LA FRACTURA

La Historia Militar española desde la antiguedad hasta hoy. Los Tercios, la Conquista, la Armada Invencible, las guerras coloniales y de Africa.
Domper
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Mensaje por Domper »

Aunque España no había aceptado una delegación diplomática italiana pretextando que Mussolini había intervenido en la Guerra Civil española, un asunto político interno; el embajador en Lisboa, Renato Bova Scoppa, estaba actuando como canal de comunicación entre Madrid y Roma. Las relaciones con el embajador español eran cordiales, más de lo que pudiera esperarse dada la tensión entre ambos países.

En las frecuentes citas el español no dejaba de recordarle a Scoppa que la alianza entre Hitler y Mussolini iba a llevar a su nación a la ruina. El territorio nacional sería arrasado por completo, y se perderían todas las posesiones coloniales. Incluyendo la ahora valiosísima Libia, de la que ahora se sabía que albergaba inmensas reservas de petróleo. El embajador italiano en el ínterin estaba de acuerdo con el español, aunque dudaba que el nuevo gobierno de Madrid aceptase una Italia fascista aunque se retirase de la guerra; pero Mussolini estaba en la situación del jinete que monta un tigre, que teme ser devorado si descabalga.

Esa noche habían despertado al embajador con la gran noticia: el ejército alemán estaba invadiendo España. Tal vez fuera el envite que resolviera de una vez la encrucijada en la que estaba Italia. Pero poco después le volvieron a despertar: según Roma, Berlín estaba siendo bombardeado y las comunicaciones se habían interrumpido. Ciano le solicitaba que intentase saber lo que ocurría.

Scoppa iba a pedir una cita con el diplomático español, pero fue este el que se adelantó. No se apresuró a recibirle: prefirió esperar un poco por si le llegaba alguna información. Pero la radio española había vuelto a su habitual mutismo: ahora sabía que empleaban un sistema de transmisión de imagen y sonido que empleaba la línea telefónica, los “televisores por cable” (una especie de cinematógrafo que había en todas las casas) al que los italianos no podían acceder. Los periódicos lisboetas recogieron la noticia en una edición extraordinaria, que hablaba de intensos combates en la frontera; pero en realidad no decían casi nada. El único dato de interés que encontró fue un relato de un corresponsal en Madrid, que decía que la gente estaba pegada a sus “televisores”. Pero no decía nada de explosiones, ni de sirenas que alertasen sobre bombardeos. Era raro que los alemanes atacasen y que en Madrid no cayese ni una bomba: tal vez no estuviesen saliendo las cosas como Hitler desearía.

El embajador español llegó a la legación y fue introducido al despacho de Scoppa. Un intérprete (que había estado en Burgos durante la Guerra Civil) ayudaba a los dos diplomáticos para evitar malentendidos. El italiano expresó su preocupación por los allegados del embajador español.

—Gracias por su interés, pero he podido ponerme en contacto con mi familia, que me ha confirmado que no corren ningún peligro. Lo único molesto ha sido que con tanto vuelo de aviones apenas han podido descansar.

La familia vivía en Vitoria, una ciudad norteña, como sabía por anteriores conversaciones. Scoppa intentó tirar de la lengua al español.

—Me alegro que sus familiares no hayan sido afectados por los bombardeos alemanes.

El español sonrió—. Querido Don Renato, no pase penas por ellos. Va a ser difícil que Vitoria sea dañada por unos aviones que ya no existen.

—¿Qué? —Scoppa no pudo contener su sorpresa.

—Lo que le digo. Tengo la alegría de confirmarle que en las pasadas horas el Ejército del Aire español ha destruido a la fuerza aérea alemana, y ha causado gravísimas bajas a su ejército. Como ya sabrá, los germanos, siguiendo su inveterada costumbre, han intentado atacar por sorpresa a mi patria. Pero las Fuerzas Armadas españolas los han derrotado por completo. Aunque prosiguen los combates en la frontera, el intento de invasión ha sido rechazado. También tengo el placer de decirle que la Kriegsmarine, la marina de guerra alemana, ha desaparecido. Esta mañana bombarderos españoles de largo alcance han atacado a la flota germana en Kiel. Según los datos de los que dispongo, han sido hundidos dos acorazados y el resto de los barcos han sido gravemente dañados.

Scoppa tragó saliva. Sabía lo que significaba el mensaje: si la aviación española podía bombardear Moscó y Berlín, si podía destruir una flota en Kiel, la regia Marina no estaba segura en ningún rincón del Mediterráneo.

—Siento tener que ser descortés —siguió el español— pero he venido urgido por una misión más difícil. En estos momentos el parlamento español está reunido en sesión extraordinaria, y es más que probable que en las próximas horas España declare la guerra a Alemania. Eso pondrá en situación muy delicada a su país. Desde siempre España e Italia han estado unidas por lazos de amistad. Dos milenios de hermandad pueden quedar arruinados debido a la discutible elección de aliados que ha hecho su país. Don Renato, en esta guerra España no va a estar sola, sino que irá de la mano del Reino Unido y de Francia, naciones que están en conflicto armado con ustedes. Ni Londres ni Argel entenderían que Madrid sigua manteniendo relaciones amistosas con ustedes. Es un triste deber tener que decirle que si su país sigue enfrentándose contra los que ahora van a ser aliados de España, mi país se verá forzado a tomar medidas extremas de consecuencias incalculables.

Renato Bova Scoppa entendía el diplomatiqués como el que más. El embajador español le acababa de presentar un ultimátum.
Última edición por Domper el 27 May 2016, 17:24, editado 1 vez en total.



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Mensaje por APVid »

OSLO (NORUEGA)

-Hay alguna novedad.- Dirigiéndose al coronel.

-No mi general, seguimos intentando contactar con Berlín, sin éxito. Solo hemos podido hablar con Copenhague. Y desde las oficinas del Reichskommissar también siguen tratando de comunicarse infructuosamente.

-Gracias, sigan intentándolo.- volviéndose al segundo hombre mientras el coronel abandonaba la sala. -Usted que piensa general Dietl, ¿qué habrá pasado?, no es solo Berlín, las comunicaciones vía Francia no dicen nada de lo sucedido en la frontera española.

-No lo sé, general von Falkenhorst, no lo sé y me preocupa. Se suponía que sería algo rápido y potente, pero este silencio. y los mensajes desde Kiel...

-Preocupantes, si la ofensiva debía iniciarse hoy con tremenda potencia, pero ni siquiera se emite desde la radio ningún dato de éxitos.

-Ninguno, quizás quieran mantener la ansiedad, pero no es normal. Se esperaba que nuestras fuerzas penetraran en España en horas, precisamente por eso Himmler convenció al Fürher de usar a las nuevas divisiones SS como nuestra fuerza de ruptura, por demostrar su fidelidad y su entrenamiento, han enviado a la Leibstandarte, la Totenkopf, Das Reich,... incluso la Wiking y la Nordland que reclutamos aquí...

-Seamos pacientes general Dielt, aunque...


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urquhart
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Mensaje por urquhart »

ROMA, ITALIA

Diario de Galeazzo Cianno

Nuestros temores fueron poco a poco confirmandose. En primer lugar, el Embajador de España anta la Santa Sede, antiguo confidente de Amion Aosta Saboya, nos transmitió la intención del Reino de España de declarar la Guerra a Alemania, y a cuantos aliados de ésta no hicieran visible un alejamiento de la senda marcada por Berlín.

Los mensajes de nuestro Embajador en Lisboa eran de tono similar.

Más preocupante fue las noticias que llegaban desde nuestra legación en Madrid. Con excepción de una mayor actividad aérea, la vida en la capital española seguía siendo la misma. A pesar de la fuerte presencia de aviones en el cielo madrileño, las autoridades españolas no habían decretado el oscurecimiento de la capital, y tampoco se observaba artillería antiáerea para hacer frente a las oleadas de la Luftwaffe.

