La farmacéutica Dori Huertas tiene cinco hijos, los cinco hijos han estudiado en el mismo colegio público de un barrio de clase media de Barcelona y eso le ha permitido a Dori comparar el nivel académico de las dos generaciones. Los cuatro mayores estudiaron con la LOE y la Lomce y la pequeña lo hace con la Lomloe o Ley Celaá. Entre unos y otros Dori observa diferencias en el aprendizaje.
«Mis hijos mayores combinaron la teoría con la práctica, leían, iban a museos y tenían muy buen nivel: el de una escuela pública de calidad. Pero mi hija pequeña, si yo no la enseño, llega muy justa a saber leer y a hacer cuentas. En clase no practican ni les mandan deberes para casa. Han desaparecido los libros de texto, las libretas y las asignaturas. No hay exámenes y evalúan por rúbricas. Se sientan en mesas redondas, lo que significa que la mitad de los niños pasa una parte del tiempo dando la espalda a la maestra. Todo es vivencial. Mi hija pequeña sabe mucho menos que lo que sabían los mayores a su edad»
Los datos corroboran lo que ha observado Dori con su hija pequeña. En una década, Cataluña se ha desplomado en PISA, donde ha pasado de estar entre las mejores autonomías en Matemáticas y Lectura, por encima de la media española y de los países de nuestro entorno, a precipitarse hasta los últimos puestos, a la altura de Extremadura y Canarias. En Matemáticas los alumnos de 15 años han retrocedido 23 puntos (el equivalente a un curso escolar) y en Lectura han caído 38 (casi dos cursos).
Cataluña es, por otro lado, la región más atrasada en el informe PIRLS 2021, que evalúa el nivel en Lectura de los alumnos de 10 años. Tampoco sale bien parada en las pruebas internas de competencias que realiza la Generalitat, que el año pasado reconoció que había «un margen de mejora indiscutible» porque en 4º de la ESO uno de cada cuatro alumnos suspendió Matemáticas y se llegó al nivel más bajo de la década en Lengua Castellana y Lengua Catalana. Las evaluaciones de este año también han sido polémicas porque el Govern publicó los exámenes en una web una semana antes de que un centenar de institutos realizara las pruebas y sus alumnos tuvieron acceso por adelantado a unas preguntas que, según Dori, «ya de por sí eran facilísimas».
La Generalitat ha achacado los malos resultados a la pandemia y a una «sobrerrepresentación» de alumnos inmigrantes. También ha anunciado la puesta en marcha de un plan de choque que incluye, entre sus primeras medidas, dotar a los centros de maletines con tangrams, cuerdas y figuras para que los alumnos puedan entender mejor los conceptos abstractos y trabajar con unas Matemáticas más «manipulativas».
Los profesores han denunciado que los alumnos reciben menos horas de clase de Matemáticas y Lengua que en otras regiones y que esto puede estar detrás de la caída del nivel. La propia ex consellera de Educación Irene Rigau afirmó, tras conocer los datos de PISA, que es un error «querer poner tantas cosas en la escuela» y que «la sostenibilidad, el cambio climático, el feminismo... están muy bien, pero, si lo tenemos que ir sacando de horas de Lengua y Matemáticas, no vamos bien».
En muchos colegios han desaparecido la mayoría de asignaturas (en el de la hija de Dori sólo se conservan Inglés, Educación Física, Valores o Música) porque se agrupan en lo que se denomina Ámbitos, Proyectos, Espacios o Momentos, para hacer una «enseñanza globalizada» donde se relacionen unos saberes con otros, sin «compartimentos estancos». Una parte de los docentes y de las familias sostiene que este método «diluye» las materias y que, al menos a estas edades, «no funciona».
«En 1º de Primaria se pasaron todo el curso haciendo un proyecto de medusas y ponían a los niños a buscar información sin ni siquiera saber leer ni escribir. Veíamos que no avanzaban», cuenta Dori, que sostiene que todo empezó a «ir peor» a partir de 2015, cuando la Generalitat puso en marcha un proceso de «transformación educativa» que suponía «relegar la instrucción» y «sustituir la transmisión del conocimiento por una educación de tipo social».
