Un soldado de cuatro siglos

La guerra en el arte y los medios de comunicación. Libros, cine, prensa, música, TV, videos.
Gaspacher
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Compañía Mercantil de Nuestra Señora del Carmen.
Puesto de caza numero 3 a 17 de agosto del año de nuestro señor de 1622
De Pedro Llopis y Alcalá
Capitán del Meteoro, socio igualitario en la citada compañía


Estimados socios. Informo a vuesas mercedes que conforme a los planes hemos establecido tres estaciones de caza en la zona no explorada al norte de China que nosotros conocemos como Siberia. En cada una de ellas han quedado equipos de varias decenas de cazadores que ahora mismo se afanan en construir sus refugios para el invierno mientras se preparan para tender sus trampas de caza este septiembre, pues es en Otoño cuando debe hacerse tal labor.

Para hacer tal cosa partimos de Manila el 25 de julio en compañía del bergantín San Juan, dirigiéndonos al oeste de la península que conocemos como de Kamchatka. Durante el viaje divisamos varias embarcaciones orientales, pero al navegar en compañía evitaron presentar batalla si es que alguna vez tuvieron tentaciones de hacer tal cosa. No tardamos en divisar una pequeña península pareció una buena base, situada en una pequeña península que ofrece un puerto natural de moderado tamaño que se encuentra a su vez en el interior de una bahía de mayor tamaño. Una vez allí y tras desembarcar, todos nos pusimos a talar árboles tan rápido como éramos capaces, amontonando la leña necesaria no solo para pasar el invierno, sino también para construir un fuerte-vivienda que sirva tanto para resguardar a los cazadores en el duro invierno como para defenderse en caso de ataque por parte de los indígenas.

Tras dejar atrás a cuarenta cazadores al mando de Martín Oliva encargados de seguir con la construcción del fuerte navegamos al Oeste costeando aquella zona hasta que encontramos un segundo puerto ideal para nuestros propósitos. Una vez más se trataba de una pequeña península junto a la desembocadura de un río de aguas claras. Y una vez más desembarcamos todos los integrantes restantes de la expedición para empezar a reunir madera con la que los treinta encargados de este puesto de caza que quedo bajo el mando del jefe Rubín, pudiesen construir su refugio cuando nos el resto partimos. De esta forma los trabajos previos han sido realizados por más de un centenar de hombres adelantando en gran medida el trabajo de los integrantes de la partida de caza.

Este mismo procedimiento se ha realizado por tercera y última vez estableciendo un puesto de caza fortificado en la desembocadura de otro río en el estrecho entre el continente y una isla de gran tamaño, en lo que creo es la desembocadura del río Amur. Este lugar puede ser peligroso pues la zona podría ser de interés para los chinos, y por eso se ha dejado de jefe al veterano sargento Cifuentes con sesenta hombres bien armados equipados con dos cañones de a ocho libras. Además hemos dedicado nuestro tiempo y esfuerzos en levantar muros de piedra y un foso que aumenten la protección.

Es precisamente desde este último puesto donde escribo estas líneas para dar parte de la evolución de nuestros intereses. La naturaleza que he observado es exuberante y la caza muy abundante. Mañana partiré de nuevo al norte, mientras el San Juan permanecerá otras dos semanas en este puesto para ayudar en la construcción del fuerte. Solo cuando este esté listo partirá de regreso a las Filipinas desde donde remitirá esta carta vía Nueva España. Este bajel porta además la información sobre la situación de nuestros puestos comerciales que ha de servir para informar al bajel que nuestra sociedad envíe el próximo año para sustituir en estas aguas al Meteoro que emprenderá el viaje de regreso.

Cuando llegue la primavera el San Juan regresara al Norte con suministros para las partida de caza, mientras el nuevo bajel partirá desde España para llegar a estas aguas en verano, y nosotros nos dirigiremos al sur con las pieles que hayamos obtenido. Una parte la venderemos en China para conseguir a cambio sedas y porcelana China, y el resto la llevaremos de regreso en nuestro viaje hacia España. De esta forma organizaremos un sistema de tres buques que se releven unos a otros permitiendo el suministro constante de los puestos de caza.