Por fin, recibimos noticias del Mediodía francés, pero no por vía de los alemanes, si no gracias a nuestro submarino Torelli (1), que desafiando a las autoridades alemanas y a la aviación española, logró transmitir un informe desde el estuario del Garona... no en vano era un submarino de la Clase Marconi... y digo era, pues poco después de su transmisión, no volvimos a saber de él, ni de su tripulación... Según su informe, transmitido sin codificar para evitar la pérdida de un tiempo que se sabía valioso a bordo del sommergibile; sin saber muy bien como, la aviación española había destruido los puentes sobre el Garona en las inmediaciones de la ciudad; sin ocasionar daños en edificios colindantes. Informó así mismo que la defensa de la base y los puentes reacía exclusivamente sobre la Flak, ya que la Luftwaffe no hizo acto de preesencia.

PArecía ser cierto lo que nos informó Scoppa... la Luftwaffe había dejado de existir.

Transmití estas impresiones a Benito. Dudaba el camino que debíamos tomar, aunque le preocupaba que el Rey le hubiera convocado, más aun, Amion Aosta SAboya y el Príncipe Umberto coincidían en Roma.

(1) El submarino estuvo destinado a BETASOM desde octubre de 1940 hasta la capitulación italiana. Transformado en submarino de transporte, sirvió en la Kriegsmarine como UIT-25, y posteriormente en la Armada Imperial Japonesa como I-504 tras la rendición alemana


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Mensaje por Domper »

Mientras las tropas alemanas eran detenidas en seco en el Bidasoa, en Dantxarinea consiguieron adentrarse en territorio español.

El paso de Dantxarinea, aparentemente, no llevaba a ninguna parte: conducía al valle del Baztán, la parte alta del valle del Bidasoa, que estaba en el lado norte de las estribaciones occidentales pirenaicas. Para dirigirse desde el Baztán hacia Pamplona era preciso superar el puerto de Velate. Se había considerado tomar el moderno túnel con paracaidistas, pero sin informes sobre el tipo de terreno que podrían encontrar hubiese sido una misión suicida. La carretera antigua tenía curvas y revueltas que podían permitir a los españoles resistir durante días.

El esfuerzo principal se iba a producir más al este, en los puertos de Alduides y de Roncesvalles, que daban acceso a tres valles que se dirigían a la cuenca de Pamplona y, posteriormente, al valle del Ebro. Pero la base de partida era un estrecho saliente francés en territorio español, de apenas cinco kilómetros de ancho. Ese saliente estaba amenazado desde el oeste, desde el adyacente valle del Baztán; para eliminar ese riesgo una división de infantería debía atacar por Dantxarinea y Zugarramurdi, para luego asaltar el puerto de Otsondo, que daba acceso al Baztán; al mismo tiempo otra división descendería desde el puerto de Izpegui e invadiría el valle; las dos columnas debían darse la mano en Arizcun, eliminando la amenaza sobre el flanco alemán. Posteriormente debían intentar tomar el puerto de Velate, y también, avanzando por Elizondo y Santesteban, llegar a Leiza y Tolosa y así cercar a los defensores españoles del Bidasoa. Estas últimas operaciones implicaban combatir en un territorio montañoso, fácil de defender; pero se esperaba que el reducido ejército español no pudiese defender todos los accesos al interior del país.

La parte más sencilla de la operación parecía ser la toma de Dantxarinea y Zugarramurdi. Un regimiento debía tomar el pico Atxuria, que estaba en la frontera, y luego recorrer el cordal hacia el este hasta aislar la llanura donde estaban las dos localidades. Otros dos regimientos ocuparían la planicie y tomarían las localidades. El del coronel Hinka era el que tenía que tomar Dantxarinea, donde estaba un importante paso fronterizo. En el lado español había una magnífica carretera ideal para los panzer, y en cuanto Hinka abriese brecha, un grupo mecanizado intentaría asaltar por sorpresa el paso de Otsondo.

Pero la operación no había empezado bien. Primero fueron los aviones cohete españoles pasando en gran número. Casi inmediatamente después, la artillería hispana inició una preparación que pilló a los germanos preparándose para su propio asalto. Durante dos horas se había librado un duelo artillero que poco había afectado a los cañones españoles pero había silenciado a la mayor parte de los alemanes. Además un buen número de morteros pesados habían disparado contra su propia infantería. Los artilleros españoles, además, disparaban con espoletas de tiempo exquisitamente reguladas que estallaban unos pocos metros por encima de las cabezas de sus soldados, que habían tenido pérdidas muy importantes.

Aun hubo otra sorpresa: aviones ametralladores, que desde la oscuridad de la noche disparaban contra los pocos cañones alemanes que quedaban; incluso los cañones de infantería de quince centímetros del regimiento habían sido destruidos, dejando a Hinka sin una de sus principales bazas.

Con los primeras luces se inició la preparación artillera; pocos cañones participaron, y Hinka se temía lo peor para sus hombres cuando salieron a campo abierto. Pero superaron la línea de alambradas sin excesivas pérdidas: solo las causadas por los dichosos morteros pesados españoles, capaces de diezmar una compañía con un proyectil. A pesar de las bajas los soldados avanzaron con facilidad y superaron Dantxarinea. Una compañía se encargó de limpiar los edificios del pueblo, pero estaban vacíos. Literalmente: solo quedaban las paredes. Sorprendentemente no encontraron trampas explosivas.

Tras Dantxarinea estaba la primera línea de trincheras españolas. Dos compañías las asaltaron, para encontrarse con una sorpresa: se trataban de un engaño. Eran superficiales, mal hechas, apenas soportadas por unos paneles: resultaba claro que no eran sino un señuelo. Por suerte, tampoco había minas. Las compañías de vanguardia tomaron Landíbar, que antes era una pequeña aldea y ahora un grupo de grandes tiendas, también abandonadas; pero a la salida del pueblo estaba otra línea de alambradas.

Los zapadores salieron del pueblo para ser aniquilados por una lluvia de morterazos; el ojo experto del coronel le permitió ver que eran morteros de infantería, de corto alcance: los españoles estaban cerca. Otra compañía intentó alcanzar la alambrada, para encontrarse con un tipo de mina diabólica: una especie de cañones disparados a distancia que lanzaban nubes de proyectiles a decenas de metros de distancia. Llegar a la alambrada iba a requerir un asalto. Hinka ordenó que tomasen posición sus cañones del siete y medio y los morteros.


—Zorro 1, infantería alemana en la segunda alambrada.

—Recibido. Dispara cuando quieras.

La “llanura” lo era solo de nombre. El terreno, ondulado, tenía praderas separadas por taludes arbolados que daban excelente cobertura a los tanques y blindados. Una compañía acorazada de tanques Lince apoyados por blindados Prim (eran M113 modificados para actuar como VCI, con una torre abierta con una ametralladora y un lanzagranadas de 40 mm) se preparaba para disparar.

—Blanco cañón a la una distancia ochocientos. Metralla. Fuego.

El cargador cargó un proyectil en la recámara del cañón de 105 mm; se trataba realmente de un contenedor con dos centenares de pequeños dardos. Tras disparar, el contenedor se abrió y los dardos, volando a velocidad supersónica, barrieron un cono de varios metros de diámetro. Ese tipo de munición era de alcance limitado, pero muy eficaz contra la infantería sin protección, por lo que cada tanque llevaba diez disparos de ese tipo; el resto eran cargas huecas y unos pocos subcalibrados antitanque.

Los tanques siguieron disparando contra la infantería contraria. Los lanzagranadas de los Prim se unieron al fuego. Los pocos supervivientes alemanes tuvieron que ocultarse en zanjas; de poco les sirvió, porque las granadas de mortero que estallaron sobre ellos llevaban espoletas de proximidad.

Oculto tras un caserío en Landíbar, Hinka ordenó que el batallón de reserva se adelantase; el de vanguardia ya no era una fuerza de combate efectiva. Dos cañones antitanque de 5 cm y uno de los nuevos Pak 97/38: aunque la división aun no había recibido los antitanques de siete y medio, tenía unos cuantos del mismo calibre que combinaban el tubo de un cañón de campaña francés capturado con la cureña del contracarro de cinco centímetros; usando proyectiles de carga hueca se suponía que podían derrotar a cualquier tanque.

Sin embargo los tanques españoles, tras masacrar a su primer batallón, se habían retirado. Hinka ordenó que se adelantase una compañía del de reserva hasta la alambrada. Como era de esperar, un par de blindados enemigos se asomaron para disparar; pero se adelantaron los tres antitanques. Los dos proyectiles del cinco volaron hacia un tanque español pero se enterraron en el talud. El del siete y medio se sacudió violentamente al disparar, pero su disparo alcanzó al tanque español en la torre; pero rebotó sin estallar.


