Ábalos y las cinco balas de plata
La balacera deja el sello de un profesional. Ha marcado todos los objetivos sin reventar ninguno. Le sobran la astucia y la precisión en la misma medida en que le falta la autoridad moral
Por Pablo Pombo
Olvídense, no hay cita en toda la semana que viene. Todos los quiroprácticos, fisioterapeutas y osteópatas de España tienen la agenda hasta arriba. La muchachada sanchista ha tenido que hacer tantas contorsiones mediáticas durante estas jornadas que la lesión es general.
Regresarán, no lo duden. Y, por lo que parece, no tardarán en sufrir nuevos calambres y desgarros mayores en la dignidad. Ellos, los daños colaterales, conforman la derivada divertida que hay en el aire de estos días de fin de época y primavera imprevisible.
Son tiempos extraños. Nadie sabe qué puede ocurrir mañana porque cualquier cosa puede venirse abajo. Un lunes se va la luz del país entero, al otro se paran los trenes y al siguiente quien fue número dos del Gobierno está disparando desde la otra orilla. No hay quien pueda predecir cuándo parará el francotirador, ni si lo hará y tampoco es fácil discernir sus motivos. Pero se ve que anda fuerte de arsenal y se le reconoce puntería. Esta balacera de Ábalos deja el sello de un profesional. Ha marcado todos los objetivos sin reventar ninguno. Le sobran la astucia y la precisión en la misma medida en que le falta la autoridad moral.
Por lo tanto, para descifrar lo que ocurre, creo más útil retirar con pinzas sus lúbricas palabras y prestar atención al frío cálculo que se aprecia en la secuencia de disparos. Da la impresión de que ha querido tocar cinco dianas sin pretender dar en el blanco, cinco avisos, cinco posibles formas de llevarse por delante al Presidente del Gobierno.
La primera podría ser el propio Partido Socialista. Ábalos ha querido demostrar que guarda una cantidad ingente de información respecto a lo ocurrido en el PSOE durante los últimos años. El odio de Sánchez a los líderes territoriales que ganaban elecciones sin demasiadas dificultades refleja algo más que su modelo de ejercer el poder orgánico, atestigua el espíritu con el que afrontó las primarias.
Y puede que me equivoque, pero no termina de parecerme casual que quien fue número dos del Secretario General haya formulado veladas menciones a ese proceso durante estos días. ¿Es una amenaza? ¿Qué guarda?
Segunda diana, el Parlamento. La mayoría de investidura tiene un eslabón más débil que los demás: Podemos. ¿Tiene Ábalos información que haga insostenible el respaldo de los de Pablo Iglesias a Sánchez?
Tercera, el Gobierno. Margarita Robles podría ser caza menor en esta batida, un gorrión. Ahora bien, hay piezas mayores. ¿Cuántos ministros pasados o actuales pueden sentirse seguros tras haber intercambiado mensajes con Ábalos?
Cuarta, Air Europa, con intervención directa del Presidente del Gobierno cinco días después de la llamada de Hidalgo a su esposa y con la participación del Ministerio de Hacienda y del Ministerio de Economía. Precisamente, cuando en todos los mentideros de la villa se especula con la inminencia de un informe de la UCO que arrojaría luz sobre el rescate a la compañía aérea.
Quinta, Madrid. La obsesión de Sánchez con Ayuso, constatada. Y la duda de la campaña diseñada contra la Presidenta madrileña en el aire. ¿Desde dónde? Y… ¿Ejecutada por quiénes? Si yo estuviese en el Gobierno pensaría lo que deben estar pensando ellos: Ábalos no es de los que marca cinco dianas sin tener cinco balas de plata. Y ellos lo saben mejor que nadie, le han visto ejecutar sin pestañear.
La prueba está en el disparo final de esta primera serie publicada por "El Mundo". Ahí, en mi opinión, sí que buscó dar en el blanco. Y lo consiguió: al reconocer en "La Sexta" que filtró los mensajes, protegió toda la información de la UCO y reventó toda la línea de comunicación del Partido Socialista. Escoliosis múltiple: a Silvia Intxaurrondo le giró la cabeza como a la niña de "El exorcista".
Quienes hablaban de "Lawfare", de derecha judicial, de bulo y de asunto menor perdieron de golpe la voz. No, no es la fachosfera recurriendo al fango porque está dispuesta a acabar con Sánchez como sea. No, no se puede aplicar el sempiterno recurso del victimismo. Es más fácil y mucho más interesante, no son los malos, es un compañero, es uno de los vuestros haciendo pública una información que vosotros mismos le habéis dado sin tomar ninguna precaución. ¿Y ahora qué?
En este momento, la duda es si Ábalos se está moviendo por chantaje, por venganza o por otra cuestión. Pero las certezas son las que son: el Gobierno tiene miedo y no tiene relato posible para gestionar la situación. La venganza no estaría injustificada. La salida del gobierno sin ninguna explicación pudo ser traumática. La percepción de abandono tras haber volcado tanta lealtad debe resultarle dolorosa. Y el sentimiento de humillación pública, combinado con el vértigo al pronto procesamiento, no invitan a la estabilidad emocional. Menos todavía, cuando podría estar viendo a muchos de rositas.
La opción del chantaje podría comprenderse pero no concederse. Y quizá sea esa una paradoja que el propio Ábalos no ha asumido: Sánchez no tiene en su mano impedir que su número dos pueda ser procesado y, eventualmente, condenado; todo lo que puede hacer es esperar a la condena e indultarlo y, para que eso ocurra, tendría que conservar el poder. La ilusión de la omnipotencia tan frecuente en los cuadros narcisistas que, desde mi punto de vista, define al presidente podría haberse contagiado a su entorno más cercano. Sánchez no puede hacer todo lo que quiere, la satisfacción del chantaje no estaría en su mano porque, mal que bien, nuestra democracia resiste todavía.
Venganza, chantaje o una tercera cuestión. ¿Cuál? No es una novela, esto es la vida. Y un este tipo de situaciones, por rocoso que sea uno, siempre termina llegando el momento del desplome. Quizá sea pronto, da igual. Vendrá. Y cuando viene sólo quedan dos prioridades: el entorno personal y el patrimonio. Ábalos es duro y es listo, tanto como Bárcenas. Misma especie y, seguramente, idéntico destino.
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