La coletilla de la guerra de QuitoPublicado el 22/Julio/2007 | 00:00
A fines de 1986, el Daily Telegraph publicó una encuesta del Instituto Gallup sobre el optimismo y el pesimismo con el que los países esperaban el año 1987. Ecuador estaba entre los más pesimistas.
No era para menos; en 1986 las exportaciones cayeron en $805 millones; el déficit de cuenta corriente en la balanza de pagos superó los $700 millones; la inflación trepó más allá del 28%; la inversión en general registró una baja del -8,7%, y el PIB creció tan solo el 1%.
El Gobierno de León Febres Cordero, al parecer, estaba muy metido en la lucha para derrotar al grupo subversivo Alfaro Vive Carajo y en tapar todos los huecos de la rebelión de la Fuerza Aérea, encabezada por Frank Vargas Pazzos, que terminó en una guerra, en marzo de 1986, al norte de Quito.
Era evidente que creía todo superado, porque en una entrevista con Vistazo, aseguró que conceder libertad al traidor y subversivo general Vargas, sería una locura.
El presidente desconocía así la amnistía que había otorgado el Congreso a Vargas, en septiembre de 1986.
En la semanas siguientes ya estaba integrado el Tribunal que debía sentenciar a los revoltosos de la FAE.
La mayor alegría que experimentaban los ecuatorianos, en ese ambiente de pesimismo, fue el triunfo de Rolando Vera en la carrera de San Silvestre, en Brasil.
Mientras en el mundo de la moda, causaba furor entre los adolescentes la chompa que Tom Cruise usaba en su película Top Gun, la más vista en Quito y Guayaquil a comienzos de 1987.
El ambiente político al parecer estaba tranquilo, tanto que una dirigente del PSC del Azuay, ya comenzaba a plantear una serie de cambios para permitir la reelección de Febres Cordero.
Justo al día siguiente de esa declaración, el 16 de enero de 1987, Febres Cordero era secuestrado en la Base Aérea de Taura, a 25 kilómetros de Guayaquil.
El mandatario había llegado a esa base para una ceremonia castrense. Cerca de las 09:00 comenzó el acto protocolario. Cuando el entonces ministro de Defensa, Medardo Salazar Navas, iba a rendir parte al presidente, un tiro al aire anunció el inicio del operativo, en el que participaron 75 comandos paracaídistas.
¡Tírense al suelo! ¡Todo el mundo al suelo!
Uno de los comandos se acercó de frente al presidente, lo abrazó y cayó con él al suelo, donde Febres Cordero fue desarmado.
El comandante de la Base Aérea, Patricio González, fue el primero en caer golpeado, cuando intentó amedrentar con una pistola a dos insubordinados.
El general Marcelo Delgado, jefe de la Casa Militar de la Presidencia, trató de reaccionar y se abalanzó sobre uno de los comandos. En ese forcejeo se disparó la primera ráfaga de metralleta.
Dos de los hombres de seguridad del presidente, Gonzalo Herrera Duque y Pedro Jaime Quinga, sacaron sus armas, pero cayeron bajó las balas de los comandos de Taura. Otros resultaron heridos, al intentar proteger a Febres Cordero.
Cuando toda la guardia presidencial fue sometida, el soldado que derribó al presidente se levantó y le ordenó quedarse en el piso.
Llegó la orden de trasladar a los heridos y una buseta se estacionó frente al hangar en el que estaba Febres Cordero. Un soldado quiso tomarle del brazo, pero él reaccionó: Bájeme la mano. No me toque, soy el presidente de la República.
Febres Cordero fue llevado al auditorio de la Base donde tuvo que firmar dos actas en las que aceptaba liberar a Vargas y a no tomar acción penal ni represalia alguna contra los insubordinados.
Cuando ya estaba a punto de marcharse, llegada la noche, uno de los comandos llegó a la buseta, en la que sería trasladado a Guayaquil, con otra acta en la que se comprometía a publicar en el Registro Oficial el acta de amnistía. ¿Algo más?, preguntó el presidente, luego de firmar el documento.
Cuando llegó a Taura un avión con Vargas, una buseta azul y celeste de la Armada Nacional salía de la Base con León Febres Cordero. Vestía una guayabera blanca y en la manga derecha podía apreciarse una mancha de sangre y mostraba tres rasguños en la mejilla. Eran las 18:55, a las 19:25 llegó a Durán y cinco minutos después cruzaba el Puente de la Unidad Nacional. Una fina lluvía caía sobre Guayaquil. Así concluía el secuestro folclórico, que es como calificó al hecho el diario francés Le Monde, en un editorial de primera página.
El mundo, ese mes, vivía una ola de frío, sobre todo la vieja Europa, que dejó 300 muertos en siete días. (JT)
http://www.hoy.com.ec/noticias-ecuador/ ... 72936.html