Yorktown escribió:Es surrealista, el descendiente de los que no conquistaron el erial ese perdido de la mano de Dios, es el que presume de la supuesta inutilidad de su sangre.
Alguien ha dicho ante que nadie pone en duda la heroicidad del tal Prat, famoso en su casa a la hora de comer, pues bien, yo no solo la pongo en duda si no que la niego. Aquel tipo era un valiente con la sangre de otros, y eso no es ser valiente, eso es ser un descerebrado y un criminal.En definitiva un anormal con ínfulas de grandeza, que además ,perdió.Y no perdió en un comabte de flotas que decidia el destino del mundo, no, perdió en un trifulca callejera llevaba al mar, en algo que implicaba menos hombres que lo que se combatia aqui hace 2500 años.
Como sus propios compatriotas callan y la paciencia tiene un limite, lo siento reytuerto, me voy a permitir decirle lo que muchos pensamos, y si algun chileno se ofende, francamente , me la trae al pairo, si ellos no saben educar a sus niñitos, habra que hacerlo desde fuera. Y si se llamán a escandalo por lo que digo de su paisito, que lea lo que se ha dicho del mio, y si sigue escandalizandose, que se opere, o haber intervenido cuando debía, no ahora.
Tu pais, muchachito, no es nadie, nadie le hace caso, nadie lo tiene en cuenta, nadie pregunta su postura, ni siquiera en su región pasa de ser un mindundi, nunca sale en las noticias de los paises serios a no ser por un terremoto y por una petición de ayuda, a ver si te enteras. A nadie le interesa lo que pasa en ese rincon del mundo dejado de la mano de Dios y poblado por cuatro gatos, a no ser que sea para hacer algo de dinero, poco, con los pocos chilenos serios que haya, y que no se creen descendientes de Odin. Sois unos muertos de hambre que os pasais la vida presumiendo no se de que demonios con lo peruanos y los argentinos, creyendoos superiores sin ningun motivo, y alardeando de una mierdecita de escaramuza de hace 150 años. Es vuestra vida habeis tenido una guerra y os la dais de pueblo guerrero e invencible, de raza "cosmica".....haceis el ridiculo defendiedo vuestro tanques latita hasta que teneis el A4 y lo reconoceis, y ahora ya estais comparandolo con el supuesto t-90 bolivariano...tremendo complejo de inferioridad...justificado. Sois inferiores. Bueno no. Chile, como pais, es inferior, poca cosa. Chilenos habra superiores intelectualmente, e inferiores, como tu.
Despues de 200 años de independencia seguis en la miseria. No se de que demonios presumís. Dejad de creeros superiores y de que la historia se equivoco poniendoos donde estais, por que de hecho, estaís en un paraje afortunado y no habeis haceho más que malgastarlo despues de 200 años de independeincia. Por que sois torpes y creidos. Sin motivo alguno. Quien pregunta..y Chile que hara? Nadie. Por que a nadie le importa. Lo mismo que el prat ese, el guiri mercenario, y todo lo demás.A nadie le importa, ni nadie los conoce.
En definitiva, es una pena que el pais que mejor se maneja de sudamerica, caiga en enfermedad de chiquillos malcriados, en la boina, en el racismo, y en la estulticia. Por que desgraciadamente, no eres caso unico.
Shame on you. Que igual lo entiendes mejor.
Tienes razon, solo salimos en las noticias de paises serios...por eso no sale mi pais en los noticieros de España
y no tenemos desnutricion infantil....es mas alimentamos a cierto pais, con pescado y frutas cuando los camioneros estan en paro.
Baden Powell , General del Reino Unido.
Para los desastres naturales, nosotros no solicitamos ayuda...la enviamos.
Ademas, los desastres naturales que azotan al pais, son porque asi lo ha querido Dios...a cambio de que sea su mano la que nos hiera y no la de los hombres.
Y Baler, no tiene comparacion con La Concepcion, donde 77 chilenos resistieron el ataque de 400 soldados y 1.500 guerrileros durante 19 horas....y ninguno se rindio, prefirieron la muerte antes que las "Horcas Caudinas" al grito de "Los Chilenos no se rinden Nunca" se lanzaron los ultimos 5 soldados al ataque a la bayoneta, antes que rendir su invicto estandarte.....
