Un soldado de cuatro siglos

La guerra en el arte y los medios de comunicación. Libros, cine, prensa, música, TV, videos.
Gaspacher
General
General
Mensajes: 23092
Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Pedro empleó el resto del tiempo en supervisar el entrenamiento de los hombres de guerra de los dos navíos, en esta ocasión acompañado de su padre a quien aprovechó para conocer a fondo e ir afinando su historia común. Aunque aún no se lo había contado estaba pensando que cuando llegase a Valencia sería adecuado comprar para él un puesto de capitán en la Milicia Efectiva, la fuerza encargada de la defensa del Reino que constaba de diez compañías de mil hombres cada una. Y si hacia tal cosa podía ser adecuado enseñar a su Padre algunas técnicas de combate más modernas que los cuadros de picas y mangas de mosqueteros como era el orden cerrado de mosqueteros que estaban desarrollando frente a sus ojos y que sería el futuro en solo unas décadas.

Las reparaciones en los buques se extendieron hasta mediados de octubre. Cuando por fin partieron rumbo a Ferrol. A bordo del Rayo viajaba su supuesto Padre, Don Joaquín, junto a dos de los hidalgos que había conocido en Orejo, Don Benito y Don Lorenzo, que habían decidido viajar hasta Santiago junto a ellos. El pequeño convoy de buques estaba en este caso formado por los dos navíos de la compañía y la Zabra Meteoro, que regresaría con ellos a Valencia. Por desgracia el mar de principios de otoño empezaba a estar movido y los navíos se movieron con lentitud rumbo Oeste-noroeste adentrándose en el Cantábrico.

Unos días más tarde por fin había sobrepasado Finisterre y Pedro estuvo en disposición de cambiar su rumbo para dirigirse al sur, hacia Ferrol aprovechando los alisios. Fue entonces cuando una voz de vela a la vista sorprendió a la tripulación. Aun sería peor cuando unos minutos más tarde el vigía grito nuevamente vela a la vista a proa. De hecho grito que podía verse todo el horizonte cubierto de velas. Segundos más tarde comunicaban la noticia a Pedro en su camarote, que no pudo evitar soltar una imprecación.

Un destello de su memoria le hizo recordar, o mucho se equivocaba o acababa de darse de bruces con la expedición anglo holandesa a Cádiz…como podía haber olvidado algo como eso...


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Gaspacher
General
General
Mensajes: 23092
Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Algún lugar al Noroeste de Finisterre, 26 de octubre de 1625

Sin tiempo que perder Pedro corrió a cubierta y ordeno izar las banderas de alerta mientras él mismo subía a la cofa para tener una buena vista del horizonte. Así pudo comprobar que su primera impresión era acertada. Sin duda se trataba de la maldita flota de invasión que ataco Cádiz, y ahora tenía que decidir la forma de actuar.

Aun antes de descender a cubierta grito. — ¡Don Hipólito, por favor, comunique a los capitanes de los buques que se pongan al pairo y acudan a conferenciar a este buque! —Pidió a su tercer oficial que era el encargado de las señales. Menos de dos minutos después las dos banderolas eran izadas en el palo mayor. De inmediato a bordo del Relámpago y del Meteoro los hombres se pusieron a trabajar para preparar sus botes con el fin de que sus capitanes pasasen al Rayo, cosa que hicieron con rapidez. Mientras los esperaba Pedro sopesaba sus opciones. Sabía que esa flota fracasaría tanto en su intento de destruir Cádiz como en el de capturar la flota de Indias. Por desgracia ahora había un tercer factor que no debía despreciarse…su propio buque del tesoro, un galeón cargado de pieles, sedas, y porcelana China estaba por venir en esas precisas fechas, y si bien su pérdida no arruinaría a la Compañía Mercantil, si podía darle alas a los enemigos de España dificultando así su futuro. Y qué demonios, se negaba a dejar que le robasen.

Eso lo colocaba en una difícil disyuntiva. Debía buscar la forma de asegurar la llegada de su galeón aun a costa de tener que enfrentarse a aquel poderoso enemigo que tenía frente a sí. —La voz del contramaestre lo saco de sus pensamientos. Los capitanes estaban llegando. Minutos más tarde se reunió con sus capitanes en su camarote para cambiar impresiones con ellos.

—Caballeros, o mucho me equivoco o hemos dado con una flota de invasión hereje que se reúne a nuestras costas. —Empezó a exponer Pedro. —He contado unas sesenta velas, así que posiblemente sean muchas más. Mis cálculos para una flota de esa extensión es de alrededor de un centenar de bajeles. Antes de decidir nuestro curso de acción me gustaría conocer la opinión de vuesas mercedes, Don José…

—¿Nos han divisado, Don Pedro? —Quiso saber el maestre del Meteoro.

—Si nosotros los hemos visto con tanta claridad ellos también deberían habernos visto, pero a estas horas la luz del sol les puede haber dificultado el vernos o piensan que somos bajeles de su flota que se han dispersado durante la noche pues no han hecho ninguna maniobra extraña.

—En ese caso debemos evitarlos y dirigirnos a puerto de inmediato. Esa flota es demasiado grande para que hagamos algo, Don Pedro, ni tan siquiera sabemos cuál es su objetivo.

—Yo diría que se dirige a Lisboa o Cádiz, posiblemente con la intención de tomar aquellas ciudades y a continuación esperar la flota del tesoro. Solo así se explica que hayan mandado esta expedición en estas fechas y no en junio con el buen tiempo. —Respondió Pedro.

—En ese caso deberíamos tratar de hacer algo ¿pero qué….? —Intervino Juan. —Con solo tres bajeles no podemos enfrentarnos a esa escuadra. Yo luche en Celidonia en inferioridad, pero aunque la mayor parte de esa flota serán bajeles de transporte y no de guerra, lo de hoy es excesivo.

—Mejor morir como cristianos que vivir como cobardes señores. —Dijo el hidalgo Lorenzo, quien formaba parte de la reunión logrando un coro de afirmaciones de los presentes en la reunión.

—Estoy de acuerdo con vuesa merced, Don Lorenzo. —Respondió Pedro. —Por eso estamos tratando de encontrar la mejor forma de combatir al enemigo, morir por morir no ayudaría a nuestro señor.

— ¿Entonces qué haremos, hijo? —preguntó su padre.

—Tenemos que avisar a España para que reúna sus fuerzas y pueda combatir al enemigo. Solo así podremos hacernos con la victoria… —Dejo pasar unos segundos mientras pensaba. —Padre, os trasladareis junto a Don Lorenzo y Don Benito al Meteoro. Es nuestro bajel más rápido y servirá de aviso en esta ocasión. Por favor, miren todos aquí. —Señalando la carta náutica de la costa que descansaba sobre su mesa.

