Revolucion Francesa y Guerras Napoleónicas 1792-1815

Los conflictos armados en la historia de la Humanidad. Los éjércitos del Mundo, sus jefes, estrategias y armamentos, desde la Antiguedad hasta 1939.
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agualongo
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Mensaje por agualongo »

Permíteme Alvaro, que te felicite por tan brillante post, es así en efecto, toda fecha es arbitraria, y desde luego la revolución francesa ni comenzó en 1789 ni tuvo en 14 de julio su primer suceso violento. Como bien has indicado, fue iniciada por la nobleza, continuada por la burguesía y acabada por el protoproletariado, que tuvo en Babeuf el primer intento comunista de conquistar el poder en la era contemporánea.

Saludos


agualongo
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Mensaje por agualongo »

...El fuego continuaba sin ningún efecto, hasta que dos hombres, uno de ellos el tendero Pannetier, se aprovecharon de una casa unida al muro exterior de la Avanzada para escalarle, entonces recorrieron el tejado a horcajadas hasta el cuerpo de guardia situado cerca del puente levadizo de la avanzada, y de allí saltaron al primer patio de la Bastilla, el Patio del Gobierno, en el que estaba situada la casa del gobernador. Este patio estaba desierto; los soldados y el gobernador se habían refugiado en la misma fortaleza desde la salida de Thuriot y el comienzo del tiroteo. Aquellos dos hombres, a hachazos, rompieron las cadenas del primer puente levadizo (el de la Avanzada) que cayó con gran estruendo, permitiendo a los asaltantes entrar en el primer recinto. Más de 300 hombres se precipitaron al patio del gobierno, tras bajar un segundo puente y dirigirse corriendo hacia los otros dos puentes levadizos que servían para pasar el ancho foso de la fortaleza y que se encontraban levantados. Es en ese momento, cuando la guarnición, protegida en el segundo refugio, disparó a mansalva sobre la multitud que había invadido el patio, deteniéndola, al precio de provocar la mayor mortandad de la jornada.
Era la una de la tarde cuando se esparció por París el rumor de que los cañones de La Bastilla ametrallaban al pueblo (en realidad no se trataban de cañones sino de fusiles y exclusivamente para repeler una agresión).
Las diputaciones enviadas a la Bastilla por el Comité Permanente, a la una (dirigida por el abate Fauchet) y a las tres de la tarde (esta última encabezada por Ethis de Corny, procurador del Rey y de la ciudad), no pudieron entrevistarse con De Launay debido al intermitente tiroteo, que hacía imposible que se pudieran entender los parlamentarios con los defensores de la prisión.
Por ese mismo tiempo, a las tres de la tarde, un destacamento de guardias franceses, formado por 300 soldados, y mandado por el teniente Élie, provisto de dos cañones, capturados en los Inválidos, reforzado por una porción de burgueses armados, dirigidos por Hulin, un antiguo soldado, acudió a reforzar a los asaltantes, que llevaban más de tres horas disparando sobre la fortaleza, y que recurrían a diferentes expedientes para asegurar el ataque, así se llevaron dos carros de paja y estiércol y se les prendió fuego para hacer una cortina de huma que facilitara el asalto a las dos puertas de entrada, la del puente levadizo pequeño y la del grande.
Élie situó sus dos piezas en el Patio del Gobierno frente a los puentes levadizos, a 30 metros de distancia de las puertas del segundo recinto y amenazó con disparar en caso de que la guarnición persistiera en resistir; prometiendo, en cambio, que si se entregaban, todas las vidas serían respetadas.

La lucha continuaba en la Bastilla... aunque por poco tiempo...


agualongo
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Mensaje por agualongo »

Bajo aquella promesa, a las cuatro y media de la tarde, de Launay capitulaba: hizo enarbolar bandera blanca y orden de cesar el fuego y bajar de las torres. Poco después, a las cinco, el gobernador ordenó bajar el segundo puente levadizo. Fue entonces cuando la muchedumbre se arrojó al interior de la Bastilla, sin atenerse a lo acordado, se entregó frenéticamente al saqueo y la matanza. La confusión fue tan grande, que los propios asaltantes se fusilaban entre sí, aumentando con ello el número de víctimas.

Inútilmente trataron los bravos Élie y Hulin salvar la vida del gobernador, conduciéndole escoltado por sus hombres hacia el Ayuntamiento. Se encontraba en la plaza de la Grève, sin sombrero, y vistiendo un frac gris, cuando fue asesinado tras defenderse “como un león”. Fue acribillado a cuchilladas y bayonetazos, y su cabeza cortada con una navaja por el pinche de cocina Desnot fue ensartada en una pica mientras el cuerpo desapareció despedazado en pequeños trozos.

