Fuerzas Armadas de Colombia (2010-2014)

Aspectos generales de las Fuerzas Armadas de toda Latinoamérica que no entran en los demás foros (los Ejércitos, Armadas y Fuerzas Aéreas se tratan en sus foros).
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GUARIPETE
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Mensaje por GUARIPETE »

Tal vez 4 ó 3, no estoy seguro...

estan Bacanos Andres :cool: , que portan? torpedos? o solo son para trasportar a los comandos ( y sus minas :twisted: )
saludos


"Con el puño cerrado no se puede dar un apretón de manos"
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Andrés Eduardo González
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Mensaje por Andrés Eduardo González »

GUARIPETE escribió:
Tal vez 4 ó 3, no estoy seguro...

estan Bacanos Andres :cool: , que portan? torpedos? o solo son para trasportar a los comandos ( y sus minas :twisted: )
saludos


:cool: :cool: Creo que sólo para llevar a los comandos y sus "regalitos"... :twisted: :twisted:


"En momentos de crisis, el pueblo clama a Dios y pide ayuda al soldado. En tiempos de paz, Dios es olvidado y el soldado despreciado».
Maya
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Mensaje por Maya »

Andrés Eduardo González
Tal vez 4 ó 3, no estoy seguro..
.

Si. Creo que inicialmente tenian 4, dos para cada sub. Pero entiendo que perdieron (o dañaron uno) mas alla de cualquier recuperación y ahora solamente operan 3 de ellos.




Salud.
:D


OSPREY
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Mensaje por OSPREY »

noticias del blog UNFFMM


'Hallada caleta con 273 minas en el departamento del Putumayo'


El escondite clandestino propiedad de las Farc, fue ubicado por tropas de la Brigada de Selva No 27 durante operaciones ofensivas adelantadas al norte del departamento de Putumayo........


Puedes verla aquí:
http://unffmm.com/blog/?p=1202



'Golpe del Ejército a las Farc en Meta'


Tropas del Batallón de Infantería No. 21 `Batalla Pantano de Vargas´, unidad adscrita a la Séptima Brigada, durante operaciones de registro y control militar de área, ubicaron un camión cargado con 19.732 cartuchos para fusil AK 47 pertenecientes al bloque oriental de las Farc.........


Puedes verla aquí:
http://unffmm.com/blog/?p=1199



Ejército incrementa operaciones contra los `combos´ en Medellín e Itagüí '


Una vez más, las tropas de la Policía Militar No 4, unidad de la Cuarta Brigada del Ejército, golpea a los mal llamados `combos´ que delinquen en la ciudad de Medellín y el municipio de Itagüí, capturando a 16 de sus integrantes en diferentes operaciones militares..........




Puedes verla aquí:
http://unffmm.com/blog/?p=1195


" SI QUIERES LA PAZ, PREPARATE PARA LA GUERRA"

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OSPREY
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Mensaje por OSPREY »

'El Fondo Rotatorio de la Policía muestra sus productos'



Citar:
En el Club Militar, el Fondo Rotatorio de la Policía mostró sus productos a las empresas del Grupo Social Empresarial de la Defensa, GSED, así como a la Fuerza Pública con el fin de efectuar sinergia entre sí.




Puedes verla aquí:
http://unffmm.com/blog/?p=1210


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TheDieIsNow
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Mensaje por TheDieIsNow »

No se si ya estan, pero igual las dejo...

Imagen
Junker Ju-52

Imagen
Es un Ju-52 ¿ ? :conf: (esas ventanillas me hacen dudar)


Salu2 :cool:


Una mujer me arrastró a la bebida...
... y nunca tuve la cortesía de darle las gracias.
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Anderson
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Mensaje por Anderson »

Pasado mañana comienza el II CONGRESO DE DISEÑO E INGENIERIA NAVAL en Cartagena de Indias. En donde COTECMAR con el II Congreso Internacional de Diseño e Ingeniería Naval y La Feria COLOMBIAMAR 2011 promueve el desarrollo de la industria naval, marítima, fluvial y portuaria, presentando un escenario de orden académico, científico, tecnológico y comercial donde la industria y sus empresas puedan compartir conocimientos y experiencia con avances y desarrollos tecnológicos propios de esta industria y del sector, a su vez crear y fortalecer nexos comerciales y redes científicas.

http://www.cidin2011.com/web/index.php? ... e=congreso

Espero sinceramente que algún forista cartagenero vaya y pueda traernos un reporte fotográfico y de ser posible algunos datos actualizados sobre los diferentes proyectos del astillero. El congreso durará tres días, desde el 16 al 18 de Marzo.

Hay algunas conferencias interesantes:

MANIOBRABILIDAD NAVAL: ENSAYOS A
ESCALA TOTAL DE PATRULLERAS DE
APOYO FLUVIAL

Utilización de Bases Militares Flotantes y Botes
Rápidos para desarrollar operaciones Patrulleras
y de Interceptación

Aspectos Sobresalientes de la Clasificación de
Buques Militares; El Proyecto Colombiano OPV80
– Un Estudio de Caso

Reglamento de clasificación de buques militares y
su aplicación a patrulleras pesadas

Simulacros de tiro para
entrenamiento en
combate fluvial

Cambios en la
organización de
astilleros de reparación
con miras a convertirse
en astilleros de bloque

Estrategias de
cooperación interempresa para el
desarrollo de mejores
prácticas medioambientales en la
industria de los astilleros
colombianos

PROGRAMA DEL TOUR –PLANTA DE COTECMAR
Visita a la Corporación de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo de la
Industria Naval, Marítima y Fluvial – Cotecmar (Planta Industrial de
Mamonal).
Jueves 17, 10:00am – 12:00m

http://www.colombiamar.com/web/files/Pr ... 011_es.pdf

Saludos!


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FRANCISCO JAVIER RESTREPO
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Mensaje por FRANCISCO JAVIER RESTREPO »

Ya vieron los enemigos del Iraquois los UH-1 japoneses atendiendo la emergencia actual? Es un excelente equipo y con un buen mantenimiento seguirán vigentes por mucho tiempo más. Y si hablamos de los japoneses no creo que estemos hablando de falta de dinero para reemplazarlo.


FRAJAVRA
Maya
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Mensaje por Maya »

Pulsar Aircraft Corporation existe desde hace años. El señor Degani adquirio a ese fabricante de aeronaves experimentales no hace mucho. Siempre fue una empresa reconocida por vender kits para armar en casa, aeronaves no certificadas como el Pulsar XP, el Pulsar II, o el Super Pulsar 100.


Pulsar XP de 1997

Imagen






Salud.
:D


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Anderson
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Mensaje por Anderson »

Iris escribió:.... en una de las mejores fuerzas aéreas del mundo, como se reconoce a la colombiana.



Si claaaro. Y confucio inventó la confusión, ¿Eh Iris? :lol:
Última edición por Anderson el 16 Mar 2011, 07:34, editado 2 veces en total.


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OSPREY
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Mensaje por OSPREY »

noticias en el blog de unffmm


'Abatido alias ‘Oliver Solarte’, responsable del narcotráfico en el Bloque Sur de las Farc '

El Presidente Juan Manuel Santos informó este martes que en el día de ayer, en una operación desarrollada en San Miguel (Putumayo) por las Fuerzas Armadas, fue abatido alias ‘Oliver Solarte’, quien es sindicado por las autoridades de ser el enlace de las Farc con los carteles mexicanos.

