duración, tras la cual hubieron de escalar una pared casi vertical para seguir la ruta prevista de acercamiento a su objetivo. Después un penoso avance en absoluto silencio y con los cinco sentidos puestos en detectar posibles problemas, y ya cerca de la cota 2743, habían estado a punto de perder todo el factor sorpresa al toparse con varias trampas “caza-bobos” entre los árboles. Casi de milagro, y gracias a las gafas de visión nocturna y la intuición del Teniente lograron detectarlas a tiempo, pero aquel imprevisto los obligó a avanzar con mayor cautela si cabe, variando ligeramente su camino y eliminando algunas de aquellas trampas explosivas, añadiendo más retraso sobre el horario previsto. Y así, algo más de una hora después del horario previsto, tenían por fin a la vista la cota 2743.
Pero ahora, la oscuridad y la vegetación que les habían servido para mantenerse ocultos comenzaban a faltar. Donde estaban situados eran las últimas masas vegetales que les servirían para ocultarse, a partir de allí la vegetación era mucho menor y más baja, y ya llegando a las posiciones enemigas era inexistente, ya que los defensores se habían encargado de limpiarla para tener un buen campo de visión y de tiro. Por otra parte, la oscuridad de la noche no tardaría mucho en comenzar a diluirse y a dejarse ver los primeros rayos de sol en el horizonte, así que tenían poco tiempo para preparar el asalto.
Desde donde se encontraba, Quiroga podía observar a través de la lluvia, en lo alto, las posiciones venezolanas. La posición enemiga en la cúspide de aquella montaña estaba constituida por un punto fortificado de forma ovalada y de unos 45 por 30 metros de longitud. Estaba servido por al menos unos 20 o 30 efectivos enemigos, armados con armamento portátil (especialmente ametralladoras y seguramente algunos morteros ligeros) y bien fortificados, con trincheras, sacos terreros, alambradas y refugios donde guarecerse en caso de bombardeo colombiano. La posición era particularmente fuerte en su sector frontal, dando la cara a la parte colombiana de la sierra del Perijá, pero era una defensa que abarcaba los 360 grados, por lo que no tenía ningún punto sin defender o por donde cogerlos por sorpresa. Quiroga y sus hombres, tras el largo y difícil avance nocturno, se encontraban precisamente a “la espalda” del puesto, al este, por donde era más difícil de suponer un ataque enemigo, pero aún así, no iba a ser fácil asaltar aquella posición. Tan solo la sorpresa y la decisión y contundencia de su asalto les daría alguna oportunidad. Y no debían fallar ya que el plan del Batallón de conquistar las tres cotas más importantes en aquel sector no dejaba mucho espacio para el fracaso de ninguna de las tres compañías que iban a realizarlo. Primero un solitario pelotón de cada compañía se infiltraría en suelo enemigo para realizar el asalto a las posiciones enemigas, que debido a la gran cantidad de territorio a defender y los siempre escasos efectivos, no podían ser muy numerosas. Apoyados por fuego de morteros y sirviéndose de la sorpresa, debían ocupar las posiciones venezolanas y esperar los refuerzos del resto de la compañía que llegaría por helicóptero primero y por tierra algo después. Una vez firmemente asentados y fortificados, debían mantener la posición a la vez que hacían de observadores para la artillería propia que dispararía sobre las fuerzas enemigas que vieran o que intentaran sacarlos de allí. La idea era conquistar algo de territorio enemigo, desde luego no mucho, pero lo importante era atraer fuerzas enemigas, que estos creyeran que podía ser el inicio de un asalto más importante al sur de su ofensiva sobre la Guajira, y que se vieran forzados a prestarles atención, además que seguro que trataría de recuperar su suelo patrio de todas las maneras posibles. El Teniente no discutía la estrategia, acataba ordenes, pero sabía que aquella misión que les había tocado iba a ser muy dificil.
Quiroga ya había contactado con el mando del Batallón para informar que estaban listos para el asalto, y a su vez fue informado que el pelotón de asalto de la 1ª Compañía también se encontraba listo, y que estaban a la espera de que el de la 2ª Compañía comunicase su estado, para iniciar el ataque. Pero tras unos minutos, se escucharon algunas explosiones, no muy fuertes, luego algunas más potentes y finalmente un importante fuego de fusilería.
“Mierda, han descubierto a los de la Segunda” fue lo que le vino a la cabeza a Quiroga. No tardó en llamar a su operador de radio para informar y solicitar instrucciones, pero el Mayor al mando del Batallón se le había adelantado. Tenían luz verde para iniciar el ataque.
El Teniente cogió la radio otra vez y llamó a los morteros. Tras un rápido bombardeo, sus hombres avanzarían lanzando proyectiles y granadas de humo, y cubriéndose como pudieran, tratarían de llegar lo más rápido posible a la cima y desalojar a los defensores. Quiroga temía sufrir muchas bajas, pero no había más opción.
Se agachó al escuchar los primeros proyectiles de mortero caer a no demasiada distancia. Solo esperaba que no hubiera proyectiles “largos” que les causaran problemas, no necesitaba añadir el “fuego amigo” a sus dificultades.
Cuando minutos después la intensidad del bombardeo comenzó a menguar, el Teniente Quiroga hizo una señal a sus hombres. Era la hora...



El cabo Jesús María López estaba encogido en el fondo de su refugio soportando con resignación y algo de miedo otro bombardeo enemigo, el segundo de aquella noche. Como en días anteriores, seguían machacando con fuego de mortero la posición venezolana. El Teniente les había dicho que eran morteros de 81 mm, pero a él y a sus compañeros en aquella posición defensiva en lo alto de la cota 2743, les parecían obuses de 155…aunque quizás era porque nunca habían tenido que soportar un bombardeo de ese calibre. Desde que comenzara el conflicto los colombianos tenían la mala costumbre de bombardear la posición dos o tres veces por noche. La precisión no era demasiada, aunque algunos proyectiles habían causado ya algunas bajas, en concreto cuatro, dos heridos que tuvieron que ser evacuados y dos fallecidos que tuvieron la mala suerte de no llegar a tiempo a su refugio cuando cayeron los primeros proyectiles. También aquellos proyectiles tenían la virtud de no dejar dormir demasiado a los soldados, y entre la tensión y la falta de sueño, la fatiga se acumulaba y tras varios días de conflicto, se comenzaba a notar entre los soldados del pelotón que defendía aquella posición, pertenecientes al 133º Batallón de Infantería.
López, acompañado de su municionador y ayudante, el soldado Gil, estaba en su posición de ametrallador, protegido por un hueco que sobresalía un poco hacia delante de la trinchera principal, pero que conectaba con esta, y rodeado de sacos terreros enfrente, a los lados, y por encima suyo, dejando tan solo una abertura al frente para vigilar todo el sector hacia el oeste y sur oeste de la posición, justo enfrente de las posiciones colombianas en las montañas al otro lado del valle. Otra ametralladora cubría el arco hacia el oeste y noroeste, y otra más hacia el este, en el lado opuesto de su posición, teniendo cubiertos todos los sectores de fuego por donde pudiera atacar el enemigo. Además, desde las trincheras y los pozos de tirador, el resto de los 31 soldados del pelotón podían disparar sus fusiles y lanzagranadas contra los agresores, y un par de morteros ligeros ayudaban a completar el conjunto de la defensa de la plaza.
De pronto, cuando a López le pareció que comenzaban a aflojar las explosiones a su alrededor, escuchó lo que le pareció el tableteo de armas automáticas, pero no pudo discernir de donde procedía. Con cautela pero con decisión se incorporó y echó un vistazo desde su posición al campo de visión que cubría su ametralladora para ver si estaban siendo atacados…pero nada, al menos desde aquella dirección. AL menos parecía que los morteros enemigos habían parado de caer, pero estaba algo desorientado y nervioso por aquel otro ruido de fuego de armas portátiles. Entonces Gil le cogió de la manga de su guerrera y le indicó hacia atrás.
-Por allá, suena por allá, a retaguardia…
-¡coñ*!...
El cabo echó una última mirada por la tronera donde apuntaba su ametralladora y al no ver indicios de un ataque enemigo, cogió la FN MAG y salio a la trinchera principal con su ayudante. Miraron a uno y otro lado. A su izquierda, un soldado disparaba hacia el este por encima de la trinchera, a su derecha no había nadie, aunque lo quebrado del trazado de la trinchera hacia que no pudieran ver a mucha distancia. López subió la MAG a lo alto de la trinchera y echó un vistazo a la vez que apuntaba hacia donde oía los disparos. Todavía no estaba seguro del todo de lo que pasaba, pero todo parecía indicar que les estaban atacando desde atrás. “¿Como carajos se las abran ingeniado para evitar las zonas minadas y pillarnos por sorpresa?” pensó. Pero no hubo tiempo para más. Surgiendo de no se sabía donde, dos hombres con uniforme mimetizado y gorro negro de lana en la cabeza avanzaban disparando su fusil desde la cadera. Inmediatamente y como por un automatismo, reaccionó disparando una larga y sostenida ráfaga de ametralladora. Vio como lo que le parecieron “pequeños surtidores de sangre”, salían del cuerpo de aquellos soldados al recibir los impactos de sus proyectiles. Cayeron casi al unisono. No volverían a levantarse.
Gil se había unido al tiroteo y disparaba su FAL contra Dios sabe que. Él volvió a mirar en busca de nuevos objetivos, a la vez que se daba cuenta que acababa de quitarle la vida a dos hombres, y no sentía nada, no podía, no tenía tiempo y debía tener todos sus sentidos puestos en su tarea si quería salir vivo de aquello. Y se lo vino a recordar un pequeño artefacto que vio realizar una parábola unos metros más allá. Sus reflejos le sirvieron bien, y justo cuando agacho la cabeza por debajo de la tierra apelmazada de la trinchera, unas esquirlas pasaron volando sobre ella. “Virgen Santa, Virgen Santa, Virgen Santa...” se repetía, viendo lo cerca que había estado de morir. No sabía que sucedía más allá de su campo de visión, no tenía ni idea de como les iba a los demás ni de que ordenes había dado el Teniente, solo sabía que debía defender su puesto y tratar de salir con vida. Nada más tenía sentido ni importancia fuera de aquel “pequeño mundo”.
Pero no estaba dispuesto a dejarse llevar por el pánico. Se incorporó de nuevo y volvió a disparar, esta vez contra nada en particular, solo para mantener agachado al enemigo. Pero cuando soltó el gatillo, al poco vio como a su derecha aparecían las siluetas de tres hombres tras un bote de humo que habían lanzado segundos antes. “Demasiado pronto...los puedo ver” pensaba a la vez que giraba la ametralladora y volvía a disparar otra ráfaga. Alcanzó a uno de los enemigos, pero hubo de agachar la cabeza al oír y notar como las balas enemigas buscaban su cabeza y levantaban tierra alrededor suyo.