Fueron igualmente asesinados el mayor Losne, el ayudante mayor Miray, el teniente Person y tres soldados inválidos. Poco después, Flesselles fue acusado de traicionar a las masas y de engañarla con falsas promesas sobre las armas. La sala del Ayuntamiento estaba llena de una masa de hombres que acababan de regresar del combate y la matanza; aunque el Comité intentó justificar su conducta ante la multitud, se vio obligado a detenerlo para conducirlo a Versalles donde sería juzgado. Se encontraba en el muelle Pelletier, cuando un desconocido lo derribó de un tiro de pistola directo al corazón. Eran las siete y cuarto de la tarde.

Las bajas de la acción fueron las siguientes: La guarnición de la Bastilla tuvo en el combate 1 muerto y 1 herido, a lo que habría que sumar otros 7 (1 jefe, 3 oficiales y 2 soldados) asesinados por las turbas y el resto, 106 hombres, fueron hechos prisioneros, algunos de ellos heridos por las cuchilladas recibidas de las masas exaltadas.
Los asaltantes tuvieron 98 muertos, en su mayoría producidos en la toma del Patio de Gobierno y entre 300 y 400 heridos, según los cálculos de Haïne . Es posible que la cifra de 326 heridos, sea muy próxima a la realidad.

Como declararía en sus recuerdos Élie: “La Bastilla no fue tomada a viva fuerza; se rindió antes aún de ser atacada, por capitulación, bajo la promesa de que no se haría daño a nadie”


No existió por tanto, la llamada “Toma de la Bastilla”, ya que nunca fue tomada, sino entregada, por otro lado, algunos tratadistas de este suceso histórico señalan que no hubo el menor heroísmo por parte de los asaltantes, pensamiento que no comparto, ya que las bajas de la multitud, en torno a las 500, muestran el valor derrochado en el combate, aunque ello no mitiga los excesos y la crueldad que la chusma mostró con la guarnición, que si de algo pecó fue de excesiva circunspección, por no decir flaqueza.

Considero que el asalto de la Bastilla, un episodio de fama internacional, fue un hecho execrable, que desmentía por la vía de los hechos la tesis de Rousseau sobre la bondad natural del hombre. Fue más producto de la “Canalla”, movida por obscuros intereses, que la obra del “pueblo”, sublevándose contra la tiranía.
Así lo estimaban en su fuero interno, los mismos que pretendían beneficiarse de los desmanes de la plebe. Fue precisamente ese interés político el que se sobrepuso a los dictados de su conciencia. Y para evitar que los hechos, lamentables en sí mismos, al ser conocidos en su cruda realidad, suscitaran en la opinión sana del país una reacción opuesta a sus designios, los rodearon a las pocas horas de ocurridos de una aureola legendaria que le ha acompañado desde entonces en las versiones falseadas que han corrido entre el vulgo de los países occidentales.
De este modo, el 15 de julio, los burgueses de París, que se hallaban horrorizados por los sangrientos excesos de la víspera, se sintieron más tranquilos al saber que tales excesos, lejos de ser reprobables, debían considerarse como “actos heroicos en defensa de la Libertad y la Justicia”


Me temo, que como decía Tucidides, así se escribe la historia, y así un hecho insignificante y brutal se ha convertido en un hecho inmortal y de eterna memoria... no será la primera ni la última vez que ocurre.

saludos


agualongo
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Mensaje por agualongo »

Consecuencias del asalto a la Bastilla

Mientras tanto, durante la noche del 14 al 15, los electores de la capital, reunidos en el Ayuntamiento, habían constituido una nueva municipalidad bajo la presidencia de Bailly, miembro de la Asamblea Constituyente, que sustituía al asesinado Flesselles; y organizaron al mismo tiempo una Guardia Nacional, integrada por ciudadanos voluntarios, a cuyo frente se puso el general Lafayette. El objeto de esta fuerza armada era oponerse a los desmanes de la Plebe y a las intrigas de la Corte.
Por éste último lado, no parecía haber ya ningún peligro: pues el Rey, al conocer la noticia de la toma de la Bastilla, a medianoche, se presentó en la mañana del 15 ante la Asamblea, y allí renunció a toda medida coercitiva, despidió a Breteuil y llamó de nuevo a Necker y ordenó la retirada de las tropas de los alrededores de París. Para demostrar una vez más sus buenas intenciones, el 17 de julio, visitó el Ayuntamiento de París, donde fue recibido por Bailly y obsequiado por Lafayette con la nueva escarapela tricolor, que constituía el nuevo distintivo de la Guardia Nacional y el símbolo de la nueva Francia nacida de las ruinas de la Bastilla.
Con esta capitulación de la Corona ante el pueblo parecía terminada la Revolución… en realidad acababa de empezar.

