Operación Impensable

Los Ejércitos del mundo, sus unidades, campañas y batallas. Los aviones, tanques y buques. Churchill, Roosevelt, Hitler, Stalin y sus generales.
govisagod512
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Mensaje por govisagod512 »

Me limito a copiar lo que ya puse en el otro tema abierto que va de lo mismo, se estaba comentando allí, pero se ha empezado a comentar aquí:
govisagod512 escribió:Yo creo que a los aliados occidentales, como Heydrich, algo que se les da bien es mentir y dividir, y es lo que deberían hacer en caso de que a Stalin se le ocurriese seguir para adelante. Se puede especular con mover tales divisiones, con lanzar tantos bombardeos o con si se tendrían suficientes bombas atómicas; pero lo cierto es que en la URSS la gente vivía muy mal comparado con los países occidentales (aunque Rommel en sus memorias diga que en un pueblo francés vivían como hacía mil años), pasaban hambre, miedo y frío: proponiendo el asesinato de Stalin a cambio de una cuantiosa suma de dinero, es una solución que saldría mucho más económica que cualquier operación militar y, dado el carácter desconfiado de Stalin, sería esperable que se produjera una purga de militares y/o el asesinato de Stalin, dejando a la URSS inoperativa militarmente.

"Porque obtener cien victorias en cien batallas no es el colmo de la habilidad. Someter al enemigo sin combatir es el colmo de la habilidad". Como dijo el inteligente Sun Tzu.


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flanker33
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Mensaje por flanker33 »

Hola a todos,
he estado un tiempo desconectado, y no me había dado cuenta que se había iniciado otro post sobre el tema.

Hola govisagod512, sobre el tema que comentas del intento de asesinato de Stalin, en teoría suena factible, pero en la practica, los dictadores suelen ser bastante dificiles de matar por su camarilla. Y aunque ejemplos hay, tambien los hay de lo contrario, como por ejemplo, la cantidad de veces que la CIA ha intentado matar a Castro (lo pongo de ejemplo por aquello de un dictador comunista), y ni lo han conseguido ni Cuba ha quedado militarmente inoperativa por esos intentos. Lo que quiero decir, es que como no hubiesen comprado al mismo Beria (y aún así tengo algunas dudas) veo dificilisimo, sino imposilbe sacar de medio a Stalin por esos metodos.

Hola ACB, el Mutie. Stalin desde luego no era tonto, y claro, no tenía sentido iniciar otra guerra, como no tenía sentido dejar la frontera de la URSS al merced del ataque aleman al inicio de Barbarroja, el enviar a prisioneros de guerra rusos rescatados de los campos alemanes a campos de "reeducación" en Siberia, .... El probelama es que no siempre se actua de acuerdo al sentido común, y más cuando eres un dictador melgalomano y desconfiado, y como proponía al comienzo de este post, si ese ataque se hubiera iniciado por causa de saber que los ingleses, con el propio Churchill a la cabeza, tenían planes más o menos detallados de lanzar un ataque contra la URSS, el sentido común, puede que no aparezca por ningún lado.
Por otro lado, no hubo 20 millones de soldados muertos, creo recordar, y hablo ahora de memoria, que de los más o menos 20 millones de bajas, tan solo 8-10 millones eran soldados, los demás eran civiles. El número de soldados movilizados en esas epocas (45), sino recuerdo mal, estaban entorno a 10-12 millones.
La asistencia del Lend-Lease aliado a Rusia fue importante enla SGM, pero no determinante. Por supuesto es especular, pero en el 45, no creo que fuera un factor muy importante. Tenian petroleo del Caucaso y de Rumania, y el golfo Persico a su alcance. Quizas hubiese alguna materia prima que hechasen en falta para su industria belica sin la ayuda aliada, pero si estamos hablando (o al menos eso pienso yo) de una campaña de unos pocos meses, con lo que tenían creo que era suficiente para conquistar Europa Occidental.
Finalmente, y no me extiendo más, yo no creo que fuese inviable la tercerra guerra mundial justo al acabar la segunda, sino uno de los momentos en que hubo una mayor posibilidad que se produjera.
Leyendo las memorias de Churchill, te das cuenta como se sentía engañado por el incumplimiento de los rusos de los acuerdos de Yalta, del problema de la "cuestión polaca", de la ciudad de Trieste y las apetencias de Tito, de las trabas que pusieron los rusos al despliegue aliado en Berlin, de la guerra civil griega, etc.... En un clima así y con dos ejércitos armados hasta los dientes frente a frente, cualquier encontronazo no previsto, o una información secreta descubierta por el contrario, podía poner al mundo al borde de la TGM.
Un saludo.


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zimisces
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Mensaje por zimisces »

Creo que hay un punto a tener en cuenta: en caso de guerra con los rusos, y de que se utilice a los alemanes en la misma, sería conveniente que esas tropas no saliesen de Alemania dados los precedentes, podría ser muy mal interpretado por las poblaciones recientemente liberadas redundando negativamente... en todo. Creo que habría que limitar su uso dentro de las fronteras anteriores al Pacto de Munich y entender el What if, fuera de Alemania, con soldados no alemanes.


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flanker33
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Mensaje por flanker33 »

Hola Zimisces,
Coincido contigo en que soldados alemanes combatiendo fuera de Alemania o Austria en un escenario así sería bastante problemático, pero por ejemplo, en el plan original de la Op. Impensable, se hablaba de usar el “potencial humano” de Alemania, concretamente de una estimación de 10 divisiones reformadas y reequipadas, eso si, para combatir en otoño (la campaña estaba previsto iniciarla el 1 de julio), pero dado que se suponía que el avance llegaría por lo menos hasta la línea Danzing – Breslau, estaríamos hablando de alemanes combatiendo en Polonia (curiosa paradoja, que ahora los alemanes fueran parte de los “liberadores” de Polonia).
De todos modos, en el escenario que yo proponía, es decir, un ataque soviético, veo a los soldados alemanes “usados” como lo fueron muchos surcoreanos al principio de la guerra en Corea, o sea como KATUSA,s (Korean Attached to U.S. Army). Los soldados formarían parte de las unidades de los Ejércitos aliados (nuevas o reforzando a las ya existentes), con uniforme, armamento (quizás algo del alemán se podría usar) y mandos (de oficiales para arriba) norteamericanos o ingleses. Es decir, una especie de solución de emergencia, que requiriese poco tiempo de preparación y que sirviese para aumentar de forma significativa el “potencial humano” de los defensores. Bajo esta premisa, alemanes en uniformes aliados y mandados por mandos aliados, y que hubieran combatido efectivamente a los soviéticos en suelo alemán, puede ser que fuesen tolerables para países como Holanda, Bélgica o Francia, pero claro, es solo una teoría.

Un saludo.


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ARMADILLO_313
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Mensaje por ARMADILLO_313 »

Buenas noches,

A cuenta del intento de asesinato de Stalin un apunte. Hace muchos años lei un libro-novela que se titula "Eran Diez" de Konsalik (solo recuerdo el apellido del autor). Cuenta la historia de 10 comandos alemanes que son soltados en paracaidas formando un circulo alrededor de Moscu (creo recordar que a una distancia de 50/100 km) para que en solitario y mezclandose con la poblacion civil avancen desde distintas direcciones hasta Moscu y una vez alli busquen la oportunidad de eliminarlo. Dos de ellos (creo recordar, ya digo que hace muuuuchos años que lo lei) mueren al poco de tomar tierra (uno de ellos recuerdo que muere aplastado por las vacas de un vagon de ganado de un tren que va en direccion hacia Moscu en el que se habia escondido). Logicamente los diez tienen la lengua rusa como materna o paterna hablandola a la perfeccion y con acentos de distintas zonas de la URSS. La NKVD descubre los cadaveres de los dos que dije que murieron al principio e inician la nvestigacion , alertando al Kremlin. Para intentar salvaguardar a Stalin se preparan varios dobles (creo recordar que 2/3) Los restantes van llegando a Moscu donde con sus coartadas medicas y demas se van integrando en la vida moscovita. Consiguen trabajos etc...Para no alargarlo demasiado (amen de que no recuerdo mucho mas) uno de ellos que trabaja en una cuadrilla de limpieza y pintado de edificios tiene la (suerte) de que su cuadrilla es enviada a hacer trabajos en las murallas exteriores del Kremlin desde las cuales , despues de varias semanas trabajando alli, tiene la oportunidad de ver a stalin mientras este pasea por los jardines. Asi, con una granada de mano rusa, se abalanza sobre el y la granada estalla. A partir de ahi el libro elucubra sobre quein ha resultado muerto en la explosion...Stalin o uno de sus dobles? Al final el libro dice ser veridico aunque se ha novelado y se han cambiado nombres y localizaciones para preservar la identidad de los alemanes entre otras cosas por que 2 aun estan vivos habiendose llegado a integrar tanto en la sociedad sovietica que incluso uno de ellos ocupa un importante cargo.

