Guerra Civil y Memoria Histórica

La Guerra de 1936-1939. La República Española, el Ejército Popular y el Nacional. Francisco Franco. España en la Segunda Guerra Mundial. La División Azul.
Ocell Dodo
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Guerra Civil y Memoria Histórica

Mensaje por Ocell Dodo »

El Gobierno hará un inventario de obras construidas con trabajos forzados en el franquismo.

El Ministro de Memoria Democrática ha anunciado que estudiarán cuántas personas realizaron trabajados forzados en su visita a los restos del destacamento penal franquista de Chozas de la Sierra.

https://www.eldiario.es/sociedad/gobier ... 10144.html


Solo los muertos han visto el final de la guerra (George Santayana).
Kraken
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Mensaje por Kraken »

El golpe del PSOE fue brutal y sangriento: los golpistas asesinaron a 33 sacerdotes y religiosos y a 300 militares y miembros de las fuerzas del orden, y además destruyeron 17 iglesias, 40 edificios religiosos y docenas de fábricas, puentes, casas y edificios públicos. A pesar de la gravedad de los hechos, los golpistas no pasaron ni un año y medio en prisión, pues una de las primeras cosas que hizo la izquierda tras llegar al poder en febrero de 1936 fue conceder una amnistía a los implicados.
Y vuelta a empezar.


Ningún plan, por bueno que sea, resiste su primer recorte presupuestario.
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Luis M. García
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Mensaje por Luis M. García »

Andrés Trapiello acerca de la impiedad presente en la "Memoria histórica" dictada por los que gobiernan y la equidistancia pro domo sua que practican con los crímenes terroristas.

Los grandes cementerios bajo la luna
Al fin Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijoo se han puesto de acuerdo en algo. Para el primero en nada del procés hubo terrorismo. Para el segundo, si lo hubo, será difícil de probar. ¿Pese a sus víctimas? Ni siquiera han esperado a que los jueces decidan qué es terror, apresurados en olvidar a quienes lo padecieron. Ya otras veces se ha dicho: «Triste España sin ventura».

Acaba de publicarse aquí un libro capital, inencontrable desde hacía décadas: Los grandes cementerios bajo la luna, de Georges Bernanos (Pepitas ed.). «¡Ah, la atmósfera del Terror no es como imagináis! La primera impresión es de un tremendo error que lo confunde todo, que mezcla inextricablemente el bien y el mal, a los culpables y a los inocentes, el entusiasmo y la crueldad. ¿Lo habré visto bien? ¿Lo habré entendido bien?... Os dicen que eso va a acabar, que ya ha acabado. Respiráis aliviados. Respiráis hasta la siguiente matanza, que os pilla desprevenidos». Aterra pensar que pervive hoy parecida confusión. Quiero decir que si es exacto lo que dice Bernanos, que el terror es la mezcla e igualación de culpables e inocentes, amnistía y terror vienen, hoy, a ser sinónimos, si acaso no una transvaloración, pues se trata ahora de hacer inocentes a los culpables, y al revés.

Los grandes cementerios bajo la luna se publicó en 1938 e hizo famoso, aún más, a Bernanos, católico, monárquico y testigo directo del Terror y de los crímenes de los falangistas mallorquines en la Guerra Civil española, con la bendición del «reverendísimo obispo de Palma» y los curas de la isla. Asesinatos vistos en un primer momento por el escritor francés si no con complacencia, sí con circunspección (al fin y al cabo su hijo formaba parte, como camisa vieja, de las escuadras exterminadoras): «Creo saber cuál es la parte legítima, la parte ejemplar de la revolución fascista, hitleriana o incluso estaliniana». Legítima, dijo. Pese a la amplitud cinemascope propia de los panfletos (a lo Léon Bloy, a lo Céline) el libro contó con la admiración de gente de arte y ensayo, Sartre, Camus, Arendt... Hannah Arendt reconoció a su maestro Jaspers que, pese a no ser «un gran poeta, Bernanos es un verdadero orador», y aunque «divaga mucho [cierto], ilustrará a los historiadores del futuro sobre la barbarie del fascismo más que la mayoría de los mamotretos con su pedantesco aparato de notas».