22 de julio: nuevos incidentes violentos: Foulon, un anciano de 74 años, antiguo y efímero ministro de Finanzas en el gobierno Breteuil, detenido en Very por el populacho, fue conducido a París el miércoles 22 de julio para llevarlo ante el Ayuntamiento al tiempo que Bertier de Savigny, su yerno e intendente de París, era apresado en Compiègne, al igual que el anterior, por la plebe, sin que se hubiera cursado ninguna orden de detención. A pesar de que las autoridades exigieron su puesta en libertad, no se cumplió el mandamiento y el detenido fue conducido a París.
Foulon, que era conducido a la prisión de la Abadía, por orden de Bailly y el Comité Permanente, para salvarle la vida, escoltado por Lafayette, fue asaltado por las turbas, en la plaza de la Grève, que se apoderaron del anciano, lo colgaron en un farol, tres veces antes de que muriese, le cortaron luego la cabeza, la pusieron en una pica y la pasearon por París. En ese momento llegó Bertier, al que enseñaron la cabeza de su suegro; se le condujo al Ayuntamiento, donde pronunció algunas frases llenas de indignación y coraje. Aunque estrechado por la multitud se vio libre un momento, se apoderó de un fusil y se dispuso a vender cara su vida, pero sucumbió al instante, como Foulon; la muchedumbre profanó el cadáver, y paseó el corazón y la cabeza destrozada del infortunado Bertier por las calles de París.

Aquellos asesinatos, enmascarados en el “furor popular”, fueron dirigidos por enemigos personales de Foulon o quizás del régimen político, ya que, no olvidemos, ambos personajes, realistas, habían sido identificados lejos de París y detenidos allí, sin orden judicial, ¿Quién sabía dónde se encontraban? ¿Por orden de quién fueron detenidos?

Este sangriento incidente y las amenazas vertidas contra los principales dirigentes del bando aristocrático, motivaron que el conde de Artois, los príncipes de Condé y de Conti, el mariscal de Broglie, la duquesa de Polignac y otros personajes significantes, cuyas cabezas habían sido puesta a precio en el Palais Royal, tuvieron que marcharse al extranjero entre fines de julio y primeros de agosto, comenzando el fenómeno de la emigración, que tantas personas seguirían después...


agualongo
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Mensaje por agualongo »

30 de julio: regreso de Necker: Necker recibió en Basilea las órdenes del Rey y las instancias de la Asamblea para que regresase a París como ministro de Hacienda, lo antes posible. Atravesó Francia y el 29 se entrevistó en Versalles con el Rey, entrando al día siguiente en París, rodeado por la multitud que clamaba su nombre. El viejo ministro deseaba establecer en Francia una constitución inspirada en la inglesa, que satisficiera a todos y contuviera los excesos revolucionarios.

Formación de los Partidos: A fines de julio de 1789 interactuaban en la escena pública tres grandes facciones: Por un lado, el Partido Aristocrático, abandonado por sus principales dirigentes, tenía en el joven capitán de dragones Cazalès su máximo exponente y defensor, como el clero lo tenía en el abate Maury.
En cuanto al partido revolucionario no tardó en escindirse en dos fracciones: la de los moderados, partidarios de Necker, representados por Mounier, Malouet y Bergasse, que deseaban una constitución a la inglesa, como hemos dicho, con dos cámaras, una aristocrática y otra popular, cuyas decisiones podrían ser vetadas por el Rey; y la de los avanzados, capitaneada por Barnave, Lameth, Duport, y en la que se incluía el “Club de los Bretones”, en el que descollaba Mirabeau, que se inspiraba en la Constitución americana, con separación de poderes, con un legislativo unicameral, con un Rey, jefe del ejecutivo, pero sin derecho a veto, y un judicial, dirigido por tribunales formados por jueces elegidos por los ciudadanos.


saludos


agualongo
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Mensaje por agualongo »

La rebelión en Provincias: Los sucesos de París repercutieron en las provincias entre el 20 y el 31 de julio. En todas las ciudades importantes, el populacho desmandado se adueñó de los edificios públicos, de los almacenes de víveres y de los depósitos de armas, sin que las autoridades locales, intimidadas por la triste suerte sufrida por Launnay, Flesselles, Foulon y demás víctimas de la plebe parisiense, se atreviesen a interferir. Seguidamente y obedeciendo órdenes, ¿de quién? ¿a través de qué canales?, de la capital, se constituyeron en dichas ciudades municipalidades electivas y se organizó una Guardia Nacional a base del pueblo armado.