La flota enemiga esta ahora mismo aproximadamente en este punto. Una flota de ese tamaño se mueve necesariamente a velocidad muy reducida para no dispersarse y dejar a tras a los bajeles más lentos. Don José, eso permitirá a vuesa merced el adelantar y dejar atrás al enemigo. Diríjase al Este hasta que anochezca, y a continuación navegue tan rápido como sea capaz al sur hasta que considere que los ha dejado atrás. Debe dirigirse al Cabo San Vicente y a Cádiz, pero no pierda oportunidad de avisar a los buques españoles que pueda encontrar en su camino y si es posible avisar a Lisboa.

— ¿Qué haréis vos, hijo?

—Tratar de ganar tiempo y tal vez dar un susto a aquellos herejes…ahora debe darse prisa, padre, no podemos perder tiempo. Don Manuel, Don Lorenzo, Don Benito, mucha suerte a todos. —Dijo despidiéndose de aquellos hombres que salieron precipitadamente del camarote para recoger sus cosas.

Ahora se habían quedado solos Juan y él, y tenían mucho de qué hablar…


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Domper
General de Ejército
General de Ejército
Mensajes: 13713
Registrado: 13 Ago 2014, 16:15
España

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Domper »

Error de hilo



Tu regere imperio fluctus Hispane memento
Avatar de Usuario
tercioidiaquez
Mariscal de Campo
Mariscal de Campo
Mensajes: 19385
Registrado: 20 Ago 2005, 16:59
Ubicación: En Empel, pasando frio.
España

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por tercioidiaquez »

Enero de 1627. Ciudadela de Amberes.

Spínola habia mandado llamar a los Maestre de Campo, Sargento Mayor y Capitanes de todos sus Tercios. Con ellos llegó Diego que por su empleo quedó detrás atendiendo al General.
-"Mis agentes me han informado que el próximo objetivo será Groenlo. La guarnición es fuerte, pero me temo que también el enemigo. Si cae la ciudad mañana, pasado será Bolduque y al final la propia Amberes o Bruselas. Debemos evitar que caiga".
Los soldados, veteranos todos no hicieron ningún comentario.
-"Enrique" dirigiéndose a uno de ellos. "Mandarás las tropas, mucho me temo que tu primo es el comandante enemigo. Y no me cabe duda que es tan capaz como tú."
Enrique van der Bergh arrojó una media sonrisa sobre la mano que se rizaba sobre su bigote.
"Sé que están en tratos de conseguir mercenarios ingleses, escoceses y demás patulea. Como nos enseñó el duque de Hierro * solo una cosa mueve a esta gente, el dinero. Niégaselo y tendrás media batalla ganada. Podeis retiraros, mañana os daré las órdenes escritas. Diego por favor, cuéntame ese chisme que me comentaste sobre la tabernera".

Diego se sonrojó ante las sonrisitas de los demás oficiales al retirarse y es que la sangre italiana del General siempre volvía por sus fueros.

"¿Tabernera, mi General?".
"Olvidadlo, algo tenía que decir para justificar que os quedarais. Estas son vuestras instrucciones y esto guardadlo hasta que os sea necesario", entregando un documento sellado y lacrado Spínola comenzó a hablar.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
Gaspacher
General
General
Mensajes: 23092
Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Octubre de 1625

Cuando una hora acabaron la reunión y Juan regreso a bordo del Relámpago la flota enemiga se encontraba justo al oeste de los dos navíos de Pedro, quien suponía que el enemigo no había realizado ningún movimiento contra ellos por suponer que podían volver la proa y huir con rapidez aprovechando los vientos del Noroeste. De todas formas eso era perfecto para los planes españoles pues los colocaba en la posición perfecta para llevar a cabo sus planes.

De inmediato ambos buques viraron para poner rumbo suroeste, como si se dispusiesen a buscar la seguridad de Ferrol o algún otro puerto gallego o asturiano. Durante las horas siguientes ambos buques se alejaron a buen ritmo hasta que dejaron de divisar la flota enemiga. Poco después ambos buques se separaron, el Relámpago se quedó atrás mientras el Rayo arrumbaba al sur buscando el viento de aleta que los impulso a casi siete nudos y medio.

A esa velocidad en las casi doce horas de oscuridad el Rayo debía haber avanzado al menos unas treinta millas más que la flota enemiga que se movía, según los cálculos de Pedro, a unos cuatro nudos de velocidad. Eso sin duda debería haberles permitido adelantarlos por su costado de babor, por lo tanto ahora la flota enemiga debía estar unas millas por su aleta de estribor. Con un nerviosismo que se palpaba en el ambiente los tripulantes esperaron el amanecer en aquella densa oscuridad que proporcionaba la luna nueva, el momento más peligroso pues si sus cálculos se demostraban errados podría encontrase con las primeras luces rodeado de la flota enemiga. El propio Pedro que había sido despertado una hora antes del amanecer paseo una y otra vez a lo largo del puente, bromeando con sus oficiales pero dispuesto a dar una rápida respuesta en caso necesario.

Por fortuna al alba Pedro pudo comprobar que no se divisaba ninguna vela enemiga en el horizonte. Unos rápidos cálculos de posición le mostraron que debían estar a unas treinta leguas de la costa gallega, así que debía virar hacia el Suroeste para buscar al enemigo, pero eso les dejaría sin horas de luz para llevar a cabo su propósito. Sería mejor esperar al día siguiente, así que puso proa al suroeste buscando adelantar a la escuadra enemiga y ganar barlovento con vistas a futuras maniobras. Durante las horas siguientes se alejaron sin divisar vela, ni amiga ni enemiga, hasta que al alcanzar unas setenta leguas de la costa volvieron a virar, esta vez para arrumbar al Sur.

— ¡Don Marcial! —llamo Pedro al oficial de guardia. —que suban a cubierta una de las viejas velas que adquirimos en Santander, y que preparen una maroma de al menos cien varas. —Ordeno Pedro. Minutos más tarde Marcial acudió a darle novedades, indicándole que ambas cosas estaban preparadas.

—Don Marcial, quiero que pasen la maroma por la proa y dejen que esta se deslice por debajo de la quilla. —Explico Pedro recordando una táctica que había leído en unas novelas sobre las guerras napoleónicas. Por desgracia no recordaba el nombre de esta táctica y de hecho no sabía si ya estaba en uso o no se conocería hasta años más tarde. De todas formas explico que era lo que quería y pasaron varias horas practicando una y otra vez mientras seguían navegando hacia el Sur.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Gaspacher
General
General
Mensajes: 23092
Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Una vez más el momento del alba era el más peligroso y las primeras luces del día 29 los sorprendieron cuando debían estar a unas setenta leguas al Oeste de Coimbrao, y una vez más los tripulantes lanzaron un suspiro de alivio cuando vieron el horizonte a su alrededor limpio de velas. Era hora de llevar a cabo sus planes, así que Pedro se puso en marcha y ordeno arrumbar al ESE. Era hora de buscar de una vez por todas la flota enemiga.