—Mier** —dijo el sargento Salazar, al mando del tanque Zorro 3: el proyectil alemán había chocado contra el inclinado lateral de la torre, rebotando sin que la espoleta se activase. ¡Atrás!

El tanque retrocedió diez metros hasta que el talud lo ocultó. Entonces empezó a moverse hacia la izquierda.

—Rompedor. Distancia ochocientos. . Conductor, despacio hacia adelante ¡Para!

Salazar podía ver las posiciones alemanas y los cañones antitanque. Instruyó al tirador para hacer unos disparos rápidos. El tanque se movió unos metros hasta enseñar la torre, y empezó a disparar.


Hinka vio como sus cañones eran destruidos. En teoría, hubiese debido ser la aviación la que se encargase, pero no sabía nada ella. Pero la división aun tenía una baza: seis carros de asalto Hornisse, resultado de combinar el chasis de un Panzer IV con un cañón Flak 36, recorrieron la carretera. Pero aun no habían llegado a Landíbar cuando pudo ver, aun más a la derecha, a tres tanques españoles que surgían tras la loma. Dispararon a la vez y tres Hornisse se pararon; siguieron tirando contra ellos hasta que se incendiaron. Otro Hornisse disparó a su vez y alcanzó a un carro español, pero el proyectil rebotó inofensivamente. El blindado alemán, a su vez, fue alcanzado y estalló; los dos supervivientes se retiraron.

Entonces el coronel vio, con horror, que una veintena de tanques y blindados se abalanzaban contra sus posiciones. De algunos descendieron soldados (los primeros españoles que veía) que avanzaron protegidos por el fuego de los carros. Se movieron metódicamente: los tanques iban destruyendo una tras otra las posiciones alemanas. El coronel comprendió que lo que quedaba de su regimiento iba a ser destruido, y dio la orden de retirarse hasta Dantxarinea.
El avance hacia Zugarramurdi se enfrentó también a blindados hispanos, con el mismo resultado. Los que descendían por la montaña se encontraron con posiciones fortificadas, hasta ahora desconocidas, que los detuvieron en seco. El ataque había sido frenado.


En el puerto de Izpegui se produjo una situación similar. El terreno, descendente, era en apariencia favorable, pero los tanques y la infantería española usaron las irregularidades para que, apoyados por su artillería y varios ataques aéreos, causar graves pérdidas y por fin detener a los invasores a apenas dos kilómetros de la frontera.

El ataque al valle del Baztán había fracasado.



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Mensaje por Domper »

El SS-Obergruppenführer Felix Steiner estaba muy preocupado.
En los planes alemanes los ataques en el Bidasoa eran solo una diversión, y los del Baztán, estaban encaminados a asegurar el flanco principal: el que debía realizarse a través de los puertos de Alduides y Roncesvalles para dirigirse hacia Pamplona. Pero los españoles no estaban cooperando.

Primero había sido el bombardeo nocturno. Su división había perdido dos terceras partes de su artillería. En el estrecho valle francés, los cañones estaban desplegados en líneas, lo que facilitaba la dirección de tiro y el municionamiento, pero también los convirtió en objetivo sencillo para la potente artillería española, que usaba gran número de cañones pesados de gran alcance: sus equipos de localización por sonido habían estimado que las piezas españolas estaban a más de 20 kilómetros de distancia. La guinda estuvo en las potentísimas bombas que unos bombarderos que se suponía que los españoles no tenían. Habían acabado con casi todos los cañones que les quedaban, y una de ellas había aniquilado a uno de sus batallones.

El día había sido peor todavía. El bombardeo artillero había seguido, y habían sufrido repetidos ataques aéreos, realizados tanto por aviones cohete como por otros de hélice, al parecer de diseño norteamericano. El plan original ya tenía en cuenta lo vulnerable que sería meter cuatro divisiones en ese estrecho valle (la 12ª que tenía que tomar el paso, la 11ª de infantería cuya misión era invadir el Baztán, y la 20ª también de infantería que tenía que tomar Valcarlos. Pero la 11ª había sido frenada por tanques e infantería española, y la 20ª, aunque había conseguido ocupar el pueblecito español, estaba experimentando dificultades en las laderas boscosas en los accesos a Roncesvalles. LO mismo le había pasado a la 12ª: la ladera española estaba cubierta por bosques y praderas batidas por los morteros españoles que causaron muchas bajas. Las avanzadas solo se habían encontrado con unidades ligeras que no defendían las posiciones, pero que obligaban a los infantes alemanes a desplegarse. Pero luego habían llegado a una vaguada boscosa en la que había alambradas y obstrucciones, muchas con trampas explosivas. Los bombardeos astilleros, aunque afortunadamente no causaron incendios (el verano había sido húmedo en Navarra, para variar) hicieron caer troncos y ramas, ralentizando aun más el avance. Mientras la división Viking, agrupada alrededor de Urepel, soportaba los repetidos bombardeos.

Steinert decidió que no podía esperar. Mantenerse en ese valle que se estaba convirtiendo en un matadero solo serviría para que cuando las divisiones de vanguardia abriesen brecha, él ya no tuviese nada con lo que aprovecharla. Porque la Viking tenía un arma secreta: un batallón de tanques pesados SU-152.

Las noticias de lo ocurrido en la anterior línea temporal no solo habían llegado a Hitler: Stalin también había conseguido sus enciclopedias de la “Segunda Guerra Mundial” y el relato de la agresión alemana no había ayudado a mantener buenas relaciones con Hitler. Pero esas historias hablaban de los “cazadores de bestias”, cañones autopropulsados que combinaban un chasis KV con un obús pesado, y el padrecito había dado prioridad máxima a su producción. Tras la muerte del dictador soviético, sus sucesores decidieron que los españoles eran un enemigo aun más peligroso que Hitler, al que tal vez pudiesen aplacar con algunas concesiones, y con la amenaza de que terminase suicidándose bajo la Cancillería. Parte del acuerdo incluyó la cesión de esos tanques pesados de los que ahora los germanos habían leído, que habían acabado armando a las niñas bonitas de Hitler, las divisiones SS. La Viking contaba con un batallón con treinta y dos autopropulsados, y otro con cuarenta tanques medios Panzer IV de cañón del siete y medio largo. Según los planes iniciales, hubiese debido lanzarlos cuando la infantería hubiese llegado a Zubiri, objetivo aparentemente fácil que solo estaba a trece kilómetros de la frontera; pero al ritmo que iban los infantes, tardarían por lo menos dos o tres días. Era el momento de usar la maza.

Mientras que la ruta de Alduides seguía cerrada, la 12ª estaba consiguiendo progresar por una ruta secundaria que en lugar de conducir hacia el embalse de Eugui llevaba al pequeño valle de Zilbeti; los obstáculos naturales eran menores, y al parecer los españoles no contaban con un avance en esa dirección. Steinert ordenó a un batallón de infantería mecanizada que cruzase las líneas de la 12ª, seguida por el batallón de tanques y el de autopropulsados. Corría un riesgo metiendo setenta blindados por una carretera estrecha, pero era la misma maniobra que tan buen resultado había dado en las Ardenas año y pico antes.

Había enviado a su fuerza cuando Steinert escuchó un ruido agudo: una especie de avioncito de juguete que estaba sobrevolando sus líneas.
Última edición por Domper el 31 May 2016, 08:57, editado 1 vez en total.



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Mensaje por Domper »

El capitán Santamaría llevaba ya una porrada de misiones y aun no se había llevado ni un mal Messerschmitt a la boca.

La escuadrilla había permanecido toda la noche en alerta, sin que el aeródromo de Santa Cilia fuese atacado. Al contrario, los informes que llegaban eran muy favorables: la mayor parte de los objetivos habían sido destruidos y las bajas eran mínimas. Pero los Chirris (como llamaban familiarmente a los cazabombarderos Halcón) permanecieron en tierra: aunque su enlace de datos les permitía operar de noche, el mando había preferido reservarlos para atacar con luz.

