La conquista romana de Hispania

Los conflictos armados en la historia de la Humanidad. Los éjércitos del Mundo, sus jefes, estrategias y armamentos, desde la Antiguedad hasta 1939.
de guiner
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La conquista romana de Hispania

Mensaje por de guiner »

A Escipión Emiliano no se le entregaron nuevos contingentes militares, ni se le permitió sacar dinero del tesoro público. En lo tocante a lo primero, no formó ningún ejército de las listas de ciudadanos inscritos en el servicio militar pues, recordemos, además de la Guerra Servil que había estallado en Sicilia otros focos surgían dentro de territorio bajo dominio romano; por otro lado, el senado consideró que en Hispania había ya suficiente número de soldados. En lo tocante al dinero, se le asignaron los impuestos cuyo plazo aun no había vencido.

"Por tener los numantinos reputación de invencibles y después de haber vencido a muchos generales, el pueblo designó a Escipión cónsul por segunda vez para esta guerra. Pero el senado impidió que se enrolaran muchos para la campaña, con el fin de que Italia no quedara desierta. Tampoco le permitieron tomar dinero del disponible, sino que le asignaron los ingresos de los impuestos cuyo plazo aún no había vencido. Escipión dijo que no necesitaba dinero, pues el suyo y el de sus amigos le bastaría, pero censuró lo de los soldados, pues la guerra era difícil; si por la valentía de los enemigos habían sido vencidos tantas veces, era difícil por ser contra tales hombres, pero si habían sido vencidos por la cobardía de los ciudadanos, entonces lo era por ir con tales hombres"

Plutarco Mor. 201 A-B



El senado le permitió llevarse algunos voluntarios que le habían enviado algunas ciudades y reyes -Antíoco VII de Siria, Átalo III de Pérgamo y Micipsa de Numidia- en razón de lazos personales de amistad. También fueron con él 500 clientes y amigos de Roma entre los que se encontraban Caio Sempronio Graco, Caio Mario y Quinto Fabio Máximo Emiliano (hermano de Escipión).


Alguno sería conocido años más tarde:

"De modo que en la guerra de Numancia, como quiera que Micipsa enviase tropas auxiliares de caballería e infantería al pueblo romano, puso al frente de los númidas que enviaba a Hispania a Jugurta, con la esperanza de que sucumbiese fácilmente en un alarde de valor o por la ferocidad de los enemigos"

Salustio Iug. 7, 2



También acompañaron a Escipión los historiadores Polibio, Rutilio Rufo y Sempronio Aselión, y el poeta Lucilio.

A sus amigos los enroló en una cohorte, la cohors amicorum; al resto de voluntarios (cerca de 4.000) los puso bajo el mando de su sobrino, Quinto Fabio Buteón.


Caio Mario aprenderá en la campaña de Hispania ciertas cosas que aplicará en sus reformas del ejército romano, como veremos.


de guiner
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Según algunos autores, Escipión debió encontrar al ejército en Tarraco (Tarragona). Como consecuencia de la guerra las tropas habían caído en la molicie, así como en la más absoluta indisciplina y sin moral alguna. La primera tarea que Escipión se impuso fue reorganizar el ejército que le fue encomendado.


