Un soldado de cuatro siglos

La guerra en el arte y los medios de comunicación. Libros, cine, prensa, música, TV, videos.
Gaspacher
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Mensaje por Gaspacher »

Pedro se acercó a la Diputación General de Valencia donde aprovecho para solicitar dos nuevos privilegios de invención. En este caso se trataba de un aro salvavidas que podía lanzarse desde los bajeles hacia los náufragos, para a continuación una vez estos se hubiesen sujetado al aro izarlos a bordo con una cuerda, y un chaleco salvavidas que mantenía a flote al marino que cayese a la mar. Una herramienta muy necesaria en un mundo en el que la inmensa mayoría de los marinos no sabían nadar.

Estos salvavidas estaban hechos en ambos casos de corcho y tela. El primero bloques de corcho compactados en forma de aro, reforzado con un nervio interior de madera para que mantuviese la forma y rigidez, todo ello recubierto con tela. Este aro que tenía un hueco en el centro de suficiente tamaño como para que el hombre al agua entrase por el aferrándose al salvavidas, tenía una guindaleza a su alrededor para mejorar el agarre y permitir una posterior recuperación desde el bajel. El segundo era un simple chaleco con una serie de bolsillos a su alrededor rellenos de corcho que mantendrían a flote a quien cayese al agua tanto tiempo como fuere necesario.

En ambos casos el invento no podía ser más simple y tras una demostración en el Turia y una posterior en el mar, frente al Grao de Valencia, que llamaron poderosamente la atención de los gremios de pescadores y de comerciantes, empezaron a darse las primeras presiones sobre la corona para que adoptasen esos inventos tan atrayentes en los que en lugar de reclamar el derecho a ser el único fabricante reclamaba simplemente sendos premios en metálico. Pronto fueron los propios gremios relacionados con el mar los que empezaron a ofrecerse a recaudar el dinero del premio, así que con la seguridad que pronto obtendría noticias de interés por parte de la corona representada en la Generalidad, Pedro emprendió su camino a su siguiente parada. Tocaba visitar a los armeros que se concentraban en la parroquia de Santo Tomas, al norte de la ciudad cerca de la entrada del portal Real y de la puerta de los catalanes que junto a la de Serranos y la del portal Nuevo eran las orientadas al Norte.

Una vez reunido con los armeros paso a explicar sus necesidades. Quería que fabricasen para él doscientos cincuenta mosquetes ligeros con llave de chispa y cañón rayado. Armas caras que requerían mucho más trabajo que los mosquetes de horquilla y llave de mecha típicos, pero que compensaban su laboriosidad con su fiabilidad en las peores condiciones meteorológicas y su elevada precisión, motivo por el que eran apreciados entre la nobleza para la caza. Quería eso sí, probar las armas una a una antes de aceptarlas, además dio algunas directrices sobre la forma que debía tener la caja de madera y la culata. Los armeros asintieron asombrados a la petición del joven que tenían frente a sí, e inmediatamente tras negociar un precio se lanzaron a trabajar por fabricar las armas. Al fin y al cabo con un pedido tan grande había trabajo para todos ellos.

Tras esta visita a los armeros, Pedro tan solo tuvo que visitar a los herreros para que fabricasen para él ganchos que llamo mosquetones y que en realidad eran mosquetones de escalada normales y corrientes. Junto a esos mosquetones también solicito que fabricasen para él picos, palas, azadas y martillos de diversos tamaños, así como cuchillos y machetes diversos. Cuando tuviese sus nuevas herramientas sus planes empezarían a tomar forma.

Una vez en casa de nuevo se sentó a la luz de una vela y cogió papel y pluma para empezar a escribir. Como ciudadano del siglo XXI tenía una gran cantidad de conocimientos que tal vez pudiesen hacer su vida más sencilla, pero desconocía si serían de aplicación en esta época. Por ejemplo los “inventos” presentados hasta ese momento eran sencillos de duplicar con herramientas básicas, pero habría otros muchos, sobre todo en la higiene y farmacología, que serían mucho más complicados y dependerían en muchos casos de “investigaciones externas”. Es decir, de si los alquimistas de la época habían dado el paso de descubrir aquellos elementos o no, pues sabía que productos como el éter habían sido desarrollados mucho antes pero no empezaron a utilizarse para los usos modernos hasta después de la revolución industrial.


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Mensaje por Gaspacher »

Era por lo tanto hora de echar mano a la memoria y empezar a escribir todo cuanto recordaba, sobre todo en el terreno químico, pues en el mecánico sus conocimientos seguramente bastarían cuando se enfrentasen a cada desafío de forma individual.

Éter; habría que buscar entre los productos de la alquimia, creía que se atribuía su invención a Ramón Llull, así que tendría un punto de inicio para la búsqueda.

Morfina; Era claramente un derivado del opio que databa del siglo XIX, pero recordaba por las novelas de Patrick O´Brian que el Doctor Maturin utilizaba una tintura de opio como calmante, aunque no recordaba el nombre que le daban. Sería cuestión de investigarlo.

Amoniaco, cloro, salfumán, sosa caustica y lejía; No fue demasiado difícil recurrir a los productos del hogar de un supermercado cualquiera para encontrar nombres de desinfectantes. Por desgracia desconocía si estaban disponibles en esa poca y de tampoco sabía si de estarlo tenían los mismos nombres que él conocía. Sería por lo tanto cuestión de investigarlo, así que cuando tuviese dinero contrataría un par de alquimistas aunque tuviese que traerlos del centro de Europa para empezar a investigar.