Santamaría prefería luchar con luz, pero tampoco le hubiese importado participar en alguna misión nocturna. Porque su Halcón era del nuevo modelo A2 que contaba con ciertas diferencias con el original: en lugar de los cuatro cañones Hispano, armas anticuadas, llevaba dos cañones M39 (no los originales, sino unos de nueva producción) de recámara rotatoria. Aunque eran mucho más gruesos, y había sido preciso instalarlos en vistosos carenados, un único cañón rendía como dos Hispano con la mitad de peso, siendo más sencillo también ajustar la convergencia. Había otro carenado más: el de un radar de onda milimétrica que no solo servía para predecir el tiro sino que daba a su Halcón (combinado con un navegador inercial) limitada capacidad todo tiempo.

El capitán no voló la primera misión del día, sino que lo hizo uno de los pilotos de reserva: tras haber pasado toda la noche en alerta, Santamaría hubiese podido cometer errores, fallos que se pagaban con vidas. El compañero había volado dos misiones era mañana, bombardeando posiciones artilleras al otro lado de la frontera.

A media mañana Santamaría, tras haber descansado unas horas, se preparó para efectuar su primera misión de combate del día y segunda de su carrera. No sería en los Pirineos centrales, donde el frente estaba estabilizado, sino el en navarro, cuyo relieve más dulce había llevado a los alemanes a efectuar por allí uno de sus principales embates.

El escenario de los combates, el embalse de Eugui, estaba a solo ochenta kilómetros de Santa Cilia, apenas diez minutos de vuelo, por lo que los Chirris iban y venían continuamente. Las misiones resultaban bastante aburridas: despegar con los cargados aviones, llegar a la vertical de Eugui y esperar las coordenadas del blanco (dadas desde uno de los A30 convertidos, que actuaba como enlace), tirar las bombas desde bastante altura y vuelta. Lanzando desde dos mil metros la precisión se iba a la porra, pero las órdenes eran terminantes: solo se autorizaba a volar bajo si corrían peligro vidas españolas. Aunque si viesen a Hitler con bigote y todo, tal vez se hiciese alguna excepción.

La ocasión se presentó en la tercera misión. Se dirigía hacia Urepel para bombardear unas concentraciones alemanas, cuando desde un Texán llegó una noticia electrizante: había visto tanques pesados al sur de Zilveti. El capitán miró su mapa: eso era ya casi en el fondo del valle, en una zona teóricamente prohibida para sus aviones por encontrarse dentro de las líneas españolas. Tal vez el compañero del Texán se hubiese equivocado, pero ¡quién sabe! Santamaría hizo deslizarse su aparato, siendo seguido por Ramírez, su punto, que era un antiguo piloto de Air Europa que había pasado de los Airbus a los Chirris. Los dos aviones se metieron en el estrecho pero poco profundo valle, y vieron en la carretera una docena de semiorugas, seguidos por unos blindados que parecían TOAs con un gran cañón en el morro.

—¿Pedro, que era eso? —preguntó Ramírez por el intercomunicador.

—No lo sé… espera —Santamaría recordó unos libros que había leído sobre la guerra— ¡Parecen cañones de asalto rusos!

—¿Rusos?

—Españoles no, y tampoco lo son esos semiorugas. Vamos a darles un repaso.

Los dos aparatos se adentraron en territorio francés, describieron un amplio círculo, y volvieron a dirigirse hacia el valle, intentando sorprender a los alemanes por detrás. Pasaron como un rayo sobre las casas de Zilveti —muchas, destruidas— y vieron la columna. Los pilotos lanzaron sus armas —cuatro bombas frenadas de 150 kg— y se elevaron. Santamaría notó que algo como granizo golpeaba su avión.

Los dos aviones volaron hacia la base: una cosa era hacer una pasada con bombas, pero los ametrallamientos no estaban permitidos; otros se encargarían de la columna. Aterrizaron en Santa Cilia y llevaron los aparatos hacia un refugio, donde unos mecánicos examinaron los aviones. Santamaría bajó del aparato, y uno de los técnicos le señaló unos orificios en la cola.

—Capitán, procure tener más cuidado la próxima vez con mi avión.



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Llanero
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Mensaje por Llanero »

Costa Norte de Menorca grupo de Vigilancia de la F75

Pierre Baudouin capitán del SS Ville Du Havre se sentaba en el puente y se aprestaba a tomar una buena taza de café. Lo habían despertado hacía dos horas para anunciarle la llegada de un trozo de visita y abordaje de uno de aquellos extraños destructores Españoles, llenos de antenas y con apenas 1 mísero cañoncito. Los hispanos se habían presentado en una extraña lancha neumática y después de las formalidades y cortesías, pasaron a comprobar rapidamente la carga de su buque y su destino. Quedando conformes tras comprobar que su puerto de partida era Orán y su destino Córcega. Tras una rápida despedida embarcaron de nuevo hacia su navío. Eran muy amables y respetuosos aquellos nuevos españoles, ya había tenido ocasión de comprobarlo cuando les habían escoltado desde Dakar hasta Orán, pero esto no siempre había sido así. Aún recordaba en uno de sus viajes a Barcelona en 1938, cuando se dirigió a una jovencita en Las Ramblas y……….

<<¡¡¡ Mon Capitaine !!!!!! Jacques el radio telegrafista entró en el puente descompuesto.

<<¿¿ Que sucede Jacques ?? Inquirió Baudouin

Nos avisan desde la fragata española que incrementemos la velocidad al máximo y naveguemos en zig-zag. Han detectado a un submarino acechándonos.


A bordo del UF1 el Korvettenkapitän Drugger llevaba unos 15 minutos dándole rápidos vistazos con el periscopio a aquel lento mercante, y buscando la mejor opción de disparo. Sería una buena presa para que se fogueara la tripulación.

<< ¡¡ Kapitän !!. Gritó el sonarista. El mercante incrementa su velocidad !!

¡¡ Maldición, no lo entiendo !!, han debido olerse algo. Respondió Drugger.
Sala de torpedos preparen el uno y el cuatro. Fuego a mi orden…….


En la F75 Extremadura la actividad era frenética, desde que Ortiz diera la voz de alarma y se confirmase con el radar la ubicación del submarino enemigo. El oficial de armas se afanaba en buscar la mejor respuesta.

<<Comandante, estamos a 20 millas del Ville Du Havre, y a 19 del submarino enemigo. Recomiendo lanzar un Asroc contra el objetivo inmediatamente.

<< Dispare en cuanto pueda Rodríguez, a nuestros amigos no les queda mucho tiempo.

<< Sargento Gómez fuego el 3 a mi orden. El sargento Gómez operador del lanzador MK 22, se aprestó a cumplir la orden

<< Listo mi Alferez.

<< Fuego el 3 !!!. El cohete salió de su lanzador con un estruendo.

Tras un vuelo de 18,5 millas el cohete consumió su combustible y se desplegó el paracaídas dejando caer suavemente el torpedo en el agua. Inmediatamente el mk46 empezó a describir círculos sobre si mismo al mismo tiempo que se activaba el sonar de la cabeza buscadora lanzando sus característicos pings buscando su presa.

En ese mismo instante Drugger ordenaba el lanzamiento de sus torpedos

<< Kapitännnnnnn !!!!!! Grito el sonarista. Torpedo por popaa a 1 millaa !!!

<< No puede ser !!!! gritó Drugger, ¿ de dónde ha salido ?

<< Proa abajo 10, popa arriba 10 gritó Drugger tratando de escapar

<< Se nos echa encima Capitán !!!!

El torpedo detonó en plena maniobra de inmersión profunda a 2 metros a la altura de la hélice. La onda de presión resultante empujó al submarino colocándolo casi verticalmente y provocándole una enorme vía de agua en el eje.

<< ¡¡ Mi Comandante !!!, Se registra una gran detonación seguida de explosiones secundarias, les hemos dado de lleno.

<< ¡¡ Piloto !!!. Ordenó el Comandante. Ponga proa hacia el mercante a toda máquina tenemos que auxiliar a lo posibles supervivientes.

El Ville Du Havre se hundia de proa. A pesar de sus esfuerzos uno de los torpedos de Drugger le había alcanzado en la amura de estribor a la altura de la sentina averiando las bombas de achique y provocando una enorme vía de agua.


Nota: El buque de carga SS Ville Du Havre en manos de Vichy ,fue hundido el 08-11-42 al inicio de la operación Torch a causa de un torpedo en Casablanca.


