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Los conflictos armados en la historia de la Humanidad. Los éjércitos del Mundo, sus jefes, estrategias y armamentos, desde la Antiguedad hasta 1939.
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Batalla de Sida o Batalla de Eurimedonte


Se decide que Eumenes prepare al cónsul y a su ejército la travesía del Helesponto y que la flota romana retorne a Samos para permanecer allí fondeada e impedir que Polixénidas se moviera de Éfeso.

La flota rodia iba a actuar sola. Al mando de un tal Panfílidas habían sido enviados pocos días antes 13 navíos reforzados con 4 naves que guarnecían Caria para hacer frente a una flota que, según rumores, venía de Siria. Cuando Eudamo deja a la flota romana en Samos se acuerda que se una a Panfílidas con los 13 navíos que llevaba; además se le dan 6 naves descubiertas de refuerzo.

Eudamo acelera la marcha y alcanza a Panfílidas cerca del puerto llamado Megiste. Desde allí llegan a Fasélide en formación única y se acuerda esperar en ese punto al enemigo. Pero debido a lo insano del lugar así como a la época del año, pues era a mediados del verano, aparte de los olores desacostumbrados, comienzan a aparecer enfermedades generalizadas sobre todo entre los remeros, cosa que no habían previsto. Parten, por miedo a esta epidemia, y navegando por el golfo de Panfilia la flota aborda en la desembocadura del Eurimedonte.

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Allí se enteran por los habitantes de Aspendos de que los enemigos se encontraban cerca de Sida. También la flota real descubre la presencia de los rodios desde las atalayas cercanas.

Los rodios tenían 32 cuadrirremes y 4 trirremes. La del rey era una flota de 37 navios de mayor tamaño, entre los cuales contaba con 3 hepteres y 4 hexeres; además de éstas había 10 trirremes.

Al día siguiente al amanecer salen de puerto dispuestas a combatir aquel mismo día, y nada más doblar el promontorio que avanza hacia el mar desde Sida, los rodios avistan a los enemigos y al mismo tiempo son avistados por ellos.

En la flota real, Aníbal mandaba el ala izquierda, que se extendía hacia alta mar, y Apolonio, un alto dignatario, mandaba el ala derecha, y tenían ya las naves alineadas proa al frente. Los rodios llegan en una larga hilera; en cabeza iba la nave capitana de Eudamo, cerraba la marcha Caríclito, y mandaba el centro de la flota Panfílidas. Eudamo, al ver la flota enemiga en formación de combate, se dirige a su vez hacia alta mar y acto seguido da orden de que las naves que lo siguen formen una línea frontal manteniendo el orden. Esta maniobra genera confusión en un principio, pues no se había adentrado en el mar lo suficiente como para que pudieran desplegarse en línea hacia tierra todas las naves, y, con las prisas, se enfrenta a Aníbal demasiado precipitadamente con sólo 5 navios; los demás no lo seguían porque habían recibido orden de formar una línea frontal. A los últimos de la columna no les quedaba espacio alguno hacia tierra, y mientras se entorpecían unos a otros, en el ala derecha se combatía ya contra Aníbal.

Pero en un instante la situación cambia, imponiéndose la calidad de los navíos y la experiencia marítima rodia. Por una parte, sus naves se desplazan rápidamente mar adentro dejando sitio hacia tierra cada una a la que venía detrás, y al mismo tiempo, cuando alguna golpeaba con su espolón a una nave enemiga, le destrozaba la proa o le barría los remos o pasaba libremente entre las filas y la atacaba por popa. El mayor golpe de efecto lo provocó el hundimiento de una heptere real, con una sola embestida, por una nave rodia mucho más pequeña, con lo cual el ala derecha enemiga se vió claramente abocada a la huida.