-¡Gil, esos cabrones deben de haber entrado en la trinchera allá, a la derecha! ¡No sabemos si queda alguno de los nuestros! ¡Ve a la esquina y defiéndela, no dejes que nadie salga por allá!
-¡Voy mi cabo! - respondió el solicito soldado.

Iba a levantarse de nuevo con su arma cuando vio que a la izquierda, el soldado que antes disparaba desde allí, ahora yacía en el fondo de la trinchera con un enorme boquete en lo que antes había sido su rostro. Encomendándose a la Virgen, volvió a asomarse, siempre con el cañón de su MAG por delante y vio con horror como tres hombres se abalanzaban sobre su posición disparando. El respondió al fuego y logró abatir a uno de ellos, pero otro lanzó una granada que cayó dentro de la trinchera, a su izquierda. En un acto reflejo, soltó la ametralladora y saltó a su derecha cuerpo a tierra, pero la explosión de la granada de mano le alcanzó. Algunos trozos de plástico incandescente se alojaron en el interior de su cuerpo. El dolor fue increíble, y el aullido consecuente atronador. Creyó que iba a morir allí mismo. Se arrastró por el suelo como pudo hacia su derecha, intentando buscar la ayuda de Gil, su última esperanza, pero con la vista borrosa por el dolor y las heridas, pudo ver como el cuerpo del soldado que era su amigo, caía atravesado por dos o tres proyectiles del 5,56...de pronto “todo su mundo” terminó de derrumbarse y quedó en estado de shock... “estoy muerto” se dijo antes de sentir como alguien desde atrás le agarraba y le volteaba hacia arriba, quedando frente a su cara un cañón de un fusil Galil.




-¡Mi Teniente, el helicóptero llega en tres minutos! - le dijo su radio operador.
-Gracias. Informe al Sargento para que lo reciba.
-A la orden.

Hacía casi diez minutos que el fuego se había detenido y el Teniente Quiroga seguía con su ronda de inspección post asalto tras visitar a sus heridos. Tras los pocos pero furiosos minutos que había durado el ataque, el Teniente todavía tenía la sangre hirviendo de adrenalina, aunque ya comenzaba a aflojar la tensión del combate, y había empezado a notar la herida en su muslo izquierdo y que le hacia cojear ostensiblemente. El médico del pelotón quería echarle un vistazo , pero el Teniente le había dado largas. Primero debía evaluar la situación, y tampoco parecía demasiado importante, si no ya se habría derrumbado.
Por un lado estaba contento. Había cumplido su objetivo, la posición enemiga era suya. Ahora solo debía esperar a los refuerzos y rezar para que el enemigo no montara un contraataque importante, por que incluso con los hombres que llegarían en el Mi-17, con todas las bajas que había sufrido, la posición de sus fuerzas en aquella montaña sería precaria. Por otro lado, estaba desanimado. Diecisiete de sus hombres eran bajas, once muertos y seis heridos graves. Ocho más, incluido él, con heridas leves que les permitirían seguir luchando, finalizaban la macabra lista de bajas del pelotón... “y pese a todo hemos tenido suerte” se decía. Habían sorprendido a los defensores apenas recién salidos del aturdimiento del fuego de los morteros y sin ningún aviso de que tuvieran enemigos a sus espaldas. Aunque los venezolanos se habían defendido bien dadas las circunstancias, como lo atestiguaban las bajas entre sus hombres, la velocidad y la fiereza del asalto habían decidido el resultado del combate. Se había apoderado de la cima de aquella montaña, con bastante equipo enemigo y varios prisioneros, varios de ellos heridos. Miró hacia donde estaban los venezolanos. Vio a uno, en su uniforme se leía “López”, y parecía haber sido alcanzado en la espalda, en el costado izquierdo y en las piernas. El hombre parecía más muerto que vivo, pero tanto él como los demás prisioneros enfermos recibirían atención.

-¡Doctor, venga aquí!
-Mi Teniente, ¿tiene ya tiempo para que le mire la pierna?
-Todavía no. Quiero que se asegure de que tras evacuar a nuestros heridos más graves en el helicóptero, haga lo mismo con los prisioneros. Evaluelos y determine quienes pueden ser evacuados y recibir ayuda medica, a los demás deberá tratarlos aquí ¿entendido?
-Si mi Teniente... pero ¿su pierna?
-Luego, luego. No es nada, no me duele mucho. Vamos, cumpla sus ordenes.

Y mientras el doctor se alejaba, Quiroga pensaba en que según le habían informado, el pelotón de la 2ª Compañía no había tenido éxito y sus hombres se habían encontrado en un campo minado y bajo un preciso fuego enemigo, que les causo varias bajas y les obligo a abortar la misión. Por su parte, la 1ª Compañía si había logrado su objetivo y ya estaban reforzando la posición conseguida.
Con la mirada perdida por un segundo en el horizonte, hacia el oeste, hacia los picos de las montañas de su Patria, en ese preciso momento vio como un enorme Mi-17 se aproximaba volando bajo, por debajo de las montañas, y se elevaba solo en el último momento ya cerca de la cúspide de la cota 2743. Llegaban los primeros refuerzos...el plan y su misión seguían en pie.


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Mensaje por Henry Alvarez Monsalve »

Estimado flanker.

Excelente como siempre. :claps: :claps:

Un saludo.


MauricioA
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Mensaje por MauricioA »

muy buen capitulo como siempre , continua la campaña y cada vez se pone mas interesante :thumbs:

aunque las noticias que llegaban de un Grupo naval de la US Navy dirigiéndose ligeramente al sur de la costa del Pacífico de Panamá, eran inquietantes. Esperaba que los políticos de Quito al menos pudiesen mantener la situación internacional como hasta ahora, por que si no la cosa se iba a complicar hasta extremos insospechados



sobre esto .................. no creo que hubieran intervenido abiertamente, ellos han demostrado que vienen evitando conflictos estos últimos 6 años y ademas se debe considerar que en esa época aun tenían personal y aviones en la base aerea de Manta que hubieran tenido que abandonar al apuro.
mas bien si nos fijamos en los hechos históricos encontramos que en Agosto del 2008 los rusos invadieron Georgia y esos no hubieran perdido la oportunidad para hacerse notar en este conflicto moviendo barcos al Pacifico y el Caribe, también tenemos el despliegue de barcos de Rusia a Venezuela en Noviembre del 2008.
Creo que si USA hubiera movido barcos a Panama, los rusos hubieran movido barcos a Nicaragua y equilibraban el escenario


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Mensaje por SAETA2003 »

excelente, nuevamente mis felicitaciones al autor.