A mi ciertamente me sueña muy extraño y posiblemente falso, pero desde luego el libro es muy ameno de leer. Si teneis opcion de leerlo os lo recomiendo.

Un saludo


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ACB, el Mutie
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Mensaje por ACB, el Mutie »

Dificilmente iba a ser el verdadero Stalin y que se halla ocultado algo tan grande durante tantos años y que sólo ese escritor lo sepa.

Saludos


Tú dame el tanque y yo haré el resto ;)
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flanker33
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Mensaje por flanker33 »

Hablando de intentos de asesinatos de lideres de la SGM y libros, hay uno llamado “Ha llegado el águila” de Jack Higgins, sobre el intento de eliminar a Churchill por parte de un comando alemán disfrazados de paracaidistas polacos, y también juega con el tema de los dobles del primer ministro. El autor trata de dejar la incógnita sobre la veracidad del asunto, pero al final parece quedar claro que es una invención, aunque no por ello deja de ser un libro recomendable. También existe una película sobre el libro protagonizada por Michael Caine, pero como casi siempre, es peor que el libro.
Con todo esto quiero decir, que también se podía intentar eliminar a líderes occidentales por parte de los rusos. A mi modo de ver, esto no hubiese cambiado mucho, en ningún caso, una vez iniciado las hostilidades. No creo que nadie se fuera a rendir o a aflojar por haber perdido a su líder.


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Mensaje por ARMADILLO_313 »

Buenas tardes,

Cierto flanker, en las democracias occidentales dudo que hubiese afectado mucho la perdida del lider (los EEUU pasaron por eso casi al final y no sucedio nada). Otra cosa seria la perdida de Hitler o de Stalin. Puesto que desapareceria la pieza que mantiene todo "sujeto" por decirlo de alguna manera. Las luchas intestinas para ocupar su puesto y la desaparicion del que en ultima estancia daba luz verde a operaciones y planes si que hubieran afectado en sendos paises. Al menos eso creo yo.

Un saludo


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Mensaje por nou_moles »

ARMADILLO_313 escribió:Buenas tardes,

Cierto flanker, en las democracias occidentales dudo que hubiese afectado mucho la perdida del lider (los EEUU pasaron por eso casi al final y no sucedio nada). Otra cosa seria la perdida de Hitler o de Stalin. Puesto que desapareceria la pieza que mantiene todo "sujeto" por decirlo de alguna manera. Las luchas intestinas para ocupar su puesto y la desaparicion del que en ultima estancia daba luz verde a operaciones y planes si que hubieran afectado en sendos paises. Al menos eso creo yo.

Un saludo



Si moria stalin y hitler estos ya tenían sucesores. Pero no sabemos que habrían echo respecto a la guerra


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flanker33
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Mensaje por flanker33 »

24 de mayo de 1945

09:15 Hora local

Dejó su tercer cigarrillo de la mañana sobre el cenicero. Levantó la vista de los documentos que tenía en su mano, y echó una ojeada a su alrededor con la mirada perdida. Su austero despacho en la embajada soviética de Londres parecía tan triste y deprimente como siempre. Pero ni su papel verde oliva, ni sus viejos muebles, ni el constante olor a humedad, sirvieron esta vez para atenuar la excitación profesional que sentía en esos momentos. Como espía, aquella era la clase de información que había soñado siempre con sustraer al enemigo.
Se lo habían pasado nada más llegar a su despacho, con una nota del agente que se había encargado de recogerlo y entregárselo:

“-Prioridad: Máxima urgencia
-Origen: Stanley
-Fecha: 23-05-45
-Hora: 21:50
-Lugar: El habitual
-Notas: La fuente afirma que la información es de extrema importancia, y que tan solo debe ser vista por el personal con máxima autorización. El paquete ha estado toda la noche bajo mi custodia y no ha sido abierto.”

“Stanley” era una de las mejores fuentes, sino la mejor de todas, en lo relativo al gobierno de Gran Bretaña. La información que pasaba era de gran calidad y siempre había resultado veraz. De tan buena que era la información, algunos en la central del NKVD en Moscú, se preguntaban si no sería un agente triple, y hacían que se examinasen con lupa cualquier información que facilitase. Él no creía que eso fuera cierto. Conocía a “Stanley” desde hacía muchos años. Era un idealista, no vendía los secretos de su país por dinero, sino que se sentía un auténtico revolucionario, y siempre había obedecido las consignas que recibía de sus “controladores”. Con el puesto que había llegado a ocupar como jefe de la Sección IX del Servicio de Inteligencia Secreto británico, la sección anti-soviética restablecida por el SIS poco meses antes de acabar la Gran Guerra Patria, se encontraba en una posición inmejorable para pasar esa información de innegable calidad. Era como tener al zorro dentro del gallinero, disfrazado de gallo.
Volvió sobre la documentación que tenía sobre su mesa. Aún cuando acababa de leer el documento por segunda vez, seguía sin dar crédito a lo allí expuesto, sencillamente era demasiado increíble. Más de treinta fotografías de un informe secreto del Gabinete de Guerra británico.
Volvió a empezar la lectura por tercera vez…

“22 de mayo de 1945.

Gabinete de Guerra.
Equipo de Planificación Conjunta.
Operación “Impensable”
Informe realizado por el Equipo de Planificación Conjunta.

Hemos examinado la Operación “Impensable”. Como se nos requirió, hemos tomado los siguientes supuestos en los que hemos basado nuestro examen:

(a) Tenemos todo el apoyo de la opinión pública, tanto en el Imperio Británico como en los Estados Unidos, y consecuentemente, la moral de las tropas británicas y americanas continua elevada.
(b) Gran Bretaña y los Estados Unidos, tienen todo el apoyo de las Fuerzas Armadas Polacas y pueden contar con los recursos humanos alemanes y lo que queda de su capacidad industrial.
(c) No se espera asistencia de ninguna otra potencia occidental, aunque se puedan utilizar bases o infraestructuras en sus territorios.
(d) Rusia se alía con Japón
(e) La fecha para el comienzo de las hostilidades es el 1 de julio
(f) El redespliegue y la preparación continúan hasta el 1 de julio, en que se darán por finalizadas.

En vista de la especial necesidad de mantener el secreto, no se han consultado a los equipos normales de los Servicios de otros Ministerios.

Objetivo.
El objetivo político es imponer a Rusia la voluntad de los Estados Unidos y el Imperio Británico.
Incluso aunque esa “voluntad” de ambos países pueda ser definida como tan solo una porción de Polonia, hace que no este necesariamente limitado al uso de la fuerza militar…”

Los golpes y el chirriante ruido de la puerta de su despacho al entreabrirse, hicieron que levantase la cabeza. Allí estaba su secretario.
-Pasa Yuri, y siéntate, tenemos que hablar – dijo indicando a su ayudante que tomara asiento.
-Tengo que viajar a Moscú lo antes posible, así que necesito que me consigas un vuelo para hoy mismo, mañana por la mañana a más tardar, entendido. También ten preparada mi maleta con lo habitual.
Yuri tomaba nota en su libreta de cuartillas.
-Ah, y dile al embajador que me ausentaré por unos días. En mi lugar quedará Filipov. Si pregunta alguien de los demás – dijo refiriéndose al personal de la embajada que pensaban que él era un funcionario de segunda en la sección cultural, y no el jefe del espionaje ruso en Gran Bretaña, de lo cual tan solo tenían conocimiento cuatro personas en toda la legación – les dices que me he tenido que marcharme a casa por unos días, por que mi madre se ha resentido de su enfermedad.
-A sus ordenes camarada – dijo Yuri levantándose.
-Avísame cuando lo tengas todo listo.
El ayudante asintió y salió del despacho dispuesto a cumplir las órdenes que había recibido.
Él se quedó pensando en sus próximos movimientos. Lo primero era volar a Moscú, luego tenía que ir directamente a la Central del NKVD y entregar los documentos a la persona correcta, cierto coronel que era de la absoluta confianza, o lo más parecido a eso que pudiera tener el camarada Beria, responsable máximo del espionaje en la Unión Soviética. Cuando lo hubieran leído, seguramente tendría que responder a muchas cuestiones sobre la fiabilidad del informe y su modo de obtención. Después suponía que podría volver a Londres, aunque quizás, con las consecuencias que podía tener aquella información que tenía en su mano, lo mejor sería quedarse en Moscú.
Se levantó y guardo las fotografías con el plan secreto inglés en su cartera. Tenía que realizar algunas gestiones más antes de poder irse, pero a partir de ese momento, no abandonaría bajo ningún concepto la cartera.