Mar adentro, Aníbal, gracias sobre todo al número de sus naves, acosa a Eudamo, netamente superior en los demás aspectos; y, lo habría rodeado, de no ser porque se alzó en la nave pretoria la señal que habitualmente se empleaba para reagrupar la flota dispersa, y todas las naves que habían vencido en el lado derecho acudieron a prestar ayuda a los suyos. Entonces también Aníbal y las naves que estaban a su alrededor emprendieron la huida.

Los rodios no pudieron perseguirlos debido a que una gran parte de sus remeros estaban enfermos. Eudamo observó a los enemigos llevando a remolque de sus naves descubiertas las naves a la deriva o averiadas, y que eran poco más de una veintena las que se retiraban indemnes.




• Para evitar que pudiera reunirse Aníbal con la flota de Éfeso, desde Rodas se envió a Caríclito con 20 navíos de espolón a Pátara y al puerto de Megiste.
Por su parte, Eudamo vuelve con la flota romana en Samos con las 7 naves más grandes de la flota que había mandado; también llevaba la misión de convencer a los romanos de que se tomara Pátara al asalto.


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Antíoco no consigue el apoyo de Prusias


Aparte de reunir las guarniciones de las ciudades del contorno, Antíoco envía mensajeros y cartas a Prusias, rey de Bitinia, protestando por el paso de los romanos a Asia, pues, según aseguraba el rey, venían a acabar con todos los reinos para que no hubiera más imperio que el romano. Estas consideraciones preocuparon en un principio a Prusias, pero una carta del Africano, disipa en él tales recelos.
La disposición de ánimo del rey se ve confirmada sobre todo con la llegada de Caio Livio, que anteriormente había mandado la flota como pretor; enviado por Roma, le hace ver cuánto más seguras eran las perspectivas de victoria para los romanos que para Antíoco, y cuánto más respetada e inquebrantable sería su amistad entre los romanos.
Cuando Antíoco pierde las esperanzas de una alianza con Prusias, marcha a Éfeso para inspeccionar la flota que llevaba varios meses equipada y preparada, y ello porque veía que con las fuerzas de tierra no podía hacer frente al ejército romano, más que por las operaciones navales en sí, porque las hubiera intentado con éxito en alguna ocasión o porque ahora tuviera en ellas una confianza grande y bien fundada.


A los romanos les produjo una gran alegría primero la noticia de la victoria y después la llegada de los rodios.
Y estaba claro que si se les quitaba a los rodios la preocupación de la toma de Pátara, podrían asegurar la protección de los mares de aquella zona. Pero la marcha de Antíoco de Sardes les impide abandonar la vigilancia de
Jonia y Eolia por temor a que fueran aplastadas las ciudades de la costa. Como única medida, se envía a Panfílidas con 4 naves cubiertas a unirse a la flota que estaba en las cercanías de Pátara.


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Movimientos previos a la Batalla de Mioneso


Antíoco había oído que una parte importante de la flota rodia se encontraba en las cercanías de Pátara y además el rey Eumenes había marchado al Helesponto con todas sus naves al encuentro del cónsul. Confiado en estas circunstancias, envía a Polixénidas a probar fortuna con la flota, y él marcha hacia Nocio (pasaría a llamarse Colofón marítima) al frente de sus tropas. Quería que estuviera en su poder esta ciudad en concreto pues no dudaba de que al tener noticia del asedio los romanos desplazarían de Samos su flota para prestar ayuda a la ciudad aliada, y esa sería la ocasión de actuar para Polixénidas.

El rey comienza el ataque a la ciudad con obras de asedio; prolonga hasta el mar las fortificaciones por los dos lados a la vez, lleva el terraplén hasta la muralla por ambos lados y hace avanzar los arietes protegidos por los manteletes (testudo arietica). Los habitantes de la ciudad envían parlamentarios a Lucio Emilio, a Samos, a implorar la protección del pretor y del pueblo romano.
Emilio estaba incómodo por su larga permanencia en Samos sin hacer nada, y la última cosa con que contaba era con que Polixénidas, al que había provocado en vano por dos veces, fuese a presentar batalla; además consideraba humillante que la flota de Eumenes ayudara al cónsul a trasladar a Asia sus legiones mientras que él estaba sujeto a prestar ayuda a la sitiada Nocio, operación de conclusión incierta. El rodio Eudamo presiona a Emilio y le dice que es mucho mejor liberar a los aliados del asedio e intentar derrotar a la flota real para arrebatarle enteramente al enemigo el control del mar en lugar de abandonar a los aliados, alejándose de la zona bélica de su responsabilidad.