No mucho después pudieron divisar las primeras velas por babor. Ahora debían ser claramente visibles para el enemigo y tomaron una cuarta al Sureste por el Este, alejándose de ellos lentamente. No mucho después pudieron observar como varios de los buques de la vanguardia enemiga largaban velas para arrumbar hacia ellos. El pez había mordido el anzuelo.

De inmediato Pedro ordeno largar todas las velas, al mismo tiempo que disimuladamente ordenaba largar la vela bajo la quilla. Eso disminuyo la velocidad del Rayo en un par de nudos, logrando que pareciese que, aunque trataba de huir a toda vela, su velocidad era insuficiente para huir. Durante las horas siguientes, los navíos enemigos que debían avanzar a unos seis nudos fueron acortando la distancia inicial que estimaba en unas doce millas náuticas a razón de un par de millas por hora.

Ahora podían verse claramente los cascos de los buques enemigos que seguían lanzados en un intento de interceptar al Rayo, que por su parte había arrumbado al Sur mostrando su popa en un intento de huir aun lastrado por la vela de arrastre. A mediodía Pedro calculo que los dos buques enemigos más cercanos debían encontrase a milla y media de su buque. Otros ocho bajeles enemigos se habían desplegado a intervalos y navegaban hacia el sur en un intento de cortar sus rutas de huida. Muy lejos, al menos diez millas al norte se encontraba el resto de la flota enemiga que debía avanzar a tres o cuatro nudos como mucho.

Era hora de entrar en combate y Pedro ordeno que subiesen los carpinteros al puente y que llevasen con ellos una escuadra y un transportador de ángulos. Si la bala de cañón podía alcanzar aquella distancia, y podía, él haría que lo hiciese con precisión pese a que se hallaban en teoría al menos al doble de la distancia de cañón…


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Gaspacher
General
General
Mensajes: 23092
Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Tras separarse del Rayo Juan de Cereceda había conducido su navío dando un amplio rodeo que le llevo a la retaguardia de la flota enemiga, siguiéndola siempre a distancia, tanto que tan solo de tanto en tanto podía divisar alguna de sus velas. Desde allí y a lo largo de día y medio había seguido la ruta de la flota inglesa en un intento de cazar a cualquier buque que quedase rezagado, desgraciadamente sin suerte.

No fue hasta el segundo día cuando siguiendo las órdenes se acercó en busca de la flota enemiga. Para su sorpresa la velocidad que hasta entonces habían seguido los buques enemigos parecía haber aumentado, y pronto pudo observar como la flota enemiga perdía cohesión al no poder seguir el ritmo los buques más lentos que fueron quedando rezagados.

Había llegado su oportunidad. Aprovechando las cualidades de su nuevo buque eligió uno de los rezagados y se lanzó a por él, cuidándose de quedar siempre a barlovento con el fin de disponer de una ruta de huida en caso necesario. Por supuesto su maniobra fue observada por el inglés, que tras unos minutos disparo un cañonazo de advertencia, tal vez solicitando ayuda de algún buque de guerra pues ahora Juan podía observar claramente como el inglés era un buque de transporte repleto de tropas. Para su desgracia cualquier ayuda tendría que llegar navegando ciñendo al viento, algo no siempre fácil.

Tres horas después alcanzaba al lento bajel inglés al que cañoneo unos minutos hasta que este arrió su bandera. El intento de socorrer a este buque por parte de cuatro buques armados había resultado estéril al chocar con los vientos en contra. Por desgracia aun podían tratar de rescatarlo, por lo que tras enviar un grupo de abordaje que encerró a la tripulación enemiga a excepción de los oficiales que fueron llevados al Relámpago, los dos buques españoles se pusieron de nuevo en movimiento.

El bajel capturado que ahora se llamaba San Germán, por corresponder el santo al día 29 de octubre, se dirigió en busca de Lisboa para refugiarse. Mientras tanto el Relámpago se quedaba atrás para ganar tiempo, cañoneándose con dos de los bajeles enemigos durante dos horas. Por fortuna la posición a barlovento del Relámpago le ofrecía la ventaja táctica. Los buques ingleses pronto se vieron envueltos en el humo de sus disparos, dificultando su puntería, mientras el humo del Relámpago era rápidamente dispersado por el viento.

Por fin tras comprobar que el San German ya no podía ser interceptado, Juan decidió romper el contacto y escapar, dejando tras de sí dos de los buques enemigos dañados. La noche estaba a punto de caer, así que se dirigiría a Lisboa para reunirse con el Rayo.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Gaspacher
General
General
Mensajes: 23092
Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

El Meteoro había llegado a Cádiz el día 29 de octubre, a tiempo de avisar al Duque de Medina Sidonia que pudo enviar los buques que había en el puerto a otros lugares para salvarlos mientras ordenaba traer suministros y que se reagrupasen en Cádiz las tropas repartidas por Andalucía. Dos días después llegaba la flota enemiga, una flota de una magnitud aun mayor a la descrita por los hidalgos que trajeron la noticia y que ahora, alistados en la milicia para defender la ciudad, permanecían en una localidad cercana.

Durante todo el día una agrupación enemiga ataco el fuerte del puntal, que respondió con fuerza resistiendo hasta el día siguiente. Para cuando por fin se rindió había logrado hundir dos de los buques que descubrieron eran holandeses, y dañar otros seis buques. La caída del fuerte marco el momento de desembarcar, cosa que hicieron los ingleses a lo largo de la noche y parte de la mañana siguiente.

Sin embargo para ese momento los refuerzos españoles estaban llegando, haciendo evidente que el ataque había fracasado. Durante los días siguientes la situación continuó estancada, pero conforme llegaban más y más refuerzos la confianza del Duque de Medina Sidonia y del maestre de campo Fernando Girón aumentaba. Finalmente la noche del día 5 una encamisada causo cientos de bajas entre los atacantes que estaban borrachos, obligando al resto de la fuerza a reembarcar y cesar el ataque. En aquella encamisada hallo su fin el hidalgo Lorenzo de Sevilla, atravesado por una pica inglesa.