Setenta y dos horas después, cruzaba la puerta de entrada del gran edificio del NKVD en Moscú.


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flanker33
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Mensaje por flanker33 »

30 de mayo

22:20 Hora local

Había aterrizado poco antes de la medianoche en un aeródromo cercano a Moscú, donde a pie de pista le esperaba un vehiculo utilitario del ejército rojo que lo condujo directamente al Kremlin, guiados a través de las desiertas calles de la ciudad por una escolta motorizada.
Tras franquear los controles de acceso gracias a los papeles que llevaba consigo, los cuales lo identificaban como Mariscal del Ejército, llegaron al pie de la puerta de acceso al interior de la edificación que representaba el poder en toda la Unión Soviética.
Una vez dentro, sus pasos resonaron a lo largo de todo el pasillo cuando sus botas pisaban el frío mármol del suelo. Se dirigió con paso firme a la sala de reuniones del Estado Mayor donde según las órdenes recibidas, el jefe supremo y otros líderes le esperaban para mantener una reunión urgente de alto secreto.
Un soldado perfectamente uniformado le abrió la gran puerta que daba acceso a la sala de reuniones. Una vez dentro oyó el golpe seco de la enorme puerta al cerrarse.
En aquella gran sala, ahora llena de humo de tabaco y pipa, se encontraba un grupo de hombres, unos de mediana edad, otros algo mayores. Estaban de pie, aparentando conversar relajadamente, aunque notó de inmediato que algo importante sucedía al observar a alguna de aquellas personas. Eran los hombres que regían el destino de su patria, y por encima de todos, el jefe supremo, Stalin en persona. Éste, al verlo llegar, se dirigió a él en voz alta:
-Camarada Rokossovski, por fin ha llegado, le estábamos esperando. ¿Qué tal su viaje?
-Algo movido camarada, pero por lo menos hemos llegado enteros – dijo esbozando una leve sonrisa el mariscal Konstantin K. Rokossovski.
-Bien, bien, me alegro, y ahora que ya estamos todos, sentémonos y demos inicio a la reunión.
La enorme mesa de roble donde se sentaron tenía forma ovalada y en uno de los extremos, presidiendo la reunión, Stalin tomo asiento. Estaba flanqueado a su derecha por Vasilevski, jefe del estado mayor central, y por Zhukov, jefe del Primer Frente Bielorruso. A su izquierda tenía a Molotov, ministro de asuntos exteriores, y a Beria, jefe del NKVD.
Los demás asistentes a la reunión eran jefes militares de alto nivel, como Koniev, Malinovski, Eremenko, Bagramian o Rotmistrov entre otros. Sus uniformes lucían en perfecto estado, y sus guerreras estaban atiborradas de condecoraciones.
-Camaradas – comenzó Beria poniéndose en pie – ante todo quiero que sepan que esta reunión es de alto secreto, y aunque confío en la discreción de todos ustedes, me veo obligado ha recordarles que de lo que se hable hoy aquí, no podrán comentar absolutamente nada con nadie hasta el momento oportuno, bajo pena de un severísimo castigo.
Rokossovski sintió como una corriente eléctrica recorriéndole la espina dorsal. Sabía, como todos los presentes, a que se refería y él además había probado algo de aquello hacía no tantos años. Desde luego, el motivo de aquella reunión debía ser extremadamente grave para que un momento de triunfo y alegría por la victoria ante los hitlerianos, Stalin, a través del temido jefe de los servicios secretos, les amenazase de aquella manera.
Beria se sentó y dirigió la mirada al jefe supremo, el cual a su vez miró a Vasilevski y asintió con la cabeza.
El jefe del estado mayor central se puso en pie y comenzó a hablar.
-Camaradas, tienen delante de cada uno de ustedes una carpeta con información secreta de alto nivel del gobierno británico. Ábranla y échenle un vistazo.
Mientras todos los asistentes obedecían, tan solo se mantuvieron impávidos los hombres que rodeaban a Stalin, como si ya hubiesen leído antes aquel documento.
A los que leían más rápido, se les comenzó a desfigurar el rostro, hacían muecas de sorpresa y desaprobación. Eremenko quiso hablar, pero Vasilevski negó con la cabeza, no quería que nadie comentase nada hasta que todos hubiesen avanzado más en la lectura.
Al cabo de unos minutos, un murmullo generalizado se hizo latente en la sala. En ese momento, Vasilevski, que se mantenía en pie, interrumpió la lectura del documento.
-Bien, creo que ya es bastante. Pueden acabarlo de leer después. De momento ya conocen la importancia del asunto.
Se retiró de la mesa y se dirigió a un gran mapa de Europa que estaba colgado en un lateral de la sala.
-Camaradas, lo que acaban de leer, es un plan del Gabinete de Guerra británico, preparado para el primer ministro Churchill, a propuesta de él mismo. Tenemos la certeza absoluta que es un documento real y no un engaño o una trampa de los ingleses.
Se detuvo un momento para que su audiencia asimilara sus palabras y lo que ellas significaban.
-Como ven – continuó – el plan, llamado mezquinamente Operación Impensable, va fechado el día 22 de este mes, y propone sin ambages, un ataque a la Unión Soviética por parte de la Gran Bretaña, los Estados Unidos, los soldados polacos que han combatido con ellos a los nazis, e incluso un contingente de diez divisiones de un ejercito alemán renacido. Como se puede apreciar, es un acto de traición sin limites por parte de nuestros antiguos “aliados”.
Ahora todos los presentes escuchaban atentamente al jefe del estado mayor central, con caras de indignación y rabia contenida.
-Incluso han puesto fecha al inicio de su ataque, el uno de julio. Por lo tanto, nos queda apenas un mes para enfrentarnos a tamaña traición.
Molotov interrumpió un momento a Vasilevski cuando este tragaba saliva.
-Camaradas, no crean que por que solo sea un plan o un estudio, es menos real o peligroso. Estamos convencidos que los imperialistas van a realizar ese ataque en cuanto estén listos.
-Pero camarada Molotov, - intervino Rotmistrov – nosotros sin duda, también tenemos planes para hacer exactamente eso mismo, pero a la inversa. ¿Cómo podemos estar seguros que no es más que una hipótesis de trabajo de un estado mayor de planificación?
-Por varios motivos – respondió ahora Zhukov. – En primer lugar, este plan no es una iniciativa de un estado mayor, sino que se hace por encargo personal del propio Churchill. Además tenemos informes sobre mandos ingleses que han tenido órdenes de recopilar toda clase de armamento alemán y almacenarlo a la espera de repartirlo otra vez a soldados nazis que ahora están cautivos. También nuestros servicios de espionaje, - dijo dirigiéndose a Beria – han detectado movimientos inusuales por parte de tropas americanas e inglesas, además del almacenamiento de grandes cantidades de suministros bélicos en zonas donde ya no tienen razón de ser. Por si fuera poco, el primer ministro ingles está tratando de sabotear los acuerdos a que se llegaron en la conferencia de Yalta, tratando de que nos retiremos de Polonia y Checoslovaquia, para que los agentes de los imperialistas se hagan con el control de esos gobiernos y por extensión de Europa central, y parece que el gobierno americano le va a apoyar. Todo esto por si solo, podrían ser casualidades o malos entendidos, pero todo junto, unido a este documento, nos dibuja una situación que solo tiene una posible explicación.
Vasilevski tomo de nuevo la palabra:
-El plan ingles, prevé un ataque a través de las planicies del norte de Alemania y piensan llegar hasta Polonia, a la línea Danzing – Breslau, - dijo señalando las posiciones en el mapa - donde supuestamente, nosotros ya nos habremos rendido, o nos podrán imponer su “voluntad política” - dijo despectivamente-. Pero al menos son realistas y saben que contra nuestra superioridad en tropas, tanques y cañones, solo el factor sorpresa les puede llevar a la victoria, ya que otras ventajas, como su poderío naval, en esta campaña sería prácticamente inservible, y aunque también su fuerza de bombarderos estratégicos es superior a la nuestra, la falta de objetivos para ellos, les deja sin razón de ser.