Ácido bórico, agua oxigenada, alcohol etílico; povidona yodada; elementos básicos de cualquier botiquín cuya existencia desconocía a excepción del alcohol, que debería lograr en concentraciones cercanas al 100%. Pero era un camino de inicio si quería sobrevivir en aquel mundo.

Quinina para la malaria; esta si la conocía y tendría que enviar a buscar corteza del quino al Nuevo Mundo, pero tal vez fuese incluso más efectivo el combatir a los mosquitos causantes destruyendo sus larvas en los estanques de agua.

Tras mucho pensarlo decidió que lo primero que haría la mañana siguiente sería enviar sendas cartas a sus compañeros de “desplazamiento”, por si ellos encontraban algunos de estos elementos en sus viajes. Así podrían empezar a poner remedios a la falta de higiene y sanidad, y por precario que fuere su intento sino podían cambiar la sociedad al menos podrían sanear sus propias casas.


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KL Albrecht Achilles
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Mensaje por KL Albrecht Achilles »

¿No pensaran en enviar un mensaje al futuro?, quizas grabarlo en una lapida o monumento de manera que sea descubierto siglos despues y de una pista de lo que les sucedio.

Saludos :cool2:


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Mensaje por Gaspacher »

Los comentarios al hilo de comentarios, por favor :green: :thumbs:


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KL Albrecht Achilles
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Mensaje por KL Albrecht Achilles »

Gaspacher escribió:Los comentarios al hilo de comentarios, por favor :green: :thumbs:
:thumbs:

Saludos :cool2:


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Mensaje por Gaspacher »

Al regresar a casa al día siguiente, tras enviar las cartas a sus compañeros y socios en la nueva Sociedad Mercantil que habían formado, observo como la criada de la casa cocinaba directamente sobre el fuego. Algo que hasta entonces le había pasado desapercibido le llamo entonces poderosamente la atención. Fue en ese momento cuando recordó que las cocinas no existían como tales y se cocinaba sobre el fuego, bien asando bien con calderos colgando sobre la llama.

Esto que en tierra podía suponer una anécdota, en el mar se convertiría en un gran riesgo ya que aunque el fuego se hacía en un horno chimenea de piedra, al ser una construcción abierta, había tal riesgo que tan solo se encendía una vez al día y permanecía apagado cuando había mala mar. Algo que para el viaje que pretendía hacer era simplemente inaceptable. Era hora de diseñar algo mejor, y con la vieja cocina económica de su abuela en mente empezó a trabajar.

Diseñaría una cocina de hierro fundido compartimentada a semejanza de la de su abuela, con un brasero bajo el cual se encontraría el receptáculo de la ceniza, a su derecha el horno, y dos fuegos sobre los que cocinar sobre brasero y horno que en caso de mala mar podía utilizarse para alimentar el brasero desde la parte superior. Cuando lograse fabricar la cocina podrían instalarla en una construcción de piedra o ladrillo que disminuiría aún más los riesgos de accidente. Además por tratarse de una cocina en un buque sometida a los cabeceo causado por el mar, añadiría un soporte que mantuviese fijas las marmitas de forma independiente del estado de este.

Pronto los primeros trazos de dibujo se plasmaron sobre el papel.


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Mensaje por Gaspacher »

Valencia, noviembre de 1622

Pedro llevaba ya unas semanas en Valencia donde había entablado relaciones con varias personas a las que pretendía llevar en su expedición. Entre ellos destacaban especialmente tres barberos-cirujanos a los que ofreció un puesto de trabajo y un sueldo bastante elevado para la época, dos mil reales al año con la posibilidad de lograr un beneficio adicional dependiendo del resultado de la expedición. El resto de personas con las que entablo relaciones eran veteranos del ejército y en algunos casos algún que otro cazador de las comarcas aledañas, todos ellos hombres capaces de realizar el trabajo que estaba preparando.

Como todos los días al regresar de la universidad a la casa que había alquilado en la que la señora del servicio se encargaba de limpiar y cocinar los alimentos según unas estrictas instrucciones, vio que había recibido correo. De inmediato vio que el remitente era un agente con el que había contactado para que revisase entre los archivos de la Casa de Contratación en busca de un buque de unas características marineras que aunasen capacidad oceánica y buena velocidad y cuyos dueños estuviesen dispuestos a venderlo. Así, poco a poco empezaba a tonar forma la planeada expedición.

Muy señor mío, en respuesta a su comunicado recibido el 14 de septiembre, en el que nos hizo llegar su intención de adquirir un bajel de tamaño medio y capaz de realizar navegaciones oceánicas a buena marcha, le paso una lista de aquellas que creo se adaptan más a las necesidades que expreso en la mencionada comunicación.

Bergantín Señor del Mundo de ciento ochenta toneles gruesos. Este bajel haciendo las veces de aviso ha cruzado el océano en varias ocasiones en misiones para la flota de Indias, cruzando el océano en menos de treinta días. El precio a convenir no sería en ningún caso inferior a los quince mil reales.