Quedo a su servicio.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Mensaje por Gaspacher »

Tras navegar otra vez hacia el Norte ciñendo al viento una y otra vez, el Tornado por fin pudo echar el ancla junto al puesto de caza número 2. Por el camino incluso habían divisado un asentamiento humano cerca de la costa en la península de Kamchatka, donde habían descendido para comerciar por medio de los interpretes que habían llevado consigo que a duras penas lograron hacerse entender. Tras las suspicacias iniciales de los lugareños (1) y al comprobar que los extranjeros tan solo trataban de comerciar con ellos, los indígenas adoptaron una actitud menos belicosa y empezar a negociar.

La intención de Pedro había sido desde el principio negociar con alguna tribu autóctona para adquirir ropa de abrigo local y poder así utilizarla como modelo para sus partidas de caza, sin embargo se llevaría su primera sorpresa en mucho tiempo cuando pudo reconocer los perros que utilizaban los lugareños. O mucho se equivocaba o había dado con los Husky Siberianos, por lo que estos entraron en las negociaciones. Sin duda a muchos de los tripulantes les pareció raro que su capitán negociase con tanta fuerza para hacerse con alguno de aquellos perros, llegando a ofrecer precios desorbitados por ellos. En trueque por enseres de primera necesidad por supuesto, pues aquellas gentes no aceptarían el dinero.

De todas formas tras largas negociaciones dificultadas por la barrera idiomática Pedro logro obtener varios conjuntos de ropa y un macho y tres hembras que los lugareños le enseñaron a controlar ante la divertida mirada de los marineros, además acordó con los indígenas que el Tornado regresaría en un par de semanas a por más perros, dando tiempo a los lugareños a que fuesen a buscar más canes en las aldeas vecinas y la promesa de adquirir los cachorros que descastasen (2). Cuando zarparon rumbo al puesto de caza número 1 con ellos viajaban los cuatro canes y un trineo que había adquirido y pretendía emplear como modelo para hacer sus propios trineos.
  1. Tribu Chukchi
  2. Las camadas de Husky eran sacrificadas al nacer a excepción de los perros que mostraban mayor vitalidad.


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Cuando arribo al Puesto de caza 1 la marcha de la construcción continuaba a buen ritmo. Al bajar a tierra los cazadores le dieron las novedades de las últimas semanas. Siguiendo con las instrucciones originales habían allanado el terreno en el que habían instalado un fuerte de base rectangular con los troncos que habían cortado entre todos antes de partir el Meteoro a establecer el resto de puestos. En sus esquinas se alzaban sendas torres de hasta veinte varas de altura en las que se encontraban las verdaderas viviendas, pues el interior del fuerte tan solo había de servir como almacén y llegado el caso corral o cuadras. Por fortuna la madera cortada por el grueso de la expedición durante la estancia inicial había acelerado los trabajos y la empalizada estaba casi acabada y ahora se trabajaba intensamente en las torres.

Mientras tanto los hombres vivían en unas tiendas de campaña de lona que había mandado hacer en Valencia antes de partir. Estas tiendas cónicas que él conocía como saharianas contaban de un mástil central con un sombrerete que le daba la forma central. Mientras los laterales eran fijados con clavos de gran tamaño, quedando todo tensado con sus correspondientes vientos sujetos a otros tantos clavos o piquetas. Su mayor déficit era que si bien habían sido enceradas para repeler el agua no eran verdaderamente impermeables, así que Pedro tenía en mente mejorarlas en cuanto fuese posible.

Las torres acomodarían tres plantas. La planta baja serviría de vivienda alojamiento dejando las plantas superiores como almacén de enseres y almacén de pieles respectivamente. Curiosamente la vivienda carecía totalmente de ventanas y esto se debía a que no tenían cristales, por lo tanto se había decidido prescindir de ellas para evitar que entrasen los fríos vientos del norte. Tenían eso sí, una serie de aspilleras ahora cerradas que en caso necesario podrían abrirse para hacer fuego desde ellas y rechazar posibles ataques enemigos. Tan solo en la zona superior la torre se abría a un balcón abaluartado desde el que vigilar y llegado el caso defender la Torre. De todas formas Pedro sabía que sus posibles enemigos tan al norte serían principalmente indígenas de sociedades de cazadores armados con arcos y flechas por lo que no estaba especialmente preocupado por estos ataques.