Hubo un momento de silencio antes que Stalin hablase:
-Bien camaradas, ahora nosotros ya conocemos ese plan, y lo que piensan hacer, luego queda preguntarnos, ¿Qué vamos a hacer nosotros?
Todo el mundo mantuvo el silencio, porque incluso para los menos avezados, estaba claro que aquella era una pregunta retórica.
-Podríamos hacerles saber – continuó Stalin – que conocemos su plan, y que han perdido el factor sorpresa por completo, y que si intentan algo se las verán con el poderoso ejercito rojo, preparado y deseando batalla.
Ahora fue Molotov el que respondió a Stalin, como si de un discurso ensayado se tratase:
-Pero eso, camarada, nos dejaría en evidencia, ya que ellos podrían negarlo todo y esperar a una mejor ocasión cuando hallamos bajado la guardia para volver a intentarlo.
-Ya veo – dijo el jefe supremo.- Y no podemos mantener el gran contingente de tropas que tenemos en Alemania indefinidamente, como fuerza de disuasión, a la espera de que nos ataquen, ¿verdad?
- En absoluto – dijo Zhukov – los ejércitos han de combatir o volver a casa. Aunque mantuviésemos algunas tropas para defender Alemania, les estaríamos cediendo la iniciativa, y cuando pensasen que tienen la situación a su favor, nos atacarían y puede que con posibilidades de éxito razonables.
Rokossovski comprendió inmediatamente hacia donde se dirigía aquella conversación cuando Stalin habló de nuevo.
-Entonces ¿que alternativa nos queda para que el pueblo ruso y el ejército que lo protege no queden expuestos a ese terrible peligro?
Siguiendo con el guión, fue Vasilevski quien respondió:
-Como jefe del estado mayor central, y tras consultar con algunos colegas – miró a Zhukov – creo que el mejor curso de acción sería el adelantarnos a su propio ataque y destruir sus ejércitos, con lo que eliminaríamos la amenaza, y estableceríamos una zona de seguridad donde los países imperialistas no pudieran tener tropas acantonadas, que podría discurrir a lo largo de Noruega, Dinamarca, Alemania, Holanda, Bélgica, el norte de Francia, Austria, el norte de Italia y Grecia.
Se volvió a hacer el silencio en la sala.
-Lo que propone usted, camarada mariscal, si entiendo bien - contestó Rokossovski con cautela – es que ataquemos a Inglaterra y a los Estados Unidos, y que ocupemos toda Europa central y buena parte de la occidental, con las tropas que tenemos ahora desplegadas en Alemania, Austria y Checoslovaquia. ¿Es correcto?
-Así es camarada, y además deberíamos ocupar también toda Persia y demás zonas productoras de petróleo del golfo Pérsico, para negarles a nuestros adversarios esa incipiente fuente de combustible, hacernos nosotros con esas reservas y sobre todo partir el imperio británico en dos y amenazar el canal de Suez. Apuesto a que los ingleses prefieren perder media Europa antes que sus colonias. Los colonialistas son así.
Acto seguido, los asistentes comenzaron a hablar en voz baja entre ellos, imaginándose las consecuencias de aquello que se estaba proponiendo, y que sin ningún genero de dudas, ya había sido decidido por Stalin y los hombres que le rodeaban. Algunos pensaban que era una locura comenzar otra guerra de efectos devastadores y desenlace incierto, apenas concluida la Gran Guerra Patria, y los esfuerzos y sacrificios que conllevarían al pueblo y a los soldados ese conflicto. Pero incluso ellos, tras ver el informe que tenían delante suyo y lo planteado en la reunión, entendía que era un gran riesgo no atacar primero, ya que dejaba la iniciativa a los imperialistas y que podrían ser objeto de un ataque a traición cualquier día.
Fue Stalin quien volvió a guiar otra vez la conversación.
-Camaradas, ya han oído la propuesta del mariscal Vasilevski, ¿alguien tiene alguna idea mejor?
Seguramente había al menos media docena de personas en aquella sala que con algo de tiempo, se les podría ocurrir algo mejor que comenzar una nueva guerra, pero se abstuvieron de decirlo. Estaba claro para todos que era una decisión tomada de ante mano por Stalin y los hombres que se sentaban a su alrededor aquella noche, y nadie estaba tan loco como para contradecir al jefe supremo y a sus aliados. Hacerlo equivaldría como poco, el destierro a algún mando de poca importancia en algún desolado lugar de la inmensa Unión Soviética, y en el peor de los casos, sus días de vida estarían contados.
-Bien, - habló de nuevo Stalin, evidentemente satisfecho - me alegra que todos estemos de acuerdo en que la propuesta del mariscal es el mejor curso de acción a seguir. Ahora será mejor que pasemos a considerar los aspectos políticos y militares de nuestras futuras acciones.
Durante el resto de la reunión se debatieron cosas como la estructura de los mandos para la nueva campaña. Así Rokossovski, quedó nuevamente al frente de su antiguo mando, el Primer Frente Bielorruso, quizás la fuerza más poderosa del Ejército Rojo de los Trabajadores y Campesinos. Zhukov, se reservó el puesto de representante del STAVKA, el alto mando soviético, para la zona norte del ataque y que comprendían el Primer y Segundo Frente Bielorruso y el Primer Frente Ucraniano. Su teatro de operaciones principal sería Dinamarca, Alemania, y posteriormente deberían llegar hasta Holanda, Bélgica y el norte de Francia.
Mientras, Vasilevski tendría idéntica función para la zona sur, y que comprendía a los Frentes Cuarto, Segundo y Tercero de Ucrania, en un ataque a través de Austria, el Norte de Italia y Grecia. Se esperaba que se detuvieran en la frontera suiza y amenazaran el sur de Francia, tras conquistar Milán y Génova, adentrándose en Italia por el sur hasta cruzar el río Po y detenerse en la línea formada por el lago Comacchio – Bolonia – La Spezia.
Por su parte, Pavel Rotmistrov, sería el encargado de comandar un fortalecido Frente Trascaucásico que debía tomar por asalto Persia y el Golfo Pérsico.
Para fortalecer a todos esos Frentes, se disolverían varios de los Frentes Bálticos y el Tercero Bielorruso y se repartirían buena parte de sus efectivos. Las tropas restantes se utilizarían en conjunción con las del NKVD, como fuerzas de ocupación en Polonia, Alemania y para combatir elementos subversivos en Ucrania y las Republicas Bálticas, así como asegurarse la lealtad de los recién establecidos gobiernos comunistas de Hungría, Rumania o Bulgaria.
Las fuerzas polacas y checas que habían combatido en el Ejército rojo contra los nazis, se designaron también como fuerzas de ocupación en Alemania, ya que su fiabilidad política, a vista de muchos, no permitía que se enfrentasen a los imperialistas directamente.
En el plano político, todos estuvieron de acuerdo en no tomar ninguna medida contra Japón, y mantenerse al margen en lo posible de la lucha entre los americanos y los hijos del sol naciente, aunque ello no significase mantenerse vigilantes en extremo oriente. Nadie pensó que sería una buena idea aliarse con los japoneses, siendo estos un gobierno profundamente anticomunista, y que de todas formas, ya estaba casi vencido por los imperialistas. Bastaría con que no hiciesen la paz entre ellos y se volvieran contra la zona más vulnerable en aquel momento de toda la URSS. Así, se encomendó a Beria que urdiese un plan para tratar de mantener ese conflicto durante el mayor tiempo posible.
También se pensó en respetar la neutralidad de Suecia y Suiza, siempre que fuera factible y estos países no interviniesen en la lucha.
De Finlandia esperaban utilizar su territorio para asentar bases y para atravesarlo si hacia falta en las operaciones contra la remota zona norte de Noruega.
De sus restantes aliados centro europeos y balcánicos, tan solo se tuvo en cuenta a los yugoslavos del Mariscal Tito, para que apoyasen las acciones del Ejército Soviético en el norte de Italia y el sur de Austria.
La reunión duró hasta altas horas de la madrugada, y cuando terminó, el futuro del mundo ya nunca volvería a ser el mismo.