Mientras tanto el Rayo que tras escapar de sus perseguidores soltando la arrastrera y ganando abruptamente tres nudos y medio de velocidad, se había dirigido a Lisboa, ciudad en la que se reencontraron con el Relámpago y su presa. De todas formas no podían desperdiciar el tiempo. Pedro solicito reunirse con las autoridades de la ciudad para tratar de organizar una escuadra con la que atacar al enemigo. Por desgracia las autoridades se mostraron dubitativas e incapaces de tomar ninguna decisión, por supuesto no podían saber que esa flota no solo fracasaría, sino que se dispersaría y sufriría grandes penalidades a causa de la falta de agua y las enfermedades.

Finalmente el 9 de noviembre el Rayo y el Relámpago se hicieron de nuevo a la mar. Don Juan, quien había manifestado algunas dudas sobre enfrentarse en solitario a tamaña flota, demostró así su confianza en Pedro y las tácticas que este había desarrollado la semana anterior, atrayendo a los mejores buques enemigos lejos de la flota y permitiéndole actuar con libertad. Tres días después el barómetro empezó a caer anunciando una tormenta, por lo que ambos navíos se dirigieron al cercano puerto de Sines donde esperaron dos días hasta que la tormenta se disipo. De inmediato volvieron a hacerse a la mar para buscar al enemigo.

Siguiendo las órdenes de Pedro los dos navíos navegaron separados unas millas entre si durante el día, de forma que podía cubrir más distancia de exploración, y se reagrupaban durante la noche para mayor seguridad. Esto demostró su utilidad cuando al día siguiente el Rayo, que ocupaba la posición a barlovento más al Oeste, diviso dos velas al Sur. De inmediato disparo un cañonazo de aviso ordenando al Relámpago que se reagrupase con él, para a continuación arrumbar hacia aquel contacto desconocido. Durante las dos horas siguientes conforme se acercaban al contacto la inquietud se adueñó de los tripulantes de los navíos conforme las velas que podía divisar se convertían en tres y luego en cinco. Afortunadamente no había más enemigos en las cercanías y pudieron respirar tranquilos.

A bordo del Rayo, Pedro inspeccionó con detenimiento los buques que tenía frente a sí desperdigados en un amplió frente. Por lo que podía observar se trataba de tres bajeles de guerra y dos mercantes armados. Si como suponía su tripulación había sido presa de las enfermedades tenía una muy buena oportunidad de acabar con ellos. Con esto en mente y aprovechando su posición a barlovento empezaron a navegar hacia el enemigo que trato de huir, sin embargo su lenta maniobra confirmo a Pedro que sus tripulaciones realmente estaban en problemas y la caza se aceleró. No mucho después alcanzaban al más rezagado de los mercantes que arrió su vela al primer disparo. El grupo de abordaje al mando del alférez Antonio descubriría poco después que estaba cargado de pólvora y municiones, de ahí su rápida rendición.

El resto de buques presentaban otro problema. Su velocidad seguía siendo inferior a la de los navíos españoles por lo que deberían cazarlos en no mucho tiempo. Tal vez en la intención de los capitanes ingleses fuese huir hasta que cayese la noche, pero cuando el Relámpago que iba en vanguardia viró para presentar su costado y disparar una andanada que rindió a otro de los mercantes, cambiaron de opinión. No querían compartir el destino de aquel mercante que acababa de arriar su bandera al perder su timón.

Ahora los tres buques de guerra se reagruparon para adoptar una línea de batalla poniendo rumbo al Este. Pedro quien ya se había reincorporado a la caza tras capturar aquel primer mercante, no estaba dispuesto a desgastarse en una batalla contra esa línea. Por suerte ya había visto que aquellos buques maniobraban con lentitud, y quiso aprovechar su superior velocidad y maniobrabilidad para buscar su popa mientras a una milla de distancia el Relámpago culminaba la captura del mercante que lo había retrasado.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Gaspacher
General
General
Mensajes: 23092
Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Cádiz, 14 de noviembre de 1625

El Duque de Medina Sidonia acudió al puerto para ver la lenta fila de barcos que se acercaba y que muchos habían confundido con la Flota del Tesoro. Los buques sin embargo eran al menos tan sorprendentes como la flota que esperaban. En cabeza un poderoso bajel que enarbolaba la bandera del Reino de Valencia y la cruz de San Andrés, mostrando su filiación española. Tras él, arrastrados por cables de remolque uno tras otro podían contarse seis buques que enarbolaban la Cruz de San Jorge inglesa, y sobre ellos otra bandera, esta con la Cruz de San Andrés, mostrando que se trataba de buques capturados. Tras ellos y algo separado pero navegando libremente un segundo bajel idéntico al primero, también luciendo orgulloso la enseña con la cruz de San Andres.

Poco después los bajeles atracaban en la bahía, desembarcando de inmediato sus heridos para que los tratasen en tierra. En el hospital los médicos vieron con asombro como con cada médico se entregaba una tablilla con su diagnóstico así como con el tratamiento seguido para hasta entonces. También sorprendió bastante el que los heridos no se quejasen, descubriendo los efectos de láudano como anestesia. Con ellos y para evitar problemas de drogadicción también llegaba una hoja de recomendaciones en ese aspecto.

Por fin Juan y Pedro pudieron bajar a tierra y acudir a entrevistarse con el Duque, mientras tras ellos desembarcaban los prisioneros que hasta poco antes habían tripulado aquellos bajeles capturados. El estado de los marinos ingleses era penoso, estaban famélicos y con serios síntomas de enfermedad, solo así se explicaban las palabras del dueño de los bajeles corsarios, Pedro de Valencia.

—Estaban dispersos por el océano y pudimos capturarlos uno a uno salvo en una ocasión. Tres de los bajeles de guerra trataron de maniobrar para presentar una línea de combate. Pero parece que la expedición había sido mal preparada. Los alimentos que cargaron estaban putrefactos y el agua se echó a perder causando enfermedades a bordo. Cuando los atacamos al menos la mitad de su tripulación original había muerto o estaba impedida, y muchos de los demás estaban enfermos… Así que apenas podían maniobrar o recargar sus cañones. Por eso fue fácil buscar la popa de su formación, cortarla entre el segundo y el tercer bajel y destruir el velamen y el timón del Bonaventure al tiempo que barríamos la cubierta del Triumph con nuestros cañones de estribor.

El problema fue el St Andrew, que trataba de virar para atacarnos, pero tenía los mismos problemas de enfermedad entre sus tripulantes y para cuando quisieron hacerlo el Relámpago había finalizado la captura del Argylles y se había reincorporado a la batalla para luchar contra él penol contra penol. Una lucha en la que nuestros artilleros y mosqueteros barrieron la cubierta enemiga pasando al abordaje para tomar el bajel.