Convencido el pretor, parten de Samos en busca de provisiones y se disponen a cruzar a Quíos, lugar donde arribaban todas las naves de transporte enviadas desde Italia. Navegan hasta el lado opuesto de la isla (el lado que da a Eritras), y se disponen a hacer la travesía cuando el pretor es informado por carta de que había llegado a Quíos un gran contingente de trigo procedente de Italia, y que las naves que transportaban vino se habían retrasado debido a las borrascas. Al mismo tiempo llegan noticias de que los habitantes de Teos habían hecho un generoso ofrecimiento de víveres a la flota de Antíoco y le habían prometido 5.000 vasijas de vino. A media travesía, Emilio cambia de pronto el rumbo de la flota dirigiéndose a Teos con el propósito de echar mano de las provisiones preparadas para el enemigo.
Habían puesto proa a tierra cuando aparecieron a la altura de Mioneso 15 navíos, pero resultaron ser falúas y lanchas rápidas de piratas. Volvían con toda clase de botín tras saquear la costa de Quíos; cuando avistan la flota romana en alta mar emprenden la huida. Tras un intento vano de alcanzarlos, Emilio fondea las naves en el puerto que había en la parte de atrás de Teos, dejando a los hombres libertad para saquear los alrededores de la ciudad.

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Casualmente, Polixénidas, que había salido de Nocio ( o Colofón marítima) con la flota real, se entera de que los romanos habían partido de Samos y que estaban saqueando el territorio de Teos con las naves fondeadas en puerto; entonces echa anclas a su vez en un lugar escondido frente a Mioneso, en una isla que los marinos llamaban Macris.

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Punta del promontorio de Mioneso

Desde allí observa de cerca los movimientos del enemigo y en un primer momento concibe grandes esperanzas de derrotar a la flota romana de la misma forma que había derrotado a la rodia en Samos, esto es, bloqueando en la salida la bocana del puerto.


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Batalla de Mioneso

El plan de Polixénidas consistía en ocupar la entrada del puerto durante la noche, apostar 10 navios junto a cada promontorio para atacar por ambos flancos los costados de las naves que salieran, desembarcar en la costa los combatientes del resto de la flota como había hecho en Panormo, y caer sobre el enemigo por tierra y por mar simultáneamente. Este plan se vio frustrado ya que los habitantes de Teos, no queriendo ser asediados, consideraron preferible entregar todo lo que se les pedía, por lo que la flota de Emilio se traslada al puerto que estaba delante de la ciudad para embarcar las mercancías. Además, el rodio Eudamo también llamó la atención sobre los inconvenientes del otro puerto al haber enredado y roto los remos dos naves en la estrecha entrada.

Una vez movida la flota, los hombres desembarcan para repartir entre las naves los víveres y sobre todo el vino; es entonces cuando llega a oídos de Emilio el aviso de que la flota real está al acecho muy cerca de allí. E l pretor, alarmado por tan inesperada circunstancia , ordena tocar las trompetas para que regresen los que estén dispersos por los campos, y envía a los tribunos a la ciudad para que hagan embarcar a soldados y marineros. Se produce un aglomeramiento repentino frente a las naves entre órdenes contradictorias; apenas podían reconocer cada uno a la suya o llegar hasta ella debido a la confusión. El desbarajuste hubiera sido peligroso por mar y por tierra de no ser porque se repartieron las responsabilidades, y Emilio salió del puerto el primero con la nave pretoria dirigiéndose a alta mar y a medida que iban llegando las que lo seguían colocó a cada una en su puesto en formación frontal; mientras, Eudamo había permanecido cerca de tierra con la flota rodia protegiendo el embarque de las tripulaciones.