El frío. Esa era la gran preocupación que tenía, y a combatirlo estaba dedicando todo su ingenio hablando de ello con los jefes de los tres puestos de caza durante el viaje en el que aprovecho para impartir órdenes precisas tanto sobre el desarrollo de las actividades de caza y comercio como sobre las construcciones de los puestos avanzados. Para empezar las puertas de la torre que eran tres, situadas dos de ellas en la planta inferior y una más en la superior en previsión de que las nevadas los aislasen, estaban construidas mediante el sistema de doble puerta. La primera o exterior daba paso a un recibidor separado del resto de la vivienda por una segunda puerta. Así mientras no se abriesen ambas puertas a la vez, el calor de la vivienda no se escaparía y el viento frío no entraría en el interior de la casa.

También se había construido un sistema de calefacción por Gloria. Una calefacción típica castellana basada en el hipocausto romano. En ella el combustible se quemaba en un horno fuera de casa o en la cocina como era el caso, haciendo circular el aire caliente bajo el suelo de la vivienda que al no tener chimenea no perdía calor por la abertura. La combustión se realizaba en la cocina en la que se había construido un hogar de piedra de alta chimenea para cocinar en la que ahora daba vueltas una gran pieza de carne de reno bajo la vigilancia de uno de los hombres.

En el inferior de la vivienda se encontraban los camastros, quince en cada torre, en los que se había dispuesto un sistema de cama caliente al construirlos elevados sobre bloques de piedras. Así llegado el caso se pondrían brasas debajo de los camastros para mantener caliente durante la noche la base construida de ladrillo. Otras medidas que tomaría para mejorar el aislamiento térmico eran fabricar estoras de cáñamo con las que recubrir las paredes de troncos o el utilizar pieles para calentarse durante la noche.

Por último se estaban construyendo unas amplias letrinas en una esquina de la vivienda de forma que nadie tuviese que salir al exterior con el frío. Estas letrinas situadas en un lateral del fuerte estaban separadas de la vivienda principal por su propio muro, y contarían con un pozo negro tan profundo como fuese posible o en caso de que existiese la posibilidad, de una alcantarilla que llevase al mar. Ahora en estas tareas trabajaban principalmente los hombres de la tripulación, permitiendo a los cazadores concentrarse en su tarea de tender las trampas y llevar a cabo partidas de caza.

Pronto tuvieron lugar los primeros contactos con cazadores indígenas.


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Los dos grupos de cazadores se observaban frente a frente casi inmóviles. El grupo de cazadores indígenas, sorprendido por los extraños visitantes que tenía frente a sí, permaneció inmóvil mientras el jefe de la partida de caza, Sancho, y un experto en lenguas llamado Ramón se acercaban a mitad de camino con las manos en alto. Tras ellos el resto de integrantes de la partida de caza esperaron en silencio. Tenían órdenes estrictas para actuar en estos casos, a estas alturas cada uno de los cazadores tendría un blanco asignado por si fuere necesario eliminarlos para proteger a los negociadores, pero esperaba que no fuese necesario pues la prioridad era el comercio como les había repetido hasta la extenuación su patrón durante el viaje.

Poco después se encontraba con los indígenas que mostraban más precaución y curiosidad que animosidad, mientras mostraba sus manos vacías. Las dificultades del idioma parecían insalvables, pero con cierta dificultad y por medio de gestos trataron de comunicarles que venían en son de paz y querían comerciar cambiando pieles por enseres como ollas, cuchillos y otros objetos cotidianos.

Los indígenas aunque parecían ser un pueblo seminomada y aunque desconfiado por naturaleza parecieron dispuestos a dar el beneficio de la duda a la partida de caza. Por desgracia estaban en puertas del invierno y no estaban dispuestos a vender las pieles que precisaban para mantenerse calientes, pero tal vez pudiesen quedar en primavera, así que informaron a estos de la localización del puesto de caza en el que tal vez pudiesen intercambiar pieles la próxima primavera.

Unas horas más tarde y a varias leguas de allí, Pedro que había salido a cazar mordía el cartucho de papel engrasado para arrancar el extremo que alojaba la bala, verter un poco de pólvora en la cazoleta y cerrar a continuación la tapa rastrillo para protegerla. Una vez hecho esto introdujo el resto del cartucho en el cañón, papel incluido y escupió la bala en su interior. Está a diferencia de las balas del resto que eran esféricas, era cilindro cónica para sellar aún mejor el escape de gases del cañón. Además la propia baqueta había sido modificada dotándola de un extremo cóncavo de forma que la punta de la bala se alojase en su interior disminuyendo así el rozamiento a la vez que permitía el giro del proyectil en el cañón. Se convertía así en el arma más precisa de todas cuantas había en la zona.

