LA FRACTURA

La Historia Militar española desde la antiguedad hasta hoy. Los Tercios, la Conquista, la Armada Invencible, las guerras coloniales y de Africa.
Domper
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La segunda fuerza estaba compuesta por ocho C-130 y quince C-295. Como los Pericos, se sirvieron de sus sistemas de navegación inercial y de las señales de los radiofaros para localizar su objetivo. Volando a media altura, al pasar sobre él lanzaron grandes bombas termobáricas: de seis toneladas en el caso de los Hércules y de tres en el de los C-295. Estallaron a pocos metros sobre el bosque: los pocos árboles que quedaron en pie perdieron sus ramas y se convirtieron en postes humeantes. Con los árboles cayó lo que quedaba del batallón de defensa. También perecieron la mayor parte de los observadores, porque se refugiaron en las salidas de los pozos, donde se multiplicaban los efectos de las explosiones.

En la sala de situación, sin embargo, el efecto de estas bombas fue muy ligero: unas sacudidas de tono bajo aunque más prolongadas que las anteriores. Nada alarmante. Lo preocupante era la pérdida de contacto con los observadores. Dietrich empezó a pensar que los enemigos no se iban a conformar con tirarles algunas bombas. No iba descaminado, pues aun sonaba el eco de las explosiones contra las montañas del Harz cuando ocho aeronaves de un tipo muy extraño se posaron en la cima del Rammelsberg.

El salto temporal había vaciado de marines la base de utilización conjunta de Morón, pero el material se había quedado: montañas de armas modernas y de municiones que habían sido un bienvenido refuerzo para las fuerzas armadas españolas en los primeros días. También habían quedado las aeronaves, incluyendo aviones de transporte Hércules y C-17, y helicópteros pesados CH-53. Y los V-22 Osprey. Había costado aprender a emplearlos, y un aparato se había perdido en un accidente. Pero cuando se pudo tener una fuerza de seis V-22, quedó en reserva para poder sorprender a los alemanes con su velocidad. Pues los V-22 eran casi tan rápidos como los aparatos de transporte que habían bombardeado Rammelsberg. Cazas bimotores Águila los escoltaron contra posibles intrusiones de la Luftwaffe (que no se produjeron), y los Osprey se posaron en la cima de la montaña cuando los tocones de los árboles aun humeaban.

El sargento Arasanz fue de los primeros soldados en saltar. La compañía extendió el perímetro, recorriendo el claro calcinado y enfangado por la nieve fundida. El pelotón de Arasanz tenía que localizar un pozo de ventilación, pero solo encontró un enorme cráter. Arasanz dejó dos soldados para vigilarlo, y distribuyó el resto de los hombres por el perímetro. Al mismo tiempo otro equipo instalaba un radiofaro que permitiría que las siguientes misiones aéreas fuesen mucho más precisas.

Apenas habían despegado los Ospreys para volver a Francia cuando llegaron los Fantasmas: ocho C-47 artillados que empezaron a buscar objetivos. Uno lanzó una hilera de bengalas sobre Goslar, descubriendo una importante fuerza alemana que se estaba reuniendo; otros dos Fantasmas se cebaron con ella. El resto siguió buscando enemigos en los miradores de las colinas cercanas.

En el interior Dietrich se mordía las uñas sin saber qué pasaba arriba. Las comunicaciones estaban interrumpidas y ya no se notaban grandes explosiones, pero sí un martilleo de menor intensidad. Empezaba a tener noticias del alcance de los daños en la mina: parte del túnel principal se había derrumbado, y el corte de la energía eléctrica había hecho que las bombas se parasen, y algunos lugares del nivel inferior se estaban empezando a inundar; había generadores que no se encendieron porque era preferible no viciar el aire. Pero había al menos una salida libre y dos pozos de ventilación despejados: en caso de necesidad se podría salir por ellos, aunque hubiese que subir por las largas escaleras de mano. Mejor aun, un equipo pudo reparar una conexión telefónica con Goslar.

Dietrich consiguió hablar con un capitán del tercer batallón. Este le dijo que en la ciudad la situación era caótica. El bombardeo inicial había destruido el antiguo palacete de caza empleado como puesto de mando. Aun así los soldados habían partido hacia la mina, pero estaban sufriendo el ametrallamiento aéreo de mayor intensidad que había visto nunca. Además se habían visto pasar unos helicópteros de tipo nuevo que se habían posado en la montaña.

Esta noticia fue la que alarmó de verdad a Dietrich. Que los españoles estuviesen llevando tropas no era peligroso para el Refugio, al menos por ahora, pero significaba que el escape iba a ser muy arriesgado pues ya estaba amaneciendo. Habría que esperar a la noche siguiente. Con todo, la fuerza atacante no podía ser demasiado grande: unas compañías, a lo sumo dos o tres batallones. El general ordenó al mayor que alertase a las guarniciones cercanas: en un radio de treinta kilómetros había más de quince mil soldados.



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El amanecer trajo otra oleada de aviones. Los Fantasmas se retiraron, la mayoría tras haber agotado su munición, pero luego llegaron cazabombarderos Halcón que empezaron a orbitar la montaña y a atacar a las unidades alemanas que se movían. Más tarde fueron helicópteros artillados EC135 que escoltaban a los que traían al resto del batallón aerotransportado. Los soldados ampliaron el perímetro, expulsando a los pocos supervivientes alemanes tras combates enconados, pues se trataba de tropas de élite que se negaban a rendirse. Pero el fuego de los helicópteros, de los aviones, y luego el de los morteros emplazados en la cima, acabaron con la resistencia.

Los enfrentamientos se recrudecieron cuando los españoles se aproximaron al revoltijo de rocas y árboles de la base de la montaña, donde se empezó a recibir fuego de mortero. Los cazabombarderos respondieron con furia: Arasanz, desde el pozo que había cavado en lo alto, pudo ver como lanzaban bombas y cohetes sobre los mismos suburbios de la ciudad que había al norte. La aviación española desequilibraba el combate: un edificio en el que resistían los alemanes fue destruido por una bomba guiada lanzada por uno de los Boeing 737 que orbitaban a gran altura. Aun así los combates eran demasiado intensos. Viendo la montaña, el sargento podía imaginarse la intensidad del bombardeo, que dejaba lo del Ebro como una traca de feria. Aun así los alemanes salían como hormigas de los agujeros y se lanzaban contra los soldados españoles. Arasanz empezó a pensar que el batallón había caído en una emboscada.

—Mi sargento, órdenes del capitán. Debe ir al puesto de mando.

Arasanz acudió, corriendo entre morterazo y morterazo. Saltó al pozo donde estaba el oficial.

—Arasanz, tengo una misión para usted. Quiero que tome sus hombres y rastree esta zona —dijo señalando con su dedo una parte del mapa—. Según las fotos de infrarrojos allí puede haber algún respiradero.

El sargento volvió hasta la posición. Ya no tuvo que correr: parecía que habían acabado con el dichoso mortero. La prueba la tuvo en que llegaron más helicópteros con refuerzos y para evacuar bajas sin que fuesen molestados. Reunió a los soldados y, formando una línea, empezó a recorrer la zona que se les había indicado. No era fácil: los árboles seguían en pie, pues una bomba había estallado casi directamente sobre ellos, dejándolos como cerillas quemadas. Pero el suelo encenagado estaba cubierto de ramas.

—Cuidado con no dejaros algún pie por allí. Buscad una rama y usadla como sonda.

Empezaron a buscar hasta que un soldado grito—: Aquí, mi sargento.

Arasanz se acercó. Había tablones caídos, seguramente restos de una caseta que protegía la entrada. Debajo estaba una especie de boca de alcantarilla de hormigón de metro y pico de diámetro. La reja que la protegía tenía una puerta estaba cerrada; aferrada a ella se los veían restos sanguinolentos de un brazo humano. El sargento encendió su linterna y vio que dentro había una escalera de grapas metálicas. Imaginó que a alguien le caería el peor marrón de la guerra, es decir, penetrar en ese subsuelo, y se hacía una idea de quién iba a ser ese pringado. Entonces llegó el capitán.

—Hemos encontrado un agujero.

—Gracias, sargento. Es el tercero que hallamos. Ponga vigilancia alrededor.

—Mi capitán, entrar va a ser muy arriesgado.

—¿Quién ha hablado de entrar?

Entonces oyó el distintivo sonido de los helicópteros pesados Kamov, a los que acompañaban tres aun mayores CH-53 que habían sido de los Marines.