Para soliviantar a los campesinos se emplearon otros procedimientos no por ellos menos eficaces: por medio de propagadores se extendió en pocos días y por todo el país un terror súbito. A partir del 24 de julio, por todas las campiñas de Francia circulaba el mismo rumor: millares de bandidos armados se acercaban a las aldeas, saqueando las casas e incendiando las cosechas. Ante este rumor falso, los campesinos exigieron de las autoridades la entrega de fusiles, municiones y hasta de cañones, mientras los niños, las mujeres y los ancianos se refugiaban en los bosques o en lugares de difícil acceso. Tal fue el “Gran Miedo” que se propagó por toda Francia en menos de una semana y cuyas causas se revelaron pronto totalmente infundadas. Pero el efecto que sus promotores perseguían se había conseguido: los habitantes de los campos, como los de las ciudades, se encontraban ya armados; mientras que la fuerza pública, minada por la indisciplina de la tropa y la indecisión de sus jefes, quedaba reducida a la impotencia.

Como advierte Agustin Cochin, tal simultaneidad e identidad de alarmas, de pánicos y de reacciones similares, sólo pueden explicarse por una centralización previa del espíritu público. “El verdadero prodigio – escribe dicho autor – están en las sociedades que mantienen, a las órdenes del Centro, una masa de adeptos. Los emisarios pagados por el Duque de Orleáns o por otro para extender el pánico en los pueblos habrían perdido su tiempo si no hubieran encontrado en todas partes un grupo de patriotas debidamente exaltados, dispuestos a creerlos y a correr a las armas, como de ellos se esperaba”

Ahora sólo faltaba señalar a los campesinos armados el enemigo al que hay que combatir: los aristócratas para obligarles inmediatamente a renunciar a sus derechos señoriales. A tal efecto, los diputados extremistas del Tercer Estado dirigieron a sus electores cartas incitándolos a la violencia contra los nobles. Y de este modo, como continuación del “Gran Miedo”, se produjo en toda Francia un formidable levantamiento campesino, que alcanzó especial gravedad en las provincias del Este, sobre todo en Provenza. Numerosos castillos, abadías y casas particulares fueron saqueadas e incendiadas, y los bosques, parques y jardines arrasados.
Los sublevados se proponían, ante todo, destruir los privilegios feudales y sus títulos. Pero con éstos, ardían también los archivos, los registros, los edificios y… a veces, los propietarios. Los aristócratas y sus familias huyeron acosados por una verdadera jauría de asesinos, sin encontrar el amparo de ninguna autoridad. Algunos consiguieron escapar al extranjero; otros se refugiaron en las ciudades y la mayoría fueron despojados de todas sus pertenencias.


La Revolución francesa se había iniciado, y desde luego ni fue obra del pueblo ni fue espontánea..

Saludos


Manuel Martínez
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El 14 de julio de 1789.

Mensaje por Manuel Martínez »

La libertad empezo a alumbrar al mundo el 14 de julio de 1789. Al fin el pueblo se alzaba contra los tiranos que lo oprimían. Libertad, Igualdad, Fraternidad. Esa era la divisa revolucionaria. Al fin los nobles y los clérigos perderían sus privilegios. Los pobres de la tierra tendrían una esperanza; no más reyes lascivos o idiotas pisoteando al pueblo francés.La voluntad general lo reclamaba: fuera los déspotas.

Desde hace 216 años todos los hombres libres del mundo miran a la Revolución Francesa como el amanecer de una nueva época, la de la libertad, la de los derechos humanos. Lejos de ser execrable, la Toma de la Bastilla fue un hecho glorioso de la historia humana.


agualongo
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Mensaje por agualongo »

Estimadísimo Manuel Martínez.... ¡PASMAO ME HAS DEJAO! :shock: ¿Escribes en serio, en broma? ¿fundamentas tus post en algo?

