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Los conflictos armados en la historia de la Humanidad. Los éjércitos del Mundo, sus jefes, estrategias y armamentos, desde la Antiguedad hasta 1939.
de guiner
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Mensaje por de guiner »

Defección de Cerdeña

Cuando las cosas parecían ir bien para Cartago empiezan a surgir nuevos problemas. Las tropas mercenarias acuarteladas en Cerdeña se rebelan y matan a Bóstar, su comandante en jefe. Los cartagineses envían a un tal Hannón (no confundir) con un contingente mercenario, pero al cabo estos también se alzan contra Cartago y crucifican a Hannón. Tras matar a su comandante masacraron a toda la población púnica de la isla.

Según Pausanias, íberos y libios en su mayor parte 10. 17, 9



Inciso:

Aquí se puede plantear una confusión de fechas. Algunos autores situan la rebelión en la isla en 240, año en el que estamos, otros en el 239.

Por otro lado hay autores que refieren que los mercenarios solicitan ayuda a Roma pero se le es denegada. Hasta aquí no hay problema. A Roma no le interesaba en absoluto inmiscuirse tan pronto, como se verá posteriormente (no le interesaba en estos momentos pero lo hará)

El problema puede surgir cuando otros autores, al considerar insólita la negativa de Roma, afirman que no se le podía prestar ayuda a los insurgentes ya que se estaba afrontando un problema interno con la ciudad de Falerii.

Retomado algo que ya comenté al finalizar la guerra en Sicilia:

-Se va a dar un último rescoldo de resistencia en la península. La ciudad etrusca de Falerii, cuyo pacto de cincuenta años con Roma concluía en este año, se rebeló por causas poco conocidas. Seis días tardaron los romanos en sofocar el levantamiento.


vae-victis-t36356-315.html

Estos hechos se desarrollan en 241, tal como atestiguan los Fastos:

241/0 Q. Lutatius C.f. C.n. Cerco, cónsul, sobre los faliscos, K. Mart. (1de Marzo)

241/0 A. Manlius T.f. T.n. Torquatus, cónsul (II), sobre los faliscos, 4 Non. Mart. (4 de Marzo)

Las Periochae de Livio confirman que la rebelión se sofoca en tan solo 6 días:

Falisci cum rebellassent sexto die perdomiti in deditionem venerunt

Ex libro XX

Y por otro lado, los mencionados Q. Lutatius Cerco y A. Manlius Torquatus eran cónsules en 241


La referencia que doy de Pausanias no la he encontrado en castellano:

http://www.perseus.tufts.edu/hopper/tex ... aus.+10.17

No quería soltar mucho rollo pero esto era lo mínimo en caso de surgir alguna duda al respecto. Vamos, que con las dos líneas iniciales sobraba para comentar la defección de Cerdeña.


de guiner
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Mensaje por de guiner »

Tortura y matanza de prisioneros cartagineses

239

Roma

Entran en funciones los cónsules Caio Mamilio Turrino y Quinto Valerio Falto

Cartago

Los líderes mercenarios celebran una asamblea para analizar el estado de la contienda tras la defección de Cerdeña. Si bien este hecho tornaba la situación a su favor, por otro lado, el balance de los enfrentamientos en África favorecía a los cartagines. El temor principal de los cabecillas recaía fundamentalmente en el trato dado por Amílcar a los prisioneros tras el último enfrentamiento:

De esos 4.000 prisioneros Amílcar admite a los que quieren pasar a formar parte de su ejército y deja en libertad a los demás conminándoles a que en lo sucesivo no levantasen sus armas contra Cartago, pues quien fuese apresado quedaría sin remisión sujeto a castigo.



Este trato llevaba implícito un indulto para aquellos que se pasaran al bando púnico o abandonaran las armas. Preocupante eran también acciones como la de Narava.

Había que llevar la situación hasta un punto sin retorno.

Recordemos que Gescón y su séquito (unos 700) habían sido apresados al iniciarse la rebelión. Muchos mercenarios habían combatido bajo su mando en Sicilia y aun le profesaban respeto. Mato, Espendio y Autórito encuentran en la persona del general la herramienta con la que prevenir cualquier asomo de acogerse al indulto de Amílcar.