Bergantín San Mateo de doscientas y veinte toneladas castellanas. También ha actuado como aviso realizando el trayecto entre el Nuevo Mundo y España en veinticinco días. Su costo podría superar los dieciséis mil reales.

Zabra Santa Águeda de trescientas ochenta toneladas. Aunque en sus navegaciones con las Indias ha navegado en las flotas de indias, también ha realizado varios viajes a Flandes demostrando ser una nave rápida y manejable. Sus dueños estarían dispuestos a venderla por alrededor de veinte mil reales.


El resto de la carta era la habitual jerga de negocios y no venía al caso. Era hora de tomar una decisión. Su expedición empezaba a tomar forma. Eran embarcaciones caras, pero ya esperaba eso y por fortuna los privilegios de invención que había logrado hasta el momento habían sido muy rentables logrando una pequeña fortuna para la época. En el fondo era una lástima que a diferencia de las patentes en los privilegios de invención hubiese que demostrar su utilidad, para lo cual era necesario fabricar ejemplares operativos, pues impedía que presentase solicitudes de muchas de sus ideas a corto plazo.

Paso el resto del día sopesando sus opciones antes de tomar una decisión y enviar al agente el preceptivo comunicado. Una vez hecho esto subió a la habitación cerrada, una habitación que hacía las veces de armería pues allí depositaba las nuevas armas que estaba adquiriendo en cuanto llegaban. De hecho la casona en la que vivía empezaba a asemejar más una armería que una vivienda pues filas y filas de modernos mosquetes ligeros se apoyaban en las paredes de una habitación que hacia la vez de armería. En estas armas se había disminuido el grueso del cañón y estilizado el cuerpo de madera para disminuir su peso hasta unas manejables quince libras que vendrían a ser si la memoria no le engañaba, unos siete kilógramos. Eso permitía prescindir de la horquilla, innecesaria en un arma de caza como esta que también equipaba una llave de chispa y punto de mira y alza.

Junto a los mosquetes descansaban cuchillos de grandes dimensiones, de cerca de un codo que venía a ser unos cuarenta centímetros según calculaba a ojo. Este cuchillo pesado serviría tanto para tareas de defensa y ataque como para cortar leña en los bosques por los que se moverían en busca de caza. Una pieza indispensable para la supervivencia que al fin y al cabo había “copiado” de los machetes de combate que utilizo en Operaciones especiales, eso sí, con un tamaño adaptado a las circunstancias.

Tras pensar que sería buen enviar uno de los mosquetes y un cuchillo a Diego, que servía en Flandes, paso a revisar el resto de enseres que estaba acumulando. Las sartenes, ollas y utensilios de cocina los adquiriría en Cádiz cuando llegase, pero ahora ya descansaban junto a la cama tres juegos de “cirujano” si es que así se podía llamar a lo que más parecían instrumentos de tortura que allí había. Desde luego él no era médico, pero tenía ciertos conocimientos adquiridos en operaciones especiales, apenas los suficiente para tomar vías, poner puntos y diversas técnicas para detener el sangrado hasta la llegada de ayuda. Aun así se le ocurrían mil instrumentos más eficaces que aquellas sierras y grandes cuchillos.

Tras organizar el envío de las armas a Diego, decidió que era hora de dirigirse a la catedral a asistir al oficio de esa tarde.


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Mensaje por tercioidiaquez »

Breda Enero de 1623.
Las caponeras eran un infierno. Los túneles que se excavaban para debilitar y derruir las murallas era un mundo en miniatura y bajo tierra.
Estrecheces, poco oxígeno, el peremne riesgo de derrumbamiento, las contraminas enemigas, la lucha con los defensores...
Diego había sido nombrado Cabo, y gracias (por desgracia) del mejor estado de salud general de sus compañeros (su escuadra) sus turnos en las caponeras eran mas frecuentes.

Ya el primer día vio que la falta de oxígeno era un problema, al que se añadía el polvo que se producía escarbando y sacando tierra.
Rápidamente le vino a la imagen una película, "la gran evasión", no sabía exactamente quien, juraría que era Steve McQueen, construía un "fuelle" para facilitar la entrada de aire.

Hablo con el herrero del Tercio que consiguió fácilmente unas maderas y la piel de un caballo, aprovechando un descuido en el que un oficial aparcó su caballo y terminó despiezado y como primer plato, construyeron un fuelle.

Su manejo era fácil y permitía a la escuadra de Diego el trabajar con mayor eficacia y durante mas tiempo.

Pronto su invento fue copiado por otras escuadras y finalmente, el Sargento Mayor ordenó que todas las compañías del Tercio dispusieran de varios ejemplares para su uso en las caponeras. También Diego fue distinguido por el Maestre de Campo con una ventaja de 2 escudos, a cobrar cuando hubiera fondos por supuesto...

https://www.youtube.com/watch?v=9sQeyNnmxgY
No he podido encontrar otra imagen mejor del fuelle. Minuto 47;39 segunos.