"Nada más llegar, expulsó a todos los mercaderes y prostitutas, así como a los adivinos y sacrificadores, a quienes los soldados, atemorizados a causa de las derrotas, consultaban continuamente. Asimismo les prohibió llevar en el futuro cualquier objeto superfluo, incluso víctimas sacrificiales con propósitos adivinatorios. Ordenó también que fueran vendidos todos los carros y la totalidad de los objetos innecesarios que contuvieran y las bestias de tiro, salvo las que permitió que se quedaran. A nadie le fue autorizado tener utensilios para su vida cotidiana, exceptuando un asador, una marmita de bronce y una sola taza. Les limitó la alimentación a carne hervida o asada. Prohibió que tuvieran camas y él fue el primero en descansar sobre un lecho de yerba. Impidió también que cabalgaran sobre mulas cuando iban de marcha, pues: «¿Qué se puede esperar, en la guerra —dijo— de un hombre que es incapaz de ir a pie?». Tuvieron que lavarse y untarse con aceite por sí solos, diciendo en son de burla Escipión que únicamente las mulas, al carecer de manos, tenían necesidad de quienes las frotaran. De esta forma, los reintegró a la disciplina a todos en conjunto y también los acostumbró a que lo respetaran y temieran, mostrándose de difícil acceso, parco a la hora de otorgar favores y, de modo especial, en aquellos que iban contra las ordenanzas. Repetía, en numerosas ocasiones, que los generales austeros y estrictos en la observancia de la ley eran útiles para sus propios hombres, mientras que los dúctiles y amigos de regalos lo eran para sus enemigos, pues, decía, los soldados de estos últimos están alegres pero indisciplinados y, en cambio, los de los primeros, aunque con un aire sombrío, son, no obstante, obedientes y están dispuestos a todo.
Pero con todo, ni aun así se atrevió a entablar combate hasta que los ejercitó con muchos trabajos. Así que, recorriendo a diario todas las llanuras más cercanas, construía y demolía a continuación un campamento tras otro, cavaba las zanjas más profundas y las volvía a llenar, edificaba grandes muros y los echaba abajo otra vez, inspeccionándolo todo en persona desde la aurora hasta el atardecer. Las marchas, con objeto de que nadie pudiera escaparse como sucedía antes, las llevaba a cabo siempre en formación cuadrada y sin que estuviese permitido a ninguno cambiar el lugar de la formación que le había sido asignado. Recorría la línea de marcha y, presentándose muchas veces en la retaguardia, hacía subir en los caballos a los soldados desfallecidos en lugar de los jinetes y, cuando las mulas estaban sobrecargadas, repartía la carga entre los soldados de a pie. Si acampaban al aire libre, los que habían formado la vanguardia durante el día debían colocarse en torno al campamento después de la marcha y un cuerpo de jinetes recorrer los alrededores. Los demás, por su parte, realizaban las tareas encomendadas a cada uno, unos cavaban trincheras, otros hacían trabajos de fortificación, otros levantaban las tiendas de campaña, y estaba fijado y medido el tiempo de realización de todos estos menesteres"


Apiano Ib. 85-86


● Caio Mario, el que más tarde reformaría el ejército romano, estaba allí:

"Su primera campaña militar fue contra los celtíberos, en la época en la que Escipión el Africano puso cerco a Numancia; en aquella ocasión atrajo la atención del general al destacarse de entre los demás jóvenes de su edad por su bravura, así como por el entusiasmo con que acogió las reformas que Escipión tuvo que introducir en su ejército, que se encontraba adocenado por el lujo y la molicie"

Plutarco, Mario


-El desarrollo de las campañas en Hispania a lo largo de los años había revelado las debilidades en el sistema militar romano, el cual resultaba inadecuado para un servicio continuo en otros países con condiciones hostiles, además de mostrar a las claras la poca eficacia de los comandantes en periodos de mando cortos. También cabe recordar que este ejército era ciudadano, no profesional. Por otro lado, se reforzó la experiencia de las guerras púnicas de que Roma poseía un contingente suficientemente capaz de reducir a sus adversarios, aun sea por inercia, hasta la extenuación (tampoco es que esto fuera en nada ventajoso). Caio Mario tomará buena nota de todo esto (y algunas cosas más).


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Mensaje por de guiner »

Me acaba de pillar VM con el Photoshop intentando hacer algo medio pasable:

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Que esto lo voy haciendo al momento y no está preparado de un día para otro.

Por dar prisas se va a esperar sentado. :militar4:


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Si se aburre VM:

Valerio escribió:También fueron con él 500 clientes y amigos de Roma entre los que se encontraban Caio Sempronio Graco, Caio Mario y Quinto Fabio Máximo Emiliano (hermano de Escipión)


Busque quién era ese Caio Sempronio Graco. El padre y el hermano ya han salido en el tema. Se lea lo de Caio y su hermano Tiberio y las consecuencias que derivaron de los actos de estos dos.

Que los nombres no los pone uno gratuitamente.