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LA FRACTURA

Mensaje por kaiser-1 »

Pont de Tonneis, Río Garona

El Pont de Tonneis se había convertido, en el transcurso de la preparación de la Operación Alarico, en un cuello de botella de los suministros alemanes que se dirigían hacia el sur.
La precaución alemana había dotado al puente de una potente guarnición para su defensa; una compañía de Feldgendarmerie que se comportaba de manera brutal con los vencidos franceses, un batallón de zapadores para las posibles reparaciones (con el material oculto en bosques y granjas cercanas al puente) que habían terminado de tender el paso subacuático previsto por Halder para multiplicar la capacidad de transporte del NSKK y del propio Heer a sus tropas del sur. Además, tras los sustos de los combates anteriores en los Pirineos, se había destacado a parte de la 9ª Flakdivision, concretamente a su Flak Regiment 12 al completo.

Tal despliegue se rebelaría inútil.

A las 04:00 horas, mientras una doble columna de suministros de municiones y combustible se dirigían hacia el sur, y mientras las bases de la Luftwaffe se convertían en la antesala del infierno, sucedió.

Las cargas de demolición, que habían sido instaladas por buceadores de combate de la Armada apoyados por personal de 12º RPEI hacia varios meses fueron activadas de manera remota desde el Mando de Operaciones Especiales como parte de la Operación Sinaí, aunque los guerrilleros habían denominado a su misión "Jerjes". En medio de una ensordecedora explosión las sólidas bases de roca que afirmaban los pilares del puente se vinieron abajo. Sólo era precisa una chispa. Uno de los camiones Henschel fue tan amable de proporcionarla. Mientras los hombres gritaban órdenes contradictorias desde ambas orillas uno de los camiones se incendió. La desbandada fue general, mientras una serie de explosiones secundarias destrozaban los restos del puente con una precisión terrible, que lanzaba piedras a varios cientos de metros con potencia suficiente para herir o matar a un hombre.

Lo peor fue en el paso sumergido. La explosión desestabilizó el lecho preparado por los zapadores mientras rompía los camiones que transportaban gasolina de alto octanaje que se vertía al río. Nunca se supo si fue una bengala disparada desde la orilla sur, un disparo trazador de la artillería antiaérea o un cortocircuito; pero nadie olvidaría jamás el dantesco espectáculo de hombres atrapados en un río ardiente mientras el incendio era transportado por la corriente hacia el escenario de la otra tragedia.

Cuando salió el sol y los supervivientes alemanes lograron mirar espantados hacia el río no quedaba ni rastro de ambos puentes, pero restos carbonizados de hombres y máquinas estaban esparcidos a lo largo de varios kilómetros del cauce fluvial.


- “El sueño de la razón produce monstruos”. Francisco de Goya.
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Urbano Calleja
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Mensaje por Urbano Calleja »

Cerca del Pirineo Navarro

Arturo Carvajal se afanaba tras el grupo monitores del centro de control del que llevaba el mando.
Al igual que tantos otros, Carvajal había aceptado una buena oferta del Ministerio de Defensa para pasar a formar parte del ejercito. A diferencia de muchos, Carvajal no paso instrucción ni portaba un fusil, ni vería de cerca acción de combate fuera de sus pantallas...salvo que las cosas se pusieran muy feas.

Gracias a su pasada experiencia como parte del departamento de Sener que trabajo en la oferta de drones para España, Carvajal fue contratado por el Ejército de Tierra y se incorporo con el grado de capitán a la recién creada unidad de control de aparatos no tripulados de inteligencia y control de fuego, y en calidad de responsable de operaciones se encargaba del centro de mando que centralizaba las operaciones de los sistemas divisionales que se interponían entre los alemanes y el territorio vasco navarro.

Los monitores con los tres operadores a su cargo recibían las señales del mix de drones que eran empleados en reconocimiento táctico y de dirección de artillería. Con la fractura, y habida cuenta que las tecnologías de recogida de información en el frente de batalla se consideraban vitales como multiplicadores de las fuerzas armadas, un grupo selecto de empresas habían recibido diversos contratos para incrementar de forma exponencial las capacidades del Ejército de Tierra y la Armada.
Así pues, el grupo de Carvajal concentraba la información recibida por los tres grupos de drones (un combinado de IAI Searcher, USOL K150 y los nuevos FT-Altea Ultra) que volando a turnos lograban mantener información complementaria la lograda por los aparatos de reconocimiento del Ejército del Aire. Equipados con cámaras IR y equipos de inteligencia, guiados desde las unidades de vuelo desplegadas en cada división, recababan información en tiempo real de campo de batalla volando a altitud suficiente para pasar desapercibidos, y evitando ser atacados por las aeronaves españolas gracias su IFF. Esa información se transmitía al centro de mando de Carvajal que lo procesaba y distribuía la información de forma adecuada.

Las unidades se estaban comportando de forma estupenda, sobre todo los USOL K150 que estaban desempeñándose sorprendentemente bien pese a lo limitado de su uso anterior y las dudas sobre su funcionalidad (en el fondo, para el EdT, no dejaban de ser aparatos más pequeños y según su percepción, menos capaces que los Searcher). Por el momento, los aparatos habían permitido cubrir las unidades españolas en los combates en al Pirineo Navarro, anticipar los movimientos en la orilla del Bidasoa, y ahora, un Altea Ultra estaba posicionándose para cubrir un despliegue identificado de cañones de asalto sobre orugas alemanes que trataban de penetrar en territorio español. Unos aparatos del EdA confirmaron un primer contacto avistado por un Texan, y se había requerido el apoyo de un dron para mantener a los grupos de blindados que les saldrían al paso informados de sus movimientos. Mejor tener un ojo en el cielo...

Pese a no disponer de Milanos a su cargo (los drones mas capaces que España empezaba a poner en servicio, pero que se mantenían limitados para su uso a través del EdA), Carvajal disfrutaba de su trabajo. Era cómodo, interesante, y se sentía útil. Además, ni la mitad de peligroso de lo que era emplear los drones de compañía que equipaban las unidades del EdT para su uso directo.


"Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado". Arturo Pérez-Reverte
Domper
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Mensaje por Domper »

Durante la mañana el objetivo de los Halcones de Santa Cilia (y de buena parte de la aviación táctica del sector occidental) había sido el saliente de Aldudes y la crisis que se había presentado en Erro. Pero la aviación no había olvidado su principal prioridad: destruir a la Luftwaffe, la única arma que con su radio de acción podía atacar las ciudades españolas. Durante la mañana fueron los EF-18 y Typhoon los encargados de proseguir con los ataques, aprovechando que su velocidad los hacía casi inmunes a la artillería antiaérea; de hecho esta había sido objetivo de los cazabombarderos a lo largo de la mañana. Durante la tarde los C-101 y Halcones los sucedieron en la tarea de transformar lo que antes eran bases aéreas en campos de patatas sembrados de chatarra.

El objetivo iba a ser un aeródromo cerca de Pau; aunque había sido bombardeado repetidamente, los Halcones tenían que acabar con lo que quedase. Cargados con bombas de fragmentación, los Halcones de la escuadrilla se remontaron hasta los quince mil pies y sobrevolaron los Pirineos. No les costó mucho localizar su objetivo, del que se elevaba una gran columna de humo. Sobrevolaron el objetivo, pero no vieron aviones que pudiesen ser blanco de sus artefactos, por lo que los lanzaron sobre los hangares y edificios de la case; de nuevo, soltaron las bombas desde gran altura tras un corto picado; el HUD del avión de Santamaría le mostraba el lugar probable del impacto de sus bombas (ayudaba que el Halcón, que heredaba la configuración del Martin Baker MB.5, tenía buena visibilidad frontal a pesar de usar motor lineal). Aun así las bombas se dispersarían, pero las órdenes seguían vigentes: arriesgarse a baja altura solo estaba permitido cuando peligraba la vida de otros combatientes españoles.

Durante el vuelo de vuelta escucharon varias veces a los Atalaya, los A320 convertidos en radares aerotransportados, dirigir cazas contra aparatos alemanes que habían conseguido remontarse; pero siempre mandaban a los reactores y nunca a los Halcones.