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21 de junio

13:25 Hora local

Tras pasar el control de seguridad, el convoy de tres jeeps atravesó la gran verja que daba acceso a la mansión y se dirigió a la puerta del edificio principal que servía de Cuartel General al Tercer Ejército de los Estados Unidos, en Bad Tölz, al sur de Munich. Allí, al pie de la escalinata que daba acceso a la mansión, la figura erguida e impoluta del General en Jefe del Tercer Ejército esperaba a su invitado que llegaba en aquel pequeño convoy.
Los vehículos se detuvieron frente al general de tres estrellas norteamericano, y del segundo de ellos salió un hombre de mediana estatura, de rostro afable y vestido con un sencillo uniforme de la RAF, algo arrugado por el viaje.
-Arthur, me alegro de verte – dijo el norteamericano a la vez que extendía su mano hacia el ingles.
-Hola George, ¿Qué tal estas? – contesto el británico estrechando la mano de su anfitrión.
-Bien, gracias. Pero pasemos adentro. El viaje ha sido largo desde el SHAEF y supongo que querrás descansar, ¿no? Cuando te hayas repuesto, bajaremos al comedor a tomar algo ¿de acuerdo? – dijo George S. Patton mientras subían por la escalinata.
El Mariscal del Aire, Sir Arthur Tedder, detuvo a Patton y le dijo acercándose a él.
-Lo siento George, pero no hay tiempo para eso, esta es una visita de trabajo y lo que te tengo que transmitir es muy urgente. Creo que será mejor que vayamos inmediatamente a tu despacho y hablemos a solas.
El americano miro a los ojos de Tedder y comprendió que el inglés hablaba muy en serio.
-Por supuesto, vayamos ahora mismo.
Ambos, se dirigieron al despacho que Patton tenía en la segunda planta del edificio, y tras dejar a sus asistentes en la antesala, cerraron las puertas y se aprestaron a empezar la reunión.
-¿Quieres tomar algo? Creo que tengo un buen escocés por aquí en algún sitio.
-No gracias George. Será mejor que te sientes y comencemos.
-Esto no me huele bien. Seguro que vienes de parte de Ike a regañarme por alguna cosa. Pero sea lo que sea, no ha sido queriendo. ¡Maldita sea! Aunque me aburro mucho, me estoy portando muy bien últimamente, y eso que no me han dejado ir al Pacifico a matar japoneses.
-Tranquilo, no es nada de eso, y no te preocupes, dentro de poco es posible que no te aburras en absoluto.
-¿Qué quieres decir? – Dijo intrigado Patton.
-Escúchame bien George. Ayer mismo hubo una reunión en el SHAEF. Estábamos Ike, Bradley, Monty, Alexander, Clark y yo por un lado, y los máximos representantes de la inteligencia de todas las ramas por otro. Ya sabes, la OSS, el SOE, inteligencia militar del ejército, etc.…
-Tuvo que ser divertido – dijo en tono sarcástico.
-La verdad es que no demasiado. Nos vinieron a contar lo siguiente: desde hace unos días, se han detectado movimientos de tropas inusuales por parte de los rusos en toda Alemania y parte de Polonia. Su tráfico de mensaje por radio ha aumentado entre los grandes Cuarteles Generales con Moscú, pero prácticamente han enmudecido en las unidades menores. Civiles alemanes que vienen del este dicen que hay mucho tráfico de camiones y carretas hacia el oeste, principalmente de noche y por caminos secundarios. Alguno de nuestros aviones que se han “desviado” al interior de la zona de ocupación soviética, han avistado en algunos sitios tanques dispersos en los bosques, como si buscasen ocultarlos. También han cesado casi de repente las invitaciones y los intercambios de oficiales con el ejército ruso. Parece como si no quisieran que viéramos lo que están haciendo en su zona de ocupación alemana.
Patton se quedó pensativo un momento para luego levantarse como un resorte y estallar.
-¡Ya decía yo que esos hijos de puta no eran de fiar! Os lo dije, teníamos que haber seguido peleando hasta Moscú.
-Cálmate George. No levantes la voz. – indicándole a Patton que volviera a sentarse. - Se supone que esto es alto secreto. Además, todavía no hay nada seguro.
-Si claro, pero tú has venido has aquí para avisarme en persona. Y apuesto que los jefes de los Grupos de Ejército están informando a los demás en estos momentos ¿me equivoco?
-Así es –se sorprendió Tedder de la perspicacia del americano – esto es demasiado “delicado” como para hacerlo de otra forma.
Patton volvió a tomar asiento visiblemente excitado ante la información que le había transmitido su superior.
-De momento, y como te decía, no hay nada seguro, solo indicios que los soviéticos están preparando algo, no sabemos que, ni a que escala. Podría ser una demostración de fuerza en forma de maniobras militares cerca de nuestras tropas para inducirnos a devolverles lo antes posible el territorio de su zona de ocupación que todavía ocupamos.
-Pero eso es absurdo, en pocos días nos retiraremos y se lo dejaremos para ellos, muy a mi pesar.
-Si, pero quizás quieran intimidarnos y hacernos ver su poderío para que no se nos pase por la cabeza echarnos atrás a última hora.
-Sigue sin tener sentido. Si fuera así, ¿por que lo hacen todo a escondidas?
-Otra opción es que quieran desafiarnos, con alguna provocación, algún encuentro desafortunado local entre su ejército y los nuestros, para mejorar su posición en las negociaciones que tendrán lugar el mes que viene entre los mandatarios de nuestros países. La cosa parece que está bastante caliente en algunos puntos, como Polonia y en general a todo lo que afecta a Europa central y del este.
-Pero, si como dices quisieran provocar un incidente armado local ¿para que hacer movimientos de tropas a lo largo de toda Alemania?
Tedder se mantuvo en silencio durante unos segundos y finalmente expuso lo que Patton estaba pensando desde el principio.
-Por supuesto, también existe la posibilidad que quieran lanzar un ataque a gran escala, pero nos parece tan descabellado y difícil de adivinar los motivos por los que cometerían semejante locura y traición, que apenas podemos concebirlo.
-Pues será mejor que empecéis a asumirlo. Esos bastardos nos van a atacar, y no tardarán mucho, te lo aseguro.
-De momento, mi misión es advertirte, e informarte de las órdenes directas de Ike, que son las siguientes:
hacer que todos tus hombres que están de permiso o dispersos, vuelvan de inmediato; reunir las divisiones y preparar el armamento y los vehículos para la acción; realizar patrullas y reconocimientos en las zonas de contacto con los soviéticos; y por último, preparar planes de contingencia por si se llega a lo peor. Pero por supuesto, no queremos actitudes provocadoras en nuestros hombres, ¿de acuerdo? Nosotros no queremos iniciar un confrontación ¿queda claro eso, George?
-Como el agua, Arthur. No te preocupes, vigilaré a esos cabrones pero no les tocaré. Pero como intenten algo, el Tercer Ejército les va a partir los dientes. Eso tenlo por seguro.
-Desde luego – dijo condescendiente el inglés
El Mariscal de la RAF se incorporó y se dirigió a la puerta.
-Ahora te aceptaría algo de comer. He de volar de inmediato de regreso al SHAEF y hacer un millón de cosas, y no me gustaría tener el estomago vacío.
-Por supuesto. Aunque se me ha quitado un poco el hambre, te acompañaré. Estoy deseando empezar a hacer los preparativos.
-George, te pido que informes de esto al mínimo de gente posible. Si se llega a saber y luego se queda en nada, el ridículo, por no decir otras cosas, puede ser histórico.
-Descuida, tengo plena confianza en los hombres que han de ayudarme con esto, y te aseguro que no van a ser muchos.
-Esta bien, - dijo a la vez que habría la puerta – ahora vayamos a tomar un bocado.
Ambos militares bajaron al comedor, donde tomaron un buen asado de ciervo en salsa y un pastel de moras.
Al acabar, Sir Arthur Tedder se dirigió a su pequeño convoy de jeeps que ya lo estaban esperando donde lo habían dejado hacía poco más de una hora y que lo llevaría hasta el cercano aeropuerto de Munich. Ambos militares se despidieron afectuosamente.
Patton subió a su despacho con el casco debajo del brazo, y quienes lo vieron pasar, asegurarían más tarde que lucía una gran cara de satisfacción.