En orden de combate, y sin haber avistado aun a la flota real, los romanos avanzan mar adentro cerrando los rodios la formación.

Cuando se encuentran cerca del promontorio de Mioneso avistan al enemigo.


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La flota real, que se dirigía a Teos, iba en una larga columna de dos naves en fondo. Al percatarse de la presencia de los romanos, Polixénidas despliega su frente de combate estirándose hacia el lado izquierdo lo suficiente como para poder rodear y aislar el ala derecha de los romanos. Cuando Eudamo se percata de que los romanos no pueden igualar la línea y corren el peligro de ser envueltos, da velocidad a sus naves y enfrenta su embarcación a la de Polixénidas (las naves rodias eran las más rápidas del combate).

Las flotas entran en combate. Por parte romana combatían 80 naves, 22 de las cuales eran rodias. La flota real se componía de 89 navíos y contaba con 3 hexeres y 2 hepteres (las de mayor tamaño en la batalla). Aunque las naves romanas eran más sólidas que las rodias, fueron éstas las que causaron un mayor pánico inicial pues usaron la técnica de llevar fuego por delante igual que hicieran en Panormo.

Por temor al fuego que se les venía encima, las naves del rey se escoran para no chocar las proas, no pudiendo utilizar el espolón para embestir a la vez que ellas mismas presentaban sus costados a los golpes; si alguna iba al choque, quedaba envuelta en fuego y el incendio creaba un mayor nerviosismo entre las demás.

No obstante, el factor decisivo se produce cuando los romanos rompen por el centro el frente enemigo, describen un arco y se presentan por la retaguardia de las naves que se enfrentaban con los rodios. En un instante quedan destrozados el centro y el ala izquierda de Polixénidas.
El ala derecha, al ver lo que estaba sucediendo y que Polixénidas abandonaba el frente y se daba a la vela, izan los foques a toda prisa y emprenden la huida aprovechando que el viento les era favorable en dirección a Éfeso.

La flota real perdió 42 naves, 13 de las cuales fueron capturadas. De las naves romanas 2 quedaron destrozadas y unas cuantas averiadas.



Con esta batalla los romanos se habían hecho con el dominio naval.


Recordemos que en Panormo 5 naves rodias y 2 de Cos escaparon abriéndose paso entre el apelotonamiento de embarcaciones gracias al pánico provocado con llamas, llevando delante gran cantidad de fuego en recipientes de hierro que pendían de dos pértigas sobresalientes por proa.


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Repliegue de Antíoco

Antíoco, al verse contrariado por el revés de la derrota naval comienza un repliegue poco acertado retirando la guarnición de Lisimaquia, plaza fácil de defender contra un primer ataque de los romanos y capaz de aguantar el asedio durante todo el invierno. También desiste de asaltar Nocio y se retira a Sardes desde donde envía emisarios al rey Ariarate de Capadocia (Ariarate IV) para buscar refuerzos. También se pone a la tarea de intentar reunir el mayor número posible de tropas por si se lo tenía que jugar todo en una batalla decisiva.

Emilio Regilo, tras su victoria, marcha hacia Éfeso y alinea sus naves delante del puerto; desafío que la flota real ya es totalmente incapaz de aceptar. Con este gesto estaba reafirmando ante toda la región que tenía el dominio absoluto del mar. Después zarpa hacia Quíos, rumbo que llevaba antes del combate. Allí repara las naves averiadas y envía a Lucio Emilio Escauro con 30 navíos al Helesponto para ayudar a cruzar al ejército del cónsul; dispone que los rodios vuelvan a casa después de honrarles con parte del botín.