En la asamblea se hace correr la voz de que se han recibido despachos desde Cerdeña y Tunes advirtiendo que hay grupos dispuestos a liberar a Gescón y a su séquito. Los partidarios de los cabecillas mercenarios abandonan la asamblea y empiezan a correr la voz por todo el campamento. Las voces que se alzan pidiendo clemencia para Gescón y los suyos son acalladas a pedradas. Los 700 prisioneros son sacados al centro del campo; allí se le amputan las manos a Gescón, posteriormente se le cortan nariz y orejas y se le rompen brazos y piernas. El mismo trato se les da al resto de prisioneros cartagineses. Una vez sometidos a este suplicio son arrojados vivos a un foso.

Enterados de estos hechos en Cartago, se envían emisarios para solicitar los cuerpos. Los mercenarios se niegan totalmente y se transmite el mensaje de que a partir de ese momento todo cartaginés que caiga en sus manos sufrirá el mismo trato dado a Gescón y los suyos, y si era aliado de los mismos se le devolvería vivo a Cartago con los miembros amputados.

Este acuerdo lo mantendrían los mercenarios hasta el final.


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Mensaje por Autentic »

Horrible forma de forzar a los suyos a luchar hasta el final, mas aun, sabiendo como las gastaban los punicos a la hora de castigar este tipo de actos.


Un cordial saludo, Ciudadano, y mi enhorabuena por tan excelente hilo. :aplaudos2:


El vientre de mi enemigo, sera la unica vaina para mi espada. Salut.
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Mensaje por de guiner »

Si que las gastaban y bien, ciudadano.

Los cartagineses no eran ningunos santos. Ya comenté que Mato y el grupo de mercenarios libios debían llevar la revuelta hasta el final. Por otro lado, a Espendio, desertor campano, le quedaba o ser crucificado con ganchos en las cuadernas de un barco (como mínimo) o ser devuelto a los romanos por desertor.

Cartago había exprimido mucho a sus aliados y territorios durante la guerra de Sicilia. Y aun le quedaba pues tenía que pagarle a Roma lo estipulado en el tratado de paz.

Mira esa revuelta (curiosa e incomprensible) de los faliscos contra Roma; en seis días arreglada y como solución tirar la ciudad de Falerii y construir una nueva en otro lugar más accesible.

De ahí la Falerii Veteres (Civita Castellana) y la Falerii Novi (en terreno comunal de Fabrica di Roma)

http://it.wikipedia.org/wiki/Falerii

PD: Los romanos tampoco eran santos, que están a la expectativa...

Un saludo cordial. :explica1:


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Defección de Útica e Hipozarita

Amílcar hace llamar a Hannón persuadido que entre ambos podrían arreglar la situación. Emprenden una campaña terrestre en la que se persigue a grupos mercenarios con la consigna de no dejar ningún superviviente. En los combates que se dan los prisioneros son ejecutados en el mismo campo de batalla; otros prisioneros son arrojados a los pies de los elefantes.

Pero esta campaña militar cuyo objetivo era la aniquilación total de los rebeldes no da sus frutos por lo que empiezan a surgir problemas entre los dos generales, de hecho rivales desde hacía mucho tiempo. Enterado el senado de Cartago de que las constantes disputas entre los dos comandantes estaba afectando a la campaña deciden asignar un mando único haciendo recaer la elección del mismo en las tropas; sale elegido Amílcar.

Amílcar toma a Aníbal (no confundir) como segundo al mando, aunque realmente en la práctica este puesto lo va a ocupar el númida Navara. La campaña va a tomar un objetivo diferente; en lugar de buscar al enemigo en el campo se le va a intentar cortar las vías de suministro por todo el territorio.

Las situación se va a tornar aun más en contra de Cartago. Hipozarita y Útica, ciudades que siempre habían permanecido fieles, deciden cambiar de bando y pasarse a los rebeldes. Las guarniciones cartaginesas de las dos ciudades son apresadas y los soldados arrojados desde las murallas (unos 500 hombres).


