Retrato de las tres mujeres de 'hierro' de la Policía Antinarcóticos

En combate es la dura de la ametralladora M-60
La sargento Carmen Alicia Salazar tiene un record difícil de alcanzar en la Policía. Dos veces le han concedido la medalla al valor, distinción que otorga la institución hasta tres veces por actos del servicio en los cuales los uniformados han arriesgado sus vidas.
Esta suboficial de Antinarcóticos, quizás una de las uniformadas que más combates ha protagonizado con la guerrilla, fue la primera mujer en la historia de la Policía en convertirse en artillera.
Madre de dos hijos y con 23 años en la institución, se volvió diestra en el manejo de la ametralladora M-60 por cuenta de las necesidades del conflicto armado colombiano. Era técnica en aviación, especializada en helicópteros, pero terminó disparando.
A esa labor llegó casi sin proponérselo. "Me encontré una amiga que me dijo que quedaba un día para inscribirse en el curso para técnico aeronáutico. Me postulé y pasé las pruebas", recuerda. Fueron 220 personas, entre ellas 15 mujeres. Sólo ella aprobó.
Ese fue el paso que la llevó al combate. Aunque su trabajo era en esencia el de la mecánica, el de vigilar que cada vuelo fuera seguro y el de detectar cualquier falla, cada misión empezó a generar la necesidad de dos artilleros en las aeronaves.
Un día cualquiera el helicóptero que estaba asistiendo, en San José del Guaviare, recibió una 'lluvia de bala' mientras apoyaba a erradicadores de coca. Carmen tuvo que dejar a un lado su herramienta para dispararle a los guerrilleros que los atacaban.
"Esa primera vez fue terrible. En segundos me pregunté qué hacía yo allí, por qué me había metido en eso. Pero sentí que no podía salir corriendo porque mis compañeros esperaban mucho de mí y empecé a disparar", recuerda.
Después vino una mañana de septiembre en Puerto Rico (Meta), cuando las Farc derribaron el helicóptero en el que iba. El ataque le dejó 30 orificios a la aeronave. Ella recuerda el momento en el que el piloto soltó un "me quedé sin instrumentos. Nos cascaron". Después empezaron a caer.
El piloto logró ate¿rrizar en un campo visible pero demasiado inclinado. El helicóptero se volteó y atrapados, tratando de salir, escuchaban las consignas de los guerrilleros: "hay que rematarlos".
La M-60 quedó hacia arriba, Carmen la sacó y empezó a disparar para proteger la salida de los hombres Jungla. Después de que empezó a correr para ponerse a salvo, se dio cuenta de que el copiloto aún estaba atrapado.
"Me devolví disparando, rompí la claraboya y me corté las manos, me metí de nuevo al helicóptero y le solté las correas al compañero hasta sacarlo. El combate fue durísimo", asegura.
El segundo desafío lo tuvo en Toribio (Cauca), en 1998. Fueron ocho horas de combate respaldando a los policías que estaban en la estación, y a los que la guerrilla quería quemar vivos. "Ese día tocó tasar la munición porque se había acabado y si se necesitaba más, tocaba traerla de Bogotá. A los compañeros los hubieran matado", dice.
De esa acción, que le significó la segunda medalla, tiene una imagen imborrable. El perro que acompañaba a los policías en la estación murió en los brazos de uno de los uniformados que lloraba por sacar al canino con vida.
La buzo que 'caza' droga bajo el mar
Los dos años de su paso por Barranquilla, donde escuchó de sus compañeros decenas de historias sobre incautaciones de coca en altamar, fueron el estímulo de la patrullera de Antinarcóticos Yuly Vanesa Mora para dar un paso que no ha dado ninguna otra mujer en la Policía: postularse a buzo y convertirse en la primera de esa especialidad en la institución.
Pasó los exámenes preliminares y fue elegida para iniciar con otros 24 policías (hombres), en una semana, el curso. Su juventud así como sus 1,70 de estatura son su fuerte para profesionalizarse en un área que hasta ahora sólo había sido reservada a los varones.
Yuly Mora, bogotana, ingresó a la Policía hace cuatro años y pasó directamente a Antinarcóticos. La actividad allí -dice convencida- le ha enseñado a leer comportamientos de la gente que en otras secciones de la Policía son difíciles de detectar.