El Duque felicito como no podía ser de otra forma a los integrantes de los buques corsarios que pudieron bajar a tierra los dos días siguientes.

Sin embargo Pedro quería tratar de causar aún más daños al inglés, por lo que ordeno a sus bajeles que el día doce partiesen de nuevo para dirigirse a Ferrol, desde donde patrullarían las aguas del Sur de Irlanda durante al menos un mes más. Para ello ascendió a su primer oficial poniendo a Don Juan de Cereceda al mando de ambos bajeles, que partirían el día 20 de noviembre rumbo a Ferrol.

Don Pedro, quien se había reunido con su padre en la ciudad, permanecería en ella otros seis días hasta que pudo regresar a Valencia a bordo del Meteoro. La flota de Indias llegaría intacta a Cádiz tres días después, el 29 de noviembre, cuando el Duque de Medina Sidonia pudo escribir a su Majestad el Rey dando cuenta del fracaso de la empresa inglesa y de la victoria alcanzada por las armas españolas.

Aunque no lo sabría hasta semanas después esta victoria aún se agrandaría al capturar Don Juan de Cereceda otros tres mercantes y dos bajeles armados, los galeones Defiance de 34 cañones y el Nonsuch de 32, hundiendo otros dos que pese a las bajas y las enfermedades resistieron hasta el fin, entre ellos el St George. Con ello ingleses perdieron sesenta y ocho de los noventa bajeles que emplearon en la expedición, y los holandeses dos de sus quince.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Gaspacher
General
General
Mensajes: 23092
Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Valencia, finales de noviembre principios de diciembre

La noticia de la llegada del Meteoro con las nuevas de la increíble victoria lograda en aguas de Cádiz tan solo fue superada por la llegada del Galeón de Siberia días después. Este galeón que había partido de Siberia con la llegada del buen tiempo había navegado durante siete meses, enfrentándose al clima y a los mares embravecidos para traer su preciada carga hasta la ciudad. Un viaje en el que tan solo las medidas de conservación de los alimentos e higiene permitían a aquellos buques completar viajes tan largos sin problemas de entidad a bordo.

Durante sus meses de ausencia los trabajos en los diferentes negocios que Pedro estaba invirtiendo habían continuado, y ahora era el momento de empezar a preocuparse de ellos. En el puerto el primer espigón del puerto empezaba a tomar forma, construido con rocas traídas del interior y bloques de hormigón “romano”, hechos con cenizas del Vesubio. Más importantes aun eran las obras en el Grao, donde se estaba formando una verdadera ciudad. Bajo los cuidados del otro Pedro, el arquitecto encargado de la construcción del puerto y los edificios de la Compañía Virgen del Carmen, estaba empezando a formarse una verdadera ciudad con decenas de casas y cientos de habitantes. Las calles de esta nueva población, hechas siguiendo el trazado de las nuevas alcantarillas permanecían limpias y las nuevas viviendas incluían sanitarios construidos por un sistema diseñado por mosén Pedro Artigas a instancias de su patrón. Gracias a ello se evitaba el vertido de inmundicias y desperdicios en las calles recién empedradas que permanecían relativamente limpias.

Al día siguiente visito la cercana Murviedro, donde estaba construyéndose un Alto Horno utilizando las tierras negras traídas de Toledo. Unas tierras que tan solo él sabía eran grafito y eran de gran utilidad en hornos y crisoles. Cuando ese alto horno estuviese acabado en un par de años, las cocinas económicas podrían ser producidas en masa. En este negocio había acabado entrando un comerciante genovés afincado en Cartagena y Alicante llamado Robert Blanes, y otros comerciantes valencianos, Olginat, y Miquel Joan Diego que habían aportado en conjunto el 40% del capital. Cuando el alto horno estuviese en funcionamiento, esperaba que Blanes pudiese encargarse del comercio internacional de aquellas cocinas y otras cosas que irían desarrollando.

Su viaje de inspección continuó cuando se trasladó a la fábrica de vidrio de Viver. Esta fábrica por fin estaba completada y constaba de tres grandes edificios de adobe de una única planta. Incluso se había afinado el proceso de fabricación con la adición del pulido del vidrio por medio de polvo de óxido de hierro, aunque se seguía investigando para hallar mejores abrasivos. Mientras tanto el polvo se conseguía moliendo durante horas el óxido de hierro en un molino hidráulico cercano. También en este negocio había buscado un socio en la ciudad, en este caso un mercader llamado Diego de Rivadeneyra que controlaba el 20% de las acciones.

No muy lejos de allí, en Castellón, otro complejo fabril de características muy similares era el encargado de convertir las planchas de vidrio en espejos. No era este el único complejo que levantaba en Castellón, pues al norte de la ciudad había decidido construir una torre de fraccionamiento simple, en nada parecida a las de las grandes refinerías como la de BP que había conocido durante una isita escolar cuando era niño. Esta torre serviría para destilar el aceite de roca con vistas a lograr extraer aceite mineral, un producto lubricante que sería preciso si algún día quería fabricar cañones perforados. En el primer caso sus socios eran los hermanos Morla, con un 10% del negocio.

Acabo su visita viajando hasta el Maestrazgo, donde estaba construyendo un cuarto complejo fabril, en esta ocasión en colaboración con un mercader de origen italiano llamado March Antoni Musefi. Cuando estuviese completado allí fabricarían piezas de ropa con las nuevas máquinas de coser que estaban fabricando en Valencia.

Cuando regreso a Valencia tras una semana y media de viaje, Pedro, a quien la campaña naval había quitado tiempo de investigación, volvió a su “laboratorio”. Allí se reunió con sus ayudantes, jóvenes contratados entre los estudiantes de la universidad de Valencia y entre los menestrales de varios oficios. Para ese momento eran tantos y tan diferentes sus intereses que en gran parte eran ellos los que ahora desarrollaban los trabajos de investigación bajo su dirección. Generalmente Pedro visitaba el laboratorio durante unas horas en las que se movía entre un grupo de trabajo y otro, comentando con los trabajadores sus impresiones y como creía que deberían continuar al tiempo que pedía su opinión.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Gaspacher
General
General
Mensajes: 23092
Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Uno de los grupos había estado trabajando en una Eolípila, más como curiosidad que por otra cosa. Sin embargo y a diferencia de la Eolípila de Herón, él sugirió cambiar el eje convirtiéndolo en un eje solidario a la Eolípila, de forma que al girar está el eje girase con ella. Así pudo añadir un engranaje colocado en el eje de la máquina de vapor, a través del cual y con la ayuda de una serie de ruedas dentadas accionaba una máquina para tallar lentes de “Leonardo”, una máquina para dar forma a lentes convexas. Para aquellos ayudantes el lograr que el vapor realizase un trabajo fue un logro asombroso y pronto sus mentes volaron soñadoras. Pedro sabía que convertir ese experimento en una verdadera máquina de vapor sería un trabajo homérico, pero era un primer paso. La semilla estaba sembrada y a partir de ese momento dejaría la labor de desarrollarlo a aquellos ayudantes, aunque siempre estaría allí para compartir con ellos impresiones y consejos.