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Mensaje por Gaspacher »

Cádiz, principios de febrero de 1623

Al pasar las navidades llego el momento de abandonar Valencia para dirigirse a Cádiz, donde ultimaría los detalles de la expedición antes de partir. Con un suspiro por abandonar su amada tierra en la que había tanto que mejorar, y tras despedirse del gremio de mercaderes en el que había solicitado su admisión, emprendió camino acompañado por una veintena de hombres. Los primeros miembros de la recientemente formada Sociedad Mercantil de Nuestra Señora del Carmen, todos ellos soldados veteranos o cazadores expertos de las montañas de la península e incluso un par de alemanes católicos de oriundos de la selva Negra que habían servido con anterioridad en los ejércitos del Rey. Los hombres atraídos por la generosa recompensa que prometía, habían acudido en gran número permitiéndole contratar a los mejores, más capaces y más sanos.

Al llegar a Cádiz como siempre que regresaba a una urbe la pestilencia de las grandes aglomeraciones humanas le golpeo como un mazazo. Para empeorar las cosas Cádiz aún mostraba los efectos de los ataques ingleses y holandeses cuando Pedro llego a la ciudad. Pese a todo no había más remedio que entrar en ella, así que busco una posada tan limpia y cercana al puerto como fuese posible y cogió una habitación individual para él y otra para el bachiller García Prieto y el médico Díaz Castillo, mientras sus hombres se alojaron en otra taberna cercana. Ahora el tiempo era crucial pues quería salir de allí en cuanto fuese posible, así que envió un mensaje al capitán de la Zabra (1) Santa Águeda para que se reuniese con él en la taberna, comunicando que era su nuevo dueño.

La Santa Águeda era una zabra que ya había cruzado en cuatro ocasiones el Atlántico con fama de rápida. Desplazaba casi cuatrocientas toneladas y llevaba una dotación de sesenta marineros y podía llevar hasta ochenta hombres de guerra. En cuanto a su defensa esta constaba de veintidós cañones de a ocho y a doce, una artillería más que respetable para tal tarea. Esa noche el capitán de mar José Mario Urquijo acudió a la taberna para conocer a su nuevo patrón.

—Don José, en este viaje voy a comandar la nave. —Explico Pedro al avezado marino de rostro curtido y envejecido por el sol y la brisa marina en cuya sien derecha mostraba una cicatriz, posiblemente de algún combate o reyerta al arma blanca. —Y antes de que preguntéis, sí, he navegado con anterioridad y yo mismo he pilotado naves en mi viaje a España procedente del Nuevo Mundo.

— ¿Entonces prescinde vuesa merced de mis servicio, Don Pedro? —Quiso saber el marino que ya imaginaba que esto podía ocurrir, pues los capitanes rara vez permanecían en los bajeles que mandaban cuando había un cambio de patrono. Lo que no esperaba era que el propio patrono fuese a ser el capitán, pues tal cosa solo sucedía en las escasos ocasiones en las que un capitán lograba suficientes ahorros para adquirir su propio bajel.

—No necesariamente, Don José. La ayuda de vuesa merced va a ser bien recibida y si permanece a bordo recuperara el mando tras este primer viaje y, espero, podremos establecer una fructífera relación.

— ¿Nos dirigiremos a América o vamos a comerciar con algún puerto europeo? —Quiso saber el marino antes de dar su respuesta.

—Me temo que ninguno de los dos, Don José. Este es un viaje de ciencia aunque no exento de un posible beneficio económico. Así que si vuesa merced tiene a bien puede embarcar como mi primer oficial, y si todo sale bien y logramos abrir una nueva ruta comercial, tras este primer viaje recuperara vuesa merced el mando en un lucrativo negocio.

—Es vuesa merced entonces un erudito. —Declaro el marino mientras sopesaba sus opciones pensando que, tal vez, su nuevo patrón tan solo tratase de acumular experiencia para su hoja de servicios antes de regresar a la corte. — ¿Y puedo saber que finalidad tiene el viaje?

—Por supuesto, capitán. Esta expedición tiene tres objetivos principales. Voy a probar la forma de hallar la longitud de forma efectiva y que así nuestros bajeles puedan en lo sucesivo navegar sin sobresaltos. —Declaro Pedro llamando inmediatamente la atención del marino pues esta era una de las mayores aspiraciones de los navegantes. —Además quiero probar mis teorías sobre nuevas rutas comerciales utilizando los alisios y los vientos del oeste. Para ello viajaremos alejados de la costa sin avistar tierra hasta encontrar aquellos vientos que utilizaremos para viajar a las Filipinas, donde espero arribar en cuatro meses como máximo. Aun así será un viaje de al menos cuatro meses alejados de la costa, así que precisaremos de buenos hombres que no se pongan nerviosos. Una vez en Manila tomaremos otras medidas antes de regresar el próximo año. Como comprenderá en realidad el único motivo por el que reclamo el mando de la nave es para que no haya dudas cuando tome cualquier decisión, de lo contrario estaría feliz con viajar en el bajel con vuesa merced al mando.

—Entonces en la práctica vuesa merced será el capitán tan solo de nombre. La tripulación es magnífica, don Pedro, pero pide vuesa merced mucho. Los hombres no lo conocen y pueden ponerse nerviosos, además por lo que ha dicho embarcaremos muchos hombres de armas y eso puede ocasionar problemas.

—Por eso necesito a vuesa merced, don José. Ellos lo conocen y confían en vuesa merced, además estoy dispuesto a ofrecer el sueldo máximo y una gratificación a toda la tripulación cuando regresemos, logremos hallar la solución al cálculo de la longitud o no.