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Mensaje por flanker33 »

Hola a todos y gracias una vez más por vuestros comentarios.

Hola MauricioA,

sobre esto .................. no creo que hubieran intervenido abiertamente


Y efectivamente no lo están haciendo, de momento todo es encubierto, apoyo diplomático y mostrar pabellón cada vez más cerca de la zona en conflicto.

Creo que si USA hubiera movido barcos a Panama, los rusos hubieran movido barcos a Nicaragua y equilibraban el escenario


Interesante...no le diré que no lo he pensado...¿ocurrirá algo así en el relato? :twisted:

Un saludo.


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Mensaje por KL Albrecht Achilles »

MauricioA escribió:Creo que si USA hubiera movido barcos a Panama, los rusos hubieran movido barcos a Nicaragua y equilibraban el escenario


Creo que la crisis se suscito muy de repente como para haberle dado a los rusos tiempo de posicionar sus buques en Nicaragua con antelacion, y si lo pensaban hacer despues del comienzo de las hostilidades lo mas probable es que aun estuviesen cruzando el Atlantico cuando todo haya acabado.

Saludos :cool2:


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Mensaje por SAETA2003 »

un saludo mi estimado flanker, cuentame como va la próxima entrega, me tienes comiéndome las uñas.


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Mensaje por flanker33 »

KL Albrecht Achilles escribió:
MauricioA escribió:Creo que si USA hubiera movido barcos a Panama, los rusos hubieran movido barcos a Nicaragua y equilibraban el escenario


Creo que la crisis se suscito muy de repente como para haberle dado a los rusos tiempo de posicionar sus buques en Nicaragua con antelacion, y si lo pensaban hacer despues del comienzo de las hostilidades lo mas probable es que aun estuviesen cruzando el Atlantico cuando todo haya acabado.


Es cierto, habría que investigar que buques rusos podían haber en el Atlantico en esas fechas, pero creo que sería muy dificil sacar algún dato en claro. Además, un solitario barco tampoco equilibraría a todo un CVBG de la USN. Yo lo veo más bien como un apoyo de mostrar el pabellón, y quizás sería más realista un SSN que patrullase por el Atlántico "se dejase caer" por el Caribe o sobre todo, uno o dos Tu-142 que se enviasen a Cuba y desde allí vigilasen el Caribe e informase a Caracas, como los E-3 a Bogotá, sobre los movimientos en el mar.

SAETA2003 escribió:un saludo mi estimado flanker, cuentame como va la próxima entrega, me tienes comiéndome las uñas.


Hola SAETA2003, pues en sus primeras fases, ya que he tenido entre manos una pequeña aventura literaria por medio que me ha tenido ocupado unas semanas. Espero darle un empujón en los próximos días.

Saludos.


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Mensaje por flanker33 »

Hola a todos.

Aquí dejo una nueva entrega del relato. Como podreis comprobar, ante la falta de tiempo, cada vez narro los acontecimientos más resumidos y desde un punto de vista más general, con lo que se pierden detalles o escenarios en los que me hubiese gustado profundizar, pero por otro lado se gana en velocidad y se avanza más rápido. Espero que les guste.

Un saludo.


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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix

Mensaje por flanker33 »

10 de marzo. Los Llanos. Frontera entre Colombia y Venezuela.

Durante el transcurso de la noche del 9 al 10 de marzo, el Ejército de Colombia no solo organizó operaciones en las montañas de la sierra del Perijá, si no que más acciones de relevancia tuvieron lugar durante esas horas. Aquellas operaciones ofensivas colombianas que se estaban llevando a cabo en diversos puntos de la frontera, eran claramente secundarias respecto a la lucha en los Teatros de Operaciones principales, sobre todo el de la Guajira, ya que en la frontera con Ecuador se mantenía una actitud defensiva. Pero eso no quería decir que carecieran de importancia. Básicamente tenían dos objetivos, retener, y en la medida de lo posible, atraer a fuerzas venezolanas a aquellos parajes lejos de la Guajira, y segundo, tomar y mantener algo de suelo venezolano para tener una baza negociadora más, en las previsibles y no muy lejanas conversaciones para un alto el fuego. Además se daba la sensación a la opinión pública colombiana e incluso a la internacional, que Colombia estaba llevando a cabo una importante contraofensiva en todo el país para recuperar la iniciativa y ganar la guerra, lo que siempre venía bien de cara a la “guerra de la información”.
Una de aquellas acciones se dio en la zona fronteriza entre las poblaciones de El Amparo de Apure y Arauca, en la zona de los Llanos, donde las fuerzas colombianas tenían órdenes de tomar la población venezolana al otro lado del rio Arauca, y un área de seguridad a su alrededor. Aquel era uno de los pocos lugares de toda la región donde existía un puente permanente que cruzaba el rio que dividía a ambos países, y donde había un objetivo de algún valor por el que mereciera la pena luchar.
Todo comenzó con un ataque sobre el puente internacional “José Antonio Páez” a altas horas de la madrugada, llevado a cabo por la primera compañía del 41º Batallón de Infantería “General Rafael Reyes”. El objetivo estaba muy bien defendido desde hacía días por tropas de la 9ª División de Caballería venezolana, y las probabilidades de éxito eran escasas, pero sirvió para atraer la atención de las tropas venezolanas hacia aquel lugar.
Mientras, como a un kilómetro al oeste de la población del Amparo, la segunda compañía del batallón intentaba un cruce a través del río mediante balsas neumáticas y canoas. En este punto se encontraron con una resistencia menor, pero la dificultad del cruce ralentizaba el asalto y la cantidad de soldados colombianos en la orilla opuesta crecía demasiado lentamente, a la vez que el fuego defensivo aumentaba en volumen al llegar más efectivos venezolanos. Pese a todo, y en parte gracias a la confusión inherente en un ataque nocturno, tras un par de horas, la compañía tenía establecida una solida cabeza de puente.
Por su parte, la tercera compañía del Batallón realizó un asalto helitransportado simultaneo sobre el puente que comunicaba el norte del pueblo con la carretera que llevaba a Guasdualito, para bloquear la llegada de refuerzos enemigos y cerrar la población por aquel flanco. El asalto fue rápido en su primea oleada donde tres UH-1H desembarcaron un pelotón, pillando desprevenidos a los defensores, y ocupando las posiciones asignadas rápidamente. Pero una patrulla del Escuadrón de Caballería Motorizado (Escamoto) de la 9ª División venezolana estaba en las inmediaciones, y respondieron rápidamente a la llamada de alarma. Formada por cuatro V-100 Comando y con 12 soldados en el interior de cada uno de ellos, la patrulla chocó con los colombianos en el puente, produciéndose un fuerte tiroteo. En el mismo, uno de los V-100 resultó alcanzado por un RPG-22 que penetró sin dificultad los 6 mm del fino blindaje frontal. Pero el fuego de las ametralladoras de los tres V-100 restantes, que buscaron mejores posiciones de cobertura, sumadas a las de los soldados desembarcados, su fusilería e incluso a dos morteros ligeros de 60 mm, pusieron en una situación complicada a los defensores colombianos. Estos pensaron que las tornas iban a cambiar cuando de nuevo los tres helicópteros colombianos se acercaron con un segundo pelotón de refuerzo. Pero el fuego de media docena de ametralladoras e incluso el disparo de un AT-4 hizo que el piloto líder declarara la zona como “muy caliente” y abortara el aterrizaje. Los helicópteros se desviaron entonces hacia el punto de cruce del rio al oeste de la población, donde la segunda compañía ampliaba la cabeza de puente conseguida, y desembarcaron a los soldados que transportaban para reforzar aquel sector del ataque.
Poco después, con la llegada de más vehículos y soldados venezolanos desde Guasdualito, los colombianos que resistían en el puente al norte de la ciudad, sin refuerzos y en una posición comprometida, recibieron autorización y finalmente se retiraron hacia el sector de la segunda compañía al oeste del pueblo, donde tras algunos combates, un rodeo y no pocas dificultades, lograron contactar con sus compatriotas.
Mas suerte tuvo el asalto que se llevó a cabo hacia el este, donde a un par de kilómetros del puente internacional, el 40º Batallón de Infantería realizó un segundo cruce del río Arauca. En medio de la oscuridad de la noche y protegido por un oportuno banco de niebla sobre la zona, las fuerzas colombianas, sin apenas oposición, lograron establecerse primero y ampliar después con relativa facilidad sus posiciones en suelo venezolano. Pese a que era una zona algo pantanosa, al encontrarse en la estación seca, el paso era algo más difícil pero no imposible, así que al despuntar el alba dicho Batallón inició su avance hacia El Amparo de Apure. Allí comenzó una dura lucha en el interior y en los alrededores de la población, ya que los defensores se habían visto reforzados por tropas de Caballería y contaban con el apoyo de dos helicópteros de ataque Mi-35 y un Bronco de apoyo al suelo. Su primer objetivo fue despejar la orilla norte del puente “José Antonio Páez” para permitir a la primera compañía del 41º Batallón y a algunos blindados del 18º Grupo de Caballería que permanecían en reserva, cruzar el puente y unirse a la lucha. Con el respaldo de la artillería y morteros de ambos bandos uniéndose a la lucha, y con las tropas defensoras viéndose atacadas por ambos flancos, la situación era muy complicada para ellas, y solo el apoyo aéreo y la llegada de refuerzos por tierra, gracias a que se había mantenido el norte de la población que conectaba con la carretera que se dirigía al resto del país, daban un margen para la esperanza en el bando venezolano, a la vez que impedían una rápida victoria colombiana.
La lucha fue creciendo en intensidad, y a lo largo de todo el día los combates en las calles y edificios de el Amparo de Apure y en sus alrededores, fueron encarnizados, dándose casos de gran fiereza en los mismos y llegando al cuerpo a cuerpo en numerosas ocasiones. Al finalizar el día, y pese a las abultadas bajas en ambos bandos, a que las fuerzas colombianas ocupaban gran parte de la población y de sus aledaños, y que los venezolanos no dejaban de enviar refuerzos, que a su vez eran respondidos por los de sus enemigos, el resultado de la batalla todavía era incierto. Se debería esperar al día siguiente para saber el desenlace de aquella confrontación.