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Mensaje por de guiner »

Los cartagineses ya sólo dependían de los suministros enviados desde los llamados "Emporios", pero:

"Debido a una tormenta, perecieron en el mar todas las mercancías en camino desde lo que ellos llaman «Emporios», unas mercancías en las que confiaban como fuente principal para su alimentación y general aprovisionamiento." Pol. I, 82

Imagen

Emporios es la región en torno a la Syrtis minor del mapa, actual Golfo de Gabés


Sumado este suceso a la pérdida de Cerdeña y a la defección de Útica e Hipozarita, el paso a seguir por las tropas mercenarias era poner bajo asedio la ciudad de Cartago, la cual se veía bloqueada en tierra y sin ningún apoyo desde el mar.

El senado cartaginés resolvió pedir ayuda a Roma


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Mensaje por de guiner »

En un principio Cartago se dirige a Hierón de Siracusa para solicitar ayuda exterior. Al tirano le convenía que Cartago no perdiera la guerra pues eso desequilibraría la balanza y dejaría a Siracusa sola frente a Roma.

Mercaderes de Siracusa y de la península Itálica habían estado beneficiándose desde el principio del conflicto tratando con ambos bandos. Surgió una desavenencia inicial con Roma al retener los cartagineses a los que navegaban de Italia a Libia. Ahora la solicitud de ayuda se hacía de forma, llamémosla, oficial.

Desde Roma se despachan embajadores para formalizar la ayuda. El primer paso es la liberación de todos los mercaderes retenidos en Cartago (unos 500). Se acuerda que Roma permitirá que se transiten las rutas marítimas para comerciar con Cartago bajo la expresa prohibición de que los mercaderes mantengan trato con los mercenarios.

Por otro lado, Roma libera a todos los prisioneros de guerra cartagineses y deja vía libre para que Cartago pueda contratar mercenarios entre los pueblos de Italia.

En contrapartida los mercenarios ofrecen a Roma la ciudad de Útica, pero los romanos se niegan a aceptarla en base a los tratados firmados con Cartago.

Hasta el momento se mantenían las formas.


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238

Roma

Entran en funciones los cónsules Tiberio Sempronio Graco y Publio Valerio Falto

Cartago

Amílcar continuaba su campaña cuyo objetivo era cortar todas las vías de suministro del enemigo. Esta táctica dio sus frutos dándose la situación de que en lugar de ser Cartago la que estaba bajo asedio lo eran los mercenarios. Estos, mal pertrechados, se ven obligados a levantar el cerco de la ciudad.

Los rebeldes tenían que abrir las rutas de apoyo y para eso debían enfrentarse a Amílcar, muy superior en terreno llano gracias a los elefantes y a la caballería mandada por el númida Navara.

Se reúne a las mejores tropas mercenarias y libias hasta alcanzar un total de 50.000 hombres que parten bajo el mando de Espendio, Autórito y Zarza, comandante libio; Mato queda en Tunes.

En un principio se limitan a seguir a Amílcar vigilándole a la espera de una oportunidad fuera de terreno llano. Por otro lado intentan anticipársele ocupando los parajes estrechos y montañosos.

Se empiezan a dar refriegas y combates localizados cuyos resultados demuestran lo inferior del mando de los rebeldes.

"Pues aquella coyuntura permitió calibrar en toda su realidad la diferencia que media entre la capacidad de un generalato avezado y metódico y el empuje soldadesco carente de pericia y cálculo". Pol. I, 84

En los enfrentamientos Amílcar les cortaba el paso, los encerraba y los mataba sin darles opción a combatir. Comenzó a tenderles emboscadas en múltiples puntos sorprendiéndoles tanto de día como de noche.
Esta vez Amílcar no iba a ser tan clemente como tras la batalla del Makáras. Todos los supervivientes eran arrojados a los pies de los elefantes.

Tal era la presión a la que sometió Amílcar al enemigo que logra arrinconar al grueso del ejército en un lugar estrecho llamado "La Sierra" (paraje no identificado). Al rehuir el combate en campo abierto, Amílcar ordena construir un foso y una empalizada que impida la huida de los rebeldes de aquel lugar.

Una salida contra Amílcar significaba la derrota segura y la represalia posterior; en cuanto a la posibilidad de un acuerdo, ni siquiera se pararon a considerarla, conscientes del trato que se le había dado a Giscón y a los prisioneros cartagineses. Sólo cabía esperar una ayuda proveniente de Tunes.