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El Cougar que llevaba al coronel Pellicer tomó tierra en la amplia explanada que los ingenieros habían abierto en la cima: ya originariamente había claros que el bombardeo había agrandado; los troncos quemados que quedaban habían sido talados con sierras mecánicas. El coronel se dirigió hacia el puesto de mando viendo, con satisfacción, que sobre la cima ya no caía fuego alemán.

Hasta ahora iba todo bastante bien, aunque la resistencia era un poco mayor de la esperada. Pero el batallón no había tenido demasiados problemas en hacerse con lo alto de la mina. Las bajas eran pocas: aunque los alemanes habían combatido con decisión, el demoledor bombardeo que habían sufrido los había desorganizado. Muchos germanos se movían como zombis entre los despojos del bosque, sobre todo en los primeros minutos: un pelotón, al saltar de un Osprey, se encontró con una sección alemana casi completa: habían tomado tierra en medio de una fortificación. Pero las potentísimas sacudidas los habían dejado casi inconscientes. Mejor aun, un oficial, aun desorientado por el efecto de las ondas expansivas, había confesado a sus interrogadores que el Führer había llegado a la mina unos días antes, y que por lo que sabía aun seguía allí.

Pero el tener a Hitler bajo tierra no bastaba. En primer lugar, era crucial impedir que escapase. No se podía descartar que hubiese alguna galería que los planos no recogían (pues solo se habían conseguido algunos planos turísticos de Rammelsberg) que llevase hasta alguna salida en el bosque. Las fotografías de infrarrojos habían permitido detectar la mayoría de las salidas, pero no se podía estar seguro: ahora mismo la bestia podía estar corriendo por algún túnel olvidado.

Para eso estaba la aviación. En cuanto se supo que la alimaña se había refugiado en el Harz el coronel Pellicer, un apasionado de la vida al aire libre, lo lamentó por los bosques. Para impedir las salidas la aviación táctica española estaba realizando decenas de salidas cada hora, con los cazabombarderos lanzando ríos de napalm en vaguadas y barrancos. Los helicópteros, además, vigilaban los movimientos y si tenían la más mínima duda, una pareja de Halcones calcinaba la zona. Se esperaba que el intensísimo bombardeo, que estaba reclamando a la mayor parte de la aviación táctica española, obligase a la presa a mantenerse oculta hasta la noche. De paso, impedía que los refuerzos alemanes que empezaban a afluir pudiesen acercarse a la montaña.

Con todo, Hitler no permanecería indefinidamente bajo tierra. Antes o después recuperaría ese valor que había tenido en la Gran Guerra e intentaría escapar. Seguramente, esa misma noche. Además se estaba viendo que en la región había muchos más efectivos alemanes de lo que se creía inicialmente: los aviones de reconocimiento indicaban que las carreteras que confluían en Goslar estaban plagadas de soldados enemigos.

Lo ideal hubiese sido capturarlo pero desde el primer momento Pellicer sabía que era imposible. El general García Martín le había encargado la planificación de la fase Puntilla, en la que se suponía que el dictador genocida estaría en algún refugio subterráneo en cualquier rincón apartado. Como había hecho durante la anterior línea temporal. Entrar a la brava a un búnker era la mejor forma de ganarse un tiro. Además, tras estudiar el comportamiento del personaje, Pellicer comprendió que Hitler, si corría riesgo de captura, se suicidaría y de aso ordenaría destruir su cadáver para parecer que seguía vivo. Mucha suerte se necesitaría para que quedase incapacitado durante el ataque y se le pudiese capturar.

Recordando el asalto al teatro Dubrovka de Moscú, Pellicer solicitó que se estudiase la posibilidad de emplear agentes químicos. Pero no era factible. Se creía que los rusos habían empleado un derivado de la morfina de gran potencia, pero este no se producía en España. Podría hacerse pero se tardarían muchas semanas en tener suficiente cantidad. Además no era demasiado difícil burlar un ataque químico: en este caso se trataba de agentes que actuaban por vía respiratoria, y bastaba con emplear un equipo autónomo como el de los submarinos. Algo que seguramente Hitler había hecho, pues el tonto de Speer, cuando trató de disculparse en sus memorias, dijo que había planeado matar al homicida con gas nervioso.

Pellicer resolvió que sería imposible capturar a Hitler. Solo había una alternativa: matarlo. García Martín lo aceptó y Pellicer empezó a investigar la manera de acabar con los que se esconden en un refugio.

Si se hubiese tratado de un lugar relativamente pequeño, como el búnker de la Cancillería, no hubiese sido problema: una bomba perforante pesada, lanzada desde alta cota, bastaría para romper el techo. Pero existía la posibilidad de que se escondiese en algún complejo de mayor tamaño. Se creía que en Berlín el escondite había estado en los túneles del Metro; era más que probable que el nuevo escondrijo estuviese en algún sitio similar. Siendo candidatas ideales las minas que en la anterior línea temporal se habían empleado. Eran objetivos muy difíciles: por ejemplo, la mina de Hinterbrühl cerca de Viena (estudiada porque al convertirse en atracción turística se había encontrado bastante información) era un entramado de enormes galerías, con varios niveles, salidas y pozos de ventilación, todo ello a cien metros bajo la superficie.

Cuando se confirmó que Hitler había escogido una mina del Harz hubo que descartar la opción de las bombas penetrantes: por lo que sabía, la mina de Rammelsberg era bastante más profunda y mucho más compleja que la de Hinterbrühl. Nada que se pudiese destruir con bombas perforantes. Tampoco sería factible sellar el búnker y esperar a que se rindiese o se matase: se necesitaría mantener el dominio del terreno durante días o, más probablemente, semanas, frente al contrataque de toda Alemania. Eso suponiendo que no hubiese alguna gatera desconocida.

Los gases tampoco servirían: Pellicer pensaba que parte del refugio estaría protegido contra agentes volátiles. Podrían servir para acabar con la guarnición… o no, si disponían de equipos de guerra química. Además quedaría el problema de entrar en las galerías, que no solo podrían estar defendidas sino que estarían plagadas de trampas explosivas.

Uno de los ayudantes sugirió emplear un arma nuclear. Según rumores estaba a punto de ser finalizado el ensamblaje de una bomba atómica en la planta de Ciudad Real. Estallando en superficie no afectaría a la mina, pero si se hacía detonar en una galería… Nada que hubiesen construido los alemanes podría resistir el furor nuclear, y las galerías que no quedasen esterilizadas se derrumbarían. A Pellicer la idea no le agradaba, aparte que no sabía si se disponía o no de esas armas. Cuando consultó con García Martín, este no le dijo si se tenían o no esas bombas, pero de todas formas le prohibió que contase con ellas: por una parte, implicaba emplear armas nucleares en guerra, algo que se quería impedir. Por otra, una detonación atómica subterránea en el Harz podría contaminar el suministro de media Alemania.

Se pensó en otras alternativas: cargas lanzadas con cuerdas o introducidas con robots, explosivos, lanzallamas… pero todas tenían inconvenientes. Acabar con un enemigo en el subsuelo no era nada fácil como habían descubierto los norteamericanos en Vietnam. Menos si solo se tenían unas pocas horas.

Entonces un joven capitán hizo una pregunta.

—Mi coronel ¿ha leído el Criptonomicón?



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Los presidentes Pedro Aguirre Cerda y Roberto Marcelino Ortiz, aguardaban a su colega departiendo amigablemente, su relación se había estrechado en los últimos dos meses aún a pesar de que, siendo ambos procedentes de los partidos llamados "Radicales", Aguirre cerda presidía un gobierno de Frente Popular, mientras Marcelino Ortíz había participado en los gobiernos de la "década infame". Sin embargo ambos tenían algo mucho más importante en común, y es que los dos habían llegado a comprender la necesidad ante todo de la concordia política y de la necesidad de una firme unidad en torno a los principios democráticos de todas las fuerzas políticas y sociales para beneficio de sus sociedades, por ello Aguirre Cerda se unió al Frente Popular y Ortiz trabajó incansablemente en contra del "Fraude Patriótico" y siempre abiertamente crítico con las tendencias más profascistas de sus gobiernos.

Por todo ello, a pesar de que el Presidente Baldomir había representado una corriente política abiertamente opuesta a las tendencias argentina y chilena, ambos presidentes tenían presente en todo momento sus diferencias con el Gobierno del Uruguay, por ejemplo en cuanto a la Guerra Civil Española, no podían dejar de reconocer en él a un hombre osado y comprometido que, a la vista de su biografía histórica posterior, intentó superar sus contradicciones y trabajar en favor de la normalizacion democrática de su país, el Presidente Ortíz reconocía ciertos paralelismos con su propia trayectoria política.

