Un soldado de cuatro siglos

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reytuerto
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Un soldado de cuatro siglos

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MANUAL MERCK, XI Edición Española.
Sección 19 – Pediatria

Síndrome de Miki y Lima


El Síndrome de Miki y Lima (SML) es un trastorno herditario caracaterizado por tics que comienzan en la infancia. Los síntomas son tics simples, complejos y vocales. El diagnostico es clínico. El tratamiento puede incluir clonidina y antipsicóticos.
Es probable que el SML se transmita de forma autosómica dominante con penetrancia variable, pero no se conoce la alteración genética que lo causa. La relación varón : mujer es de 3:1.

Síntomas y Signos
El trastornos de los movimientos puede comenzar con tics simples (muecas faciales, sacudidas de cabeza, parpadeos, olfateo) que progresan a tics complejos y múltiples, entre ellos respiratorios y vocales (vocalizaciones fuertes e irritantes, ronquidos). Los tics vocales pueden comenzar como ruidos de gruñidos o ladridos y evolucionar a expresiones compulsivas, a menudo con voz fuerte o aguda. Los pacientes pueden controlar los tics de manera voluntaria durante algunos segundos o minutos. Unos pocos pacientes desarrollan coprolalia (expresiones involuntarias escatológicas, obscenas o blasfemas). Los tics graves y la coprolalia producen incapacidad física y social. La ecolalia (repetición inmediata de las palabras o frases propias o de otras personas) es común.

Diagnostico
El diagnóstico es clínico. Para diferenciar el SML de los tics transitorios se debe vigilar al paciente durante un cierto tiempo. Los trastornos coincidentes (como hiperactividad con déficit de atención, trastorno obsesivo-compulsivo, dificultades de aprendizaje) son frecuentes y pueden contribuir al agravamiento del cuadro.

Tratamiento
Debido a que los síntomas del tic no siempre producen discapacidad, la mayoría de las personas con el SML no requiere de medicamentos para controlar los tics. El control de la respiración y el soporte psicológico son una ayuda importante. Sin embargo, existen medicamentos efectivos para aquellas personas cuyos síntomas interfieren con su funcionamiento diario: Clonidina, 0.1 mg cada 6 u 8 horas, via oral es eficaz en algunos pacientes, su principal efecto adverso es la fatiga, que puede limitar la dosis. En algunos casos son necesarios antipsicóticos (risperidona 0.25 mg, haloperidol 0.5 a 2.0 mg). La dosis utilizada es la mas baja necesaria para hacer que los tics sean tolerables, y se reduce poco a poco a medida que estos van desapareciendo. Los efectos adversos son disforia, parkisonismo y discinesia, pueden limitar el uso de los antipsicóticos.


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Gaspacher
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Mensaje por Gaspacher »

La navegación de los ríos de España había sido una vieja aspiración de los monarcas españoles desde antiguo, el propio Felipe II emprendió un proyecto para hacer navegable el Tajo que confiado a manos del ingeniero Antonelli (1). Como otras tantas veces el prometedor proyecto que logro hacer llegar grano castellano a Lisboa en solo veinte días, acabó fracasando por la precariedad económica, y fue olvidado a la muerte de su ingeniero jefe. Sin embargo fue una buena muestra del interés que despertaba este medio de transporte en una época en el que el transporte de mercancías se realizaba a sangre.

Dos mulos podían arrastrar un carro con hasta ochocientos kilógramos de carga en distancias cortas y de forma sostenida, sin embargo esto eternizaba los viajes y obligaba a disponer de miles de carros, máxime cuando la proto revolución industrial estaba aumentando las necesidades de materias primas en las nuevas industrias. Comparativamente, un tiro de mulos podía arrastrar una barcaza con decenas de toneladas de carga por el río, recorriendo más distancia cada día.

Por desgracia el reino de Valencia era demasiado abrupto como para construir canales de transporte como el Imperial de Aragón, que ahora era solo una acequia de riego. A lo largo de todo el Reino nacían montañas a solo unas leguas de la costa, e incluso en algunos casos estas llegaban hasta el propio mar. Eso significaba que tenían que confiar en los ríos existentes. Ríos que en muchas ocasiones eran o de caudal demasiado escaso, o en algunas ocasiones aguas demasiado peligrosas, sobre todo en el interior del reino donde discurrían entre riscos y estrechas gargantas. Su única ventaja era que al no existir sobreexplotación de los acuíferos modernos, sus caudales estaban en mejores condiciones que en el siglo XXI.

A largo plazo esto habría de resultar un problema insalvable para España. Pedro sabía que fue ese motivo y no otro, una de las principales causas del atraso español en el siglo XIX. En su línea temporal España empezó la ilustración con fuerza, levantando numerosas industrias a la par con las potencias europeas de su tiempo. Sin embargo la dificultad en las comunicaciones internas y la posterior guerra de la independencia, librada en suelo español, y en la que los propios aliados ingleses no se privaron de destruir las industrias españolas cuando tuvieron oportunidad, arruinaron aquella primera industrialización española. Una historia muy alejada de la leyenda negra del pertinaz atraso causado por el catolicismo, la inquisición, o la ineptitud de los políticos y monarcas españoles (que también tuvo lo suyo, pero no fue un motivo tan determinante como podría creerse).

Ante ese horizonte había poco que pudiese hacerse. La desconexión española no tendría solución a corto plazo, y los canales nunca lograrían ser una alternativa totalmente eficaz a causa de las cordilleras que aislaban la meseta de las costas.

Sería un desafío que debería afrontar en un futuro, para lo que debería buscar una alternativa a la navegación fluvial. Mientras tanto, emplearía todo su esfuerzo en crear canales navegables en los ríos valencianos que pudiesen servir para ello, creando esclusas que podrían ser utilizadas para controlar el caudal, y a la vez como generadores de energía para mover molinos y crear fábricas de papel, telares o cuanta manufactura fuese necesaria.

1.- Antonelli logro algún éxito, llegando a transportar trigo de Toledo a Lisboa en 18 días con 10 de navegación, lo que era todo un logro, sin embargo como otras tantas veces, la obra fracaso al morir su inventor y cayó en el semiolvido.


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Mensaje por Gaspacher »

Felipe IV terminó de leer el plan César, la propuesta de conquista de Egipto. Los preparativos para la recuperación de los Santos Lugares para la cristiandad continuaban en marcha, y Su Santidad Urbano VIII, estaba dando todo su apoyo, de hecho Manuel de Moura y Corte Real, marqués de Castel Rodrigo y embajador ante la Santa Sede, le describía los movimientos llevados a cabo por el Papa para apoyar la causa y reunir fondos para contratar tropas con las que participar.

Por primera vez incluso antes de mover un solo soldado o destinar un solo real a una empresa, podía leer las previsiones de gasto de la campaña. Cada buque, cada soldado, cada quintal de pólvora o tonel de carne salada necesario para la operación había sido calculado y reflejado en aquel plan operativo. Tantos miles de soldados que precisaban de tantas onzas de pan, vegetales o carne al día, multiplicado por el número de días de campaña previstos, daban como resultado tal gasto en alimentos. Todo ello resultaba en unos cálculos que debían permitirles saber si lanzar tal campaña era rentable o por el contrario era aconsejable esperar…

Con un suspiro el monarca dejo el informe sobre la mesa, bebió un sorbo de vino y miró al antiguo Maestre de Campo Jerónimo de Rocamora y Thomas, recientemente nombrado barón de Puebla de Rocamora tras su regreso de Flandes donde había reclutado y mantenido un tercio de infantería a sus expensas. —¿Sabe vuesa merced cuanto tardaran en estar culminados los planes de conquista de Egipto?

—Aún faltan unos meses, Majestad, tal vez el próximo otoño. —respondió el barón, quien había realizado las funciones de jefe de Estado Mayor durante la planificación de la ofensiva.

—Don Pedro parece estar muy seguro de su victoria, ¿estáis de acuerdo con él? —quiso saber el rey a continuación.

—Sí, majestad. Mientras mantengamos el dominio naval, y en estos momentos este es indiscutido, podremos desembarcar en Egipto con seguridad. Y una vez en tierra las operaciones en aquellos parajes son sumamente sencillas, tan solo debemos seguir el río, sin maniobrar a izquierda y derecha donde el desierto es prohibitivo para esas maniobras. En unos pocos meses El Cairo será nuestro.