Puedes verla aquí:
http://unffmm.com/blog/?p=1225



''Fé en la Causa' entrena nuevo grupo de oficiales y suboficiales de la Decimatercera Brigada '

En la base militar de Tolemaida, el general Alejandro Navas Ramos, comandante del Ejército Nacional, clausuró el reentrenamiento Fé en la Causa’, que recibieron 102 hombres, entre oficiales y suboficiales, de la Decimatercera Brigada, orgánica de la Quinta División del Ejército.

Puedes verla aquí:
http://unffmm.com/blog/?p=1223



'Ejército neutralizó acción terrorista en el departamento de Arauca'


Operaciones militares adelantadas por tropas de la Décima Octava Brigada, unidad adscrita a la Octava División del Ejército Nacional, en el departamento de Arauca, permitieron la neutralización de la acción terrorista con explosivos que pretendía perpetrar las Farc.

Puedes verla aquí:
http://unffmm.com/blog/?p=1219



'Hallan laboratorio de las bandas criminales'


En el marco de la Operación ‘Troya’, tropas de la Brigada No 11, adscritas a la Séptima División del Ejército, en coordinación con la Policía Nacional y La Fiscalía; hallaron un complejo cocalero perteneciente a la banda Criminal ‘Los Urabeños’ en la finca Gogó, jurisdicción del municipio de Puerto Libertador, en el departamento de Córdoba.

Puedes verla aquí:
http://unffmm.com/blog/?p=1215


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Mensaje por OSPREY »

asi es como combaten la unidades fluviales

cronica de la revista SOHO


LA GUERRA DESDE EL RÍO
POR PASCUAL GAVIRIA

Las aguas del río Zepangue son pardas, un poco más sucias y prometedoras, el silencio de todo el camino es ahora una confusión de mensajes por radio y celular


Los helicópteros inclinan su nariz como gesto de bienvenida al aeropuerto de Tumaco, salen rasantes para escoltar las avionetas encargadas de la fumigación, exhibiendo los alardes propios de los jefes del enjambre que ha desatado el Plan Colombia sobre el departamento de Nariño. La discreta sospecha acerca de las intenciones de los recién llegados impone una rutina policial de registro de entrada y verificación de antecedentes. Se intuye una pregunta burlona para los forasteros: "¿Los señores vienen por placer o por negocios?".

A la entrada del Batallón Fluvial de Infantería de Marina Nº 70 una consigna se encarga de templar el ánimo de los civiles. Tan lánguidos, tan desprevenidos, tan llenos de estribillos pacifistas: "La ofensiva, nuestra actitud de guerra". Un mantra dictado por el comandante en jefe.

Ya durante el almuerzo un oficial de inteligencia nos enseña las medallas al mérito en la solapa del batallón: el año pasado obtuvo el primer puesto en resultados operacionales de la Armada, decomisó 24 toneladas de coca y recibió con incauta admiración la visita del jefe del comando sur de los Estados Unidos. La lucha de los 1.300 hombres que conforman el Batallón 70 en Tumaco es la misma que ha terminado librando el país en casi todos los frentes: una guerra omnipresente contra el tráfico de cocaína.

Al final de la tarde los soldados de la compañía Alfa, encargados de embarcarse en busca del tesoro de canecas etéreas y hojas ubicuas, se dedican a ver Los Simpsons en su "Salón de Orgullo Anfibio". Y la televisión les entrega una tranquila compostura de niños obedientes.

En la noche llega la noticia acerca de nuestra salida. El ciclo de las mareas que convierte los caños navegables en barrizales nos obliga a zarpar a las 4 a.m. El teniente Del Río me regala una advertencia prometedora antes de las buenas noches: "Mañana va a saber lo que es bueno".

4:00 a.m. - 9:00 a.m.

En el muelle, mientras libro una pelea de sonámbulo con mi chaleco salvavidas, el oficial de inteligencia de la tarde anterior me despabila con una notificación escueta: "Ustedes van a ir con un contacto, él va a cargo de mi cabo, no se le pueden tomar fotos ni hacer preguntas". El encapuchado le entrega los primeros aires de operativo a lo que yo todavía veía como simple excursión. Irá jalando el hilo de su memoria por entre los mangles hasta llevarnos a alguna chagra con cocina.

Una lancha corriente cargada con ocho canecas de gasolina será nuestra primera embarcación. No hay blindajes ni artillería a la vista. Solo un casco verde de tamaño medio con dos motores 200 y un vaquiano del Putumayo al volante. Está bien, será mejor hablar de un náutico o piloto formado en los ríos más cruentos del Putumayo, para que nos vayamos entendiendo en el lenguaje de los infantes. Y la lancha es en realidad una Langostera marcada como "Coraza 9", una embarcación de transporte y apoyo que nos llevará hasta el municipio de Mosquera donde nos esperan tres Elementos de Combate Fluvial, a los que después de un día largo de función podré llamar con el cariñoso alias de Pirañas.

Nos embarcamos el teniente Del Río, el náutico, 'la Linterna', o sea nuestro guía de capucha, y cuatro infantes que aseguran su fusil a una correa a ambos lado del casco y viajan de brazos cruzados. Parece que los riesgos tienen que ver únicamente con la brújula y el estado de los motores. Tomamos rumbo norte para atravesar la Bahía de Tumaco e internarnos en el laberinto de esteros que forman los mangles. Una estela de nieve es lo único que brilla en las primeras horas del viaje. El sonsonete de los motores muy pronto me lleva hasta el fondo del casco, a la otra orilla de los sueños, de donde cada tanto me saca un lamparazo de relámpago con el que el náutico intenta descifrar una entrada, interrogar la tómbola de su brújula, advertir un tronco o descubrir los fantasmas silenciosos que bogan en pequeñas canoas respingadas como cáscaras. El olor de la gasolina ayuda al sueño, al mareo, al aire de aparición que adquiere toda forma reconocible.

La primera luz nos muestra un paisaje que se repite como si fuera una burla, idénticas ramificaciones branquiales, monotonía de raíces y garzas. Ha llegado el momento para desenfundar el arma que será insignia durante todo el día: el sacabujías. Un motor comienza a gorjear y el mecánico de la tripulación toma el mando. Muy pronto todos están hablando como lancheros corrientes, casi todos con un vértigo costeño que me hace temer por mis cinco sentidos, volcados sobre el motor, pelando cables, soplando empaques, recortando mangueras.

El Municipio de Mosquera es un gran tanque de gasolina flotante entre ranchos palafíticos. En uno de sus muelles aparecen por fin los Elementos de Combate Fluvial, comandados por dos perros atentos haciendo de vigías de proa: Odín, un rottweiller de escudos y estrellas, y Tampico, un chandoso pinto con resabios de tierra. Los tripulantes de las Pirañas llevan un mes destacados en Mosquera, durmiendo entre sus botes, patrullando y aburriéndose entre el rastro de estelas que sube y baja, y alimenta el desasosiego y el caparazón de la paciencia. La voz del teniente Del Río sacude a los hombres de las pirañas que ahora brincan de bote en bote para subir las canecas de gasolina al muelle. "Vamos a hacer la vuelta breve", dice uno de los jóvenes hiperactivos y en diez minutos han descargado el combustible para sus lanchas. Luego de quién sabe cuántos días de quietud los infantes parecen disfrutar de esa mañana de sogas, canecas y poleas.