Cuando los ujieres abrieron la puerta y dieron paso al presidente Alfredo Baldomir, ambos se levantaron.

- Bienvenido, Presidente Baldomir. - Dijo el Presidente Ortíz mientras el Presidente Aguirre Cerda también le extendió su mano -

- Gracias por recibirme.

- No son necesarias, no hemos querido visitar nosotros Montevideo para evitar que pudiera considerarse una injerencia de nuestros gobiernos en su política interna. - Hablo el Presidente Aguirre -

- Lo se y sepan que lo agradezco, la situación política se está normalizando, pero los acontecimientos han sido de tal gravedad que han sacudido a todas las instituciones de la nación.

- Es ciertamente muy grave lo que ha ocurrido, y lo que hubiera podido ocurrir de no haber puesto remedio.

- Fue providencial la osadía de ese subsecretario español de la Misión de Instrucción Pública, el subsecretario Santiago Fortes, que en realidad más que un académico más parece el director de un organismo de seguridad.

- Conocemos a su equipo, también han colaborado con nuestro gobierno para detectar y poner fin a algunos intentos de control de recursos de la nación, el más importante fue el intento por parte de un grupo de compañías pantalla de hacerse con concesiones mineras en unos terrenos con grandes yacimientos desconocidos, como el gran terreno de Vaca Muerta, antes de que el gobierno español nos entregase los mapas completos. - Expresó el Presidente Argentino -

- Lamentablemente en Uruguay se aprovecharon de la pugna política, cuando detectamos los primeros indicios graves, los apoyos que tenían entre parte de la facción terrista nos impidieron actuar con eficacia sin poner en riesgo la estabilidad del estado.

- Es cierto, resulta inquietante la rapidez con la que se pudo captar a parte del aparado administrativo y político. - Dijo el presidente chileno -

- Sí es inquietante, una vez se produjeron los sucesos del Ejercito de La Granja, muchos se dieron cuenta de aquello en lo que habían participado, en tramas como la que hemos vivido, parece que muy pocas personas implicadas llegan a tener una visión de aquello en lo que participan, y la mayor parte de los facilitadores no son conscientes de aquello a lo que contribuyen, funcionarios, ciudadanos y militares que han colaborado voluntariamente tras los sucesos se han confesado ignorantes de que sus pequeños actos hubiesen contribuido a lo que luego se destapó.

- Es común que aquellos que participan de un acto ilícito quieran aligerarse cuando este no resulta provechoso. - Expresó el Presidente Ortíz -

- Es cierto en muchos casos, pero el simple funcionario que facilita o impide un trámite irregularmente por una lealtad u obligación mal entendida hacia una persona, el agente que tolera un aparentemente pequeño contrabando a cambio de una gratificación, el ciudadano que hace un recado , facilita una información o hace un pequeño trabajo que solo parece una pequeña incorrección para ganarse un pequeño sustento diario, no son conscientes de los engranajes de la máquina que alimentan con su movimiento, suelen ser inconscientes de los intereses a los que sirven.

- Estoy de acuerdo, contra eso solo es útil la educación cívica, el ciudadano debe ser educado para entender que su compromiso cívico debe ser para con su sociedad en general y no para con una persona o interés particular. - Dijo el presidente argentino -

- Para ello el ciudadano debe sentirse parte de esa sociedad, no puede exigirse compromiso a aquellos a quienes la colectividad ignora o abandona a su suerte. - Aclaró el presidente Aguirre Cerda.

- Bien, estas distribas pueden esperar, supongo que están ustedes esperando noticias sobre los cambios constitucionales que el Consejo de Estado está preparando y el tipo de modelo de estado y relaciones con nuestros vecinos que deseamos instaurar.

- Es cierto, sabe que no deseamos interferir, pero los acontecimientos han sido suficientemente graves como para que esperemos ser informados del rumbo que desea tomar la República del Uruguay, sabrá que la operación de las Malvinas podría tener respercusiones políticas también para Argentina y las demás naciones que hemos apoyado estas acciones.

- Lo entiendo, recibirán el borrador de las nuevas previsiones constitucionales en cuanto esté listo para ser presentado, mientras tanto, sepan que está basado en el existente en el plano temporal del que proceden los españoles, por otra parte, soy consciente de que mi figura y bagaje político no es del agrado de los españoles, y conozco que tampoco del suyo, he participado como figura destacada en dos golpes de estado en menos de 10 años...

- No veo a donde quiere llegar, pero yo mismo he apoyado en mi pasado un golpe contra el presidente Yrigoyen, nuestros pecados ya no pueden evitarse, pues ya han sido cometidos, pero pueden compensarse...

- No se lo discuto, pero usted preside la Argentina, que no ha estado al borde de una guerra civil u ocupación paramilitar hace solo unos días, una cabeza política debe rodar, así que solo seré presidente hasta que el nuevo gobierno electo tome posesión y abandonaré la actividad política.


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Londres
Sede del Almirantazgo


A Pedro le sorprendió no tener que esperar para ser recibido, los ordenanzas que le acompañaban caminaron sin detenerse hasta llegar a un gran despacho, bastante más sobrio que los recargados habitáculos habituales en Londres.

- Pase, señor Director.

- Buenos, días, ¿con quien tengo el gusto?.

- ¡Vaya por Dios! - Dijo el oficial naval en un impecable español con solo un ligerísimo acento británico - ¿Va usted a decirme que su equipo no le ha informado sobre el organigrama de la División de Inteligencia Naval en Londres?.

- Lo siento, señores, pero había venido a Londres reclamado por ciertas obligaciones de la oficina de coordinación de la embajada.

- Bien, como quiera, me exasperan ustedes, no aprecian el juego verbal, seré yo quien descubra las cartas.

- Si usted lo dice.

- Ya sabe que el Gobierno Británico ha expresado su más enérgica protesta a través de los canales diplomáticos bilaterales por los eventos de las Falklands..

- ¿"los eventos"?...

- Permítame terminar, asimismo el Foreign and Commonwealth Office está elevando un informe al Foreign Secretary para su presentación al Parlamento y a su Majestad, con las acciones diplomáticas que el Reino Unido realizará en relación a la violación de la soberanía de los territorios de la Corona por parte de las fuerzas españolas.

- Permítame que le pregunte, ¿por qué un oficial de la División de Inteligencia Naval me está diciendo esto a mi?...

- Señor Director, soy consciente de que no tenemos ni su tecnología, ni sus medios, ni la información con la que ustedes cuentan desde el futuro, pero no somos imbéciles, aunque ustedes se empeñen en creerlo.

- ¿Y bien?.

- ¡Siempre al grano!, ¡españoles!... Sus operaciones en las Falklands serán objeto de enérgicas protestas oficiales, pero deben saber que el Primer Lord del Almirantazgo, no puede sino admirar la osadía y la eficacia de la acción.

- Vaya, pues sinceramente, no esperaba que me citasen para felicitarme por algo en lo que no he tenido parte...

- En fin.. Supongo que ya saben que las instalaciones de la Falklands Islands Company han sido ocupadas por un destacamento de Marines Reales destacado a las islas, hemos detenido a dos ciudadanos al parecer españoles junto a otros tres de nacionalidad estadounidense, argentina y uruguaya.

- ¿Por qué no se hace público?.

- Nosotros tampoco deseamos pubicidad para esto, que una empresa británica haya sido utilizada para infiltrar mercenarios en naciones soberanas y amigas, ¡Qué vergüenza!.

- ¿Entonces?.

- Los detenidos están a su disposición en Port Stanley, serán entregados discretamente o trasladados al puerto sudamericano que nos indiquen.

- ¿Gracias?.

- No he terminado, si las operaciones trascendieran a la opinión pública, ustedes asumirán toda la operación, los Royal Marines no han actuado contra ciudadanos y empresas británicas, ni ningún ciudadano británico ha levantado las armas contra las fuerzas de Su Majestad.

- Entiendo, no se atrevían a actuar porque deberían desplazar a demasiados soldados para reducir una simple factoría austral.

- No tengo nada más que decirle, Señor, esperamos colaborar como buenos y leales aliados.

- Espero volver a verle, Capitán.