Apenas cuarenta minutos tras despegar los aviones aterrizaron en Santa Cilia. Fueron conducidos a refugios donde se los repostó y rearmó, esta vez con contenedores de napalm: iban a volver a atacar concentraciones artilleras cerca de San Juan de Pie de Puerto. Dos Texán los precedieron, localizando los blancos y marcándolos con cohetes fumígenos. De tierra se elevó una hilera de trazadoras que perseguía a uno de los aviones señaladores; significaba que la escuadrilla tenía licencia para “labrar”, y los Halcones se lanzaron a baja altura para regar a los artilleros y antiaéreos con gasolina ardiente.

La última misión del día debía ser similar. Esta vez iban a llevar bombas frenadas que iban a emplear contra otro aeródromo enemigo junto a Orthez.

—Chirri siete a Atalaya dos. Estamos en territorio indio.

—Atalaya dos a Chirri siete. Cielos limpios. Prosigan.

Los Chirris veían ya el objetivo, del que también se elevaba el humo de los incendios.

—Atalaya dos a Chirri siete. Cuatro bandidos están despegando de Orthez. Encárguense.

Sobrecargados con las bombas los Halcones no podían combatir, pero puestos a desperdiciarlas, el comandante González, al mando de la escuadrilla, pensó que sería mejor lanzarlas contra las pistas. Los Halcones efectuaron un suave picado, dejaron caer sus bombas, y tras remontarse buscaron al enemigo.

—Pedro, los veo, a las tres y abajo —le dijo Ramírez a Santamaría.

El capitán los vio: eran aviones bimotores que volaban casi a ras de tierra. González dio orden de ataque. Pero no podía hacerse a lo loco, pues los Me 110 alemanes llevaban ametrallador. Cuatro Halcones, volando casi en paralelo pero separados por cientos de metros, describieron un suave giro sin perder velocidad hasta situarse a la cola de los aparatos alemanes. Descendieron hasta cerca de tierra, para que la señal de los motores destacase contra el más frío cielo. Santamaría atacó al aparato más a la derecha de la formación. Por los auriculares escuchó un pitido: el Estoque se había enganchado. Pulsó un botón y el misil recorrió los centenares de metros que los separaban. Pero entonces el Messerschmitt efectuó un viraje brusco y el misil pasó inofensivamente. Santamaría masculló y en lugar de intentar seguir la cerrada maniobra del alemán, elevó el morro de su avión, ganando altura al mismo tiempo que perdía velocidad; entonces hizo un viraje cerrado con los alerones y el timón, haciendo derrapar a su avión, y cayó en picado contra el Messerschmitt, que trataba de eludir el ataque culebreando a baja altura e intentando dar una oportunidad a su ametrallador. El Bf 110 volaba tan bajo que el capitán pensó que el misil tendría dificultades para blocarse contra el terreno, que el sol de verano ya había calentado; decidió jugársela y ver si el ametrallador alemán podía superar a sus cañones de 20 mm. El HUD mostraba la posición prevista de los proyectiles, y Santamaría pudo efectuar un tiro de deflexión que alcanzó al Me 110, arrancando su ala. Recordando las lecciones, el capitán miró hacia los lados por si era atacado a su vez, pero solo vio a sus compañeros. Todos los aviones alemanes habían sido abatidos.

Santamaría podría pintar la silueta de un avión en el morro de su Chirri.



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Mensaje por Domper »

Al escuchar el familiar silbido agudo, todos, inconscientemente, encogieron la cabeza entre los hombros, suspirando cuando se escuchó el tronar que indicaba que uno de esos malditos aviones cohetes españoles se alejaba.

El puesto de mando del mariscal Von Runstedt se encontraba en un precioso palacete situado en Escos, una localidad situada aproximadamente a mitad camino entre Bayona y Pau. Había sido escogido tanto por sus dimensiones como por estar en una pequeña aldea y ser fácil de vigilar. Pero tras haberse cortado las comunicaciones con Von Reichenau, que debía dirigir la ofensiva en el país vasco, y con Kesselring, al mando de las operaciones en Cataluña, ya no estaba tan seguro de su elección. No solo habían desaparecido los puestos de mando de los dos grupos de ejércitos Oeste y Este, sino los de la mayoría de los ejércitos y cuerpos; al parecer los españoles habían conseguido localizar a la mayoría y se habían dedicado a destruirlos.

También habían atacado a la red telefónica francesa, que había dejado de funcionar, obligando a los comandantes a utilizar la radio y, por tanto, a delatarse. Menos mal que…

¡BOOOMMM!

Las ventanas del palacete estallaron y fragmentos del cielorraso cayeron. Inmediatamente después se escuchó el familiar silbido seguido por un rugido, y una nueva serie de explosiones. Von Runstedt, apartando a los ayudantes que intentaban protegerlo, se acercó a la ventana y pudo ver que la cercana granja había sido arrasada. Menos mal que su oficial de comunicaciones había decidido instalar la radio allí. Los españoles habían debido localizarla por sus emisiones, y la presencia de vehículos militares habría confirmado que era un puesto importante. Pero cuando revisasen las fotos y viesen el palacete adyacente, imaginarían cual era la sede real. Era cuestión de horas, tal vez de minutos, que el “château” fuese bombardeado. El mariscal dio la orden de evacuar y trasladarse a algún lugar menos conspicuo. Más valía estar incómodo que muerto.

Por el camino pensó en lo que sabía. Las informaciones eran fragmentarias pero empezaba a hacerse idea de lo que había ocurrido. Los españoles se les habían adelantado con un ataque meticulosamente planeado contra la fuerza aérea. No conocía la magnitud de los daños, pues la Luftwaffe era muy suya y siempre ocultaba sus pérdidas reales; pero contando que no había visto ni un solo avión alemán en todo el día, supuso que las bajas habían sido muy graves y que, al menos por ahora, había perdido el control del espacio aéreo. Problema muy serio, pues el mariscal había contado con la Luftwaffe para reducir las fortificaciones que habían estado construyendo los españoles y para contrarrestar sus súper tanques.

Al mismo tiempo que convertían en pavesas a la otrora orgullosa Luftwaffe, habían atacado a su ejército. Primero, a los centros de mando y de comunicaciones. Luego, a la artillería: era difícil hacer cálculos pero había perdido entre un 60 a un 80% de sus piezas de apoyo. Probablemente muchas se podrían recuperar en los días siguientes, pero la cuestión era que el asalto se había hecho sin preparación artillera y son control del mando. Las pérdidas habían sido horrorosas: al parecer el ataque se había convertido en una repetición de 1914, con los infantes segados por cañones y ametralladoras. Y por tanques, que según los rumores, y contradiciendo el saber popular, los hispanos habían utilizado en primera línea en número bastante importante.

De hecho, la presencia de esos tanques en primera línea le hacía sospechar que las estimaciones sobre el número de blindados que tenían los españoles eran erróneas. Los atacantes se habían encontrado con pequeños grupos de tanques y de blindados de apoyo prácticamente en todas partes, incluso en alta montaña. Esos tanques —en eso también coincidían los informes— eran invulnerables a las armas antitanque, y sin temor a los ataques aéreos se habían dedicado a masacrar a la infantería alemana. Se había producido algún enfrentamiento con carros alemanes —aunque las divisiones pánzer aun no habían sido empeñadas—, que habían sido invariablemente desfavorables para los germanos. Al parecer habían fracasado hasta los cañones autopropulsados pesados.

Con todo, tanto tanque en primera línea significaba que los españoles habían tenido que desplegar para la defensa de su territorio a sus fuerzas blindadas. Seguramente habrían conseguido recuperar algunos tanques que tenían almacenados —se habían visto varios “M60”, con su característica torre de frontal en cuña redondeada), pero debían haber desplegado sus tanques pesados leopardo en primera línea. No era malo. Significaba que no tendrían reservas salvo para contrataques locales, y que si seguía presionando conseguiría, antes o después, abrumar a los escasos defensores.

Aun en ese caso, estaba el problema de la aviación. Con el día los ataques aéreos habían empeorado y, tras destruir a la Luftwaffe, la artillería y las comunicaciones, se habían centrado en los puentes del Garona. Todas las comunicaciones ferroviarias y de carretera habían quedado interrumpidas. Los transbordadores podrían suplirlos, pero solo en parte; además era de esperar que los bombardeos siguiesen atacando los puntos de cruce. Los informes hablaban también de un tipo de bombardero nocturno diferente, con motores de hélice pero que sonaban extraños, y que usaban bombas muy pesadas. No se los había visto de día ¿no les quedarían más de esas bombas, o era porque los reservaban para las noches? Lo mismo podía decirse de los aviones ametralladores.