Menos de un minuto después un seco estampido sonó en aquellos bosques.


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El invierno de 1622 fue especialmente duro, muestra de ello es que el Bósforo se llegó a congelar. En los puestos de caza tan solo las prevenciones tomadas el verano anterior durante la construcción de los puestos de caza pudieron dar a los hombres un grado de comodidad suficiente como para pasar el invierno. Al menos dentro de los puestos de caza el ambiente fue bueno, permitiendo el descanso de unos hombres que seguían saliendo a caza cuando el clima lo permitía. Para ello fueron vitales las raquetas de nieve y esquíes que fabricaron bajo la dirección de Pedro que había dejado varios ejemplares de muestra en cada puesto de caza. Por desgracia no pudieron emplear los perros de trineo por ser demasiado jóvenes aun, pero era de esperar que para el próximo año si pudiesen hacerlo.

Mientras tanto la caza prosiguió llenando los almacenes de los puestos de caza. Por eso cuando llego la primavera y el San Juan regresó trayendo alimentos y bebidas, Pedro dio permiso para que los hombres se tomasen unos días de fiesta apartándose de los rigores de su trabajo. Traían además los primeros animales domésticos, gallinas, cabras, y especialmente unos pocos mulos para los cazadores. Una vez descargado de los enseres que traía y tras cargar un pequeño cargamento de pieles en su interior, el San Juan regreso a Filipinas a por un nuevo cargamento diverso que debía abastecer a los tres puestos de caza.

Por fin con la llegada del verano varios destacamentos de cazadores se adentraron en el continente siguiendo los ríos. Estos grupos al mando de veteranos de los tercios y avezados cazadores avanzarían unas leguas para establecer nuevos puestos de caza en el interior del territorio, donde construirían nuevos fuertes o puestos de caza y comerciales. Para Pedro está expansión en busca de nuevos territorios de caza era muy importante siempre y cuando se realizase evitando los enfrentamientos, pues no quería concentrarse en zonas demasiado pequeñas que impidiesen la recuperación de la fauna y la esquilmasen. Mientras en los puestos comerciales originales esperarían la llegada del próximo grupo de cazadores que debía llegar antes del final de ese verano procedente de España. Estos hombres crearían nuevas partidas de caza y el bajel que los llevase hasta allí serviría para llevar de regreso a España las mercancías el año siguiente.

Pero Pedro aún estaba en Siberia preparando el Meteoro para su regreso. Sus bodegas rebosaban de pieles y aun cargarían más cuando con el deshielo aparecerían en la zona varias partidas de indígenas que traían pieles para intercambiar por enseres. Por supuesto buscando la benevolencia de estos hombres trato de ofrecer un trato justo sabiendo que los beneficios estaban prácticamente asegurados. Con ello los puestos de caza empezaron a tomar forma como verdaderos puestos comerciales demostrando, al menos de momento, la valía de aquellos primeros encuentros amistosos del año anterior.


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Mensaje por Gaspacher »

El viaje de regreso fue terrible. Tras partir de Shanghái navegaron al oeste, generalmente por encima de los 32°N. Sin embargo cuando variaron el rumbo para dirigirse hacia el Sur con el viento a un descuartelar pues procedía del Este, encontraron un atolón despoblado que Pedro supuso sería el de Midway, por desgracia no tenía tiempo para explorarlo ni para buscar las Hawái que se encontrarían según sus cálculos a un par de días de viaje hacia el Este.

Durante semanas siguió navegando hacia el sureste empujado por los alisios, hasta que finalmente volvió a encontrar los feroces vientos del Oeste del círculo polar antártico. Ahora debía superar la tierra de fuego, y si el viaje de ida bajo los furiosos cuarenta le había parecido de pesadilla, ahora debían descender más allá del paralelo cincuenta y cinco para superar la abrupta costa Sur del continente americano.

La tripulación apretó los dientes y rezo a Dios por superar aquellas feroces aguas. Por fortuna el bajel era de recia construcción y las medidas de seguridad implementadas antes del viaje dieron a los marineros una seguridad adicional elevando su moral. Además, el último año habían visto como su capitán demostraba un conocimiento extraordinario al tiempo que se preocupaba por ellos, y sobre todo habían visto como todos los proyectos que emprendía llegaban a buen puerto, por lo que muchos de ellos tenían una fe ciega en Pedro.