El libro debió su gran éxito y debe su pervivencia a las páginas dedicadas a la represión fascista. La izquierda vio en ellas una poderosa arma de propaganda, y los detalles tremebundos y sanguinolentos hicieron el resto: en Francia gustan mucho cuando proceden de esta tierra de cigarreras y toreadores, y si el asesino lleva tricornio, más todavía.

¿Y Bernanos, mientras tanto, qué hizo allí? «Si hubiera pretendido oponerme a las ejecuciones sumarias yo mismo habría sido fusilado. Una guerra civil no se hace con guante blanco». Ahí terminó su compromiso con la verdad. Cuando pudo, se fue y se llevó consigo a su familia. Su hijo desertó unos meses después.

Providencialmente acaba de aparecer La guerra de España, de Simone Weil, apenas unas cuartillas de letra abultada (Página Indómita ed.). No se puede leer a Bernanos sin leer el librito de Weil. Sería inmoral.

Weil era en 1938 lo contrario de Bernanos: joven, desconocida, discreta. Y además judía (se convertiría al catolicismo mucho después). Se sumó desde el principio a la causa republicana, viajó a Barcelona en agosto del 36, se incorporó a la columna Durruti y fue testigo de parecidos asesinatos, paseos y venganzas perpetrados por los anarquistas. Protesta tímidamente y anota en su diario que, de ser apresada, «me matarán, pero lo tengo merecido». «Los nuestros han derramado ya mucha sangre. Soy moralmente cómplice». La conciencia de su responsabilidad la hace a mi modo de ver superior a Bernanos, claro que en el caso de Weil la izquierda sigue prefiriendo ilustrarse en otro lado.

Weil leyó el libro de Bernanos arrebatada, y no pudo sustraerse al impulso de escribirle. Nunca le envió esa carta. Le cuenta en ella sus propias vivencias. Esta, por ejemplo: el falangista de 15 años. Durruti le da a elegir: morir o integrarse en su columna; que lo pensase. «Pasado el plazo, veinticuatro horas, el joven dijo que no y lo fusilaron. No obstante Durruti fue en algunos aspectos un hombre admirable». ¿Veía Weil también la parte ejemplar de la revolución durrutiniana? Le atormentó reconocer que jamás vio «a nadie expresar, ni siquiera en la intimidad, repulsión, desagrado o incluso desaprobación ante la sangre derramada innecesariament». (...). «Cuando se sabe que es posible matar sin correr el riesgo de ser castigado o culpado, se mata; o al menos se rodea de sonrisas alentadoras a quienes matan». ¿Qué hizo entonces Simone Weil? En cuanto pudo, un mes y medio después de haber tomado las armas, desapareció por un forillo y se marchó de España.

Algunos han tratado estos últimos 20 años de explicar (con poco éxito) la diferencia entre equidistancia y ecuanimidad. Ecuanimidad es leer a Bernanos y Weil. Equidistancia, equiparar inocentes y culpables, constitucionalistas e inconstitucionales; e impiedad, prohibir que se exhumen de una fosa común 700 víctimas de la Guerra Civil, por haberlo sido, conforme a la Ley de memoria democrática, del bando equivocado, o sea, el no republicano.

¿Harán de nosotros, al fin, personas moralmente cómplices?
https://www.elmundo.es/opinion/columnis ... b45ca.html
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pacopin
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Mensaje por pacopin »

Esto que pongo corresponde a un episodio que no conocía.

Seguramente no corresponde a este hilo porque ocurre en los años 40, pero no iba a crear un hilo para esto sólo, De todas formas si estiman que está mejor en otro sitio pues fmg haz tu magia.

