



La carga ha terminado
tercioidiaquez escribió:No, la carga del Alcántara nunca terminará.
Mientras un español biennacido se acuerde de ellos ( y de sus compañeros de Igueriben, Baler, Flandes, Cascorro, Caney, Bailén, Otumba etc...)al oir el toque de oración, los jinetes del Alcántara volverán a cargar, una y otra vez, cumpliendo con su deber (nada mas y nada menos) hasta la eternidad, con Primo de Rivera a la cabeza y los clarines sonando, al paso o al galope, guiando a pie a los caballos y bajo la tormenta de balas enemigas.
Nunca terminarán de cargar.
tercioidiaquez escribió:No, la carga del Alcántara nunca terminará.
Mientras un español biennacido se acuerde de ellos ( y de sus compañeros de Igueriben, Baler, Flandes, Cascorro, Caney, Bailén, Otumba etc...)al oir el toque de oración, los jinetes del Alcántara volverán a cargar, una y otra vez, cumpliendo con su deber (nada mas y nada menos) hasta la eternidad, con Primo de Rivera a la cabeza y los clarines sonando, al paso o al galope, guiando a pie a los caballos y bajo la tormenta de balas enemigas.
Nunca terminarán de cargar.
El Templario escribió:tercioidiaquez escribió:No, la carga del Alcántara nunca terminará.
Mientras un español biennacido se acuerde de ellos ( y de sus compañeros de Igueriben, Baler, Flandes, Cascorro, Caney, Bailén, Otumba etc...)al oir el toque de oración, los jinetes del Alcántara volverán a cargar, una y otra vez, cumpliendo con su deber (nada mas y nada menos) hasta la eternidad, con Primo de Rivera a la cabeza y los clarines sonando, al paso o al galope, guiando a pie a los caballos y bajo la tormenta de balas enemigas.
Nunca terminarán de cargar.
Recuerdo perfectamente la anécdota, aunque todavía era un enano de apenas 11 años, y probablemente por eso, y por el ambiente que se respiraba en aquellos días, para mi se convirtió en un suceso imborrable. Se acababa de producir la ominosa retirada de las tropas destacadas en el Sahara español. Mi tío, que había estado destinado allí, se incorporó a una nueva unidad en Melilla. Después de todo lo acontecido, mi padre decidió visitar a su hermano y yo aplaudí con emoción la oportunidad de conocer aquella ciudad y ver de cerca a las tropas. En mi memoria está en ambiente enrarecido y tenso que se palpaba entre los militares, la preocupación por posibles nuevas acciones del vecino del otro lado de la valla y mi asombro infantil viendo de cerca carros de combate, cañones, cetmes o la pistola de mi tío. Y también está la cara de aquel viejo sargento, ya retirado, que paseaba muchas veces por allí, el cabello blanco ya escaso, su cara bronceada por el sol africano, plagada de arrugas como un pergamino, y su sempiterno cigarrillo entre la comisura de los labios. El día había sido bastante cálido para aquellas fechas, casi bochornoso, y a media tarde el viento y las primeras nubes presagiaron tormenta. Recuerdo al sargento quedarse con la mirada perdida en el horizonte, hacia el monte Gurugú. El viento arreciaba agitando sus escasos cabellos, mientras densos nubarrones rodeaban la montaña, creando extrañas formas que se movían con rapidez. Un rumor intenso, profundo, que parecía provenir del interior del Gurugú indicaba de manera inequívoca que el temporal ya estaba allí. En aquel momento, con el trueno aumentando en su fragor, el sargento se volvió hacia mi y me pregunto... "¿lo escuchas?" yo asentí con la cabeza, impresionado. "son los jinetes del Alcántara, cabalgando de nuevo a lomos de las nubes". Ambos nos quedamos quietos, sin volver a decir palabra, hasta que las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer. En ese momento, el viejo se giró hacia mi sonriendo y con un amistoso gesto de la mano en mi cabeza me dijo, "no te preocupes por tu tío, chaval, Melilla está salvada".
¿Cuentos de viejo?, ¿el calor?, ¿demasiadas emociones para un crío? no lo se... pero juraría que en aquellas nubes pude distinguir las siluetas de los jinetes lanzados de nuevo a la carga para salvar a sus compañeros.
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