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23 de junio

06:30 Hora local

Faltaba poco para el amanecer pero el sargento Dimitry Firsov hacia varias horas que estaba despierto. Asomando medio cuerpo por la escotilla de la torre de su tanque, veía delante suyo avanzar a los carros del resto del batallón que marchaban en formación de a uno entre aquellos altos y estilizados pinos a la luz de una esplendida luna llena.
Tenían orden de llegar al límite occidental del bosque antes del amanecer. Para llegar allí, el mayor al mando, había realizado un reconocimiento de la zona el día anterior. Ahora se guiaban además, con la ayuda de un viejo mapa de la zona, donde por supuesto, no aparecían aquellos pequeños y discretos caminos, y las indicaciones de un “voluntario” del cercano pueblo de Schonfeld, para llegar al punto indicado por su superior en aquel intrincado bosque.
Avanzaban a poca velocidad, en parte por que el terreno no permitía otra cosa, y también para minimizar el ruido producido por los motores diesel de los carros. Pero se habían retrasado en algún sitio – Dimitry todavía no sabía donde había podido ser – y ahora llegaban tarde a su cita con el resto de la brigada, así que no les quedó más remedio que acelerar la marcha abriéndose paso entre la maleza y los troncos caídos en su camino.
Mientras empezaba a preocuparse por si el ruido que ahora producían los descubriría, escuchó los primeros silbidos de los proyectiles de artillería que volaban sobre su cabeza, y poco después las explosiones de estos a escasos kilómetros hacia el oeste, en teoría sobre las defensas enemigas.
-Bien – pensó Dimitry, - ahora no hay que preocuparse por hacer ruido, ya deben haber descubierto que vamos hacia ellos.
Justo cuando sobre el horizonte despuntaban los primeros rayos de sol, el batallón de tanques T-34 de Firsov llegó al límite del bosque, seguramente donde se le había citado. El mayor Boldyrev, jefe del batallón, salto de la torre, ayudado por los fusileros que iban asidos a su vehiculo, y en compañía de su segundo al mando, que venía en el carro de detrás, se acercaron al borde de la línea de los árboles. No estaban solos, por allí había centenares, sino miles de soldados soviéticos, aguardando, al igual que ellos, un punto de cruce sobre el río Elba. A poca distancia había un puente de piedra, sobre el río, y aparentemente, sin defensas. En la orilla oeste, y más allá resonaban todavía las explosiones que producía la poderosa artillería rusa, y que ahora estaba alargando el tiro y adentrándose en la retaguardia del enemigo. El puente parecía haber sido reconstruido recientemente, y tenía la anchura justa para el paso de un camión o un tanque. A unos doscientos o trescientos metros a ambos lados del puente, y sobre las dos orillas, se divisaban a un buen número de ingenieros y pontoneros del Ejercito Rojo, trabajando afanosamente en poner en funcionamiento unos pequeños puentes para que cruzasen los soldados de infantería. También pudo ver a un grupo de ingenieros rusos que se habían cerciorado que el puente de piedra no tuviese explosivos colocados y de que aguantase el peso de los carros. El oficial que parecía estar al mando de esa tarea, al ver a Boldyrev, le indicó por señas que el camino estaba libre de obstáculos.
-No hay de que preocuparse – le dijo al capitán Glazonov – según nuestro camarada coronel, no nos esperan aquí y no habrá una defensa sólida, de todos modos será poco tiempo, cruzaremos el puente a toda velocidad y avanzaremos hacia el primer objetivo, para reunirnos con el resto de la brigada según el plan.
El capitán asintió, y ya no fue necesario hablar más del avance. Se desearon buena suerte y se montaron en sus vehículos.
Cuatro minutos después de la hora fijada para el comienzo del ataque, Boldyrev dio la orden de avanzar al batallón, que seguía en formación de columna para cruzar el río. Rápidamente salieron del bosque y cruzaron el puente en pocos minutos, sin mayor novedad. A su vez, los fusileros soviéticos salían del bosque en gran número y comenzaban a cruzar los puentes de pontones que habían preparado sus camaradas tan rápido como les era posible.
– Los hemos cogido totalmente desprevenidos, o esto hubiese sido otra cosa - pensó el sargento Firsov.
Siguiendo la estela de las explosiones de los proyectiles de la artillería se lanzó con el resto del batallón hacia el oeste a toda velocidad.
Hacia el sur se veían las figuras de los demás vehículos y carros – 60 potentes T-34/85 – de la 36º Brigada de tanques, que habían cruzado por otros puntos, río abajo. Entre ellos, miles de fusileros avanzaban a pie tan rápido como podían.
Se adentraban en territorio enemigo con la compañía de reconocimiento a la cabeza, adentrándose a buen ritmo en territorio hostil. Al principio todo fue bien, la artillería había hecho su trabajo y pronto vieron algún vehículo americano ardiendo y soldados, o lo que quedaba de ellos, muertos o agonizantes. Pero había muy pocos, y sus posiciones defensivas eran casi ridículas, apenas unos sacos terreros y alguna pequeña trinchera, y además, varias posiciones parecían haber sido abandonadas muy recientemente. Era como si no les hubiese dado tiempo a más, o realmente no esperasen un ataque en toda regla. De todos modos Dimitry no se quejaba, y seguía avanzando, junto con el resto del batallón, en formación de combate. A medida que se adentraban en territorio desconocido y el fuego de artillería decrecía, se ordenó ralentizar la marcha y estar muy atentos a posibles enemigos.
Ahora, la brigada ya era una sola formación, y los tanques del batallón de Boldyrev, cubrían el flanco derecho.
Se acercaban al primer punto que había previsto en la ruta para llegar a su objetivo del día. Los tejados de una pequeña aldea granjera cercana al pueblecito de Baben, de apenas media docena de casas de piedras y un pajar, se vislumbraban cercanos. Desde allí, girarían al suroeste hasta encontrar la vía férrea que llevaba a Stendal por el norte. Una vez dejado bien atrás Eichstedt, girarían de nuevo hacia el oeste por una carretera sin asfaltar que les llevaría a rodear la ciudad de Stendal por el noroeste, y como destino final, el pueblo de Schernikau, donde se reunirían con sus camaradas del resto del Décimo Primer Cuerpo de Tanques del que formaban parte.
De pronto una explosión a su derecha le hizo girar la cabeza, y vio como uno de los carros había sido alcanzado por el fuego enemigo proveniente de la aldea. Sin esperarse a ver el resultado del proyectil en aquel tanque, Firsov se metió dentro de la torre y cerro la escotilla.
Mirando por el periscopio observó como ahora, desde la aldea disparaban lo que parecía cañones antitanque enemigos. Creyó contar hasta ocho. Ordenó disparar a su artillero, el soldado Drabkin, el cañón de 85 milímetros con que iba equipado el tanque, al más cercano de los cañones enemigos situado en una esquina del pajar. Los demás carros también estaban devolviendo el fuego. Al tronar de los cañones, pronto se unió el repicar de las ametralladoras enemigas disparando sobre los soldados montados en los tanques. Estos desmontaron y se lanzaron al ataque al grito de “hurrrrraaaa”.
Drabkin falló por poco. Volvieron a disparar sobre el mismo cañón, al mismo tiempo que este devolvía el fuego contra su tanque. Ambos proyectiles encontraron su objetivo, con la diferencia de que mientras el cañón antitanque americano quedo destrozado, el proyectil enemigo rebotó contra la coraza frontal de la torre del T-34 de Dimitry. A este, se le revolvió el estomago al oír el sonido del impacto del proyectil, y aunque no era la primera vez que resultaba alcanzado, siempre se le ponían los pelos de punta y comenzaba a sudar más de lo normal. Sin recuperarse del todo, dirigió a Drabkin hacia el próximo objetivo. En un rápido vistazo, confirmó que los restantes cañones antitanque en su campo de visión eran ahora amasijos de humeante metal, y quiso dirigir su fuego a la ventana de una casa desde donde se observaba fuego de ametralladora. No tuvieron tiempo de disparar, ya que un cañonazo de otro carro y algunas ráfagas de los fusileros, acallaron el fuego desde ese lugar.
Mientras seguía buscando objetivos, su artillero grito - ¡Allí, un camión trata de escapar! – y girando la torreta comenzó a apuntarle.
-Usa la ametralladora, no desperdicies munición del cañón – le ordenó el sargento.
El artillero comenzó a disparar con la ametralladora coaxial, y logro colocar algunos proyectiles en el vehiculo enemigo. Unos instantes después, el fuego de otra ametralladora, posiblemente de otro T-34, se unió a la caza del desdichado camión, que apenas consiguió avanzar mas de unas docenas de metros antes de verse detenido y en pocos instantes, envuelto en llamas, a la vez que sus ocupantes salían a toda prisa del interior. Mientras tanto, la lucha a su alrededor tocaba a su fin. La infantería barría la aldea, luchando en pequeñas escaramuzas, hasta que se dejaron de oír disparos.
En definitiva el combate fue breve, apenas unos minutos, ya que las defensas enemigas eran claramente insuficientes para frenar el avance de los tanquistas y fusileros soviéticos, aún así produjeron algunas bajas entre los soldados y dos carros fueron inutilizados, uno era irrecuperable y el otro se tuvo que quedar allí hasta que los del segundo escalón lo pudiesen arreglar o remolcarlo a algún taller de reparación.
Se detuvieron en la aldea en busca de enemigos escondidos o heridos, capturando a nueve de ellos. Pertenecían a la avanzadilla de una división de infantería norteamericana, y por lo que pudieron averiguar, habían llegado a ese lugar al anochecer del día anterior, sin apenas tiempo de preparar sus defensas. Su misión era la de tratar de ganar el máximo tiempo posible para hacer factible el despliegue del resto de la división en posiciones defensivas. Aquello aclaró algunas cosas, como que el ataque no había sido una sorpresa total, pero si lo bastante como para encontrar al enemigo sin haber acabado su despliegue para intentar detenerlos. También quedó claro lo escaso de sus defensas hasta el momento. De todos modos, era seguro que algunos kilómetros más allá, había una división enemiga preparándose para luchar.
Cuando Dimitry volvía a su T-34, después de conferenciar con algunos otros jefes de carro, vio como los soldados miraban apelotonados al cielo. Levantó la mirada y vio como a bastante altura, en dirección a Magdeburgo, había un gran enjambre de puntos oscuros que se retorcían como si bailasen una extraña danza. Pequeñas explosiones en el aire y delgadas columnas de humo cruzaban el cielo en dirección al suelo. Por lo visto, la lucha sobre sus cabezas debía ser encarnizada. Esperaba que los camaradas aviadores diesen buena cuenta de los aparatos enemigos, ya que recordaba los tiempos en que la Luftwaffe dominaba los cielos de Rusia, y no era un recuerdo agradable.
Volviendo a sus propios asuntos, y ya que los prisioneros habían quedado al cuidado de la tripulación del tanque averiado, el veterano tanquista se acomodó el casco acolchado y se sacudió el polvo de su oscuro traje antes de subir a su carro.