- Lo mismo digo.
Última edición por cornes el 16 Nov 2016, 18:40, editado 1 vez en total.


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Se habían encontrado tres pozos de ventilación practicables, y dos más bloqueados por las explosiones. Por si era preciso se había traído equipo de perforación, pero era más conveniente emplear galerías ya existentes. Tras despejar las bocas de escombros y de las rejas de protección, los ingenieros introdujeron por ellas un extraño instrumento que había traído un Kamov: un largo cable de fibra óptica con una cámara en su punta, algo así como un endoscopio para ballenas. El primer pozo estaba cegado por los escombros a cincuenta metros de profundidad. Pero en el segundo, el de Arasanz, solo hallaron los despojos de un pobre tipo y algunas ramas desgajadas que fueron retiradas con ganchos. En el fondo había una escotilla metálica parecida a la de un tanque.

Otro Kamov había traído una pequeña excavadora con la que se construyó a toda prisa una plataforma que se reforzó con malla metálica. Sobre ella un CH-53 depositó una máquina de grandes dimensiones: un compresor de gran potencia. Los otros helicópteros pesados empezaron a traer bidones. Mientras, se volvió a introducir el sistema óptico, pero esta vez llevando en la punta, además de la cámara, varias cargas explosivas que fueron aplicadas contra los bordes de la escotilla.

La explosión sonó tan cercana que Dietrich se atrevió a ordenar que abriesen la doble compuerta para salir a investigar. A unas decenas de metros vio el motivo: los restos retorcidos de la escotilla que cerraba un pozo habían caído sobre el suelo, y la corriente de aire demostraba que estaba abierto al exterior. Entonces cayeron varias latas que desprendían gas irritante, seguidas de una catarata de agua.

Más arriba, dos helicópteros con “bambis”, las grandes bolsas empleadas para la extinción de incendios, lanzaban su carga por la boca. Se esperaba que el torrente extinguiese cualquier rescoldo dejado por las bombetas que habían reventado la escotilla, o por las cargas de gas lacrimógeno que se habían tirado para apartar a los alemanes durante unos minutos.

Dietrich corrió hacia el Refugio. Ordenó salir a la mayor parte de los presentes (menos pulmones que mantener oxigenados) y luego ordenó que se cerrasen la doble compuerta y las ventilaciones, que se sellase la junta, y que se pusiese en marcha el sistema de purificación del aire. Hasta que llegase el rescate el Führer esperaría dentro: aunque los españoles intentasen ahogarles no conseguirían nada, pues el Refugio era hermético y autosuficiente.

Después del agua se introdujo por la boca una gran manguera de ocho centímetros con un difusor en el extremo, vigilando con el sistema óptico que no quedase enganchada. Luego se cerró la boca superior con una manta impermeable asegurada con grapas. Entonces la bomba empezó a funcionar, inyectando el contenido de los bidones: una mezcla de gasóleo y nitrometano. Los helicópteros acercaban los depósitos que tras ser vaciados se lanzaban por la ladera, mientras los oficiales ordenaban a los soldados que se alejasen. Por las galerías se extendió una niebla de derivados del petróleo.

En el subsuelo, los alemanes que habían quedado fuera del Refugio vieron llegar la nube de combustible e intentaron escapar. Los vapores de petróleo los marearon y varios cayeron asfixiados; otros llegaron a las compuertas que cerraban el sector y empezaron a golpearlas hasta que les abrieron. Entonces corrieron por los pasillos perseguidos por la niebla. Uno a uno fueron desplomándose; solo tres que habían tenido la inteligencia de hacerse con máscaras antigás llegaron casi sin aliento a una salida despejada. Allí encontraron a unos soldados con el característico casco con cubrenucas, que les preguntaron:

—Ist der Führer da?

Uno de los tres, un joven auxiliar, respondió sin pensar.

— Ja, es hat sich im Tierheim (sí, está en el Refugio).

Entonces notó que los uniformes eran mimetizados: eran soldados españoles que los empujaron hacia la cima, donde los reunieron con otros prisioneros y los subieron a helicópteros tras maniatarlos.

La operación duró horas: las necesarias para que los helicópteros pesados hiciesen dos viajes más. Solo unos pocos soldados estaban cerca de la boca: en cualquier momento alguna chispa eléctrica en el subsuelo podía hacer detonar la mezcla. Pero los alemanes, previsores, habían colocado las mejores instalaciones mineras, las que destinadas a las minas contaminadas con grisú. No hubo chispas y la niebla, que seguía entrando a gran presión, se extendió por las galerías.

Al mismo tiempo, la fuerza aérea seguía bombardeando los alrededores del perímetro. La bella Goslar ardía por los cuatro costados, y a los bosques del Harz les costaría años recuperarse, mientras los refuerzos llamados desesperadamente desde la sala de situación intentaban liberar a su líder. Moviéndose a la luz del día y bajo un cielo que vibraba como una colmena por los motores de los aviones, las pérdidas fueron horribles. Una y otra vez los cazabombarderos lanzaban su carga ardiente sobre las columnas, o los grandes bombarderos aplastaban con decenas de bombas los cruces de carreteras. Pero finalmente una batería de cañones de largo alcance consiguió entrar en posición y los proyectiles estallaron en las laderas de Rammelsberg.

Pellicer escuchó las explosiones. Los aviones iban a buscar el origen de los disparos y seguramente acabarían con él, pero que la artillería alemana ya estuviese disparando indicaba que se estaba acabando el tiempo. La cima de la montaña estaba plagada de helicópteros que serían fácil blanco, y los bidones de combustible, si eran alcanzados, podrían causar una desgracia. Ya no quedaba mucho fuel que inyectar y no valía la pena arriesgarse, por lo que dio la orden de evacuación. Los soldados del perímetro empezaron a replegarse hasta claros abiertos con explosivos donde los helicópteros los recogían.

En las profundidades, Dietrich dio la buena noticia: los españoles se retiraban. Ahora solo habría que esperar a que se ventilasen las galerías. Aun así Hitler, rabioso tras pasar horas atrapado, empezó a insultar a su antiguo chófer, llamándolo traidor incompetente, antes de retirarse a su despacho.

La evacuación fue rápida. Se dejaron muchos equipos: una excavadora o un mortero no valían una vida. Los aviones, mientras, seguían manteniendo a raya a los alemanes. De nuevo la artillería alemana volvió a disparar, esta vez con mayor intensidad. Junto a la boca el coronel Pellicer se volvió a Arasanz.

—Sargento, es su turno.

Pellicer había pensado en reservarse el honor de acabar con el mal, pero viendo que habían sido los “Soberanos” los que habían efectuado el asalto, había buscado a algún veterano de la Guerra Civil cuya familia hubiese padecido el conflicto. Arasanz tomó las cargas, se acercó a la boca, activó los temporizadores y lanzó las cargas. Luego los dos corrieron para montar en el Cougar que esperaba, que despegó, se alejó mil quinientos metros y permaneció a la espera.

Las cargas cayeron rebotando por el conducto hasta quedar enganchadas en la escalera: nadie había pensado en ella. Por eso estaban lejos de los túneles de la mina cuando estallaron. Pero no importó: la mezcla aire con los vapores de gasolina que saturaban el tubo deflagró y lanzó un chorro de llamas en ambas direcciones. Desde los helicópteros vieron una nube de humo y llamas que salió por la boca, como si fuese una chimenea gigante. En el subsuelo, la mezcla de fuel, nitrometano y aire se comportó como una potentísima bomba de combustible aire; los sismógrafos establecieron que la explosión había tenido una potencia de 0,6 kilotones. Un muro de gas recalentado recorrió las galerías a velocidad supersónica, derrumbando los muros. Desde los helicópteros vieron como apenas dos segundos tras la primera explosión el pozo de ventilación despidió un chorro de fuego propio de un volcán. Por varios rincones salieron proyectados escombros y llamas, y partes de las laderas de la montaña se derrumbaron.

En la sala de situación Dietrich rumiaba la filípica que le había dirigido Hitler. Pensaba en que lo de traidor incompetente era absurdo: de ser así la traición hubiese fracasado. Entonces notó una pequeña vibración, seguida de escuchó un ruido como el de un tambor gigante: el sonido se transmite por la roca mucho más rápidamente, y por eso pudo adelantarse unas décimas de segundo a la onda expansiva que golpeó la compuerta como un ariete. La compuerta salió disparada como una bala de cañón, aplastando al general. Detrás una pared de fuego al rojo blanco consumió la sala.