Exmo. Señor:
Illmo. Y Rmo. Señor
Señores:
¡Junto á Dios los inmortales! El que se arrastra por las regiones bajas de la materia, llevando con fatiga en sus hombros la ruda carga de una existencia mediocre, bien está en la tierra; es polvo y vuelve al polvo
Pero los elegidos desde la eternidad por el Omnipotente para las grandes empresas; aquellos cuyo corazón encendió Él con la llama del heroísmo y cuya diestra tomó para guiarlos por los ásperos y elevados caminos de la gloria; los que tienen fuerzas para sujetar a las naciones, para hacer volver las espaldas a los reyes y para desplazar las puertas de bronce que defienden los imperios, ¡aquí, al lado de Dios de los Ejércitos, de los conquistadores, de los héroes!
La antigüedad les habría tributado honores divinos; más, atribuyéndoles glorias ajenas, los habría empequeñecido. Nosotros los reconocemos como hombres que de despojaron de las imperfecciones de la materia y haciéndose superiores a la humanidad, la honraron con triunfo imperecedero, y los traemos a la morada de Jesucristo, el primero de los hombres, el primero de los héroes, el primero de los mártires, el inmortal, el Dios.
¡Ah, sí bien están envueltos en los resplandores de Cristo, hermoseados con la sangre del sacrificio, los que murieron por la Patria, siguiendo las huellas del Redentor Divino. ¡Quién como Él! Apareció solo para conquistar el Universo, y cuando resonó su voz en los valles de Galilea, los hombres se acercaron temblorosos á besar su mano omnipotente, y cuando el calvario sorbió su sangre, el mundo se detuvo jadeante en su carrera desenfrenada, y las naciones fueron á arrodillarse á los pies del patíbulo, poniéndose al cuello con su propia mano las cadenas de la noble esclavitud.
Semejante a Él, vosotros, guerreros cristianos, tuvisteis ánimo para escalar el Tabor de la gloria y ascender con el paso seguro al Calvario del sacrificio, y por eso venís aquí, porque el heroísmo ha ceñido vuestras frentes con la inmortalidad y os ha señalado como eterno modelo á las generaciones que pasarán por este suelo querido, mientras Chile sea Chile.
¡Adelante, héroes invictos! Entrad al lugar del descanso perpetuo, vosotros que jamás descansasteis en vuestra corta vida; cubiertos con cenizas sagradas, yacen vuestros despojos sangrientos, lejos de la Patria, allá en la villa de la Concepción, donde os concibió la gloria; pero en vuestro corazón os poseemos enteros, porque erais todo corazón.
¡Adelante! Venid a recibir el premio de vuestros esfuerzos, Ignacio Carrera, Julio Montt, Arturo Pérez, Luis Cruz; Chile os acompaña y la enseña que jamás dejasteis de seguir por los caminos del honor, el estandarte del Chacabuco, desgarrado por las balas, salpicado con sangre generosa, desteñido por los soles de mil tremendas jornadas, os precede en vuestra última ascensión.
¡Oh Señor Dios de los Ejércitos! Voy a hablar de mi Patria, representada en sus más nobles hijos, y vacilo; es el primero de mis amores, es mi sangre, es mi alma, es mi vida. Si me falta las palabras, si los labios no me obedecen, la presión del entusiasmo hará estallar mi pecho de patriota. Señor, tu purificaste con un carbón encendido los labios del profeta, purifica hoy los míos y enciéndelos con el fuego de la elocuencia, aunque después olvide el habla y enmudezca para siempre la voz de mi garganta.
Señores.
En Chile había paz, pero un día sonó en las alturas el grito de guerra y de repente cambió todo: fue como cuando en verano se nubla el cielo de improvisto; y antes que los hombres puedan presentirlo, se desgarra el rayo del seno de la tormenta. El honor y la integridad de la Patria estaban en peligro.