Tome, de regalo. Unas líneas de Plutarco sobre Escipión que no iba a poner:

17. Al detectar que las acémilas de Memmio, tribuno militar, llevaban unos recipientes para enfriar el vino con incrustaciones de piedras preciosas, obra de Tericles le dijo: «Por ser así te has hecho inútil para mí y para la patria por treinta días, pero para ti por toda la vida.»
18. Cuando otro le enseñó un escudo bellamente ornamentado dijo: «El escudo, oh joven, es bello, pero conviene que un hombre romano mantenga sus esperanzas más en la mano derecha que en la izquierda.»
19. A otro, al levantar una estaca de la empalizada y decir que era muy pesada, le dijo: «Muy probable, pues tu confías más en el leño que en la espada.»
20. Al ver el descuido de los enemigos, decía que compraba la seguridad con el tiempo; pues un buen general, como un médico, trata la curación con el hierro como última instancia. Y, ciertamente, atacó en el momento oportuno y puso en fuga a los numantinos.
21. Cuando los ancianos reprochaban a los vencidos que habían huido de quienes tantas veces persiguieron, se cuenta que uno de los numantinos dijo que el ganado era ahora también el mismo, pero otro el pastor


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leido queda "Plutarch, Caius Gracchus" (Bernadotte Perrin, Ed. Harvard 1921)

Valerio escribió:no los pone


Anda...como los huevos :cool2:


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Ahora léase la del hermano, que también la tendrá en esa edición. :cool2:


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Continuando


Hacia mediados de verano, Escipión trasladó su campamento aproximándolo a Numancia, pero no estableció avanzadillas en puestos de guardia fortificados ni dividió por ningún concepto a su ejército a fin de que, en caso de ocurrir algún contratiempo en un principio, no diera oportunidad a los numantinos de obtener ninguna ventaja en escaramuzas aisladas. No llevó a cabo ningún intento contra aquéllos y se dedicó a estudiar el terreno. Recorrió en busca de forraje toda la zona situada detrás del campamento y segó el trigo todavía verde.

"Cuando hubo segado todos estos campos, se hizo preciso marchar hacia adelante. Había un atajo que pasaba junto a Numancia en dirección a la llanura y muchos le aconsejaban que lo tomara. Manifestó, sin embargo, que temía el retorno, pues los enemigos estarían, entonces, descargados y tendrían a su ciudad como base desde donde atacar y a la que poder retirarse. Y añadió: «En cambio, los nuestros retornarán cargados, como es natural en una expedición que viene de recoger trigo, y exhaustos, y llevarán animales de carga, carros y vituallas. El combate será muy difícil y desigual; arrostraremos un gran peligro, si somos vencidos, y sin embargo, en caso de vencer, no obtendremos una gloria grande ni provechosa. Es ilógico exponerse al peligro por un resultado pequeño y es incauto el general que acepta el combate antes del momento propicio; bueno, en cambio, lo es el que sólo se arriesga en el momento necesario». Y prosiguió, a modo de comparación, que tampoco los médicos echan mano de amputaciones o cauterizaciones antes que de fármacos. Después de haber dicho esto, ordenó a sus oficiales que hicieran la ruta por el camino más largo. Acompañó, entonces, a la expedición hasta el límite del campamento y se dirigió a continuación al territorio de los vacceos , de donde los numantinos compraban sus provisiones, segando todo lo que encontraba y reuniendo lo que era útil para su alimentación, mientras que lo sobrante lo amontonaba en pilas y le prendía fuego"

Apiano Ib. 87


Desde el valle del Ebro, muy posiblemente por los pasos de Pancorbo, siguiendo por Burgos


En una cierta llanura de Palantia, llamada Coplanio, los palantinos habían ocultado un grueso contingente de tropas en las estribaciones boscosas de las montañas y, con otra parte de las fuerzas, atacaron abiertamente a los romanos mientras recogían el trigo.