En el despacho la puerta de madera se combó y se deshizo convertida en pavesas, dejando entrar un gas recalentado como el aliento del infierno. La ropa, el pelo y la piel del asesino se inflamaron y se consumieron mientras un soplete a dos mil grados reducía lo que quedaba de la bestia a brasas.

Después, nada.



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Londres

En el coche de vuelta a la embajada Pedro hojeaba el dossier que le habían entregado en su brevísima entrevista en el Almirantazgo, se trataba nada más y nada menos que del informe entregado al Gobernador de Port Stanley por el comandante naval del fondeadero y un borrador del informe que el Foreign Office iba a presentar al parlamento, además de una copia censurada del informe interno de la División de Inteligencia Naval.

Resultaba extraño que la Royal Navy comunicase el asunto en estos términos a su gobierno, así, al menos en lo que trascendería, la versión del Almirantazgo era la de que las fuerzas españolas persiguieron a cinco buques que habían huído de Sudamérica con los mercenarios supervivientes del Ejército de La Granja hasta las Falklands, donde estos habrían tomado posesión por la fuerza del embarcadero de Brazo Norte y de una instalación costera en el fondeadero de Darwin, lugares en los que, ante la inferioridad de las fuerzas de la FIDF ante los mercenarios, los españoles desembarcaron para reducir a la fuerza mercenaria tras un corto intercambio de disparos.

Según el borrador, el Almirantazgo y el Foreign Office consideraban una grave violación de la soberanía británica por una potencia aliada, el hecho de irrumpir en aguas británicas sin haber solicitado previamente la autorización y la colaboración de la Royal Navy, lo que constituía una intolerable falta por parte de un estrecho aliado, que no podían pasar por alto.

El informe interno de la División de Inteligencia Naval era si cabe más sorprendente, eran conscientes de que tenían un grave problema en las islas desde hacía meses, las patrullas a caballo de la FIDF habían sido restringidas en sus movimientos por fuerzas armadas de la compañía en sus desplazamientos por la Lafonia, el Almirantazgo había despachado un destacamento de Royal Marines a las islas para revertir la situación que se encontraba preparandose para actuar cuando se produjeron los sucesos de Uruguay, tras los que consideraron que con una veintena de Royal Marines no tendrían fuerza suficiente para retomar el control de la isla.

Por una parte, a Pedro le parecía razonable la posición británica, pero no estaba seguro de cuanto habría de buena voluntad y cuando de impostura en esa posición, cabía la posibilidad de que el Almirantazgo considerase, con razón, que los españoles les habían solucionado un problema, lo cual no tenía necesariamente que coincidir con el criterio del gobierno en pleno o del Foreign Office en particular.

La División de Inteligencia Naval ofrecía ciertas garantías, pues se había revelado un socio leal y solícito durante el último año, no sabía si ello se debía exclusívamente a los beneficios obtenidos de la simbiosis con los medios navales y de inteligencia españoles o si existía una verdadera voluntad colaborativa.

En este momento la verdad era que no importaba demasiado, era una buena noticia, inesperada, pero buena, la actitud del Almirantazgo aligeraba el conflicto diplomático, podía ser una concesión temporal, una especie de "esta te la paso", pues la entrevista le dejó esa sensación, ya veríamos, pero de ahora en adelante habría que ir con cuidado.


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Buenos Aires
Despacho del agregado militar
Embajada española.


Que los militares argentinos, chilenos, venezolanos y mexicanos, como tantos otros, habían quedado cautivados por los helicópteros españoles no era un secreto para nadie, hasta ahora los iberoamericanos siempre habían asumido que tanto su acceso a ellos como su operación sería antieconómica por precio de adquisición y coste de operación de los aparatos, y sobre todo porque se había indicado que España no autorizaría, como norma general, la venta de aparatos turboeje al extranjero puesto que no se alcanzaban a cubrir las necesidades españolas.

Sin embargo, durante las operaciones en Uruguay los aviadores y militares entraron en contacto con los helicópteros de EL Aviación, los ELA EL-10 utilizados como aparatos de uso general por la Armada Española.

Era un aparato de rotores contrarrotativos inspirado en los Kamov, propulsado por dos motores radiales Pratt & Whitney R-1340, lo que lo hacía muy similar visual y mecánicamente al Kamov 26 de la anterior línea temporal, aunque mucho más potente y con mayor capacidad de carga y autonomía, pero que no alcanzaba las prestaciones de los turboejes de porte equivalente en velocidad, reserva de potencia y autonomía.

En resumen, para operar con la flota de helicópteros española era lento, con una autonomía limitada con carga y debido a sus motores radiales, de pilotaje más rígido y sometido a unos regímenes de mantenimiento distintos y mucho más intensivos en frecuencia que los turbojejes, cuyos costes operativos son globalmente superiores y sus paradas de mantenimiento son más exigentes y complejas pero mucho menos frecuentes. Por tanto el helicóptero solo encontró uso extensivo en la Armada, necesitada de helicópteros y que podía perfectamente asumir los pocos inconvenientes de los aparatos para su uso embarcado y permitía liberar la producción de aparatos turboeje para otros usos.

Sin embargo, para los sudamericanos esos inconvenientes no existían, sino todo lo contrario, pues sus motores, u otros muy similares, estaban en uso en sus fuerzas aéreas en sus aviones T-6 Texan o NA-16, por lo que sus escalas logísticas y sus ciclos de mantenimiento estarían perfectamente cubiertos, sus prestaciones eran más que suficientes para sus necesidades, pues eran aparatos que alcanzaban velocidades sostenidas de 190 km/h con carga media y hasta 4 horas de vuelo a régimen económico, capaces de transportar a 10 pasajeros y con una buena panoplia de accesorios y armamento ya probado por la Armada Española.

El hecho de que se trataba de un aparato rechazado por el ejercito español y para el que había capacidad de producción más que suficiente en las plantas de Córdoba y Sevilla, había animado a los representantes iberoamericanos, con los argentinos a la cabeza, a solicitar oficialmente el acceso y evaluación de los aparatos.

Puesto que, aún siendo aparatos comparativamente económicos, supondrían un coste de adquisición y operación respetable, argentinos y chilenos incluían la memoria el plan económico de de integración en sus fuerzas armadas, los argentinos, por ejemplo, estaban dispuestos a prescindir de sus Martin B-10 y Northrop A17, que se habían quedado definitivamente obsoletos como aparatos de primera línea y optarían por reutilizar los motores de los Martin en su flota de Hawk 75.

Los chilenos, por su parte, estaban en proceso de retirar sus Junkers 86, por lo que optaban por reasignar las partidas presupuestadas liberadas por el desguace de sus aparatos obsoletos a la operación de una pequeña flota de helicópteros.

Todo parecía muy razonable, solicitaban además adiestramiento y doctrina de uso al Ejército y la Armada Española, por tanto, solo quedaba tramitar la petición, otros decidirían.


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Subdirección General de Inspección, Regulación y Estrategia Industrial de Defensa
Calle Donoso Cortés nº 92
Madrid

- Así que todos estos países han solicitado evaluar y adquirir helicópteros de ELA, ¿sabemos como están de ocupación las plantas de EL Aviación?.

- Sí, precisamente tienen capacidad sobrante en Sevilla, han ensamblado algunas células para Eurocopter, en Córdoba están dedicados sobre todo a los modelos de uso agrícola y civil para exportación, y tienen capacidad extra desocupada también.

- Bien, los motores son importados y no hay componentes restringidos en la versión básica del EL-10, no veo razón para poner trabas, ¿está claro que están en condiciones de operarlos?.

- Bueno, en la memoria los argentinos explican que están manteniendo unos bombarderos bimotores con escasa o nula utilidad actual que pueden sustituir por los helicópteros que, con equivalente coste y complejidad técnica les servirán para búsqueda y rescate, transporte ligero, salvamento marítimo, patrulla terrestre y marítima, ataque ligero, asalto aéreo, etc...

- Me refiero a sus medios de mantenimiento.

- Utilizan los mismos motores en los aviones de entrenamiento avanzado, ya ve que están desglosados los requerimientos de mantenimiento y se comparan con los procedimientos seguidos en los aparatos chilenos... ya están manteniendo la misma mecánica.

- La Armada no ha objetado nada, por lo que veo.

- No, la producción es más que suficiente para dotar los helicópteros embarcados que necesitan, en realidad, como puede ver, hay stock de aparatos no asignados en las bases navales.