Son jóvenes entre 19 y 26 años que saben muy bien cómo brilla su estampa de hombres de guerra, cómo lucen sus rutinas para anudar la pañoleta en la cabeza, limpiar la mirilla con un paño escondido entre el proveedor o saltar hasta el muelle con casco y chaleco blindados. Se tiran al agua unos a otros con cada comentario y luego se dan la mano, risueños, para cada oficio que demanda su nave. Lucen la espinosa camaradería de las escuadras.

El teniente Del Río se dedica a negociar la silicona y el empaque de culata que necesita su motor. Cambia gasolina por repuestos e intenta regatear mientras el negro del muelle le niega el cruce con risueña cortesía. Cada vez es más claro que los infantes fluviales gastan la mayoría de su tiempo en los oficios de cualquier pescador de río: lidiar con motores, aprender una ruta de marañas, acompasar sus viajes con las mareas, manejar la moneda corriente de los galones de gasolina y magnificar el botín de sus atarrayas.

El ambiente desprevenido de taller fluvial en que se mueven los infantes entre las tablas de Mosquera me hace preguntar por la utilidad de la ametralladora de proa y la pareja de fusiles a cada lado de las Pirañas. "Aquí el combate es contra el paludismo. Comer bien para tener buenas defensas", me dice uno de los pilotos con la boca llena. Los partes de tranquilidad continúan con la sentencia del artillero mayor: "La guerrilla no se va a meter entre estos mangles y en los cristalizaderos le tienen miedo a este aparato", y le soba el lomo a la ametralladora .50 que corona su lancha, o que la adorna, según parece. Antes han hablado con respeto de los ríos de orillas más difíciles en Caquetá y Putumayo, ríos con trampas flotantes y cables traicioneros tendidos sobre el agua. Travesías que llevan hasta el corazón de las tinieblas de las Farc. Incluso los ríos Pacíficos tienen sus recodos de cuidado, con música más estridente que la melodía de los grillos y posibilidades para que las pirañas muestren sus dientes. En el Patía, donde las Farc son cocineros mayores, se dio el último combate de los hombres del Batallón Fluvial Nº 70, en diciembre pasado, en un operativo donde se incautaron catorce toneladas de insumos sólidos. Un infante de la escuadra terrestre fue el precio que se pagó por la operación.

Un desayuno de chorizo y empanada en Mosquera me hace postergar las promesas de la "Ración de Campaña - 24 horas - Todo Clima Nº 3". La bolsa hermética de la ración es un misterio que los infantes miran con sorna y los niños del pueblo disputan con avidez. Por lo pronto mi desayuno de "Pastel de Carne - 180 g y Alimento Fortificado - 25 g" deberá seguir alimentando el apetito de la curiosidad.

Dejamos la gasolina y las tres Pirañas tanqueadas en su nido de quietudes en Mosquera, de vuelta bajaremos con ellos hasta Tumaco, deberán adormilarse de nuevo imitando la vocación de bostezos de Odín y Tampico.

9:00 a.m. - 1:00 p.m.

Seguimos en la Coraza 9 camino a Bocas de Satinga donde están destacadas otras tres Pirañas que nos escoltarán hasta el objetivo. Por el momento la boca entre el pasamontañas que promete llevarnos al botín no ha dicho una sola palabra. Es todo oídos.

Hemos dejado el río San Juan y una lancha más pequeña a la que llaman Patico se ha unido a nuestra travesía, será la encargada de marcar el rumbo en los caños más estrechos. Aparecen los resplandores de zinc y lata de Bocas de Satinga, un pueblo que los ilusos homenajes de Estado quisieron llamar Olaya Herrera, como si la bocana de un río turbio pudiera tener una placa reluciente. Ya un infante en Mosquera se ha encargado de apagar mi curiosidad: "Estos pueblos son todos iguales, con que conozca a uno ya los conoció a todos".

El radio del teniente Del Río comienza a repetir claves que invocan la nieve y las constelaciones. Estamos cerca del objetivo y solo 'la Linterna' sabe exactamente hacia dónde vamos. Las tres Pirañas se reportan en posición y dos minutos más tarde nos rodean con la frente alta de su proa. Tres Pirañas flamantes que han comenzado a pintar el operativo con las galas del cine de guerra. Ahora 'la Linterna' está advirtiendo sobre el ancho limitado de los caños y dando la clave de un puente de madera derruido que debemos encontrar en el camino.

Todo ha cambiado de color. Las aguas del río Zepangue son pardas, un poco más sucias y prometedoras, el silencio de todo el camino es ahora una confusión de mensajes por radio y celular, el mangle se entremezcla con un monte más verde y más brillante. Los botes se juntan hasta tocarse y 'la Linterna' salta a la lancha más pequeña. "Erre, erre asegure el área y me llama". Las chicharras también participan de la tensión y palpitan con un ruido que no desmerece frente a los motores. El Patico comanda la procesión, las tres Pirañas amedrentan en la mitad y nosotros esperamos las revelaciones del radio en la retaguardia. "… Teniente, en el chorrito a la izquierda hay unas hojas, está asegurado, adelante".

Una báscula, doce bultos de hoja de coca, un plato y una cuchara son el primer botín de la jornada. Mientras el teniente Del Río pesa uno de los bultos los infantes que desembarcaron primero aparecen con un capturado, un negro de unos 45 años camina con su hijo de la mano entre los soldados. El niño tiene los ojos tan salidos como su ombligo, mira con una atención deslumbrada, mueve su cabeza a lado y lado siguiendo las voces. El teniente Del Río le pregunta al hombre si el bote que hay al final de chorro es suyo. El negro niega con todo su cuerpo, dice que no, mueve su cabeza, levanta las manos, asume los movimientos de un penitente. Muy pronto el interrogatorio pasa a manos de un infante más joven, tal vez la figura imponente de Del Río sea demasiado para el capturado. Con tono tranquilo el infante le pide información sobre una cocina cercana y le menciona la posibilidad de ir al batallón. El negro retoma sus plegarias: "Pero usté no me puede llevar al batallón, yo tengo sei hijo". Nunca había visto unas manos tan gruesas y tan talladas como las de este hombre que hace unos minutos almorzaba con su hijo en un brazo perdido de un río perdido. El trato con los tallos de los arbustos de coca ha dejado surcos hondos en sus dedos. Ni para el rito meticuloso de la reseña judicial son aptas sus huellas. El hombre comienza su relato lento de guías y señales, repite su salmo de rutas para que no queden dudas. "Entiéndame bien pa que despué no me diga que lo perdí". El infante lo libera con un "váyase pues" y el elocuente raspachín se va monte adentro, con paso firme, con su hijo de la mano. Olvidando su plato y su cuchara.

La batalla ha tenido tanto de dramática como de ridícula. El cerco de infantes y lanchas artilladas sobre un hombre y su hijo muestra una extraña desproporción, un triunfo propio de los obsesivos. El derrotado solo puede apelar a la clemencia y los vencedores parecen asistir a rutinas propias de juzgado. Pero esta lucha se libra en cientos de caños, en ríos escondidos, en cuevas de cangrejos, entre raíces que se multiplican, y si pudiéramos verla desde lo alto, abarcarla completa, los altivos soldados tendrían el aire desvalido del raspachín. Se verían perdidos, insignificantes, inútiles en su rastreo de todas las semanas. También para ellos es una batalla desproporcionada, un juego sin fin.