—El informe dice que el verdadero peligro está en la ocupación, que Egipto tiene una gran mayoría de población musulmana, y que los dos o trescientos mil cristianos no están acostumbrados a luchar y no podrán ayudarnos.

—Así es, Majestad, por eso tras la conquista nuestra prioridad debe ser el aumentar el número de cristianos en la zona y controlar la población musulmana.

—¿Cómo haría tal cosa? —preguntó el monarca.

—Majestad, para lo primero puede incentivarse el traslado de católicos a aquel reino mediante el reparto de tierras. —respondió Jerónimo. —Para controlar la población musulmana habrá que tomar varias medidas. Conforme vayamos ocupando el país del Nilo, se nombraran alcaides en cada pueblo o villa. Estos inmediatamente realizaran un censo de la población que reflejara nombre y apellido de cada egipcio, el lugar en el que vive, su religión, y su capacidad económica.

Hecho esto empezaremos con el cobro de impuestos. Los egipcios pagaran un impuesto de “Contribución” conforme a sus posibles. Los más pobres pagaran unos maravedíes al año, creciendo la cuantía conforme a más ricos sean. En el caso de los esclavos, siempre y cuando hubiese esclavos no cristianos, también se cobrara un monto de cien reales anuales por cada esclavo a sus dueños. Junto a estos se cobraran impuestos por propiedades y general de mercancías. A estos impuestos que pagaran todos los egipcios, sin distinción de religión, se sumara el pago de una farda o cabezaje, únicamente por parte de los musulmanes.

También sobre los musulmanes recaerá un impuesto de castillaje para la fortificación del reino, siendo este impuesto un impuesto de mano de obra sustituible por dinero. Cada seis meses se realizara un diezmo de la población musulmana, la cual deberá trabajar en la construcción de los fuertes planeados para la defensa de Egipto.

—Solo los musulmanes.

—Solo los musulmanes, majestad. junto a los impuestos también se implantara la prohibición de tener más de una esposa, incluyendo a las amantes y mantenidas, no fuere que los egipcios mantuviesen cuatro esposas simplemente cambiando la categoría de tres de ellas. Esto no incluirá a los que ya tuviesen varias esposas, pero a cambio a estos se les cobrara un segundo impuesto por cada mujer que tuviesen.

Tras unos momentos el rey dijo. —Don Jerónimo, aunque en Egipto hay muchos cristianos, la mayoría no depende de la Santa Sede sino de su patriarca correspondiente. Además también hay muchos judíos.

—Así es majestad. —respondió el barón de Puebla de Rocamora. —A los cristianos coptos y a los judíos no se les cobraran impuestos especiales pues serán un contrapeso esencial para controlar al gran número de población musulmana. De hecho en un futuro, cuando Egipto haya sido dividido en corregidurias o provincias, en cada una de ellas se formara un regimiento provisional. Tropas coptas locales que entrenaran los domingos después de misa, formando una reserva capaz de apoyar a los tercios en caso necesario.

—Sera entonces una suerte de impuesto a los cristianos.

—Podría considerarse como tal.

—¿Servirán esas medidas para controlar a los musulmanes? —quiso saber el rey.

—Eso esperamos majestad. Los musulmanes van a recibir una gran presión fiscal, contribución, cabezaje, los impuestos generales a los productos, el castillaje, el impuesto a las esposas, y la regalía de aposento de nuestras tropas. Es de esperar que un buen número de musulmanes se conviertan al catolicismo cuando vean que los coptos, pagan muchos menos impuestos…


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En una colina cercana a la Represa de Tous

Pedro acudió a visitar las obras de la nueva presa de Tous, en la que estaban trabajando en aquellos momentos más de cinco mil trabajadores, casi cuatro mil de ellos, esclavos sarracenos capturados por la armada en sus campañas navales. Esto último le desagradaba profundamente, pero aun no sabía cómo combatir la esclavitud, así que de momento se había limitado a reclamar todos los esclavos para la corona y llevar a cabo una pequeña guerra psicológica, dejando caer en los círculos pudientes, que aquellos que tenían esclavos los tenían porque no podían permitirse el tener personal contratado cristiano. Esperaba que eso sirviese para iniciar un cambio de mentalidad en el que los esclavistas pasarían de ser vistos como personas con posibles, a pobres con ínfulas de grandeza.

De todas formas poco más podía hacer de momento. Había solicitado al obispo que enviase misioneros a los campos de esclavos, y todo converso era automáticamente puesto en libertad, por supuesto con la correspondiente vigilancia de la inquisición. Al menos eso había reducido un poco el número de esclavos que había en el reino y cuyo número había alcanzado cotas alarmantes tras las recientes campañas militares.

Pero eso quedaba para el futuro, ahora quería supervisar la construcción de la presa, así que cogió el goniómetro que tenía frente a sí, y cuyo diseño bebía de sus viejos goniómetros de artillería, alguno de cuyos manuales había tenido en el móvil cuando el viaje, libero el seguro, y lo movió con rapidez para enfocar las obras.

Allá a lo lejos, en medio del valle, cientos de hombres trabajaban en los cimientos de la presa. Para ello habían cavado una trinchera que se apoyaba en las laderas rocosas de las montañas que había a su vera. Las propias montañas estaban siendo roturadas para despejar un corte de roca en el que apoyar la nueva construcción. Sería una presa de arco-gravedad, principalmente por la dificultad de los cálculos para hacer una puramente de arco. Por lo tanto se empearían toneladas de materiales de construcción, principalmente piedra y hormigón.

Con un vistazo por el goniómetro pudo observar como los trabajadores estaban colocando grandes cantos rodados en la trinchera para a continuación cubrirlos de hormigón. De esa forma lograban aumentar la resistencia del hormigón, creando una especie de hormigón armado. Este hormigón sería recubierto en su capa externa por una capa de un palmo de opus signinum, el mortero impermeable con el que los romanos cubrían sus acueductos, y que estaba hecho con agua, cal, arena y fragmentos finamente machacados de cerámica, que era traída de los restos de las fábricas. Incluso esta capa externa sería finalmente recubierta por mampostería para fijar la presa, aunque más bien debería decirlo al contrario, pues primero se iba construyendo la mampostería que posteriormente era rellenada pues servía de encofrado.

Un movimiento a su izquierda atrajo su atención, por lo que una vez más giro el goniómetro para enfocar hacia aquel lugar. No tardo en descubrir que se trataba de más carros que se dirigían a la presa. Sin duda suministros, ya fuesen piedras de las canteras de la zona, hormigón traído de la fábrica de cemento, maderas, herramientas o alimentos para el campamento de trabajadores instalado en otra colina cercana. Cuando aquella represa estuviese acabada, para lo que calculaba aun faltarían unos diez años, habrían gastado entre dos y tres millones de reales.

Por fin dejo el goniómetro y paso a la mesa donde el ingeniero Juan de Santas y Tapia le esperaba frente a un mapa de la zona. En este mapa de nueva confección, las montañas, ríos, barrancos, y pueblos estaban finamente dibujados conforme a sus proporciones reales a escala de 1:10.000 (en varas, por supuesto). Cada colina o montaña tenía indicadores de su altura. Aquel mapa tendría un valor incuestionable para un militar, pues con un simple vistazo era posible conocer el trazado de ríos y caminos e incluso adivinar o intuir veredas y zonas que permitían el paso de montañas y otros obstáculos, así que en un futuro sería prioritario levantar estos mapas de todo el imperio.

nota; Tiempos de construcción y coste calculado a mano alzada a partir del embalse de Tibi, que tardo catorce años en ser construido (incluyendo un paro de nueve años por falta de fondos), y costo 58.000 libras valencianas.


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Cap y Casal de Valencia (palacio de las 300 llaves).

Pedro llego al palacio cuando se estaba poniendo el sol. De inmediato acudió a su despacho, donde como cada noche lo primero que hizo fue leer el informe de inteligencia. Para elaborar esos informes hacía tiempo que había situado hombres repartidos por toda la ciudad, desempeñando oficios muy diversos.