- Bien, pues todos los informes son favorables y yo no veo razón para negarlo, en cuanto a la negociación para la licencia de producción de aparatos en la Fábrica Militar de Aviones Argentina deberán realizarla con los representantes de EL Aviación, lo normal, cuando tengan un acuerdo deberán presentarlo para aprobación.

- De acuerdo, prepararemos la contestación.


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Trenton
Nueva Jersey

Consejo de Administracion
de la compañía
"South Improvement Invest"


- ¡Silencio, ya basta de murmullos!, hablemos ordenadamente, tenía la palabra el CEO (Chief executive officer) de la dirección de inversiones en la región del Cono Sur, dejémosle hablar.

- Gracias, Presidente, como estaba diciendo, hemos perdido contacto con las instalaciones de las Islas Malvinas, incluída la estación de radio de onda corta, por lo que estamos ciegos en todo el continente, nuestra gente no puede utilizar los canales seguros.

- ¿Pero cómo es posible?...

- Lo único que sabemos de momento es que los británicos han protestado oficialmente por una violación de sus aguas territoriales ante los españoles... tal vez hayan atacado la estación y destruído el emisor.

-¿qué vamos a decir a nuestros accionistas?...

- Nuestros accionistas están suficientemente ocupados de momento tratando de ocultar cualquier rastro que los relacione con los sucesos de Uruguay... mientras tanto debemos concentrarnos en controlar los daños, considero que deberíamos enviar algunos empleados a localizar y repatriar a nuestros hombres que se han quedado aislados en Sudamerica.

- ¿Y como pretende localizarles si no pueden recibir sus instrucciones a través de la onda corta?

- Pues tendremos que emitir desde una nueva instalación propia en suelo estadounidense.


Domper
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Los más madrugadores habían escuchado la noticia por la radio: se había convocado una reunión urgente de ambas cámaras en la que el rey iba a hacer una declaración, y que iba a ser retransmitida en directo por las cadenas de televisión pública. Tras el anuncio, los comentaristas indicaron que algo importante había debido pasar: hasta ahora solo se habían convocado una reunión similar: aquella en la que tras informar a los representantes del pueblo del alevoso ataque alemán y de la respuesta española, se votó la declaración de guerra al partido nazi.

Desde entonces el presidente Samitier había sido muy cuidadoso con sus declaraciones: al contrario de sus predecesores, había evitado los comentarios de pasillo y las ruedas de prensa, y había presentado sus informes en el Congreso de los Diputados. La estrategia, inicialmente, no parecía muy sensata porque se exponía a los varapalos de la oposición: pero Samitier había dicho (en una de sus escasas apariciones extraoficiales) que los representantes habían sido elegidos para algo, y que así funcionaba la democracia. Además las alocuciones del presidente habían sido técnicas, informativas, y muy poco partidistas, y había acabado por ganarse el respeto de la mayoría de los diputados, exceptuando, lógicamente, a los más cerriles. Pero estos mismos se habían desacreditado. Incluso en sesiones especialmente tormentosas, como la que siguió al bombardeo de Phorzeim, la inconsistencia de los argumentos antibelicistas había quedado en evidencia: repitieron que España no debía haberse implicado en una guerra provocada por los capitalistas, pero al mismo tiempo decían que no debía haberse tolerado el ascenso del régimen nazi. Cuando se les preguntó cómo impedirlo desde el futuro salieron del paso con declaraciones doctrinarias.

La cuestión era que las encuestas mostraban que el gobierno de Samitier, que había nacido como un acuerdo provisional para superar el “impasse” parlamentario, tenía cada vez más apoyo popular. En una de las sesiones había dicho que su gobierno era una medida de emergencia, y que cuando finalizase la guerra pensaba convocar nuevas elecciones; corría el rumor que Samitier pretendía liderar una coalición electoral que contase con un buen apoyo popular, como manera de evitar la lucha partidista en medio de una de las peores crisis que había sufrido España en su ya larga y turbulenta historia.

Cuando a primera hora de la mañana se emitió por la televisión un comunicado gubernamental pidiendo a las empresas que permitiesen a sus operarios presenciar la retransmisión en directo se supo que el asunto era muy importante. Corrieron todo tipo de rumores: desde que Berlín había sido arrasada con una bomba atómica hasta que Alemania se había rendido, pasando por un ataque a traición soviético. Solo una cadena dijo que corría un rumor extraño: que el ejército y la fuerza aérea estaban llevando una operación a gran escala en unas montañas del centro de Alemania.

Unos minutos antes de las doce la actividad se interrumpió por todo el país. Los viandantes acudieron a los bares, cuyos televisores mostraban alguna de las cadenas públicas. Las cafeterías de las empresas estaban llenas y también se preparaban para retransmitir la sesión. Donde lo había televisores era la radio, a veces conectada directamente a los sistemas de megafonía, otras se trataba de pequeños receptores o de teléfonos móviles.

A las doce menos cinco el presidente de la cámara llamó a los diputados y senadores, que se agolpaban en los escaños y en parte de la galería. En la superior la prensa y los diplomáticos de naciones amigas esperaban con expectación.

Era mediodía en punto cuando entraron el presidente del gobierno, el ministro de Defensa, y, sorprendentemente, del general García Martín, jefe de las fuerzas aliadas en Europa. El presidente del gobierno tomó la palabra para decir que la noticia que se iba a comunicar a la cámara y a los españoles era tan importante que debía ser la más alta institución de la nación quien la comunicase. Se retiró a su escaño mientras entraba el rey Felipe VI, entre aplausos pero también algún silbido.

—Señoras y señores diputados, señoras y señores senadores, españoles en general. Comparezco ante las cámaras y ante la nación que está en los momentos más críticos de su Historia. Es un honor estar unido a una nación que ha sabido superar una situación excepcional que hubiese podido llevar a su destrucción. Especialmente, estoy orgulloso de comandar las Fuerzas Armadas que con su sacrificio han defendido a España y al mundo de la tiranía.

El rey se detuvo un momento mientras la cámara permanecía en silencio.

—Tengo la satisfacción de anunciar a las cámaras, depositarias de la soberanía nacional, y al pueblo español, que la crisis que está sufriendo España y el mundo se acerca a su final. Pues el día de ayer, once de abril de 1942, las fuerzas armadas españolas, bajo la dirección del general Don Carlos García Martín, tras la autorización del jefe del gobierno el excelentísimo señor Don Emilio Samitier Repáraz, y tras informar a la corona, ha efectuado una operación militar de gran envergadura en Alemania central. La operación tenía como objetivo el puesto de mando subterráneo desde el que el abominable dictador nazi seguía haciendo padecer a su pueblo y a Europa. La misión ha sido un éxito, y las fuerzas españolas, que han sufrido bajas ligeras, han conseguido destruir el puesto subterráneo con los allí presentes, incluyendo el dictador Adolf Hitler.

El rey calló unos segundos mientras los rumores empezaban a correr. Pronto uno, luego otro, finalmente casi todos los presentes se pusieron en pie para aplaudir y vitorear. Los aplausos tuvieron su eco por toda España cuando los espectadores se levantaron, se abrazaron y gritaron de alborozo: el final la guerra estaba próximo.



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Standard Oil of New Jersey
Nueva York
Nueva Jersey


- ¿Tiene usted idea de la cantidad de dinero que hemos invertido en esta operación?
...
- ¿Riesgo?, ¿qué riesgo?... Me parece que usted no entiende como funcionan las cosas, ¡no hay riesgo aceptable en este tipo de negocios!, no, ¡No existe el riesgo en nuestro negocio!...
...
- ¿Que no podía preverse?, ¿Cómo que no podía preverse?, ¿Para qué invertimos semejantes sumas en "atraer" a esas supuestas autoridades entonces?.
...
¿Qué?, ¿peligroso?, ¿oiga?...
...
...

- Me ha colgado, Herbert, ¡ese malnacido ha cortado la llamada!...

- Te advertí que no te pusieses en manos de los españoles.

- ¿Cual era la otra opción?, ¿quedarnos atrás nosotros solos?, hay trenes que solo pasan una vez, Herbert, ya has visto los informes históricos, el cártel fue la única forma de no devorarnos unos a otros.

- Sí, también los hay que descarrilan, solo digo que les concedimos demasiado poder.

- Ya lo tenían Herbert, ya lo tenían, ellos tenían el conocimiento del futuro..

- Ya, en cuanto a lo de los movimientos bancarios, deberíamos poner remedio lo antes posible, no creo que los demás nos cubran si la cosa se pone fea, tenemos que poder negarlo todo.