10 de marzo. Rio Orinoco. Frontera entre Colombia y Venezuela.

Otra importante misión colombiana que se desarrolló aquella noche fuera de los Teatros de Operaciones principales, fue llevada a cabo en la cuenca del Orinoco, en isla Ratón, capital del municipio de Autana, a unos 60 km al sur de Puerto Ayacucho. Era un objetivo grande, visible y relativamente poco protegido. Estaba lo suficientemente lejos de Puerto Ayacucho, donde el enemigo era más fuerte, lo que dificultaría la llegada de refuerzos, pero a la vez lo suficientemente cerca para que el enemigo se sintiera nervioso sobre si la importante ciudad amazónica sería el siguiente objetivo, y aquel no era si no un ataque de distracción.
Al dispersar los ataques a lo largo de toda la frontera entre ambos paises, los colombianos intentaban crear confusión e incertidumbre en el mando enemigo, imposibilitando que supieran si eran ataques importantes o de tanteo, y cual de todos ellos sería el de mayor envergadura, o al menos esa era la idea.
Así pues, el Batallón Fluvial de Infantería de Marina nº 40 (Baflim 40), reforzado con una compañía adicional de selva del Ejército y unidades de morteros y artillería, comenzó la operación para realizar un desembarco en diversos puntos de Isla Ratón.
La isla contaba con unos pocos miles de habitantes, la mayoría indígenas de varias etnias, así como algunas infraestructuras turísticas y algunos servicios para la población, entre los que se incluían un destacamento de la Guardia Nacional, que en esos días había alcanzado casi el centenar de efectivos. El Ejército venezolano había enviado un pelotón de morteros y otro de ametralladoras medias para reforzar la defensa de la isla, además de algunas embarcaciones que patrullaban el río y que habían tenido ya algunos choques con sus contrapartes colombianas en las fangosas aguas del Orinoco.
De madrugada, y amparados una vez más por la oscuridad y la bruma, unas cuantas balsas con tropas colombianas se adentraron en el río unos centenares de metros corriente arriba, para dejarse llevar por esta en silencio hasta la costa norte de la isla. Pero las lanchas fluviales venezolanas estaban alertas ya que aquellas eran las condiciones ideales para que el enemigo intentase alguna acción. Entonces, cuando una de las lanchas venezolanas se topó de bruces con una balsa repleta de soldados colombianos se desataron todos los infiernos. Lanchas artilladas colombianas acudieron a proteger a los asaltantes, y otras lanchas venezolanas se acercaban para unirse a la lucha, produciéndose un rápido, violento y confuso combate en medio de la noche y la niebla, dándose no pocos casos de “fuego amigo”. Mientras todo eso sucedía, algunas balsas lograron llegar a la orilla norte.
Aguas abajo, algunos botes tipo anguila colombianos con motores fuera borda, ya que el hacer ruido había dejado de ser un problema, se internaron en el río y se dirigieron a toda velocidad hacia la costa sur de la isla. A su vez, cuatro helicópteros colombianos aparecieron sobrevolando la selva y en un abrir y cerrar de ojos se situaron sobre la vertical del lado oeste de la isla, cerca de la costa, desembarcando de su interior mediante rappel un pelotón de soldados. Tras ello, los helicópteros procedieron a apoyar con fuego de ametralladora a las lanchas colombianas, pero la bruma, la oscuridad todavía presente, y la dificultad para distinguir propios de extraños, hicieron que su fuego fuera poco efectivo.
Habían pasado veinte minutos desde el inicio de la operación, y en el norte de Isla Ratón los restos de una compañía de infantes de marina buscaban preparar y defender una cabeza de playa para que una segunda oleada pudiera reforzarla, pero entonces las tropas de la Guardia Nacional venezolana reaccionaron atacando a aquellos soldados enemigos al norte de la isla, que habían quedado aislados debido a que los combates entre las lanchas en el río se estaban llevando a cabo en su zona. Las tropas colombianas desembarcadas de los helicópteros al oeste de la isla comenzaron a recibir fuego de mortero y ametralladoras, devolviendo estas el fuego como podían, pero encontrándose en una situación difícil, ya que avanzar más allá de la zona que habían logrado ocupar se antojaba muy complicado debido a su escaso número, a la incertidumbre de con cuantos defensores se enfrentaban y al pesado fuego defensivo. En el sur, la rápida llegada de refuerzos mediante las zodiacs que habían recogido más tropas en suelo colombiano, y de los helicópteros que dejaron a las tropas de su segundo viaje allí, al estar la zona centro bajo un intenso fuego enemigo, hizo que ese sector del asalto colombiano fuera el que más opciones de éxito tuvo, además al encontrarse con una menor oposición enemiga, centrada al norte y en el centro de la costa oeste de la isla. Decidido a explotar ese factor, el comandante colombiano reasignó todo sus efectivos al sur de la isla, mientras elaboraba planes para que las tropas al norte y centro, pudieran resistir algo más y fijar a las fuerzas enemigas allí, para luego evacuarlas, dadas las pocas posibilidades de reforzarlas y unir las tres cabezas de playa.
Enfrentándose al grueso de las defensas venezolanas, la situación se tornaba cada vez más desesperada para las pocas tropas colombianas de la compañía que habían logrado arribar a la playa al norte de la isla. Bajo el fuego defensivo de ametralladoras y morteros, también se seguía complicando la situación para las fuerzas del pelotón helitransportado la costa oeste. Así pues, tras un buen rato y teniendo claras las escasas posibilidades de recibir refuerzos de ambas unidades, el mando colombiano decidió intentar evacuar a los primeros y que los segundos se abriesen paso hacia el sur, para unirse a sus compañeros que habían desembarcado allí. Desafortunadamente para los soldados de la primera Compañía no hubo posibilidad de organizar ninguna evacuación al proseguir la pugna en las aguas del Orinoco por parte de las lanchas fluviales de ambos bandos y lo tremendamente arriesgado de utilizar los helicópteros en una zona tan pequeña bajo el fuego enemigo, por lo que a media mañana tuvieron que deponer las armas y rendirse ante la superioridad numérica enemiga. Más afortunados fueron los hombres del pelotón helitransportado que lograron contactar con las fuerzas colombianas al sur. Allí seguían llegando refuerzos de otros pelotones de la segunda compañía, y con casi dos compañías, comenzaron a expandir su cabeza de playa ante una relativamente débil oposición. Pero aquello no duró mucho, ya que los venezolanos redesplegaron sus efectivos del norte y centro hacia el sur, logrando detener el avance colombiano. Algo después, las lanchas y helicópteros habían ya terminado de transportar a todos los efectivos que quedaban del Baflim 40 al sur de Isla Ratón, aunque las fuerzas venezolanas esperaban recibir refuerzos enviados a toda prisa de un momento a otro. La artillería, morteros y helicópteros artillados se sumaron al combate a medida que avanzaba la mañana, mientras que los combates entre las lanchas y botes fluviales al norte de la isla cesaron dejando tras de si varias embarcaciones ardiendo en el rio, y algunas más dañadas que lograron regresar a sus lugares de partida, así como un reguero de cadáveres flotando en el agua que esta llevaba corriente abajo.
Temporalmente sobrepasadas en número, las fuerzas venezolanas tuvieron que retroceder hacia el centro y este de la isla, hasta que a mediodía comenzaron a recibir algunos refuerzos llegados en helicópteros, estancándose entonces el avance colombiano durante unas horas, hasta que ya caída la tarde, una Compañía de otro batallón colombiano consiguió llegar a la isla y reforzar a las fuerzas presentes, produciendose un nuevo empuje hasta arrinconar a los defensores en el extremo noreste de la misma. Con la llegada de la noche, y tras el agotamiento de todo un día de lucha, los tiroteos menguaron y el avance se paralizó, tomándose los dos bandos una necesaria tregua de algunas horas, por lo que el resultado de la batalla por isla Ratón quedaría pendiente de decidirse hasta el día siguiente.