Asalto a Focea

Reparadas las naves, la flota romana hace la travesía de Quíos a Focea. La ciudad, de forma alargada, estaba situada al fondo de un entrante de mar; estaba rodeada por una muralla de dos millas y media de largo cuyos extremos se aproximaban y se estrechaban en una especie de cuña (llamada Lamptera), contando con dos puertos situados en ambos lados.
La flota romana ocupa los dos puertos y, antes de nada, se envían emisarios. Rechazadas las propuestas se da inicio al asalto atacando los dos lados simultáneamente; por la parte que estaba menos edificada se aproxima un ariete que comienza a batir los muros y las torres. Al dirigirse la guarnición a defender aquel punto, se aproxima el ariete por el otro lado.
Cuando parte de la muralla se viene abajo, los soldados romanos irrumpen por entre los montones de escombros mientras que otros intentan trepar también por los muros con escalas. La resistencia ofrecida es tal que el pretor ordena la retirada.

Cuando se están reparando los tramos afectados, llega Quinto Antonio, enviado por el pretor para conminar a los habitantes de la ciudad a que desistieran de la defensa. Se establece una tregua de cinco días para deliberar, tiempo que los habitantes de Focea aprovechan para solicitar la ayuda de Antíoco. Cuando vuelven los emisarios mandados al rey diciendo que no se les iba a facilitar ninguna ayuda, previo acuerdo de no ser tratados como enemigos, la ciudad abre sus puertas a los romanos.

Como se avecinaba ya el invierno, Emilio decide invernar en los puertos de Focea.


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Cruce del Helesponto - Conversaciones de paz

Una vez dejado atrás el territorio de Maronea y Eno, el cónsul Lucio Cornelio Escipión recibe la noticia de la derrota de la flota real en Mioneso. También recibe noticias de la retirada de la guarnición que había en Lisimaquia, hecho éste que le fue más satisfactorio que la victoria naval, sobre todo cuando llegaron a la ciudad y la encontraron repleta de provisiones.

Una vez descansado el ejército, se emprende la marcha a través del Quersoneso hasta llegar al Helesponto. Allí, gracias al rey Eumenes, estaba todo preparado para la travesía y, sin que nadie lo impida, se cruza ordenadamente.

Después de estar un tiempo acantonados en el Helesponto llega al campamento romano Heraclides de Bizancio, enviado por Antíoco para tratar los términos de paz. Se convoca un pleno del consejo y se escuchan las palabras del enviado. Los puntos del conflicto durante el cruce de embajadas anteriores habían sido Esmirna, Lampsaco, Alejandría de Tróade y Lisimaquia. Antíoco estaba dispuesto a ceder todas estas ciudades además de las que se hubieran pasado al bando romano y de sus aliados ese año. Por otro lado, el rey estaba dispuesto a abonar la mitad de los gastos que les hubiera supuesto la guerra a los romanos.

Estas propuestas les parecieron insuficientes a los romanos. Ellos consideraban justo que Antíoco pagase en su totalidad los gastos ocasionados; las guarniciones del rey no debían retirarse sólo de Jonia y Eolia sino que debían ser liberadas todas las ciudades, cosa que sólo podía ocurrir si Antíoco renunciaba a Asia Menor y retiraba sus fronteras al otro lado de la cadena del Tauro.


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Zona reclamada por los romanos (en rojo)

Las propuestas de los romanos son inaceptables para Antíoco.


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Movimientos previos a la Batalla de Magnesia


Cuando estuvo todo preparado, Lucio Cornelio emprende la marcha con el ejército y llega primeramente a Dardano, después a Reteo; las poblaciones de ambas ciudades salen en masa a su encuentro. Luego avanza hasta Ilio y acampa en el llano que se extendía al pie de las murallas; tras realizar una ofrenda religiosa en la ciudad, el ejército se pone en marcha y, a la sexta jornada, llega a las fuentes del río Caico.