La ayuda no llegaba. Llevados por la falta de suministros y acuciados por el hambre se vieron obligados a devorarse entre sí. Una vez que se comieron a los prisioneros y a los esclavos resultaba evidente que todo había acabado. Por lo cual resolvieron entregarse a Amílcar e iniciar conversaciones.

Enviaron un heraldo y, tras conseguir licencia para la embajada, se presentaron en número de diez ante los cartagineses. Con estos llegó Amílcar al siguiente acuerdo: los cartagineses podrían elegir de entre ellos a los diez que quisieran, y a los demás los dejaría marchar con sólo una túnica. Tan pronto fueron aceptados estos términos Amílcar manifestó que, en conformidad con el acuerdo, elegía a los presentes. De esta manera se apresan a todos los cabecillas rebeldes: Espendio, Autórito, Zarza y demás caudillos.

Pero cuando los libios se enteraron de la captura de sus jefes, como desconocían los términos del tratado, se creyeron traicionados por los cartagineses, motivo que les llevó a empuñar sus armas. Amílcar los rodeó con todas sus tropas y les dio muerte a todos. 40.000 hombres quedaron en el campo.


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Mensaje por de guiner »

Salambó

Existe una novela de Gustave Flaubert ambientada en la Guerra de los Mercenarios. Aquí dejo un extracto que narra los últimos hechos comentados:

Imagen
"Salambó", de Alfons Mucha. 1896.

http://es.wikipedia.org/wiki/Salamb%C3%B3


Entonces, los garamantes empezaron lentamente a rondar a los muertos. Eran seres acostumbrados a la soledad y que no respetaban a dios alguno. Al fin, el más viejo de la banda hizo una señal, y echándose sobre los cadáveres, con sus cuchillos, cortaron trozos; luego, sentados en cuclillas, comían. Los demás los miraban desde lejos; se oyeron unos gritos de horror; muchos, sin embargo, envidiaban en el fondo de su alma aquella desaprensión.
A medianoche, algunos de los bárbaros se acercaron y, disimulando su deseo, les pedían un trocito, solamente para probar, según decían. Acudieron los más atrevidos; su número aumentó y pronto fueron un enjambre. Pero casi todos, al sentir en sus labios aquella carne fría, la dejaban caer de sus manos; algunos, al contrario, la devoraban con deleite.
Al fin de estimularse con el ejemplo, se animaban mutuamente. Incluso los que, al principio, habían rehusado ir a ver a los garamantes, ya no se separaban. Asaban los trozos de carne en las brasas, clavándolos en las puntas de las espadas, los salaban con polvo y se disputaban los mejores. Cuando ya no quedó nada de los tres cadáveres, sus ojos vagaron por la llanura en busca de otros.
Pero ¿no poseían unos veinte cartagineses, cautivos en el último encuentro, y en los que nadie hasta entonces se había fijado?. Desaparecieron; era una venganza, por otra parte. Luego, como había que vivir, como se le había tomado el gusto a aquel alimento y como se morían de hambre, degollaron a los aguadores, a los palafreneros, a los criados de los mercenarios. Todos los días mataban a alguno de éstos. Había quienes comían mucho, cobraban fuerzas y no estaban tristes.
Enseguida llegó a faltar este recurso. Entonces la gula se volvió hacia los heridos y los enfermos. Puesto que no podían curarse, era preferible librarlos de sus tormentos; y tan pronto como un soldado se tambaleaba, todos gritaban que ya estaba perdido y que debía servir de alimento a los demás. Para acelerar su muerte se valían de astucias; se les robaba el último resto de su inmunda ración; con simulada inadvertencia, los pisaban; los agonizantes, para hacerles creer que aún estaban fuertes, intentaban extender los brazos, levantarse, reír. Hombres desvanecidos volvían en sí al contacto de una hoja mellada que les aserraba un miembro, y mataban también por ferocidad, sin necesidad,para saciar su furor.
Una niebla densa y tibia, como suele serlo en aquellas regiones a finales de invierno, se abatió sobre el ejército al día decimocuarto. El cambio de temperatura acarreó numerosas muertes, y la descomposición se desarrollaba espantosamente rápida en la cálida humedad retenida por las paredes de la montaña. La llovizna que caía sobre los cadáveres, al reblandecerlos, hizo bien pronto de toda la llanura un gran pudridero. Vapores blanquecinos flotaban sobre ellos: picaban en las narices, penetraban en la piel,cegaban los ojos, y los bárbaros creían entrever los hálitos exhalados, las almas de sus compañeros. Un disgusto inmenso los abrumó. Ya no querían más. Preferían morir.

http://es.scribd.com/doc/36591383/Gusta ... de-Cartago

Salambó
La princesa de Cartago
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vonneumann
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Mensaje por vonneumann »

Gracias por el enlace al libro en scribd, de mi parte y de la de mis compañeros de la cofradía del puño.