10 de marzo. La Guajira. Colombia.

Si bien todos aquellos ataques colombianos formaban parte de un plan más general, era bien cierto que a vista de todos los mandos colombianos, y del General Suárez el primero, parecía estar claro que si no se lograba expulsar al enemigo de la Guajira, todos lo demás esfuerzos serían en vano. Por lo tanto, el Ejército colombiano comenzó también aquella misma noche su contraofensiva en aquel Teatro de Operaciones, conscientes de que el futuro de la contienda se jugaba en aquella batalla.
Varios centenares de comandos colombianos fueron los primeros en entrar en liza. Durante la noche y aprovechando que el flanco sur venezolano, excepto en “4 Vías” o los alrededores de Maicao, no era un frente bien definido, continuo y defendido dada su extensión, si no más bien una suerte de linea difusa, defendida por patrullas a pie y motorizadas, y con algunos puntos fuertes en zonas ligeramente elevadas o en cauces de ríos o pistas que facilitaban el acceso y el movimiento sur-norte, los comandos se infiltraron en diversos puntos. A pie, en vehículos todoterreno ligeros o incluso en helicópteros, muchos de ellos penetraron en las lineas venezolanas tratando de no tener contacto con el enemigo. Pero no todos tuvieron esa suerte, y algunos de ellos tuvieron que combatir, perdiendo el elemento sorpresa y retirándose en la mayoría de los casos al no poder cumplir su objetivo de infiltrarse sigilosamente.
Los mandos venezolanos, con el General Molero a la cabeza, estaban intranquilos ante la concentración de fuerzas enemigas en su flanco izquierdo, y sabían que en un momento u otro aquellos soldados avanzarían hacia el norte. Cuando el General tuvo conocimiento de los choques con tropas enemigas en medio de la noche, más numerosos de lo habitual, supo que aquel era el día escogido por su oponente para lanzar su propio ataque, pero ante la falta de más datos y de la rigidez de sus ordenes, solo pudo hacer algunas correcciones en su despliegue, pero que se revelarían más tarde como importantes para el devenir de los acontecimientos. A él le hubiese gustado disponer de sus fuerzas de otra manera, hacer frente a aquel ataque, vencer al enemigo y luego seguir su lucha hacia Riohacha, pero desde Caracas habían dejado bien claro que un retraso en las operaciones para tomar la estratégica ciudad no era aceptable, y que cuanto antes tomara Riohacha, antes se pondría fin al conflicto. Así que durante aquel día, debía lanzar el grueso de sus fuerzas, que eran además las que más poder de fuego tenían sin duda alguna, contra los defensores de Riohacha, mientras con el resto de sus hombres debía afrontar el más que posible ataque colombiano.
Y efectivamente Molero no se equivocaba. Suárez ordenó que tras la infiltración, con los primeros rayos de sol y coincidiendo con el inicio de la ofensiva venezolana en Riohacha, sus columnas motorizadas avanzaran hacia el norte. Los hombres de las Brigadas 4ª y 14ª de la 7ª División atacaron en casi todo el flanco izquierdo venezolano, menos en los alrededores de las fuerzas que estaban cerca de Riohacha, pero eran tan solo ataques de tanteo para fijar a las fuerzas enemigas en aquellos sectores. Mientras, el ataque principal se dividía en dos ejes de avance. Uno avanzaba dirección noreste hacia Maicao y era llevado a cabo por la 6º Brigada de la 5ª División, con 3 Batallones de infantería y dos contrainsurgencia. Otro tenía como objetivo “4 Vías”, y estaba formado por la 13º Brigada de la 5ª División y la 2ª Brigada Móvil, pero en realidad era una fuerza equivalente a 3 Brigadas por el número de Batallones que alineaban entre ambas. La idea del General Suárez era la de atacar los dos puntos fuertes y estratégicos que el enemigo había tomado en suelo colombiano, y que con cuya perdida, haría que la misión de las fuerzas venezolanas en Riohacha, fuera imposible de llegar a buen termino y tuvieran que rendirse o ser destruidas. Sabía que la toma de Maicao sería más difícil ya que se trataría en última instancia de un combate urbano, además de tener el enemigo más cerca sus bases logísticas y de helicópteros, por lo que había destinado solo una Brigada a su toma y asignado un papel secundario a aquel ataque. El principal lo había dirigido hacia “4 Vías”, por que según todos los informes era donde las fuerzas enemigas era menores, se carecía de la cobertura que proporcionaba una ciudad a los defensores, estaba más lejos de las bases en suelo venezolano, y podía envolverse y atacarse por todos los lados, mientras que en Maicao, rodear la ciudad por el este dejaría a sus tropas muy cerca de la frontera y suelo venezolano donde se creía que el enemigo podía tener reservas, y poner a las fuerzas propias en un grave peligro. Además, en caso que las Brigadas venezolanas que combatían en Riohacha giraran y atacaran sus fuerzas en “4 Vías”, prefería tener a sus fuerzas más numerosas para enfrentar al enemigo más potente.
El avance se produciría sin una barrera de artillería para impedir que el enemigo estuviera alertado hasta que no los vieran avanzando hacia ellos. Suárez pensaba que aquello daría algún tiempo extra para el avance, ciertamente no mucho, pero habida cuenta que el fuego de su artillería contra una zona muy dispersa de la primera linea defensiva enemiga sería ineficaz, y que dada la distancia de su artillería hasta los objetivos principales, quedándose esta a una distancia de seguridad, estaba muy al límite excepto para las escasas piezas de 155 mm, prefirió ese avance más veloz y con menos preparación artillera, que un ataque más lento. De todas formas, en cuanto sus avanzadillas chocasen con los puntos de resistencia mayores, su artillería debería estar desplegada para apoyarlos, lo más cerca posible de la primera línea. Así estaba planificado, y el General confiaba en que saliera bien.
Por lo tanto, con una fuerza equivalente a casi dos divisiones de infantería, con la ayuda de sus comandos creando confusión y destrozos tras las lineas enemigas, con ingenieros de combate abriendo camino, y con el apoyo de una buena parte de la artillería de todo el Ejército que se había trasladado al TO, tanto de campaña (incluyendo morteros pesados) como antiaérea, el General Suárez confiaba en vencer a los venezolanos. Respecto a la artillería antiaérea, en un intento de minimizar en lo posible las acciones de la aviación enemiga, todos los M-8/M-20 Greyhound y todos los cañones AAA del país, que habían probado estos últimos ser ineficaces contra los cazabombarderos venezolanos en la defensa antiaérea de puntos estratégicos, se enviaron para apoyar el ataque, acompañando en vanguardia y en la inmediata retaguardia en una misión más táctica, a las brigadas en su avance hacia el norte.
La 6º Brigada pronto topó con uno de los dos Batallones de la 31º Brigada venezolana que se encontraban en la zona. Los primeros encuentros fueron con patrullas aisladas a unos 8 kilómetros de la ciudad, y fueron rápidamente derrotadas, viéndose estas obligadas a retirarse. Pero a unos 5 kilómetros, la vanguardia colombiana se enfrentó a un batallón de infantería al completo que había ocupado posiciones defensivas improvisadas y que contaba con el apoyo de obuses de 105 mm, viéndose obligadas las fuerzas colombianas a desplegarse y combatir, mientras otras unidades trataban de rodear las posiciones enemigas. Los comandos colombianos trataban de influir en la lucha, y en parte lo lograban, atacando objetivos en la retaguardia enemiga como pequeños depósitos de municiones o posiciones de morteros, pero los comandos venezolanos también estaban en la zona y se encargaban de mantenerlos a raya en la medida de lo posible. Además, los colombianos destinaron solo una pequeña parte de sus fuerzas a esa tarea, ya que el resto de sus soldados de élite debían reemplazar a los ya muy castigados compañeros que llevaban combatiendo desde los primeros días del conflicto tras las lineas venezolanas en su tarea de entorpecer la retaguardia enemiga, ahora sobre todo al norte de la carretera 90, ya que si si cumplía el plan, esa vía quedaría cortada para los suministros y refuerzos venezolanos que se dirigieran al oeste, y el enemigo se vería obligado a utilizar vías secundarias más al norte.
Cuando se acercaba el mediodía, la 6ª Brigada había avanzado y se encontraba a las afueras de Maicao, pero allí las defensas estaban mejor preparadas y otro Batallón venezolano de la 31º Brigada y el Batallón de Caribes que iba a ser la reserva del Teatro se habían sumado a la defensa, lo que unido al concurso cada vez mayor de los helicópteros artillados venezolanos, hicieron que el ataque se tornara duro y lento, sufriendo los dos bandos el rigor de los combates. Finalmente el avance colombiano quedó detenido cuando el sol comenzaba a caer sobre el horizonte. Pero la situación distaba de ser buena para las fuerzas venezolanas, ya que los colombianos habían rodeado Maicao por el sur, oeste y norte, cortando la carretera 90, y enviando algunas patrullas hacia Paraguachón y la frontera, con el objeto de causar confusión en el enemigo y reconocer el terreno. Los dos Batallones de la 31ª Brigada y el de Caribes aguantaban firmes y contaban con numerosos suministros y apoyos, por lo que tampoco parecía pronta la recuperación de la ciudad por parte de las tropas del general Suárez, pero estas en buena parte habían cumplido con su objetivo.
Por su parte, el ataque principal de Suárez contra “4 Vías” se desenvolvía con fluidez nada más arrancar por la mañana. Su fuerza se había dividido en cuatro subgrupos, y el primer acto tuvo lugar cuando el 28º Batallón Aeromovil de la 13ª Brigada realizó un asalto helitransportado nocturno a un punto situado a unos cuatro kilometros y medio al norte del cruce de carreteras. Volando con la ayuda de sus gafas nocturnas y a muy baja altitud, casi rozando los matorrales del suelo, los pilotos de los helicópteros colombianos lograron completar el aerotransporte del Batallón y salir casi indemnes, ya que solo se reportó la perdida de un Blackhawk debido a un accidente al regresar. Seguramente al volar tan bajo el piloto se encontró con algún obstáculo imprevisto o alguna fuerte ráfaga de viento le hizo perder el control. Poco después, 2 Batallones de infantería y 1 Contrainsurgencia también de la 13ª Brigada, se ponían en movimiento y atacaban desde el sur siguiendo el previsible eje de la carretera 88, a la vez que otros dos grupos formados por un Grupo de Caballería de la 5ª División y un Batallón de la 2ª Brigada Móvil cada uno, avanzaban por los flancos con la misión de rodear por el este y oeste a las fuerzas enemigas en “4 Vías”. El último Batallón de la 2ª Brigada Móvil quedaba como reserva del ataque.