Mientras leía, no tardó en localizar una noticia que llamó su atención. El sacerdote de la iglesia de San Juan del Hospital había realizado un sermón claramente antisemita, protestando por la presencia de los gemólogos judíos que Pedro había traído para trabajar para él. No podía permitir que esa actitud siguiese extendiéndose, así que acciono el llamador junto a su mesa, haciendo sonar la campanilla…

Segundos más tarde Salvador, su caballerizo mayor, estaba frente a su mesa.

—¿Todo bien, ilustrísima?

—No demasiado, el consejo continua dando problemas, el estamento armado sigue oponiéndose a las reformas, y el ciudadano quiere
más poderes pues se dan cuenta que son ellos los que están sosteniendo el desarrollo del reino con sus negocios e impuestos, pero no es por eso por lo que os he llamado.

—Vos diréis, ilustrísima.

—¿Habéis leído el informe de inteligencia, maese Salvador? —preguntó Pedro para continuar en cuanto este asintió con un gesto de cabeza. — no podemos permitir que mosén Aniceto siga con sus discursos incendiarios pues ponen en peligro la factura de diamantes.

—¿Las medidas habituales, ilustrísima?

—Probemos un nuevo enfoque. Creo que ha llegado la hora de enviar misioneros al extremo oriente.

………………

Días después Pedro recibió al maestro Jorge Manuel Theotocópuli, el hijo del Greco, quien era pintor y arquitecto. Contaba ahora cincuenta y ocho años, y residía desde años atrás en Valencia, tras ser contratado por Pedro para la construcción de diversas factorías y hospicios. Sin embargo estos trabajos anteriores palidecían frente a la tarea que Pedro tenía en mente.

—Quiero reformar toda la orilla septentrional del Turia, Don Jorge. —explicó Pedro señalando el río sobre un mapa recién confeccionado. Toda la orilla, desde el Cap y Casal, hacia el mar. Un palacio totalmente renovado digno del rey con amplios jardines, y una avenida que se dirija hacia el mar desde allí. Por supuesto la avenida deberá estar rodeada de jardines y edificios de gobierno.

—¿Cuántos edificios serían Ilustrísima? —preguntó el arquitecto asombrado por la magnitud de la empresa.

—Aún no está decidido, pero empezando junto a los jardines del palacio, deberán estar los edificios de los ministerios de la guerra y de la marina, seguidos a continuación por los de fomento general del reino y el de la hacienda real. Luego dejaremos espacio para otros edificios, tal vez algo para la universidad, una nueva sede para el banco San Vicente, tal vez una hospedería para viajeros, y al final de la avenida otro gran edificio para el consejo del reino.

—Sera un trabajo monumental, ilustrísima.

—Cierto, por ello recibiréis todos los fondos y medios que necesitéis, y por supuesto podéis buscar la ayuda que creáis más conveniente y necesaria.

—¿Habrá problemas con los dueños de las tierras?

—Esas tierras ya son mías, don Jorge. —respondió Pedro…


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Mensaje por Gaspacher »

Cortes de Valencia de 1636, Valencia

El rey había acudido a Valencia para realizar las cortes del reino, solicitadas en este caso por los estamentos del reino, que querían promulgar nuevas leyes y precisaban de la asistencia del monarca. El rey no tardo en acudir, pues eso le daría la oportunidad de visitar el más próspero de sus reinos, donde tal vez lograse algunos fondos extraordinarios, aunque con el despegue económico del Reino, empezaba a haber cada vez más reticencias a apoyar ciegamente los requerimientos del monarca.

Al llegar a la ciudad una vez más nos sorprendió el ímpetu renovador de aquella ciudad. Las calles estaban mucho más limpias que cualquier ciudad que conociese, pues se habían promulgado ordenanzas de limpieza que castigaban el vertido de desperdicios en las calles, obligando a los valencianos a salir a la calle para arrojarlos a las alcantarillas. También contribuía a la limpieza la existencia de un grupo encargado de limpiar las calles y cazar ratas compuesto por los condenados que antiguamente iban destinados a galeras.

También se había prohibido realizar la matanza de animales en las calles, construyendo un matadero en las afueras de la ciudad, en el lado meridional. Las calles estaban siendo empedradas cuidadosamente, reparando el suelo y creando dos “haceras” a ambos lados de la calle. En la propia ciudad, muchas de las casas estaban siendo reformadas o simplemente derribadas para construir casas nuevas, lo que estaba creando un nuevo trazado de las calles.

No tardó en llegar al Cap y Casal, el palacio real de Valencia que se encontraba extramuros de la ciudad. Allí pudo disfrutar de varios lujos, como las letrinas o “sanitarios” conectadas a las alcantarillas con un sistema contra los malos olores, de sifón lo habían llamado. También disfrutaba de un papel de limpieza muy suave, hecho de “algodón” según creía, eran pequeños lujos que cada vez se estaban extendiendo por el reino e incluso habían llegado ya a Castilla y Nápoles entre las gentes pudientes.

Sí, en toda la ciudad se respiraban aires de cambio y podían verse muchos extranjeros recientemente afincados en aquellas tierras, atraídos por el dinamismo económico. Un movimiento atrajo su atención no muy lejos de allí. Una de las torres telégrafo acababa de empezar a accionar sus brazos para transmitir un mensaje. La curiosidad pudo con él, y permaneció unos minutos allí, viendo como los brazos articulados se colocaban en extrañas posiciones para transmitir su mensaje, tal vez noticias procedentes de alguno de los extremos del reino, aunque también podían ser ordenes que partían de Valencia rumbo a algún lugar.

*He puesto acera con H, porque antiguamente se escribía así… y me ha hecho gracia.


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Mensaje por Gaspacher »

El rey se había trasladado a Valencia en compañía de la reina y el príncipe de Asturias, quien juraría los fueros como heredero en un guiño que trataría de limar las asperezas que pudiesen surgir con los tres brazos representados. También había viajado el conde-duque de Olivares, quien iba a llevar el peso de las negociaciones en las cortes. Eso podía crear un foco de tensión en el reino, así que Pedro los recibió con cierta aprensión.

—Me alegro de veros, Pedro, Madrid os echa de menos. —dijo el rey con una sonrisa saludando a Pedro, quien dio las gracias al monarca. —me han dicho que estabais en las alcantarillas. ¿Qué se os ha perdido en ese abyecto lugar?

—El alcantarillado está siendo reformado y debía comprobar su funcionamiento para poder ver qué medidas debemos adoptar. —respondió Pedro. —Es un trabajo desagradable, pero la mejor forma de afrontar un desafío es hacerlo uno mismo.

—Ya hemos visto los muchos proyectos que tenéis en marcha, el acueducto, el embalse, el alcantarillado, la mejora de este palacio, jardines y empedrado de las calles, nuevas calzadas, y si no me equivoco también queréis construir unas termas a unas leguas de Valencia, cerca de la frontera con Castilla.

—Esos y algunos otros, majestad. —respondió Pedro.

—Lo sé, lo sé…decidme, ¿En qué estáis trabajando ahora? Me refiero claro está a alguna invención, no a vuestra labor como virrey. —preguntó el rey haciendo gala de una acerada curiosidad.

—Ahora mismo en nada pues no tengo tiempo, sin embargo tengo algún proyecto pendiente. —respondió Pedro.

—Contadme entonces vuestras ideas. —

—Majestad, he pensado en una maquina simple que añadida a los ejes de los carros sea capaz de amortiguar el traqueteo del camino, amortiguando los golpes. Un amortiguador por así decirlo.

—¿Es eso posible? —se preguntó el rey, quien a continuación dijo. —En ese caso esperare vuestra invención con interés…por desgracia hay otros temas menos agradables que debemos tratar. Estamos en guerra con Francia. —dijo el rey. —un ejército francés ha entrado en Flandes y el sacro imperio para apoyar a los suecos, y temo que los rebeldes calvinistas entren en guerra en breve.

—Era de esperar majestad. Ambos han aprovechado la tregua para rearmarse como también hemos hecho nosotros. —respondió Pedro.

—Pero llega en mal momento. —afirmó el rey. —La reforma del ejército aún está en sus primeros pasos. El barón de Cheb está haciendo un gran trabajo, pero aún queda mucho por hacer, en Italia y luego en Flandes…Mientras los franceses han fundado ciudades en varias islas del caribe, y suecos, ingleses y holandeses siguen con sus planes, mucho me temo que deberemos olvidar la conquista de Egipto.