Bueno, sigo con la historia... (no con el folletín romántico):

4 de agosto: Abolición de los derechos feudales

El afán de apropiarse de los bienes ajenos, alentado por la impunidad, no se sacia fácilmente. Y tras las propiedades de los nobles, también las de los burgueses ricos fueron invadidas y saqueadas.
La Asamblea se sintió obligada a intervenir, pero como los diputados extremistas se oponían a reprimir los desórdenes que ellos mismos habían provocado, en una sesión secreta del “Club Bretón” (de dónde saldría el Club de los Jacobinos), se decidió arrastrar a la Asamblea “por una especie de magia” a una generosa donación… de los derechos del prójimo .
Así pues, en la noche del Martes 4 de agosto de 1789, dos diputados nobles, pertenecientes al Club Bretón, el vizconde de Noailles y el duque de Aiguillon, hicieron saber a la Asamblea que estaban dispuestos a renunciar a todos sus privilegios. Inmediatamente fueron apoyados por el señor Leguen de Keregal, curiosamente bretón, vestido de campesino, lo que motivó que, para no quedarse atrás, los demás representantes de la Nobleza y el Clero se adhirieran a tal renuncia. En su virtud, la Asamblea declaró por unanimidad: la igualdad ante los impuestos, la abolición de los derechos señoriales de carácter personal y el rescate de los de carácter real; la supresión de la venalidad de los cargos públicos y, por tanto, de la nobleza de toga; la admisibilidad de todos los ciudadanos a las funciones públicas; la anulación de los diezmos, y la derogación de todas las franquicias e inmunidades locales, provinciales o corporativas.
De este modo, en unas pocas horas, se cedía ante la presión popular cuanto no se había querido otorgar de buen grado a la Corona un año antes. Con todo ello, los objetivos razonables de la Revolución se habían conseguido. Pero – como subraya Cochin – “la Revolución no se para nunca. ¡Desgraciado el que no pueda seguirla!!

Como vemos, en agosto de 1789 y ante la burguesía, la Nobleza cedió lo que por egoísmo no hizo ante el Rey en 1788... ¿Por qué? difícil respuesta.. creo que lo hizo por miedo, porque después de rebelarse contra el monarca, entendió que también otros se podían rebelar contra ella, o quizás porque de este modo pretendía detener la revolución que ella misma, con su egoísmo y ambición, había puesto en marcha...

Saludos


agualongo
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Mensaje por agualongo »

27 de agosto: Declaración de los derechos del hombre

Como comenté en su momento, los trabajos para elaborar una constitución había dividido a los revolucionarios en moderados (partidarios de una constitución a la inglesa) y avanzados (partidarios de una constitución a la americana). Pues bien, estos últimos, insistían en que la Constitución fuese precedida de una “declaración de derechos” que, como la americana de 1776, estableciera de un modo inequívoco los principios en que se fundaba. Tal propuesta contaba con el decidido apoyo del general Lafayette, que habiendo contribuido a la independencia de los Estados Unidos, se consideraba identificado con los ideales y las instituciones de esa república.
Merced a este valioso apoyo, la susodicha declaración fue aprobada, al fin, por la Asamblea el jueves 27 de agosto de 1789. En ella se reconocían como “derechos naturales e imprescriptibles del hombre”, la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión; se proclamaba el principio de la Soberanía Nacional, se definía la libertad como el derecho de hacer “todo lo que no perjudique al otro”; se declaraba la ley como expresión de “la voluntad general”, a cuya formación podrían concurrir todos los ciudadanos y se prometían garantías para la libertad de opinión, contra las detenciones arbitrarias y en defensa de la propiedad.
Principios todos ellos reconocidos por constituciones posteriores y que en la práctica han sido poco respetados por los gobiernos, comenzando por el de los propios revolucionarios franceses, que la redactaron y tan poco cumplieron.

Me temo, que una cosa son las bellas palabras y otras los crudos hechos...

Saludos


Manuel Martínez
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Verdad

Mensaje por Manuel Martínez »

Estimado Aqualongo:

Es claro que distintas son las bellas palabras que los terribles hechos. Pero a veces las bellas palabras van dejando huella. Trascienden. Pasan a otras generaciones, a otros hombres que sí las pueden concretar.

Hoy el mundo occidental, en términos generales, se rige por la democracia parlamentaria. Lo que se pretende es que los derechos humanos sean respetados en todas partes. Claro que hay muchas violaciones y atentados, pero el principio está allí.

Y la democracia moderna es hija de la revolución inglesa de 1688, de la revolución americana de 1776 y de la revolución francesa de 1789. Locke, Montesquieu, Voltaire y tantos otros fueron sembrando las ideas de la libertad y de la igualdad que han llegado hasta nuestros días.

No fueron las ideas del absolutismo y del clericalismo las que vencieron en la lucha por el espíritu humano sino las de la libertad.

Saludos cordiales.


agualongo
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Mensaje por agualongo »

Estimado Martínez,

Entiendo que prefieras las palabras a los hechos, es toda una corriente del pensamiento humano, yo prefiero los hechos a las palabras, "por sus hechos los conoceréis"...