El rey Eumenes intenta llevar su flota desde el Helesponto de vuelta a Elea, a los cuarteles de invierno, pero al no poder doblar el promontorio de Lecton (extremo S.O. de la Tróade) a causa de los fuertes vientos, desembarca para no retrasarse en el avance. Por el camino más corto llega al campamento romano con un pequeño contingente de tropas. Del campamento es enviado a Pérgamo para ocuparse del suministro de provisiones. El plan era preparar raciones para muchos días de marcha y alcanzar a Antíoco antes de que se echara el invierno encima.

El hermano del cónsul, Escipión el Africano, había enfermado y tuvo que ser trasladado a Elea. No iba a poder tomar parte en la batalla por lo que dejó como consejero para su hermano a Cneo Domicio Ahenobarbo (había sido cónsul en 192).

El campamento de Antíoco estaba en los alrededores de Tiatira. Al conocer la marcha de Lucio Cornelio, se repliega cruzando el río Frigio; establece su campamento en las cercanías de Magnesia.
Para evitar que los romanos efectuaran alguna tentativa contra sus fortificaciones manda excavar un foso de seis codos (2,5 m.) de profundidad y doce de anchura (un poco más de 5 m.) , lo rodea de doble empalizada por la parte exterior y, en la parte interior levanta un muro con numerosas torres para proteger la zanja.

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Movimientos aproximados


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Inciso

Sobre el número de tropas con las que contaba Antíoco, Tito Livio dice:

sexaginta milia peditum, plus duodecim milia equitum

XXXVII, 37.9

60.000 soldados de infantería y más de 12.000 jinetes

El desglose de las tropas romanas, que ya veremos, ronda los 30.000 hombres.

He visto que en muchos lados se habla de estimación antigua y estimación moderna.
Esa "estimación moderna", por lo que he podido encontrar, es la obra "The Roman War of Antiochus the Great", Ed. Leiden-Boston, Boston, EE. UU. (2002) de un tal John D. Grainger

Lo único que he encontrado de este señor:

John Grainger, Ph.D. (1987) in Ancient History and Archaeology, University of Birmingham, is the author of articles and books on Hellenistic and other aspects of history, including The League of the Aitolians (Brill, 1999) and Aitolian Prosopographical Studies (Brill, 2000). He is currently working on a book on sea warfare in the Hellenistic period and on a Dictionary of British Naval Battles

http://www.brill.com/syrian-wars

Resumiendo. La "estimación moderna" es de 50.000 hombres para uno y otro bando.
Motivos, por poner un ejemplo, es que no se iban a enfrentar los romanos con un ejército tan superior. Solución salomónica: lo que le sobra a Antíoco se lo ponemos a los romanos.

• Curioso que eso no se le aplique a Antíoco en la Batalla de las Termópilas en 191

No voy a entrar más en el asunto de la "estimación moderna" pero debía comentar el dato. Y, claro está, a falta de otra cosa mejor (la parte de la batalla descrita por Polibio no se conserva) habrá que poner lo escrito por Livio y que cada uno saque sus propias conclusiones; que de hecho sí que se pueden sacar varias (intentaré poner lo mínimo de latinajos), pues Livio no es para tomarlo como palabra divina, por supuesto.


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Continuando...

Suponiendo Lucio Cornelio que Antíoco estaba en las cercanías de Tiatira, en marchas ininterrumpidas llega en cinco jornadas a la llanura de Hircania. Enterado de que había partido, le sigue y acampa al lado del río Frigio, a 4 millas del campamento del rey.