Precisamente las lentes era otro de sus los campos de investigación que llevaba a cabo el segundo grupo. Con el fin de lograr crear lentes para catalejos, telescopios y microscopios estaban probando nuevas fórmulas de vidrio añadiendo diferentes óxidos como el de plomo a la mezcla. No acababa allí su trabajo pues también trabajaban en mejorar las técnicas de tallado y pulido. El último paso que estos debían dar era fabricar esos telescopios y microscopios, una tarea en la que Pedro también estaba aconsejándolos.

El tercer campo de experimentación de esos días eran las tuberías de bronce que había encargado tiempo atrás. Con ellas empezó a realizar pruebas de conducción de líquidos, probando diferentes sellados y soldaduras. Solo unos pocos de los ayudantes de confianza que trabajaban en su laboratorio intuían la razón a través de sus conversaciones. Quería realizar pruebas de conducción de gas con vistas a crear un sistema de iluminación pública para el Grao y para sus factorías.

También los herreros locales continuaban trabajando para él, y a las herramientas que estaban fabricando para Diego se sumaron decenas de grandes rejas, algunas destinadas a convertirse en puertas con un sistema doble de cerradura. Por desgracia Pedro estaba demasiado ocupado para visitar las cuevas de Bocairente, pero esperaba que para el próximo verano pudiesen haber instalado aquellas rejas acabando las obras en las cuevas. De hecho las cosas iban tan bien que podía ir empezando a pensar en contratar guardias expertos, con medio centenar sería suficiente…

Otra tarea en la que los herreros ayudaban era en el diseño de máquinas cosechadoras hipomóviles, y una vez más Pedro se limitó a dar unos consejos a los “llauraors” a los que había contratado para suministrar alimentos frescos a la compañía. No fue difícil hablar con ellos y decirles “los herreros igual podrían hacer un carro con guadañas que cortase el trigo al avanzar”. Después de eso en sucesivas reuniones en las que en alguna ocasión participaron algunos carreteros y herreros locales, a los que escuchaba mucho y aconsejaba poco, pero de forma que encauzase sus diseños de forma efectiva.

Quien también parecía medrar, en este caso sin intervención directa de Pedro, era un impresor local llamado Román, quien había impreso los libros de cuentas de la Compañía. Unos libros que conforme fueron conocidos por los comerciantes locales, muchos de los cuales realizaban negocios con Pedro, empezaron a ser adoptados con entusiasmo en sus empresas expandiendo el negocio de Román. Así el libro diario, el mayor, el de caja, el de almacén, las cuentas anuales, y el registro de acciones se extendieron con rapidez entre la burguesía valenciana e incluso algunos pequeños tenderos habían empezado a adoptar alguno de ellos.

El resto del tiempo lo aprovecho para hacer un poco de vida social, y como en su anterior estancia en la ciudad trato de invitar al arzobispo, y a diversos nobles, médicos, o comerciantes a cenar en su casa. En alguna ocasión incluso estuvo presente su padre Francesc, para quien estaba tratando de comprar el cargo de capitán de la milicia Efectiva. Un cargo de gran importancia que acarreaba el mando sobre mil hombres. Con su presencia en la cena se daba a entender que existía cierto parentesco, lo que ponía las bases de la futura naturalización que todos sabían próxima, pues ya no ocultaban la relación que era vox populi.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Gaspacher
General
General
Mensajes: 23092
Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Valencia, 2 de diciembre de 1625

Pedro llamo a su escribano a su despacho para redactar una carta.

…he seguido con mucho interés sus publicaciones e investigaciones en todos los campos, y he de decir que han servido de punto de partida para mis propios trabajos en el campo de la práctica. Su trabajo sobre el péndulo dio pie a que mis socios y yo, que llevábamos un tiempo adentrándonos en el campo de la relojería, construyésemos el más perfecto reloj que pueda imaginar. También sus investigaciones sobre Astronomía me han sido de gran interés, aunque no siendo este campo de mi experiencia poco puedo aportar. Sin embargo por el respeto que le profeso me permito hacerle llegar una proposición que espero sea de su agrado.

Por eso tengo el honor de comunicarle que los experimentos realizados con vidrio los últimos tiempos nos han permitido fabricar lentes de una claridad asombrosa, y con ellas instrumentos que llamamos “catalejos” o telescopios, que sirven para observar lo lejano como si estuviese a nuestro lado. Por ello si vuesa merced tiene a bien aceptar mi propuesta, y acepta viajar a España, le cederé uno de esos catalejos para que pueda continuar sus investigaciones desde este reino…


Valencia, 3 de diciembre de 1625

Esa noche el rector de la universidad de Valencia, Francesc Vives, había acudido a cenar invitado por Pedro en su casa. Una actividad que empezaba a gozar de cierto predicamento entre la clase alta de la ciudad por la calidad de las viandas y vinos que se servían, así como por las veladas amenizadas por música e interesantes conversaciones. De hecho no eran pocos los comerciantes y burgueses que habían acabado la cena siendo participes de lucrativos negocios, y eran varios los que habían mostrado interés por adquirir acciones de la Compañía Mercantil que podía suponer más del 500% de beneficios.

Pedro se estaba ofreciendo a mantener becas de estudios para los mejores estudiantes en cada disciplina, y en becas de investigación para aquellos proyectos que le resultasen de interés. Estos serían elegidos por Pedro entre las propuestas presentadas por estudiantes y profesores, y en ella se aportaría un sueldo para el investigador y un número variable de ayudantes, y dinero para adquirir materiales o hacer las pruebas que fuesen necesarias. Esto dejaba claro que las becas serían destinadas a las llamadas “Artes vulgares” o algunas de las artes liberales como medicina, astronomía o matemáticas, pero podía suponer un gran avance para las personas, sobre todo si al acabar el proyecto lograban publicar sus resultados como prometía Pedro.