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Mensaje por flanker33 »

Los T-34 de la 36º Brigada de tanques cruzan el rio simultaneamente por varios puntos:

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Mensaje por flanker33 »

- Sargento, acabamos de recibir noticias del Cuerpo de Tanques – le dijo el cabo Kalutsky, su operador de radio – Tangermunde ha caído, pero en su avance más allá de la ciudad, al sur de Stendal, se han encontrado con fuertes defensas enemigas, y parece que les están retrasando. Nos ordenan avanzar rápidamente hasta el objetivo de hoy, y girar al sur para coger al enemigo por la espalda. El resto de batallones ya están enterados. Dicen que nos demos prisa, que ya hemos perdido mucho tiempo aquí. Boldyrev ya ha dado la orden de continuar.
-Recibido. – Contesto Firsov, y dirigiéndose a toda su tripulación, dijo – tener los ojos muy abiertos y estad concentrados, si los camaradas más al sur tiene problemas, es posible que haya más “problemas” viniendo hacia aquí.
Se acercaba el mediodía y finalmente parecía como si la lucha de verdad estuviera a punto de llegar.
Comenzaban a llegar los fusileros a pie de otras divisiones, cuando la 36º Brigada reanudo su marcha hacia su objetivo. Pronto llegaron a la vía del tren, y viraron al sur para continuar en dirección a Stendal.
Tras capturar Eichstedt sin encontrar mucha resistencia, se toparon a pocos kilómetros al sur, posiciones defensivas que había preparado lo que parecía ser un batallón enemigo de infantería, cortando la vía, apoyando su flanco izquierdo en un espeso bosque y el derecho en lo abrupto del terreno y en una colina arbolada y con toda clase de elementos antitanque de fortuna, como grandes piedras, troncos o zanjas a medio cavar.
Por desgracia para los soviéticos, el comandante de la brigada, apremiado por el mando, decidió una carga frontal sobre las posiciones enemigas que evitase largos rodeos y dejase a una fuerza poderosa a sus espaldas.
Desde el primer momento comenzaron a sufrir bajas, primero por minas que habían colocado los ingenieros enemigos, luego por el fuego de cañones antitanque autopropulsados y remolcados, que disparaban desde posiciones bien camufladas y protegidas, y finalmente por las armas de los propios infantes americanos atrincherados a ambos lados de la vía férrea.
El tanque de Dimitry avanzaba a buena velocidad hacia el enemigo, con el resto de tanques de su batallón en vanguardia, y rodeado de fusileros que soportaban un intenso fuego de mortero. Al poco se unió la artillería enemiga, que mostrando una precisión muy elevada, martirizaba a los fusileros y dañaba a algún que otro tanque.
-Tengo un blanco, sargento – gritó el soldado Drabkin.
-Conductor, alto. Artillero, fuego – respondió Firsov.
Cunado el T-34 se hubo parado por completo, el cañón lanzó un proyectil de alto explosivo sobre un puesto de sacos terreros desde donde disparaba una ametralladora pesada. La puntería del artillero era generalmente buena, y acertó a la primera. Una gran nube de polvo y ya no volvió a salir ninguna bala de aquella ametralladora.
Cuando estuvo a menos de quinientos metros de las defensas enemigas, y mientras seguía disparando con todas las armas que tenía su carro, el sargento Firsov vio estallar al tanque que iba a su derecha y unos metros por delante de él. Rápidamente, trato de localizar al agresor, pero fue su artillero quien lo vio.
-A cien metros detrás de las trincheras, sargento. Es un autopropulsado- rugió Drabkin.
-Fuego sobre él antes de que nos dispare. ¡Rapido!- Dijo Firsov al ver como el cañón enemigo les apuntaba directamente a ellos.
Pero esta vez no hubo suerte, no llegaron a girar su cañón lo suficientemente rápido para disparar sobre el enemigo. Este abrió fuego antes y su proyectil fue a acertar en el tanque soviético. Con el impacto, el cargador y el conductor, dos pequeños georgianos que se habían unido a la tripulación de Firsov hacía poco, y a los que nadie conocía ni apreciaba demasiado, murieron inmediatamente, mientras que Kalutsky, el radio operador, lograba salir al exterior, pero acto seguido, era alcanzado por el fuego de una ametralladora enemiga. A su vez, Dimitry trataba de sacar a Drabkin – que había quedado aturdido – de la torre, mientras que un fuego que había comenzado en la parte baja de la torre, le quemaba las piernas. Finalmente logró arrastrarlo fuera del vehiculo y llevarlo hacia atrás. Tuvo que esquivar a unos cuantos fusileros que se lanzaban a la lucha, y tras unos momentos de carrera, él y su camarada herido fueron empujados al suelo por el efecto de la onda expansiva que produjo su tanque al explotar como consecuencia de la deflagración de la munición que todavía quedaba en el interior del carro.
Dimitry perdió el conocimiento durante varios minutos. Cuando finalmente lo recuperó, se encontraba en la retaguardia de la brigada, cerca de donde había partido el ataque. Alguien lo debía haber arrastrado hasta allí. Se incorporó y tras asegurarse de que solo tenía unas pequeñas magulladuras, trato de encontrar a su artillero y a su radio operador. Los vio unos metros más allá, donde eran atendidos junto con otros compatriotas heridos, por los sanitarios de la brigada.
-Sargento, ¿está usted bien? – le dijo un medico al verlo incorporado.
-Creo que si, camarada.- dijo Firsov.- Ahora tengo que volver al combate.- aunque no sabía muy bien como, ni para que, ya que sin carro, y ni tan siquiera haber cogido su PPSh del interior del carro, tan solo podía ayudar con su pistola, lo cual no parecía muy razonable viendo el volumen de fuego liberado en la lucha.
-Déjelo sargento, parece que ha acabado todo. Ya no se oyen disparos.
Dimitry se paró a escuchar, era verdad, el fuego había cesado por completo.
En ese momento, un T-34 se acercaba. Encaramado a su torre iba el comandante de la brigada, que al ver a Firsov le dijo:
-Sargento, ¿esta herido? ¿Y su tanque?
-No estoy herido, camarada coronel, solo algo magullado y dolorido. Respecto al tanque, creo que explotó cuando salí de él tras ser alcanzado.
-Está bien, entonces se quedará usted al mando de los heridos y los carros dañados hasta que lleguen los refuerzos. ¡Ah! y ahora le mandaré los prisioneros, aunque no hay muchos.
-A la orden.
Entonces el coronel se dirigió hacía quien parecía dirigir a los sanitarios, y le inquirió:
-¿Cuáles son?
El hombre hizo un gesto con la cabeza hacia su izquierda, indicando a un grupo de unos quince o veinte soldados, que parecían tener solo heridas leves.
-A ver, vosotros tres – dijo señalando a los tres primeros – os quedareis con el sargento y le ayudareis a defender esta posición y a custodiar a los prisioneros. Los demás, coged vuestras cosas y subid al tanque. Esto todavía no se ha acabado, hoy todavía tenemos mucho camino que recorrer.
Cuando se marcharon, Dimitry se sintió decaído. De repente tenía bajo su mando un puñado de sanitarios y heridos, y debía de cuidar de ellos, de los tanques dañados, y de unos cuantos prisioneros, que comenzaban a llegar escoltados por unos pocos soldados rusos. Con todos ellos, Firsov montó un improvisado campamento en el terraplén de la vía y organizo un pequeño servicio de guardia, mientras esperaba que a ningún grupo de soldados enemigos se le ocurriese aparecer por allí, ya que entonces, seguramente los prisioneros serían ellos.