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• Para ir situándonos, Antíoco había acampado entre Magnesia y el río Phrygios. Lucio Cornelio lo hace a 4 millas (romanas, claro) del rey, al otro lado del río. Pero para el curso de los ríos pasa como cuando mencioné el nacimiento del río Caicos, actual Bakir:

El curso del río indudablemente ha cambiado desde la Antigüedad, y no es fácil asignar los nombres antiguos a las ramas del río Caico en los mapas

http://es.wikipedia.org/wiki/R%C3%ADo_Bakir

Para el resto de lugares mencionados:


-Tiatira es la actual Akishar
-El río Frigio o Phrygios es identificado como el curso inferior del Kum, afluente del Hermus (actual Gediz)
-Magnesia o Magnesia ad Sypilum (llamada así para diferenciarla de Magnesia ad Maeandrum, más al sur), es la actual Manisa.

http://es.wikipedia.org/wiki/Manisa



Para el caso que nos trae tampoco es muy relevante el lugar exacto de la batalla.


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• Por no poner únicamente mapas.


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Batalla de Magnesia

Un millar de jinetes, en su mayoría galogriegos entremezclados con algunos dahas y arqueros montados, cruzan el río y se lanzan contra los puestos avanzados de vigilancia romanos. En un principio crean cierto desconcierto. La prolongación del combate propicia que vayan llegando refuerzos desde el campamento y los soldados del rey, agotados e incapaces de resistir a un número superior, intentan replegarse hacia la orilla del río.

Este primer encuentro es precedido por dos días de calma ya que nadie cruzaba el río. Al tercer día lo atraviesa el grueso del ejército romano y acampan a unas dos millas y media del enemigo. Cuando estaban haciendo el trazado del campamento y ocupados en fortificarlo se presentan 3.000 infantes y jinetes creando gran alarma y confusión. Las tropas romanas que estaban de guardia, inferiores en número, mantienen en un principio nivelado el combate para a continuación rechazar a los soldados del rey después de matar a 100 de ellos y apresar otros tantos.

Durante los cuatro días siguientes los dos ejércitos permanecen formados delante de la empalizada. Al quinto día los romanos avanzan hasta el centro de la llanura; Antíoco no mueve lo más mínimo sus enseñas.
En vista de que no era aceptado el combate, Lucio Cornelio reune al día siguiente el consejo de guerra para decidir que se podía hacer si el rey no ofrecía la posibilidad de combatir. El problema era que el invierno ya estaba encima y o se llegaba al punto de aguardar y tener a los soldados refugiados en las tiendas o se decidía una retirada a los cuarteles de invierno, lo que aplazaría la guerra hasta el verano.
La decisión del consejo fue unánime, todos estaban dispuestos a irrumpir en el campamento a través de los fosos y de la empalizada si el rey no salía a combatir.

Cneo Domicio es enviado a explorar el camino y el lugar por donde se podía más fácilmente acercarse a la empalizada enemiga; cuando regresa con una información detallada del terreno se decide aproximar al día siguiente el campamento.
Después de tres jornadas de espera, las enseñas romanas aparecen en el centro de la llanura y se comienza a formar el frente de batalla. Antíoco piensa que demorar otra vez el combate iba a ir en contra de la moral de sus tropas por lo que decide salir a la llanura. Saca a su ejército alejándose del campamento lo suficiente para dar a entender que aceptaba el combate.


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El ejército romano estaba formado por 2 legiones romanas y 2 de aliados y latinos; cada una de ellas tenía 5.400 hombres. Los romanos ocupan el centro, los latinos las alas.
Lucio Cornelio alinea en el lado derecho, en un mismo frente, a las tropas auxiliares del rey Eumenes mezclados con los aqueos, unos 3.000 infantes; más allá coloca en línea unos 3.000 jinetes, 800 de los cuales eran de Eumenes y el resto romanos. Al final sitúa a los trales y cretenses en número de 500 hombres.

El ala izquierda no parecía necesitar una cobertura semejante de tropas auxiliares, porque por aquel lado estaba el río y sus riberas escarpadas como cierre; no obstante se sitúan allí cuatro escuadrones de caballería.

Unos 2.000 macedonios y tracios quedan para defender el campamento y 16 elefantes quedan en reserva detrás de las legiones.