Francesc se daba cuenta que si lograban instaurar esta beca su universidad aumentaría aún más su fama. En cierto sentido lograr que este acuerdo se hiciese realidad era casi una necesidad para Francesc, pues se daba cuenta que en los últimos tiempos Pedro ya había apoyado a algunos artesanos con sus invenciones, por ejemplo el que fabrico aquellos candiles que ahora alumbraban el comedor.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Gaspacher
General
General
Mensajes: 23092
Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Valencia 4 de diciembre de 1625
Tras el oficio religioso vespertino al que había acudido, Pedro se reunió con los principales miembros del gremio de mercaderes y con varios menestrales de otros gremios que habían acudido al mismo oficio en frente de la Catedral. Ahora eran muchos los mercaderes que le solicitaban una y otra vez el unirse al negocio de la Compañía, algo que empezaba a atraer a Pedro quien había escrito en varias ocasiones a sus compañeros sobre esa posibilidad.

La venta de acciones podría favorecer la expansión comercial del negocio y podrían enviar tres o cuatro galeones la próxima primavera, aumentando la cantidad de suministros y nuevos grupos de cazadores que podían sustituir a las bajas que había habido y sobre todo, a aquellos cazadores cuyo contrato inicial estaba por finalizar y que tal vez quisiesen regresar a España con los beneficios que hubiesen obtenido.

Sí, tal vez fuese una buena idea abrir el accionariado de la empresa al público, pero a cambio Pedro utilizaría eso como una herramienta para crear una sociedad por el progreso. Se inspiraría en las Reales Sociedades de Amigos del País que proliferaron por España con la llegada de los borbones. Si lograba que estos hombres accediesen a crearla podría actuar desde las sombras, buscando el anonimato pero influyendo en el desarrollo de la ciudad sin exponerse.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Gaspacher
General
General
Mensajes: 23092
Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Valencia 8 de diciembre de 1625

Lo más granado de la sociedad valenciana había acudido a la comida ofrecida por Pedro para celebrar el día de la Inmaculada. Entre los muchos platos con los que agasajo a sus invitados figuraban varios platos hechos con un casi desconocido “fruto de la tierra” traído de América, la patata. Este tubérculo que era despreciado por los españoles había sido cosechado por agricultores contratados por la Compañía y preparado en varios platos muy diferentes, dando cuenta de su versatilidad.

Para ello había tenido que contratar a varios labriegos cercanos a los que enseño a cultivar la patata, por supuesto dando instrucciones de no volver a sembrar patata en los mismos campos en los cuatro años siguientes. Ya de paso les mostro la técnica de rotación de cultivos que les permitiría un máximo aprovechamiento de sus campos, y técnicas de abono. De hecho y por lo que sabía, también las fortunas de esos labriegos estaban empezando a medrar, aunque eso era lógico pues la Compañía estaba adquiriendo sus cosechas.

Por supuesto ya tenía las patatas, pero aún faltaba mucho para que pudiesen implantar estas en la cocina. Tuvo que ser él mismo el que bajo día tras día a las cocinas para enseñar a la cocinera la forma de prepararlas. Patatas asadas al horno, fritas, o hervidas, con piel o sin ella, y en mil y una presentaciones diferentes, solas o acompañadas de carnes y pescados, aliñadas con una pizca de sal o salpimentadas cuando no acompañadas de salsas como el alioli, y por supuesto por encima de todo, la añorada tortilla de patatas. Únicamente cuando sus cocineros supieron preparar este alimento pudo enviarlos al puerto, donde empezaron a suministrarlo a los hombres que allí trabajaban.

Durante la recepción Pedro vio que el Virrey, Enrique Dávila, quien estaba acompañado por un caballero desconocido le hacía una señal requiriendo su atención.

—Don Pedro, este es Don Francisco de Castellví, Don Francisco nuestro anfitrión, Don Pedro. —Explico el virrey presentando a su acompañante al que Pedro saludo mientras. —Llego a la ciudad hace unas semanas y tiene un mensaje para vos de parte de Su Majestad el Rey Felipe III.

—Su majestad tiene mucho interés en conoceros, Don Pedro. Vuestras hazañas en Cádiz han llegado a sus oídos y quería felicitaros.

—Es un honor para mí, Don Francisco ¿Debo viajar entonces a Madrid?

—No será necesario, Don Pedro. —Respondió Francisco. —En unas semanas Su Majestad va a viajar a Monzón para celebrar las cortes del Reino de Valencia.

—Podéis acudir con vuestro padre, Don Pedro. —intervino Enrique Dávila. —Él también logró honores en Cádiz.

—Muchas gracias Excelencia, por supuesto será un honor. Don Francisco ¿Ha viajado vuesa merced a Valencia solo para comunicarme esa noticia?

—No, Don Pedro, acudía a comunicar las peticiones que tenía su Majestad para las Cortes.

—Sobre eso quería hablar con vuesa merced, Don Pedro. —Intervino el Virrey. —Su Majestad quiere establecer una unión de Armas de la monarquía católica que me gustaría compartir con vos.

—Excelencia, yo no soy nadie. Esas cosas deben debatirse en el “consell secret” que gobierna el reino. —Respondió Pedro dejando escapar un suspiro.

—Don Pedro, no se menosprecie vuesa merced. —Dijo el virrey. —Es cierto que no forma parte del gobierno del reino, pero a nadie escapa que desde que estableció su Compañía en la ciudad dos años atrás, vuesa merced disfruta de una gran influencia entre los notables de la ciudad, especialmente entre burgueses y comerciantes muchos de los cuales forman parte del “consell general” y del “consell secret”.

—Uhm, como vuesa merced desee, excelencia. —Dijo Pedro ofreciéndoles una copa de vino y escuchando con detenimiento al enviado del Rey.

—A ver si he entendido bien. —Dijo Pedro cuando Don Francisco termino su exposición minutos más tarde, tomando unos segundos para pensar y beber un poco de vino. —Su majestad desea que todos los reinos de la monarquía contribuyan a la defensa levantando ejércitos de decenas de miles de hombres…

—Así es, Don Pedro. —Dijo Enrique.

—Esas medidas son las mismas que están arruinando a Castilla... —Comento Pedro mientras tomaba un trago de vino y miraba por la ventana mesándose la barba pensativo, preguntándose si debía apoyar al virrey y ahondar en los errores de España, o jugársela y tratar de poner remedio a alguno de los grandes males que acosaban a la España de Felipe IV…o Felipe III en el caso de Valencia. Si decidía actuar…


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Gaspacher
General
General
Mensajes: 23092
Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos

Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

—Es la misma Castilla que lleva más de cien años negando al resto de reinos de su Majestad el acceso a los mercados de Indias…la misma Castilla que ha disfrutado en exclusiva de los beneficios de Indias negando la posibilidad al resto de dominios del señor Rey, ahora pide ayuda con los gastos… ¿Accedería a abrir ese mercados al resto de reinos del señor Rey? No, eso no, por supuesto. —Se auto respondió Pedro, . —De hecho siguen maniobrando para desplazar a Valencia del comercio con la Siberia, obligándome a depender de la Casa de Contratación pese a que soy valenciano. No veo por qué debería apoyar a su Excelencia.