Los defensores venezolanos contaban en la zona con la 42ª Brigada Paracaidista, pero esta se encontraba constituida alrededor del 422º Batallón, reforzado por algunas tropas de apoyo de la propia Brigada y de retaguardia, siendo claramente insuficientes para proporcionar una defensa eficaz contra las fuerzas colombianas que avanzaban hacia “4 Vías”. Por suerte para ellos, el General Molero, ante las primeras indicaciones de la infiltración de comandos enemigos primero y la llegada de los helicópteros colombianos después, hizo dar media vuelta y regresar hacia el cruce de carreteras, al tercer Batallón de la 2ª Brigada de Infantería de Marina que había pasado por la zona solo unos minutos antes. Así que con una fuerza que a duras penas llegaban a los efectivos de 3 Batallones, los venezolanos enfrentaban a otros 8 enemigos que contaban con algunos blindados, y un importante apoyo de artillería y de comandos. Ante tal panorama, los defensores plantearon una defensa de 360º en las posiciones defensivas que se habían estado preparando a toda prisa y que en la mayoría de los casos estaban a medio terminar, y recabaron todo el apoyo que pudieron, tanto artillero como de la aviación. Fue precisamente esta la que puso más dificultades al avance colombiano, sobre todo conforme avanzaba la mañana, y los helicópteros y aviones del Ejército y la Aviación Militar venezolana se iban sumando a la lucha. En Caracas, y ante los alarmantes informes que llegaban del Cuartel General de Molero de la envergadura del ataque enemigo, alguien había tenido el sentido común de cancelar las misiones de ataque estratégico de la AMV y centrar sus esfuerzos en apoyar a las tropas de tierra sobre el terreno. La FAC también intentó distraer a los cazabombarderos venezolanos de su misión principal aquel día, realizando algunas salidas con parejas de Kfir en la zona central de la frontera entre los dos países para atraer a las fuerzas enemigas, cosa que consiguió solo en parte, ya que si bien algunos Flankers fueron enviados a aquel sector a patrullar, el grueso de los Su-30, F-16 y Mirage que podían volar aquel día, realizaron misiones en la Guajira. También la FAC y los helicópteros del Ejercito colombiano apoyaron en la medida de sus posibilidades a sus fuerzas terrestres, pero ante la desventaja de operar ahora desde bases más distantes y con la superioridad aérea lograda por sus oponentes, se limitaron sobre todo a tácticas de “golpear y huir”, tanto en Maicao como en “4 Vías”, teniendo que lamentar la perdida de un Super Tucano a manos de un F-16. Pero sería en el sector de Riohacha donde tendría lugar la principal actuación de la aviación colombiana aquel día, con un mayor número de salidas destinas a los combates cerca de la ciudad.
Pero el desequilibrio de fuerzas entorno a “4 Vías” era tan evidente, que tan solo el carácter y el entrenamiento de aquellas fuerzas de élite venezolanas y el decidido apoyo aéreo y artillero, evitaron que la posición cayera con facilidad. A media mañana, esta se encontraba rodeada y aislada del resto de fuerzas venezolanas en la Guajira, y aunque tenían munición en abundancia, Molero no quería que sus fuerzas sufrieran una dolorosa derrota si el enemigo se empeñaba en reducir sus defensas en el cruce de carreteras. Se encontraba ante la difícil disyuntiva de mantenerlas allí y que defendiesen la posición hasta el último cartucho, o que trataran de escapar para mantenerlas y combatir otro día. Tras sopesarlo y consultarlo con su Estado Mayor, y dado que el efecto estratégico de haber cortado la principal vía de abastecimiento de sus fuerzas ya lo había logrado el enemigo, y el hecho que sus hombres se quedaran allí en poco o nada iba a modificar aquella situación, decidió solicitar al CEO permiso para proceder a la retirada de sus fuerzas en “4 Vías”. Conforme pasaba el tiempo las posibilidades de romper el cerco se alejaban, así, y pese a no haber recibido contestación por parte de sus superiores para abandonar la posición y salir de allí mientras fuera posible, el General dio la orden a mediodía. Los dos Batallones abandonaron sus posiciones y con un esfuerzo máximo de los medios aéreos y algunas unidades de artillería distraídas del ataque a Riohacha, las fuerzas venezolanas irrumpieron hacia el norte, donde los reconocimientos aéreos habían determinado que las tropas enemigas eran más débiles y el contacto entre ellas, más precario. Los colombianos no esperaban aquel contraataque tan pronto, y ante la virulencia del mismo y de los ataque aéreos, el 28º Batallón Aeromovil tuvo que retirarse a otras posiciones y permitir la salida de las tropas venezolanas. Pero aquello no había terminado. Todavía no habían acabado de tomar posesión los colombianos de “4 Vías”, cuando ya estaba la Caballería y los Batallones móviles persiguiendo al enemigo que se retiraba hacia el norte por la carretera 88. Durante toda la tarde tuvieron lugar esporádicos pero sangrientos combates entre aquellas fuerzas.
Pero con los soldados colombianos en terreno abierto, hostigados por el fuego de los obuses venezolanos y con sus vehículos sufriendo los reiterados ataques de la aviación venezolana, finalmente el General Suárez dio por terminada la persecución y ordenó a sus fuerzas retornar a los alrededores del cruce y buscar refugio como mejor pudieran de los ataques aéreos.
En Caracas no había sentado muy bien la orden de Molero de retirarse de “4 Vías”, y más sin haber esperado su autorización, lo que unido a la distracción de parte de la artillería que apoyaba el avance hacia Riohacha, hizo que se cruzasen algunas duras palabras entre los Cuarteles Generales en la Guajira y Caracas, pero al final del día, la situación entre los altos mandos se había reconducido y todo quedó en nada. Y aquello fue en parte así debido a que el programado ataque contra Riohacha había evolucionado bastante bien y de acuerdo con las previsiones. Molero tenía ordenes explicitas de no perturbar dicho ataque distrayendo fuerzas destinadas al mismo en otros cometidos. Debía usar su máxima potencia para tomar con rapidez Riohacha. Por lo tanto, al amanecer, el ataque dio comienzo pese a los informes del contraataque colombiano.
Las unidades del 102º Grupo de Caballería y de la IM, atacaban desde el norte prácticamente sin descanso tras su periplo hasta el punto de partida de la ofensiva, la 41ª Brigada Blindada, un Batallón de la 11ª Brigada de infantería y otro de la 44ª Brigada Blindada Ligera lo hacían por el centro, mientras que el segundo batallón de esta última, realizaba un ataque envolvente por el sur. Con el apoyo de poderosas unidades artilleras, ingenieros y la aviación, aunque esta última en menor medida debido a lo ocupada que se encontraba apoyando a las fuerzas más al este, los venezolanos estaban causando mucho daño entre las tropas enemigas y lograron penetrar en un par de puntos del primer anillo defensivo colombiano, en el centro y en el norte del mismo. En el sur, el avance de los Scorpions venezolanos obligó al Grupo de Reacción “Torres” a intervenir antes de lo previsto, y enfrentar sus blindados y unidades contracarro ante los blindados ligeros enemigos, dándose un violento combate en el que finalmente, los Scorpions se vieron obligados a detenerse y replegarse ligeramente hacia el este. Cuando pasado el mediodía, las fuerzas venezolanas se colaban por las brechas abiertas en las defensas enemigas, la aviación enemiga hizo acto de presencia en cantidad apreciable por primera vez aquel día, y logró frenar momentáneamente a los atacantes. Pero la llegada del primero de los dos Batallones de la 2ª Brigada de IM venezolana y su unión a la lucha, hizo que el General Suárez diese la orden de retirada al segundo anillo defensivo, justo a las afueras de la ciudad, dejando algunas fuerzas para que defendieran las instalaciones del 6º Batallón de Infantería Mecanizada, donde también se encontraba el radar TPS-70 de Riohacha y parte de su personal norteamericano (otros, sobre todo civiles y personal no esencial, había sido evacuado al interior del país), y que quedaban fuera del anillo. La retirada se llevó a cabo no sin serias dificultades, pero para el final de la tarde se había completado. El General colombiano confiaba en que sus tropas tuvieran un respiro ante la inminencia de la llegada de la noche, pero Molero no estaba dispuesto a colaborar en los deseos de su oponente, y lanzó a la lucha al segundo Batallón de IM que había mantenido en reserva poco antes del anochecer para mantener la presión. Rodeando las instalaciones militares del Batallón nº6, los agotados soldados venezolanos hicieron un último esfuerzo, y si bien en la mayoría de los sectores encontraron una tenaz resistencia que les obligó a desistir de su ataque, en parte debido a las continuadas bajas que se acumulaban desde el inicio de las hostilidades entre sus carros de combate y que se habían acentuado aquel día, varios AMX-30 (entre ellos el “Gato Salvaje”) y Scorpions lograron abrir una pequeña brecha al sur de las posiciones enemigas, cerca de los barrios más meridionales de la ciudad. Junto a los blindados, algunas unidades de infantería lograron sostener dicha penetración ante los reiterados contraataques enemigos, y donde la unidad del teniente Coronel Torres tuvo que intervenir de una vez más. Si bien no se logró cerrar la brecha, al menos habían logrado detener el avance enemigo, cuyas fuerzas se encontraban extenuadas y requerían urgentemente de un descanso, y reaprovisionarse y reagruparse antes de proseguir. Por su parte, las unidades colombianas no se encontraban en mucho mejor estado, y las pocas horas en que cesaron los combates, ambos contendientes aprovecharon lo mejor que pudieron el tiempo para prepararse para una jornada que se antojaba decisiva para el devenir del conflicto.