«En Cataluña somos pioneros en estas innovaciones y llevamos más tiempo con el aprendizaje basado en proyectos; por eso aquí los malos resultados educativos se han manifestado antes que en otras autonomías. Hay un búnker pedagocrático que se ha hecho con el control de la educación», denuncia el catedrático Xavier Massó, presidente de la Fundación Episteme y secretario general del sindicato Professors de Secundària.
La plataforma a la que representa Dori supone un fenómeno sociológico novedoso, porque la mayoría de las agrupaciones de asociaciones de padres -por ejemplo, la Ceapa, a nivel estatal- siempre había sido partidarias de las innovaciones. «Es que lo que está pasando es muy fuerte. Hemos tocado fondo. No se hacen exámenes porque los pedagogos dicen que son muy estresantes para los niños. No se ponen deberes porque discriminan a los que en su casa no pueden hacerlos. Las tablas de multiplicar se consideran antiguas... Y encima han introducido las tabletas y las pantallas, que distraen a los niños», describe Dori, que asegura que «los alumnos de colegios donde la Generalitat ha hecho la 'transformación educativa' y trabajan por proyectos llevan al menos un curso de retraso y, cuando pasan a la ESO, los profesores de instituto se dan cuenta de que saben mucho menos que los que vienen de colegios tradicionales».
El pasado enero, el Departamento de Educación de Cataluña tuvo que intervenir en un colegio público de Sabadell, el Andreu Castells, después de que el equipo directivo se cogiera la baja en bloque tras la presión de las familias, que denunciaban el «bajo nivel educativo» de sus hijos, un conflicto que se saldó en marzo con la dimisión de la dirección.
«Nuestros hijos en 6º de Primaria no saben las tablas de multiplicar y en 2º empiezan a leer», denunciaban los padres.
Otra madre denuncia que su hija
«no sabe sumar ni restar en 3º de Primaria». «No nos falta de nada, tenemos una dirección que abarca toda la innovación que propone Educación:
«Matemáticas con Innovamat, proyectos, rincones, espacios de aprendizaje, robótica, Google Classroom... Estas innovaciones están mal implementadas y los maestros están sin formar», recalca.
Otra familia del área metropolitana de Barcelona relata que uno de sus hijos se ha pasado un mes preparando la Navidad y otro mes para organizar el Carnaval.
«Con suerte dedican una hora a la semana a Matemáticas», denuncian la madre y el padre. Cuentan que «con la pandemia comenzó a bajar el nivel para adaptarse a los que iban más justitos y desaparecieron las asignaturas troncales». Como sus hijos hacían «demasiado poco», tuvieron que «reforzar en verano», sus conocimientos de Lengua y Matemáticas.
«Al llegar al instituto, los compañeros del mayor estaban con ansiedad, sin saber organizarse y con niveles muy por debajo de lo habitual». Con el hijo mediano, que está terminando 4º de Primaria, leen dos tardes a la semana y hacen ampliación de Matemáticas en casa.
"PARECE MÁS UN CAMPAMENTO QUE UN COLEGIO"
Estas son algunas de las quejas que Dori Huertas ha recibido este año de padres de toda Cataluña en las que denuncian que sus hijos «no aprenden»:
Juego. «Los niños no escriben suficiente porque se pasan el día haciendo murales y grabando vídeos y anuncios. Están horas en el patio y con el juego libre cada dos por tres. Parece más un campamento de verano que una escuela».
P
royectos. «El horario no está estructurado por materias, sino por agrupaciones de horas llamadas Ambientes o Rincones. No podemos comprobar lo que se hace ni qué temario se sigue. Para investigar un tema en profundidad, deben tener una buena base y ésta ha desaparecido».
Padres dando clase por las tardes. «Al ver que van tan atrasados, nos hemos puesto las pilas y hemos empezado a ejercer nosotros de maestros, para que adquieran una disciplina básica y puedan tener las herramientas mínimas de aprendizaje. Cuando hemos expuesto este problema o hemos solicitado que nos den los objetivos del trimestre, siempre hemos recibido una negativa (desde el profesorado hasta el Consorci, pasando por dirección)».
Necesidades especiales. «En el colegio sólo tenían un objetivo: que fueran felices. Eran los niños los que decidían qué hacer y cómo hacerlo. Mi hijo tiene dislexia y en el colegio no se habían dado cuenta porque no hacía ningún trabajo más allá de dibujar. En el paso al instituto le costó adaptarse pero ahora está contento porque le corrigen las faltas de ortografía».