— ¿Acaso no es vuesa merced un fiel súbdito de su Majestad? —Dijo Francisco.

—De su Majestad Felipe III, Rey de Valencia, sí… —Dijo adoptando el papel de un valenciano de la época. — Pero lo que vuesa merced me pide es que ponga los intereses de Castilla por delante de los de mi reino.

—Don Pedro. Si el resto de reinos no actúan como uno solo y apoyan a Castilla, no, a Castilla no, a toda España la derrota es segura. —intervino Enrique.

—Excelencia, para solucionar un problema el primer paso es reconocer que existe ese problema…. Por mucho que no nos guste Castilla se muere ahogada en las deudas y no es capaz de pagar a sus soldados, y sin ellos la derrota es cuestión de tiempo. —dijo Pedro. —Tal vez de momento el valor de nuestros soldados pueda servir para ocultar este hecho, pero mientras nosotros no somos capaces de levantar nuevos ejércitos, los enemigos de la fe verdadera levantan ejército tras ejército para lanzarlo contra nosotros.

Primero la guerra con el holandés, cuando este empezó a debilitarse se unió el inglés, y seguro que si seguimos venciendo se sumara el francés, o lo hará ese tal Guillermo de Suecia que ahora ha entrado en Prusia, todo ello mientras otomanos y berberiscos continúan amenazando nuestras costas y bajeles. Con tantos enemigos tarde o temprano nuestros soldados serán incapaces de luchar en tantos frentes y serán derrotados, y cuando eso ocurra todos los reyes de Europa nos perderán el miedo.

—Repito que por eso necesitamos que el Reino de Valencia se sume a la Unión de Armas y se haga cargo de su parte de la carga.

—Por desgracia eso supone repetir los errores que están destrozando a Castilla, Don Francisco. Arruinaría al resto de reinos del señor rey, y acabaría por someterlos a unas tensiones terribles. Si yo manejase mi compañía comercial como tal y como funciona el Reino no duraría ni dos años en el negocio.

—Eso es un insulto a su Majestad y a España, Don Pedro. —Dijo el Virrey enfadado.

—Jamás insultaría a nuestro señor Rey. —Respondió Pedro entrando en su despacho para regresar unos segundos después con dos libros de cuentas mostrándolos a sus invitados, muchos de los cuales ya los estaban implementando en sus negocios. —Es por lealtad al señor Rey por lo que hago esta afirmación. El reino de Valencia no es capaz de mantenerse con sus impuestos ni de proteger sus pueblos y ciudades de las depredaciones de los piratas berberiscos, y los intereses de Castilla no están aquí sino en Flandes.

Pero eso es el problema, y conociéndolo no significa que no tenga solución. Miren estos libros. En ellos quedan reflejados hasta el último dinero que la compañía que presido gana cada año, y todos y cada uno de los gastos que esta realiza. ¿Tiene el consell algo similar para conocer el estado de sus cuentas? Y mire este otro libro. Son los presupuestos de la compañía para el próximo año. Sí, para el próximo año… —Dijo cuándo para cortar los murmullos que habían empezado cuando nombro que ya estaba calculando los gastos e ingresos del año siguiente.

¿Saben vuesas mercedes por qué necesito hacer un presupuesto para el próximo año? Porque el próximo bajel de Siberia no llegara hasta finales de año, pero hasta entonces la compañía seguirá teniendo gastos de personal, seguirá necesitando suministros, y tendrá que adquirir o construir más buques y enseres de todo tipo. Sin estos presupuestos no sabría cuánto dinero del último cargamento debo apartar para que la compañía pueda funcionar hasta que vuelva a tener ingresos. Incluso necesito hacer una previsión de gastos a largo plazo por si el buque del año que viene fuese capturado, se hundiese perdiéndose su cargamento, o surgiese cualquier tipo de imprevisto. Solo siendo previsor a largo plazo por medio de presupuestos puedo asegurar el funcionamiento de la Compañía Mercantil sin sobresaltos, y es lo mismo para el resto de negocios que poseo…

¿Pero el reino? El reino que aun debería cuidar más sus cuentas pues de él dependen las haciendas del Rey y de todos y cada uno de sus vasallos, en cambio vive día a día y sus impuestos no sirven ni para cubrir sus gastos anuales y cada vez está más endeudado. Más parece un sistema medieval, digno de aquellos señores que movilizaban sus huestes en primavera y las disolvían en cuanto se terminaba el dinero, hubiese finalizado la campaña o no. El sistema de recaudación es tan ineficaz que habría que destruirlo y crear uno nuevo y moderno. Nadie sabe en realidad ni cuanto ingresa ni cuanto paga o deja de pagar al año.

Solo si se actúa con previsión y se pone remedio a la enfermedad que corroe la hacienda real podrá el Reino de Valencia volver a ser lo que fue antaño. Si ahora nuestro señor Rey quiere nuestro apoyo, el consell debería empezar por ver si el Reino es capaz o no de prestárselo.

—¿Y cómo se hace una previsión o presupuesto, Don Pedro? —Inquirió el arzobispo que había estado escuchando con atención como solía cada vez que conversaba con Pedro, las más de las veces en cenas a las que este le invitaba. —Vuesa merced puede imaginar que en las bodegas de un galeón caben tantas toneladas de pieles o sedas que pueden venderse por estos dineros, pero un presupuesto sobre impuestos es diferente.

—No lo sé ilustrísima, eso debería pensarlo el consell.

—No sea vuesa merced modesto, don Pedro, seguro que puede pensar en algo. —Contraataco el arzobispo.

Pedro dejo pasar unos segundos mientras pensaba, aprovechando para tomar un sorbo de vino y coger una de las tapas que los camareros repartían por la sala en bandejas repletas de comida o bebida. Una particularidad de su casa que muchos admiraban. —Creo que empezaría por realizar un censo de la población del Reino y otro de las empresas. —Dijo tras acabar la tapa. —Los antiguos egipcios y romanos ya los hacían. Un censo permitiría saber cuántas personas hay en el reino, capaces de pagar impuestos este año próximo. Si ese censo estuviese actualizado, cada noviembre el reino podría hacer una previsión más o menos exacta de cuantos ingresos tendrá el siguiente año, y a partir de ahí, hacer una previsión de gastos.

—Un censo por personas y no por lumbres... —Dijo Antoni, un notario que formaba parte del consell general…. —Supongo que podría hacerse pidiendo a bailes y alcaides que lo realizasen en sus villas y castillos…


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.

¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: ClaudeBot [Bot] y 0 invitados