Money is a sign of poverty. Iain M. Banks.
It is a black Samsonite suitcase. Do you think maybe it’s possible that the Samsonite people, in some crazy scheme to actually turn a profit, made more than one? - Greg (Gaylord) Focker.
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Mensaje por de guiner »

Déselas a la innombrable, caballero.

Buscando alguna lámina de la portada de Salambó encontré la imagen que puse. Verá que en el artículo de donde la saqué está el enlace a la novela. Como deferencia a VM y sus cofrades tuve a bien facilitarles el mismo.

Sin más, reciba media genuflexión, Mr Scrooge.


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Mensaje por de guiner »

Con la victoria obtenida, Amílcar devuelve a los cartagineses sólidos argumentos para el optimismo. Recorre junto a Navara y Aníbal el campo y las ciudades. Los rebeldes empiezan a pasarse a su bando junto a la mayoría de las poblaciones hasta llegar a Tunes, en donde se emprende el asedio de Mato.

En el flanco de la ciudad más cercano a Cartago acampa Aníbal mientras que Amílcar ocupa la zona opuesta. Seguidamente conducen ante las murallas a Espendio y a los demás cabecillas capturados y los crucifican a la vista de todos.

En el transcurso del asedio Mato se percata de que Aníbal procede de manera descuidada por lo que decide hacer una salida logrando sorprenderle dando muerte a gran parte de las tropas. Se hace con el campamento junto con toda la impedimenta y logra apresar al mismo Aníbal el cual es conducido inmediatamente ante la cruz de la que colgaba Espendio y, en venganza por la muerte de éste, bajaron su cuerpo y colocaron al general cartaginés. Ante el cuerpo de Espendio traen a treinta de los más ilustres cartagineses apresados y los degüellan.

La noticia de la suerte corrida por Aníbal llega tarde a oídos de Amílcar a causa de la distancia entre los campamentos. Y ni siquiera cuando lo supo le permitieron las dificultades del terreno llevar ayuda con rapidez. Por ello parte con su ejército en dirección al río Makáras, entre cuya desembocadura y el mar acampa.

Imagen

Ante lo insólito de lo sucedido los cartagineses, apenas recobrado ánimos, ven obstaculizadas todas sus expectativas.

El senado de Cartago debía hacer prevalecer su poder frente a los desacuerdos entre Amílcar y Hannón.


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Mensaje por de guiner »

Son elegidos treinta representantes del senado, Hannón entre ellos, que son enviados para unirse a Amílcar. Con ellos son despachados, tras proveerlos de armas, a cuantos ciudadanos quedaban en edad de portarlas cifrando así en tal envío su última baza.

Los representantes del senado tenían la misión de reunir a ambos generales para que solucionaran las diferencias surgidas entre ellos y obligarles a que se centraran en los asuntos más urgentes por el bien de Cartago.

"Conforme a lo cual, expusieron aquellos representantes razones abundantes y variadas hasta que, una vez consiguieron juntar a los generales, tuvieron Amílcar y Hannón que plegarse a obedecer lo que se les decía. Y desde entonces, ya concertados, actuaron con unísono criterio al dictado de los cartagineses" Pol I, 87


Nota: Las disputas entre Amílcar y Hannón venían de tiempo atrás. Cada uno era representante de una de las dos facciones más fuertes de la oligarquía cartaginesa. Facciones que tenían puntos de vista muy diferentes en lo que respecta a la política exterior. Hannón sería de aquellos que optaban por la expansión continental dentro de territorio africano.

-Tampoco voy a extenderme más en esto debido a la gran laguna que existe en lo tocante a la política interna de Cartago. Simplemente indicar que las desavenencias entre ambos generales no estaban motivadas por motivos personales, sino políticos.