Por fin el día 28 de agosto, tras cerca de tres meses de viaje, dejaron atrás la tierra de Fuego y entraron en el Atlántico. Ahora era tiempo de buscar los alisios para dirigirse a España una vez más, sin embargo antes de nada Pedro busco la costa africana para recalar unos días y efectuar unas muy necesarias reparaciones. Aun tendrían que navegar otras tres semanas hasta encontrar una pequeña bahía que aparecía en la carta de navegación portuguesa que utilizaba ahora como Angra.

Al llegar a ella los hombres empezaron vararon el Meteoro en la playa y empezaron a trabajar intensamente para efectuar las reparaciones, desmontando primero los cañones para situarlos en tierra protegiendo la entrada de la bahía. Mientras esto ocurría Pedro se adentró en el continente con algunos hombres para explorar los alrededores.


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Mensaje por Gaspacher »

Acababa de caer la noche cuando a la luz de la luna pudo observarse la escena que Pedro buscaba. La arena del desierto refulgía como si millones de estrellas anidasen en ella, espejo del cielo estrellado que brillaba sobre sus cabezas. Era extraño como en la actual situación pequeños placeres como las estrellas fuesen un bálsamo para la atormentada alma de Pedro, quien solo podía pensar si al resto de sus compañeros les ocurriría otro tanto al haber pedido a todos sus seres queridos y sus propias vidas, al fin y al cabo. Aunque no era que su nueva vida no fuese vibrante y emocionante al extremo.

En fin, era hora de ponerse a trabajar, así que aprovecho mientras sus hombres que habían encendido una fogata en las cercanías descansaban para empezar a cribar la arena.


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Mensaje por tercioidiaquez »

Alrededores de Breda.

La escuadra de Diego se encontraba dando escolta a una partida de estradiotes que se dedicaban con ahinco a "recaudar" todo el grano y el forraje que podían de una granja, que hasta entonces había tenido la suerte de librarse de su visita. También habían reunido todo el ganado que habían encontrado, varias vacas y unas gallinas, al menos esa noche comerían carne...

De repente un grito atronó la pradera. De un bosquecillo cercano una patrulla de reiters se acerco a toda velocidad, pistola en mano camino de los estradiotes, que soltaron todo lo requisado y salieron galopando.

Los compañeros aprestaron sus armas y las dirigieron a los jinetes, pero el primero que disparo fue Diego cuando los reiters se encontraban a unos 200 metros.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Mensaje por Gaspacher »

Tras otros dos meses de viaje por mares ignotos, el Meteoro arribo a Valencia dirigiéndose a la playa frente a la que ancló (1). De inmediato Pedro se dispuso a bajar en compañía de tres marineros. Junto a Pedro bajarían su equipaje, compuesto por el primer cronometro marino salido de las manos de Ignacio, y el segundo barómetro construido el verano anterior. Además alrededor del cuello y en sendas bolsas ocultas en sus calzas llevaba tres bolsitas llenas de diamantes en bruto.

Poco después estaba en un bote rumbo a la playa mientras tras él, el Meteoro se preparaba para descargar su carga. Era sin duda uno de los últimos buques llegados antes de la invernada que empezaría a finales de noviembre, y pocos imaginaban las riquezas que se ocultaban en su interior.

No mucho después mientras empezaban la descarga apareció uno de los cobradores de impuestos. Estos no eran funcionarios como un hombre moderno pensaría, sino civiles que compraban el cargo de recaudador y que generalmente pertenecían a las mismas familias convirtiendo el cargo casi en un cargo hereditario. Una de las ventajas que esto tenía era que no se cobraban los impuestos por el valor de la carga sino tan solo una estimación, y eso daba tiempo a Pedro para empezar con los negocios.

Pocas horas después la voz se había corrido por la cercana ciudad de Valencia y todos los comerciantes de alguna importancia habían cabalgado al puerto para negociar.


  1. Valencia carecía de puerto natural y se cargaba y descargaba en las playas o en el caso de embarcaciones de poco calado en el propio río junto a la ciudad. Aunque existieron varios planes para construir un puerto artificial, el primero bajo el reinado de Fernando el Católico a finales del siglo XV, ninguno cristalizo hasta el siglo XIX.