Entonces un trueno salvaje de espantoso fragor retumbó de un extremo á otro de Chile, y el grito de guerra adquiriendo nuevo vigor con la distancia, fue á repercutir en los rincones más apartados, descendió á los valles más profundos, penetró en las cavernas, despertó los ecos envejecidos, trepó a las más altas montañas y fundió la nieve de los picachos, donde anida el cóndor. En las selvas araucanas, un viento cálido arrancó extraños sonidos de los árboles seculares, y revivió la época de Caupolicán y Lautaro; en los lagos del Sur, hirvió la sangre de las leyendas antiguas; y en los campos de Maipú, durante la noche, las osamentas de los héroes despidieron resplandores siniestros. Y de la obscuridad de las minas subieron á las superficies de la tierra, abandonando sus tesoros, los hombres de brazos de fierro, para acudir al llamamiento de la Patria; lo oyeron los labradores y desuncieron los bueyes y arrumbaron sus arados, sacudieron el polvo de sus faenas para cargar el fusil; de las chozas salieron los indígenas, de los palacios los ricos, de la inacción los perezosos, las madres vistieron a sus hijos con los vestidos de fiesta, los besaron en la frente y señalándoles el camino del deber, les dijeron con voz humedecida en llanto: “Venced o morid”, y los viejos héroes de corazón, se levantaron con paso vacilante á descolgar el sable enmohecido con las sangres de Chacabuco, para entregarlo á sus hijos, y vieron tomar forma reales en los confines de la Patria á los sueños de gloria con que había florecido el Invierno de su vejez.
¡Ah, Señores! Chile es un país de rocas duras y frías, pero se estremece violentamente cuando en su seno hierve la lava de los volcanes. El chileno es también duro y frío como la piedra de sus montañas, pero lleva dentro del pecho un volcán, el volcán del patriotismo y ¡Ay del enemigo cuando ese volcán entra en erupción!.
Las oficinas de enganchamiento se ven asediadas por una turba siempre creciente de hombres que pertenecen á todas las condiciones sociales y á todas las edades de la vida; hasta los niños, sedientos de gloria, huyen de sus casas y piden un puesto en las filas. Ya la oficialidad está completa y se cierran las puertas á los nuevos pretendientes. Pero un joven, hijo de los antiguos próceres, no puede resignarse a quedar en un descanso forzado, mientras tantos otros van al peligro; se cubre con el humilde traje de los hijos del pueblo, adopta su manera de hablar y va á sentar plaza de soldado. Tal vez se duda de su origen y le hacen escribir. Él quiere llevar hasta el fin la mentira sublime y procura fingir la letra. Todo es inútil: los jefes conocieron á Ignacio Carrera Pinto y lo rechazan. “Un Carrera –le dicen- no puede ser soldado raso”. ¡Oh injusta bondad! ¿Por qué le rechazáis? ¿Pues qué? Es más que un Carrera, es un chileno; y al chileno, con tal de ser héroe, lo mismo le da ceñirse la espada del oficial que terciarse el fusil de soldado.
Más ¿Quién puede doblegar una voluntad firme y tenaz? Carrera llega á las filas y con él llega también Montt y Pérez. Un niño de 16 años, Luis Cruz, sigue sus pasos con la alegría del que se prepara para asistir á una fiesta. ¡Qué pretendes, niño insensato! Tienes necesidad de las caricias de tu madre, y desafías las inclemencias de la guerra. Tus miembros son débiles, tu corazón es tímido, las fatigas te postrarán y el ronquido de los cañones te llenará de espanto ¡Pero nó! Ese niño es de la raza de los leones que rugen en las cordilleras de Curicó, tiene la insensatez de los héroes; mañana le veréis en la villa de la Concepción.
Ha comenzado la era fabulosa. Los chilenos, más veloces que las águilas, más fuertes que los leones, se ponen en marcha hacia el Norte; unidos como si fueran un solo hombre, buscando impacientes al enemigo para probarle que recuerden las hazañas que hicieron los antepasados, cuando fue su hora y que están dispuestos á adquirir una gloria y un nombre inmortal.
Se pelea por mar y tierra. En Iquique la Independencia reniega de su nombre arriando la bandera, y la Esmeralda se hunde bajo el peso de la gloria, al mismo tiempo que Prat va á colgar la estrella de Chile en el firmamento de la inmortalidad, en Angamos, nuestros marinos encadenan al coloso de la armada peruana y se llevan a besar humildemente los pies de la Reina del Pacífico.