- Sí, ¿te encargarás personalmente?.

- Si lo hago personalmente llamará demasiado la atención. Lo hará mi yerno, ¿le conoces?, creo que os había presentado, Prescott Bush, ¿le recuerdas?.

- ¿Bush?, claro, ¿el que decías que te había presentado tu socio Harriman?.

- Fue Simmons, Robert, fue Simmons el que me lo presentó, Harriman solo lo pulió.




Union Banking Corporation
Oficina Central de Nueva York



- Esto es bastante extraño, Phil.

- Nadie te está obligando, Samuel, sabes por qué, no estás traicionando a nadie.

- No estoy tan seguro, mira, hasta hoy había decidido ignoraros a ti, a la asociación y al Doctor, soy un empleado honesto y fiel a mi compañía...

- Ya, y hoy te has levantado menos honesto, ¿verdad?...

- No seas guasón, el caso es que hoy, el vicepresidente ha ordenado cancelar un monton de cuentas bancarias y expurgar los libros para borrar los movimientos.

- Ya, y eso te ha parecido extraño, ¡Venga ya!.

- ¿No me has oído?, lo ha ordenado el vicepresidente en persona, esto no es como cuando se ordenó rehacer los libros de Thyssen.

- Así que has cambiado de opinión, vale, entonces ¿qué tenemos aquí?.

- Los libros originales sin expurgar... ¿os los vais a llevar?.

- ¿A llevar?, ¿para qué?, ya te lo hemos explicado, el objetivo es conservar la documentación y las pruebas... ¡Vaya!...

- ¿Qué?.

- ¡Esto es mucho dinero!...

- Muchísimo, ¿que vamos a hacer con ellos entonces?...

- Solo tenemos que hacer unas copias, y despues te encargarás de devolverlos a donde deben estar...

- ¿Qué dices?, Tendré que ocultarlos...

- Pues tendrás que ocultarlos donde las autoridades federales los encuentren cuando los busquen.


Domper
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Tras la declaración del rey el general García Martín había tomado la palabra para describir sucintamente la operación. Según relató, se había detectado la presencia del dictador alemán en un búnker situado en lo más profundo de una de las montañas del Harz, en un enclave fuertemente defendido por un regimiento alemán de élite, lo que haría imposible capturar al dictador. Además tampoco se conocía con exactitud la situación de su refugio, que probablemente estaba muy profundo, por lo que no podían emplearse bombas guiadas para acabar con él. Ya que se consideraba que si Alemania seguía resistiendo se debía a Hitler, se planeó una operación destinada a eliminarlo. Tras un gran bombardeo aéreo un asalto aerotransportado había expulsado a los defensores. Posteriormente “un dispositivo explosivo de gran potencia, no nuclear” había destruido por completo la montaña. El interrogatorio de algunos supervivientes alemanes reveló que el dictador estaba en el momento de la explosión en un búnker situado a pocos metros del ingenio. También dijo que los daños causados en la montaña eran tales que no resultaría imposible exhumar los restos de Hitler, que probablemente habrían quedado volatilizados.

El general presentó imágenes del enclave antes y después del ataque: los bosques habían sido arrasados y se habían producido grandes derrumbamientos en las laderas de la montaña. Los expertos en minería llamados por varias cadenas de radio y de televisión dijeron que las imágenes sugerían que se había detonado un ingenio cuya potencia entraba en el rango de las detonaciones nucleares. Un geólogo declaró que el análisis de los sismógrafos indicaba que en el centro de Alemania se había producido una detonación de entre uno y cinco kilotones de potencia.

Cuando ese experto dijo la palabra “kilotones” se desencadenaron los rumores. Hasta ahora el gobierno no había confirmado que España estaba desarrollando armas nucleares. Se había negado a responder a las cuestiones parlamentarias escudándose en el secreto militar; pero era del dominio público que se estaban ampliando las instalaciones atómicas.

Por eso, aunque García Martín había insistido en que había sido una explosión convencional, y hubo técnicos que dijeron que no se habían detectado emisiones radiactivas, todo el mundo quería saber si España tenía armas nucleares, y si se habían empleado sobre Alemania. Uno de los más interesados era el embajador de los Estados Unidos, potencia que estaba empleando recursos ingentes en el desarrollo de armas atómicas, pero cuyo programa no parecía que fuera a dar frutos antes de 1944.

—Gracias por recibirme, ministro.

—Señor Donovan, una conversación con un buen amigo de España siempre es un placer. Le ruego que disculpe mi descortesía pero hoy tengo una agencia muy apretada, y por eso prefiero ir al grano ¿Qué es lo que quería decirme?

—Señor ministro, el Presidente Roosevelt está intrigado por el artefacto que ustedes emplearon contra Hitler. Han dicho que no es nuclear, pero de enorme potencia.

—Inicialmente se pensó que había sido de unas seiscientas toneladas de TNT, pero las últimas estimaciones hablan de una potencia de 1,2 miles de toneladas. Es decir, 1,2 kilotones.

—Eso es mucha potencia.

—Desde luego, pero se puede conseguir con explosivos convencionales. La explosión del puerto de Halifax de 1917 fue de 2,9 kilotones. No ha sido la única explosión de semejante magnitud. Comparada con ellas, la que ha destruido a Hitler y a su refugio es relativamente pequeña.

—Aun así situar un dispositivo con una potencia de mil doscientas toneladas no es nada fácil. Las minas que se emplearon en la Gran Guerra tenían veinte o treinta toneladas de explosivos y costó meses instalarlas ¿Cómo han podido hacerlo? Más aun ¿Cómo no pueden saber la potencia real? Si se ponen tantas toneladas, tantas toneladas habrá.

—Me temo que los detalles son secretos, pero puedo decir que se ha empleado un gas explosivo de gran potencia, el mismo que se emplea en las bombas gigantes que hemos empleado en algunas fases de la guerra, cuyo rendimiento es variable dependiendo de las condiciones. Ha bastado con conseguir acceder a los túneles subterráneos, llenarlos con ese gas, y hacerlos estallar y con ellos, a Hitler, a sus esbirros y a media montaña.

—Es decir, que ustedes no han empleado bombas atómicas en Alemania.

—Se lo puedo asegurar.

—Es algo tranquilizador. Después de las fotografías que ustedes nos mostraron de Hiroshima y Nagasaki, yo temo el día que vuelvan a nacer esos artefactos del demonio.

El ministro Díaz dirigió al embajador una mirada curiosa antes de decir—: Vaya coincidencia. Iba a hablarle de eso precisamente. No puedo decir que sea agradable anunciárselo, pero tengo que decirle que el once de abril de mil novecientos cuarenta y dos será recordado por otro motivo. Tome.
El ministro le entregó una carpeta entreabierta. Dónovan no cometió la descortesía de abrirla ahí mismo, pero una mirada de reojo le permitió ver que contenía fotografías y diagramas.

—Ayer, en una instalación secreta —siguió Díaz—, finalizó el montaje de la primera arma nuclear de producción española. Se trata de un dispositivo de fisión intensificada con un rendimiento de cincuenta kilotones. Es un prototipo experimental que aun no lo hemos probado, pero no tenemos dudas respecto a si funcionará. Se considera un prototipo porque aun es preciso incorporar sistemas de seguridad adicionales, lo que requerirá realizar ciertas pruebas. Pero el dispositivo está preparado para su empleo militar. La producción de Plutonio de grado militar ya está en fase industrial y con él se podrán equipar bombas adicionales cuyos componentes no nucleares ya han sido fabricados.

En las horas siguientes Díaz mantuvo una conversación similar con el embajador Hoare de Inglaterra, Bonnet de Francia, y con los de las repúblicas iberoamericanas. La noticia pronto llegó a oídos interesados.



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El segundo prototipo del C.19D recorrió la larga pista de la base de Torrejón de Ardoz antes de elevarse, seguido de un C.19B.

Había algunos espectadores más de lo habitual, pues el relato de la destrucción del búnker de Hitler, en el que los aviones de Torrejón habían tenido gran papel, había atraído a cierto número de curiosos que querían ver los aviones. Algunos incluso iban equipados con potentes teleobjetivos. La Guardia Civil, tras identificarles, les dejó hacer. Realmente, aunque fuesen espías tampoco había demasiado que pudiesen ver. O eso creían los policías.