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Finaliza la Guerra de los mercenarios

Mato abandona Tunes y traba varios combates contra las fuerzas de Amílcar y Hannón saliendo derrotado en todos. En las cercanías de Leptis Minor se va a dar la batalla final:

Imagen

"Mato, al llevar las de perder en los encuentros parciales -y libraron muchos, tanto en la ciudad de Leptis como en los de algunas otras ciudades-, se aventuró finalmente a dirimir la cuestión por las armas, lance este que también deseaban los cartagineses. Con tal propósito realizan ambos llamamientos de combate a todos sus aliados, y ambos, como si fueran a jugárselo todo a un golpe de dados, sacaban sus guarniciones de las ciudades. Cuando estuvieron los dos listos para el ataque, alinearon sus respectivas tropas y, a una señal convenida, se lanzaron el uno contra el otro" Pol. I, 87

La victoria se inclinó hacia el lado cartaginés quedando muertos en el campo de batalla la mayoría de combatientes libios. Los supervivientes se refugiaron en las poblaciones cercanas para acabar finalmente entregándose. Mato fue hecho prisionero.

Tras la batalla, la mayoría de regiones de Libia se apresuraron a rendir obediencia a Cartago. Sin embargo, las ciudades de Hipozarita y Útica resistieron por temor a las represalias y excluir toda posibilidad de piedad o perdón. No obstante, Amílcar y Hannón se repartieron el asedio de cada una de ellas obligándolas finalmente a capitular.

El triunfo se celebró en la ciudad en donde Mato fue sometido a todo tipo de vejaciones:

Salió de allí encorvado, con el aspecto asustadizo de las fieras cuando se las deja en libertad de repente.
La luz lo cegaba; se quedó un rato inmóvil. Todos lo habían reconocido y contenían la respiración.
El cuerpo de aquella víctima era para ellos una cosa singular y revestida de un esplendor casi religioso. Se empinaban para verlo, sobre todo las mujeres. Ardían en deseos de contemplar al que había sido la causa de la muerte de sus hijos y de sus esposos; y, a pesar suyo, desde el fondo de su alma surgía una infame curiosidad, el deseo de conocerlo del todo, un ansia mezclada de remordimientos que se tornaba en un delirio de execración.
Por fin, avanzó. El aturdimiento de la sorpresa fue desvaneciéndose. Un mar de brazos se levantó y no se le volvió a ver.
La escalinata de la acrópolis tenía sesenta peldaños. Los bajó como si hubiera rodado en un torrente, desde lo alto de una montaña; por tres veces se le vio que rebotaba, luego abajo cayó sobre los dos talones.
Sangraban sus espaldas, su pecho jadeaba dando grandes sacudidas; y hacía tales esfuerzos por romper sus ligaduras, que sus brazos, cruzados sobre su desnuda espalda, se hinchaban como anillos de serpiente.
Desde el sitio en que estaba, partían muchas calles. En cada una de ellas, una triple hilera de cadenas de bronce, fijadas al ombligo de los dioses pataicos, se extendían de punta a punta, paralelamente; la muchedumbre se amontonaba contra las casas y, en medio, se paseaban los criados de los ancianos empuñando unos látigos.
Uno de ellos lo empujó hacia delante, de un recio latigazo; Matho echó a andar.
Alargaban sus brazos por encima de las cadenas, gritando que se le había dejado un camino demasiado ancho, y Matho iba pellizcado, pinchado, desgarrado por aquellos dedos; cuando estaba al cabo de una calle, aparecía otra; varias veces se arrojó de lado para morderlos, se apartaban enseguida, lo retenían las cadenas, y la muchedumbre estallaba en carcajadas.
Un niño le desgarró una oreja; una joven, disimulando en su manga la punta de un huso, le cortó la mejilla; le arrancaban puñados de cabellos, jirones de carne; otros, con palos en cuyas puntas llevaban esponjas empapadas en inmundicias, le restregaban el rostro. Del lado derecho de su garganta brotó un hilo de sangre: enseguida comenzó el delirio. Aquel último bárbaro representaba para ellos a todos los bárbaros, a todo el ejército; se vengaban en él de todos los desastres, de sus terrores, de sus oprobios. La rabia del pueblo aumentaba a medida que se iba saciando; las cadenas, demasiado tensas, amenazaban romperse; no sentían los golpes de los esclavos que los azotaban para rechazarlos; otros se encaramaban en los salientes de las casas; todas las aberturas que había en las paredes estaban tapadas por cabezas, y el daño que no podían hacerle lo vociferaban.
Eran injurias atroces, inmundas, con alardes irónicos e imprecaciones; y como no tenían bastante con su dolor presente, le anunciaban otros más terribles para la eternidad.
Aquel inmenso alarido llenaba a Cartago con una estúpida continuidad. A menudo, una sola sílaba —una entonación ronca, profunda, frenética— era repetida durante algunos minutos por todo el pueblo. Vibraban los muros de abajo arriba, y las dos paredes de la calle le parecía a Matho que se le venían encima y lo levantaban del suelo, cómodos brazos inmensos que lo ahogasen en el aire.
Sin embargo, se acordaba de haber experimentado algo parecido en otra ocasión. Era la misma multitud en las terrazas, las mismas miradas, la misma ira; pero entonces marchaba libre, todos se apartaban, un dios lo protegía; y este recuerdo, precisándose poco a poco, lo llenaba de una tristeza abrumadora. Pasaban sombras ante sus ojos; la ciudad daba vueltas en su cabeza, le manaba la sangre por una herida en la cadera, se sentía morir; sus piernas se doblaron, y se fue abatiendo muy lentamente sobre las losas.
Seis pasos más allá, cayó una tercera y hasta una cuarta vez; siempre un nuevo suplicio lo hacía levantarse.