Pisagua y Dolores les dan el dominio de Tarapacá; Tacna les recibe como se debe recibir á los héroes: con el fuego de todos los cañones y con el obstáculo de las trincheras; pero los nuestros, aunque desechos por las fatigas de la marcha, desalojan á los enemigos del último reducto, se toman a Tacna y sin pérdida de tiempo van a elevar en el Morro de Arica la bandera tricolor. Así como en los moribundos, la vida rechazada de todos los miembros se reconcentra en el corazón y hace esfuerzos desesperados para no dejarse vencer en esta postrera lucha, que es la mas importante por ser la decisiva; así también nuestros contrarios llevaron á Lima, corazón del Perú, los restos de su ejército, le unieron todo el nervio de la guerra que aún había en las provincias y aseguraron el territorio con doble línea de fortificaciones. A pesar de todo, el bizarro ejército chileno siguió avanzando impávido, sin que le detuvieran las inmejorables posiciones de los contrarios, ni las trincheras, ni las minas ni el fuego terrible de la artillería, que diezmaba sus filas; venció al enemigo en Chorrillos, le deshizo en Miraflores, y el 17 de Enero de 1881 los heraldos anunciaron al Perú desde las más altas torres de Lima que la ciudad de los Virreyes estaba bajo las garras del cóndor.
¡Salve, luchadores invictos! Habéis grabado en la historia el nombre de Chile con caracteres que ni el tiempo, ni las más grandes hazañas nunca podrán borrar. ¡Salve, gloria a la Patria! Habéis dado tanto lustre á la bandera tricolor, la habéis adornado con tantos trofeos, que las nuevas generaciones, antes de empuñarla habían de comprometerse á llevarla a la victoria ó morir estrechándola sobre su corazón. ¡Oh Iquique! ¡Portento sobrehumano de inenarrable heroísmo! ¿Cuál de los paladines que engendra la fábula pudo anunciarte? ¿Qué nombre del mundo antiguo o del mundo moderno será capaz de igualarte, por más puro, por más noble que sea? ¡Oh, sí; yo veo aparecer á tu hermana gemela; se llama Concepción! ¡De hoy en adelante no quedarás sola en la historia!
La llama de la emulación afiebra al Ejército, que no puede resignarse á ser menos que la Armada. Nó; cuando se trata de servir a la Patria, no cederá la palma a nadie. Rápido y destructor como un ciclón, ha subido del sur el Chacabuco, formado por Toro Herrera, á quien el patriotismo, por un milagro inexplicable, ha hecho en un instante viejo militar, táctico profundo y héroe invencible. Su cuerpo lo componen gallardos jóvenes que con la sonrisa en los labios han cambiado las comodidades del hogar por las fatigas de la guerra.
A él le ha discernido el honor supremo el Dios de las batallas: setenta y siete de sus hombres -¿Y para qué más, si ellos solos pueden dar bastante gloria a Chile?- setenta y siete, digo, van á cubrir la guarnición allá lejos, muy lejos, en las alturas de la sierra, en la villa de la Concepción.
Ellos son la cuarta Compañía del batallón intrépido que recorre las montañas persiguiendo al enemigo. Los tres mil habitantes de la villa soportan la humillación de su presencia; mas esperan el momento oportuno para vengarse. Y esa ocasión largamente deseada llega a su fin. En el día como hoy, 9 de Julio de 1882, a las 3 de la tarde, las alturas que dominan á la ciudad comenzaron a llenarse rápidamente de enemigos, cuyas intenciones no podían ser dudosas. Algunos momentos después comenzó el fuego de fusilería.
Los chilenos se replegaron entonces á su cuartel para esperar reunidos a las fuerzas contrarias. La desproporción era evidente: un puñado de valientes, algunos de ellos enfermos, contra millares de hombres, uno contra cientos; los compañeros estaban lejos y no había un caballo para mandar un aviso; las municiones eran escasas; la ciudad estaba contra ellos; no quedaba, pues, ni la más remota esperanza de éxito.
¿Qué hacer? Los enemigos que ya entraban á la ciudad disparando sus armas, no creyeron ni por un instante que se les haría resistencia, les perecía absurdo que en aquellas circunstancias fuera posible vacilar. Y vacilación no hubo, señores. Aquellos cuatro jefes: Carrera, Montt, Pérez y Cruz, aquellos setenta y tres soldados conocían la eterna consigna del ejército chileno; antes de ir al cuartel la habían oído de la boca de sus madres; durante la campaña la habían visto cumplir siempre, y si no la hubieran conocido, la habrían inventado ellos en aquel instante, porque eran chilenos y el chileno no se rinde jamás: vence o muere.
Poco tiempo antes, Carrera, gloriosamente herido en Chorrillos, había venido a Chile; y cuando llegó la hora de la despedida, el más pequeño de sus sobrinos le dijo con la serenidad de un hombre: “Tío, no se rinda nunca; mejor es que lo maten”. ¡En aquel niño inexperto hablaba el espíritu de la Patria!.