—La decisión es vuestra, Majestad. Las reformas del ejército y de la Armada están teniendo éxito y ahora son capaces de enfrentar a los enemigos de su majestad.

—El conde-duque quiere solicitar al reino de Valencia nuevos fondos para financiar la guerra, pero temo que las cortes no serán muy receptivas. —dijo el rey.

—No voy a engañaros —dijo Pedro al rey. —vuestra majestad contara con el apoyo incondicional del brazo armado y de la iglesia, pero el estamento real va a exigir fuertes contraprestaciones.

—Explicaos, Pedro...

—Durante la última década la burguesía ha redescubierto que tiene el poder monetario del reino, un poder mucho más claro que el que tenía cien años atrás, y sin embargo muchos de los puestos de gobierno son acaparados por la nobleza que no suele preocuparse por los problemas de la burguesía. Sobre todo la alta nobleza que ahora ha entroncado con linajes castellanos y ya no reside en este reino, apareciendo solo de tanto en tanto para ocupar algún que otro cargo.

—¿Hay peligro de una revuelta? —quiso saber el rey.

—Nada más lejos de la realidad. —respondió Pedro. —Pero si son ellos quienes pagan el grueso de los impuestos que financian el reino, van a querer aumentar su poder en detrimento de los otros dos brazos. Al fin y al cabo en estas cortes van a participar diecinueve representantes de la iglesia, cincuenta y dos de ciudades y villas reales, y casi quinientos del brazo militar, aunque en realidad menos de cien de ellos sirven en los ejércitos de su majestad.

Si vuestra majestad desea llevar a buen término las negociaciones, debe contemplar conceder alguna merced al brazo real.


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tercioidiaquez
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Mensaje por tercioidiaquez »

Hombres, mas hombres.
Diego no hacía mas que darle vueltas a la cabeza. Lo que recordaba de haber leido y lo que había visto en persona, le había hecho pensar en las necesidades de personal.
La guerra de los 30 años había significado un aumento en los ejércitos, y los generales se habían adaptado.
Antes o después Francia se metería en guerra, pero de momento Egipto era el objetivo. Y no cabía duda que la posibilidad de clavar la Cruz de San Andrés en lo alto de Jerusalén haría que pocos se negaran a apoyar una campaña con ese fin.
Sí bueno, Egipto no era Palestina, pero se podría decir a la gente que no estaba tan lejos, y que a lo mejor era un primer paso....
Pero de donde sacar tantos hombres...había que dejar en España los suficientes para las milicias. Italia, Flandes, Franco Condado...había que guarnicionarlas...varios Tercios fijos serían la solución, pero para la masa de maniobra necesitaría mas.
El éxito de su Guardia había sido contraproducente. El monarca había quedado tan encantado del desempeño de "sus soldados" que dudaba quisiera prescindir de todos.
Italia y Flandes proporcionarían hombres. Algunos de Alemania pero no le terminaban de convencer con la guerra civil allí.
De Suiza de los cantones católicos sacaría buena cantidad, pero no le gustaba mucho. Si los instruían a la española, mañana, pasado o en unos años, esos mercenarios podrían estar al lado de otra potencia.
¿Donde entonces? En ese momento se fijó en el mapa que colgaba tras su mesa.
Irlanda, ya había algunos Tercios con huidos de allí, sin duda podrían sacar mas. Y escoceses...


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Mensaje por Gaspacher »

Las negociaciones siguieron durante los días siguientes. El conde duque de Olivares llevó el peso de la negociación, mientras el monarca pudo sumergirse en la vida cultural y nocturna de la ciudad del Turia en compañía de Pedro. Visitó el telescopio del Peñagolosa y el observatorio de Castellón, con su escuela de cartografía. Allí pudo conversar con Galileo y algunos otros astrónomos que habían acudido para disfrutar de aquel prodigioso telescopio. Tampoco perdió oportunidad de visitar los restos romanos de Murviedro y de Liria, donde había resto de unas termas y unos mausoleos.

En cuanto a los entretenimientos, estos no faltaban en una ciudad portuaria en plena expansión como Valencia. La ciudad contaba con tabernas de toda condición, así como con varios corrales de comedias o teatros, siendo uno de los mayores el de la Olivera, recientemente reconstruido tras un incendio. Aquel teatro contaba con compañía teatral propia y allí pudo gozar de las representaciones de Lope de Vega o Cervantes entre otros autores.

A ellos acudió el monarca, siempre en compañía de Pedro y de algún que otro noble escogido.

—Parecéis, preocupado. —preguntó un día Pedro.

—Las cortes se están eternizando, Pedro. —respondió el rey. —No es que me queje. La reina encuentra agradable la vida en la ciudad, y las diversiones no faltan, pero precisamos solventar este problema para regresar a Madrid y encontrar una esposa para el príncipe de Asturias.

—¿Cómo van las negociaciones, Majestad? —se interesó Pedro.

—El conde-duque está seguro de poder llegar a un acuerdo con el emperador Fernando III para desposar a su hija, la archiduquesa Mariana de Austria. —explicó el monarca.

Pedro miro al monarca durante unos instantes, haciendo una inspiración antes de decir. —“Ningún varón se llegue a parienta próxima alguna para descubrir su desnudez”.

—¿Levítico? ¿18…6 tal vez? —dijo el rey demostrando su erudición. —¿Qué queréis decir con ello?

—Majestad, permitidme una confidencia... —dijo Pedro esperando hasta que el rey asintió con la cabeza. —Casar a vuestro hijo con un pariente no solo es un error, sino que contraviene las leyes divinas.

—Solicitaremos una dispensa papal.

—Majestad, el santo padre puede hacer muchas cosas, pero no contravenir las leyes divinas y volar…o evitar los castigos por emparejar con parientes. Estoy seguro que vuestro cirujano os lo podrá explicar mucho mejor que yo, pero los hijos de matrimonios entre parientes cercanos tienen muchas más probabilidades de morir al nacer o de nacer “discapacitados”.

—¿Acaso sugerís que Nuestro Señor Jesucristo va a castigarnos? —preguntó el rey preocupado. Tal vez de tratarse de otro quien le hablaba así, hubiese reaccionado de forma más airada, pero se trataba de Pedro, quien parecía saber de todo al punto que parecía obrar milagros.

—Majestad, he investigado un poco. Pese a la pobreza, la mortalidad infantil de los hijos de los plebeyos es muy inferior a la de la nobleza, y lo es principalmente por la endogamia de estos últimos. No es necesario que me creáis, pero hablad con vuestro cirujano. —respondió Pedro. —si podéis evitad casar a vuestro hijo con un pariente cercano. Desposadlo con una princesa inglesa, o mejor aún, rusa o de cualquier otra dinastía con la que no haya entroncado en tres o cuatro generaciones al menos…


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tercioidiaquez
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por tercioidiaquez »

Real Basílica de Atocha, Madrid.
La salida de misa de a 12 solía convertirse en un punto de interés dadas las conversaciones que se mantenían, y si el propio monarca, con gran devoción a la Virgen de Atocha, acudía, razón de mas.
-"Entoncés ¿Cómo decís que se llamarán esos Regimientos?
-"Fijos, Majestad. Tercios Fijos. Se situarán en puntos muy concretos, por ejemplo Ceuta, Gibraltar, Menorca, Ferrol...sitios claves para nuestra defensa. También preveo algunos para América. Así el resto de Tercios estarán a disposición de maniobrar según designe su Majestad".
-"Me parece bien, hemos tenido una buena idea, Diego".
El resto de nobles y seguidores del monarca asintieron con grandes aspavientos. "Gran idea, Señor", "Habeis estado certero"etc...
-"El otro gran cambio que quería someter a Vuestra Majestad es el solicitar la denominación de "Real" para el cuerpo de Inválidos. Sería una muestra de gratitud, que todo soldado reconocería en cuanto la viera, que el propio Rey de España reserva un lugar para sus veteranos. Eso, junto con la posibilidad de obtener tierras en las próximas campañas africanas, será un gran estímulo para el reclutamiento".
-"Hablando de reclutamiento. ¿Seguro que los escoceses serán buenos soldados?".
Diego sabía que la duda residía en la religión, mas que en la efectividad.
"Seguro Majestad, y aunque no sean apostólicos y romanos, estoy seguro que al mezclarse con nuestros Tercios, o los de los irlandeses, lealísimos a su Majestad, mas de alguno verá las ventajas de la verdadera fe. Creedme si os digo que no pasará ni un año en que mas de uno solicite el bautizo".
-"Bien visto, no está de mas que vuelvan la ovejas al redil, ¿Y eso de los granaderos, volved a explicadmelo, mejor dicho, repetírselo a los cortesanos para que lo entiendan".
Diego suspiró en silencio, a pesar de todo, todo había sido aprobado por el monarca. La reforma era un hecho, ahora a practicar en el campo de instrucción.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Mensaje por Gaspacher »