Las hojas terminan en el agua y volvemos al brazo principal en busca de la cocina. La marea comienza a secar los caños y las Pirañas deben esperar en una curva amplia río abajo. El Patico comanda y muy pronto estamos en el extremo de otro callejón de río. Los infantes se acomodan a la estampa clásica de los desembarcos, un poco inclinados hacia delante, apuntando al frente, caminando paso a paso. Una escena que se ha repetido millones de veces, una escena siempre atractiva. El piloto, el teniente y dos infantes más esperaremos noticias en el bote. "Y así es todo el año, metiéndonos por estos chorritos", me dice el teniente en tono de resignación. "Pero lo bueno es que de aquí nunca salimos con las manos vacías". Se queda pensando un rato y retoma: "Pero eso también es malo porque significa que esto está lleno".

El infante que comanda la escuadra monte adentro olvidó su radio, no hay noticias de la avanzada. El teniente intenta a punta de gritos y solo responde una burla de chicharras. Una niña de unos catorce años aparece en la orilla en busca de su canoa. Se conmueve de nuestra quietud al sol y sin que nadie se lo pida nos tira cuatro naranjas para matar el tiempo. La marea amenaza con dejarnos emplayados en ese caño sin nombre, el piloto mueve la lancha de lado a lado buscando el agua, levantando los motores. Un viejo nos advierte desde la orilla: "Esto seca del todo, en diez minutos ya no salen". Un grito más para la tropa y es hora de salir. "Vamos, que bajen a pie, nada que hacer". Llegamos al caserío de Zepangue y los niños y los cangrejos corren a esconderse. Mientras intentamos subir la barranca desde el río seco aparece la señal de humo: "Ahhh, mira el humo, sí encontraron la puta cocina", el teniente se duele de que nos toque contentarnos con un rastro negro en el cielo. La tropa baja hasta Zepangue a canalete y vemos el video de la quema. Canecas, tablones y un cambuche, lo de siempre. Se ha cumplido la hazaña insignificante. Es hora de poner proa en dirección a Tumaco. Todavía resta una lucha larga de regreso.



1:00 p.m. - 9:00 p.m.

Paramos a almorzar en la base de Bocas de Satinga, un lleno de tierra y aserrín donde viven 90 infantes. El jefe de la base reitera la lucha que había insinuado un tripulante en el desayuno en Mosquera: "Buena lenteja para pelear con paludismo, hierro puro". Los soldados se rapan las cabezas unos a otros y se dedican al inventario de munición, una rutina de tres veces por semana. Van filando sus 525 tiros sobre un poncho con una concentración digna de contadores. Y se olvidan de las películas que quieren ver, de las cervezas que se quieren tomar y de las niñas en la otra orilla, en el pueblo de Satinga.

Volvemos a Mosquera para tomar las tres pirañas que nos llevarán hasta Tumaco. Uno de los pilotos intenta convencer al teniente Del Río de dejar el viaje para la mañana. Un presentimiento tal vez. "Nada de mañana, salimos en 20 minutos…sí empaquen ese arroz y ese pollo, cuando lleguemos a Tumaco se lo comen". Y los motores comienzan su comedia de resabios. Primero una Piraña gangosa: sacabujía, conversación de lancheros, tedio, vaivenes. Seguimos. Otra piraña ronca: sacabujía, opiniones varias, primeros chistes, vaivenes, oscuridad. Seguimos. La que faltaba quiere superar a sus compañeras y suelta un ruido de tornillos molidos. Ahora los infantes han olvidado sus chalecos y sus cascos blindados, maldicen, se burlan de nuestra suerte, cazan apuestas, preguntan por el pollo. Los motores siguen con su intermitencia durante todo el viaje, se turnan para soltar sus toses y sus risas. Tampico, el alegre chandoso pinto, ahora está vomitando en una de las Pirañas, muy cerca de la olla con el pollo según dicen los más pesimistas. Y de nuevo la cantinela del regreso: "Hey, pasame el sacabijía ese, tú tienes destornillador". Nos pasan los botes de los chanceros fluviales, las ambulancias de río, los colectivos a motor.

De la risa se pasa al silencio desconsolado. La calculada sucesión de varadas hace que uno de los infantes mencione el colmo del desespero en términos estrictamente castrenses. "No joda, esto amerita perturbación psicológica". El Saladahonda, ya muy cerca de llegar, una de las pirañas saca la mano definitivamente. Solo uno de los tres botes balbucientes llegará hasta Tumaco. Impulsado más por la mirada de los tripulantes sobre las tres luces lejanas que anuncian el pueblo que por los alientos de su motor.

Han sido catorce horas de lancha. Toda la fatiga está marcada en un formulario que da cuenta de lo encontrado. Un inventario de seis líneas que resume el éxito de un día largo. Al llegar al batallón nos recibe otra consigna, en el lado opuesto de la que nos despidió en la mañana: "La voluntad todo lo puede". Hasta el teniente Del Río deja caer una burlona sonrisa de piraña.


http://www.soho.com.co/zona-cronica/art ... el-rio/336
Última edición por OSPREY el 17 Mar 2011, 05:06, editado 1 vez en total.


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Mensaje por OSPREY »

LA GUERRA EN...EL MAR
POR GERMÁN CASTRO CAYCEDO - EDICIÓN: 83

Todos los que estamos aquí tenemos un perfil psicológico para submarino. Por ejemplo, nadie maneja un estrés excesivo por estar encerrado en un tubo, veinte o cuarenta días


Siete de la mañana.

El sol brilla con intensidad, pero la orden es imaginar que estamos arropados por un manto de niebla que impide ver más allá de unos cuantos metros.

Una vez sueltan los cabos (cables) de amarras de las "bitas" de acero plantadas en el borde del muelle, se escucha la voz del comandante: "Atrás, cuarenta revoluciones".

Tres pitadas: marcha atrás.

—Máquina, cuarenta revoluciones —responden del compartimento de controles y comenzamos a movernos lentamente.

—Para máquinas.

—Máquinas paradas.

Ahora el buque se mueve con la viada (impulso) para caer a babor (girar a la izquierda).

—Centro el timón —ordena el comandante desde el puente.

—Timón al centro —responden de abajo.

—Todo el timón a babor.

—Timón todo a babor.

—Avante, sesenta.

—Sesenta avante.

—Así como va...

—Visibilidad, cien yardas —anuncian.

El buque entra en zafarrancho de baja visibilidad. Periscopios abajo. Toda la información se concentra dentro del submarino y desde allí le aconsejan al comandante —ubicado arriba—, cómo se debe llevar la navegación.

En adelante se escucha una pitada larga cada dos minutos.

El comandante, el oficial de guardia y el vigía que navegan en lo alto de la vela del submarino —el puente—cambian su lenguaje: en adelante se trata de informar al interior del submarino lo que escuchan y observan alrededor. Abajo están activos el radar, el sonar, cuatro secciones, treinta y siete tripulantes formando un equipo que trabaja en forma milimétrica.

—En el mar hay dos tipos de embarcaciones: los blancos y los submarinos.

Y otra sentencia:

—El arma del submarino es la sorpresa.