El ejército del rey tenía como núcleo principal a los 16.000 hombres de la falange. Éste era el centro de la formación, dividido de frente en diez secciones separadas una de otra por dos elefantes colocados en medio. Desde el frente hasta el fondo, la formación comprendía 32 filas de combatientes.
A la derecha de la falange, el rey coloca 1.500 infantes galogriegos, y al lado de estos pone 3.000 jinetes acorazados (catafractos). Se añade a éstos un ala de unos 1.000 jinetes (la que se denominaba «agema»); se componía de medos y de una mezcla de jinetes de la misma región. Inmediatamente después de estos se coloca como apoyo 16 elefantes.
En el mismo lado, alargando un poco el ala, estaba la cohorte real, los llamados «argiráspides»; a continuación, 1,200 dahas, arqueros a caballo; después la infantería ligera, 3.000 hombres, mitad cretenses y mitad trales, y contiguos a éstos, 2.500 arqueros misios (de Misia, al E. de Pérgamo). El ala la cerraban 4.000 hombres, honderos cirtios combinados con arqueros elimeos.

En su flanco izquierdo, la falange tenía a su lado 1.500 galogriegos de infantería y 2.000 capadocios que Ariate le había enviado al rey; a continuación, 2.700 auxiliares y 3.000 catafractos junto a otros 1.000 jinetes con protecciones más ligeras, en su mayoría sirios mezclados con frigios y lidios. Delante de esta caballería había cuádrigas armadas con hoces y dromedarios sobre los que iban arqueros árabes.

A continuación había otro contingente igual al del ala derecha; en primer lugar los tarentinos, luego 2.500 jinetes galogriegos, después 1.000 neocretes, 1.500 carios y cilicios, otros tantos trales y 4.000 hombres armados con caetra (písidas, panfilos y licios), y después auxiliares curtios y elimeos en igual número que los situados en el ala derecha, y 16 elefantes.


Supongo que algún que otro gráfico se echa en falta. Buscando por ahí se encuentra esto:

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O esto:

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Pocos gráficos y diferentes entre ellos.


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En lugar de ver unidad por unidad, el despliegue simplificado de los ejércitos es éste, aproximadamente, claro:

Imagen

El despliegue romano es simple pues es un ejército consular reforzado que Livio lo subdivide en 4 legiones (2 romanas y 2 latinas y aliadas) de 5.400 hombres (Total: 21.600). Forman normalmente:

hastatorum prima signa, dein principum erant, triarii postremos claudebant

Hastati en la primera fila, princeps en la segunda y los triarii atrás. A continuación de éstos y en reserva 16 elefantes (XVI elephantos post triarios). El ala derecha de las legiones lo ocupan 3.500 infantes ligeros y 3.000 jinetes.

En el ala izquierda únicamente tienen 4 escuadrones o turmas, esto es 120 jinetes si se habla de la turma de 30 hombres: quattuor tamen inde turmae equitum oppositae

Y para acabar, hay 2.000 hombres defendiendo el campamento.

Por lo que respecta al ejército de Antíoco, su núcleo principal es la falange de 16.000 hombres (1), que a su derecha tiene 1.500 infantes ligeros de apoyo y a su izquierda 6.200 (rectángulos sin número).

Luego, si nos fijamos, la caballería es igual en (4) y (5): 3.000 catafractos y 1.000 jinetes más ligeros.

Lo mismo ocurre en (2) y (3); con lo mismo me refiero a que es un número igual de tropas en número y características (caballería e infantería ligera, arqueros, honderos, elefantes...).

Delante de la caballería del ala izquierda (5) están esos carros y dromedarios (rectángulo sin número), dando el toque pintoresco.

Por último tenemos a los elefantes que, contando los de las alas y los intercalados con la falange, son 54 (Livio da el número). Eso sí, elefantes asiáticos; los romanos llevan elefantes africanos.


Si me he equivocado en algo, ya saldrá en el desarrollo de la batalla


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