En el caso concreto de la Historia, sólo juzgo mediante hechos, nunca mediante "palabras".

Saludos

Las Jornadas de Octubre

Los moderados influyeron en el ánimo del Rey para que negase o aplazase, cuando menos su sanción a la “Declaración de derechos” así como la abolición de los privilegios acordada el 4 de agosto, que por su carácter radical y perentorio había suscitado las protestas de los perjudicados.
Para anular esta oposición, los avanzados decidieron recurrir al mismo procedimiento que tan buenos resultados les había dado el 14 de julio y prepararon una nueva “jornada revolucionaria”. El 30 de agosto ya se efectuó un primer intento de marcha sobre Versalles, que fracasó por falta de ambiente.
Alarmados por este primer intento, los moderados aconsejaron al Rey que reforzase la guarnición de aquella residencia real, a todas luces insuficientes para hacer frente a un asalto de las masas parisinas. A tal fin se hizo venir de Douai al regimiento de Flandes, y para sustraerle a la seducción de los elementos subversivos, se le recibió con toda suerte de atenciones y agasajos.
El banquete de Versalles: Entre estos festejos alcanzó especial resonancia el banquete ofrecido por los guardias de corps a la oficialidad del citado regimiento, el 1º de octubre, a cuyos postres asistió la familia real, siendo vitoreada con entusiasmo por todos los presentes y por los soldados que custodiaban el palacio.
Los agitadores tergiversaron maliciosamente lo ocurrido en aquel banquete e hicieron correr entre la plebe el rumor de que los guardias de corps habían proferido amenazas contra la Asamblea Nacional y pisoteado la escarapela tricolor.

Todo se preparaba, todo se preparaba para el golpe de octubre...


agualongo
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Mensaje por agualongo »

Las jornadas del 4, 5 y 6 de octubre

El domingo 4 de octubre, París se levantó con el rumor de que el Rey se marchaba a Metz, y pocas horas después, en la noche del 4 al 5, el duque de Orleáns se aprovechó de la agitación popular para llevar adelante sus ambiciosos proyectos y durante aquella noche, sus agentes recorrieron las tahonas de la capital impidiendo, por medio de la amenaza y el soborno, que se efectuasen hornadas para el día siguiente.

Jornada del 5: El vecindario de la capital quedó así desprovisto dicho día de tan necesario artículo y miles de mujeres, reclutadas ex profeso en los más bajos fondos de París se manifestaron ante el Ayuntamiento pidiendo pan. A su cabeza se puso el agente provocador Maillard, a sueldo de Orleáns, que hacía responsable a la Corte, y en especial a la reina María Antonieta de la escasez, e incitaba a las mujeres a marchar sobre Versalles para airear su protesta. Tras aquel ejército de arpías y prostitutas, reforzado por rufianes, ladrones y asesinos, disfrazados con ropa femenina, marchaba la Guardia Nacional de París insubordinada, que había obligado a su jefe, el general Lafayette a ponerse al frente.
Una vez llegadas a Versalles, las mujerzuelas invadieron los locales de la Asamblea y se mezclaron con los diputados a los que injuriaban o aclamaban según fueran moderados o avanzados. En la esperanza de aplacarlas, una comisión presidida por Mounier se dirigió al palacio para pedir al rey que sancionase la declaración de derechos y la abolición de los privilegios. El monarca consintió en ello y prometió hacer lo posible para que el abastecimiento de París quedase asegurado en el plazo más breve. Con ello parecía que la multitud quedaba satisfecha.
Entretanto, había llegado la Guardia Nacional de París, cuyo jefe Lafayette se presentaba ante el Rey y le respondía de la fidelidad de sus hombres, que se encargarían de la custodia exterior del palacio.
Tranquilizada por estas seguridades, la familia real se retiró a descansar.

Jornada del 6: Todo parecía calmado desde que Luís XVI empeñara su palabra de solucionar los problemas del abastecimiento de París, cuando a las cinco y media de la mañana, obedeciendo a las consignas de los promotores del complot, la multitud penetró sin oposición en los patios exteriores del palacio y, desde ellos, alcanzó, a las seis, los aposentos de la Reina, profiriendo amenazas de muerte contra ella: A bas l’Autrichienne! Mort à la reine!, Mort au roi! Uno de los Guardias Nacionales, condecorado con la Cruz de Malta, sin duda integrante del complot, distribuía dinero entre los indeseables y ordenaba que “Únicamente se respetase al Delfín y al Duque de Orleáns