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—Perdóneme padre, porque he pecado. —Dijo Pedro iniciando su confesión, a lo que el sacerdote le respondió. —El señor este en vuestro corazón para que os podáis arrepentir humildemente de vuestros pecados.

—Ha pasado cerca de un año desde mi última confesión, Padre.

—Un año es mucho tiempo, hijo mío. ¿Sois marinero tal vez? —Quiso saber el sacerdote con interés dando por hecho que la razón de tan largo tiempo sin confesión debía ser por esa razón en el fondo bastante habitual en una ciudad marítima como Valencia, aunque pocas veces se llegase a tales extremos. Una vez obtuvo la respuesta afirmativa prosiguió. —Supongo que habéis llegado con ese buque que dicen en las calles que viene de Zipango…veamos, cuales son vuestros pecados, hijo mío.


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Mensaje por tercioidiaquez »

El disparo cogió a todos desprevenidos. Demasiado pronto pensaron, pero cuando vieron caer al jinete se sorprendieron. Aun mas cuando Diego, en un rápido movimiento colocó algo en la boca de su arma.
El derribo del jinete sorprendió a sus compañeros que titubearon, pero eran veteranos y se dieron cuenta que debían continuar la carga. Los arcabuceros aprovecharon el parón para apuntar y cuando se encontraban a unos 50 metros la descarga derribó a varios. Uno de ellos, con una banda naranja que le cruzaba el pecho se arrojó a por Diego, que no había soltado el arma de fuego ni sacado la espada. Mejor, más rápido sería. Pero cuando se acercaba observó como ese se arrodilló con presteza, clavando la cantonera en el suelo y ofreciendo la punta de la recién inventada bayoneta al pecho del caballo, que rehúso dando un giro y lanzando al sorprendido jinete por los suelos. Diego se levantó con rapidez y mientras su enemigo intentaba levantarse le soltó un culatazo vertical (como había aprendido en la academia hace años) en la barbilla, partiéndole el cuello con relativa facilidad.
El resto de jinetes se lo pensó mejor al ver caer a su Teniente y decidieron que la discreción era la mejor parte del valor, con lo que volvieron grupas y se alejaron, temerosos que el resto de arcabuceros pudieran hacer lo mismo con esa especie de "medio chuzo".


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— ¿Qué está haciendo aquel hombre? —Preguntó la joven que había viajado hasta la playa en compañía de su ayá ante la insistencia de esta, mientras veía como no lejos de allí un hombre semidesnudo corría por la playa.

—Desde hace dos semanas viene todas las mañanas a correr por la playa, y pasa aquí al menos dos horas, corriendo y nadando. —Explico su ayá. —

— ¿Y por qué querías que viese esto? —Preguntó la joven. —Es muy extraño.

—Porque es el hombre más rico de España, joven ama. ¡Es el hombre más rico de España! Llego la semana pasada en un bajel cargado con ricas mercancías del oriente y dicen que gano hasta veinte millones de ducados con él. —Explico abriendo los ojos como platos, y espera otro bajel similar para el año que viene.

—Veinte millones…—La joven no podía creer la cifra pues su propia familia perteneciente a la alta nobleza apenas lograba unas rentas de unas decenas de miles de escudos anuales, y eso siendo una de las grandes familias pues incluso las más grandes como la de Alba apenas superaban los cien mil por poco.


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Mensaje por Gaspacher »

Mientras se dirigía de vuelta a su caballo Pedro observo a algunas personas que habían acudido a verle correr por la playa. Algo cada vez más habitual desde que llegase a Valencia la semana anterior. Sin duda la curiosidad les podía, y no les culpaba, la verdad. Un joven desconocido había llegado con un impresionante cargamento a la ciudad y se había aposentado en ella, comprando un palacete en la calle de San Lorenzo. Lo bastante cerca de la nobleza para llamar su atención, pero no tanto como para despertar recelos de estos.

Junto al caballo esperaba uno de los criados que había contratado y que siempre viajaba como ayuda. En realidad era un veterano de los tercios en aquel momento desempleado al que había contratado como caballerizo, o en realidad guardaespaldas…que una cosa era confiar en su habilidad con la espada o en el combate cuerpo a cuerpo y otra jugársela por un orgullo mal entendido, sobre todo en una época en la que el bandolerismo era una realidad palpable.