Unos minutos antes de comenzar a navegar sobre la superficie en busca de mar abierto donde debe realizarse la inmersión, 330 pies de profundidad (unos cien metros) área Zulú, (cercana a Cartagena), los tripulantes de este submarino de 54 metros de largo (se dice eslora), se plantaron en el muelle:

A ti, Oh grande y eterno Dios,

Señor del cielo y del abismo

a quien obedecen los vientos y las olas...

La oración del marino. Luego vino la Cédula de Navegación, es decir la asignación de puestos que debía operar cada uno:

Cjl: Comandante del submarino ARC Tayrona, capitán de Fragata Herney Gutierrez

2Cjl: Segundo comandante, capitán de Fragata Álvaro Medina

Jdi: Ingeniero, capitán de Corbeta José David Espitia

Jdo: Jefe de operaciones capitán de Corbeta Moog, y así, Odet, oficial de la División de electrónica; Odel oficial División de electricidad; Odnyc, oficial de la División de Navegación y Comunicaciones; Odmo, Odayc, Oe, Oc, Oa, Im, Ie... Todo tan sencillo y tan fácil de descifrar como las decenas de válvulas, grifos, escapes, mecanismos, palancas, pértigas, barras, dispositivos, aparatos, llaves, registros, tuberías terminales, turbinas, generadores, máquinas, motores, testigos, pantallas electrónicas, acomodadas con un orden y una disposición inverosímiles en seis metros de anchura (se dice manga). Hacia afuera no se ve absolutamente nada, el submarino es hermético, pero, pese a la estrechez, allí realmente hay orden y espacio para todo, menos para un error.

Y si adentro no se ve nada del mundo exterior tampoco se escucha nada diferente al sonar. Pero es que tampoco se ve más allá de los colores de números, líneas y signos en pantallas y monitores. Para quien no es marino, allí no pasa nada. Parece que el buque estuviera detenido. No hay ningún movimiento, no se aprecia el cabeceo o el balanceo de un buque de superficie. Por los monitores tampoco es posible ver nada del fondo del mar.

Adentro, en cada compartimento, un oficial y un suboficial realizan un chequeo, punto a punto de cada sistema como hacen en los aviones antes de moverlos hacia la pista, ayudándose por una lista realmente larga que permite no olvidar una sola ficha.

Como a otros, vi de cerca al oficial de torpedos recorrer todo su compartimento y constatar muchos, muchos ítems de la lista de verificación: como que el 71 que es el dren de alojamiento de la balsa número uno estuviera cerrado, igual que el dren de alojamiento de la balsa número dos.

—Evacuación tanque de compensación de torpedos, uno, cerrar.

—Cerrado...

—Válvula de mar, tanque de compensación de torpedos y válvula igualadora de los tubos lanzatorpedos, cerrar.

—Cerrado.

Ahora el ingeniero jefe ordena la prueba de vacío. No puede haber un solo haz de luz en las escotillas o en los tubos lanza torpedos, válvulas o cualquier elemento en contacto con el exterior. Todo se hace en segundos pensando en el momento de la inmersión. Se presume que en cualquier instante van a entrar en guerra.

Cinco minutos después se abre la escotilla principal y el segundo comandante reporta:

—Para el señor comandante: bajo cubierta, submarino listo para zarpe.

Y el oficial de guardia que está en el puente con el comandante:

—Sobre cubierta y puente, listo para zarpe.

—Ocupar puestos para zarpe.

La gente tripula los puestos tal como en la Cédula.

—Máquinas listas para propulsar.

—Atrás, cuarenta revoluciones.

—Cuarenta revoluciones atrás...

Jamás había visto una relación humana tan normal en un grupo como en el de este submarino. Es igual en todos, en todo el mundo, explica el comandante. De lo contrario sería un infierno permanecer siquiera un día con su noche moviéndose al lado de otros en un metro de espacio y en el silencio de las profundidades.

Para ser submarinista, el curso inicial, un curso difícil, altamente técnico, científico en algunos aspectos, porque el submarino es una de las armas más complejas del mundo, es el TR-75. Allí han comenzado a compenetrarse todos ellos. Oficiales y suboficiales trabajan siempre en grupo una serie de tareas, un entrenamiento físico muy pesado de horas y horas nadando, cruzando el mar, haciendo labores de alistamiento y estudio, de manera que la misma presión que hay sobre ellos hace que aprendan a conocerse, que sepan hasta dónde va cada uno y hasta dónde van sus compañeros y eso les enseña a trabajar en equipo, a unirse y, ante todo, a respetar los espacios y sus puntos débiles.

—Lo más difícil de manejar en el submarino nosotros lo damos por descontado, porque todos los que estamos aquí embarcados tenemos un perfil psicológico especial.

—Cuando aspiramos a ser submarinistas —dice un oficial—antes que los exámenes de conocimientos, antes de pasar cualquier otra prueba, para nosotros el examen más fuerte y más exigente es el perfil psicológico del submarinista. Todos los que estamos aquí tenemos un perfil psicológico para submarino. Por ejemplo, nadie maneja un estrés excesivo por estar encerrado en un tubo, veinte o cuarenta días. Pienso que eso es lo más difícil de manejar. Una persona que no esté acostumbrada a este ritmo de vida ni al perfil de nuestro trabajo, pienso que sentiría el encierro como un castigo de verdad.

El movimiento del submarino sobre la superficie del océano, bueno, es fatal. Sencillamente fatal porque se trata de un cilindro. Pero una vez comienza la inmersión, comienza la calma y ya en el fondo la quietud es tal que difícilmente se puede calcular que el submarino esté navegando.

Reposo absoluto, diálogos incomprensibles. Los marinos se mueven realmente en centímetros a lo largo de una nave con una distribución tan soberbia como la disciplina y el respeto a bordo.

La cocina es pequeña, se come bien, muy bien. Un poco después del mediodía se ordenó zafarrancho de combate: el submarino se convierte en penumbras, ases de luz roja, medias luces. Estamos en el fondo gracias a las aletas del submarino y al peso de dieciocho toneladas de agua en dos grandes tanques a proa (adelante) y a popa (atrás). Los hombres, concentrados en sus instrumentos desde cuando se inició la navegación parecen vigilarse unos a otros.

—Bueno, digamos que todos se ayudan. No puede ocurrir el menor error.

Se habla con voces muy bajas. El enemigo también posee con qué captar el ruido a bordo, y a eso de las dos y media aquellos diálogos surrealistas adquieren la intensidad de un susurro continuo:

—Señor: tenemos un contacto en marcación dos, siete, uno. Está clasificado como un contacto enemigo. Velocidad del blanco estimada entre los siete y los catorce nudos. El alcance del sonar es de veinte mil yardas. Fue detectado hace un minuto.

—Recibido.

Con el ruido que está escuchando, el sonarista puede saber cuántas aspas tiene el blanco en velocidad (ruido de la máquina).

—Minuto dos: el contacto ha aumentado velocidad a diecisiete nudos, dice una voz.

—Minuto tres: dos, seis, ocho punto cuatro, señala otra.

—Control de tiro alistarse para disparar torpedos uno y dos.

—... dos, seis, siete punto ocho.

—Noventa y cinco segundos. Dos, seis, siete punto tres.

—Recibido.

—Minuto cuatro: dos, seis, siete punto cuatro.

—Interrogativo decibeles del contacto...

—Cincuenta decibeles.

—Comandante, el contacto se sigue acercando. Con el nuevo rumbo debe generar una rata de variación de marcación hacia la izquierda.