Madrid

De regreso a Madrid tras las cortes de Valencia, el conde duque de Olivares, válido del rey, por fin pudo descansar de las agotadoras e interminables sesiones de las cortes del reino de Valencia. Estas se habían eternizado, detenidas en una sucesión de agravios y peticiones presentadas por el Reino sin entrar en el fondo de la cuestión que más le importaba, la financiación de la guerra con Francia. Tal era la resistencia que presentaba aquel atajo de compromisarios, que por momentos parecía que no tenía ninguna posibilidad de conseguir los fondos que tanto ansiaba.

Las cortes habían afirmado que en las cortes de Monzón de 1626 ya habían comprometido un millón de ducados a pagar en quince años, y que cuatro años más tarde, en las cortes de Valencia de 1630 habían realizado un préstamo de ocho millones de ducados más, a un interés nominal de tan solo un mísero uno por ciento. Una nueva ayuda económica tan solo seis años después parecía ya una broma de mal gusto, convertida la hacienda española en un voraz agujero que devoraba las finanzas valencianas cual Saturno devoró a sus hijos. Con la situación completamente estancada, Olivares veía como su viejo sueño de la unión de Armas parecía condenado al fracaso. El Reino de Valencia se negaba a asumir sus responsabilidades pese a su nueva “fortuna”, y el que él creía el único hombre capaz de torcer la voluntad de las cortes, el marqués del Puerto, parecía contento con dejar la situación estancada para defender sus derechos.

Para empeorar las cosas el marqués del puerto se había entrometido en su camino, tratando de deshacer sus negociaciones diplomáticas para desposar al príncipe de Asturias con Mariana de Austria. Con ello Pedro volvía a entrometerse en el camino de Olivares, recordando a este las injerencias y éxitos que motivaron el alejamiento de las corte del Marques del Puerto, cuando fue nombrado Virrey de Valencia. Por fortuna finalmente la situación pudo ser reconducida, en parte de mano de ese maldito entrometido. El rey cedió en varias de las reclamaciones de las cortes de Valencia, permitiendo un nuevo modo de elección de compromisarios del estamento real (1) por medio de elecciones censitarias (2). A cambio el reino se comprometió a financiar la construcción de varios navíos y a adquirir armas y pertrechos para los ejércitos del rey por valor de un millón de ducados al año.

No fue hasta su regreso a Madrid cuando cayó en la cuenta que si el reino de Valencia seguía creciendo a la velocidad actual, ese monto quedaría rápidamente superado, pues no significaría nada para sus arcas. Empero, ahora tenía otros problemas a los que enfrentarse.

—Debemos cancelar las negociaciones de esponsales con el emperador Fernando, y buscar otra esposa para el príncipe de Asturias. —dijo el rey preocupado por los problemas de consanguineidad que Pedro y su cirujano le habían explicado. —

—Majestad, no debemos creer esas aseveraciones ciegamente y aún menos actuar sin antes consultar con la Santa Madre Iglesia. —intervino Olivares. —Solicitare que se reúna un grupo de teólogos para que asesoren a vuestra Majestad.

—Sabéis que no podemos permitirnos errar en un asunto de esta importancia. —contestó el monarca. —Debemos sopesar otras opciones para el desposorio del príncipe de Asturias.

—Lo sé, majestad. —dijo Olivares mirando por la ventana. —Pero me preocupa que esto sea tan solo una maniobra del marques del Puerto. Acaso es casualidad que aparezca con una alocada idea que nos hace descartar a la candidata del Sacro Imperio y volver nuestros ojos hacia el Este, justo cuando su empresa tiene problemas fronterizos con los rusos? ¿Acaso no podría tratarse de un intento por parte del marques, para afianzar sus negocios en la Siberia por medio de un acuerdo matrimonial con el Zar que fije aquellas fronteras? Mucha coincidencia me parece… —finalizó Olivares

  1. En realidad en 1633 el rey nombraba los jurados de una lista propuesta por el Mestre Racional (nombrado por él), pero a partir de 1633 cedió el control a cambio de doscientas mil libras, instaurando un sistema de insaculación para elegir entre seis candidatos.
  2. Sufragio censitario fue un sistema electoral que solo otorgaba derecho a voto a la parte de la población que cumplía con ciertos requerimientos que le permitían estar inscritos en el censo electoral (educación, posición social, económica, etc.). En algunos casos este sistema electoral estaba "compensado", es decir, cada inscrito en el censo tenía derecho a un numero determinado de votos dependiendo de su posición económica y los impuestos que pagaban.


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reytuerto
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Mensaje por reytuerto »

Las lecciones de anatomía proseguían a buen ritmo. Los muchachos se mostraron diligentes, bastante más de lo que esperaba, pues los cirujanos aun cargaban con el estigma de ser la profesión sanitaria menos valorada en esa época. Para mí era importante no solamente que aprendiesen, sino también que preguntasen, que fuesen curiosos, pues allí radicaba el germen del conocimiento científico.

Por eso, decidí que me acompañasen a presenciar las ejecuciones públicas en la Plaza Mayor. Pablo Ramplón, el verdugo que se había encargado de despachar al hermano de leche de Álvaro Martínez de Luna, aún me recordaba:

- Don Francisco, gracias a vuestras enseñanzas mi bolsa ha engordado! – Me espeto tratando de suavizar sus maneras bruscas y con evidente satisfacción - He de confesaros que hay familias de algunos reos que pagan buenos maravedíes para que los cuelgue como “le mandó el Maestro Cirujano”! Pedidme lo que deseáis, y si está en mis manos, lo haré.
- Dejad que mis alumnos vean las ejecuciones de cerca, y responded a sus preguntas.

Entre las lecciones de anatomía, el estudio de las piezas concienzudamente preparadas por Pedro de Astorga y la observación de las ejecuciones, comenzaron las preguntas que quería escuchar:

- A ver, Martín – me dirigí a Martinico, que gozaba el privilegio de la primera pregunta - decidme como se irriga la cabeza?
- Don Francisco, hay dos vasos externos los que se denominan Carótidas, y dos vasos internos, más cerca de los huesos, que se llaman Vertebrales.
- Qué tipo de sangre llevan esos vasos?
- Sangre fresca, Don Francisco.
- Cómo sabéis que es fresca, Martín?
- Porque es más clara, Don Francisco. La sangre que ya ha circulado es de un color rojo oscuro.
- Bien. Y como sale esa sangre de la cabeza?
- Por los vasos Yugulares internos y externos, anteriores y posteriores.
- Decidme, una herida de degüello que vasos secciona?
- La carótida y la yugular interna.
- Y cuál es cuál?
- La sangre de la carótida sale a borbotones, en tanto la sangre de la yugular tiene un flujo continuo.
- Bien Martín, ahora quien de vosotros puede decidnos la diferencia que habéis visto entre los ahorcados?

Varias manos se levantaron y le concedí la palabra al sobrino del orfebre, el otro Martín.

- Don Francisco, unos quedan con el semblante pálido, pero la mayoría tienen la cara violácea.
- Habéis dicho bien, pero decidme por qué creéis que esto es así?
- Los que tienen el rostro blanco son los que son guindados conforme a como le enseñasteis a Maese Ramplón. Los amoratados son guindados a la manera antigua.
- Y eso por qué, Martin?
- Debe ser porque los vasos yugulares están comprimidos, Maestro, y la sangre usada se queda dentro de la cabeza.
- Y que pasa con los de semblante pálido?
- Vuestro método es más piadoso, no solo quiebra el pescuezo del reo, también corta el paso de sangre nueva, al comprimir las carótidas y también los vasos vertebrales.