"Escipión ordenó a Rutilio Rufo, historiador de estos sucesos y, a la sazón, tribuno militar, que tomase cuatro cuerpos de caballería y pusiera en retirada a los asaltantes. Rufo los siguió, en efecto, cuando se retiraban con excesiva torpeza y alcanzó con los fugitivos la espesura. Entonces, al descubrir la emboscada, ordenó a los jinetes que no entablaran una persecución ni atacaran todavía, sino que se quedaran quietos presentando las lanzas y se limitaran a rechazar el ataque. Escipión, al correr Rufo hacia la colina en contra de lo ordenado, lleno de temor lo siguió con rapidez y, cuando descubrió la emboscada, dividió su caballería en dos cuerpos y les ordenó a cada uno que cargaran contra el enemigo alternativamente, y que se retiraran al punto después de disparar sus jabalinas todos a la vez, pero no hacia el mismo lugar, sino colocándose en cada ocasión un poco más atrás y retrocediendo. De esta forma, consiguió llevar a salvo a los jinetes a la llanura. Cuando estaba levantando el campamento y emprendía la retirada, se interponía un río difícil de atravesar y cenagoso, y junto a él, le esperaban emboscados los enemigos. Escipión, al enterarse, se desvió de la ruta y tomó otra más larga y menos propicia para las emboscadas, haciendo el viaje de noche a causa del calor y la sed, y cavando pozos, la mayoría de los cuales resultaron ser de agua amarga. Logró salvar a sus hombres con extrema dificultad, pero algunos de los caballos y bestias de carga murieron de sed"

Ib. 88


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Escipión atravesó el Duero para pasar por el territorio de Cauca.

"Mientras atravesaba el territorio de los cauceos, cuyo tratado había violado Lúculo, les hizo saber por medio de un heraldo que podían regresar sin peligro a sus hogares"

Apiano Ib. 89


En otoño, finalmente, se presentó ante Numancia.

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Marcha aproximada de Escipión


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Una vez en territorio numantino, Escipión recibió a Yugurta, el nieto de Massinisa, que llegaba con 12 elefantes y un contingente de arqueros y honderos.

Preparándose para pasar el invierno en la zona, el cónsul ordenó el saqueo y la devastación constante de las zonas de alrededor de la ciudad. En una aldea circundada en su mayor parte por una laguna cenagosa y, por el otro lado, por un barranco, le esperaba una emboscada.

"Escipión dividió a su ejército, unos penetraron en la aldea para saquearla, dejando fuera las insignias, y otros, en número pequeño, recorrían los alrededores a caballo. Contra éstos se lanzaron los emboscados (en la zona del barranco). Ellos trataron de rechazarlos, pero Escipión, que se encontraba por casualidad junto a las insignias delante de la aldea, llamó a toque de trompeta a los de dentro y, antes de llegar a contar con mil hombres, corrió en auxilio de los jinetes que estaban en situación difícil. El grueso del ejército se lanzó fuera de la aldea y puso en fuga a los enemigos, pero no persiguió a los que huían, sino que se retiró al campamento tras haber sufrido
pocas bajas ambas partes"


Apiano Ib. 89



No mucho después, estableció dos campamentos muy próximos a Numancia y puso al frente de uno de ellos a su hermano Quinto Fabio Máximo Emiliano, en tanto que él se encargaba del otro.


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Fabio Máximo se encargó del de Peña redonda, al sur, Escipión del de Castillejo, al norte


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Asedio de Numancia


A los numantinos, que con frecuencia salían fuera de la ciudad en orden de combate y le provocaban a la lucha, Escipión no les hizo caso alguno, porque consideraba más conveniente cercarlos y reducirlos por hambre que entablar un combate con hombres que luchaban en situación desesperada.

"Y después de establecer siete fuertes en torno a la ciudad, comenzó el asedio y escribió cartas a cada una de las tribus aliadas indicando el número de tropas que debían enviar. Tan pronto como llegaron, las dividió en muchas partes y también subdividió a su propio ejército. A continuación, designó un jefe para cada una de esas partes y ordenó rodear la ciudad de una zanja y una empalizada. La circunferencia de Numancia era de veinticuatro estadios, y aquélla de los trabajos de circunvalación, de más del doble de esa cifra. Todo este espacio de terreno fue dividido y asignado a cada una de esas partes y se les ordenó que, si los enemigos lanzaban un ataque contra un punto determinado, se lo indicaran con una señal; durante el día, con un trapo rojo colocado sobre la punta de una alta pica, y de noche, con fuego, a fin de que, tanto él como Máximo, pudieran ayudar a los necesitados corriendo junto a ellos. Una vez que tuvo adoptadas todas las medidas y podía ya rechazar eficazmente a los que trataban de impedirlo, cavó otro foso detrás, no lejos de aquél, lo fortificó con una empalizada y construyó un muro de ocho pies de ancho y diez de alto sin contar las almenas. Erigió torreones a lo largo de todo este muro, a intervalos de cien pies . Como no le fue posible prolongar el muro de circunvalación alrededor de la laguna adyacente, la rodeó de un terraplén de igual anchura y altura que las de la muralla para que sirviera a manera de muralla"