Cuando los ingleses ahorcaban españoles en Gibraltar en 1944
https://www.eldebate.com/historia/20240 ... 85222.html


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Mensaje por pacopin »



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Luis M. García
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Mensaje por Luis M. García »

Enésimo artículo de Trapiello glosando la desvergüenza e inmoralidad de Sánchez recurriendo al comodín de "Franco" y la Guerra Civil. Uno añora el momento en que la sociedad española comience a otorgar rentabilidad electoral negativa a este tipo de gestos; lamentablemente es posible que ese momento aún no haya llegado. :pena:

El siniestro disfraz de un sin escrúpulos
Tiene uno la impresión de haber escrito este artículo otras cien veces. Se lo he oído también a algún amigo respecto de los suyos. Es difícil decir nada nuevo. ¡Lo hemos escrito ya de tantas maneras, en tantos tonos! Contribuye a este hartazgo, supongo, la terca repetición de los hechos, la obstinación de la realidad, las malditas circunstancias, que decía Fortunata.

Lo primero que hizo Sánchez anteayer, nada más bajarse del avión, fue correr a Cuelgamuros. Venía de darse una vuelta por Oriente Próximo... El mundo no podía prescindir de su opinión, y corrió a pedir una vez más un Estado palestino en el que la mayoría de los países árabes no están interesados. O sea, crear el nuevo, y mientras, ir socavando este nuestro.

Jordania, Arabia Saudí, Emiratos... Le veremos, a partir de ahora, viajar sin tasa de kilómetros ni queroseno a los confines más insólitos, haciendo bueno el dicho: «Como fuera de casa, en ningún sitio». Bombas de humo, pantallas de representación que le ayudarán a camuflarse y esconder su amnistía y las cesiones a delincuentes irredentos, sus pactos aberrantes y la corrupción de su partido. Y cuando no tenga más remedio que volver, saldrá corriendo otra vez a Cuelgamuros. Anteayer fue la cuarta. No le van a quedar ya muertos.

Y en cuanto llegó se hizo, disfrazado de forense, unas fotos y circuló un vídeo siniestro, obsceno, repugnante. Y no por los huesos, desde luego. Sino por el uso que estaba haciendo de ellos. Lo nunca visto, lo que ningún familiar había podido ver ni discretamente, porque se lo negaron.

Sin pasar por el camerino para quitarse la máscara de farsante, se precipitó después a subir un tuit. Por doquiera Sánchez va, lleva consigo su agitprop, diríamos a la manera de Galdós. Dejó este comentario al pie de su trofeo, como otros cazadores ponen su pezuña sobre la pieza abatida: «Sin memoria no hay democracia». Cierto. «Y un exceso de memoria daña la vida». Lo dijo Nietzsche. Volviendo esta frase del revés quedaría así: «El olvido es infinito. De él deriva el vuelta a empezar, sin el cual el mundo se acabaría», por seguir con Galdós y Fortunata. Pero Sánchez se ha propuesto acabar con un mundo que estaba siendo no sé si el mejor de los posibles, pero sí el mejor que hayamos construido en toda nuestra historia. Él ha decidido ir desmontándolo paso a paso.

La escena resultaba macabra, los facultativos pegados a la pared, de pie, fantasmales, sin atreverse a despegar los labios, con fosca seriedad, como los huesos ordenados, vivos y muertos aterrados ante nuestro pequeño Ceaucescu (que además ya tiene su madame Ceaucescu). Cuántas veces lo habrá dicho uno ya: el problema de la memoria nunca ha sido encontrar el adn biológico apropiado. Ese es sencillo de extraer: tiempo y dinero. Es el otro, el adn moral, político y penal el problemático en una guerra civil: todas las que están en Cuelgamuros fueron víctimas, pero algunas además, victimarios. Sus crímenes no saldrán de ningún laboratorio, aunque los tengan a la vista. No lo duden, mezclados con los de las víctimas inocentes. Ni siquiera los historiadores podrán deducirlo en muchos casos. Eso justifica las reparaciones, pero invalida los homenajes indiscriminados. ¿Qué parte es difícil de entender de esto?

¡Cuántas veces antes habrá escrito uno ya este artículo! Se entiende que usted también esté cansado.

Hasta ahora simpatizaba uno poco con las mayorías silenciosas, compuestas por individuos conformistas y cobardes. Las del franquismo, por ejemplo. Pero aún se soportan peor las mayorías silenciosas «progresistas». Las otras, al menos, tenían la excusa de la dictadura y el temor a ser represaliados.