Informan que el blanco está haciendo un zigzag para evitar la detección del submarino.

—Dos, seis, siete punto ocho —continúa cantando la voz.

La Flotilla de submarinos en Colombia es una fuerza pequeña en la cual no pasan de doscientos hombres entre oficiales y suboficiales. Una familia en la que todos, no solamente se conocen, digamos, en forma muy íntima, sino conocen también a sus familias, saben de sus hijos. Sus mujeres también se conocen y también parecen una desde aquel día que comenzó el curso en la Escuela.

El zafarrancho

—Para el señor comandante se reporta el ploteo geográfico solución del blanco, así: rumbo dos, cinco, uno. Distancia diez mil quinientas yardas. Velocidad siete nudos. Etb confirmó la velocidad. El ploteo de la proa lynch también confirmaron el rumbo. Introducir los datos en el sistema control de tiro y todos correlacionan con el blanco que estamos traqueando. Solicito autorización para iniciar secuencia de disparo.

—Autorizado, continúe con el disparo.

—Jefe de operaciones alistar torpedo uno y dos para el disparo al contacto número uno.

—Recibido.

—Torpedos uno y dos, listos.

—Cuarenta y cinco segundos: dos, seis, dos punto nueve

—Alistarse para minuto nueve

—Listos para disparo

—Torpedos, abrir tapabocas...

—Señor comandante, tapabocas abiertos.

—Recibido.

Desde cuando se inicia el curso lo que se ve son varios muchachos con esa expectativa de ser submarinistas y poder navegar en una unidad de este tipo, dice el comandante Herney Gutiérrez Guarín, un capitán de Fragata, y luego explica:

—Son dos años metidos dentro del buque conociendo todos los sistemas, válvulas, tuberías, máquinas, y allí empieza uno a tener una amistad muy estrecha con los suboficiales y con los oficiales.

En ese lapso empiezan los compañeros a tener sus novias. Esa primera novia llegó a ser su esposa. Y tuvo después sus hijos y uno va paralelo con ese compañero, ya no en la escuela sino en el mismo buque, de manera que llega uno, digamos como a tener los hijos del compañero, no importa la antigüedad, prácticamente los siente como si fueran sus sobrinos. Hay mucha amistad y respeto. Y lógicamente se respeta la jerarquía de la vida militar.

Estar en este tipo de unidades trabajando, significa una gran compenetración. Es que se necesita ser muy amigos, conocerse mucho y eso lo da el tiempo. Estar metido dentro de un submarino desde hace dieciocho años implica conocerse bien, pero muy bien, no solamente con los compañeros sino con todas sus familias.

—Fuego torpedo uno.

—Torpedo fuera del tubo.

—Torpedo recorriendo distancia de seguridad.

—Recibido.

—Marcación de torpedo, cinco, seis, cayendo a la derecha.

—Recibido.

—Jefe de operaciones verificar adquisición del blanco por parte del torpedo.

—Recibido.

—¿Entrenamiento psicológico? Para estar tanto tiempo en tan pocos metros, tantas personas, sería lógico pensar que sin eso todo el mundo terminaría con los pelos de punta. La convivencia de los seres humanos...

—Eso no sucede. Nunca. Nunca. Creo que en ningún submarino. Mire: en esto ayudan hasta los exámenes físicos y psicológicos a los cuales uno está sometido en forma permanente. En la escuela de submarinos se prepara uno dos años conociendo el buque. Ese conociendo el buque es muy completo y es conocerse uno también. Hasta dónde mi organismo es capaz de hacer algo. Por ejemplo, un entrenamiento físico como salir en la noche y hacer una prueba de supervivencia, le hace ver a uno hasta dónde puede dar su organismo. Son cosas que uno no sabía y cosas que lo ayudan, y le dan calma y lo hacen cada día más prudente...



—Señor comandante, torpedo realizó detección, está actuando por sí solo...

—Señor: el sonar reporta impacto del torpedo en el blanco número uno.

—Recibido.

—Alistar torpedo dos en el tubo dos.

—Tapaboca del tubo lanzatorpedos dos, abierto.

—Fuego

—Señor comandante, torpedo fuera del tubo...

aqui el original: http://www.soho.com.co/zona-cronica/art ... el-mar/332


" SI QUIERES LA PAZ, PREPARATE PARA LA GUERRA"

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OSPREY
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Mensaje por OSPREY »

y asi combaten nuestro muchachos en la montaña

cronica de la revista SOHO


LA GUERRA DESDE LA MONTAÑA
POR ALBERTO SALCEDO RAMOS

Veo tropas en formación, veo otro partido de fútbol malísimo, veo muchas botas, y centenares de guantes y pasamontañas. Un recluta hace flexiones de pecho


1. Cuatro ojos, lancero

Los cuatro suboficiales ocupan un rústico mesón rectangular bajo la luz turbia del restaurante. El tema de conversación es el insomnio de los soldados destacados en zonas de conflicto.

El teniente Hernán Ceballos, quien frota el cañón de su fusil con una bayetilla roja, considera inevitable perder el sueño cuando se está en medio de la guerra. Se trata de conservar el pellejo —dice— y para ello lo mejor es mantener los ojos abiertos tanto tiempo como sea posible. Por eso sus tropas no conjugan el verbo "dormir" sino el verbo "descansar". Los cabos José Arturo Pegendino, Waldir Altamar y Ancízar Castro permanecen atentos. El jefe sigue hablando sin dejar de brillar su arma. Lo que más lo desvela, admite, es el temor a pisar alguna de las bombas ocultas que los guerrilleros de las Farc han ido diseminando por el suelo.

El cabo Altamar mueve la cabeza de manera afirmativa. Luego cuenta que hace un año vio caer despedazados a cuatro soldados del Batallón Caicedo, en el Tolima, en medio de un campo minado con nueve cilindros explosivos de veinte libras. Él sobrevivió —explica— porque estaba lo suficientemente retirado del sitio donde ocurrió el estallido. Castro sentencia que nadie se muere el día que no le toca. Y Pegendino se pone a tajar una manzana verde con su navaja suiza.

—Las bombas enterradas son lo peor —dice.

—Lo peor —repite Castro.

Altamar advierte que en el último mes su escuadrón ha desactivado diecséis minas antipersonales sembradas por la guerrilla. El teniente Ceballos suspende la limpieza de su fusil. Entonces mira por primera vez a sus subalternos y dice que, pensándolo mejor, lo más inquietante no son las bombas encubiertas sino el hecho de saberse asediados por insurgentes que jamás plantean la confrontación abierta. Ver al enemigo significa escrutarlo, medirlo, predecir sus pasos. No verlo, en cambio, genera una sensación de zozobra que, según él, es la que produce el insomnio.

La escena transcurre en el Páramo de Sumapaz, en el Batallón de Alta Montaña Número Uno del Ejército colombiano, ubicado a tres mil seiscientos metros de altura sobre el nivel del mar. El restaurante donde se lleva a cabo la conversación funciona dentro un búnker, en cuyo techo se sienten, a ratos, los arañazos de un viento filoso. Las paredes internas están cubiertas con cobijas térmicas que exhiben el camuflaje característico de los uniformes militares. Afuera, la temperatura es de un grado centígrado, pero aquí adentro nadie parece tiritar de frío. Vistos bajo las lámparas opacas en esta noche de sábado, los cuatro suboficiales lucen un tanto fantasmagóricos.