Apiano Ib. 90


Los siete campamentos establecidos son los de Castillejo, Travesadas, Valdevorrón, Peña Redonda, Raza, Dehesilla y Alto Real:

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El muro mediría unos 2,5 metros de ancho y cerca de 3 metros de altura, sin contar la parte almenada; los intervalos entre torreones rondaban los 30 metros

En base a los últimos trabajos efectuados en la zona, algunos autores argumentan que serían dos los campamentos (Castillejo y Peña Redonda) además de otros 7 fuertes.


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Propuesta alternativa del trazado de la circunvalación de Numancia

http://books.google.es/books?id=kSnRD5X ... on&f=false

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Pag. 298

■ Aquí está lo que comenté anteriormente sobre los 2 campamentos y los 7 fuertes. Quedaría excluido el de La Raza (o La Rasa) haciéndose más pequeño el perímetro al descartar esa parte de la zona sur.


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"El río Duero fluía a lo largo del cinturón de fortificaciones y resultaba de mucha utilidad a los numantinos para el transporte de víveres y para la entrada y salida de sus hombres. Éstos, buceando o navegando por él en pequeños botes, pasaban inadvertidos o bien lograban romper el cerco con ayuda de la vela, cuando soplaba un fuerte viento, o sirviéndose de los remos a favor de la corriente. Como no podía unir sus orillas por ser ancho y muy impetuoso, construyó dos torreones, en vez de un puente, uno en cada orilla y desde cada uno colgó, con cuerdas, grandes tablones de madera que dejó flotar a lo ancho del río, y que llevaban clavados numerosos dardos y espadas. Estos tablones, entrechocando continuamente, debido a la corriente que se precipitaba contra las espadas y los dardos, no permitían pasar a ocultas ni a quienes lo intentaban nadando, sumergidos o en botes. Y esto era lo que en especial deseaba Escipión que, al no poder establecer contacto nadie con ellos ni tampoco entrar, no tuviesen conocimiento de lo que sucedía en el exterior. De este modo, en efecto, llegarían a estar faltos de provisiones y de material de todo tipo.
Cuando todo estuvo dispuesto y las catapultas, las ballestas y las máquinas para lanzar piedras se hallaban apostadas sobre las torres, y estaban apilados junto a las almenas piedras, dardos y jabalinas, y los arqueros y honderos ocupaban sus lugares respectivos en los fuertes, colocó a lo largo de toda la obra de fortificación numerosos mensajeros, que de día y de noche debían comunicarle lo que ocurriera transmitiéndose unos a otros las noticias. Cursó órdenes por cada torre, en el sentido de que, si ocurría algo, hiciera una señal el primero que tuviera problemas y que todos los demás le secundaran de igual modo cuando la vieran, a fin de que pudiera enterarse más rápidamente, por medio de la señal, de la perturbación, y, por medio de los mensajeros, de los detalles. El ejército estaba integrado por sesenta mil hombres, incluyendo las fuerzas indígenas. Dispuso que la mitad se encargara de la guardia de la muralla y de acudir a donde fuera necesaria su presencia; veinte mil hombres debían combatir desde los muros, cuando la ocasión lo requiriese, y otros diez mil constituirían un cuerpo de reserva de éstos. También a cada una de estas tropas le fue asignada una posición y no les estaba permitido intercambiarla sin órdenes previas. Sin embargo, debían lanzarse de inmediato al puesto ya asignado, tan pronto como se diera una señal de ataque. Tan concienzudamente tenía dispuestas Escipión todas las cosas"


Apiano Ib. 91, 92


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