Hablemos de mi gremio, al que conozco algo. Escritores y periodistas. Derecha, centro e izquierda. Pongamos cien a modo de ejemplo. Cincuenta escribimos cada semana artículos parecidos que denuncian sin desmayo la deriva demencial del presidente Sánchez y su Gobierno. Nos habrán leído mil artículos contra la amnistía, sus incongruencias y desmanes. Lo raro no es que los otros cincuenta no hayan escrito otros mil a favor del uso partidista de los muertos o de la amnistía, sino que no hayan dicho nada de todo ello, ni a favor ni en contra.

Repasa uno, a modo de orientación, la extensa lista de los que firmaron hace solo tres años aquel manifiesto de los dos mil no sé cuántos contra Ayuso, y constato que su ardor guerrero no ha tenido a bien ocuparse aún de la amnistía, ni juntos ni por separado. Puede incluso, me digo, que no hayan escrito ni una línea por suscribir también las reprobaciones combativas. En ese caso, razón de más. Está uno deseando pasarles los trastos y descansar un rato. ¿Y si siguen siendo sanchistas contumaces por miedo a acabar en la fachosfera? También bien. Pero saliendo a la palestra, defendiéndole de los ataques, si los juzgan equivocados y reaccionarios. Inyectarían en nuestros extenuados escritos nueva savia, arrimarían a nuestras prosas fatigadas sus acicates y los debates se reavivarían, para bien de todos.

Lo que no podemos es seguir como hasta ahora. Sánchez nos quiere, además de locos, hartos. Quiero decir, dejándole abusar impunemente del sentido común y la decencia, cosa que ocurre, como poco, dos o tres veces a la semana. La última, anteayer, la cuarta en Cuelgamuros. Nuestros artículos no hacen más que acompasarse con él. Salta a la vista: sirven de poco, ¿pero qué más podríamos hacer?
https://www.elmundo.es/opinion/2024/04/ ... b4595.html


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Luis M. García
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Mensaje por Luis M. García »

La primera Cheka en España, meses antes de la sublevación de julio.

Antillón 4, la checa que instauró el terror rojo meses antes del 18 de julio

Las checas, el principal instrumento del terror comunista, no surgieron como reacción al golpe de julio de 1936. Un convento incautado en Madrid se convirtió, en abril de ese año, en la primera 'cárcel del pueblo'. Así lo demuestran Sergio Campos Cacho y José Antonio Martín Otín en 'Violencia roja antes de la Guerra Civil' (Espasa)
Cuando el 28 de abril de 1936 (apenas dos meses y medio después de la victoria del Frente Popular en unas elecciones que hoy sabemos que fueron manipuladas, gracias al libro de Roberto Villa y Manuel Álvarez Tardío, '1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular'), el concejal del Ayuntamiento de Madrid, el socialista Andrés Saborit, se acercó al número 4 de la calle Antillón (al otro lado del Puente de Segovia) para saber qué estaba ocurriendo en el asilo de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, era ya demasiado tarde. El día 22, Saborit había comunicado a las monjas que el día 30 debían abandonar el edificio porque la República había decidido instalar allí unas escuelas laicas, un proyecto que se remontaba a 1933. Pero aquellos planes reformistas del sector del PSOE afín a Julián Besteiro (en lucha fratricida contra la dirección del partido y la deriva totalitaria de Largo Caballero, inserta de lleno en la estrategia de los Frentes Populares dictada desde Moscú) no iban a ser ya posibles en 1936.

Un grupo jóvenes comunistas y socialistas se habían incautado el edifico la tarde anterior. El diario socialista Claridad había informado de ello esa misma noche con cuatro palabras: "Ese es el camino". Aún faltaban dos meses y medio para el golpe de Estado del 18 de julio, pero las MAOC (Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas, de filiación comunista) acababan de crear la primera checa, un modelo de cárcel del pueblo que será el instrumento principal que utilizarán los partidos y sindicatos de izquierda para instaurar el terror republicano, según describen de forma riguroso y documentada los investigadores Sergio Campos Cacho y José Antonio Martín Otín en Violencia Roja antes de la Guerra Civil. Antillón 4, la primera checa de la República, que Espasa pone a la venta el próximo 10 de abril.