Salambó
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Por las mismas fechas de la victoria cartaginesa, los romanos vuelven a recibir una petición de ayuda por parte de los mercenarios que habían hecho defección en Cerdeña. Esta vez Roma va a intervenir.


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Invasión romana de Cerdeña (238)

Recordando lo comentado sobre la situación de la isla:

Defección de Cerdeña

Cuando las cosas parecían ir bien para Cartago empiezan a surgir nuevos problemas. Las tropas mercenarias acuarteladas en Cerdeña se rebelan y matan a Bóstar, su comandante en jefe. Los cartagineses envían a un tal Hannón con un contingente mercenario, pero al cabo estos también se alzan contra Cartago y crucifican a Hannón. Tras matar a su comandante masacraron a toda la población púnica de la isla.

Según Pausanias, íberos y libios en su mayor parte 10. 17, 9


Una vez eliminada la amenaza de la revuelta en tierras africanas los cartagineses tenían la intención de recuperar Cerdeña. Es ahora cuando los mercenarios piden por segunda vez a Roma ayuda para la guerra que mantenían contra los sardos. Los romanos aceptan la solicitud y envían tropas a la isla.

La reclamación cartaginesa no se hizo esperar pues afirmaban que las medidas tomadas tenían como objetivo no a los sardos, sino a ellos. Roma, como única respuesta, declara la guerra a Cartago

"Pero los cartagineses, que habían sobrevivido milagrosamente a la guerra antes narrada, se hallaban al presente sin recursos para todo lo que supusiese otra vez la hostilidad de Roma, por lo cual cedieron a las circunstancias y no sólo abandonaron Cerdeña, sino que añadieron mil doscientos talentos de indemnización a cambio de no entrar en una nueva guerra con Roma" Pol. I, 88

-De señalar que la suma adeudada por Cartago tras la guerra de Sicilia se veía notablemente aumentada en 1.200 talentos de plata.

Apiano narra que los romanos esgrimieron como excusa para la toma de Cerdeña los numerosos reveses sufridos por sus mercaderes en el transcurso de la guerra (VI, 4)



La posesión de Cerdeña no iba a resultar fácil para los romanos tal y como reflejan los Fastos:

[235/4] T. Manlius T.f. T.n. Torquatus, cónsul, sobre los sardos, 6 id.Mart. (10 de Marzo)

[234/3] Sp. Carvilius Sp.f. C.n. Maximus, cónsul, sobre los sardos,, k.Apr. (1 de Abril)

[233/2] M'. Pomponius M'.f. M'.n. Matho, cónsul, sobre los sardos, id.Mart. (15 de Marzo)


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