Sí, algunos tenían buena madera, y el ritmo de aprendizaje era el adecuado. Antes de lo previsto, los Tercios tendrían su hospital de Campaña. Pero ese invierno no fue la instrucción de los futuros cirujanos militares lo que me tuvo más ocupado, fue un asunto en el Arzobispado al que me metió el bueno de Santiago Miki.

- Francisco San, podéis acompañar al capellán de vuestro hospital a ver a un paciente en Pozuelo de Aravaca.
- Estoy a vuestras ordenes, Miki San. Decidme, que tiene vuestro paciente.
- Paciente no, es hijo de unos feligreses de ese pueblo.
- Vos no sois párroco allí, como habéis llegado? Y que tiene?
- Es largo de contar!, es para corroborar el parecer de un teólogo. En cuanto al muchacho, prefiero que vos lo veáis, Francisco San.

El viaje hasta Pozuelo nos llevó todo el día, cuando entramos a una de las casas que adivine de un labriego acomodado, escuchamos a un niño que gritaba una serie de blasfemias y obscenidades a voz en cuello: "Me cago en Dios, me cago en la Virgen, me cago en la Hostia!"

Era un chico de unos 10 a 12 años, que tenía tics incontrolables en la cara y manos, además de extrañas vocalizaciones. Interrogue a Santiago con la mirada y este me respondió con una sola palabra: “Poseso”.

Poseso! Aunque soy creyente y mal practicante, creo firmemente que lo que hace 5 siglos era posesión demoniaca, hoy (bueno, “hoy” antes del salto) son enfermedades mentales o neurológicas tratables… hasta que te encuentras con una posesión verdadera, y a eso le tengo un saludable respeto, básicamente porque sé que el techo de mi casa es de un vidrio muy delgado.

- No lo sé Santiago. Déjame verlo más tiempo.
- Tenéis esta semana, Francisco, el próximo lunes he de conversar con el obispo, pues es menester que sea él quien autorice el exorcismo, que es solicitado por un profesor de Teología.
- En vuestro corazón, que sentís? Creéis que este muchacho está tocado por el Mal?
- No lo sé, hermano, tampoco lo sé yo. Por eso he pedido que en la reunión este también el exorcista de la diócesis. Y vos estaréis como hombre de ciencia que sois.
- Santiago, escuchadme. El Ritual Romano actual nos previene claramente. “El exorcista no debe creer de inmediato que una persona este poseída por un espíritu maligno, sino que debe asegurarse de los signos por los cuales un poseso se distingue de otro que sufre alguna enfermedad de la sesera…” Veis?, primero debemos de ver si este chico no está mal de la cabeza.
- Lo se Francisco... vos habéis visto alguna vez a un poseso?
- Solo de lejos – mentí piadosamente, porque creo que Santiago no hubiese aceptado por verdad el haber visto varias veces, tanto en el cine como por cable “El Exorcista”, “El exorcismo de Mary Rose” o “El Rito” – solo de lejos y como observador pasivo. Y vos?
- Si, Francisco San, antes de hacerme Kirishitan. Vi a un “oni” poseer y matar a una niña, incluso menor que este muchacho. Era un demonio despiadado, cruel, burlón y malvado, una maldad de siglos.
- Y que pensáis ahora?
- Las blasfemias, los gestos, los gritos, la fuerza me hacen pensar que si es posesión… pero no veo la maligna inteligencia que vi en Nippon.
- Y demonio significa sabio… Debo regresar a Madrid, mañana veré al joven nuevamente. Consultad con vuestros libros, recordad, orad y ved en vuestro corazón, allí hallareis las respuestas, Miki San. Y tendréis mi opinión antes de ir al obispado.

Cabalgue de vuelta a la villa, y bien llegue a casa me di un necesario baño y me tome un buen chocolate, pues iba a necesitar la teobromina! Rápidamente leí pasajes de “El rehén del Diablo” de Malachi Martin que tenía en el teléfono, igualmente le di una ojeada a la sección de psiquiatría del Manual Merck y, cómo no!, volví a releer “El Exorcista” de W. P. Blatty. Como revisión bibliográfica contemporánea, bastaba.

“ A ver, Francisco!, vamos a organizar las cosas: Según la Iglesia, cuales son los signos de posesión verdadera, independientemente de tiempo y lugar, eran que la individualidad se desvanecía, apareciendo una personalidad distinta y maligna; hablar en lenguas desconocidas para el paciente, convulsiones, contorsiones y un aumento extraordinario de fuerza; hipo constante, sonoro e irreprimible; notables cambios físicos, tanto en facies como en voz; conocimiento de hechos distantes y ocultos; aparición repentina de arañazos, laceraciones o estigmas en la piel; y una notoria aversión a lo sagrado. Mañana veremos qué es lo que verdaderamente tiene el chico”.

Regresé a Pozuelo de Aravaca y me quede observando al Eustaquio. Ni era particularmente fuerte para un chicho de su edad, corrobore que los síntomas faciales eran tics que no alteraban la cara del niño. Y la voz con la que profería sus blasfemias era la voz chillona de un niño de 10 años. Era muy disperso, hiperactivo e incapaz de estar haciendo la misma cosa por mucho tiempo. Inteligencia? Bastante normalita, analfabeto como la mayoría, pero sabía contar, y aparentemente aprendía rápido. Justo antes de los ataques de coprolalia y tics, chapurreaba algo, intento de lengua extraña? No lo sé, pero no parecía un lenguaje estructurado. Sin embargo, Eustaquio era tierno con los animales, tanto con los corderos a su cargo, como con su perro. No, no estaba endemoniado.

Solo faltaba una prueba, ver si el muchacho tenía aversión a Cristo, la Virgen o los santos, y eso lo haría el mismo Santiago: Le sugerí que refrescase la frente de Eustaquio con agua bendita, y si entraba en estertores, estaríamos enfrentando uno de los síntomas de una posesión genuina. El chico estaba en medio de un ataque de groserías mayusculas, del que Santiago no se libró, pero se acercó y con el pulgar puso agua bendita sobre la frente de Eustaquio haciendo la señal de la cruz, que siguió gritando, pero ni más, ni menos a lo que estaba diciendo instantes previos. No era una posesión genuina!

El resto de la semana estuvimos preparando el caso: En el reciente caso de posesión de las ursulinas de Aix, se acusó al cura confesor de haber embrujado a las monjas para abusar sexualmente de ellas, lo que le costó morir en la hoguera; sin embargo, en este caso no había posibilidades de infección demoniaca por parte de los padres, que eran cristianos fieles, ni de la comunidad, que apreciaba sinceramente a la familia en cuestión. El chico sufría estos ataques desde la infancia, y aunque habían empeorado, aislándolo del resto de muchachos, y asustando a los padres supersticiosos, nunca había cometido un acto de violencia que lamentar.

El lunes nos trasladamos a Toledo y acudimos al Palacio Arzobispal, en donde nos recibió el Vicario General, pues el arzobispo, el Cardenal Infante Don Fernando, se hallaba en todos los preparativos para marchar a Cataluña como virrey. Monseñor Don Diego Castejón y Fonseca nos esperaba con el exorcista de la diócesis, Fray Damián; Fray Gaspar Hurtado, un brillante teólogo jesuita de Alcalá de Henares quien era quien solicitaba el exorcismo; don Antonio Ponce de Santa Cruz, el médico que atendió al hijo de Felipe II, Don Carlos, y reputado como un profundo conocedor de los males de la mente, además dos secretarios, en un despacho elegante en su espartana desnudez.