Pero también se sentía abatido por haber perdido a dos de los miembros de su tripulación y tener heridos a los restantes. Su tanque, su tripulación. En un momento lo había perdido todo, y ahora se encontraba allí, al mando de no sabía muy bien que. Empezó a pensar en que había salido mal en el combate, pero no encontró nada que el pudiese haber echo para no ser alcanzado. Así como otras veces la fortuna les había sonreído, y pudieron contarlo al ser alcanzados por el fuego enemigo, esta vez se encontraron con alguien con un buen cañón y una buena habilidad al utilizarlo. Tan solo había sido mala suerte. Aunque quizás si él hubiese estado al mando, no hubiese lanzado aquel ataque frontal, posiblemente habría dado un rodeo a la posición enemiga, y hubiese avanzado hacia su verdadero objetivo. Empezó a odiar vagamente al coronel.
Así, sumido en sus pensamientos, estuvo durante algunas horas, hasta que al anochecer, los soldados de la 12º Brigada Motorizada de Fusileros llegaron a su posición. Se ocuparon inmediatamente de los prisioneros. Los heridos graves fueron conducidos a hospitales de campaña en la retaguardia, mientras que los heridos leves y demás soldados, fueron llevados en camiones hacia Schernikau, donde les esperaban el resto de sus camaradas de la brigada.
En el pueblo encontró también a tanquistas de las otras brigadas del Cuerpo de Tanques, que por fin habían logrado vencer la resistencia al sur de Stendal, y habían llegado al punto de reunión para rodear la ciudad.
También se entero allí que el coronel de su brigada, había muerto en la lucha a las afueras de la ciudad, y que ahora el número de carros operativos de la 36º Brigada de Tanques era de apenas treinta y tres, aunque habría que contar con los tanques dañados que se repararían lo antes posible y volverían a combatir, pero a efectos prácticos, la brigada había quedado reducida a la mitad en un solo día de lucha.
Desde luego se habían logrado los objetivos para aquel día, pero a un coste demasiado alto. Firsov se preguntaba si a ese ritmo, estaría vivo de aquí a un par de días.
Buscó a su jefe de batallón, el mayor Boldyrev, para darle novedades. Estaba de pie, en la barcaza de su carro de mando, comprobando que se realizasen algunas pequeñas reparaciones en el interior del vehiculo en una pequeña plazoleta.
-Camarada Boldyrev. Se presenta el sargento Firsov.
El mayor se volvió hacia él y bajándose del tanque respondió.
-Ah Dimitry, ¿como esta? He oído que estaba herido.
-Han sido solo algunos rasguños y magulladuras. Pero he perdido mi carro y a dos miembros de mi tripulación. Los dos restantes están heridos en el hospital de campaña.
-Vaya, lo siento. – Y lo decía de veras, pensó Firsov. El mayor era uno de los pocos oficiales que conocía que se preocupaba sinceramente por el bienestar de sus soldados. – Espero que los heridos se recuperen pronto.
-Yo también lo deseo, camarada.
-Bien, - continúo Boldyrev – tendremos que hacer algo al respecto de su tanque.
El oficial se paso la mano derecha por la barbilla mientras miraba al suelo durante unos segundos. Firsov se mantenía en silencio esperando la respuesta de su comandante.
-Creo que vamos a hacer lo siguiente. Lo primero es encontrar una tripulación. De una vuelta por ahí, creo que ha quedado gente ociosa sin tanques que conducir y cañones que recargar, pero escoja solo camaradas de nuestro batallón, no quiero problemas con los demás oficiales. Una vez que los tenga, le entregaré uno de los tanques que hoy han sido averiados y que están siendo reparados. Según me han comunicado, estarán listos para el combate mañana a primera hora, así que pase a verme por la mañana con su nueva tripulación ¿de acuerdo?
-A su ordenes camarada mayor. Estaré aquí con más valientes dispuestos a morir por la Rodina. – dijo en evidente tono sarcástico.
Boldyrev se acercó a el, le dio unos golpecitos en el hombro y le dijo en voz baja:
-Dimitry, ándese con cuidado, que algún día su lengua le hará ir a contar árboles. – dijo en referencia a la posibilidad de que lo enviasen a un campo de reeducación por comentarios contrarrevolucionarios.
El sargento agacho la cabeza en forma de despedida y se fue a reclutar nuevos tripulantes para su prometido tanque matinal.
El mayor tenía razón. Firsov era un veterano que las había visto de todos los colores, pero estaba bastante quemado. Pensaba que se podía permitir ciertos comentarios “subversivos” aunque le pudieran causar problemas. Pero como bien sabía su superior, era lo bastante listo para hacerlos solo delante de personas que tenían su confianza y que no lo traicionarían yendo a contárselo al “valeroso” comisario político de turno.
Lo primero que hizo después de hablar con el mayor, fue pasarse por el improvisado hospital de campaña, para ver como se encontraban sus hombres.
Encontró a Kalutsky fuertemente sedado, y con una herida en el estomago y otra en el hombro derecho. Posiblemente saldría adelante, pero le quedaban meses, sino años de recuperación. A Drabkin, su artillero, lo vio mucho mejor. De hecho el medico le dijo que solo tenía algunos cortes y algunas quemaduras leves en los muslos, así que seguramente por la mañana le darían el alta.
-Vaya camarada sargento, parece que no se va a librar tan fácilmente de mí. – dijo alegremente el artillero.
-Veo que sigues con buen animo, y a mi me hace falta un tirador para mi nuevo tanque ¿Qué te parece volver a la lucha mañana?
-En cuanto estos matasa… quiero decir, camaradas matasanos me dejen salir de aquí, soy su hombre.
-De acuerdo Volodya, mañana a primera hora me pasaré a recogerte, no te vayas a arrepentir y tenga que ir detrás de ti.
-Aquí estaré camarada.
El buen animo de su amigo Volodya Drabkin, le animo un poco. Se conocían desde hacía más de un año, y lo apreciaba, como persona, y como artillero.
Por lo demás, no le costó demasiado encontrar a una tripulación. Encontró a un conductor, un radio operador y un cargador de entre los que se habían quedado sin tanque, pero además, también sin jefe de carro. Los tres pertenecían al mismo carro hasta aquella tarde y parecían conocerse bien. Firsov los había visto antes, eran de otra compañía, pero de su mismo batallón. Su jefe de carro había sido el sargento Kushin, un veterano tan eficiente como borracho. Ahora, y según le contaron, yacía calcinado en algún lugar frente a las posiciones que atacaron aquella tarde.
Del conductor, llamado Sergei Potapov, se decía que era muy bueno en su puesto, quizás el mejor del batallón, y que se comportaba muy bien bajo presión.
El radio operador, cuyo nombre era Artem Irincheev, era de Minsk, y había sido partisano antes que tanquista. Y por último, el cargador, Alexander Reznick, un pequeño pero fornido siberiano de corta edad que apenas había cumplido los diecisiete años, y parecía tener siempre una leve sonrisa en su redonda y sonrosada cara.
Dimitry les dijo a los tres que estuvieran a primera hora de la mañana, en la plazoleta en la que había hablado con Boldyrev, y después se retiró.
Ya era cerca de la medianoche. Tras cenar frugalmente, se dirigió a un pequeño edificio de dos plantas, donde se encontraban parte de las tanquistas de su batallón. Encontró un lugar que parecía cómodo en una de las habitaciones de la planta baja, y se dispuso a descansar unas horas echado en una raída manta prestada.


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