Si la guerra se disputara de frente —insiste Ceballos— la incertidumbre sería menor. Ignorar dónde se agazapa el adversario es lo que les impone una vigilia permanente. El teniente recuerda que, en la región del Sumapaz, el último combate directo contra las Farc se presentó en julio de 2005. Esa vez, dice, cerca de setecientos subversivos intentaron recuperar a sangre y fuego el terreno perdido cinco años atrás. En la escaramuza murieron cinco guerrilleros, incluido un comandante conocido como 'el Boyaco'. También fueron abatidos un oficial y cinco soldados. Desde entonces los enemigos se volvieron invisibles y se dedicaron a sembrar sus minas antipersonales. Por eso —interviene Castro— toca mirar todo con cuatro ojos.

Ocho horas antes, cuando el fotógrafo Camilo Rozo y yo arribamos al batallón, varios hombres sudorosos, ataviados con camisetas grises y pantalonetas verde oliva, correteaban detrás de un balón. Me impresionó ver la cancha circundada por fusiles, como si los jugadores estuvieran más pendientes de repeler un asalto que de anotar goles. De repente, uno de los futbolistas disparó al arco y la pelota pasó zumbando frente a un recluta que simplemente miraba el partido desde afuera. Alguien gritó a todo pulmón:

—¡Despierto y con cuatro ojos, Murillo!

Y esa es la frase que el cabo Castro, siempre sentencioso, repite ahora, mientras recibe una lonja de manzana verde que le pasa Pegendino.

—¡Cuatro ojos, lancero, cuatro ojos!?



2. El país del nunca jamás

En Fusagasugá, setenta kilómetros al suroeste de Bogotá, funciona el Comando Operativo del Sumapaz. Allí nos suministraron el jeep Mitsubishi en el cual, a las siete de la mañana, comenzamos nuestro periplo. Antes de salir, el coronel Jorge Humberto Jerez nos informó que el recorrido hasta la sede del Batallón de Alta Montaña duraría siete horas, aproximadamente. Y nos impartió algunas instrucciones que él consideró urgentes: usar guantes y bufandas, cubrir el pecho y las fosas nasales, estar siempre dentro de la base militar y evitar los esfuerzos descomedidos. A los primerizos sedentarios como nosotros —nos previno— no les conviene sudar a cuatro mil metros de altura, pues la humedad en la piel aumenta el riesgo de una hipotermia o de un congelamiento de las extremidades.

El coronel se despidió y se fue para el patio a dirigir una revista de armas. En seguida, el soldado Erbin Ramírez, nuestro conductor asignado, encendió el carro. No habíamos avanzado ni tres metros cuando nos mostró su alma con la franqueza más pavorosa.

—Este viaje me preocupa —dijo.

Rozo y yo nos miramos desconcertados. Lo que oímos a continuación fue aún más perturbador.

—Si nos detiene la guerrilla, dicen que son periodistas ecológicos y van a investigar sobre los lagos del páramo. Ah, y yo no soy un soldado sino un chofer contratado por ustedes.

Le respondimos que por nada del mundo nos prestaríamos para esa farsa, ya que pondríamos en peligro nuestro pellejo. La mentira que nos proponía —le explicamos— era pésima. En primer lugar, nosotros no teníamos ni la menor idea acerca de los lagos del páramo. Sí, claro, los nombraban los profesores en las clases de geografía, pero aquello ya era historia patria, pasto de olvido. Hasta la pregunta más elemental sobre el tema nos dejaría en evidencia. En cuanto a Ramírez, su corte de pelo a ras lo delataba a leguas como soldado, por mucho que se hubiera vestido de civil. Más adelante, por cierto, le descubriríamos otras señales inequívocas: el lenguaje lacónico, el ancla tatuada en el antebrazo, la mirada recelosa. Y, sobre todo, su sentido castrense de la subordinación. Cuando Rozo o yo le hablábamos, él nos escuchaba con una compostura excesiva, como si pensara que nosotros, en vez de invitarlo a conversar, estuviéramos transmitiéndole una voz de mando. Sin duda fue por eso que aceptó nuestros argumentos y no volvió a mencionar su descabellada propuesta.

En todo caso, el saber que durante las próximas siete horas seríamos objetivos de guerra resultaba atroz. Nuestra primera revelación había sido apabullante: la guerrilla podía interceptarnos. Ir a bordo de aquel tipo de jeep —tan apetecido en los campamentos guerrilleros de la región— y en compañía de un militar que pretendía hacerse pasar por civil, no mejoraba el panorama.

A lo largo de la travesía, sin embargo, comprendimos que hay más razones para temer. La principal es la escabrosa vía, que al principio tiene curvas —calculo— cada cuatro metros. Algunas de esas curvas son enormes y producen una sensación de vértigo similar a la del bajonazo en la montaña rusa. Después de tres horas se empieza a andar por una trocha polvorienta plagada de escalerillas. El carro salta, los riñones sufren y una nube de tierra descarga toda su furia en nuestros ojos y en nuestras gargantas. A veces la carretera se angosta tanto que escasamente cabe el jeep en el que vamos. Y justo en ese momento se aprecia, bajo la margen derecha, un abismo que hiela la sangre. Luego está el frío, que endurece las manos y hace doler las orejas. Y más allá, la niebla que impide ver los bordes del camino.

Pasando por el Cerro del Gavilán, mientras las llantas se aferraban a la empinada cuesta como las tenazas de un escarabajo, me pregunté si el conflicto que presenciamos a diario en la televisión incluye lo que yo estaba viendo. Nos muestran los cadáveres, cómo no, nos muestran el llanto de los dolientes, nos muestran las cifras, pero jamás nos dejan sentir una atmósfera que vaya más allá de las muertes y los disparos. En otras palabras, nos presentan la balacera y nos ocultan el país que está detrás. El país de los senderos solitarios, de los caseríos de nadie como el que habíamos atravesado minutos atrás, de los pueblos perdidos donde impera la ley del más fuerte. El país que nos queda lejísimos a quienes habitamos en las grandes ciudades, el país de los lagos que solo vemos en las clases de geografía, el país que abandonamos a su suerte para que se lo comieran el hambre, la maleza y los infames de todo pelambre. El país de la gente inerme y asustada como nosotros. El país del nunca jamás.

Al final no nos emboscó la guerrilla ni escuchamos ningún tableteo de metralletas, pero sentimos en carne propia esa zozobra que el teniente Ceballos y sus soldados comentarían horas después, durante la tertulia nocturna en el restaurante.

3. Los otros enemigos

El teniente coronel Antonio Arévalo, comandante del Batallón de Alta Montaña, considera que el frío es, literalmente, uno de sus enemigos más encarnizados.

—Yo digo que la hipotermia es como un problema de orden público, porque nos obliga a sacar algunos hombres del área de combate.

Un poco antes, Arévalo había utilizado una maqueta en alto relieve para explicarme la ubicación exacta del batallón. El punto donde se encuentra la base —dijo, señalando el mapa con un estilógrafo - está a tres mil seiscientos metros de altura sobre el nivel del mar, pero hay sitios que sobrepasan los cuatro mil metros, en los cuales resulta demasiado difícil respirar y los movimientos se tornan lentos.