Luego de las presentaciones del caso, Fray Gaspar comenzó su exposición: “Hermanos, ante el Vicario General, solicito la autorización para el exorcismo de Eustaquio Fuenmayor, de 11 años, natural de Pozuelo de Aravaca, hijo de Toribio y Elena, ambos cristianos viejos. Esta criatura de Dios ha sido poseída por un demonio sutil, no mostrando todos los signos de posesión. Pero blasfema contra Dios, los Santos y la Iglesia, y es capaz de transfigurar su rostro”

Don Diego pronto empezó a dirigir el debate:

- Don Antonio, vos que podéis decir de este caso?
- Monseñor, solo he examinado una vez al zagal. Pero Lo dicho por el Fray Gaspar es cierto, el rostro estaba contraído en una máscara de terror, y blasfemaba contra Dios y su Iglesia.
- Vos sabéis de las perturbaciones de la sesera, Don Antonio – hubo un silencio incomodo, pues nadie quería recordar los desvaríos del tío abuelo del actual monarca - vos creéis que es una enfermedad de la mente, o ha sido tocado por el maligno?
- Monseñor, yo estoy al final de mi vida pues presiento que pronto habré de rendir cuentas a mi Creador. Y sé que en mi lecho de muerte seré atormentado por el Demonio, pues he asistido en dos exorcismos... Pero os responderé con sinceridad: Deseo recordaros que hace casi 50 años la Madre Iglesia, en 1583, dijo que “la mayoría de personas que se creen posesas o son consideradas como posesas, necesitan más de un médico que de un exorcista”. En este caso, Monseñor, la mayoría de signos escatológicos estaban ausentes.
- Y vos, Cirujano, pensáis de igual manera?
- Monseñor, dejadme decir lo que he visto en tierras lejanas: Hay pacientes que luego de una herida de bulowa, la maza de los tártaros, en la cabeza por sobre el oído – y me señalé la región temporal- además de dolores de cabeza constantes, nauseas, falta de sueño, vista nublada, tenían horribles pesadillas y cuando despertaba, lo hacía con tembladeras que lo hacían brincar de la cama.
- Y eso que tiene que ver con Eustaquio, cirujano?
- En aquella aldea polaca –nuevamente mentía, al menos parcialmente, pues estaba describiendo un caso clínico bien documentado- todos los lugareños eran católicos fieles, su ilustrísima, y pensaron que el Maligno se había apoderado del alma del soldado herido. Antes que se le hiciese el exorcismo, el pobre hombre murió. Querían negarle la sepultura en tierra consagrada, y para evitar ese mal, incurrí en uno menor: abrí la cabeza por el lado de la herida y pude ver y mostrar que una masa de sangre seca había comprimido buena parte de los sesos. No era una posesión, fue la maza que hirió la cabeza de un soldado del Rey Segismundo.
- Y que decís del muchacho de Pozuelo?
- Como dice Don Antonio, le faltan los principales signos de posesión real, y la cara no está deformada, sino que se reconoce en ella el rostro del muchacho.
- Fray Damián, vos tenéis experiencia en el trato con el Maligno. Decidnos cuales son esos signos de los que nos están hablando.

Fray Damián era un franciscano, más próximo a los 50 que a los 40 años, de una mirada profunda y bondadosa, una fe inquebrantable, sin las dudas de los teólogos, ni el orgullo de los filósofos, poseía un corazón cálido y caritativo; se levantó y comenzó una exposición clara:

- Monseñor, el Maligno nos ha engañado desde la época de Eva, tiene milenios de experiencia. Nosotros, solo contamos con el auxilio de Nuestro Señor, pues es Él quien expulsa al demonio, nosotros actuamos bajo su nombre – hizo una pausa – El Diablo es astuto, pero sabemos cómo atormenta a sus víctimas: hipo frecuente, sonoro e inevitable; aliento fétido, estigmas, laceraciones, fuerza hercúlea, insensibilidad al dolor, deseo de comidas repugnantes, tembladeras, conocimientos más allá de sus capacidades, hablar en lenguas desconocidas, sorprendentes cambios de voz y de facciones, y sobre todo, la manifestación de un individuo completamente diferente al poseso, depravada, malvada, que busca la destrucción del cuerpo que había invadido, cosa que a menudo lo conseguía…
- Fray Gaspar, vos sois teólogo, decidnos si el poseso está pecando.
- Monseñor, La Iglesia cree que no, pues el Demonio ha robado la voluntad de su victima. No hay libre albedrio, por lo que no hay pecado.
- Entonces, Fray Damián, cual es el propósito demoniaco de la posesión?
- Solo Dios en su inmensa sabiduría lo sabe! … pero creo que el Demonio ataca al poseso para atacarnos a todos: a los padres y hermanos, al exorcista, a los amigos y familiares. Lo hace para que rechacemos a Dios, para que nos veamos indefensos, viles, indignos del amor de Dios. Y su arma es la mentira. El Demonio es el padre de la mentira, miente para confundirnos, pero las mezcla con verdades para atacarnos. Y es un ataque poderoso a nuestra alma y a nuestra fe…
- Fray Santiago, vos que decís?
- Monseñor, luego de ver al muchacho, conversar con sus padres y vecinos, oír el parecer del Maestro Cirujano y recordar lo que tiempo atres vi, además no reacciona mal ante el agua bendita, ni las sagradas formas. Creo que el paciente tiene mal la sesera y su alma no ha sido tocada por el maligno.
- Vos visteis a un demonio poseyendo a un mortal?
- Si, Monseñor. Pero fue antes de recibir las aguas bautismales. En Cipango, de donde soy.
- Cuando erais pagano?
- Si, Monseñor.
- Y como exorcizan los infieles de vuestra tierra?
- Con prácticas paganas que hacen los hechiceros, Monseñor. La religión de mi país es primitiva. Rituales de caza y pesca, adoración al espíritu del monte, del mar, del bosque, del viento, rezos para la fertilidad y plegarias contra la enfermedad y la posesión de mal.
- Y vos que visteis?
- Que la niña poseída por el Maligno murió consumida. Como bien dijo Fray Damián, sin el auxilio de Dios nada somos, ni nada podemos.
- El Mal que visteis en Cipango se parece a lo que veis en Pozuelo de Aravaca?
- No, Monseñor. Es muy diferente. En Eustaquio jamás he visto otro individuo diferente al del niño.
- Pero el demonio es astuto como un zorro! Puede estar engañándonos!

Ante el silencio de Santiago, nuevamente Fray Damián intervino.

- Monseñor, lo que vos decís es cierto, pero hay signos de posesión que son claros. Los demonios son seres de naturaleza espiritual, que siguieron a satanás en su rebelión contra Dios, su creador. Son de carácter inmortal, son poderosos, superiores al poder de un ser humano, y tienen identidad definida… pero están subordinados al poder de Dios, y nuestro padre celestial en su infinita misericordia quiere que, nosotros sus hijos, podamos ver la diferencia.
- Vos decís que se puede diferenciar entre lo que es enfermedad y posesión, Fray Damián?
- Monseñor, ya los evangelistas hacían la diferencia: los pasajes bíblicos hacen distinción entre enfermedad y posesión. San Mateo dice que Jesús curaba a endemoniados, epilépticos y paralíticos, haciendo una clara diferencia.
- Vos que pensáis de este caso, Fray Damián?
- He escuchado a Fray Gaspar, a Don Antonio y a Don Francisco, y también a Fray Santiago. Creo que es mal del cuerpo, que el alma del niño está a salvo.

Luego de un tiempo en silencio que se hizo eterno, Don Diego tomo la palabra, con gravedad.

- La Santa Madre Iglesia distingue tres formas de arrojar al demonio hacia las tinieblas de las que procede, El exorcismo solemne, el menor, y las oraciones de salud. No autorizo el exorcismo solemne, y me apoyo en la experiencia de Fray Damián para ello. El exorcismo menor se puede hacer sin autorización de la autoridad eclesiástica, pero no lo recomiendo. Ordeno pues, a vos Fray Santiago, que oréis a pie de cama de Eustaquio para que Nuestro Señor le conceda salud. Y vos, Don Francisco veréis que la sesera del muchacho mejore. Ordeno igualmente que vos, Isidro de Cuenca, secretario de esta vicaria registre los avances del tratamiento y lo informe puntualmente al Arzobispado.

De esta manera, un niño de Pozuelo se vio libre de un ritual tremendamente sugestivo como el exorcismo mayor, pero tanto Santiago como yo, con nuestros horarios comprometidos a mas no poder, nos vimos con una obligación más a nuestras espladas, y para más inri, con un correveidile del vicario general a nuestros talones.