—Aun así la comida será un asunto difícil, habrá que embarcar mucha y si se malogra durante el viaje podemos encontrar problemas. —Dijo José que en esos momentos pensaba que su nuevo patrón pertenecería posiblemente a alguna casa de la nobleza o de la alta burguesía, pues tan solo así se explicaba el elevado dispendio que estaba dispuesto a realizar, claro que el premio por hallar la solución al cálculo de la longitud sin duda lo merecía.

—Por eso no se preocupe, Don José, esta todo calculado y tomaremos las medidas adecuadas para evitarlos. Además como no llevaremos carga aparte de los instrumentos científicos que necesito, podremos embarcar comida suplementaria para asegurar el viaje tanto para los hombres de mar como para los de guerra.

—En ese caso cuando quiera le acompañare a bordo de la Santa Águeda para conocer a la tripulación. —Dijo el capitán ahora convertido en primer oficial, pensando que la seguridad que aquel joven mostraba podía ser un arma de doble filo y o salir muy bien, o fracasar rotundamente.

—Mañana mismo, capitán. Quiero hablar con la tripulación y ofrecerles quedarse a bordo personalmente. Además quiero llevar una tripulación suplementaria, así que contrataremos más hombres para el viaje. Pero primero si no le importa, cenemos un poco y conozcámonos mejor.

A la mañana siguiente pudo bajar al puerto y contemplar por primera vez el bajel de hermosas líneas desplazaba cuatrocientas toneladas gruesas y había sido concebido para cruzar con rapidez el Atlántico, por lo que era la nave más adecuada para aquella misión. Además estaba armada con dieciocho cañones de a ocho libras y seis de a doce, lo que confería a su tripulación una defensa más que adecuada para aquella misión. No sería rápida pues en la zabra primaba el arqueo sobre la velocidad, pero estaba hecha para ser resistente y realizar viajes largos cruzando el océano a velocidades máximas de ocho o nueve nudos. Un gran cambió pensó Pedro que lo máximo que había llegado a pilotar era un pequeño yate a vela Pearson de doce metros. Esperaba ser capaz de navegar bien pese a la total falta de ayudas automáticas a la navegación, al menos siempre contaría con la ayuda del primer oficial y el resto de hombres de mar y sus conocimientos sobre vientos y corrientes.
  1. Zabra


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Mensaje por tercioidiaquez »

Campamento español, en las afueras de Breda. Abril de 1623.


Diego desenvolvió el paquete. La forma no engañaba, era un arma de fuego, y al desenvolverlo del paño encerado que lo cubría vio un arma, mas parecido al Bess Brown que a un mosquete de sus compañeros.
Con el venía un cuchillo, mas cómodo y fácil de llevar que la daga que portaban todos los soldados.
El fusil era excelente, su largo tubo le iba a proporcionar mas alcance y precisión. Era un arma digna de un Rey.

Lo primero que hizo con él fue visitar al herrero.

-"Maese Millán, quiero que me ayudeis de nuevo. Con este arma voy a pasar a ser cabo de arcabuceros, pero miedo me da esa caballería hugonete. ¿Podrías añadirme la punta de una pica adosada a un aro, para que pueda utilizarla como chuzo? Ya sabeis que los coseletes nunca están demasiado cerca...

El herrero se rascó la cabeza. Raro le había parecido lo del fuelle pero esto...

-"Poder, se puede. Venid esta tarde."

-"Pefecto, mañana salimos a forrajear y me gustaría llevarlo".


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Mensaje por Gaspacher »

Pedro se encontraba en el puerto de Cádiz supervisando la carga que había de llevar en su viaje. En este caso no llevarían carga y a cambio embarcarían una docena de hombres de mar y un centenar de hombres de guerra adicionales que portaban otros tantos mosquetes con llave de rastrillo o de miquelete y varias pistolas, en este caso de rueda. Junto a estas armas de fuego y los cañones, la ya conocida y abundante panoplia de armas blancas, desde chuzos, hachas, sables de abordaje y espadas, cubría el aspecto bélico al completo, dando toda la seguridad posible a los navegantes.

Pero no eran las armas el motivo de preocupación de Pedro. Al llegar a Cádiz y empezar las negociaciones había descubierto o más bien redescubierto, que la alimentación a bordo de los bajeles oceánicos era terriblemente deficiente. Algo desgraciadamente evidente por cuanto los únicos medios de conserva eran los salazones y el ahumado. Además proliferaban las ratas y cucarachas a bordo junto a otros insectos menos agradables como piojos, chinches, y los desagradables gorgojos del pan galleta. Todo ello aparte de poder ser fuente de enfermedades era un desagradable incordio. No tardo pues en tomar las primeras medidas para poner remedio a ambos problemas.

En primer lugar mando hacer tres mil tarros de cristal grueso para el bajel. Cuando empezaron a llegar los tarros, y con la ayuda de tres viudas de la ciudad a las que contrato en condiciones muy ventajosas a cambio de su silencio, empezó a cocinar carne y otros alimentos para a continuación colocarlos en los tarros, sellarlos con un tapón de corcho y darles un último hervor de entre diez y quince minutos al baño maría para eliminar posibles bacterias de la comida. Estaba así creando las primeras conservas con casi dos siglos de antelación a aquel medico de Napoleón (1) que las había desarrollado en el siglo XIX.