Sólo la decidida resistencia de los escasos guardias de corps, que vigilaban las escaleras y corredores, logró impedir que la turba cumpliera sus designios, no sin que tres guardias de corps fueran degollados en venganza por las siete víctimas mortales que entre la multitud había provocado la defensa de la Reina. Pero, gracias a su heroico sacrificio la Soberana logró refugiarse con sus hijos en las habitaciones del Rey; momento en el cual llegó Lafayette, que apenas unos minutos antes se había retirado a descansar, y que al oír los disparos, se levantó, montó en su caballo y fue a la refriega con algunos destacamentos de Guardias Nacionales leales, con los que logró despejar el interior del palacio y restablecer la disciplina entre sus hombres (nota).
El pequeño incidente había costado la vida a 3 guardias de Corps, y heridas a un número indeterminado de ellos, así como a 11 rufianes, abatidos por los guardias, tanto de Corps como Nacionales.


Nota: Ducos: Compendio Histórico de los Orígenes de la Revolución Francesa y testigo presencial de los hechos. Creo que Lafayette obró de buena fe, pero se confió demasiado y cometió la negligencia de fiarse de sus guardias, cuando habían dado suficientes pruebas de su indisciplina.


La vida de la familia real se había salvado, pero no así su libertad; pues la misma muchedumbre que había asaltado el palacio se agitaba todavía frente a éste al grito unánime de “¡A París el Rey!”. Y para evitar nuevos desórdenes, los soberanos, sus familiares y su séquito inmediato tuvo que trasladarse aquella misma tarde a la capital, escoltados por la plebe jubilosa, que enarbolaba como trofeos de victoria las cabezas de los tres guardias degollados.
A partir de ese momento, y hasta su destronamiento, la familia real viviría de hecho prisionera en las Tullerías, bajo la custodia de la Guardia Nacional. Pocos días después, el 19 de octubre, la Asamblea Constituyente se trasladaba a París, instalándose en el Picadero anejo al citado palacio. La plebe de la capital, o de los que ella se servían y manipulaban a su antojo, tenía ya sus rehenes.

Desde el día de la traída del Rey de Versalles – comenta el historiador alemán Hans Freyer – , los llamados Grandes Días de la Revolución francesa ya no son días de la burguesía que lucha, ni tampoco del proletariado, que ha iniciado su existencia, sino del populacho y la chusma de una gran ciudad”.


Pavia
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Mensaje por Pavia »

Pavia desde su base operacional de Ciaño

Perdón por la intromisión.

Como podrá ver usted he abierto un hilo sobre las Campañas Napoleónicas. Si usted cree que puede interferir de alguna manera con el estupendo hilo que ustged ya había abierto, le ruego me lo haga sabe. NO tengo incoveniente en coordinarme con usted, e ir colocando en su post los diversos artículos según vaya siendo pertinente, de esta manera ahorraríamos en número de hilos y se podría crear una buena referencia.

Esperando su repuesta.

Sin más se despide Pavia desde Asturias.


agualongo
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Mensaje por agualongo »

Gracias Pavia y perdona que no te haya respondido antes, pero he estado fuera unas cuantas semanas.

Me encantaría coordinarme contigo (aunque a veces peco de ser un poco anárquico y caótico). Me gustaría escribir sobre todas las campañas del período 1792-1815, y como ves, todavía voy por la introducción.

Saludos

como decíamos ayer...todo parece indicar que la conjura de Versalles había sido organizada por Mirabeau y, sobre todo, el Duque de Orleáns, el cual, cegado por su ambición de convertirse en lugarteniente del Reino, no sabía la maquina que había puesto en marcha. En efecto, desde ese día, la Revolución sería dirigida por el populacho parisiense, que impondrá a los representantes de Francia las decisiones que les sugieran los agitadores que excitaban y explotaban sus pasiones. Ya en Versalles, los debates en la Asamblea habían sido seguidos con vehemencia por el público que llenaba las tribunas y apostrofaba y amenazaba a los oradores tildados ya de “reaccionarios”. En París, la intervención popular en los debates de la Asamblea se hizo todavía más asidua y violenta, siendo agredidos los diputados que no se mostraban lo suficientemente radicales en sus opiniones. A causa de ello, 120 diputados, encabezados por Mounier, y amenazados de muerte, hubieron de renunciar a sus mandatos y en su lugar fueron elegidos sustitutos, caracterizados por su extremismo revolucionario.

Así había derivado la cosa desde la convocatoria de los Estados...