Ahora, de pie frente al rancho de tropas donde almuerzan los soldados rasos, Arévalo vuelve a tocar el tema del frío. Nos acompañan el mayor Carlos Triviño y el cabo Sandro Amaya. Arévalo cuenta que, con frecuencia, a sus hombres les toca exponerse a temperaturas bajo cero. Eso genera enfermedades, contratiempos. En el segundo semestre del año pasado, por ejemplo, se presentaron siete casos de hipotermia, dos de congelamiento en los miembros inferiores y uno de pulmonía.

—¿Usted ve esa montaña que está allá? —me pregunta Triviño, mientras señala hacia el frente con el índice derecho.

Cuando le respondo que sí, me informa que la montaña se llama Cerro Piedras, que está a cuatro mil doscientos metros sobre el nivel del mar y que es el lugar más frío de todo el páramo. Es un cerro tan frío, agrega, que la laguna que hay en su falda amanece congelada casi todos los días. A menudo, los soldados apostados en ese sector deben romper el hielo a punta de pico y pala, para poder bañarse.

Arévalo, Amaya y Triviño me acompañan a recorrer las instalaciones del batallón. Me muestran las barracas, los morteros, el obús, las ametralladoras, las cananas repletas de municiones, las cercas protegidas con alambres llenos de cuchillas espantosas, las trincheras. Veo tropas en formación, veo otro partido de fútbol malísimo, veo botas, muchas botas, y centenares de guantes y pasamontañas. Un recluta hace flexiones de pecho frente a los pies de un superior que lo reprende. Otro canta una ranchera de Vicente Fernández. Unos metros más allá me presentan a José Bustos García, el soldado que hace cuatro meses estuvo grave a causa de un edema pulmonar. Cuando me da la mano, sonríe.

—Escriba que el frío es lo peor —dice.

Más adelante, cuando emprenda el viaje de regreso, anotaré en mi libreta de apuntes que, durante nuestra estancia en el batallón, la temperatura mínima fue de un grado centígrado. En los amaneceres había trocitos de escarcha enredados entre la hierba y en los atardeceres, una neblina intensa. Por las noches se oían los quejidos del viento gélido. Si uno caminaba a la intemperie, sentía un helaje que dolía en los huesos. Más adelante, digo, anotaré esas impresiones sobre el clima. Ahora le pregunto al teniente coronel qué sentido tiene montar una base militar en este lugar tan remoto. ¿No se supone que el páramo es una reserva natural y que deberíamos aprovecharlo para conocer, por fin, los lagos que solo habíamos visto en los libros de geografía?

Arévalo responde que como la topografía colombiana es tan agreste, tan montañosa, resulta inevitable combatir en las alturas. Y agrega que fue la guerrilla la que convirtió el Páramo de Sumapaz en un escenario de guerra. Antes, según él, las Farc tenían aquí arriba uno de sus frentes.

—Esto funcionaba como una madriguera para esconder a los secuestrados —dice—. Incluso, acá estuvieron algunos ciudadanos importantes negociando la liberación de sus familiares.

Luego sostiene que con el batallón de alta montaña, el Ejército cerró el corredor entre la ciudad de Bogotá y los campamentos de las Farc en el Meta y el Huila. Sin embargo, afirma que se niega a echar las campanas al vuelo: prefiere seguir "despierto y con cuatro ojos", como les exige a sus hombres cada día.

Arévalo calla, se pega el radioteléfono a la oreja izquierda. Luego, mirando hacia el horizonte, confiesa que para él lo más duro es el aislamiento. Aquí arriba se añora con toda el alma el país de la esposa y los hijos, el de la vecina que vende helados de fresa, el del amigo de infancia, el de la tía solterona que canta bajo la ducha, el de los novios que se besan a contraluz, en el atardecer, el del hermano que jamás se afeita el domingo. Pero ese país está lejos y es borroso. Vistos desde el páramo, los seres queridos no son criaturas de carne y hueso sino voces difusas que saludan a través de un chat.

Arévalo adopta ahora un tono más grave y me informa que el hecho de vivir en un lugar tan retirado genera muchos problemas operativos. Los principales son la evacuación de los heridos y enfermos, y los abastecimientos de víveres y combustible. Más adelante, por cierto, el médico del batallón, Alfredo Castañeda, me dirá que la distancia influye también en el índice de venéreas de la tropa. Por razones logísticas, los soldados descansan cada cuatro meses. Muchos, según las palabras textuales de Castañeda, "cuando salen se desahogan con lo primero que se les atraviese", sobre todo en los burdeles, conocidos aquí con el muy gráfico nombre de "chochales". Castañeda precisará que, en ocho meses, ha atendido dos casos de sífilis y varios de condilomas y de gonorrea. A esta última enfermedad los soldados le llaman "gripita militar".



4. Epílogo

Hipotermia, congelamiento, soledad, aislamiento, peligro. Abundan las razones para salir corriendo. Y, sin embargo, ellos siguen allá arriba. ¿Por qué

, les pregunté. Casi todos me respondieron con las mismas palabras calcadas: "patria", "bandera", "libertad". Pero hubo uno, cuya identidad me reservo, que se apartó del coro y reconoció que su motivación principal son los novecientos mil pesos del sueldo.

Justo cuando llegamos a Fusagasugá, recordé su honesta confesión. Mientras nos despedíamos del soldado Erbin Ramírez, pensé en la hipótesis del columnista Antonio Caballero: el conflicto es nuestra principal fuente de empleo. Para mal y para bien. Hasta yo, que me ufano de no haber disparado jamás ni una pistola de juguete, sentía que esta vez no le debía mis honorarios al periodismo sino a la guerra.


http://www.soho.com.co/zona-cronica/art ... ontana/334


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Andrés Eduardo González
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Mensaje por Andrés Eduardo González »

Saldrá de Japón primer grupo de colombianos afectados por terremoto

Llegarán este fin de semana en un vuelo programado por la Fuerza Aérea, anunció la Cancillería.

Sólo ante un peligro inminente o alerta de evacuación habrá traslado de la Embajada en Tokio, informó la Cancillería en un comunicado.

"La Fuerza Aérea Colombiana está programando un vuelo para el fin de semana que está siendo coordinado por la Embajada, dando prioridad a las personas que más lo necesitan y que tengan sus documentos al día", indicó el Ministerio.

También se programaron varios vuelos en conjunto con el Gobierno de Chile, los cuales trasladarán a quienes deseen dirigirse a ese país.

La Cancillería reiteró que tras el terremoto del pasado viernes, "la Embajada de Colombia en Tokio, en coordinación con el ministerio de Relaciones Exteriores, ha adelantado todas las acciones posibles para contactar a los colombianos residentes en la zona del desastre con el fin de darles el apoyo necesario".

Por otra parte, el Ministerio reiteró que "el Gobierno colombiano confía plenamente en el manejo que el Gobierno japonés le está dando a esta situación y la Embajada se está ciñendo estrictamente a sus orientaciones".

Así las cosas, la embajada colombiana en el país nipón seguirá "funcionando normalmente" y "sólo ante un peligro inminente o una alerta de evacuación del Gobierno japonés se consideraría la posibilidad de trasladar temporalmente el personal diplomático y consular a otro lugar".

REDACCIÓN POLÍTICA


http://www.eltiempo.com/politica/colomb ... _9028225-4

Bien, ¡Júpiter a trabajar!!!...

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"En momentos de crisis, el pueblo clama a Dios y pide ayuda al soldado. En tiempos de paz, Dios es olvidado y el soldado despreciado».

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