Mientras observaba como las tres mujeres iban enfrascando la carne cocida Pedro continuó haciendo planes pues también era necesario llevar vitamina C para evitar el escorbuto. Para ello en otros tarros preparaban encurtidos de pepinillos, alcaparrones, aceitunas, cebolletas y otras verduras que serán encurtidas. En otros tarros a su vez estaban preparando mermeladas de diversas frutas, especialmente de naranja. Para ello cocinaban a fuego lento cuatro o cinco naranjas de buen tamaño con un limón troceados y dos libras de azúcar a los que añadían una porción de canela en rama durante la cocción. Una vez hecha la mermelada se cocinaba una vez más al baño María dejándola lista para el largo viaje que estaba por venir.

Por supuesto llevaría también una buena provisión de limones, pero era evidente que esto no sería suficiente, así que se dispuso a llevar también zumo de limón. El problema más que evidente era que un zumo perdía sus propiedades con el tiempo, así que tenía que buscar la forma de cubrir tantas bases como fuese posible. Por ello por un lado adquirió un barril de medio quintal (2) que lleno con zumo de limón con el fin de dar un aporte extra de vitamina C a la tripulación, y por el otro mezclo una parte de zumo de limón azucarado por cada diez partes de ron que iba a llevar en el viaje pues creía recordar que ese fue uno de los remedios de la Royal Navy. Esperaba que esas medidas fuesen suficientes para evitar el temido escorbuto.

Restaba el problema del agua, que sin duda acabaría corrompiéndose al ir estibada en barriles de madera de gran capacidad enterrados en el lastre de la nave llamados pipote (3). Lo ideal hubiese sido disponer de bidones de aluminio pero a esas alturas era como pedir peras al olmo, así que se contentaría con llevar a bordo desde un sistema artesanal de filtrado de agua a uno de desalación. Por fortuna Pedro había servido en operaciones especiales y había hecho ambas cosas con anterioridad. Para el primero preparo un filtro con una media de seda, algodón, polvo de carbón que ante la falta de medios trato de activar térmicamente, estopa, arena fina, gruesa, y gravilla de diversos tamaños. En teoría ese filtro debería bastar incluso para desalinizar el agua, pero por si acaso y para momentos de emergencia también preparo un sistema de desalinización por evaporación, aunque la cantidad de agua que podrían obtener así sería limitada y sería por lo tanto un sistema de emergencia. Hecho esto tan solo hubo que cargar toneles de vino y ron con los que mejorar el ánimo de la tripulación.

Solucionado el problema de los víveres se dirigió a ver las ropas de abrigo que habían hecho para ellos. A falta de jerseys y chaquetones tuvo que improvisar y adquirir tantos de tamaño grueso cómo fue posible. De los tres tipos de capotes que existían, el de dos haldas cerrado por delante y abierto a los costados, el ordinario semejante a un chaquetón y el serrano utilizado por pastores y agricultores, recurrió a este último con forro de borreguillo por ser el más caliente.

Fue entonces cuando se dio cuenta que la refracción de la luz en la nieve podía ocasionar graves problemas y cegar a los hombres. Fabricar gafas de sol era una imposibilidad, pero recordó que los esquimales utilizaron tanto tiras de tela sobre los ojos como unos precarios anteojos con un pequeño orificio que limitaba la entrada de luz. Ante la falta de opciones no tuvo más remedio que fabricar anteojos de ese último modelo mientras tomaba nota mental para buscar la forma de ahumar cristales para posteriores expediciones.

Aún no había empezado a cargar la zabra y los problemas se acumulaban.

  1. Nicolas Appert
  2. En Castilla unos 46Kg
  3. La Pipa era una medida antigua correspondiente a un barril de gran tamaño con diferente capacidad según el reino o región penínsular. De él se derivarían los toneles machos, la tonelada, y el pipote de unos 2.600 litros


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Un soldado de cuatro siglos

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Con el tema de los suministros en marcha dedico su atención al propio bajel, ahora bautizado como Meteoro. En primer lugar con la ayuda de la tripulación descargo completamente el bajel, quitando el lastre del fondo para sustituirlo por tierras y piedras nuevas. Durante este proceso que se llevó a cabo con la zabra varada sobre uno de sus costados en la orilla, se aprovechó para calafatearla de nuevo. Los gastos continuaban así sumando. A los veinte mil reales de costo del Galerna se sumaban hasta ahora los ocho mil reales que costaron las armas, y los más de cuatro mil reales que costaron los alimentos y las prendas de abrigo. Ahora cada uno de los calafates contratados cobraban un jornal de tres reales al día, y no podía olvidar los ocho escudos mensuales que recibirían sus tripulantes rasos, pues los oficiales y médicos cobrarían varios escudos de ventaja. Posiblemente la cuenta final antes de zarpar sumase los 40.000 reales, y a eso habría que sumar dos mil escudos al mes como jornal de la tripulación. Con ello todos los beneficios obtenidos hasta el momento se estaban esfumando a gran velocidad.