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"Más allá de quién tome la decisión de incautarse el edificio", explica Sergio Campos a La Lectura, "lo relevante es que se hace de forma legal. Los jóvenes de las MAOC, que han izado una bandera roja en el balcón del edificio y han expulsado a las monjas con cierta intimidación, muestran a Saborit un salvoconducto del Gobierno del Frente Popular que permite que la operación sea legal. El Estado delega así el ejercicio de la violencia en una fuerza paramilitar, y se entra en la guerra antes de que empiece la guerra". Después, continúa Campos, especialista en el periodo y responsable de la edición de los dos volúmenes de memorias del fundador del Quinto Regimiento de Milicias Populares, Enrique Castro Delgado, para la editorial Renacimiento, "hacen un ejercicio puramente leninista y anuncian la creación de una secretaría de parados, talleres de costura, oficinas del Frente Popular. Las intenciones eran otras, sin embargo".

Rafael Pelayo Aunión (o Rafael Pelayo de Hungría, según el momento), uno de los que aquella tarde entraron en el convento y asilo de Antillón 4, era entonces un joven de tan sólo 15 años. Con 17 será ya capitán del Ejército Republicano, huirá a la URSS tras el final de la Guerra, pasará 10 años en el Gulag y en 1956 publicará, junto al periodista Ramón Moreno Hernández, ya de regreso en España, Rusia al desnudo, un libro esclarecedor que, junto con Tres días de julio, de Luis Romero, está en la fase inicial de esta investigación. "Para que sirviese de tapadera a las verdaderas intenciones del Partido", escribe Pelayo en los pasajes iniciales del libro, "en el primer piso se crearon varias escuelas. El segundo piso fue entregado para la Secretaría de los servicios del Frente Popular: Izquierda Republicana, Unión Republicana, CNT, FAI, AIT, UGT, Partido Comunista, Partido Socialista, Socorro Rojo Internacional y Juventud Socialista Unificada" [uno de cuyos impulsores fue Santiago Carrillo, recién llegado de Moscú en febrero del 36 y responsable político, meses después, de las matanzas de Paracuellos]. "El tercer piso y el sótano", continúa Pelayo, "lo utilizaron las MAOC como Cuartel General para realizar los interrogatorios, planear los trabajos más viles y para que los muchachos de las troikas ensayaran su puntería en los ratos libres". La troika que operaba en Antillón 4 era la del Radio Oeste, ya que el Partido las había dividido según los puntos cardinales de la ciudad.

Los trabajos más viles eran torturas, mutilaciones y asesinatos. El cadáver de José Mariano Sánchez Gallego, de 18 años, joven falangista de Chamberí, apareció con escoriaciones en las muñecas por haber estado colgado de un gancho mientras era torturado; el de Justo Serena Enamorado, falangista también y oficial el Ejército en la reserva, presentaba 73 puñaladas y síntomas de que le habían arrancado el cuero cabelludo. Ambos habían sido detenidos el 30 de junio de 1936 y sus dos cuerpos, mutilados, aparecieron seis días después muy cerca el uno del otro.

Los muchachos a los que se refiere Pelayo (él era uno de ellos, pero en su libro evita autoinculparse) son jóvenes que han sido seleccionados por Pedro Checa (sarcasmos de la Historia esta coincidencia en el apellido), que junto con Dolores Ibárruri y José Díaz eran en esos años, asistidos en todo momento por el enviado para España de la Internacional Comunista (Komintern), el italo-argentino Luis Codovilla, los máximos responsables del Partido Comunista. Personas dispuestas a todo, como Félix Barriga, primer marido de la escritora Teresa Pàmies; Juan Antonio Montero Gutiérrez, el Popeye; Manuel Encontrela, el Rácano; Manuel Díez del Valle, el Tendero; José García Granda, el Gárcia. Todos ellos miembros de las MAOC, que lucharon luego en el Ejército Republicano, algunos pasaron por Moscú tras la Guerra e incluso, como en el caso de García Granda, su nombre aparece en el callejero de Madrid. También, en el de Getafe, perviven los de José Díaz, Pedro Checa y el de una de sus víctimas, también comunista: Andreu Nin.