A lo largo del día los resultados habían sido magros. En varios puntos se habían conseguido progresiones de varios kilómetros, pero Von Runstedt pensaba que más que progresos reales, era porque sus avanzadas se habían movido por el glacis defensivo sin encontrar aun sus líneas principales de resistencia. Habían tomado las líneas fortificadas visibles en las fotografías, pero habían resultado ser un señuelo. En algunos sectores, como en el Bidasoa, los atacantes habían sido rechazados sin poder tomar ni un palmo de tierra.

Al mariscal le preocupaba la tenacidad con la que habían defendido el saliente del valle del Baztán. El lugar tenía escaso valor económico y poca población, y él lo hubiese abandonado. Suponiendo que el Führer le hubiese autorizado, claro está. Tal vez los españoles se enfrentasen al mismo problema político y pretendían mantener inviolable su territorio. Pero… había un riesgo más que evidente. Seguir atacando no le parecía que tuviese mucho sentido: parecía haber defensas organizadas muy fuertes, y si algo se sabía de la anterior guerra era que no había que reforzar un fracaso. Pero alertaría al ejército pánzer que esperaba en los alrededores de San Juan de Pie de Puerto, para que se preparase para desplazarse hacia el oeste.

Al menos el mariscal no había tenido que sufrir las interferencias de Berlín. Las últimas semanas había sido importunado casi diariamente por Lakeitel, que le transmitía mensajes de Grofaz con continuas correcciones a sus planes. A Von Runstedt le había sido imposible comunicarse con el OKW; no era buen indicio, pero al menos le facilitaba la tarea.



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urquhart
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Mensaje por urquhart »

ROMA, ITALIA

Diario de Galeazzo Ciano

Tras las rimeras horas de combates en la frontera franco española, nuesta información era escasa... y lo más preocupante, era de procedencia española. En realidad era más preocupante que el Embajador de España ante la Santa Sede informaba a los Saboya; concretamente al Príncipe Umberto; que en un gesto de buena voluntad de la Casa Real nos informaba... para colmo, el Embajador español había dejado deslizar una funesta noticia para nosotros, aunque ya no deberíamos sorprendernos tras agosto de 1939. Adolf usaba material soviético... Vázquez había entregado a Umberto varias copias de una misma fotografía, sabedor que nos la haría llegar, una bestia de metal descomunal puesta fuera de combate por la aviación española.

Imagen

Según Umberto, los propios españoles reconocían que los alemanes habían logrado alguna penetración en su territorio; pero sin darle más importancia, pues según el Embajador, no quedaba un puente sobre el Garona... ni de los fijos, ni de los tendidos por los pontoneros... acaso alguna pasarela de los de fortuna; pero el propio Embajador recordó como en 1938 la aviación italiana había destrozado los intentos de los republicaos de tender puentes en el Ebro...

La visita de Benito a Victor Manuel había quedado en nada; ya que como escribo, los Saboya tenían al menos información española, nosotros, a excepción del mensaje de Burdeos, nada de nada, ni siquiera el acostumbrado mensaje de Adolf repleto de la habitual cháchara de la invencibilidad aria... nuestros servicios de inteligencia no captaban ninguna emisión radiofónica de Berlín, ni siquiera de Reichs-Rundfunk-Gesellschaft

Pudimos saber por nuestros Carabinieri en el Paso del Brenero que muchos de los guardafronteras alemanes tampoco podían contactar con sus familias, y que algunos que lo habían logrado comentaban las constantes caídas de la red eléctrica.

Extrañas noticias nos llegaban de nuestra misión en Kiel, aunque me imagino que nuestros hombres están sometidos a una renovada e insistente vigilancia... no me extrañaría que la pérdida de nuestro sommergibile en Burdeos fura obra de nuestros cari amici tedeschi...

Con impaciencia esperabamos un nuevo día.


Tempus Fugit
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Mensaje por Domper »

Centenares de cazadores de montaña estaban preparados al otro lado de la frontera cuando vieron el reflejo de los fogonazos de la artillería española. Poco después los proyectiles estallaban sobre sus cabezas y en la montaña de enfrente donde estaban los cañones de montaña. Sin embargo, aquí el frente era muy amplio y los atacantes, demasiados. Con las primeras luces los soldados empezaron a cruzar los collados fronterizos y derramarse hacia la cabecera del Valle de Tena. Sobrepasaron las ventas del puerto (establecimientos comerciales que habían sido vaciados hasta del último tornillo) y siguieron por las praderas y canchales cercanos a la frontera. En ese sector no había alambradas, y los invasores tenían la ventaja de atacar desde lo alto.

Sin embargo, incluso antes de adentrarse en territorio español empezaron a sufrir bajas. Solo en los alrededores del puerto del Portalet el relieve era dulce y permitía el tránsito por bastantes lugares aunque, eso sí, con gran esfuerzo. En el resto del valle el terreno era muy rocoso y las alturas, superiores. Solo una decena de collados tenían sendas de contrabandistas que permitían el acceso, salvando las fuertes pendientes con lazadas en las que los hombres se demoraban. Esos pasos estaban vigilados por observatorios españoles camuflados, y alguno de ellos, más escondido, lo estaba con cámaras accionadas a control remoto. Los morteros españoles empezaron a disparar contra los collados, causando muchas pérdidas e impidiendo que cruzasen cargas pesadas. Había más pasos, pero solo eran aptos para alpinistas, y aunque pudieron infiltrarse en la cabecera del valle solo disponían de armas ligeras que no eran enemigo para las fortificaciones españolas. Además, a medida que se adentraban en territorio español, empezaron a caer los hombres: había algunos francotiradores españoles (o pacos, como los llamaban) que usaban fusiles pesados que podían alcanzar a los soldados a más de dos mil metros de distancia. Por encima de los mil metros las posibilidades de conseguir un impacto eran pequeñas, pero los proyectiles pesados causaban heridas horribles, y bastó que cayesen algunos gebirgsjager para que los demás se refugiasen en cuanto escuchaban el distintivo sonido de los fusiles.

A media mañana los cazadores de montaña alemanes empezaron a acercarse a la posición Coanda, junto a los embalses de Brachimaña, donde se agazapaba Michal. Habían sufrido bombardeos intermitentes efectuados por morteros alemanes de infantería, que además de no tener potencia suficiente ni para arañar los muros y techos del blocao, cayeron muy desviados: al parecer los germanos seguían sin conocer la posición exacta de la fortificación. El teniente Sánchez (ascendido recientemente) ordenó que no se respondiese al fuego con los morteros propios: se podían causar al enemigo muchas más bajas con los morteros pesados de Brazato. Un par de observatorios en las crestas dirigían el fuego. Michal no envidiaba la tarea de esos hombres: llevaban varios días viviendo a más de 2.500 metros de altura, y además las cimas recibieron los morterazos alemanes una y otra vez. En una de las patrullas Michal había podido ver algunos de esos puestos, y le pareció que estaban bien disimulados y adecuadamente protegidos; pero además de muy incómodos escapar de ahí sería tarea muy comprometida.

Los que sí dispararon fueron dos equipos de francotiradores situados algo por encima de la posición de Michal: señal que la infantería alemana estaba demasiado cerca.



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Mensaje por Domper »

Mientras, su hermana Rachel estaba enzarzada en un combate intenso. La sección de cañones sin retroceso en la que servía tenía que proporcionar fuego de apoyo tanto a la sección de tanques Lince que defendía la carretera como a las posiciones de Batallero, Pico Royo, Tres Hombres y Foratata. Especialmente la primera preocupaba al mando: estaba demasiado cercana a la frontera y probablemente sería preciso evacuarla; los cañones sin retroceso tendrían que impedir la persecución alemana.

Los todoterreno con los cañones estaban escondidos medio de un bosque que había junto a la estación de esquí. En una hondonada, demasiado cercana a juicio de Rachel, se habían emplazado los autopropulsados que seguían disparando contra los invasores. Loa artillería alemana intentaba el fuego de contrabatería, pero no había podido localizar a los blindados españoles. Lo malo era que algún proyectil desviado había aterrizado en medio del bosque.