Una vez hecho se llevó la zabra al mar, y utilizando una técnica que había visto en una vieja película del “Duque”, engraso una maroma que llevaba a una barca con comida podrida que desprendía un olor que pronto atrajo a las ratas que habitaban en la zabra. Al cabo de unas horas las ratas se acumulaban en la barca y la maroma atraídas por la comida, provocando la curiosidad de las tripulaciones de los bajeles cercanos. Solo entonces cortaron la maroma dejando aisladas a las ratas en la barca a la que los hombres de la tripulación prendieron fuego acabando con ellas. Durante la semana siguiente los marineros que cumplían sorprendidos las órdenes de su nuevo capitán, ahumaron el buque para provocar la fuga de los insectos, y colocaron trampas pegajosas para atrapar las cucarachas que siempre habitaban a bordo de los buques.

Ahora el Meteoro estaba desratizado y desinsectado, y ya tenía preparados alimentos y las municiones para el viaje por lo que por fin pudo ordenar subirlos a bordo junto a los equipos que habían de llevar en su navegación. El primero de ellos era un barómetro desarrollado por él al poco de llegar a esta época y con el que esperaba ganar una ventaja de varios miles de escudos pues aún estaba pendiente de aprobación. El segundo, tan importante como el primero era un cronometro construido por Ignacio en Madrid que le había llegado un par de semanas atrás. Era el tercer prototipo que construía y por fin había logrado un reloj lo bastante preciso como para desarrollar esa labor.

Si todo iba bien con ese reloj se solventaría el problema naval de averiguar la longitud geográfica a bordo de los buques. Una tarea irresoluble para la técnica de la época, pero que era tan simple como tener un reloj muy preciso a bordo, puesto a hora del meridiano de referencia, en este caso el de Cádiz, y a continuación realizar un cálculo astronómico de la hora local y realizar una comparativa simple (1). Tan solo era necesario saber que un día tenía una duración de 24 horas, y una hora quince grados para hallar la longitud en cuestión de segundos.

  1. http://www.u-historia.com/uhistoria/tec ... metros.htm


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Gaspacher
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Mensaje por Gaspacher »

Diario de a bordo
Día 04 de Marzo del año de nuestro Señor de 1622

El Meteoro leva anclas y se hace a la mar con la marea.
Viento moderado tirando a fuerte procedente del Mediterráneo.
La corredera marca ocho nudos de velocidad y nos alejamos con rapidez de las costas españolas con rumbo 265 grados, en busca de los Alisios que nos permitan viajar al sur con rapidez.
La tripulación se muestra contenta y confiada. Ignoran los rigores y peligros de nuestro viaje, pero las nuevas medidas de seguridad que probamos en el puerto les han elevado la moral y comentan que nunca hallaron un capitán que se preocupase tanto por sus hombres. Aun así encuentran extrañas las medidas de higiene que se han impuesto, espero que no haya problemas con su aplicación.

Diario de a bordo
Día 22 de Marzo del año de nuestro Señor de 1622

El viaje continúa sin contratiempos tras navegar durante diez días hacia el Oeste-suroeste a una velocidad media de cinco nudos.
Por fin hemos encontrado vientos Alisios de suficiente fuerza como para virar hacia el sur, en rumbo 163 grados, que impulsan al Tornado a casi seis nudos de velocidad.
Hoy el capitán ha invitado a los oficiales y médicos de a bordo, reina el buen ambiente.
Se han realizado prácticas de artillería y tiro.
La tripulación sigue con buen ánimo y parecen estar acostumbrándose a las medidas de higiene, el ron con limón parece haber sido del agrado de la tripulación.

Diario de a bordo
Día 19 de abril del año de nuestro señor de 1622

Tras descender hasta más allá de los 40 grados de latitud nos enfrentamos a los rugientes cuarenta. El viento del Oeste sopla con furia y el Tornado navega con violencia a favor del viento que nos impulsa a una increíble velocidad de nueve nudos y medio.
De seguir así recuperaremos el terreno perdido con las calmas ecuatoriales, pero la tripulación está asustada por la furia de estas aguas y ha habido que lamentar los primeros lesionados por golpes y una fractura que el medico y los cirujanos han procedido a curar con mi asistencia. Pese a todo la moral sigue alta pues todo se desarrolla conforme a lo que se les explico antes de embarcar. Además las medidas de seguridad en forma de mosquetones de seguridad y chalecos salvavidas que se implementaron antes de partir hacen que muchos muestren una confianza ciega en la llegada a buen puerto de nuestro viaje.
Tan solo hay una duda creciente, y es que el contramaestre García indica que la tripulación cree imposible que tras navegar tanto tiempo sin avistar costa seamos capaces de llegar nada menos que a Manila. Eso unido a la dureza de la ruta por las rugientes cuarenta puede llegar a ocasionar problemas. Habrá que estar en guardia.

Diario de a bordo
Día 14 de mayo del año de nuestro señor de 1622
Por fin dejamos atrás las rugientes cuarenta para poner rumbo al Norte-noreste, unos 35 grados para buscar el estrecho de Sonda.
Ahora navegamos a cuatro nudos y medio aprovechando los alisios y aunque las cartas actuales son muy imprecisas espero llegar al estrecho de Sonda sin novedad.
El estado de ánimo de la tripulación ha mejorado tras dejar atrás los duros vientos del Oeste, pese a todo aun nos reta al menos otro mes de navegación hasta Manila, se han realizado nuevas prácticas de artillería para animar a los hombres con los cañonazos. Por fortuna las medidas de conservación de los alimentos se han mostrado acertadas. Las conservas han respondido bien, y generalmente una vez abiertas se consumen lo suficientemente rápido para evitar problemas. De resultas de ello tan solo hay que lamentar que una de las latas de arroz ha sido corrompida por gorgojos.