Está convencida de que el narcotráfico no tiene límites. De hecho, cuando apenas entró a la institución, la sorprendió la propuesta de un compañero suyo que le dijo que había "dos millones de pesos sólo por dejar pasar tres cajas que él le iba a indicar". Llevaban cocaína.
Sin embargo, nada la ha atraído más como las operaciones contra el narcotraficantes en el mar.
De estas supo cuando fue comisionada a los puertos de la capital del Atlántico. Le llamó la atención las inspecciones subacuáticas de los buzos de la Policía y de la Armada Nacional. "Compañeros hacían incautaciones grandes y se arriesgaban bastante. Mucho tiempo a grandes profundidades y temperaturas bajo cero", cuenta.
Y aunque varias veces vio a buzos salir descompensados, asegura que nunca ha sentido temor por lo que tendrá que enfrentar. "Un amigo me explicó que se le iba el aire y que pensó que iba a ser el último momento de su vida. Pero tenía que remover una lata de un sumergible, porque si salía a la superficie se perdía la evidencia", cuenta la joven patrullera.
En realidad, tanto la Armada -que sí tiene mujeres buzos- como la Policía están preparando aún más a sus miembros porque muchos narcos arrojan la droga al mar y se hacen pasar por náufragos, hecho que dificulta en ocasiones la judicialización de los casos.
El terror de las 'mulas' en Eldorado
"Linda hablemos. Todo se puede arreglar", fueron las palabras -en un enrarecido castellano- que le dijo a la sargento Bibiana Lozano una de las últimas mulas del narcotráfico capturadas en el aeropuerto Eldorado de Bogotá, en el 2009.
El africano no contaba con que se iba a encontrar con la misma policía que un año atrás había intentado practicarle una prueba de rayos x. El hombre, que ya había entrado varias veces al país, quedó en libertad después de valerse de tretas y del paro judicial de ese entonces para evadir el examen.
La jefe de la sala de rayos x del aeropuerto y quizás una de las mujeres policías que más ofrecimientos ha escuchado para que deje libres a las 'mulas', tiene ojo de águila para detectarlas.
Por cuenta de su labor, 250 personas cayeron con más de dos toneladas de cocaína y heroína en sus equipajes y cuerpos, el año pasado.
Con relativa frecuencia los pasantes de droga buscan cómo seguir su itinerario a punta de dádivas, cuenta esta suboficial que terminó en la Policía después de acompañar a una amiga a inscribirse en la institución, hace 18 años.
8 mil dólares es la oferta más alta que le han hecho en los cuatro años que lleva trabajando en la terminal aérea. "El señor iba para Venezuela con dos hijos pequeños y me dijo que cómo le iba a dañar la Navidad a los chicos. Le respondí que no hablara más porque ya tenía un delito adicional por tratar de sobornarme", dice.
Si hay algo que le ha dejado su labor es que el aeropuerto es uno de los escenarios más rentables para el narcotráfico. "Hay operarios de vuelo, pilotos, vigilantes, policías, trabajadores del área de carga, azafatas, que las organizaciones buscan para darles dinero. Y en ese árbol encuentran alguna rama para trepar", asegura sobre la corrupción. Y recuerda que hace apenas dos semanas una vigilante se forró el abdomen con una faja de cocaína.
Según ella, cada vez hay más 'mulas' y cada vez más viajan con niños para pasar desapercibidas. Incluso, el caso más aberrante que ha judicializado involucró a una lituana embarazada.
Le llamó la atención que la mujer jamás se sentaba. Llevaba un cilindro en su vagina con 750 gramos de cocaína y también había ingerido cápsulas. Después de una prueba especial de sudoración (pues mujeres embarazadas no pueden pasar por rayos x) que dio positivo, lo demás fue una carrera contra el reloj para evitar que el paro judicial la dejara libre.
La suboficial le hizo lobby a un fiscal para que a través suyo se pudiera ubicar a un juez. Además, tuvo que visitar consulados para buscar traductor. Una secretaria rusa que hablaba lituano fue a la audiencia, que se hizo en el hospital de Engativá. Los más sorprendidos fueron los médicos porque el caso no tenía antecedentes en el país. Ha encontrado muchos casos dramáticos, que sin embargo no le impiden hacer su trabajo.
HÉCTOR VELOZA CANO
REDACCIÓN JUSTICIA