El C.19D, además, ya era un viejo conocido de los aficionados. Su cola doble le daba un aspecto característico, pero a fin de cuentas no era sino otra versión del viejísimo F-5, y varios aviones llevaban semanas volando desde Torrejón. Los aficionados estaban más interesados en ver la nueva versión del Perico que se decía iba a entrar en servicio o, si tenían mucha suerte, el prototipo del Nova Alfange, que había sido trasladado a Torrejón para las pruebas de compatibilidad con armas. Sin embargo, ver volar al C.19D con dos depósitos de combustible bajo las alas y otro menor bajo el fuselaje no tenía mayor interés.

Sin embargo dentro de las instalaciones ese vuelo sí que despertaba interés, y mucho. Los dos aviones se dirigieron hacia el reabierto polígono de tiro de las islas Columbretes. La desclasificación como reserva natural del archipiélago había levantado furor, especialmente cuando se supo que iba a ser empleado como polígono de tiro. Solo se calmó en parte cuando se informó que solo se emplearía armamento inerte, y en aguas abiertas, nunca sobre las islas; el resultado sería que se acabarían las visitas a las islas por pequeñas embarcaciones, lo que en la práctica mejoraría la protección. El motivo era que los polígonos existentes (el de las Bardenas Reales de Navarra, el de Chinchilla y el de San Gregorio) no eran lo suficientemente extensos para probar bombas de caída libre lanzadas desde cotas altas. Hasta ahora las pruebas se habían hecho sobre el Mediterráneo, en aguas abiertas, pero finalmente se decidió situar un puesto de control en la isla Columbrete Grande, donde estaba el antiguo faro.

Una vez sobre el Mediterráneo los dos aviones se separaron: el C.19B se elevó para grabar la maniobra, mientras el C.19D descendió. El piloto conectó el sistema de navegación automático, y poco después él avión recibió desde un T.24I la posición del objetivo. El aparato, guiado por el piloto automático, voló hacia un punto algo al norte de la isla mayor, y cuando esta aun no era visible, dio máxima potencia a los motores, encendiendo los posquemadores, y elevó al avión suavemente mientras ganaba velocidad. Cuando el aparato volaba con un ángulo de 50º y a mil metros de altura el ingenio que estaba en el pilote central se desprendió. Entonces el caza terminó un tirabuzón para luego, todavía con los motores a plena potencia, iniciar un picado suave para alejarse lo más posible.

El dispositivo del punto de anclaje central solo se parecía a un depósito en su forma fusiforme. Después de desprenderse se encendió una bengala que marcó su trayectoria y una radiobaliza para facilitar el seguimiento, al mismo tiempo que emitía la posición y altura. Tras ser lanzado, describió una parábola que lo elevó a miles de metros antes de caer a 400 m del objetivo, una balsa anclada al fondo tres mil metros al norte de la isla mayor. Al caer al agua rebotó una vez antes de hundirse.

Incluso la RAF hubiese considerado mala la puntería, pero los técnicos y militares españoles sonrieron satisfechos. Pues ese C.19D era el primer avión hispano equipado con un sistema de lanzamiento de armas nucleares.



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Puerto de Montevideo
Montevideo
Uruguay



Equipo de análisis de materiales:

Los laboratorios y las dependencias de la misión se habían establecido en una de las terminales del puerto, así el personal español podía utilizar los equipos voluminosos concectados a los generadores de los barcos sin necesidad de descargarlos de los buques y al mismo tiempo seguían utilizando estos como alojamiento.

Se había preferido así no solo por los aspectos prácticos, sino para mantener confinado al personal mientras no terminasen los análisis, el personal uruguayo,chileno, argentino, venezolano y mexicano también tenía asignado su "domicicilio" temporal dentro del recinto asignado, en los buques de pasaje.

Los análisis metalúrgicos y metalográficos habían concluído, se continuaban realizando análisis para seguir caracterizando muestras, pero los resultados estaban listos, la espectroscopia de plasma, atómica, los resultados de las pruebas de fotometría, las pruebas de análisis químico, se habían realizado todos los análisis posibles y se habían comprobado a través de todas las técnicas conocidas y aplicables, eran consistentes, no existían la más mínima duda en cuanto a la procedencia de los materiales y los procesos a los que habían sido sometidos..

Habían sido contrastados, la verdad es que se había realizado un esfuerzo considerable en la búsqueda de una inexistente inconsistencia, se habían buscado por toda España cualquier muestra de metal anterior a la era atómica que pudiera ser caracterizado y utilizado como testigo o marcador, se habían analizado muestras de partidas de metal manufacturado procedentes de diferentes lugares del planeta en el momento actual y se habían realizado los análisis simultaneamente sobre muestras idénticas tanto en Uruguay como en España y cada laboratorio había repetido las pruebas sobre las muestras testigo de cada muestra de su laboratorio homólogo para contrastar los resultados.

Todos los vehículos habían sido fabricados en las fábricas que cabría esperar, norteamericanas y canadienses, y todas las armas y municiones habían sido fabricadas en los Estados Unidos, se habían identificado las fundiciones que habían producido y tratado el material, las plantas que lo habían mecanizado e incluso se había establecido para muchas de ellas, un momento aproximado de fabricación y su coincidencia en el tiempo de producción con determinados lotes de armamento y munición, al coincidir con exactitud su caracterización isotópica con partidas identificadas en Europa.

Igualmente la madera utilizada tanto en las armas como en las cajas de transporte y embalaje pudo ser identificada con gran exactitud, pudiendo vincularla en dos muestras incluso con los stocks de material existentes en dos almacenes conocidos y cuyas existencias fueron utilizadas en partidas de fabricación idenficadas y caracterizadas, por lo que estaba probado más allá de cualquier duda que todas y cada una de las armas y municiones habían sido producidas en 1941 en las fábricas de los Estados Unidos, incluso en la fábrica estatal de la Springfield Armory.

Ya solo faltaba que el gobierno pidiese la colaboración de las autoridades estadounidenses y canadienses, las pruebas eran concluyentes, solo estaba por ver si estaban dispuestos a aceptarlas y hasta que punto estaban dispuestos a admitir que incluso en sus fábricas estatales se estaban fabricado armas cuyos detalles solo podían haber salido de España, sin autorización..


Equipo de telecomunicaciones y criptografía:

El análisis de los equipos trasladados desde la estación Brazo Norte había sido de una enorme utilidad, el hecho de haber conseguido capturar los ordenadores y armarios de equipos de la estación emisora en funcionamiento, junto con la precaución de enviar a dos técnicos en telecomunicaciones para valorar la instalación ya desde le primer instante, se había mostrado como providencial, pues permitió desconectar ordenadamente el material para su transporte y despues de haber asegurado el control de sus datos y sistemas, pues los discos estaban encriptados y habría sido imposible acceder a ellos si previamente los técnicos no hubiesen "asegurado" los "usuarios" de los sistemas.

La estación de radio de onda corta era una "Emisora de números", algo que ya se sospechaba, pero lo que se desconocía era su sofisticación, evidentemente no había ningún locutor al micrófono leyendo secuencias de números, sino que estaba automatizada, lo cual era también una gran suerte a pesar de no haber capturado con vida a ningun de sus operadores, al guardar el software automático todos los logs de sus transmisiones y todos los archivos de audio reproducidos, con lo que, con un poco de tiempo, se pudieron obtener las reproducciónes de todas y cada una de las transmisiones emitidas por la estación en sus cuatro meses de funcionamiento.

Lamentablemente eso, aunque muy útil, no servía de mucho sin los libros, los libros o libretas de cifra, se habían capturado solo 7 libretas de un único uso, 5 de ellas en la Batalla de Tres Cruces... por lo que no se podían descifrar más que unos pocos de los mensajes que se habían enviado, aquellos de los que se hallasen su libretas de un uso, o los textos que debían usarse...

Sin embargo, el sofware generador de números, había podido ser entendido y puesto en marcha por el equipo de criptografía, tras haber sido clonado y descompilado para pruebas en busca de trampas lógicas y examinado por los matemáticos... se concluyó que podría tener todavía una utilidad determinante si los libros de cifra generados por el algoritmo continuaban en uso y sobre todo, si los algoritmos de generación de números asignados a referencias individuales continuaban siendo válidos... pues, como decían esos criptógrafos como si fuera un chiste, según había dicho un famoso matemático especialista en criptografía pocos años antes de la fractura al ser preguntado sobre la "muerte" de las técnicas de análisis criptográfico ante las modernas técnicas de factorización, "Hay más de una forma de desollar a un gato"...


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