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tercioidiaquez
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Mensaje por tercioidiaquez »

Trincheras de Breda.

La compañía de Diego había recibido la orden de participar en la construcción de las trincheras, que poco a poco iban aproximando las baterías a las fortificaciones.
La escuadra que mandaba estaba encargada de vigilar y proteger cualquier movimiento enemigo de un cercano bastión. Lo primero que había hecho fue quitarse el sombrero que llevaba, pluma roja incluida, por consejo de los veteranos. En su lugar se puso un capacete, mucho mas útil y discreto para desplazarse por las trincheras.

Los hombres comenzaban a mostrar signos de impaciencia, muchos meses llevaban sin visos de terminar el asedio, y el clima y las duras situaciones no favorecían la moral.
-" Yo, un hidalgo dejándome los riñones en la pala, mientras que esos hideputas, hijos del perro Lutero, bien cómodos, secos y con sus mujeres al lado, se rien de nosotros". Así habló uno de los veteranos, mientras arrojaba la pala contra el suelo. Líquido chorreaba por su cabeza, no pudiendo Diego discernir si era sudor o agua.

Un murmullo recorrió a los demás. Pocas ganas había de cavar pero si de asaltar las murallas.
"¿No se atreve el genovés a asaltar las murallas? Pues es que debemos los españoles hacer trabajos para los que nos hemos sido designados por Dios. Con una espada y no con zapa es como acabaremos con ese hatajo." Lanzó otro veterano sentándose en el suelo, haciendo ademán de no volver a cavar mas.

El capitán de la compañía, frunció el ceño. Un conato de motín era lo único que le faltaba. Se atusó el bigote con la mano derecha, y discretamente llevó la siniestra al puño de la espada, dirigiéndose hacia los protestones, Diego no sabía que hacer, pero una voz paró al capitán.

-"Achtun, Feldherr"
La frase, sonó fuerte, gritada mas que dicha, por un alemán, grande y rubio que se agachaba para no destacar por encima de la trinchera. Llevaba una alabarda como el resto de la escolta.

-"El Marqués, tudesco, aquí se habla en español". Lanzó alguien desde el fondo de los hombres.

El alemán puso mala cara y algo iba a añadir cuando la figura que iba detrás le adelantó. Se paró entre el capitán y los protestones.
Los miró, se quitó el jubón y sin decir nada agarró la pala que había sido arrojada al suelo, continuando el agujero que había dejado su antiguo poseedor.

Diego apreció que nadie decía nada, solo se oía el ruido por el cual D. Ambrosio de Spínola General de los Reales Ejércitos de España y del Ejército de las Naciones hacía un agujero.

El capitán dejó de atusarse el bigote y se puso al lado de su jefe para extraer la tierra que el sacaba.

Y a continuación le siguieron los demás. Diego recordó algo que Quevedo había escrito (o que escribiría, no estaba seguro):

Cuanto es más eficaz mandar con el ejemplo que con mandato,
Más quiere llevar el soldado, los ojos en las espaldas de su capitán
que tener los ojos de su capitán a sus espaldas.
Lo que se manda, se oye.
Lo que se ve, se imita.
Quien ordena lo que no hace,
deshace lo que ordena.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
Gaspacher
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Mensaje por Gaspacher »

Compañía Mercantil de Nuestra Señora del Carmen.
Manila a 26 de junio del año de nuestro señor de 1622
De Pedro Llopis y Alcalá
Capitán del Meteoro, socio igualitario en la citada compañía


Estimados socios. Escribo esta carta a vuesas mercedes en Manila antes de remitirla por medio del galeón que conecta esta ciudad con la Nueva España, desde donde debe serles remitida a la mayor brevedad posible. Aun así desconozco en qué fecha les llegara este correo y pudiese darse el caso de que el Tormenta regrese incluso antes, por lo que es posible que estas líneas sean inútiles.

Les comunico que el viaje del Meteoro fue rápido en extremo, navegando a una velocidad media de seis nudos y cuarto, con picos de hasta diez nudos y medio cuando cruzamos los furiosos cuarenta. Velocidad que nos permitió cubrir las quince mil millas en ciento diez días de navegación. La moral de la tripulación es alta pues pese a la dureza del viaje toda duda que pudiesen albergar se disipo cuando divisamos el estrecho de Sonda, un hecho que consideran poco menos que milagroso tras haber navegado casi tres meses sin avistar tierra. Fue allí donde nos encontramos con una nao portuguesa, pero la dejamos atrás por velocidad y llegamos a Manila sin más contratiempos.

Según mis cálculos el cronometro desarrollado el año pasado ha dado buen resultado y tan solo ha perdido una docena de segundos en estos tres meses y medio. Un error que creo es manejable tratándose del primer prototipo operativo. Dentro de un par de días volveremos a levar anclas para poner rumbo a Siberia donde entraremos en la fase dos de nuestro plan comercial. En este viaje nos acompañara un bergantín español que hace el comercio por estas aguas filipinas al que he contratado como apoyo cargado de vituallas y mano de obra adicional.

Sin más se despide su seguro servidor.


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