—Don Pedro. Hoy tiene vuesa merced reunión con el gremio de adobería para tratar de la provisión de ladrillos para los edificios que ha proyectado, y esta noche tiene vuesa merced cena con su ilustrísima Isidoro de Aliaga.

—Gracias Don Salvador. Volvamos a la ciudad, hoy el ejercicio me ha sentado bien…

Salvador asintió al comentario. Como veterano soldado entendía la necesidad de entrenar para poder combatir con eficacia llegado el momento, pero una cosa era entrenar con las armas, cosa que también hacían una hora todos los días, y otra castigar el cuerpo como su señor hacia. En fin, no era quien para cuestionarse las costumbres de su patrón. De hecho en una ocasión este le había dicho que los antiguos griegos tenían muchas competiciones de este tipo a las que llamaban juegos olímpicos, y que tenían lugar cada cuatro años. Un tiempo el de los juegos en el que incluso las guerras eran suspendidas para competir en honor a sus Dioses paganos en carreras de velocidad o distancia, lucha, lanzamiento de jabalina o disco y pruebas hípicas entre otras cosas. Unos juegos que cubrían de honores a los vencedores haciendo que su nombre resonase por toda Grecia, en ocasiones durante generaciones.


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—Bienvenido a mi hogar, ilustrísima. Gracias por aceptar mi invitación a cenar. —Dijo Pedro dando la bienvenida al Arzobispo de Valencia, Isidoro de Aliaga.

—Gracias por invitarme, mosén Pedro. —Respondió el obispo ofreciendo su anillo que Pedro se apresuró a besar. A Pedro no se le escapo que el arzobispo le había otorgado un tratamiento de cierta importancia pese a que no era hidalgo, o como decían en Valencia, Ciudadano honrado. Sin duda los efectos de su fortuna se observaban en esos pequeños detalles. —Veo que vuesa merced ha prosperado. En la ciudad se oyen todo tipo de comentarios sobre su fortuna.

—No es tan grande como pareciere, ilustrísima. Solo soy uno de los socios de la empresa y me corresponde una parte, ciertamente no pequeña, pero una vez hay hecho frente a los gastos que ocasiono la empresa y repartidos los beneficios con mis socios la cuantía se reducirá considerablemente. Por favor, desea beber un poco de vino mientras esperamos la cena. —Invito al obispo mientras servía sendas copas de vino ofreciendo una al obispo.

—Así que socios, aunque supongo que es natural pues los gastos y planes para preparar ese viaje no deben haber sido pocos.

—No, no fue fácil en absoluto. Tuvimos que esforzarnos mucho por reunir el capital que permitiese financiar la expedición al lejano oriente, más allá de las Filipinas. Si su ilustrísima hubiese visto aquellos parajes helados, tan fríos que en lo más crudo del invierno era casi imposible salir al exterior por el temor a morir congelados…y sin embargo son tierras vírgenes, casi no holladas por ser humano alguno. Tan solo unas pocas tribus salvajes dispersas aquí y halla dan fe de que la persistencia del ser humano le permite adaptarse a aquellos parajes.

— ¿A que Dios rezan aquellos salvajes don Pedro? —Quiso saber el arzobispo.

—Por lo que pude entender, pues apenas conseguimos comunicarnos con ellos por señas, son más bien animistas que rezan a espíritus de la naturaleza. Me hubiese gustado permanecer más tiempo allí para tratar de comprenderlos y tener un sacerdote que pudiese enseñarles la fe verdadera, pero me debía a mis socios y hube de emprender el viaje de regreso. Pero si los puestos de caza que dejamos en aquellos parajes prosperan solicitare él envió de algunos hombres de Dios y ellos podrán evangelizar a los indígenas.

—Precisamente por eso último preguntaba que fe profesaban, Don Pedro. —En aquel momento una sirvienta vestida de azul marino entro en la sala anunciando que la cena estaba preparada.

—Muchas gracias Antonia. —Respondió Pedro quien invito a pasar al arzobispo al comedor. —¿Has comprobado al servicio?

—Por supuesto señor. —Respondió la criada, una viuda de mediana edad contratada por Pedro como ama de llaves y aleccionada para cumplir unas estrictas medidas de higiene tanto personales como de limpieza del hogar. —El cocinero y los pinches se lavaron a fondo antes de tocar los alimentos y el servicio se ha lavado las manos y viste ropas limpias sin una sola mancha como vuesa merced ordenó.