También junto a los autopropulsados estaban dos de los tanques Lince, que de repente dieron muestras de actividad: ascendieron por una pista de las que había para servicio de la antigua estación de esquí, hasta llegar a un collado, junto a un telesilla, y empezaron a disparar.


El coronel alemán al mando de la operación había instalado su puesto de mando en una peña cercana a la frontera. Había pensado en instalarse en alguno de los comercios que del lado español, pero estos volaron cuando una sección los intentó inspeccionar, pasando a ser objetivo de los morteros pesados españoles, que por lo visto tenían tomada la medida al lugar. Como se temía, la artillería que debía apoyar al regimiento solo disparaba intermitentemente, estando más preocupada por sobrevivir que por apoyar el avance.

Al menos los cazadores de montaña eran soldados seleccionados que no se amilanaban por unos cuantos morterazos, e intentaron seguir avanzando. Los que lo hicieron por la carretera fueron barridos por la artillería, pero tuvieron mejor suerte los que se resguardaron en el barranco casi seco del fondo del valle. Pero el coronel no veía lo que ocurría, salvo que el avance no era lo rápido que debiera. Por fin un mensajero llegó.

—Mi coronel, nos estamos enfrentando a fuego de tanques pesados.

—¿Tanques aquí? ¿Está usted loco?

Los mapas no eran claros pero indicaban que la ladera herbosa no tenía caminos. Sabían que el lugar había sido una estación de esquí, pero las grandes pendientes eran imposibles para los blindados ¿o no? Decidió acercarse para echar un vistazo.


A mil trescientos metros un Lince se agazapaba al otro lado de una loma. Solo se asomaba el comandante, de pie en la escotilla, que observaba la ladera con sus prismáticos. A cien metros a su derecha, el otro Lince ascendió, exponiendo la torre, y empezó a disparar con su cañón y las ametralladoras. El tanquista vio que su compañero estaba disparando contra unos soldados que intentaban cruzar el arroyo que había entre la carretera y las instalaciones de la estación. Entonces vio otro grupo que se movía un poco más a la izquierda y que extendían un cable: un objetivo apetecible.

—Pedro, veinte metros adelante ¡Para! Carlos, blanco infantería a las dos, distancia mil trescientos —dijo, indicando el objetivo al apuntador—. Metralla ¡Fuego!

El proyectil se abrió poco después de ser disparado, extendiendo cientos de pequeños dardos, que barrieron la ladera por la que se movía el coronel y su plana mayor.


Poco a poco los infantes alemanes se infiltraron por los collados a pesar de las graves bajas, y empezaron a acercarse a la posición Batallero. Era el momento de escapar: cuatro blindados se acercaron hasta el ramal de escape, recogieron a los soldados que guarnecían el blocao y se retiraron. Los dos Lince siguieron disparando hasta que los blindados estuvieron a salvo, y entonces se replegaron al siguiente valle, dos kilómetros más allá

Ahí se repitió el fuego. Los atacantes estaban ahora bajo las vistas de la posición Foratata, que estaba en la ladera de la peña del mismo nombre, tan abrupta que resultaba inexpugnable. Desde el observatorio se dirigías los disparos de los morteros, y los tanques acababan con los grupos que se infiltraban. Los cazadores de montaña alemanes tardaron cuatro horas en cruzar los dos kilómetros escasos que quedaban hasta la posición del Pico Royo. Esta no fue evacuada por ahora pues su pérdida significaría que la posición Tres Hombres, clave para la defensa de Sallent de Gállego, quedaría amenazada; pero los autopropulsados se replegaron mil quinientos metros, al otro lado del bosque. La sección de Rachel estaba casi en primera línea.


El teniente coronel que ahora mandaba el regimiento alemán ordenó dos asaltos al Pico Royo, que fracasaron: las laderas peladas no ofrecían protección, y los españoles tenían armas automáticas que cruzaban sus campos de fuego. Tomarla iba a requerir un bombardeo con la artillería que no tenía, y un ataque masivo con refuerzos. Aunque tal vez pudiese rodearla. No por la izquierda, pues las sierras que veía sin ser infranqueables costaría por lo menos un día remontarlas; pero tal vez por la carretera. Si los españoles creían que eran los únicos en tener tanques estaban muy equivocados.

Una decena de autopropulsados, tanques R35 de origen francés en los que se habían montado cañones Skoda de 8 cm (los alemanes estaban intentando poner cañones grandes en todo lo que se movía) cruzaron la frontera y empezaron a descender por la carretera. Fueron advertidos desde la posición del Pico Royo, que a su vez dio orden a los cañones sin retroceso para que se alistasen: los Lince se habían retirado para recargar municiones. Los cuatro todoterrenos se adelantaron y se apostaron tras una ondulación del terreno. Entonces vieron llegar a la columna, que estaba aproximándose a la urbanización de Formigal. La sección esperó a que toda la columna estuviese expuesta. Entonces dispararon. Los fusiles apuntadores acertaron con sus trazadoras al tanque de cabeza y de cola, que inmediatamente estallaron al recibir una carga hueca diseñada para combatir tanques tres veces más pesados. Los blindados alemanes, sorprendidos, intentaron girar para enfrentarse al fuego, pero los todoterrenos se retiraban tras hacer solo uno o dos disparos, antes de reaparecer por otro lado. En diez minutos nueve blindados ardían como teas.

Entonces regresaron los Lince. Dos carros llegaron por la carretera y, aunque uno de los Renault alemanes alcanzó al de cabeza con un disparo, no tuvo ningún efecto. En segundos los tres blindados supervivientes estallaron. Luego los tanques dispersaron a la infantería que llegaba tras los Renault.

Habiendo perdido los tanques y al mitad de sus soldados, el teniente coronel decidió cesar los ataques hasta que recibiese refuerzos.




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OPERACIÓN EMBOLIA

6 A-340 y otros 8 A-330 armados cada uno con 8 bombas de 500kg guiadas por laser acababan de cruzar los Pirineos con rumbo nor-este. Por delante de ellos volaban 3 CRJ de reconocimiento y 2 A-330 cisterna que poyaban a 8 EFA. La misión de semejante fuerza era destruir los puentes del Rihn y Saar, especialmente los ferroviarios para complicar la logística alemana

El Comandante Antonio Serrano, antiguo piloto de Iberia con más de 10.000 horas de vuelo a sus espaldas pilotaba unos de los nuevos A-330-200 con MTOW ampliado que había recibido Iberia días antes de La Fractura. Su copiloto con uniforme de Alférez Provisional era un chaval que apenas se había sacado la licencia de Piloto Comercial y con poco más de 500 Horas de vuelo había sido reclutado como copiloto para de esta forma liberar copilotos con experiencia.

Nada más el copiloto introdujo los datos para alinear el sistema de navegación inercial, los WAYPOINS de la ruta y las radioayudas que iban a utilizar en la pantalla aparecieron los mensajes.

-GPS PRIMMARY LOST
-GPS PRIMMARY ACCURACY/LOW

-Antonio, habla con los de mantenimiento, a ver si a ti te hacen caso y quitan de una vez el dichoso mensajito del GPS….

Una vez sobrepasados los Pirineos la formación ascendió a 41.000 pies y aceleró hasta prácticamente el “coffin corner”…. El copiloto con un ojo en el HSI veía como las velocidades de perdida por alta y baja se iban acercando hasta dejar un margen de poco más de 30 nudos y con el otro miraba como el Comandante se fumaba literalmente un puro.

- Chaval, esto es lo bueno de la guerra, te puedes fumar un puro en cabina sin que te moleste la sobrecargo.

En eso estaban cuando a unas 150 millas pasados los Pirineos en el sistema de navegación apareció el mensaje

-VOR-DME-GIR FLAG
Y Poco después el de
-VOR-DME-BGR FLAG

Segundos más tarde aparecían los mensajes

-NAV-ACCUR-DOWNGRAD
-IRS-NAV-ONLY

-Chaval apunta la posición del INS que ya nos hemos quedado sin señal de actualización.


Continuara….
Última edición por volador67 el 02 Jun 2016, 00:00, editado 3 veces en total.


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