Pero no todos eran sádicos, de esos hay en todas partes, explica José Antonio Martín Otín, autor, entre otros, de El hombre al que Kipling dijo sí, sobre aspectos desconocidos de la vida de José Antonio Primo de Rivera. "Esas prácticas son fruto de una estrategia política. Las personas que Pedro Checa seleccionaba tenían que ser tipos capaces de provocar el horror en el enemigo y actuar como sádicos, no porque sintiesen placer en el daño que les causaban al otro, sino porque ese daño, visiblemente estremecedor, aterraba al contrario. Un chico de 18 años, cuando sepa cómo ha aparecido el cuerpo de su camarada, quedarán diezmado, es una depuración desde el horror. Era violencia y falta de conciencia. Porque las MAOC, además de ser el germen del futuro Ejército republicano, eran una policía militar que desde febrero del 36 está actuando impunemente por las calles de España, especialmente por Madrid, y sus miembros, muchos de ellos puestos en libertad tras la amnistía del Frente Popular, no irán nunca a la cárcel y si lo hacen, no será por un delito mayor, sino por uno menor. Esa impunidad no se refleja en la prensa, porque había una censura muy fuerte en los medios de comunicación. Es un síntoma más de que el Frente Popular estaba decidido a no entregar nunca más el poder a quienes no fueran ellos".

Finalmente, esa estrategia de terror, de origen leninista, no era más, explican los dos autores, que la que venía marcada por la Komintern y que en España llevaron a cabo, especialmente, el Partido Comunista y la Juventud Socialista Unificada (JSU). "Uno de los documentos que hemos utilizado, pero no porque lo hayamos descubierto, estaba ahí, en el archivo del PCE, y muchos historiadores lo han consultado pero no le han dado relevancia, es el informe de Francisco Galán, miembro destacado del PCE y luego uno de los instructores de las MAOC, sobre un congreso pacifista al que acudió en París en agosto de 1934. Galán muestra su sorpresa por la reacción negativa de los congresistas cuando empieza a hablar de la necesidad de crear milicias para controlar a las masas, porque es una orden dictada por la Internacional Comunista, que dice que ahora toca crear milicias dirigidas por el Partido Comunista, pero en las que se integren el resto de partidos y organizaciones. Y si hay que matar a un repartidor de periódicos, dice Galán ante el estupor de los allí reunidos, se le mata, pero eso se tiene que hacer bien y de manera organizada, sin improvisaciones. Las milicias no eran un instrumento de autodefensa, sino de ataque, debían provocar una reacción".

Y aquí es donde aparece una de las tesis fuertes del libro, que contradice a la historiografía oficial y a esa otra, afirma Martín Otín, "que ha ocultado de manera interesada como mínimo la mitad de lo sucedido". Con la retórica habitual de la época, según Juan Modesto Guilloto, uno de los creadores de las milicias comunistas, "las MAOC surgen para la defensa de las libertades democráticas y de los derechos humanos más elementales. Eran una organización de autodefensa del pueblo, hijas del enfurecimiento de la lucha, provocado por la reacción, que ponía rumbo al poder, a la fascistización gradual de la República; eran impuestas, en particular, por la actuación, cada vez más descarada y peligrosa, de los grupos de pistoleros falangistas, que gozaban de cierta impunidad".

Martín Otín afirma que "es una cuestión cronológica. De las primeras milicias socialistas ya se empieza a hablar cuando llega la República, en abril del 31. Las MAOC nacen en marzo del 33, Falange nace en octubre, y su primera respuesta violenta no llega hasta después de acumular 13 asesinados en sus filas. Hasta junio del 34 no hay una respuesta con un muerto, que es la socialista Juanita Rico, una respuesta improvisada, equivocada, atropellada, como la mayor parte de las que hacen los falangistas, incluido el intento de asesinato del dirigente socialista Jiménez de Asúa. Son gente muy valiente, con una fuerte dirección política, pero muy desorganizados en la acción."