Saludos


agualongo
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Mensaje por agualongo »

Los Partidos Políticos tras las jornadas de Octubre

Varias agrupaciones políticas se disputaban por entonces el favor de las masas populares parisinas. La principal de todas ellas tuvo su origen en el club que los diputados bretones por el Tercer Estado fundaron en Versalles al empezar la revolución y del que pasaron pronto a forma parte otros muchos representantes de distintas regiones. Al trasladarse a París la Asamblea Nacional, dicho club pasó a denominarse oficialmente Sociedad de Amigos de la Constitución; aunque por haberse instalado en un antiguo convento de jacobinos, próximo al local de la citada Asamblea, se le conoce popularmente con el nombre de Club de los Jacobinos. Tras él, se encontraban, disimuladas, las logias masónicas y, a través de sus numerosas organizaciones filiales, adquirió pronto una extraordinaria influencia en toda Francia. Dirigido en sus comienzos por Barnave y sus amigos, no tardó pronto en ser dominado por un grupo más extremista, del que se erigió caudillo Robespierre.

Todavía más popular y democrática resultaba la Sociedad de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, denominada comúnmente como Club de los Franciscanos o Cordeleros, por haberse instalado en un ex convento de dicha orden, que se alzaba en la orilla izquierda del Sena. Este club, fundado por un abogado turbulento y vividor, de nombre Danton, se hallaba constituido principalmente por artesanos y obreros de París, y contaba, por tanto, con el decidido apoyo del populacho de la capital, convirtiéndose así en el motor esencial de las ya denominadas “Jornadas Revolucionarias”.
En relación muy estrecha con los Franciscanos, aunque sin pertenecer a ellos, se desarrollaba la propaganda demagógica de Marat, un médico amargado que odiaba la vida por sus continuos fracasos profesionales, que excitaba los peores instintos del populacho desde su periódico L´Ami du Peuple.

Frente a estos instigadores de las revueltas y del progresivo deslizamiento de la Revolución hacia postulados extremistas y radicales, dos personajes se esforzaban por encauzar a la Revolución por vías más razonables y pacíficas. Uno de ellos era el general Lafayette, cuya intervención en los recientes sucesos de octubre le hacían aparentar ante grandes sectores de la burguesía como un mediador providencial entre la monarquía y el pueblo, una especie de Kornilov a lo francés. Aprovechándose de este prestigio momentáneo, Lafayette había logrado depurar a la Guardia Nacional de sus elementos más extremistas y levantiscos y transformarla en un instrumento adecuado para el restablecimiento del orden. A este fin tendía la “Ley Marcial” aprobada por la Asamblea el 21 de octubre de 1789 que autorizaba a los municipios a usar de la fuerza pública para la represión de tumultos una vez cumplidos determinados requisitos, como era el despliegue de la Bandera Roja y los preceptivos toques de atención. Y también consiguió Lafayette desembarazarse por algún tiempo del siempre inquieto y muy ambicioso Duque de Orleáns, enviándole a Londres so pretexto de una “misión diplomática”.

El engreído general carecía, sin embargo, de dotes políticas y de elocuencia para imponerse a las multitudes con la palabra. Cualidades ambas que concurrían en otro de los responsables de Octubre, Mirabeau, que a partir de entonces, se dio cuenta, sin embargo, del mal cariz que tomaban los acontecimientos y había forjado un plan completo para estabilizar la Revolución dentro de unos límites justos y razonables. A tal efecto estableció negociaciones con Lafayette para una acción común. Pero los dos grandes personajes del momento no llegaron a entenderse, y sus conversaciones pusieron en guardia a los elementos más radicales de la Asamblea, que lograron hacer aprobar una moción por la cual se declaraban incompatibles los cargos de ministro y de diputado. En la imposibilidad de desarrollar sus planes desde el gobierno, Mirabeau decidió actuar como consejero secreto del Rey, a cambio de una remuneración que le permitiera satisfacer sus cuantiosas deudas. :cry: :cry: Pero Luís XVI no llegó nunca a fiarse por completo de él y sus atinados consejos no fueron seguidos en tiempo oportuno. Menospreciado por la Corte, que lo consideraba un revolucionario encubierto, y por la Asamblea, que lo creía vendido a la Realeza, y minado por los excesos de su vida disoluta y disipada, Mirabeau abandonaría este mundo en abril de 1791, sin haber podido remediar los daños que él mismo había contribuido tanto a ocasionar :twisted: .

A falta de un dique sólido que la pudiera contener e impulsada por las ambiciones de los dirigentes y las pasiones de los dirigidos, la Revolución continuó su marcha arrolladora hacia las soluciones más extremistas y demagógicas, tanto en el aspecto económico, como en el religioso y el político...

saludos


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