Dispuestos a vender caras sus vidas, se dividen en cuatro grupos para defender las cuatro entradas de la plaza y reciben al enemigo con una descarga cerrada. Durante una hora larga se mantienen temerariamente en sus puestos sin retroceder un solo paso, sin perder un solo cartucho, haciendo claros enormes en la masa de los asaltantes. Si aquellos héroes tuvieran suficientes municiones, serían capaces de vencer; pero ya les van escaseando, y aprovechan un momento de indecisión y pánico en los peruanos para replegarse al cuartel en perfecto orden y conduciendo á sus heridos. En la ciudad se interpreta mal este movimiento, se cree que la retirada es la derrota y á medida que ven disminuir el peligro sienten aumentar su valor, unos suben á las azoteas ó aparecen en los balcones y otros llenan la plaza y se acercan al cuartel; pero luego cae un centenar de asaltantes y los demás huyen á parapetarse donde la muerte no esté tan cercana. A la cabeza de veinte soldados, Carrera sale á perseguirlos, una bala le inmoviliza el brazo izquierdo ¿qué importa? Con un brazo se puede manejar la espada.
La Concepcion, 9 y 10 de Julio de 1882
Pero ha llegado la noche, amiga de los cobardes. ¡Noche horrible y tenebrosa, que la maldición de Dios caiga sobre ti! A favor de las tinieblas los enemigos se acercan al cuartel, bañan con petróleo su techo de paja y lo incendian; el fuego se propaga rápidamente y va a cebarse en los heridos, que mueren en medio de atroces tormentos; los demás salen, lanzan un ¡Viva Chile! Y en honor a la Patria hacen la última salva con los últimos cartuchos, dejando en el suelo un montón de cadáveres enemigos. Mas ¡ay! También Carrera ha muerto con el pecho atravesado por una bala. “Rendíos, se les grita, rendíos; os dejaremos libres”. Es verdad, rendíos, ¿qué más quereis hacer? Ya sois héroes. ¡pretendéis acaso ser locos? Estáis reducidos á menos de la mitad, ¿puede el honor de la bandera exigiros que sigáis combatiendo?
¡Ah, nó! Sería un sacrificio inútil, que la Patria no necesita, porque ya tiene demasiadas glorias. Y ¿cómo seguir si ni siquiera armas tenéis?...
Sin embargo, ellos siguen, porque les queda la bayoneta, que en sus manos es arma terrible, y porque recordando lo que hicieron los padres cuando fue su hora, querían adquirir una gloria eterna y un nombre inmortal. Todos matan, hasta en el momento mismo en que mueren; al amanecer cae Montt, se levanta penosamente, deja fuera de combate á algunos enemigos más y cierra sus ojos para siempre: ¡tenía 18 años y ha emulado las glorias de 60 siglos! A las ocho cae Pérez traspasado por veinte lanzas; á las diez sólo queda Cruz y cuatro soldados. Se lanzan como fieras al último asalto y uno tras otro expiran acribillados de heridas.
Después de veinte horas de combate todos han muerto y luego el niño sublime yace en el suelo moribundo. “Ríndase, oficial”, le dicen mil veces; desean tener un prisionero, sólo uno, aunque sea espirante; pero el niño encuentra nueva vida en la indignación y aunque no tiene fuerza para levantarse, las tiene para dar el último golpe y muere al mismo tiempo que el peruano que más se le ha acercado.
Aprended, oh jóvenes, las enseñanzas de las generaciones pasadas, contagiaos con el heroísmo de estos corazones con el fuego de su amor, y, si mañana la Patria os llama á defenderla, no vaciléis un solo instante y dejadlo todo, familia, riquezas, comodidades, para tomar el fusil y con él lanzaros por el camino que han seguido nuestros guerreros. Sabed que hasta hoy no ha habido un solo chileno que no haya amado a su Patria. ¡Nó, ni puede haberlo! Y si encontráis en nuestra tierra a alguno que se dice enemigo de Chile, ó asegura que no lo ama, preguntadle dónde ha nacido, y si es chileno, no creáis en sus palabras, porque ó miente ó no sabe lo que dice.
Discurso pronunciado en el traslado de los corazones de los 4 oficiales del Chacabuco a su lugar de descanso perpetuo...la Catedral Metropolitana de Santiago.