Con la victoria del Frente Popular y la amnistía decretada al día siguiente, de la que se benefician muchos comunistas detenidos por acciones de violencia callejera y terrorismo, el PCE reactiva la estrategia de las MAOC. "En su declaración de principios, admitida tal cual en el registro gubernamental dos días después del paso por las urnas", puede leerse en el libro, "se establece el primer objetivo de la autodefensa. Para consolidar la tesis, el Partido Comunista abandona todo eufemismo y solicita que sus milicias sean armadas desde los arsenales del Estado (...) Mientras esperan respuesta, el Partido anticipa su propósito; los encargados de la tarea deciden ensayar la fórmula. El método pasa por el seguimiento de los adversarios, no al albur, sino minuciosamente elaborado: el enemigo marcado es seguido, estudiado, controlado y, una vez elegido el momento, asesinado allí mismo o secuestrado, torturado y muerto. Los grupos parapoliciales de las MAOC (o directamente policiales en la estructura que se había levantado) establecen un trámite que de manera idéntica se utilizará pocos meses después en la represión ilimitada del adversario. Las detenciones se practican en el domicilio de la víctima o en la calle, indistintamente, y no escatiman una cínica introducción: arrogados de la autoridad que el Partido les ha concedido, los grupos policiales de las MAOC exigen la documentación al señalado como primera providencia. Y luego proceden. Todo ello meses antes del 18 de julio".

Y es en este clima de impunidad amparada por el Gobierno del Frente Popular es en el que nace la primera checa instalada en la calle Antillón 4, antes de que, tras el inicio de la guerra, toda la España republicana se llene de estos centros de tortura dirigidos por partidos socialistas, comunistas, anarquistas y sus respectivos sindicatos. La relevancia del trabajo de Sergio Campos Cacho y José Antonio Martín Otín consiste, primero en identificar el centro, definir su estructura (que será imitada en el resto de checas), describir sus prácticas, poner nombre a los verdugos y dar visibilidad a muchas de las víctimas que no están amparadas por la Ley de Memoria Democrática.

También, por demostrar que la violencia comunista no fue una reacción al 18 de julio, sino que, inspirada por las directrices leninistas de la Komintern, formaba parte de la estrategia de toma del poder mediante la aniquilación del adversario. Y esta es una forma diferente de comprender el origen de la Guerra Civil española.
https://www.elmundo.es/la-lectura/2024/ ... b458e.html


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Guerra Civil y Memoria Histórica

Mensaje por pacopin »

Lo he leído en Telegram y no sé poner el enlace.
También ignoro si es cierto o un bulo aunque es cierto que estas cosas pasaron.

Se refiere a la visita de Sanchez al valle de los caídos.
...
Entre ellos está el protagonista de esta historia.
Éste de la primera foto es Antonio Gaitán Perabad, de 15 años y sus restos están en el osario escogido por Sánchez para su acto electoral en el Valle de los Caídos.

Era natural de El Carpio, Córdoba. Miembro de una familia de 7 hijos, Antonio ayudaba a su padre en la tienda familiar.

Él, su padre y dos primos fueron detenidos al principio de la guerra por su condición de cristianos. La noche del 21 de agosto del 36 fueron sacados de prisión y conducidos hacia el cementerio donde iban a ser fusilados. Un miliciano al que le dio lástima el niño le invitó a que «corriera junto a su madre». Él no quiso dejar solo a su padre y junto a él y los demás fue fusilado. Murió abrazado a su padre. Ambos fueron enterrados en El Carpio y años más tarde trasladados al Valle de los Caídos por deseo de su familia.


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Mensaje por Ocell Dodo »

El Gobierno activa la auditoría de los bienes incautados por el franquismo.

Tras determinar su valor, impulsará vías de "reparación" para los afectados por las expoliaciones.

https://www.larazon.es/espana/gobierno- ... 5dc44.html


El Papa aprueba el decreto para beatificar a dos catalanes asesinados en la Guerra Civil.

El sacerdote Gaetano Clausellas Ballvé y el laico Antonio Tort Reixachs.

https://www.larazon.es/sociedad/papa-ap ... 5f690.html


Solo los muertos han visto el final de la guerra (George Santayana).

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