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Mensaje por Gaspacher »

Valencia, navidad de 1636

Pedro asistió a la misa del Gallo en compañía de lo más granado de la sociedad valenciana del momento. Durante todo el trayecto se habían escuchado villancicos tradicionales, bastante diferentes de los que él recordaba, en gran parte por la diferente tonalidad de los instrumentos del momento. Aun así y a semejanza de las composiciones hechas por Francisco, que estaban logrando una buena aceptación en Valencia, Pedro había decidido arriesgarse a transcribir una pieza musical, el “Adeste Fideles”. Aquella tonadilla o una muy parecida ya era conocida en esta época, dándole el su aspecto definitivo y dotándola de una letra que hoy se escucharía por primera vez.

Mientras esperaba que llegase el momento repaso brevemente los últimos acontecimientos. Las cortes habían finalizado y el rey había obtenido su “servei”, el donativo que había solicitado al reino. Pero antes se habían debatido los contrafueros y los “greuges” de los estamentos, principalmente del brazo real, pues era el que mayores beneficios estaba obteniendo del despegue económico del reino y querían hacer valer su nueva posición de poder.

Finalmente a instancias suyas y con el fin de mejorar la forma de gobierno, el rey había accedido a modificar los fueron del reino de Valencia. El primer afectado fue el “consell” del reino, que pasaría a ser un órgano legislativo compuesto por ochenta y cinco compromisarios de los tres estamentos, veinte de la iglesia, treinta del brazo nobiliario, y el resto del brazo real. Estos compromisarios debían haber servido en los ejércitos reales un mínimo de diez años o quince en las milicias, y serían elegidos por los propios brazos en unas elecciones censitarias internas de cada brazo. Los consejeros tendrían un mandato de cuatro años, con una renovación de la mitad de la cámara bianual, permitiendo un relevo constante de sus miembros, y estarían limitados a un único mandato, no pudiendo repetir sin antes haber regresado a la vida civil.

Con ello crearía una suerte de “cursus honorum”, en el que toda persona con aspiraciones políticas debía empezar alistándose en los ejércitos o milicias del reino, sirviendo en él entre los veinte y los treinta años (treinta y cinco en las milicias). A continuación aquellos hombres ya podrían intentar ser elegidos para formar parte del “consell”, presentándose por alguna de la circunscripción en la que se dividiría el reino. Así si era elegido, podría servir en el consell durante cuatro años, a una edad mínima de treinta años, aunque generalmente y a menos que se tratase de alguien de una familia importante y conocida, o tuviese mucho dinero, generalmente se enfrentaría a varios años de vida civil antes de poder optar a un cargo.

Una vez abandonado el puesto de consejero, los consejeros salientes podrían obtener alguna plaza de gobierno, para lo que reservo toda una serie de puestos para ellos. Jueces del supremo, secretarios de Fomento, Sanidad, Calzadas (trafico), directores del Real Banco de San Vicente y otros. En su mente eso iría dividiendo el consell en dos sectores, uno encargado de la guerra y la política exterior, compuesto por el estamento nobiliario y el eclesiástico, y el segundo encargado de la economía, el comercio, y los asuntos más “mundanos”, formado por el brazo real. Y quien sabía, tal vez en unos años pudiesen dar lugar a un sistema bicameral…

—Un real por los pensamientos de vuesa excelencia. —dijo una voz sacándolo de su ensimismamiento. De inmediato se giró hacia ella, descubriendo a Doña Clara, una viuda rica de la ciudad de unos veintiocho o treinta años (un caballero nunca pregunta la edad de una dama), de hermosos cabellos rojizos, o lo que en Valencia se conoce como “ros”.

—Pensaba en una novela que estoy escribiendo, mi señora. —respondió Pedro inclinándose caballerosamente para besar la mano que esta le tendía. —mucho me temo que las musas me han abandonado.

—Así pues ¿también sois novelista? —inquirió la señora con voz suave. —Virrey, militar, marinero, explorador, inventor, empresario, matemático y ahora literato…—acabó con un ronroneo en la voz.

—Solo aficionado, mi señora. —respondió Pedro con suspicacia.

—Algún día deberíais dejarme leer vuestra obra…


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Mensaje por Gaspacher »

Colegiata de San Bartolomé apóstol, Valencia

—Ilustrísima, me alegro de veros. —Saludo Pedro al arzobispo Pedro de Aliaga tras el oficio religioso, inclinándose para besar su anillo.

—Excelencia, es un placer veros en el oficio de la catedral. —devolvió el saludo el arzobispo. —Deberíais venir más a menudo pues se os echa de menos en la catedral, aunque sé que los feligreses del resto de parroquias muestran mucha alegría cuando acudís a sus iglesias. —dijo a continuación refiriéndose a la costumbre del virrey de acudir indistintamente a cualquiera de las iglesias de la ciudad e incluso en ocasiones de los alrededores.

—Necesidad obliga, ilustrísima. —respondió Pedro. —Para conocer las necesidades de la ciudad y del reino debo conocer cuanto sea posible de sus habitantes.

—Os entiendo hijo mío, y he de decir que me alegra sobremanera la dedicación que mostráis a vuestro trabajo, pero recordar que no debéis trabajar tanto como para olvidar por ello a vuestros amigos. —dijo el arzobispo antes de continuar. —Ahora acompañadme un momento, quiero presentaros a alguien a quien querréis conocer, se trata de uno de los teólogos que participan en el concilio de la inmunización.

Momentos más tarde estaban frente a otro sacerdote, este un jesuita de mediana edad, lo que en esta época lo situaba en puertas de la vejez.

—Hijo mío, este es el padre Juan Bautista de Poza, uno de los teólogos que inmunizar a la población contra la viruela, es cumplir con la voluntad de Dios nuestro señor, pues es él quien nos ha dado las herramientas para descubrir el remedio. Padre Juan, os presento al marqués del Puerto, Virrey de Valencia.

—Mosén Juan, es un placer conoceros. —saludó Pedro al jesuita. —Me alegra conocer a quien defiende la bondad de la inmunización, pues hay muchas voces en contra.

—Es un placer, excelencia, como bien dijisteis en una ocasión, el conocer el universo es conocer la obra de Dios, y a través del conocimiento de su obra podemos llegar a conocer mejor a nuestro señor. Así pues, si nuestro señor puso las herramientas para vencer a la viruela a nuestro alcance, rechazarlas es rechazar la obra de Dios…


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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tercioidiaquez
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por tercioidiaquez »

Afueras de Madrid. 1 de Marzo de 1637

Diego había escogido, por motivos puramente sentimentales, el lugar que calculaba, años mas tarde se convertiría en el barrio de Campamento. Pero ahora, era todavía un prado, donde recordaba vagamente que se había rodado alguna película con "tanques" y que iba a ser el lugar escogido, para en la onomástica del Rey, dar una representación de "guerras fingidas".

Todos los embajadores de la Corte se hallaban presentes, y algunos prestaban mas atención que otros, sobre todo el francés, el imperial y alguno, que a no mucho tardar, enviaría un mensaje a su monarca y terminaría finalmente en la capital de la Sublime Puerta.

Diego había ordenado que solo acudiera un Tercio (con los dos batallones) armado con salvas de instrucción (solo pólvora sin cartucho).
Iban a enfrentarse a Tercio armado a la antigua, con picas aun con los nuevos mosquetes. Algunos nobles habían argumentado que "la pica era la mas noble de las armas" y que no podía extinguirse del campo de batalla. Diego sabía que detrás de esos nobles se encontraba, animándolos el propio Olivares.

Los embajadores, cómoda sentados bajo enormes toldos y refrescando el gaznate con un fresco jerez, observaron como los soldados armados con mosquetes, dispararon una salva tras otras contra el bloque de picas, que obviamente no sufrió bajas, por lo que cuando llegaron a 10 metros de los dos batallones, les hicieron retroceder, de manera bastante mas desordenada de lo esperado.
Un coro de vítores surgió de un grupo de nobles al ver como los piqueros hacían retroceder a los fusileros.
Los embajadores, la mayoría mostrando estar mas distraídos de lo que realmente estaban tomaron buena nota de como las picas habían ganado el enfrentamiento.
Diego se sintió bastante satisfecho.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.

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