—Perfecto entonces, Antonia. Recordad que sois la encargada de extremar la pulcritud en todos los aspectos. El servicio que dirige es el espejo de esta casa y si aparecéis desaliñados o sucios el descredito es para mí.

Segundos más tarde Pedro y el arzobispo estaban sentados en la mesa preparándose para cenar cuando el arzobispo dijo. —Don Pedro, no he podido evitar escuchar vuestra conversación con la criada o darme cuenta que todos vuestros criados visten de azul y blanco en lugar del negro habitual. Permitidme preguntaros a qué se deben tales costumbres. —Quiso saber el arzobispo.

—Para diferenciarlos ilustrísima. Cuando los criados salgan a la calle esos colores hablaran por si solos y todos los que los vean los relacionaran con mi casa, y la pulcritud e higiene que les exijo es porque cada vez que los vean deben relacionar mi casa con la limpieza y la decencia, no con personas sucias o que no se preocupan del estado de su servicio.

— ¿Tan importante es la limpieza para vos? Incluso he oído que obligáis a vuestro servicio a tomar dos baños a la semana.

—Es vital ilustrísima. Parece existir la creencia generalizada
que los baños son una costumbre sarracena, pero estos proceden del desierto de arabia y allí casi no hay agua así que imaginad si hay baños. Es imposible. Los sarracenos copiaron los baños de los romanos cuando conquistaron Bizancio, y yo reclamo para nosotros los españoles esa herencia romana que nos da nuestro pasado y el Papa. No podemos permitir que se asocie a los advenedizos turcos con una costumbre que debería ser nuestra.

—Curiosa concepción Don Pedro…ah, aquí llegan las viandas. ¿Qué es eso que huelo?

—Sopa de pollo y jamón, ilustrísima. —Explico el camarero que se dispuso a servir la sopa. Poco después de bendecir la mesa Pedro y el arzobispo atacaron con decisión la cena compuesta de tres platos y un elaborado postre. Poco a poco Pedro continuaba tejiendo una red de contactos en la ciudad.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Gaspacher
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Compañía Mercantil de Nuestra Señora del Carmen.
Valencia a 2 de diciembre del año de nuestro señor de 1623
De Pedro Llopis y Alcalá
Capitán del Meteoro, socio igualitario en la citada compañía


Estimados socios en la citada compañía. Escribo estas palabras para comunicarles que el Meteoro acaba de llegar a buen puerto tras su periplo en busca de mercancías al lejano oriente. Espero que el correo que mande con anterioridad dando fe de los avances logrados llegase sin problemas, de lo contrario confirmo que se establecieron tres puestos de caza en la zona de Siberia en los que nuestros cazadores están logrando buenas pieles que auguran grandes beneficios.

Aún es pronto para asegurarlo pero los beneficios del primer viaje del Meteoro sin duda alcanzaran varios millones de ducados. Espero que esto nos permita un reparto de beneficios cercano al millón de ducados por socio, dejando otro tanto para gastos de la compañía comercial. Si estas previsiones se confirman debemos estar dispuestos a emprender la expansión de la compañía, para lo que será necesario contratar hombres y construir mejores buques.

Lo ideal sería una flota inicial de cuatro a seis buques que abandonasen de una vez el concepto de galeón para convertirse en buques de carga de gran capacidad y mejores condiciones marineras tipo Indiaman o clipper. Buques resistentes de mayor eslora y menor manga a cambio de aumentar la velocidad, aunque en nuestro caso tal vez deberían tomar el nombre de Siberia. Con cuatro buques podríamos enviar dos al año y lograr unos ingresos estables, aunque sería mejor disponer de seis buques por seguridad.

En cuanto a los hombres será necesario disponer tanto de tripulaciones para esos buques como contar con una fuerza armada capaz de defender nuestros intereses. Tal vez podríamos empezar con entre tres y cinco mil hombres, tanto como para servir a bordo de nuestros bajeles y establecer algunos puertos de aprovisionamiento en la ruta en los que estos bajeles puedan refugiarse en caso de peligro o para efectuar reparaciones. Para ello los puntos más adecuados en mi opinión serían algún lugar del Sur de África por si sufren desperfectos en el cabo de Buena Esperanza, y el estrecho de Sonda o la isla de Formosa por ser un lugar de mucho peligro y poder sufrir emboscadas en caso de guerra.

Sin más y a la espera de las opiniones de vuesas mercedes se despide su seguro servidor.


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