10 de marzo. Tulcan y alrededores. Ecuador.

También en el Teatro de operaciones Sur, y especialmente en la zona de Tulcán y sus alrededores, se produjeron fuertes combates el día 10 de marzo. Tal y como estaba planeado, en conjunción con la ofensiva venezolana contra Riohacha, el General Freire ordenó el asalto y la reconquista de Tulcán. Entre sus fuerzas contaba con 13ª Brigada de Infantería y la 11ª Brigada de Caballería Blindada de la 1ª División, que debían mantener parte de de sus unidades para defender el frente al este y oeste de Tulcán, y que aunque habían recibido algunos reemplazos, todavía se encontraban algo disminuidas por los combates de los días anteriores, por lo que tuvieron que ser reforzadas por algunas unidades de infantería de las Brigadas llegadas del sur para su participación en la ofensiva.
La 13ª Brigada presionaría desde el oeste, contra el flanco derecho colombiano para penetrar en la ciudad desde esa dirección, mientras que la 11ª Brigada, atacaría al este de la ciudad, de nuevo con el objetivo de tomar el aeropuerto y avanzar por la carretera 35 hasta el puente internacional Rumichaca y cerrar la frontera en aquel punto.

Por su parte, los refuerzos llegados desde el interior del país, la 5ª Brigada de la 2ª División, y la 3ª Brigada de la 3ª División, con un total de 8 unidades de maniobra tipo Batallón, con blindados, infantería (excepto algunas fuerzas cedidas a la 11ª y 13ª Brigadas), y pequeñas unidades adicionales de fuerzas especiales, ingenieros y dos Grupos de artillería, serían las encargadas de llevar a cabo el ataque principal contra las fuerzas colombianas que se atrincheraban en la ciudad y sus alrededores, atacando desde el sur y suroeste.
Frente a esas fuerzas ecuatorianas, la 3ª División colombiana tenía dispuestas a las Brigadas 23ª y 8ª con sus cinco Batallones/Grupos de maniobra y demás unidades de apoyo, en la propia ciudad y sus alrededores. Estas unidades habían recibido armamento, munición y el reemplazo de numerosos oficiales y soldados para cubrir casi en su totalidad las bajas habidas en los combates previos, lo que las dejaba de nuevo en buen estado de combate. Además un batallón de la 29ª Brigada estaba a sus ordenes al este de Tulcán, y otros dos batallones contrainsurgencia defendían el sector de Rumichaca, haciendo que los ecuatorianos tuvieran una ventaja de aproximadamente dos a uno, lo que unido a un mayor número de blindados y artillería, hacía confiar a Freire en que sus objetivos estaban a su alcance. Pero ni el Coronel Ariza, al mando de la 8ª Brigada, ni en general nadie desde el lado colombiano, veían la situación de la misma manera. Sus fuerzas habían tenido el tiempo suficiente para preparar posiciones defensivas en muchas zonas, y la propia ciudad era el equivalente moderno a una fortaleza de la antigüedad, por lo que la superioridad numérica ecuatoriana se veía diluida. Además, el poder de fuego de la artillería enemiga debería manejarse con cuidado, ya que era una ciudad ecuatoriana y todavía quedaban demasiados civiles en ella, por lo que el riesgo de producir muertos entre sus compatriotas era elevado si daban rienda suelta a su fuego artillero. Tampoco el número de blindados ecuatorianos asustaba a Ariza, ya que su papel en las ciudades y en en aquel terreno tan abrupto, era bastante relativo. Lo que más le molestaba al Coronel era la presencia de unidades antiaéreas enemigas, que impedirían el apoyo de sus helicópteros y aviones de ataque de una manera efectiva, a la vez que facilitarían en buena medida el ataque de la aviación ecuatoriana. De nuevo habría que suplir la falta de material con ingenio y valor, aunque por desgracia, pensaba que se acabaría pagando un precio demasiado alto en vidas y material por la falta de una adecuada cobertura antiaérea.
De nuevo, al amanecer, el General ecuatoriano dio la orden de ataque. Tras un bombardeo artillero y aéreo preliminar de las posiciones colombianas conocidas a las afueras de la ciudad, algunas de ellas simuladas y que en esos casos solo sirvieron para gastar munición, las cuatro Brigadas iniciaron su avance. Bien coordinadas, su ataque conjunto puso desde el inicio en serias dificultades a los defensores. Las defensas en las afueras de la ciudad no aguantaron mucho, pero los mandos colombianos tampoco habían previsto lo contrario, sabían que era en el interior de la misma era donde se desarrollarían los combates definitivos. De nuevo, la toma del aeropuerto fue uno de los puntos más calientes. Los blindados e infantería de la 11º Brigada lucharon con tesón en la zona, pero los contraataques de pequeñas unidades colombianas armadas con lanzagranadas antitanque, les costaron numerosos blindados y la retirada parcial, cuando casi habían tomado todo el aeropuerto tras la segunda embestida. A mediodía, y al tercer intento, tras más perdidas en sus vehículos, por fin lograron los ecuatorianos tomar todo el aeropuerto y sus alrededores. Pero habida cuenta las bajas, y que buena parte de sus efectivos se encontraba luchando contra el Batallón de la 29ª Brigada colombiana que les atacaba desde el este, les fue imposible proseguir su avance por la carretera hacia Rumichaca, produciéndose combates en la zona a lo largo de todo el resto del día, sin que variaran las posiciones de ningún bando en aquel sector.
Por su parte, desde el oeste, la 13ª Brigada trataba de abrirse paso hacia los barrios periféricos de Tulcán, pero los hombres del Coronel Ariza habían montado una hábil defensa en algunos puntos de cruce sobre el rio Bobo, que ralentizó el avance y costó varias bajas. Cuando finalmente llegaron a la ciudad, la Brigada se desvió hacia los barrios del noroeste de la ciudad donde las bajas de los días anteriores, que no habían sido suplidas adecuadamente, comenzaron a hacerse notar. Con la ayuda de fuego de morteros y alguna pasada de un par de helicópteros artillados, el ataque quedó estancado en aquel sector, y si bien durante todo el día tan solo consiguieron tomar algunos edificios y calles, retuvieron a un buen número de fuerzas enemigas que de otro modo habrían sido enviadas para frenar el ataque principal.
Este se desarrollaba según lo esperado por Freire, con la 5ª Brigada avanzando a lo largo de la carretera 35, la Panamericana, y la 3º Brigada, algo más al suroeste, hasta la carretera 182. En aquella zona era también donde la 23ª Brigada colombiana había preparado sus defensas más formidables, y en cada calle y cada plaza se habían erigido barreras, se habían fortificado esquinas, edificios y casas, y en cada azotea había francotiradores dispuestos a cobrarse sus víctimas. Tras unos primeros intentos de tomar por sorpresa las posiciones colombianas, el General ecuatoriano tuvo claro que aquello no iba a ser algo rápido ni limpio. Necesitaría de todo su poder de fuego para expulsar a los invasores, y aunque se había discutido mucho en las más altas esferas de poder de las Fuerzas Armadas y del Gobierno, todavía no se había autorizado a dar rienda suelta a toda la potencia de las armas para reconquistar Tulcán, para evitar bajas entre la población civil. Freire, tras evaluar la situación, solicitó permiso para usar sus armas pesadas en el interior de la ciudad, ya que de otro modo sería casi imposible tomarla, y costaría muchísimas más bajas entre sus hombres.
Por fin llego la autorización desde Quito poco antes del mediodía. Podía utilizar todo su poder de fuego... pero tratando de minimizar los daños, sobre todo los humanos y en la medida de lo posible los materiales. Freire pensó que aquel comunicado no era más que el modo en que los políticos trataban de guardarse un as en la manga por si aquello se convertía en una carnicería entre la población civil, pero de todas maneras, el no pensaba arrasar la ciudad a sangre y fuego, tan solo utilizar su artillería, ataques aéreos y blindados contra las posiciones enemigas más difíciles de sobrepasar, debilitándolas y haciendo más fácil que su infantería las conquistase o las sobrepasara.
Durante toda la tarde y las primeras horas de la noche no hubo descanso ni pausas en la lucha. Las dos Brigadas ecuatorianas habían penetrado por fin en la ciudad y avanzaban retomando todo el sur de la misma. El precio era alto en ambos bandos, aunque los ecuatorianos, obligados a atacar posiciones bien preparadas y defendidas, se estaban llevando la peor parte. Los blindados de los Grupos de caballería sufrían el acoso de los infantes con armas contracarro, y no había calle que no hubiese uno o dos ardiendo. Los francotiradores colombianos también habían abatido a un buen número de oficiales o radioperadores, mientras que los nido de ametralladoras de los defensores se cobraban su tributo en infantes que se veían obligados a asaltarlos. Por su parte, los defensores eran acosados dentro de sus refugios por el fuego de los cañones de tiro directo de los blindados, así como de los morteros y la artillería de grueso calibre, que en más de una ocasión hicieron que se derrumbara el edificio o casa donde se guarecían, con ellos dentro. También, cuando los defensores debían salir de sus posiciones por el motivo que fuera, se convertían en presas para los enfurecidos soldados ecuatorianos que avanzaban en medio de la frustración de ver como buena parte de sus compañeros caían muertos o heridos.
A última hora de la tarde, en un momento en el que el ataque parecía estancarse, aviones A-37, Strikemaster y T-34, armados con cohetes y bombas no guiadas, hicieron una aparición conjunta con unos pocos helicópteros artillados y lograron desbloquear la situación, arrasando un punto fuerte enemigo formado por varios edificios en las inmediaciones del Parque Isidro Ayora. Aquella acción facilitó la toma de aquella parte de Tulcán, y la unión de las dos Brigadas atacantes en el centro de la ciudad. En aquel momento, la zona que controlaban los colombianos se limitaba al centro-norte de la misma, y sus flancos estaban amenazados, pero pese al avance ecuatoriano, los mandos colombianos tenían confianza en sus posibilidades. Se llamó a uno de los Batallones contrainsurgencia que protegían Rumichaca para que reforzara la defensa en el interior de la ciudad, y un par de Tucanos de la FAC salieron de solo Dios sabe donde para descargar sus bombas sobre la vanguardia ecuatoriana. Unido todo ello a la llegada de la noche y al agotamiento de las fuerzas atacantes, hizo que tras un par de horas de oscuridad durante las que se mantuvo la lucha, esta quedara finalmente interrumpida en unas posiciones casi idénticas a las que habían logrado los ecuatorianos a media tarde.
Cuando el General Freire leyó el parte de bajas entre sus tropas, un escalofrío le recorrió la espalda. Había cubierto parte de sus objetivos, y en general se encontraba satisfecho del avance de sus hombres, pero el precio que se estaba pagando era muy alto. Otro día con aquel número de bajas, y debería detener la ofensiva y recuperar a sus fuerzas. Así que pensó que solo le quedaba una oportunidad para retomar todo el suelo patrio que todavía quedaba en manos del enemigo, y se debía llevar a cabo al día siguiente, ya que si no lograba la expulsión de los colombianos entonces, la situación se estancaría de nuevo, y aquello significaría una derrota táctica y más perdidas de soldados y civiles en la ciudad.


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SAETA2003
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Mensaje por SAETA2003 »

valio la pena esperar, excelente entrega.... gracias.


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MauricioA
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Mensaje por MauricioA »

ya empezamos a ver acciones desesperadas ............. muy buen relato


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Andrés Eduardo González
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Mensaje por Andrés Eduardo González »

:cool: :cool: Bueno, ahora sí se desató el infierno, porque hay combates por todos lados.


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Comando Gato'e Techo
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix

Mensaje por Comando Gato'e Techo »

En efecto, muy bueno el relato.

No se cuanto tiempo aguantarían las Fuerzas Armadas Colombianas este esfuerzo tan grande...combatir contra dos ejércitos, uno al norte y otro al Sur....manteniendo su conflicto con la narcoguerrilla en el Centro del País.
Además del esfuerzo bélico en los mares, contra dos armadas mucho más fuertes que la colombiana.

Ese es el punto flaco del relato....los abastecimientos, la logística colombiana....hummmm.... :explica1:

:militar13:


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camiluri
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Mensaje por camiluri »

Hablando de logística creo que las FFMM de Colombia tienen una gran ventaja sobre las venezolanas al estar operando dentro de su territorio. En cambio las venezolanas ya deben estar al limite de sus posibilidades y no se cuanto mas puedan resistir estar operando fuera de sus fronteras y estirando cada vez mas sus recursos de apoyo al ser fuerzas invasoras de la soberanía de otro pais. :cool:


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